Takari de mis amores para ustedes :3

HC me retó, con mucho gusto lo tomé, y esto será el resultado.


Su reto fue el siguiente en el Foro Proyecto 1-8:

Me gustaría una colección de drabbles/viñetas Takari, o quizá un one-shot hecho de drabbles/viñetas de escenas sueltas, lo que prefieras. Con momentos cotidianos de su vida ya de pareja, podría ser de sus comienzos jovencitos y seguir ya a cuando se van a vivir juntos más mayores... no sé, lo que te diga tu imaginación y tus ganas. Puedes meter momentos picantes de los que te gustan (aunque no exageradamente explícitos, a poder ser), momentos románticos, momentos cómicos, momentos tristes... Puedes basarte en headcanons que hayas dejado en el topic Takari también si quieres.


Con lo cual, estos son los datos del fic:

Título: Cuando la luz y la esperanza llevan carabina(*).

Pareja: Takari/ Taito

Género: Romance/humor.

Ranking: M

Capítulos: Cortos. Ligeramente largos. Viñetas, Os, drables. Algunos estarán enlazados entre sí. Otros no.

Advertencias: M por lenguaje. Intentaré seguir el orden pedido del reto, pero algo meteré, nada explicito o sería MA. Homosexualidad.

Datos: OOC, IC.

Disclaimer: Digimon no me pertenece.


El primero, la primera.

15/ 16 (*)

Hikari

—¡Hikari, ten cuidado!

Hikari Yagami levantó la mirada de sus zapatos para sonreír hacia su madre. La mujer se apretaba las manos angustiada. Hikari no comprendía su pesar y mucho menos su preocupación. Era lo mismo de siempre. El mismo de siempre.

—Mamá, tranquila. Solo iré con Takeru al parque. Quiero tomar unas fotografías del cambio de estación.

—Lo sé, pero… ya no sois precisamente unos niños.

La pequeña de los Yagami rodó los ojos, cargó las bolsas y su bolso y se dispuso a salir. Mientras ella avisaba de tal detalle, Taichi salía del cuarto de baño, rascándose la panza y con el cepillo de dientes entre estos mismos. Su madre le miró con la boca abierta y dándole una palmadita en el hombro, señaló la puerta.

—Dijiste que querías madrugar porque Hikari tenía su primera cita con un chico. ¡Pues se te ha adelantado!

Taichi agrandó los ojos, sacándose el cepillo de los dientes, maldijo, corriendo hacia su dormitorio. El móvil vibraba con una llamada perdida de esa noche de Yamato. Taichi se había quedado frito antes de que terminaran de organizarse para ese día.

Sí. Su hermana, su adorada e intocable hermana estaba teniendo su primera cita oficial. Y ni más ni menos que con Takeru Takaishi.

Así pues, Taichi atrapó a Yamato cuandito que tuvo oportunidad y, aparte de entretenerse con sus labios, se aseguró que le prometiera acompañarle para cuidar de las infames garras de su menor sanguíneo, a su hermanita.

Yamato estaba tan atontado por los besos que aceptó. Y por más que luego quiso protestar, Taichi ya le había cogido la palabra.

Hikari salía de los apartamentos donde sus padres tenían el que ella consideraba una familia feliz, su hogar. Cargando con la cajita de Bentō con sumo cuidado y una cancioncilla que no podía sacarse de la cabeza.

Ah. Era primavera. Su primavera.

Takeru

Se aseguró que el gorro estuviera a la perfección sobre su cabeza justo cuando escuchó el teléfono de Yamato vibrar. El mayor corrió casi por encima de la mesa para atenderlo y Takeru sopesó que quizás se tratara de algo importante.

Por algún motivo, su hermano había aparecido por la mañana en su casa, sorprendiendo a su madre y desde entonces, se sentó en el sofá a observar todos sus movimientos.

El pequeño de los rubios Takaishi no comprendía el motivo, pero tampoco iba a prestarle mucha atención. Tenía cosas que hacer. Y sobre todo, no pensaba dejar tirada a Hikari en su primera cita. Una cita oficial que le costó mares lograr conseguir.

—Me voy— anunció.

A Yamato casi se le cayó el teléfono de las manos, mirándole y poniéndose en pie. Takeru sonrió travieso.

—Tranquilo, hermano. Que te sigo queriendo a ti.

Y luego cerró la puerta, dejando al Ishida con la palabra en la boca.

Yamato miró el móvil una vez más donde Taichi parecía estar escribiendo una condenada biblia de amenazas hacia su persona como su hermano menor osara tocar a la pequeña de los Yagami.

Taichi podía ser el mejor hombre besando que hubiera probado, — tampoco es que hubiera probado muchos—, pero dando palizas, era incluso mejor.

Esperando que su hermano, el muy malicioso y avispado, no se diera cuenta, salió a la calle, dispuesto a seguirle.

Ambos

Cuando Takeru llegó, Hikari levantó un brazo para saludarle. Takaishi corrió hasta estar a su altura y con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Has llegado bien? — cuestionó ella mientras él se ofrecía a llevar las bolsas.

—Sí, bueno. Trafico.

Hikari rio por la broma y el gesto de cejas que hizo el chico.

—Anda. Busquemos un buen lugar.

Takeru esbozó una sonrisa más amplia.

—Sígueme, conozco el lugar idóneo.

Hikari le siguió, sacando su cámara de fotos, dispuesta a fotografiar cualquier cosa que llamara su atención.

Takeru se detuvo un rato después, indicándole una zona verdosa junto al lago. Este brillaba con colores que al instante enamoraron a la muchacha. Lejos de su dilema con la trágica relación del mar y Yagami, el lago era el lugar perfecto. Hikari atrapó un cisne justo en su vuelo y maravillada, mientras que Takeru dejaba las bolsas sobre el césped, buscando el mantelito de cuadros, se lo mostró.

Sus cabezas estaban pegadas la una a la otra. Su atención completamente puesta en la fotografía. Quizás por eso no fueron conscientes que, tras ellos, unas ramas se movieron violentamente.

Un momento después, Hikari y Takeru ocupaban un puesto cada uno sobre el mantel. Tras quitarse los zapatos, Hikari se encargaba de preparar bebidas y utensilios, mientras Takeru revisaba las servilletas y abría las cajitas con la comida.

—Wou— exclamó al ver la comida en un brillo especial que invitaba a comer—. Se nota que lo has hecho tú.

—¿Pensabas que lo haría mi madre? — bromeó Hikari. Takeru torció el gesto.

—Ya dicen que como la comida que cocina la madre de uno, no existe otra igual.

Hikari se unió a la carcajada masculina.

—Eso por suerte— reconoció metiéndose un mechón tras la oreja—. Más personas como mi madre peligrarían el mundo.

—Pero tú no has salido a ella del todo. Solo en la parte del huevo, las salchichas y la verdura.

Hikari infló los mofletes, ahogando un gemido de rabia para darle un golpe en el hombro que Takeru correspondió con risitas traviesas.

—¡Eso es básicamente toda la comida!

—Ey, lo has dicho tú— se excusó.

Hikari atrapó un trozo de pulpo entre sus palillos y lo llevó hacia él, con las cejas fruncidas en malicia y la sonrisa torcida. La vena vengativa Yagami.

—Pues ahora vas a comértelo todo, todo todito.

Takeru forcejeó en broma y terminó recostado, con ella sobre su pecho mientras, con fingiendo esfuerzo, Hikari le metía el trocito de salchicha con forma de pulpo, en la boca.

Él mastico y sacó la lengua en una mueca falsa de asco. Hikari rio y le empujó más contra el mantel en broma. Las risas fueron apagándose lentamente cuando sus miradas se encontraron. La pura magia del momento. El lugar perfecto.

Ambos.

Ellos

Taichi se removía tras los arbustos con rabia. Yamato apenas podía sujetarlo. Y todo porque claramente, HIKARI besaba a Takeru. Era Hikari la que estaba haciendo el movimiento sobre su hermano. Sin embargo, Taichi parecía incapaz de en sí mismo y comprenderlo, revolviéndose.

Yamato solo se ocurrió una cosa para calmarlo: Apretarle las pelotas.

Taichi se quedó quieto, como si estuviera apretando el hilo de vida misma, mirándole con los ojos muy abiertos y la boca en una perfecta forma de o.

—Cálmate— ordenó. Taichi asintió a la par que tragaba—. Solo es un beso, por el amor de Dios. Nosotros hemos hecho cosas peores. Y además, tu hermana es la que está besando a mi hermano.

—¿Mi hermana? — En ese momento a Taichi le importó bien poco que los dedos de Yamato estuvieran apretando sus partes. El enfado y la idea de resguardar el honor de su adorable hermana podían más que preocuparse de otra cosa—. ¡Fíjate donde tiene la mano TÚ hermano!

Yamato miró por encima de las ramas. Takeru y Hikari continuaban con su momento de intimidad. Hikari había dejado los palillos a un lado para acariciar el rostro de su hermano durante el beso. Y sí, Takeru había movido una mano hasta la espalda femenina, oscilando de arriba abajo, sin llegar a ningún punto vital (*)

—No es tan grave— remugó al volver a sentarse. Taichi había hecho un hueco entre las ramas para observarlos.

—¿Qué no? — gruñó cabezonamente—. Mira que las manos siempre van al pan.

—¿Qué pan ni que ocho cuartos, Taichi? — Lo empujó del hombro—. Mi hermano no es como tú que le da igual que los demás lo vean y meten mano donde sea y le plazca.

—Mucho mejor que no lo sea— advirtió Yagami mirándole por un instante amenazante y luego, divertido—. Pero, oye. A ti como que no te importa que se me vaya la mano. ¿Verdad?

Yamato sintió las mejillas arder repentinamente.

—Eso crees. A veces eres un degenerado. Ya sé a quién se parece Hikari.

Taichi lo empujó con brusquedad contra el suelo.

—¿¡Qué demonios!? ¡El peligroso es tu hermano no mi hermanita!

Yamato y él forcejearon, tirándose de las camisetas, arañándose las espaldas y pellizcándose las costillas mientras se debatían. Solo se detuvieron cuando escucharon un click extraño y dos risitas familiares.

Ambos se volvieron hacia los arbustos. Takeru y Hikari sonreían con diversión tras estos, mirándoles como si de dos payasos se trataran.

—Ya que nos habéis seguido, podríais ser menos ruidosos, hermanitos.

Taichi sintió que aquel apodo le reventaba las tripas. Yamato lo sujetó del vientre para que se controlara.

—La verdad… de mi hermano lo esperaba— reconoció Hikari mirando a Takeru, quien le dio la razón. Desvió la mirada hacia él y Yamato sintió como si la tierra se abriera bajo él y lo tragase—. Pero de ti, Yamato-san. Nunca.

Con gesto ofendido que cubrió después con risas cuando Takeru se acercó a ella, se sentaron de nuevo a disfrutar de su comida y desde luego, de su cita. Yamato y Taichi se miraron avergonzados.

—¿Qué demonios hacemos ahora? — protestó Yamato poniéndose en pie.

Taichi le tiró con una mano del bolsillo del vaquero. Cuando Ishida le miró, casi se muere de la sorpresa, o quizás, del bote que dio su corazón en su pecho. Le miraba cual cachorro, con una mano sujetándose sus partes.

—Podríamos ir tras esos arbustos. ¿Por favor?

Yamato pensó que aquel estaba siendo el peor de sus días. Malditos Yagami que podían hacer con él lo que quisieran.

Y ella

Hikari le cogió las bolsas de la mano y rio por última vez mientras recordaba lo que había sucedido. Después de lo sucedido, no tuvieron más noticias de sus hermanos mayores. Takeru y ella pudieron disfrutar del atardecer incluso y de la comida. Entre risas y bromas, caricias torpes y gestos importantes.

Se lo había pasado de maravilla.

—Menuda primera cita— suspiró Takeru quitándose el gorro.

—No fue tan mal— ironizó levantando las cejas con diversión.

—Quitando el momento vergonzoso de nuestros hermanos. No la cambiaría, desde luego— aseguró.

Alargó una mano para apartar de sus ojos un mechón rebelde. Hikari sintió la caricia por todo su cuerpo. Suspiró contra sus dedos y mientras Takeru se inclinaba lo suficiente para besarla, ella jugó a las bailarinas sobre sus pies.

Antes de que sus labios se tocaran, la puerta tras ella se abrió y la señora Yagami apareció. Hikari abrió los ojos por la sorpresa y esbozó una tímida sonrisa al ver el rostro congelado de Takeru, que parecía no saber si salir corriendo o quedarse a criar malvas.

—Vaya, vaya. Takeru-kun— saludó—. Qué amable que la has traído hasta casa.

Takeru pareció reaccionar.

—Desde luego. Siempre.

Yuuko Yagami se llevó una mano a la mejilla.

—Hasta el día en que decidas no traerla más porque será tu mujer.

Ambos enrojecieron. Takeru se despidió bruscamente, nervioso. Como si su capacidad de bromear estuviera en Stand by. Hikari le vio marcharse apenada y al volverse hacia su madre, vio que sonreía.

—Mamá— regañó. Yuuko la ayudó a entrar.

—¿Qué? ¿No dicen que las suegras y los yernos no se llevan bien?

Hikari se quitó los zapatos, siguiendo a su madre para ayudarla a lavar las cajitas de la comida.

—Pero mamá, a ti te encanta Takeru. No seas mala.

Yuuko sonrió enigmáticamente.

—No prometo nada. Nada de nada.

Hikari sonrió , la empujó con la cadera para ponerse al frente del fregado y mientras cogía los palillos que Takeru había usado, pensó en que tenía que mandarle un mensaje para darle las gracias.

Más tarde, ella se encontró uno, para su sorpresa.

Mi padre ha tenido que ir a buscar a tu hermano y al mío porque los han detenido por exhibicionistas.

Gracias por la cita. Realmente ha estado llena de todo.

Señorita peligro te llamaré por ahora.

Hikari sonrió y sentándose en la cama, escribió.

Ahora avisaré a mi madre, don chivato.

Dale las gracias a tu padre de mi parte.

Si me llamas así, yo te llamaré don sonrojos.

El mensaje de Takeru no tardó en llegar.

Hikari-chan está bien. Takeru-kun también.


Notas:

Los asteriscos van por orden de aparición. Si me olvido alguno, no duden en preguntar :D

(*): Carabina se le dice a cuando una pareja lleva compañia de más. Generalmente, era una mujer que acomapañaba a la chica hasta para ir a comprar el pan. Yo lo he asociado con Taichi y Yamato.

(*): Las edades en las que está basada el capítulo. Solo afecta al Takari, no al Taito. Este capítulo, como ejemplo, los adolescentes tendrían entre quince y dieciséis años.

(*): trasero, nalguita… Todo lo que Taichi denomina de ese modo xD.