Brinca, brinca, pequeño conejito,

brinca antes de que te atrape.

Corre, corre, pequeño conejito,

corre a esconderte en tu madriguera.

Brinca y corre, corre y escóndete,

pero no importa a donde vayas,

al final la … te encontrará.

En la habitación del hospital, la pequeña de cabello oscuro y ojos chocolate sostenía un conejo de peluche al momento que hablaba. Un pequeño gato le respondía gracias a otro infante, de ojos azules y cabello rubio. Ambos mantenían una conversación mientras Tsukishima revisaba dos libretas cuyo contenido era letras y dibujos de ambos pequeños.

Revisaba y sonreía ante la historia inventada por ambos infantes: ¿El conejo Bigotitos ama las zanahorias pero es alérgico? El doctor Minino la tiene difícil, más si Bigotitos es un enojón de primera. ¿Qué no puede ser más amable con el doctor minino Minino?

Una vez terminado de revisar sus apuntes, los felicitó a ambos y se despidió.

—¿Vendrá mañana? —preguntó el pequeño que yacía en la cama hospitalaria.

—Pero que cosas dices, Mika —habló la pequeña que estaba sentada en el borde y con el conejo de peluche en mano—. Claro que vendrá mañana, ¿Verdad, Kei-chan? —lo señaló con la pata del peluche. Tsukishima asintió mientras se colocaba su suéter y guardaba sus cosas—. ¿Lo ves?

—Tsukishima-san, ¿Puede traer galletas mañana? —preguntó dudoso—. Yuu-chan vendrá a visitarme y quiero que las pruebe.

—Seguro, ¿Algún sabor en especial?

—¡Oh, oh! ¡Galletas con chocolate blanco! —gritó Hana emocionada—. Pide galletas con chocolate blanco —le susurró a su compañero aunque claramente el mayor la escuchaba.

—Galletas con chocolate blanco.

—De acuerdo —se acercó para recibir un abrazo por parte de la pequeña y revolvió el rubio cabello de su acompañante—. Entonces mañana las traeré.

—¡Yey! Y mañana jugaremos todo el día en el jardín.

—Todo depende de cómo se encuentre, Hana.

—Pero quiero que juguemos los tres en el pasto, Kei-chan. Si te sientes celoso puedes unirte para jugar —Mika asintió levemente.

—No es eso. Mika se sigue recuperándose y dudo que Kuroo-san lo deje salir.

—Entonces… Kei-chan, ¿Puedes hablar con él?

—¿Qué?

—¿Puedes hablar con Kuroo para que lo deje salir?

—E-Es mejor que tú le preguntes, Hana.

—No —negó con la cabeza—. Si lo hago no me escuchará por ser pequeña… además de que está molesto conmigo —susurró con un leve puchero.

—¿Molesto?

—El punto es que debes hablar con él porque yo no puedo.

—Entonces una enfer…

—¡Tampoco! —interrumpió—. Él confía plenamente y no escuchará a nadie más que a ti.

—Eso… eso no es cierto.

—Kuroo siempre dice que eres inteligente y amable con todos sus pacientes. Nos cuidas y traes ricos postres que son nutritivos. Casi no sonríes pero cuando lo haces alegras su día. Dices tu opinión y lo que consideras mejor aún si no es del agrado de todos y eso le gusta. Te enojas con facilidad pero ama ver el ceño fruncido en tu frente y adora el gesto que haces al juntar tus manos porque te ves tierno. Dime, ¿Cómo no podría escuchaste si dice todas esas lindas cosas de ti?

Kei guardaba silencio, atento a las palabras de su pequeña amiga y con el rostro sonrojado. ¿Kuroo, decía todo eso de él?

—No… Eso no…

—Kuroo te ama, Kei-chan —habló con un semblante serio que le pareció familiar—. Y tú lo amas, ¿Verdad?

Sin decir más salió de la habitación, ignoró el saludo de una enfermera que lo conocía y entró al elevador con el corazón acelerado y las mejillas ardiendo.

Otra persona más se había dado cuenta. Una que permanecía cerca de ambos y que, en cierta forma, gracias a ella sus vidas se conectaron esa madrugada cuando se quedaron encerrados en aquel elevador.

Estaba llegando a su límite, podía sentirlo. Cada día le costaba ocultar lo que sentía, más y más personas se daban cuenta del cambio repentino de actitud y torpeza.

No, no, no. Miró el techo y aspiró profundamente. Lo que debía hacer era calmarse, pensar en todo lo sucedido y seguir evitándolo hasta poner en orden las ideas en su cabeza, que casi siempre se trataban del pelinegro.

Una vez más tranquilo, y escuchando las puertas abrirse, bajó la mirada. Su corazón lo sintió a punto de explotar y su mente quedó en blanco ante la persona que estaba entrando.

—Ku-Ku-Ku… —tartamudeó sin poder completar el pequeño nombre.

—Oh, Tsukki, que sorpresa —habló el pelinegro con entusiasmo que intentó disimular—. No te veía desde hace unos días y… ¿Te encuentras bien? —preguntó al verlo un poco nervioso. Levantó una ceja no muy convencido cuando asintió—. ¿Seguro?

—Lo estoy, Kuroo-san —susurró al fin.

—Bien, pero si te sientes mal no te lo guardes.

—No lo haré —asintió mientras apartaba la vista de forma discreta y daba unos cuantos pasos hasta tocar la pared de metal—. ¿Verás a Mika? —preguntó al ver su expediente en mano.

—Voy a hacerle un pequeño examen en cuanto termine de entregar un informe.

—Entiendo… Dice que mañana vendrá su amigo.

—¿Yuu? Hace meses que no lo veo porque su familia se mudó. Mika y Hana se pondrán muy felices —sonrió.

—Mika… ¿Cómo se encuentra?

—Le cambiamos un medicamento en su tratamiento y parece que está mejorando, pero no hay que bajar la guardia.

—Ku-Kuroo-san.

—Dime —escuchó la voz más cerca pero no se atrevió a levantar la vista.

—Hana… Hana quiere saber si le podrías dar permiso a Mika de salir mañana —unió sus manos para jugar con sus pulgares—. No, no mucho tiempo… sólo para que pueda jugar cuando… llegue su… ami… —su voz descendió de tono al escuchar pequeños pasos que se volvían cada vez más cerca y la frase se detuvo al ver los zapatos de Kuroo a escasos centímetros de los suyos.

—No veo porque no. Todo depende del resultado del examen, pero estoy seguro que podrá salir.

—Gra-Gracias.

—¿Seguro estás bien?

—Lo estoy —contestó todavía con la vista en el suelo.

—Entonces, ¿Podrías verme a los ojos y confirmarlo otra vez?

—No… no creo que…

—Por favor.

Su cuerpo se tensó levemente al ver como sus manos eran tomadas por la del mayor, recordando lo que había dicho Hana: "Adora el gesto que haces al juntar tus manos porque te ves tierno".

—No, Kuroo —intentó apartar sus manos, pero el pelinegro se lo impidió.

—Tsukki —sujetó el mentón del menor y la elevó con cuidado—. Talvez no ha sido mucho, pero te he dado espacio; evito estar en el departamento cuando tú lo estás. Ya no duermo en el sofá y trato de hablar contigo de cosas simples y cortas… pero se me acaba la paciencia. Quiero ver la lámpara que está en la mesita al lado del sofá, cuando despierto. Que mi nariz aspire al delicioso aroma de algún postre que le estés preparando a Hana. Escucharte regañar a Junior porque otra vez se escabulló a tu cama en la noche y sentirme celoso. Quiero que nos sentemos en la sala y platicar de nuestro día mientras veo el televisor y tú lees un nuevo libro de repostería.

—Ku…

—Algo tienes y quiero saber qué es —Tsukishima desvió la mirada y guardo silencio—. Kei, te necesito.

Kuroo se acercó cada vez más a su rostro e inconscientemente cerró los ojos. En cuestión de nada sintió su respiración, cálida y tranquila, sobre la suya.

Una corriente recorrió su cuerpo al sentirlo, no un beso pero sí un leve roce sobre sus labios, no más. Kuroo no se movía, no se acercaba para completar su acción. Acaso, ¿Estaba esperando a que él lo concluyera? De ser así, ¿Sería capaz de hacerlo? Un pequeño impulso hacia adelante, sólo eso para sentir sus labios.

Necesitaba acercarse, su cuerpo lo pedía a gritos. Talvez, sólo por esa ocasión, dejaría su cordura de lado para que sus sentimientos tomaran control de él. Besarlo para cometer la segunda mayor locura de su vida al besarlo, porque la primera había sido enamorarse de él.

—¡Dios, no! ¡Vayan a hacer esas cosas a un lugar más privado! —Escucharon un grito—. ¡El elevador no es para hacer eso, Bro!

Bokuto los interrumpió en cuanto las puertas volvieron a abrirse.

—Ah, pero tú si puedes en tu oficina, ¿Verdad? —preguntó con una sonrisa mientras se apartaba de Tsukishima—. Y no estamos haciendo algo malo.

—Es mi oficina y ahí puedo hacer lo que quiera —cruzó sus brazos—. Mientras no se entere el director, claro —soltó una carcajada.

¿Director? Ahora que recordaba.

—Ku…

—Por favor, amigo —rio—. Lo que haces en tu oficina con Akaashi es todo menos un secreto. No me extrañaría que Oikawa ya supiera.

—Si lo supiera ya me hubiera corrido o dicho algo.

—Supongo, no lo ha hecho porque eres bueno en tu trabajo —los ojos de Bokuto brillaron ante el cumplido—. Aunque muchas veces parecer un niño pequeño que es casi imposible creerlo.

—¡Oye, soy todo un profesional!

—Un profesional en ser un tonto es seguro —Tsukishima se unió a la conversación.

—¡Tsukki!

—Tsukki tiene razón, Bro.

—Tú también lo eres, Kuroo-san. No por nada son el par de Brodiotas.

—¡Ah! ¡Pero somos el mejor par de Brodiotas! ¿Verdad, Bro?

—¡Sin duda, Bro! ¡Y ningún otro par de Brodiotas nos superará!

—Bokuto-san, Kuroo-san, ustedes son el único par de Brodiotas en este planeta, gracias a Dios.

Bokuto volvió a quejarse y Kuroo se limitó a reír.

—Bueno, me gustaría seguir con esta linda charla de amigos, pero he aquí mi parada —las puertas se abrieron—. Bokuto, ¿Almorzamos juntos?

—Como todos los días, Kuroo —asintió.

—Bien. Tsukki —palmeó su hombro y susurró a su oído mientras salía de ahí—: esta conversación no ha terminado, y tampoco ese beso. ¡Bokuto! Recuerda que esta vez te toca pagar la comida —fueron sus últimas palabras antes de perderse tras las puertas.

—¡Dios, es verdad! —exclamó molesto—. Y hoy quería comprarle muchas cosas a mi pequeña y hermosa lechuza que alegra mis días al despertar y… ¡Wooo, Tsukki! Estás todo rojo, ¿Te encuentras bien?

—Lo estoy.

—¿Seguro?

—Sí y no hagas más preguntas.

Cuando las puertas se abrieron, Tsukishima se despidió del mayor y caminó rumbo a la salida. Quería llegar a casa, acostarse en la cama y no despertar hasta el día siguiente. Pero antes de poder salir, detuvo sus pasos y suspiró resignado ante la persona que estaba frente a la entrada, observándolo con una gran sonrisa.

Su plan de dormir se había frustrado.

—¿Tienes algo de tiempo?

—Aun si no lo tuviera seguro querrá que te acompañe a algún lado, Oikawa-san.

—Oh, buena respuesta, Kei-chan —asintió el de cabello castaño—. Entonces en marcha.

Tsukishima pensó que, como siempre, Oikawa lo llevaría a algún restaurante donde terminaría pagando la cuenta, o se vería obligado a cargar con varias bolsas de alguna tienda, pero no. Esta vez, Oikawa sujeto su mano, como siempre lo hacía, y lo llevó a la terraza del edificio. Nunca había estado ahí y una gran sorpresa se llevó al notar áreas verdes, flores, algunos juegos y asientos de madera donde pacientes y familiares tomaban un descanso.

—Lindo, ¿No te parece? —extendió los brazos y aspiró hondo—. Es mi lugar favorito de todo el hospital.

—Bueno, lo es pero —observó a su alrededor no muy convencido—, ¿No le parece que esto es demasiado? —parecía más un jardín privado que la parte superior de un hospital.

—Tonterías —se sentó en una banca y palmeó a su lado para que lo siguiera—. No por nada mi hospital es uno de los mejores. Mis pacientes y trabajadores necesitan de lo mejor para distraerse de vez en cuando.

—Su hospital.

—¡Ah, es verdad! Dime, Kei-chan. ¿Te gustó la fiesta? ¿No fue genial? Todos se divirtieron, y al parecen les gustaron tus pasteles. Fue buena idea hacerle caso a Hana, así que deberías estar agradecido con ella por pedirme que solicitara de tus servicios.

—Hana —susurró—. Oika…

—¿Sabes? —interrumpió mientras levantaba la vista al cielo—. Hana es alegre y optimista. Su corazón es fuerte y siempre ve por la felicidad de otros antes que la suya. Es única, especial y mi mayor tesoro —bajó la mirada para verlo a los ojos—, igual que su madre.

—Cuando lo vi por primera vez, algo en usted me llamó la atención y no pude comprender hasta ese día.

—¿Algo?

—Los ojos de Hana; marrones, hermosos, juguetones y llenos de brillo… iguales a los de usted —se le acercó levemente—. Iguales a los de su padre.

Oikawa lo observó levemente para después negar y reír.

—Esos ojos son un orgullo —asintió complacido y suspiró—. Te tardaste mucho en darte cuenta, Kei-chan. La verdad me decepciona el que mi pequeña haya tenido que ayudarte.

—Yo —comenzó dudoso— por un momento pensé que su padre era…

—¿Kuroo-chan?

—Lo siento —se disculpó mientras miraba avergonzado el suelo.

—Está bien, no es que me moleste. De hecho, Kuroo-chan ha estado con ella desde siempre. Él… —sonrió—. En fin. Qué piensas ahora de Hana.

—Pensar qué.

—Cuál es tu opinión ahora que sabes quién es su padre.

—¿Acaso eso debe cambiar algo?

—No sé. ¿Debe?

—Hana es mi amiga, la quiero por quién es y eso nunca cambiará.

—Oh —entornó los ojos y sonrió levemente—. Eso me agrada. ¿Y? Qué piensas de mí ahora. Saber que soy un gran padre y director debió cambiar tu perspectiva.

—Sólo que nunca lo creí posible de usted. No se comporta como director de un hospital ni mucho menos como un padre.

—¡Kei-chan, me hieres! —sujetó su pecho fingiendo dolor, lo observó y exhaló resignado al ver su semblante sin cambios—. Kei-chan, salgamos a un lado.

—Déjeme adivinar, quiere que lo lleve a comer, ¿Verdad? —suspiró cansado—. Ya se había tardado, Oikawa-san.

—No, no. Esta vez no —se acercó lentamente—. Hoy yo invitaré la cena, qué te parece.

—No, gracias —rechazó de manera amable su oferta—. Se está haciendo tarde. Quiero llegar a casa y dormir un poco.

—Podemos cenar en mi casa, ¿Sabes? —inclinó su cuerpo para pegarse más a él—. Y si estás muy cansado no me molestaría que te quedaras a dormir.

Ese pequeño comentario lo desubicó por un momento. Fue en ese momento donde se percató de lo cerca que estaba de él.

—Por favor, apártese.

—Por qué, ¿Acaso te estoy poniendo nervioso? Kei-chan.

—Algo, sí —retrocedió y se detuvo cuando llegó al borde de la banca.

—Ya veo —su rostro dibujó una leve sonrisa al ver que no podía moverse más—. ¿Y si no quiero?

—Escuche, Oikawa-san —colocó su mano sobre su pecho para apartarlo.

—Tooru —sujetó su mano y la movió, mientras entrelazaba sus dedos, para finalmente estar a pocos centímetros de su rostro—. Puedes llamarme Tooru y hablarme de tú en vez de usted.

—No creo que sea prudente.

—Y por qué no.

—Por qué —se apartó lo poco que podía—. Por qué está haciendo todo esto.

—Hana es mi pequeña y tú eres su gran amigo. Es normal que quiera que nos conozcamos mejor, ¿No te parece? —se aceró a su oído—. Volvernos más cercanos.

—No, espe… —cerró los ojos y apretó el agarre de su mano al sentir la nariz del mayor sobre su cuello—. Basta, Oikawa-san.

—Sólo un momento, Kei-chan. Quiero saber porque Hana te quiere demasiado —susurró, pegándose más a él—. Y ya creo saber porque —elevó su rostro para encararlo—. Eres irresistible, Tsukishima Kei.

—No, yo…

Un leve sonido proveniente de la bata de Oikawa interrumpió su frase.

—Vaya, vaya, pero que suerte tienes, Kei-chan —se incorporó mientras miraba la pantalla de su teléfono con una sonrisa—. Salvado por... Bien —revolvió su cabello y se dirigió a la pequeña puerta para ingresar al edificio—. Me gustaría seguir charlando pero este guapo y carismático doctor debe ir a trabajar.

Tsukishima no comprendía que pasaba. Primero Kuroo, ¿Y ahora Oikawa? ¿Qué acaso tenía un letrero que decía: "Puedes invadir mi espacio personal y molestarme cuando quieras"?

Frotó su cuello y suspiró cansado. La acción por parte del director había sido molesta e incómoda, nada más. Pero… ¿Qué pasaría si Kuroo hiciera lo mismo? Su cuerpo se tensó y sus mejillas ardieron ante tal pensamiento.

Negó con la cabeza y chasqueó la lengua mientras miraba el cielo. Necesitaba poner sus pensamientos en orden a la de ya.

—Esa llamada fue muy oportuna —bajó lentamente las escaleras—. No pensé que su caballero en armadura dorada vendría a su rescate, ¿O debería decir armadura blanca? —detuvo su camino frente a la persona en bata que estaba apoyada en la pared—, Kuroo-chan.

—Qué fue eso, Oikawa —habló fríamente con los brazos cruzados y la mirada en el suelo.

—Kei-chan es alguien interesante, ¿No te parece?

—Contesta mi pregunta.

—Frío y cortante pero cariñoso, a su manera, con sus seres queri…

Un sonido seco se escuchó al momento que Kuroo lo sujeto de su ropa para después pegarlo contra la pared.

—Dije —lo vio a los ojos mostrando enojo—, qué mierda fue eso.

—Sólo una charla —contestó sin inmutarse.

—Eso no fue una charla.

—No, no lo fue. De hecho, si no hubiera sido por esa llamada, me hubiera gustado saber hasta dónde podía llegar —admitió.

—Eres muy valiente para decirlo, o muy estúpido.

—Todos cometemos estupideces, Tetsuro-chan. Incluso tú lo has hecho.

—¿Quieres que te rompa la nariz?

—No sería la primera vez que me das un golpe —suspiró ante el chasquido del pelinegro.

—Sólo lo diré una vez. Aléjate de Kei.

—Oh —sonrió ladinamente—. ¿Acaso lo olvidaste? Hace unos días Hana le contó quien es su padre. Si te pones a pensar, tengo más razones para estar cerca de él que tú.

—Sabes que eso no es verdad.

—Y qué harás entonces —sujetó su mano y se soltó—. Todos te lo advertimos pero no hiciste caso. Aunque no me sorprende —rio—. Nunca lo haces y ahora pagas las consecuencias, otra vez.

—Si piensas jugar con Kei, no voy a permitírtelo.

—Tienes razón. Suficiente tiene con que hayas jugado con él en todo este tiempo.

—Yo no he jugado con él.

—Lo has hecho, Tetsuro. ¿O necesito de Keiji-chan para que te lo recuerde?

—Eso es cosa del pasado.

—El pasado se refleja en el presente y repercute en el futuro. Bien deberías saber eso.

—Akari —susurró.

—Ella es un constante peligro que amenaza la salud de Hana. Más ahora que la he visto rondar por los pasillos de mi hospital.

—Dije que no permitiría que la lastimara de nuevo.

—Y yo no permitiré que te pase lo mismo.

—A qué te refieres.

—Tú proteges a Hana y yo te protejo a ti, es así de simple.

—Kei es una buena persona.

—Eso dijiste antes y no necesito recordarte en cómo termino todo —suspiró para después palmear su hombro—. Pero te creo, sólo que esta vez quiero asegurarme.

—Qué es lo que planeas en realidad —preguntó calmado.

—¿Hm? Nada. Ahora si me disculpas, Iwa-chan volverá hoy y debo esconderme porque no he hecho absolutamente nada de trabajo —rio mientras emprendía el paso—. ¡Ah! Casi lo olvido, Kuroo-chan. Siempre tuve la idea de que Hana estaba bien así, pero con lo que ha pasado finalmente me he decidido —volteó a verlo con una sonrisa en los labios—. Talvez sea momento de conseguirle una madre a mi pequeña.

Tsukishima entró sin mucho ánimo al elevador y apretó el botón de su piso mientras bufaba con frustración. Apenas era poco menos del medio día y ya se encontraba de regreso a su departamento, no porque quisiera, sino porque había sido obligado a regresar.

Varios días habían pasado y sus pensamientos seguían siendo un completo desastre. Evitar a Kuroo ya no era suficiente si él rondaba en su cabeza cada segundo. Gracias a eso, su torpeza había aumentado considerablemente y esa tarde había pagado las consecuencias.

Chasqueó molesto la lengua al sentir el filoso cuchillo sobre su palma.

Dios, ¿Otra vez? —pregunto Sugawara, quien en esos momentos se le había acercado.

Estoy bien, no es na…

Si dices que no es nada voy a golpearte en las costillas como lo hago con Daichi —frunció levemente el ceño—. Vamos, deja eso —le quitó el cuchillo y lo llevó al lavadero.

Siento el problema, Sugawara-san.

Por lo que veo no has hablado con él. Entiendo —interpretó su silencio—. Cada vez es más difícil, ¿Verdad?

Demasiado.

Entonces, ¿Por qué no lo dices?

Es… complicado.

Lo sería si Kuroo no te amara —suspiró al sentir el leve espasmo del menor—, pero te ama.

Lo sé —susurró—. Lo sé muy bien.

Te complicas demasiado tu existencia —tomó un pequeño paño y secó la herida—. Y eso te afectará demasiado. Es mejor decirlo.

No puedo.

¿No puedes? —observó al menor y suspiró—. Dios, por qué diste un hijo tan terco.

¿Qué?

Entonces —habló con firmeza mientras sujetó las mejillas del menor con ambas manos— no me dejas otra opción, Tsukishima Kei.

¿Eh?

Vacaciones —asintió.

¿Qué?

Te daré vacaciones obligadas y no, no puedes negarte —interrumpió al menor que estaba por hablar.

No las necesito, de verdad.

Nishinoya paró por un momento ante su negación a unas vacaciones y volvió a emprender el paso. Tsukishima Kei nunca se hubiera negado si le hubieran entregado días libres en bandeja de plata.

Créeme, las necesitas —sujetó una de sus manos y se la mostró: pequeñas cortaduras y una que otra leve quemadura reciente la adornaban.

Pu… puedo explicar eso.

No te concentras y por eso te has accidentado. Todo por pensar en tus sentimientos hacia él —explicó—. Trabajar en la cocina puede ser muy peligroso y bien deberás saberlo.

Yo… cuando volveré —dijo sabiendo que tomaría esas vacaciones, quisiera o no.

Hasta que decidas que hacer con tus sentimientos. Aceptarlo o negarlos depende de ti, pero decidas lo que decidas —palmeó su hombro y sonrió—, mantente firme.

En cuanto las puertas del elevador se abrieron, salió y caminó por el pasillo hasta la puerta de su departamento.

—Ah —detuvo sus pasos en la entrada cuando se percató que el lugar no estaba tan solo.

En la cocina, Kuroo cocinaba sin percatarse de él.

—Vamos, Junior —habló mientras movía su pie—. ¿Podrás dejar a papá cocinar? Mamá llegará en unas horas y quiero dejarle preparada la comida antes de que llegue.

En vez de alejarse, caminó hacia él sin ser consciente de los pasos que daba. Quería verlo cocinar mientras le hablaba al felino. Llegando a la cocina y verlo mejor, notó a Junior bajo los pies del mayor.

—No, hijo —se quejó mientras el pequeño se tallaba en él, logrando casi tropezar cuando iba a caminar—. Muy bien —suspiró y lo levantó para tener al pequeño frente a él—. ¿Podrías dejarme cocinar? Mamá llegará cansado y no quiero que cocine. Quiero que llegue, coma lo que papá le cocinó con mucho cariño, tome una ducha y descanse contigo a su lado. ¿Me ayudarás? Ese es mi hijo —asintió ante el alegre maullido.

Al momento de dejarlo en el suelo, Junior se percató de su presencia y emitió un gran ronroneo mientras movía su esponjosa cola con felicidad. Al ver esa acción, Kuroo rápidamente dio la vuelta.

—Tsukki… por qué… llegaste temprano…. Espera…. ¿Escuchaste lo que dije?

—Pero… pero que tonterías dices —señaló los audífonos alrededor de su cuello—. Me los acabo de quitar.

—¿Por qué llegaste temprano? ¿Te sientes mal? —se preocupó.

—No, no, no —negó con las manos—. Sólo me dieron vacaciones… es todo.

—Ah, entiendo. Yo… bueno… sólo entré para hacerte la comida pero ya que estás aquí…. Creo que será mejor que me va… ¡Tsukki! —se le acercó y sin previo aviso sujetó su mano que se había cortado—. Qué fue lo que…

Su frase se cortó al momento que Tsukishima la apartó con rapidez. Sin decir algo más dio pasos acelerados a su habitación y se encerró.

Kuroo suspiró cansado sin comprender lo que había sucedido. Regresó a la estufa y apagó la flama con el estofado listo.

—Tsukki, la comida ya está listo —habló con suavidad en la puerta—. Yo… debo irme a trabajar. Por favor trata de comer.

Una vez solo, Tsukishima sujetó su mano, donde el mayor había tocado: cálido y suave.

—Creo que después de todo necesito estos días libres —susurró en la solitaria habitación.

Una semana había pasado y desde esa vez, no había visto al menor en lo absoluto. Esa situación comenzaba a desesperarlo.

—¡Esto es horrible! —se quejó mientras caminaba a la par de su amigo.

—Es mejor que te calmes —habló bajo su acompañante.

—¡Es que no lo entiendes, Kenma! Cada día sin verlo es frustrante y me he tenido que conformar con esto —mostró su teléfono, donde habían cientos de fotografías del menor.

—Sólo dale tiempo.

—Ya no puedo darle un segundo más porque el tiempo es importante para la felicidad que la vida nos ha escrito.

—¿Qué? —preguntó confundido.

—Porque es nuestro destino estar juntos.

—¿Destino? —ladeó su cabeza—. Sabes que no creo en eso, Kuroo. Y dudo que Tsukishima lo crea también.

—Pero yo lo creo y con eso me basta. Estoy cien por ciento seguro que, sea donde sea, nuestro destino es estar juntos.

—¿Sea dónde sea? Por favor no de nuevo… —suspiró—. Creí que habías olvidado esa idea absurda en la escuela.

—Pero es genial —siguió caminando con mirada pensante y asintió con fuerza—, diferentes mundos —declaró. Kenma suspiró y rodó los ojos—. Sólo imagínalo… infinidad de mundos donde cada Kuroo Tetsurou viva al lado de su Tsukishima Kei; Uno dónde fueron animales en algún tiempo y reencarnaron, otro en donde se aman tanto que cambiaron de cuerpos por un día, uno en dónde soy de la mafia italiana y me enamoro de él siendo un yakuza, otro en dónde hay un triángulo amoroso pero me gano su corazón, incluso uno en donde soy un demonio y él un sacerdote o algo así. ¡Dios! ¡¿Te imaginas todas las posibilidades?!

—No creo que…

—¡Puede que hasta en algunos de esos mundos estemos casados y tengamos una hija llamada Emi!

—¿Emi?

—Ese nombre es lindo. Además de que nuestra hija sería nuestra hermosa bendición —asintió con energía mientras emitía un largo suspiró—. Todos los Kuroo tendrán a su Pastelito.

—O puede que en un mundo Tsukishima no te recuerde, esté en coma, tenga que vivir sin ti porque estás muerto, su tiempo se les haya acabado de forma literal, te haya matado o lo tengas prisionero.

—¡Kenma, no digas eso! ¡Niño malo! —lo reprendió.

—Sólo digo unas de tantas posibilidades —le restó importancia.

—Ya —habló no muy convencido—. Por cierto —levantó una ceja confundido—, ¿Qué haces aquí?

—Trabajo aquí.

—Lo sé, lo sé. Me refiero a qué haces aquí, arriba, sin muertos, caminando con personas a tu alrededor… sin videojuego en mano y… ¿No estás en tu hora de comida?

—Ah, eso —bajó la mirada con las mejillas débilmente coloreadas—. No es nada en realidad.

—Hey, no me mientas. Te conozco lo suficiente como para saber que estás aquí por algo más que nada.

—Bueno… ¿Y? ¿Piensas hablar con Tsukishima? —cambió de tema sabiendo que hablar de él daría resultado.

—Ah… Tsukki me evita a toda costa —colocó las manos en los bolsillos de su bata y frunció el ceño mientras hacía un puchero—. Tsukki me odia.

—No te odia, sólo está asustado.

—¿Qué? ¿Asustado? Espera —detuvo sus pasos—. ¡¿Qué?!

—No es na…

—¿Está bien? —tomó al menor de los hombros y lo sujetó con firmeza—. ¿Está herido? ¿Necesita ayuda? ¿Acaso sabes algo? ¿Lo busca el FBI? ¿La CIA? No, debe ser algo más grande que eso —desvió la mirada—. A menos que… Oh por Dios… —lo soltó para después cubrirse la boca con asombro.

—¿Kuroo? —¿Acaso se había dado cuenta de los sentimientos de Tsukishima?

Kuroo elevó la mirada al techo, después al suelo, soltó un leve suspiro y finalmente tomó su teléfono para marcar un número.

¡Hey, hey, hey!

—No, no, no. No hay tiempo para saludos, Bokuto. Hay un problema y necesito tu ayuda.

¿Un problema? ¡Claro! Dime pare qué soy bueno.

—Kei.

¿Kei?

—No. Mi Kei, tu Tsukki.

¿Mi Tsukki? Qué tiene.

—Sí, él… espera… algo no está bien ahí. Mi Kei, Tsukishima para los demás.

¡¿Qué?! ¿Me estás diciendo que soy como los demás?... Kei.

¡Ah! No lo digas, Bro.

Kei, Kei, Ke…

—¡Keiji!

¡Traición! —gritó desde el otro lado—. ¡Su nombre es sagrado y sólo yo puedo llamarle así!

—Tú comenzaste.

¡Claro que no!

—¡Claro que sí!

No tienes pruebas.

—Sólo mira los diálogos de arriba.

¿Qué? Ah —soltó una carcajada—. A todo esto, Bro… ¿De qué hablábamos?

—¿De qué?

¿Qué?

—Tsukishima —interrumpió Kenma con cansancio.

—¡Ah, es verdad! Él… él…

—Kuroo —susurró su amigo—. Sé que estás sorprendido pero es la verdad que…

—¡Mi Pastelito está siendo buscado por los illuminati! —gritó al auricular.

¡¿Qué?! ¡Lo sabía! —volvió a carcajearse—. ¡Sabía que Tsukki era un espía! ¡Akaashi me debe una visita al zoológico! Cómo es que…

—Basta, Kuroo —Kenma tomó el teléfono y colgó—. Tsukishima está bien y tú lo sabes.

—Lo sé, es sólo que —suspiró—. En realidad me preocupa y necesito algo de humor porque ya no puedo soportarlo. Lo amo demasiado y me duele que se aleje de mí de esta manera.

—Tiene un motivo para eso y, aunque no lo creas, es algo bueno.

—Bueno para quién —susurró—. ¿Sabes? A veces pienso que ama a alguien y por eso me evita —sonrió amargamente—, para no lastimarme.

—Si lo estuviera, ¿Qué harías? —Kuroo guardó silencio—. ¿Lucharías por él? O lo dejarías ser feliz.

—Si esa persona no lo ama, lucharé por él… porque sabría el dolor de un amor no correspondido. Pero, en caso de que ame a Kei; tomaré sus manos, besaré su mejilla y con una sonrisa en el rostro le desearé toda la suerte del mundo, aun si muero por dentro. ¿Por qué? Porque lo amo y velaré por su felicidad, aunque signifique sacrificar la mía.

—En realidad lo amas, ¿Verdad? —observó a su amigo y sonrió—. Me alegra que esta vez sí sea amor pero entonces… La primera vez, ¿Lo era? —Kuroo contempló el suelo y Kenma suspiró—. Debo irme —observó un pequeño letrero sobre la pared.

Kuroo volteó hacia el mismo letrero y sonrió divertido al ver a qué área se estaba dirigiendo su amigo.

—Saluda a Sakusa de mi parte —se despidió con una mano.

Kenma se detuvo de golpe, volteó a verlo, bajo la mirada y finalmente asintió con un leve rubor para volver a emprender su marcha.

La primera vez, ¿Era amor?

La frase retumbaba en su cabeza mientras caminaba a su oficina. ¿Lo era? Tenía que serlo, no por nada esa mujer… negó con la cabeza y decidió apartar su mente de eso. Lo importante en esos momentos era sólo una persona: Kei.

Lo que dijo Kenma lo había alertado un poco. Su amigo no era de los que decía cosas de más a menos que fuera necesario.

Si lo estuviera, ¿Qué harías?

Kei, ¿En realidad estaba enamorado? Trataba de recordar sus últimos días que lo vio. Sus gestos, sus palabras, sus insultos… su leve tartamudeo, sus movimientos torpes, sus mejillas ruborizadas…

Lo estaba. Tsukishima Kei estaba enamorado.

Kei gustaba de alguien, pero ¿De quién? La respuesta no tardó en aparecer.

—Oikawa —susurró.

Desde que el castaño regresó al hospital, el comportamiento de Tsukishima había cambiado.

"Talvez sea momento de conseguirle una madre a mi pequeña". Las palabras de Oikawa… ¿Las cumpliría? De ser así…

Su mente dejó de lado ese pensamiento y su mirada se endureció cuando, al llegar a su oficina, un visitante no esperado pero tampoco deseado lo esperaba frente a la puerta.

—Akari.

—Tentsu…

—Kuroo —corrigió.

—Kuroo, necesitamos hablar.

—No hay nada de qué hablar —cruzó sus brazos—. Así que déjame entrar a mi oficina que tengo trabajo que hacer.

—Una pequeña charla, es lo único que te pido.

—Y yo te pido… no, te exijo que no vuelvas a rondar por mi oficina. Tengo trabajo.

—Bien, me iré pero volveré porque necesitamos hablar —soltó un leve suspiró—. ¿Sabes? puedo notar que has cambiado… ya no eres como antes. Tienes un brillo extraño en los ojos… es lindo —Tetsuro guardó silencio—. Ese brillo… ¿Es por una persona?

—No es gracias a ti, eso es seguro. Ahora largo —demandó.

—Esa persona… ¿Lo sabe? —volteó a verlo y sólo bastó mirar su reacción para obtener la respuesta—. De acuerdo Kuroo, me voy —realizó una leve reverencia—. Nos seguiremos encontrando sólo hasta que mi sobrino se recupere y descuida, me alejaré de su habitación todo lo posible.

Akari sonrió ante el portazo que obtuvo como respuesta. Suspiró con calma y, mientras caminaba a la salida, una divertida sonrisa adornó su rostro. Kuroo había cambiado y ahora, en el tiempo que estaría rondando en los pasillos del edificio, se divertiría buscando a esa persona que no sabía absolutamente nada de su pequeño secreto.

Kuroo chasqueó molesto la lengua para después soltar una maldición. Apoyó su frente en la puerta y suspiró.

—Esto es patéticamente estúpido —habló más calmado.

—Creo que deberías cuidar ese lenguaje —una voz repentina hizo a Kuroo brincar levemente—. ¿Aunque sabes? —bastó que emitiera una sutil risa para reconocerlo—. Al parecer Kei te pasó esa divertida expresión.

—Akiteru-san —susurró al verlo.

—Exacto. Ha pasado mucho tiempo —saludó con una sonrisa mientras estaba apoyado en su escritorio.

—¿Qué hace aquí? —preguntó confundido.

—Bueno —sujetó su barbilla y elevó la vista al techo—. Quise visitar a mi hermanito a su trabajo pero me enteré que estaba de vacaciones. Fui al departamento y no lo encontré. Recordé que visitaba seguido el hospital y me dije: ¿Por qué no? Será divertido. Llegué pero me dijeron que no estaba y bueno —elevó los hombros—. Decidí saludarte y tener una charla contigo —sonrió.

—Ah… ya veo —aun con lo dicho, sabía que había algo más.

—Interesante —Akiteru emitió un silbido mientras caminaba tranquilo por la oficina—. No sabía que eras el jefe de pediatría.

—¡Lo siento mucho! —se disculpó con una gran reverencia.

—Tranquilo —rio—. No estabas obligado a decírmelo.

—Ah —sonrió con nerviosismos.

—Y dime —se sentó en el asiento de Kuroo—, ¿Cómo van las cosas con Kei?

—Bueno —se rascó la nuca—. Han pasado una que otra cosa y ahora le estoy dando su espacio.

—Me alegra escucharlo —asintió complacido mientras recargaba sus codos en el escritorio y unía sus manos—. Eso nos facilitará las cosas.

—¿Facilitar?

—Escucha Kuroo, iré directo al punto —habló con claridad—. Eres una buena persona y tus sentimientos hacia Kei son verdaderos, de eso no hay duda. Por eso espero que puedas cumplir tu promesa de que lo cuidarías.

—Dije que lo cuidaría de todo aquello que pudiera lastimarlo y voy a cumplir mi promesa.

—Aún si eso te incluye, ¿Verdad? —Kuroo se tensó y Akiteru suspiró—. Lo pondré de otra forma —del escritorio, Akiteru le entregó un folder negro del cual, Kuroo no se había percatado —Kuroo Tetsuro, lo diré sólo una vez —la mirada tranquila del mayor se endureció—. Aléjate de mi hermano.

Esta tarde Akaashi estaba apresurado. El caso se había complicado y ahora debía encontrar una solución al problema que su propio cliente había causado.

El sonido de la puerta llegó a sus oídos pero lo ignoró. No pasó mucho para que de nuevo se escuchara el golpe. Cansado suspiró.

—Lo siento pero no estoy atendiendo en este momento —habló con claridad—. Si gusta mi secretaria puede agendarle una cita.

—Perdone, vendré después entonces.

—¿Tsukishima? —se levantó con brusquedad y varias carpetas que estaban apiladas en su escritorio cayeron al suelo —espera un momento.

—Está bien, debe estar ocupado.

Kei estaba por alejarse de la entrada cuando un fuerte ruido proveniente del interior seguido de una maldición lo sorprendieron. La puerta se abrió y un Akaashi con anteojos, cabello levemente desordenado y traje descuidado, salió a recibirlo mientras se sobaba la frente.

—Vamos Tsukishima —lo animó a entrar.

—Mejor después. No quiero…

—Está bien —sonrió—, siempre hay tiempo para los amigos.

Para Tsukishima, Akaashi siempre le pareció una persona correcta en todos los sentidos: Hablaba con educación y nunca lo escuchó levantar la voz de forma agresiva. Sus movimientos eran elegantes pero firmes. Su ropa siempre bien cuidada y sin una sola arruga. Alguien tranquilo y ordenado.

Ver libros apilados por todos lados, hojas e infinidad de carpetas llenando su escritorio, envolturas de comida rápida y un bote de basura abarrotado de papeles que ya no cabían, fueron cosas que nunca esperó ver en él. Sin contar su estado que era casi imposible que fuera Akaashi Keiji.

—Lamento el desorden —comenzó a recoger unas de las tantas hojas que se encontraban en el suelo—. He estado ocupado estos días.

—Está bien —caminó con cuidado para no pisar algún papel importante o tirar alguna de las pilas de libros y se sentó en el sofá que le ofreció el mayor.

—Entonces —apartó los libros del sillón que estaba frente a él y se sentó—. ¿Necesitas que te ayude en algo?

—Bueno —suspiró—, sobre la plática que tuvimos.

—¿Platica? —arqueó una ceja confundido.

—La… enfermedad.

—Ah, entiendo.

—Yo…

—Así que finalmente te diste cuenta ¿Verdad? —asintió mientras se quitaba los lentes y frotaba sus ojos con cansancio. —. Eso es bueno.

—Estoy confundido.

—¿Por qué? —apartó su mano y levantó la vista para mirarlo.

—No puedo ver a Kuroo-san a los ojos y su presencia me pone nervioso. Le dije que me diera un tiempo a solas.

—¿Y no lo hizo?

—Al contrario —bajó la mirada—. Está siendo demasiado considerado y se nota que se está esforzando.

—Kuroo-san tiene más autocontrol de lo que puedes imaginar —sonrió—. Pero que es lo que te preocupa.

—No sé qué hacer.

—¿Con respecto a?

—A esto que estoy sintiendo.

—Yo no le veo el problema.

—Pero…

—¿No será que en vez de estar confundido, estás asustado?

—¿Asustado? —se sorprendió.

—Es la primera vez que experimentas esto, ¿no? Tienes miedo de lo que pueda suceder después de que lo aceptes. Y está bien, muchos se asustan al comienzo ya es que algo nuevo… más considerando tu personalidad.

—Pero ya lo acepté —bajó la mirada y se centró en un libro que yacía al lado de sus pies.

—No, no lo has hecho —Negó—. Porque si así fuera, ¿Por qué no estás en los brazos de Kuroo-san en estos momentos?

—No quiero que sepa sobre lo que siento.

—¿Por qué?

—Porque… —La frase de Tsukishima quedó a medias. No sabía que responder… ¿Por qué?

—Ambos son adultos y sus sentimientos sinceros —Tsukishima quedó en silenció y Akaashi suspiró—. Podrías negarlo como lo has hecho hasta ahora, pero será una carga muy pesada para ti.

—Yo…

—Kuroo-san te ama y lo sabes —Tsukishima levantó la mirada—. Así que deberías de estar feliz porque tus sentimientos son correspondidos. Lo único que te está impidiendo esa felicidad en estos momentos eres tú.

El silencio inundó la habitación por varios minutos. Akaashi estaba por hablar cuando Tsukishima se levantó.

—Ya debo irme. Disculpa las molestias.

Kei salió de la oficina, encontrándose a Bokuto en el camino.

—Oh, Tsuk…

—Kuroo-san te necesita —habló Akaashi desde el marco de la puerta y Kei se detuvo—. Él te necesita en estos momentos, más ahora que… —guardó silencio y suspiró—. Nada te impide que seas feliz con él. Deja a un lado tu orgullo y permítete la felicidad que muy en el fondo lo deseas…

—Akaashi-san, yo no…

—Si no es lo que deseas, entonces es mejor que dejes de verlo y te alejes —habló con claridad—. Mientras más cerca estás, más duro es para él. Por favor, piensa eso.

—¿Tsukki se ha metido en un problema? —preguntó Bokuto una vez que Tsukishima se había marchado sin decir otra palabra.

—No, Bokuto-san —le regresó el abrazo que el mayor acababa de darle—. Es algo más grande que eso.

Las palabras de Akaashi seguían presentes, retumbando una y otra vez. Subió al elevador y oprimió donde se encontraba su pequeña amiga. ¿Por qué no quería que Kuroo se enterara? ¿Qué le impedía decirle? ¿Ser feliz con él? Lo único que le había traído ese doctor no había sido más que fuertes dolores de cabeza y confusión.

"Si no es lo que deseas, entonces es mejor que dejes de verlo y te alejes"

Aceptar o negar lo que sentía… Volver a su rutina de antes o adentrarse a un nuevo mundo con Kuroo a su lado. Cuando las puertas se abrieron, su decisión ya estaba tomada.

Tsukishima caminaba por el pasillo del hospital. Buscando con desesperación al molesto doctor que había irrumpido en su vida. Había decidido hablar con él y dejar en claro que su amistad no iba a dar otro paso hacia adelante. Aceleró el paso cuando lo halló al otro lado de un corredor.

Sus pasos firmes fueron deteniéndose cada que se acercaba a Kuroo y su mirada seria se relajó.

Tetsuro caminaba con uno de los mejores amigos de Hana: Mika. El pequeño padecía grandes ataques de asma y su salud se deterioraba rápidamente hasta que Kuroo comenzó a darle el actual tratamiento. Ahora y después de mucho tiempo, Mika estaba fuera de su habitación.

Se detuvo por completo cuando el mayor levantó al pequeño mientras le hablaba y sonreía. A ellos se les acercó una enfermera con otros dos pequeños. A los pocos segundos, Kuroo tenía a dos pequeños en sus brazos y uno se sujetaba con fuerza a su rodilla.

La sincera sonrisa del mayor fue más que suficiente para darse cuenta de todo.

Sonrisas que le dedicaba sólo a él. Carias que le daba cuando revolvía su cabello. Abrazos que le brindaban protección y besos en la frente. Quería que esas muestras de afecto y otras más íntimas, siguieran.

Lo amaba y no quería perderlo. No quería separarse de su lado.

—Tetsuro —susurró al momento que sus ojos brillaban y una alegre sonrisa adornaba su rostro.

Quería correr hacia él, abrazarlo y besar sus labios. Aun con varias personas presentes, eso ya no importaba.

Ansioso se acercó a él y cuando Kuroo se dio cuenta de su presencia, la sonrisa que tenía el mayor desapareció.

—Ah, Tsukishima —habló con tono neutro—. No pensé que te vería aquí. ¿Necesitas algo?

—¿Eh?

—Qué si necesitas algo —bajó a los pequeños y los despidió mientras la enfermera se alejaba.

—Yo… necesito decirte algo —habló sin comprender lo que estaba pasando.

—¿De verdad? Bueno —miró al lado cansado—. Que sea rápido porque estoy ocupado.

—Es… está bien —susurró—. No es… importante.

—Ah, bien.

Ambos quedaron en silencio. Kuroo sin verlo y Tsukishima con la irada en el suelo, confundido con lo que estaba pasando.

—Ku…

—Escucha, Tsukishima —el menor elevó su mirada—. Hana ha mejorado mucho desde que te conoció… sonríe y es más abierta pero —volteó a verlo con mirada indiferente—, ya no es necesario que vengas tanto —fueron sus últimas palabras antes de darse la vuelta y seguir por el pasillo, dejando al menor con gran confusión que era reflejada en el rostro.

Tsukishima seguía sin comprender lo que había sucedido esa tarde. Después de que Kuroo lo dejara ahí. Se sentía dolido, mas no decidió darle tantas vueltas al asunto. Supuso que algo malo había pasado y por eso su comportamiento.

Por eso, ahora se encontraba frente al elevador de su edificio con algunas bolsas de compras en ambas manos. Iba a prepararle una cena, con postre incluido. Platicarían de lo sucedió para, finalmente, confesar sus sentimientos.

Varias personas entraron con él y en lo que subían, estaba tan concentrado Kuroo que no se percató del momento en que el elevado quedó casi vacío. Cuando llegó a su piso, dio un largó suspiro al mismo tiempo que daba un paso hacia afuera.

Brinca, brinca, pequeño conejito —Tsukishima paró en seco ante esas palabras que se entonaban a modo de suave canto—, brinca antes de que te atrape —su corazón comenzó a latir con fuerza a la vez que su respiración se volvía acelerada—. Corre, corre, pequeño conejito —la fuerza de sus brazos desaparecieron y las bolsas cayeron a sus costados—, corre a esconderte en tu madriguera —los pensamientos hacia Kuroo fueron rápidamente opacados por otra persona—. Brinca y corre, corre y escóndete —un terrible escalofrío recorrió su cuerpo al sentir dos brazos rodear su cintura a modo de abrazo—, pero no importa a donde vayas —con mucho esfuerzo volteó su rostro y el pánico se apoderó de él ante los ojos rasgados que lo miraban con diversión—. Te encontré, pequeño conejito —habló con suavidad con una filosa sonrisa mientras era regresado de nuevo al elevador—. Ha pasado mucho tiempo. Así que tengamos una pequeña charla, Kei.

Quería correr, salir de ahí y huir pero, mientras las puertas se cerraban, de su garganta sólo logró susurrar un nombre.

—Suguru.

Brinca, brinca, pequeño conejito,

brinca antes de que te atrape.

Corre, corre, pequeño conejito,

corre a esconderte en tu madriguera.

Brinca y corre, corre y escóndete,

pero no importa a donde vayas,

al final la serpiente te encontrará…

Al final, la serpiente te devorará.