Bonus para El monstruo del circo

Si no quieren leer NSFW o acerca de tetas mágicas, pueden saltarse esto tranquilamente. No hay ninguna historia, es puro PWP.


Desde que Papyrus viera a Sans realizar con su magia proezas fantásticas que a él nunca se le habrían ocurrido, la idea de experimentar la extensión de su magia era un entretenimiento al cual le gustaba dedicarse de vez en cuando. Una vez entendía el ejemplo que el otro esqueleto le presentaba al ritmo de su música, comprender el cómo imitarlos acababa volviéndose cosa sencilla. Probablemente debido a que las esencias de sus magias eran clones una de otra para empezar, pero Papyrus prefería creer que alguna habilidad debía haber. Después de todo, muchas personas tenían piernas pero eso no quería decir que todo mundo podía bailar.

Como fuera que sea, desde que los planes para el circo comenzaran a perfilarse cada día con más claridad, Papyrus creía su deber explorar hasta el máximo de su capacidad para garantizar a su futura audiencia un espectáculo que no podrían olvidar. ¡No que de por sí el acto que Sans, Mettaton y él no era lo bastante espectacular para asegurar una carpa llena! El baile de él y Mettaton al ritmo de los huesos móviles siguiendo a la canción de Sans era tan placentero a la vista como para los oídos. Pero un verdadero artista debería aspirar a superarse a sí mismo cuando le fuera posible.

En los meses que le siguieron a la construcción del circo y todos consiguieron sus propios trailers, fue la primera vez que él y Sans podían compartir una cama sin preocuparse por mancillar la inocencia de los niños irrumpiendo en su habitación a horas tempranas. Ahora, si sobrino Nicky, ahijado, mejor amigo o cualquiera requerían de su presencia, primero debían tocar a la puerta para atraer su atención.

Lo que en verdad no era nada menos que conveniente porque por el mismo tiempo que se les concedió esa libertad, los dos empezaron a descubrir exactamente cómo un par de esqueletos con magia podían ser inapropiados para los menores. Al principio había sido algo demasiado impresionante, descubrirlo por simple casualidad, pero una vez descubrieron los beneficios de entregarse a sus propios cuerpos tuvieron que preguntarse por qué habían tardado en hacerlo.

Eran un par de adultos en una comprometida relación. De modo que las obscenidades en las que se metían entre ellos sólo era una manifestación más de sus sentimientos y una forma más de conectarse. Era divertido desentrañar el misterio de qué puntos eran más sensibles, de qué manera sus voces podían cambiar y las nuevas sensaciones podían quitarles todo rastro de razón en un instante. Las noches en que conseguían satisfacerse hasta parecerse quedarse sin magia podía caer rendido sin ningún problema y por lo común apenas tenía pesadillas ahora, lo que quería decir que Sans tampoco las absorbía a través de su alma.

Viendo tan obvios beneficios, se había vuelto una especie de pasatiempo intentar averiguar qué otros efectos podía conseguir, aparte de aquellos destinados al espectáculo. ¿Qué clase de novio sería si no pusiera tanto empeño en cómo divertirse con su pareja que en cómo entretener a su audiencia? No que él tuviera un amplio marco de referencia tampoco para hacer comparaciones, pero asumía que uno malo.

De hecho, no fue de esa manera que realizó por primera vez su nuevo truco. Fue completamente por accidente y, una vez desvanecida la magia, le costó lo suyo replicarlo. No estaba seguro de qué pensar al respecto, pero si las novelas de Alphys le habían enseñado algo era que su nueva habilidad podría procurarles tanto a él como Sans con nuevas maneras de entretenerse solos. Resultaría interesante siquiera experimentar con ello.

Sólo necesitaba mostrárselo a su hermano.

Después de un espectáculo especialmente exitoso, los monstruos solían reunirse para una celebración en una carpa más pequeña bajo la cual colocaban una larga mesa para contener a todos los artistas. Nada extraordinario, sólo cerveza para los mayores y un pastel que Toriel hubiera preparado el día anterior, con algo de música sonando en un equipo.

Sans estaba agotado y apenas conseguía mantenerse despierto para seguir la conversación que sucedía a su alrededor. ¿Algo sobre integrar a Grillby para hacer malabares en el aire? ¿O era a Muffet? Como sea, apenas captaba una palabra ya se estaba perdiendo una frase entera. Estaba ahí por la cena y por cumplir, ya que se había vuelto un ritual infaltable para ellos, razón por la cual trataba de ahogar sus bostezos, pero se le estaba volviendo imposible. Su cabeza estuvo a punto de dar con su porción de pastel cuando una mano le agitó suavemente el hombro.

-¿Mmm? –inquirió, levantando la vista para ver a Papyrus, ya sin traje o maquillaje artístico. Se había estado preguntando dónde estaba. Le sonrió, un poco menos cansado ahora, palmeando el sitio a su lado. Nadie se lo había ocupado en espera del alto esqueleto-. Oye, al fin apareces. ¿Quieres de mi pedazo? Creo que no voy a poder terminarlo.

Papyrus, sin embargo, no tomó asiento y se inclinó para hablarle.

-Está bien. Quiero mostrarte algo. Si ya terminaste de comer, ¿crees que podrías venir a nuestro tráiler?

-¿No vas a comer? –preguntó Sans-. Hoy hiciste mucho ejercicio. ¿Seguro que no quieres un pequeño algo para reponerte? Te lo has ganado por obtener esa ovación de pie hoy.

El alto esqueleto observó el dulce en su plato y pareció reconsiderarlo. Al final, bufando, finalmente se sentó y tomó la cuchara que le tendía para empezar a comer. Sans le sonrió de nuevo antes de beberse su bebida. Luego de un rato en tranquilo silencio se acercó al otro monstruo y recostó su cabeza contra él. La presencia de su magia nunca fallaba en relajarle el cuerpo entero. No pudo sino cerrar los ojos y disfrutar de la sensación.

-No me digas que estás durmiendo –dijo Papyrus y Sans pudo escucharle el puchero que hacía. Se encogió de hombros. No era su culpa que su hermano fuera tan cómodo-. Supongo que si estás decidido en dormir no puedo detenerte, pero te necesitaba despierto y alerta para apreciar lo que quería mostrarte.

-¿Y no me puedes dar una pista al menos de lo que es? –preguntó Sans, apenas un poco curioso.

Papyrus se tomó su buena cantidad de segundos rumiándolo, en tanto se acababa el pastel, y a Sans no le importó. Casi había conseguido dormirse del todo cuando percibió al otro esqueleto acercarse por el hueco de su oído y su voz haciéndole leves cosquillas con su aliento.

Un par de segundos más tarde, el esqueleto más bajo abrió las cuencas de golpe y miró al otro.

-¿De verdad?

Papyrus cabeceó, un poco de naranja en el rostro. Sans observó su pecho, cubierto por una camisa blanca.

-¡Bueno, no ahora! –replicó el esqueleto-. Cuando estemos solos.

Ni bien acabó de decirlo, Sans se levantó de su asiento y le tiró del brazo. Papyrus se salió de su asiento, masticando su último trozo de pastel y ni siquiera había conseguido tragarlo cuando de pronto se encontró dando un paso en el interior de su tráiler oscuro, el sonrojo celeste en el rostro de Sans la otra única fuente de luz aparte de la luna entrando por la ventana.

-No puedo creer que hayas hecho eso –dijo Papyrus, pasándose la mano por el rostro-. ¿Qué clase de impresión crees que va a dejar una escapada así?

-Vamos, hermano –dijo Sans, atrayéndolo desde la cintura. Papyrus bufó y se cruzó de brazos frente al epíteto. Al principio había sido maravilloso poder escuchar todo el amor y la ternura de Sans destilándose en esa sola palabra, una que ninguno de los dos había podido asociar a nadie antes, pero ahora sabía que Sans la usaba más que nada con la expresa intención de suavizarlo. Lo peor era que funcionaba con una irritante frecuencia-. Son nuestros amigos y me han visto cabecear desde que terminó el espectáculo. Estoy seguro de que entenderán que tenía que tomarme una siesta de emergencia.

-Arrastrándome a mí de paso –apuntó Papyrus, todavía rehusándose a mirarlo-. Ni siquiera pude terminar mi pastel.

-Te cocinaré yo mismo un millón de pasteles –dijo Sans, tomándole la mano para depositar un beso en el dorso. ¡Maldito! Papyrus se la sacó de encima y le clavó una mirada indignada. Su hermano sabía exactamente lo que hacía con ese gesto, lo rápido que podía enviar magia anaranjada a su rostro, lo fácil que lo desarmaba. Sans sonrió un poco más amplio que antes-. O le pediré a Toriel ayuda al menos. No quisiera revolverte las costillas o algo así.

-Ese ni siquiera fue un juego de palabras –protestó Papyrus, llevándose una mano a la sien-. Pero… si estás tan ansioso… -Sans siguió sonriendo incluso cuando le tomó el frente de su camiseta. No que su cara permitía mucho más, pero Papyrus había aprendido a diferenciar cuando era un gesto sentido y cuándo la simple formación de su rostro-. Entonces supongo que no debería hacerte esperar más.

Le sugirió enfáticamente a través de sus manos que se moviera al final del corto pasillo, dándole un empujón final para que cayera sobre su cama. Antes de que se irguiera del todo, Papyrus se le subió al regazo, apoyando las manos en sus hombros para mantenerlo contra el colchón. Conectó sus cuencas intensamente hasta que los dos fueron incapaces de contener la risa.

-Pero en serio –insistió Papyrus, inclinándose sobre su hermano-. Quiero intentar algo diferente, si te parece.

-Adelante –dijo Sans.

-Cierra los ojos.

-De acuerdo –Sans cerró las cuencas.

-Nada de espiar, ¿entendido? Ni de usar las manos. O… o tendré que vendarte. El Gran Papyrus ha estado practicando sus nudos y no creo que quieras ser el blanco de ellos.

-Mmm –emitió Sans, como si estuviera considerándolo-. Nah, está bien. Continúa y no espiaré.

Papyrus rozó brevemente los dientes contra su mejilla antes de bajarse de la cama y empezar a sacarle el calzado, para continuar con los pantalones. Los huesos de la pelvis apenas estaban coloreados con una delgada capa de magia azul, demostrando que el monstruo estaba apenas empezando a aclimatarse a lo que pensaba hacer.

Sans liberó un suspiro placentero cuando Papyrus empezó a pasar su lengua anaranjada por encima, dándole pequeños mordiscos en los bordes. Mientras mantenía a su boca ocupada, con las manos subió la camiseta hasta revelar las costillas inferiores.

A diferencia de en su propio cuerpo, el blanco de los huesos de Sans estaba plagado de marcas, algunas más profundas o largas que otras, producto de los largos años de maltrato que pasara desde que era niño en aquel otro circo dirigido por una humana inescrupulosa. Había tomado lo suyo convencer a Sans de que podía desnudarse frente a él sin miedo, que incluso si llevaba esas heridas eso no lo hacía en lo absoluto menos atractivo para sus cuencas.

A Papyrus no le hacía gracia que existieran en primer lugar, pero si había algo que tenía que apreciar era que volvían a Sans más receptivo de lo normal a cualquier gesto que tuviera una buena intención detrás. Incluso si era la más gentil y breve caricia que pudiera realizar, el alma de Sans devoraba el amor que le transmitía como si fuera un banquete completo, echando por la borda la más mínima tensión que hubiera estado aquejando al monstruo antes. No podía negar que le gustaba poder tener ese efecto. Un suspiro de pura complacencia llenó el ambiente.

Bajo sus atenciones, la magia azulada se extendió y pareció solidificarse por toda la zona, todavía buscando tomar forma. Papyrus continuó lamiendo el centro brillante, fascinado como siempre con el sabor de su hermano: no estaba seguro cómo describirlo sino era con el recuerdo gustativo que dejaba en su lengua, algo amargo, caliente pero dulce, como una taza de café a la que le hubieran puesto más azúcar de la que Papyrus hubiera preferido en la suya. Pero cuando venía de la fuente de la que tomaba ahora, ese sabor estaba más que bien. Era Sans, al fin y al cabo.

No pasó mucho tiempo para que una erección gruesa y sólida se irguiera frente a su rostro. Su brillo azulado era lo bastante tenue que permitía ver la ilusión de venas. Un aroma tan indefinible como el sabor de su magia se había vuelto más intenso y Papyrus enterró su rostro en la base, aspirándolo con fuerza antes de sacar la lengua y tragar lo más que podía, lo que considerando que no tenía una garganta en el sentido tradicional, era todo.

El interior de su boca estaba cubierta con la misma magia de su lengua, de modo que incluso dentro de su mandíbula todavía habría calor y una superficie suave sobre la cual la sensitiva piel mágica podría deslizarse.

-Mmm, Pap –dijo Sans, removiéndose. Papyrus subió la vista desde donde estaba hacia su rostro, insistiendo con su lengua en la punta, para asegurarse de que no rompía las reglas. Las cuencas cerradas, las manos detrás de la cabeza, y la espalda arqueándose de forma leve bajo el deleite que experimentaba. Eso estaba muy bien-. Te… has vuelto muy bueno ahora, ¿no? Debe ser toda la práctica, heh… En serio, te sientes increíble. Estás enloqueciéndome aquí.

Papyrus le dio una larga lamida, dejando escuchar su propio sonido de satisfacción.

-Gracias, hermano. También mereces algo de crédito por siempre ser un sujeto de pruebas tan dispuesto.

-Ya me conoces, Paps. Lo que sea por ayudar.

-Nyehe, sí –acordó Papyrus, rodeándole el tronco con su lengua y chupando por el medio-. ¿Estás listo entonces para sentir mi nuevo truco?

-Oh, sí.

En su tono de voz quedó claro que estaba ampliando su natural sonrisa. Papyrus se abrió la camisa y llamó a una porción de la magia que se había ido a su entrepierna para que se trasladara a su pecho, adonde se concentró con fuerza en adquirir la forma que necesitaba.

-¿Pap?

-No seas impaciente, Sans –dijo Papyrus, viendo que ya estaba funcionando pero todavía no era exactamente lo que tenía en mente-. Sólo hoy he conseguido descubrirlo y… ¡lo tengo! ¡Sabía que lo haría, nyehehe! Quiero decir… ¡no mires! No abras las cuencas. Necesito a alguien confiable que me diga qué tal se sienten –Papyrus se puso de pie y volvió a subirse a la cama, por encima del estómago de su hermano. Las manos de Sans se movieron como si quisieran posarse en sus caderas pero, antes de que Papyrus pudiera regañarlo al respecto, regresaron detrás de su cabeza-. Nyeh, muy bien, hermano. ¿Tanto querías esto, no? Ahora vas a tenerlo.

El alto esqueleto se inclinó, dejando que sus nuevos pechos, dos grandes formaciones de magia anaranjada, colgaran a ambos lados del rostro de Sans. Soltando un suspiro de gusto, el más bajo esqueleto adelantó la cabeza, hundiéndose del todo entre los pechos y moviendo la cabeza de un lado a otro, agitándolos contra sus huesos.

-¿Te gusta? –preguntó Papyrus, aguantándose una pequeña risa.

Los movimientos le hacían unas leves cosquillas.

-Mmm –emitió Sans en tono afirmativo. Luego se alejó para poder decir-. Podría dormirme aquí. ¿Y dices que recién hoy lo descubriste? Estoy impresionado.

-Deberías. Todo lo que hace el Gran Papyrus es impresionante –Papyrus tomó uno de sus pechos y pasó el pezón brillante por sus dientes. Sans abrió de inmediato la boca para empezar a lamer a placer la superficie, restregando su propio rostro cuando el punto se endureció-. Nyeh… -pronunció. Sus nuevas partes eran sólo otra extensión de su magia así que desde luego que serían sensibles. Pero aun así no estaba preparado para la nueva ola de placer que barrió sobre su alma, arrancándole contra su voluntad un largo gemido.

-Mmm –pronunció ahora Sans, apreciativo-. Lindo.

-N-no he terminado –dijo Papyrus, incapaz de contener su cuerpo de continuar frotándose contra el rostro de su hermano, el cual continuaba dándole lametones. En algún punto tanto su alma como la de Sans se habían encontrado en el limitado espacio entre sus cuerpos. El placer del bajo esqueleto hacía brillar el alma azul todavía más intensamente que la naranja y la transferencia que se daba cuando se unían de ese modo le estaba nublando la cabeza-. Había algo más que q-que quería hacer…

-No dejes que yo te detenga –dijo Sans, sin mostrar ninguna intención de detenerse.

Papyrus rezongó y le alejó su pecho de golpe, bajando su cuerpo para tomar el rostro de Sans en su mano y atrapar la lengua todavía afuera con la suya propia. Mientras lo seguía besando, llevó una mano hacia su propia entrepierna y frotó el montón de magia todavía sin definir. La sensación placentera le hizo gemir contra la boca de su hermano, el cual se movió dentro de su boca como si quisiera comerse sus sonidos.

Cuando pasados unos segundos consiguió los resultados que buscaba, movió sus caderas ahora, provocando una deliciosa fricción entre sus dos erecciones. Ni bien lo sintió, una pierna de Sans subió hasta la cadera de Papyrus en tanto elevaba las suyas, negándose a romper el contacto.

-Hazlo –dijo el bajo esqueleto, rápido.

-Nyeh ¿hacer qué?–preguntó Papyrus, tratando de sonar serio y seductor pero fallando sin remedio al no poder contener su risita de deleite. Sans no podía ser el único hermano que llevara al otro hasta el límite y estaba resultando divertido ver el resultado de sus esfuerzos-. No sé qué es lo que quieres, Sans. ¿Te importaría decírmelo?

-Fóllame –masculló Sans. Su voz como un jadeo desesperado. En realidad no podía culparlo. La conexión de sus almas parecía duplicar todas sus sensaciones, borrando las líneas entre sus propias necesidades y las de su compañero. Incluso a Papyrus le estaba resultando difícil contenerse-. Métemela. Jódeme. Por favor. Y déjame tocarlas.

-Pero qué codicioso eres, hermano –se rió Papyrus, juguetón.

No obstante, le rozó la mejilla con los dientes y se irguió, acercando las piernas del monstruo hacia sí. Con el dedo tanteó más allá de los testículos hasta tocar a una entrada caliente y palpitante para él. Tomó a su propia erección para presionar en los alrededores y se sonrió cuando las caderas de Sans giraron, buscando apurar el proceso. El alma azulada titilaba contra la suya. No queriendo alargar más la tortura, Papyrus le puso la mano en la cadera, manteniéndolo quieto, y empujó su pelvis contra el monstruo, sintiéndose consumido por su calor mágico. Un largo gemido en el que se mezclaron dolor y placer resonó en el interior de su cráneo, proveniente de la mandíbula de Sans.

Sorprendentemente, el esqueleto bajo había conseguido mantenerse ciego hasta ese momento y sus manos apretaban en sendos puños las sábanas a sus lados para evitar tocarlo. Sin dejar de embestirle, Papyrus tomó una de sus manos y la dirigió hacia su pecho, apretando sus dedos sobre los ajenos.

-Puedes ver ahora –dijo entre jadeos.

Las pupilas blancas de Sans parecían dos puntos dibujados en tiza disuelta. En cuanto notó que estas estaban fijas en el movimiento de sus pezones, Papyrus movió la mano de Sans para por encima y esa pareció ser el único incentivo que le hacía falta al otro monstruo para subir su otra mano, continuando las caricias.

-¿Es… -dijo Papyrus, de pronto sintiéndose bastante consciente de su cuerpo frente a la atención de Sans que fijaba en esas partes en especial- es bueno, Sans? ¿Te gusto así?

-Me gustas de cualquier manera, hermano –respondió Sans, una amplia sonrisa en el rostro. La luz celeste que permeaba sus mejillas era una de esas pocas visiones de las que Papyrus creía nunca tendría suficiente-. Eres el Gran Papyrus, ¿no? Y ahora sí que estoy sintiendo que eres grande en otros sentidos. Cómo no podría encantarme eso.

-¡Sans! –protestó Papyrus, pero ni siquiera él podía mantener esa fachada y se rió, un poco avergonzado pero de última complacido. Antes le escandalizaban esa clase de comentarios con sentidos obscenos, pero ahora estaba bien mientras estuvieran sólo ellos dos-. Gracias.

-Aah… -Sans echó hacia atrás la cabeza- de nada.

Papyrus presionó a sus pechos para que se movieran arriba y debajo de las costillas expuestas, siguiendo el momento en que se salía casi por completo para volver a entrar, arrancando sonidos cada vez más escandalosos. Sus pezones endurecidos quedaban atrapados por el espacio entre los huesos un instante antes de deslizarse hacia el siguiente. En algún momento Sans unió sus piernas por sobre sus caderas, acortando la distancia aceptable entre ellos. Con esa nueva restricción, Papyrus la suplió impulsándose con mayor fuerza.

-Pap, Pap, Pap –dijo Sans, atrayéndolo con una mano detrás de su cuello. Papyrus recibió contra su rostro cada nueva exhalación-. Tan bueno… eres excelente… el mejor…

Papyrus le besó profundamente, enterrándolo bajo su peso contra la cama. Sans le rodeó con los dos brazos, no perdiendo tiempo en corresponder con un deseo incontrolable. Los resortes de su cama rechinaban bajo ellos, sus almas juntas formaban una linterna capaz de iluminar todo el cuarto. Cuando los interiores de Sans apretaron con una especial intensidad, Papyrus se irguió de golpe, sacando su miembro para dar a lugar un gimoteo de protesta.

-¿Qué…? ¿Qué pasa?

-Nyeh, no era así como quería hacerte terminar –dijo Papyrus, arrodillándose de nuevo entre sus piernas y tomando sus pechos entre sus manos-. Sino así.

Apretó la erección entre los pechos y los deslizó de arriba abajo. La fricción no era ideal, así que dejó caer algo de su propia saliva por encima para servir de lubricación. Cuando baja del todo hasta la base, aprovechaba de lamer con gusto la punta sensitiva. El cuerpo del esqueleto bajo se tensionó y pronto los gemidos regresaron.

Ahora que estaba más húmedo, sus pechos se movían con facilidad, realizando una presión que esperaba fuera placentera. Volvió a sacar la lengua y chupó por el hueco adonde saldría su exceso de magia, levantando sus cuencas para encontrar las de su hermano, mirándole fijo.

-¿Esto te parece…?

Antes de que pudiera terminar su frase, Sans ahogó un nuevo gemido y de pronto había acabado sobre su rostro. Papyrus probó los restos que habían caído sobre sus dientes y percibió un sabor sólo un poco más intenso que su magia en estado puro. Ya lo había probado antes, desde luego, pero todavía no se le agotaba la fascinación.

-Wowie –dijo, sonriente-. ¡De verdad debo haberme vuelto excelente!

Sans, todavía recuperando la respiración, se rió suavemente, el azul de su rostro creciendo.

-Lo siento –dijo-, pero tú y esas cosas… no pude aguantarme.

-Está todo bien, hermano –aseguró Papyrus-. Lo hice para darte placer, así que sólo puedo considerar esto como misión cumplida.

-Heh, eso sí… ¿y qué hay de ti? ¿Pudiste…?

Papyrus se sentó sobre sus talones y abrió sus piernas, mostrando su todavía sólida erección.

-Oh –dijo Sans-. Entonces déjame ayudarte con eso.

El alto esqueleto se puso de pie, hizo contacto entre sus dientes y se irguió del todo, agitando su miembro frente al rostro del otro.

-Bueno, aquí vamos –dijo Sans, reemplazando la mano de Papyrus con la otra y masturbándole un par de veces antes de dejar entrar a toda la formación en su boca.

Papyrus no sabía cómo lo hacía; de alguna manera Sans manipulaba su magia para que adentro de su boca se sintiera tan suave y apretado por su entrada inferior, con la mayor diferencia siendo la lengua y la succión de la que era presa. Los ruidos que ambos hacían le intoxicaban casi tanto como la sensación de por sí. Sentía a sus piernas débiles, pero no pensaba cambiar la posición. Había algo extrañamente atractivo en mantenerse de pie y erecto en esa situación mientras su pareja se mantenía inclinada, casi de rodillas en el suelo.

Un respingo de sorpresa se le escapó cuando una de las manos de Sans subió hasta uno de sus pechos, estrujándolos y sobándolos con una nueva saña. Papyrus tuvo que apoyar una mano sobre su cráneo moviéndose de atrás hacia adelante, sólo para tener un punto concreto sobre el cual centrarse.

Ante el contacto, Sans dirigió su pupila hacia arriba y le guiñó una cuenca. El esqueleto bajo abrió la boca, dejándole tener una visión de primera fila a su miembro naranja encima de la lengua azulada, una sonrisa elevando los costados de su mandíbula, antes de que lo hiciera desaparecer en su interior hasta frotar sus dientes contra los huesos de su pelvis. Papyrus apretó sus propios dientes. Si tuviera labios ya se los estaría mordisqueando sin remedio. No pudo evitar un ligero temblor bajo la mirada todavía presente de su hermano, vislumbrada para él justo entre sus pechos.

Ahora entendía mejor cómo el otro había terminado tan pronto. Una visión así podía hacer a alguien perder la cabeza. No sabía si era por eso, los toques, la mamada o sólo porque sentía el inusual entusiasmo que Sans ponía en su actividad, pero pronto, demasiado pronto para su gusto, algo se liberó en su entrepierna y antes de que lo supiera Sans había vuelto a meter toda su extensión, recibiendo directo en la garganta su orgasmo. Potentes sonidos de músculos que en realidad no existían le hicieron saber que Sans estaba tragándolo todo, sin perderse la más mínima porción.

La magia que formaba sus pechos se deshizo con la que había formado su miembro. Las almas ahora brillaban con un brillo tenue, agotadas ambas, pero todavía unidas. No iban a separarse a menos que ellos realmente lo quisieran, y ahora la compañía del otro parecía ser justo el ingrediente que faltaba.

Papyrus abrazó a su hermano, llevándoselo consigo a la cama y enterró el rostro en su hombro. Sans le abrazó a su vez, pasando sus dientes suavemente por su cuello, haciéndolos chocar en cada vértebra.

-¿Estás bien? –inquirió el bajo esqueleto.

-Sí –dijo Papyrus-. Sólo… no sabía cuánta magia iba a tomarme eso. Me siento un poco mareado. Y me duele un poco la espalda, ahora que lo pienso. ¿Cómo hacen otros monstruos para llevar esas cosas todo el tiempo?

-¿Quieres que te traiga algo de comer? –ofreció Sans.

-Mnno –respondió Papyrus, girándose en la cama para quedar de espalda, llevándose a su hermano consigo. Sans apoyó la cabeza contra sus costillas-. No quiero migajas en la cama. Con una siesta estaré como nuevo, Sans, no te preocupes. Espero que para entonces la incomodidad pase. ¿Sabes? Tú probablemente podrías haberlo hecho por más tiempo sin problemas.

-¿Es esa tu idea de una sutil sugerencia? –La voz de Sans era irónica, pero no maliciosa.

-No sé qué había de sutil en eso –afirmó Papyrus -. Yo sólo pienso que te verías bien con ellos. Y… tal vez sentirlos… unos contra otros… ¿tal vez estaría bien? Esas partes son sensibles, más de lo que esperaba. Estoy seguro de que entre dos el placer sería doble.

Sans levantó la cabeza y encontró las cuencas de su hermano. Este tenía una sonrisa que tal vez intentaba ser persuasiva, pero desde su posición sólo se veía como un gesto esperanzado. Sans se irguió un poco para posar sus dientes en la mandíbula inferior.

-¿Quién diría que Papyrus tendría ideas tan sucias? Mírate queriendo meterme en una orgía de pechugas mágicas.

-Nyehe –rió el esqueleto, un poco de naranja en el rostro-. Bueno, si se tiene tan buen compañero, las ideas fluyen por sí mismas.

-Eso no puedo discutirlo –Sans atrajo las sábanas deshechas para que lo cubrieran y una almohada para que dejaran caer sus cabezas. Una vez acomodados, volvió a recostarse contra su cuerpo. Los pechos ya no estaban ahí, pero todavía percibía el calor y el movimiento vivo de su hermano, lo que para él era más que suficiente para garantizar un buen sueño-. Supongo que no tengo otra opción entonces. Lo haremos, pero por ahora descansa, Pap.

Papyrus chocó dientes con su coronilla.

-Buenas noches, hermano –dijo el alto esqueleto.

Algo en su tono hizo al otro sonreír.

-Buenas noches.

Se durmieron uno junto al otro, la luz de sus almas unidas no molestándoles en lo absoluto.


Fue una petición por tumblr, qué puedo decir.