¡Hola! ¡Berseker al habla!

Ha pasado bastante desde la última vez que actualicé esta historia y probablemente nuevas personas decidan darle una oportunidad, así que de ante mano les agradezco a todos ustedes y me disculpo con quienes esperaron saber lo que podría pasar luego de todo ese embrollo que decidí un día compartirles hace ya alrededor de dos años.

No los detengo más y dejo con ustedes este nuevo capítulo.

¡Saludines!

All We Do

Por Berseker

CAPÍTULO XVII

Como Flowey, Asriel no tenía de qué preocuparse por lo que comerían el día de hoy en casa. Como Flowey, Asriel no tendría que ayudar a su padre a cultivar las flores del jardín que meses atrás quedaron deshechas por el poder desmedido que los Gaster Blasters desataron sobre de él, ni mucho menos tendría por qué hablar con esa cabra tan sosa que alguna vez fue rey de todos lo de su raza sobre lo que le gustaría almorzar. Como Flowey, Asriel no tenía de qué preocuparse sobre lo que podría tener o no de postre porque, después de todo, ¿no era absurdo preguntar por lo que hornearía si su madre siempre preparaba pay de caramelo con canela?

En ocasiones, Asriel levantaba la voz con fuerza y enojo, hastiado de escuchar las preguntas que su padre formulaba repetidamente y de lo cual respondía riendo en vez de reprenderlo sin mostrar señal alguna de sentirse mal. Tocaba su espalda para darle a entender que estaba con él y que se sentía sumamente contento por tenerlo de vuelta, provocando entonces que su primer hijo se le humedeciera los ojos porque era él quien sentía que nuevamente había errado. Una situación que se presentaba con constancia en casa de los Dreemurr y de la cual todos se habían acostumbrado, excepto por él. Era una gran molestia que Asriel debía enfrentar ahora que volvía a ser él nuevamente.

Por las mañanas, mucho antes que la rutina labora de su madre iniciara y tuviera que sumergirse entre una montaña de papeles previos al inicio de curso en su escuela, Asriel y su padre decidían darle una visita oportuna en su despacho recién renovado para preguntarle sobre lo que apetecía probar a su gusto el día de hoy. No faltaba mucho para que los brotes de las flores abrieran y un nuevo año escolar diera inicio junto con la primavera en la pequeña escuela que Toriel inauguró desde su llegada al mundo de los humanos.

Un largo año había transcurrido desde que en las instalaciones del edificio un simple accidente se convirtió en un desastre y la mujer cabra anhelaba retomar las labores de su rutina regular con su pareja e hijos para cerrar ese círculo de incertidumbre que a veces miraba como asfixiaba a su familia. Aquel incidente de cuando todavía era una flor había pasado meses atrás y era ahí donde debía quedarse.

Cuando la reina exiliada se encontró con la mirada cristalina de su primer hijo, se levantó de su asiento para secar sus mejillas en un acto de simple reflejo, aunque estas ya se encontraran limpias. Por supuesto que Asriel se sentía avergonzado cada que esa acción sucediera, su madre intentaba, en cualquier momento, de recuperar el tiempo que perdió con él y su cabeza se llenaba de recuerdos que anteriormente detestaba, porque desde muy pequeño se le había educado para que fuera una persona fuerte ya que el destino de miles de monstruos yacía en sus manos, y pese a que ya no tuviera dicha herencia, el deber moral de ver por cada uno de ellos permanecía tal y como Frisk obraba. De vez en cuando, ese tipo de pensamiento le hacía sentirse contento. Poco a poco recuperaba las sensaciones que provocaban sentimientos agradables en él.

- Estoy ansiosa por la llegada del fin de semana. Ese amable fantasma dijo que enviaría dos cubetas de sus mejores caracoles para el viernes sin falta, así que el menú de hoy queda libre para papá y para tí, cariño. Yo me encargaré del postre., así que los dos pueden sorprenderme este día.

Asriel quiso mirar al viejo rey pero su madre dio un par de caricias sobre su rostro con su suave pañuelo, provocando que hiciera un intento de puchero porque frotó aún más cuando quiso deformar su rostro con tal expresión, además de aprovechar la situación para acercar su rostro hasta ella, centímetros abajo. Toriel soltó una suave risa llena de gracia y dejó un beso sobre su frente y sus mejillas ya secas. Por supuesto que Asriel soltó un pequeño quejido porque se encontraba en esa edad donde, luego de convertirse en flores, las cabras se tornaban muy rebeldes.

El joven monarca decidió despedirse de su madre para permitirle trabajar y darle un espacio de privacidad con su padre y su labor de conquistarla de nuevo. Desde que todos los monstruos habían abandonado el inframundo, no pudo más que quedarse con suposiciones sobre lo que cada uno de los monstruos haría en la nueva vida que les aguardaba y en el caso de sus padres suponía que su madre no iba a permitir que su padre formara parte de su vida con facilidad. Después de renacer como Flowey, supo que Asgore había permitido que su Toriel partiera en un viaje sin retorno hacia las ruinas y él lo odió por eso, tal vez aún lo hacía. Ya no quería pensarlo pero luego de repetir tantas veces múltiples partidas donde ella no podía cesar su sufrimiento, no podía pensar en más que culparle cada vez con más y más fuerza. Pero ahora, Asriel intentaba mantener una pequeña chispa dentro de él, encendida por la esperanza que su padre corrigiendo sus errores podría completar la felicidad por la que su madre luchaba.

Asriel cerró la puerta con discreción y avanzó lejos de ahí hasta que pudiera escuchar la tenue risa de su madre, así que llenaría su cabeza con otro tipo de preguntas para cumplir con las expectativas que tenía de este día. ¿Qué tipo de flores podría plantar el día de hoy? Desde que había llegado al mundo humano se había encontrado con que existían más de diez mil flores repartidas por la tierra, miles de veces más que las que conoció en las tierras de abajo. No podía decidir cuál plantaría el día de hoy porque no todas las flores brotarían en la tierra que cubría su jardín y el tipo que a su hermano tanto le gustaban no florecía todo el año. Quizás si consultaba los libros que su padre tenía iba a aclarar su mente pero por otro lado dejaría que su pereza le gobernara en ese momento y únicamente colocaría las semillas que tuviera a la mano. Era muy temprano como para leer sobre flores y plantas cuando por tanto tiempo fue una.

Al llegar al jardín, tomó un par de los guantes de la canasta que su padre llenaba con sobres de semillas. Asgore dejaba liso todo lo que ocuparían una noche antes y el joven Asriel solo necesitaba tomar lo que necesitaba, evitando el trabajo de preguntarse si debía o no plantar alguna flor en específico. No era difícil acostumbrarse a ser mimado por sus padres, incluso podía ser agradable y en algunas ocasiones divertido. Sus mejillas se colorearon ligeramente de nuevo, esa no era la actitud que debía tomar un príncipe cuando debía preocuparse por aprender cosas más importantes como los usos y costumbres del nuevo mundo donde ahora vivía. Recordó entonces que las lecciones con su madre se atrasarían ahora que las clases darían comienzo aunque quizás eso dejaría a Frisk como su nueva tutora. Tal vez.

Rompió el sello cerraba los sobres que utilizaría mientras su padre regresaba a su lado, cuando él llegara decidiría con qué trabajar pero mientras tanto, él continuaría con el trabajo del día anterior. Tomó la pala más cercana a él, hundiéndola en la tierra vacía que su padre preparó desde semanas atrás cuando decidieron retomar el jardín para causar una buena impresión del edificio reconstruido. Hizo un pequeño agujero entre la tierra y agregó unas cuantas semillas de girasol. Sería genial si lograran crecer en su jardín ya que sólo había visto ese tipo de flor en los jarrones que adornaban su centro de mesa en algunas ocasiones.

Era normal que encontrara raíces muertas entre la tierra que trabajaba. Varias flores habían muerto luego que el polvo y los escombros cayeran sobre el viejo jardín y los deshechos de estas seguirían regados por ahí. El Dios de la Hipermuerte hundió su mano bajo tierra y un ardor hizo que retirara su extremidad de vuelta a su pecho. Soltó un ligero quejido cuando vio que la tela del guante estaba rasgada por un corte y un par de gotitas cayeron desde la abertura y por su muñeca. No esperó encontrarse con un resto de vidrio roto cuando él y su padre se aseguraron de limpiar el área repetidas veces pero era muy probable que eso haya causado la herida que ahora tenía. Vaya mañana. Antes de ir a enjuagarse al baño quiso llevarse aquello que le había dañado para que su padre no se llevara una mala sorpresa como la de ese momento.

- ¡Pero qué suerte!

Ni su mano ni sus ojos castaños pudieron visualizar el trozo de vidrio que estaba buscando. Sintió desconcierto en ese momento, en un jardín nada se encontraba lo suficiente oculto como para perderse de vista. Ni siquiera había invocado su sable por accidente como para que pudiese lastimarse de pronto, trataba de ser muy cuidadoso con el control de sus emociones desde que se dio cuenta que podía lastimar a alguien así que era seguro que no fuese su culpa. ¿O acaso su madre era de las personas que extraviarían un cuchillo en el jardín frente a su casa? Ja, ja, ja. Aquello le resultó realmente hilarante que soltó una risa que poco a poco se transformó en un toque de miedo. Nadie de su familia escondería un cuchillo en un lugar como ese.

Asriel se quedó en silencio, absorto por el tipo de pensamiento que cruzó por su cabeza y tuvo que repetir no y no por incontables veces para convencerse por un momento. Seguramente su padre había extraviado un par de tijeras de jardinería en medio de su labor, con lo torpe que era, ¡esa debía ser la razón! Su mano removió un poco más de tierra pero nada aparecía y la ansiedad poco a poco le obligaba a deshacer lo que días atrás había hecho. Su estómago se apretó cuando se dio cuenta que no encontraría nada luego de arruinar la jardinera que le costó días de trabajo a él y a su padre. Su respiración comenzaba a agitarse y quiso resolver todo en ese mismo instante, así que, ignorando su mano lastimada, volvió a coger la palaba para tratar de regresar la tierra que yacía extendida sobre el pasto, sintiendo cómo sus pestañas volvían a humedecerse. ¿Pero qué había hecho? Era un estúpido.

- Asriel, todo está muy oscuro aquí abajo.

Un grito salió de su boca y su cuerpo cayó de espaldas cuando esa voz se mezcló en su cabeza. Su cuerpo comenzaba a temblar sin la esperanza de detenerse pronto. Meses habían pasado desde que la voz de esa persona dejó de interrumpir sus pensamientos cuando nadie se encontraba cerca y que ahora volviera a oírle le embriagó de un miedo muy grande. Cerró los ojos con fuerza, apretando las hierbas del césped debajo de su cuerpo y recordó los ejercicios de respiración que su doctora personal le compartió cuando se encontrara ofuscado. Seguramente se trataba de una simple confusión. Una vez que los seres humanos terminan con su ciclo de vida tienen que partir a un lugar que nadie ha visto pero que lo llaman "más allá". No había motivos como para que Chara apareciera de repente y le mirara, como ahora.

Con lentitud, Asriel abrió los ojos y estos no pudieron más que soltar un montón de perlitas que humedecieron sus mejillas. Ahí estaba su hermano muerto entre la tierra de su jardín y no pensó siquiera en dudar un segundo más para quitar la tierra que cubría su rostro. Su cabello cobrizo estaba tan enredado con un montón de raíces muertas que quiso limpiarlo, así que acercó su mano tan pronto pudo pero una gota de su sangre cayó sobre él y los ojos carmesís de su hermano le detuvieron, provocando una descarga de miedo que solo había experimentado las veces que su nueva hermana decidió tomar la ruta más fácil.

- ¿Ch-Chara?

No.

Su hermano ya no se encontraba en ese ni en el mundo de dónde venían. Desde hace mucho que había partido y no era posible que él estuviese presente de esa forma tan bizarra, llena de tierra y ahora de su sangre. Jadeó mirando al suelo, su respiración volvía a agravarse y lo que tenía en frente no debía de estar cuando levantara el rostro. No quería hacerlo, no ahora que era posible que él en verdad estuviera ahí. Esas ilusiones eran reales y su cerebro no las producía por accidente, en verdad su hermano estaba ahí de vez en cuando pero no quería esperanzarse porque pudiera estar a su lado de nuevo. No era posible, ¿o sí?

Como Flowey, Asriel no tenía que preocuparse por si alucinaba a su hermano fallecido o por escucharlo su voz porque él ya no estaba en ese mundo, porque esa humana tonta que había caído al inframundo no quería divertirse en su divertido juego y porque no era él. Siendo una flor, Asriel solo tenía que preocuparse por sonreír y no por morderse el brazo para callar los gritos que el ataque de pánico le provocaba.

El joven monarca se levantó a tropezones del suelo, cayendo más de una vez por querer desaparecer de ese lugar inmediatamente. Con los pantalones llenos de tierra, regresó al interior de la casa donde se sentía más seguro. Su mente se encontró llena de miles posibilidades donde su hermano entraba por la misma puerta por la que él llegó pero lo único que atravesaba el umbral de la entrada no era más que la suciedad de sus pisadas. Debía recuperar la calma, nadie tenía que hacerle pasar un mal rato cuando todos eran felices en este nuevo mundo. Dar explicaciones a sus padres le embriagaba de miedo, no quería sentir la decepción que ellos le provocarían al no creerle. No era un juego, nada de esto lo era ya.

Asriel se encerró en el baño, recargando su peso contra la puerta. Sus manos temblaban, todo su cuerpo aún lo hacía y su respiración era difícil aún si estaba en un lugar que le hacía sentir aliviado como ese. Ya estaba bien, en verdad todo se encontraba mejor. No tenía por qué pensar en nadie ahora más que en sí mismo, así que tomó un poco de papel para enjuagar sus mejillas. Lo hizo tan torpe y lento como era pero una vez hecho se dispuso a realizar lo más difícil que fue verse en el espejo. No quería levantar la mirada pero ya había visto sus manos, eran las manos de Asriel, no era ninguna hoja tonta porque se encontraba sangrando. Sí, su mano lo hacía. ¡Estaba sangrando! ¡Lo estaba sintiendo! Asriel estaba bien, seguía vivo, lo suficiente como para quejarse cuando tomó el jabón para lavar su mano blanca. Aquello dolía, sí, bastante, pero al menos podía sentirlo.

Uno y dos golpes interrumpieron su momento y levantó la mirada de golpe. Allí estaba, entero y solo con su reflejo. Seguía siendo él sin importar lo que había pasado momentos atrás. Oh, no. Hacía nada que vio a Chara frente a él. No, no, no. ¿Por qué tuvo que pensarlo de nuevo? Era difícil recuperar su compostura y le agotaba lo suficiente aún si se encontraba en lo que se suponían eran los mejores años de su vida. No quería llorar de nuevo, no quería, tan solo necesitaba saber que no necesitaba de su hermano para sentirse completo.

"¿Te sientes bien?"

Una hoja de papel cruzó el umbral por debajo de la puerta y los castaños ojos de Asriel miraron con detenimiento lo que estaba escrito.

Frisk.

"¿Necesitas que te pase más papel?"

Asriel se echó a reír de pronto pero luego cubrió su boca con sus manos, porque su voz se escuchaba temblorosa.

"Estaré afuera esperando por si necesitas ayuda."

Como Flowey, Asriel no tendría que preocuparse cuanto le gustaba Frisk.

Era obvio que tanto su padre como su madre iban a perdonarle luego de haber destruido una jardinera completa del jardín, ni siquiera tuvo que darles una explicación coherente para que ellos le perdonaran o tal vez aparentaran hacerlo. Oh, no, no era el momento. Estaba completamente seguro que ambos le querían y estarían con él en todo momento, además que ahora se encontraba su querida hermana para hacerle compañía.

Ese día, Asriel tuvo que asearse en dos ocasiones. Su mañana se había atrasado completamente y sintió la necesidad de encargarse por su cuenta de preparar la comida ya que era totalmente seguro que su padre querría continuar con el trabajo en el jardín. Frisk le externó que deseaba acompañarlo pero desde aquel incidente, ella solía agotarse demasiado rápido y sus padres le pidieron que adelantara la coacción y corte de algunos vegetales para acompañar la carne que su hermano se encargaría de traer del supermercado.

Finalmente, fue su madre quien eligió el menú del día de hoy. Era probable que se hubiesen hartado de comer tanta pasta luego de las decenas de clases especiales con la ondina o que simplemente hizo tal elección para evitar que su única hija saliera de casa. No era mentira que en ocasiones deseaban que ella volviera a tener la misma energía que antes, pero ni los suplementos ni el medicamento lograban que ella regresara a ser como antes y era un hecho que el paso del tiempo fuera a reconfortar un poco su estado actual. Frisk no volvería a ser la misma persona porque le había regalado la mitad de su alma a Asriel.

¿No era acaso romántico? ¿Tener la mitad del corazón de la persona que le gustaba? Tenía algo importante para ella.

Esa hubiera sido su situación si aquello no pusiera en peligro su vida y si ella tuviese algún sentimiento más especial que el que sentía por cada uno de los demás monstruos a los que hubiera ayudado. Tal vez le apreciaba más que el resto, pero Frisk no podría quererle de la misma forma en la que amaba al esqueleto con quien acababa de comprometerse meses atrás, durante la cena de Navidad.

Decidió que era mejor apresurarse, seguramente sus padres también se encontraban ansiosos por tenerle de vuelta en casa. Eran pocas las ocasiones en las que era capaz de salir por su propia cuenta, y aunque hubiese tenido un ataque de pánico desde temprano no deseaba que los demás sintieran que él no podría sobrellevar su día, así que tomó una canasta en el supermercado y se dispuso a elegir los productos que su madre escribió amablemente en un trozo de papel para que no tuviera que olvidarlos con facilidad.

Buscó el pasillo donde debía encontrar los productos lácteos y derivados pero entonces no creyó que la carne que su madre pidió requiriera de eso. ¿Necesitaba dudar nuevamente? La cantidad de dinero no era un problema tampoco pero llevar cosas innecesarias no estaba bien. Era probable que su madre escribiera lo primero que le vino a la mente para impedir que Frisk se sintiera mal de no ser capaz de acompañarlo hasta el supermercado, poco tenía relación entre sí pero si cambiaba lo que no concordaba por algo que pudieran utilizar en la cena no tendría problemas, o eso imaginó. Tal vez no estaba del todo mal improvisar un poco si esto le permitía pasar la tarde con su hermana.

Dando la vuelta en el pasillo donde podría tomar una bolsa de harina, Asriel se encontró a la última persona que le gustaría ver, sorprendido de su encuentro tan repentino que dio un pequeño salto antes de que el esqueleto sostuviera la canastilla que llevaba en la mano.

- ¡Wo-Wow! ¡Sans! Caray, eres tú...

- Hey, tienes cara de haber visto a un muerto que no soy yo. ¿Todo bien, chico?

Sans le sonrió y esa pregunta le hizo recordar lo que había sucedido en la mañana. Si esa pregunta necesitaba una respuesta, a esa pregunta le correspondía un rotundo no. Su estado físico no era de gran importancia, más allá de sentirse un tanto cansado por el nivel de estrés al que su cuerpo se sometió desde temprano y la herida que Chara dejó en su mano, seguía sin creer que por fin podía asegurar que su hermano seguía en algún lugar cerca de todos.

Chara le había lastimado.

- ¿…Niño?

Asriel se inclinó para sujetar al esqueleto de los hombros pero su labio inferior tembló sin poder externarle que Chara se encontraba divagando con libertad ahí afuera y ni siquiera se había tentado para herirle. ¿Era una buena idea decirle? ¿A Sans? ¿A quién había detenido el juego de su hermano incontables veces? ¿A quién ni siquiera dudaría en detener a Frisk si era necesario?

Sus manos se apretaron con más fuerza sobre los frágiles huesos del más bajito de los dos.

- Hey, sólo tengo un punto de vida, ¿recuerdas?

El monarca quiso contarle sobre su hermano pero no tuvo la seguridad para decírselo en ese momento. Si dejaba que su hermano estuviera por ahí rondando su vida y la de los otros, era probable que sucediera lo que tanto anhelaba siendo una flor, ¿verdad? Y siendo Asriel, eso no estaba bien. Iba a asustar a todos y a condenarles a vivir de vuelta en esa maldita montaña. No quería arruinar la vida de sus padres luego de escucharlos tan contentos desde la mañana. Debía parar y buscar una solución a este problema, Sans era el más adecuado para ello.

- Eh, chico. Mantén los pies en la tierra pero sin echar raíces.

- ...En verdad te odio.

Ni como Flowey ni como Asriel podría tolerar a Sans pese a todo el tiempo que tenía de conocerle desde la primera ocasión en la que decidió entrometerse en su divertido juego personal. El joven monarca había olvidado su decisión de pedirle apoyo para encontrar una forma de impedir que su hermano lastimara a alguien más, no tenía por qué comportarse como un idiota con ese tipo de juegos de palabras que le hacían rabiar.

- ¡Ugh! No sabes cuánto... Cuánto he tratado de no lastimarte, Sans, yo... ¡En verdad...! Quisiera aplastar tu horrenda mandíbula y romper diente por diente para que dejes de parlotear esas estúpidas bromas pero... ¡Déjame solo!

- Siempre es agradable hablar contigo, chico, pero ahora es más importante charlar sobre las posibilidades que ese demonio tiene para aparecer dentro y fuera del Inframundo.

Asriel se quedó en silencio. De modo que Sans recordaba la primera vez que Chara había aparecido frente al Núcleo.

- ¿No crees que la mocosa podría convertirse en ese demonio de nuevo?