Estoy sentada en la cafetería Arkadia, en la misma mesa de siempre, en la misma silla de siempre. Finjo prestar atención al libro que tengo entre mis manos, pero apenas he leído una sola palabra hoy, igual que ayer, igual que cada día desde hace meses. Prefiero observarte. Estás preciosa, como siempre.

Veo como sonríes a otros clientes. ¡Qué sonrisa! Algo se desgarra dentro de mí. Querría que esa sonrisa fuera para mí. Pero no lo es. Nunca lo será. No tengo valor para acercarme a ti.

Sientes mi mirada en ti. Te giras hacia mí, yo desvío la mirada. Me ves sin verme, no como yo te veo.

Te acercas y preguntas si quiero algo más. Mi taza está vacía, no me había dado cuenta. Siempre me pasa lo mismo. Tú te ríes porque dices que siempre estoy despistada y yo toco el cielo con el sonido de tu risa. Recuerdo cuando leía algunas historias y una vez tras otra decían aquello. "¡Qué cliché!" pensaba yo, ilusa de mí. Desde hace meses, tu risa es lo único que me llena, igual que tu mirada azul enmarcada en unos preciosos destellos rubios, igual que toda tú.

Pasa la tarde y llega la noche y yo sigo aquí sentada, igual que antes, igual que cada día desde hace meses. Estoy obsesionada contigo. Sé que trabajas hasta tarde. Me preocupa que llegues bien a casa. Te sigo, pero tú no me ves, como siempre. Llegas y te veo desaparecer por la puerta. Es el fin de otro día.

Nuevo día y yo vuelvo a estar aquí, como ayer y como siempre. Me tienes encadenada a ti y tú no me ves.

Te acercas, me preguntas que quiero, me guiñas un ojo y te vas. A veces me pregunto qué quieres decir con ese gesto.

Eres una enfermedad que me está consumiendo por dentro, una enfermedad de la que no me quiero curar. Sé que debería, pero no quiero. Quiero venir cada día aquí, solo para observarte, porque nunca me atreveré a acercarme a ti. No tengo valor. Soy demasiado tímida.

"Podría morir por ti." escribo en un papel y lo borro. Vuelvo a perderme en ti, en tus ojos, en tu mirada, en tus gestos. Me sumerjo en tu mar para no volver a salir.

Me haces sentir cosas en partes de mí que daba por muertas. Me has devuelto a la vida. Sé que eres tú.

Pero no eres para mí. Nunca lo serás. Por eso vengo cada día hasta aquí.

Soy demasiado tímida. No tengo el valor para acercarme a ti. ¿No lo ves?

Daría lo que fuera con tal de que te acercaras a mí, porque soy demasiado tímida y no tengo el valor de hacerlo yo.

Háblame, por favor. Ten compasión de mí.

L.


Mi intención con esta historia era recordar en primer lugar a Lexa, que ha sido, es y será uno de mis personajes favoritos, y también todo lo que tuvo que esperar para poder estar con Clarke al final.


Los personajes de The 100 no me pertenecen.

Pequeña historia inspirada en la canción Shy de Sonata Artica.