HOLA. DIOS. PERDÓNENME.

Bueno, primero lo primero. La universidad se puso HORRIBLE este ciclo y les juro que no tenía ni tiempo para respirar, dejé muchas cosas que me gustaban por su culpa y entre ellas, escribir.

PERO finalmente he salido de vacaciones ¡Es un mes entero! Así que no duden en que las actualizaciones volverán a ser cada domingo, sin falta. Porque ahora sí tendré tiempo y, sobre todo, cerebro e inspiración para el fic. No solo me absorbía el tiempo sino también las ideas para seguir con la historia.

¡Muchas gracias por aún seguir la historia! Si estás aquí leyendo esto, quiero decirte que te agradezco muchísimo por aún leer el fic y que espero no defraudarte ; ; Y también agradecer a tu bella y amable paciencia.

Pero bueno, mejor seguir con esto al final y les dejo el capítulo cinco. He disfrutado mucho poder volver a escribir.

Como siempre, quiero agradecer a la hermosa, bella, preciosa Nolee Ramvel, mi beta y la beta de este fic ¡Muchas gracias, linda! ; ;

Espero que lo disfruten, nos leemos más abajo.


Capítulo 5

—No puedo creer que Yamaguchi se haya marchado de la nada antes que tú, anoche —comentó Akiteru mientras llevaba el último bocado de su cena hasta sus labios. El rubio miraba con cierta curiosidad a su hermano menor, mientras este no parecía tener un real interés en el estofado que había preparado su madre esa noche.

—No fue de la nada, dijo que surgió algo importante.

Su hermano no parecía muy convencido.

—Pero entonces ¿Por qué no te dijo de eso antes de que quedaran en salir?

—Ya te dije —insistió Kei, con una cara de molestia. Evidentemente le fastidiaba que su hermano no se diera por vencido con el asunto—, fue algo improvisto. No pensó que pasaría.

El mayor hizo una mueca, mientras ladeaba su cabeza.

—-¿Y qué era?

Tsukishima no pensaba seguir con esa conversación.

—¿Ya te he dicho lo molesto que eres cuando te metes en asuntos que no te incumben?

—Eres mi hermanito.

—Esa no es justificación ni excusa para nada.

—Claro que lo es, me preocupo por ti. En el auto tenías la nariz algo floja y tus mejillas sonrojadas.

—Quizá me sentía algo resfriado.

—Si hubiera sido así habrías estado estornudando.

—Entonces puede que simplemente el ambiente me dio algo de alergia. No sé, el mar o la brisa fría.

—Pero si fuera así, como dije, estarías estornudando o tosiendo ¿No?

—No sé por qué insistes en que estoy enfermo, ya no soy un niño.

—Apenas tienes diecisiete, Kei. Ni siquiera tienes una idea clara de la vida.

Tsukishima puso los ojos en blanco.

—No me comiences a hablar de esa manera, menos aún a creer que podría haber estado llorando como si fuera un mocoso.

—¿Es que acaso han discutido? —intentó de nuevo el otro.

Su hermano estaba comenzando a fastidiarlo bastante. No creía que aguantaría mucho más con esa charla.

—No —respondió secamente.

—¿Entonces es algo con la pequeña Yachi?

Un mal presentimiento lo asaltó de pronto con esa pregunta. Supo ahí que debía cortar con todo eso antes que se volviera peligroso. Conociendo a su hermano, sabría cómo acorralarlo en cualquier momento. Era mejor no arriesgarse.

—Suficiente, Akiteru —se puso de pie y tomó el plato que quedaba por la mitad entre sus manos—. Me voy a dormir. No estoy de ánimos para tu molesta insistencia.

—Hey, no me hables así, soy tu hermano mayor —regañó. Notaba que Kei no estaba teniendo un buen día, pero eso no le daba derecho a tratarlo de esa manera—. Solo quiero aclararte algo, Kei.

El mencionado ya se había dado la vuelta para cuando habló, pero antes de ingresar a la cocina, lo vio por encima de su hombro, expectante.

—Te conozco muy bien y sé cuándo me estás ocultando algo —comenzó, mientras lo miraba fijamente a los ojos. Ambos orbes color miel chocaron—. Llegaste aquí en malas condiciones, si no fuera porque dudo mucho de aquello, creería que has estado llorando —puntualizó, mientras que su voz se tornó en un claro tono de advertencia en lo último que mencionó—. Si algo fuera de lo normal está sucediendo, seré el primero en enterarme.

Un escalofrío de pronto recorrió toda la espina dorsal del menor, pero lo disimuló muy bien ante su hermano.

—No sé de qué hablas.

—Sabes exactamente que sí —rebatió, con lo que casi logró que Kei se mordiera el labio del nerviosismo—. Algo me dice que Yamaguchi no tiene que ver con esto, pero confío en ti. Sin embargo —dijo, alzando el volumen de su voz—, no dudes que con lo primero que me levante sospechas, me enteraré de todo.

El de gafas tragó pesado y tuvo que girar su rostro para que su hermano no lo mirara directo a los ojos. De esa manera tendría miedo que Akiteru notara que mentía.

—Pierdes tu tiempo. Y no estaba llorando. Tanto trabajo te está dejando ciego, quizá deberías usar gafas como yo.

Trataba de sonar lo más convencido que podía, pero era difícil con un par de ojos clavándose en su espalda.

—Si me estás ocultando algo, ten en cuenta que es mejor que yo sea quien lo descubra… —susurró, con un tono que Kei dudaba si era advertencia o consejo—… a que lo sean nuestros padres.

Aquello era lo último para que el menor notara que era mejor no seguir más con ese tema.

—Voy a dormir.

Pero sin duda… tendría en cuenta la advertencia de su hermano.

—Buenas noches, Kei —dijo finalmente, antes de ver cómo su hermanito se dirigía a la cocina a lavar su plato, dejándolo con su incertidumbre.

Se apresuró entonces a subir las escaleras hacia su cuarto y agradeció infinitamente que sus padres se encontraran en otro viaje de negocios. De otra forma, seguro su madre habría ahondado con el interrogatorio de su hermano, pero sospechaba que Akiteru seguro le contaría de su charla luego. Realmente esperaba que no lo hiciera, o juraría matarlo.

Como si no fuera suficiente con él, si sus padres se entrometían en el asunto, temía que sería descubierto.

… Aunque ahora que lo pensaba ¿Realmente descubrirían algo? La pregunta vino a su mente luego de ver el dinosaurio de peluche que Kuroo le había comprado aquella vez en el museo. No pudo reprimirse; apretó el muñeco con fuerza mientras yacía recostado en su cama y los pensamientos no dejaban de atormentarlo.

Él le había dicho que ya no sabía cómo confiar en nada de lo que saliera de su boca. Quería gritarle que no era lo que pensaba, pero estuvo claro que Kuroo no pensaba oírlo. Rechinó los dientes al recordar lo testarudo que sonó, pero si pensaba más en eso, no podía culparlo del todo…

Y eso era lo que más le molestaba. Tetsurou no tenía la culpa de nada en ese asunto; es más, el que más sincero actuó de los dos, fue él. Tsukishima prácticamente le mintió con la mita de su vida. Su dinero y su estatus no eran algo para pasar por alto, pero había conocido tantas personas interesadas en algo mugroso como el dinero, que Kei desconfiaba de todo el mundo.

Se dio la vuelta en su cama, pero terminó viendo frente a él su teléfono. Lo tomó y, con duda, buscó entre sus fotos. De manera casi automática, terminó abriendo la foto del festival en la universidad de Bokuto y Kuroo. La foto de ambos seguía en la memoria de celular.

Suspiró. Aquel día el moreno había insisto en tomarse aquella foto. Ahora la miraba: ambos bajo la luz de los faroles del jardín, con los fuegos artificiales sobre ellos. Kuroo llevaba el cuello descubierto y, al estar casi de perfil, pudo notar el peculiar tatuaje en forma de media luna sobre su lóbulo.

«Desde pequeño he sentido una especie de encantamiento hacia la luna. Salía a los balcones de mi casa y me le quedaba mirando. Coincidencia de que tu apellido se forme con los kanjis de la luna ¿No?»

Eso fue lo que el él le había dicho. Ahora que hacía memoria, podía recordar hasta el tono de voz que usó, la forma en que su mirada no se despegaba de él y el leve aroma a cigarrillo y cerveza de su aliento.

Tsukishima sacudió su cabeza con fuerza ¡Era el mismo idiota que lo había hecho sentir como una basura hace unas horas!

Y ahora apretaba el peluche que le había regalado ese mismo idiota.

Exhaló. Estaba perdido.

Se irguió hasta sentarse en su cama e intentar aclarar sus pensamientos. Si juzgaba fríamente, la culpa la tenía él mismo. En primer lugar, si no hubiera querido relacionarse del todo con Kuroo, no debió haber seguido hablando con él. El pensar que estaría mejor detrás de unas mentiras que ocultaran su realidad, era solo reflejar una persona que no era ante otra que estaba siendo totalmente sincera.

… Si se daba cuenta, estaba actuando exactamente como las personas que más aborrecía. Estaba simulando ser alguien que no era solo para poder agradarle a Tetsurou. Aunque lo terminó haciendo de manera inconsciente.

Sus ojos se abrieron como platos al llegar a esa conclusión. Estaba comportándose como un idiota, nunca debió mentir, para empezar.

Detestaba su inmadurez, era ahora cuando notaba la diferencia de edades entre ambos. Finalmente podía comprender por qué el universitario se enfadó tanto luego de darse cuenta que le mintió. Aunque detestara aquello, luego de esto tendría todo el derecho de llamarlo con el estúpido sobrenombre de 'Pequeño' o parecidos.

Porque seguirían hablando luego de eso.

Quedarse llorando no iba a solucionar nada, y, la verdad, no pensaba volver a llorar en mucho, mucho tiempo.

Era tiempo de ser alguien con cerebro y solucionar ese problema.

Eso fue suficiente para que encendiera su laptop. Debía comenzar buscando la dirección de ellos, porque estaba seguro que Kuroo no aceptaría que se encontraran en ningún lugar. Eso estaba descartado.

Le demostraría que sí era un adulto y no el mocoso que pensaba. Porque ahora creía que su mente era infantil por haberle mentido y la verdad, defendería su persona ante eso. Kuroo vería que no era su intención actuar así y lo arreglaría no solo con hechos, sino con acciones.

Mañana por la mañana se dirigiría a buscarlo.

/ —…— /

—¿Otro poco más de crema en tu café, Akaashi?

Bokuto servía como todos los sábados en esa pastelería, por las mañanas. Lugar donde el menor acudía desde que se conocieron para disfrutar un desayuno antes de sus clases. El de cabello bicolor siempre notaba que repasaba unos apuntes mientras comía un pastelillo de vainilla y su café americano.

—Sí, gracias, Bokuto-san —respondió, siempre con una ligera sonrisa y un tono encantador que había flechado al otro desde el primer día.

El mayor cumplió con su oferta con una enorme sonrisa.

—¿Hoy no tienes que repasar tus apuntes?

Akaashi alzó una ceja, divertido, aunque no hubiera planeado mostrarlo.

—¿Acaso ves que siempre haga eso? —colocó su mentón sobre el puente de la unión de sus propias manos— ¿Te me quedas observando, Bokuto-san?

El mencionado se puso todo rojo mientras rascaba su nuca con nerviosismo.

—No… —mintió inútilmente, pues Keiji solo soltó una risita por aquella reacción tan adorable.

El teléfono del menor sonó y aquello permitió que Bokuto exhalara del alivio, así se libraba del tema y podía comenzar a levantar el plato del pastelillo que el otro ya había terminado. Debía admitir que el otro comía rápido.

—Ah, hola…—hablaba Akaashi con su celular—. No, parece que no tengo nada que hacer esta noche.

Como si fuera una antena de radio, captando una señal muy fuerte, el oído de Koutaro se levantó como parabólica para prestar mejor atención a esa charla.

—Sí… déjame ver si me dejan algo en las clases de hoy y te confirmo… —el mesero también notó que el otro universitario le dio una mirada de reojo mientras hablaba por el móvil— Y te llamo. De acuerdo. Adiós.

Suspiró antes de guardar el teléfono en su bolsillo y buscar luego su billetera para la cuenta.

—¿Cuánto es?

Bokuto respondió sin siquiera estar pensando en el dinero, sino por inercia, pues su mente seguía en aquellas palabras del otro.

El futuro maestro dejó los billetes en la mesa y se comenzó a alistar, luego se puso de pie y se comenzó a dirigir a la puerta. No se despidió de Bokuto como usualmente lo hacía y, para ser sincero, el mayor sentía que aquella llamada había cambiado el humor del chico de lindos ojos.

No pudo evitarlo: lo siguió hasta la salida. Antes de que pudiera cruzar el umbral de la puerta, lo retuvo por la muñeca al otro. Evidentemente Akaashi lo vio con clara sorpresa, mientras el de grandes ojos miel se sorprendía, pero de sí mismo.

—Eh… —intentó hablar, pero era difícil. Algo le gritaba que preguntara por esa llamada. Los ojos de Akaashi brillaron por un segundo, al mismo tiempo que creía que quizás el otro le pediría una explicación sobre la llamada.

Sin embargo, él nunca dijo nada. Soltó el agarre con su mano sin pronunciar palabra.

Silencio.

—…Ven al departamento hoy… —pidió débilmente, casi con temor… quizá creyendo que lo rechazaría.

—… No puedo.

Keiji vio el rostro de Bokuto entonces, casi parecía un cachorro al que habían golpeado o pateado sin piedad. Su corazón latió con fuerza al tiempo que su consciencia gritaba lo mal que estaba actuando.

—¿No…? —susurró el otro con dolor, el temor del rechazo se había hecho realidad…— Y… ¿a dónde irás?

—A aquel restaurante de comida inglesa que hay en el centro comercial.

—Ah…

Era evidente que Bokuto quería saber más que eso. Sabía que aquella información estaba incompleta.

Akaashi solo suspiró de forma cansada.

—Tengo otro compromiso —empezó. Habían terminado conversando en la entrada de la pastelería. Se preguntaba qué castigo le darían luego cuando vieran que Bokuto no estaba trabajando—. Me…

Era difícil terminar esa frase cuando Koutaro lo miraba de esa manera tan herida.

—Un chico de mi facultad me invitó a salir —soltó en una sola bocanada de aire. Luego de eso se arrepintió, el rostro de cachorro pateado del otro solo empeoró.

—¿Qué dices…?

—Él me preguntó… si estaba saliendo con alguien.

Su mirada se dirigió a la del otro. Era claro lo que estaba queriendo decir entre líneas con aquello y temía que Bokuto solo quisiera evadir el tema del mismo modo en que estaba evitando su mirada.

—… No salgo con nadie… ¿O sí, Bokuto-san?

La pregunta lo tomó con la sangre fría al mencionado. No sabía con qué intención le estaba cuestionando aquello, pues si ya estaba saliendo con alguien más ¿Qué sentido tenía que le estuviera diciendo eso? ¿Cambiaría realmente algo? ¿O era simplemente una pregunta capciosa, como para que entendiera por fin que lo que tenían no era algo serio?

¿Era eso?

¿Acaso le confirmaba que todo aquello simplemente había sido buen sexo?

De pronto se sintió realmente herido y aquel mal presentimiento que lo había reprimido de pedirle salir oficialmente a Keiji, nubló sus sentidos y su razonamiento. Sentía que lo único que estaba pidiendo el de ojos avellana era que finalmente terminaran con eso.

—No… —respondió abatido, al tiempo que retrocedía un paso y empujó la puerta para abrirla apenas un poco.

No supo descifrar la expresión del chico de cabello rizado. Este parecía inherente de emociones ante aquella respuesta. Él cerró los ojos un segundo y se dio la vuelta para enrumbarse lejos del lugar.

—… Ya veo —murmuró, esbozando una triste sonrisa de decepción.

Lo siguiente que escuchó el menor fue las campanillas de la puerta. Sabía que Bokuto habría regresado al trabajo. Un sentimiento extraño recorrió su pecho, mientras su mano fue a hacer un puño en ese lugar, con la tela de su camiseta. Esperaba realmente otra respuesta del otro.

Esperaba que le dijera que no se fuera.

Que no se marchara con alguien más.

Y que se quedara con él.

Pero nada de eso llegó. Si hubiera sido algo como él esperaba, creía que ahora mismo él estaría aún en la pastelería y una pesada sensación en su pecho ¿Qué le sucedía? Supo que debía irse de ahí ya, antes de que sus emociones lo invadieran. Eso era pésimo.

Además, si realmente le hubiera importado o preocupado el asunto, le habría dicho, aunque fuera algo.

Y al mismo tiempo, Koutaro ahora sentía que había dejado ir a algo muy importante. El sentimiento lo persiguió por el resto del día. Las dudas lo asaltaban y se arrepentía cada vez más de haber permitido que se marchase.

La verdad era que él no quería ir a esa cita aquella noche, pero mientras más pensaba en las razones por las que no iría, más consideraba ir. Esto porque lo único que pedía era que Bokuto le dijera que salían… o al menos le diera señales de que eso sucedía. Pero no había sucedido así. Lo había dejado irse con total libertad. Era una situación difícil de juzgar debido a que su rostro denotaba sufrimiento, pero… las palabras nunca salieron de su boca.

Si fuera así, quizá Akaashi comenzaría a sentir que pedía algo que no existía en una persona. Ese sentimiento de posesividad, de celos, tal vez. Alguna emoción que hubieran obligado al mayor a pedirle que no se largara.

Pero nada.

Y nada pasó.

/ —…— /

Kuroo no asistió a las clases que tenía ese día. De todas formas, ya estaba mal en esa materia ¿Quién decía que la universidad era fácil? Siendo su último año, los cursos se hacían más pesados. Tenía un par de cursos de los cuales no entendía su razón de ser, siendo músico. Pero decidió no seguir pensando en eso, pues no podía cambiarlo. Prefirió descansar su mente en la sala de su departamento, mientras una lata de cerveza reposaba en su mano, vacía. Era la tercera que bebía.

Y creía que iría por una más. Era difícil pensar que el alcohol tampoco le ayudaba para poder quitarse la imagen de cierto lindo rubio de la cabeza. Desde la discusión de anoche, el trayecto en su moto le había parecido eterno. Llegó a su cuarto y no pudo dormir adecuadamente pues los recuerdos asaltaban su mente.

Se preguntaba si había sido demasiado duro, pero al instante descartaba esa idea, considerando que quién había mentido durante todo ese tiempo, había sido Tsukishima.

Eso decía mucho de él.

—Yo fui sincero, mierda —masculló entre dientes, mientras arrojaba a la pared aquella lata de cerveza. Estaba sorprendido de lo mucho que le estaba afectando la discusión con el chico.

Aunque estaba más sorprendido que había seguido con todo eso, considerando que estaba teniendo una especie de aventura con un muchacho de preparatoria con el que se llevaba siete años. Se llevó una mano al rostro, mientras pensaba en la forma loca en que actuaba. Ese niño era una tentación, por más que se planteó alejarse desde un principio, Tsukki tenía una fuerza magnética que lo obligaba a girar a su alrededor. O tal vez a acercarse a él.

Igual que las olas del mar con su marea por el magnetismo lunar y la tierra. O de la misma forma en que los gatos miraban enamorados a la luna.

Simplemente no pudo alejarse. Ahora veía las consecuencias de aquello: una era el no poder quitarse de la cabeza al rubio con gafas, tampoco la enorme curiosidad de poder probar finalmente sus labios. Seguro que serían igual de suaves que la piel de su mejilla. O quizá más.

Apretó el cojín del sofá contra su cara: debía dejar de pensar en esas cosas.

Agradecía que Bokuto tuviera clases luego de su turno en la pastelería, de esa manera él se quedaba solo durante casi toda la mañana de ese sábado. Un fin de semana donde no tenía ánimos para nada… Aunque podría irse en la noche a algún local nocturno a despejar la mente…

No, descartó la idea. Aquello solo le recordaba el primer encuentro con Tsukishima.

Tres golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos. Ni siquiera prestó atención, no pensaba atender a nadie en ese estado.

—¡AH, Dios! —exclamó, totalmente frustrado al recordar la idea de la discoteca. Hasta el más mínimo detalle le recordaba al rubio. Estaba totalmente perdido por él, ya no sabía cómo sacarlo de su cabeza—Todo me recuerda a él, demonios…

—¿Kuroo?

—¡Hasta puedo oír su voz!

Un segundo.

De verdad esa había sido su voz. La escuchó tan cerca como si estuviera al otro lado de la sala.

—T-Tsukki…

Desconcertado, dirigió su mirada a la dura lámina de madera. No podía creer que el chico realmente estuviera ahí. Para empezar ¿Cómo había conseguido su dirección?

Sin embargo, entre tantos pensamientos, ni notó cuando estaba acercándose a la entrada. Casi a tropezones, por poco resbalando con una lata de cerveza. Su cuerpo actuaba por sí solo y motivado por la idea de volver a verlo. A ese rubio de rostro amargado, pero con una sonrisa angelical escondida.

Su mano se detuvo apenas a milímetros de la perilla. Fue ahí que pensó si de verdad debería abrirle, después de todo, él le había mentido, y la forma en que lo vio, al principio, había sido como un interesado. Recordó la razón de su discusión. Se mordió el labio con duda.

Quería creer que le abriría solo por cortesía, que no lo perdonaría al solo verlo… y solo dejarlo pasar no diría en realidad nada.

Fue justo lo que hizo luego de esa última cavilación, pues ahora la puerta estaba abierta y podía ver a Kei frente a él. Cuando sus ojos se encontraron, los de Kuroo denotaban asombro mientras que Tsukki los desvió a un lado, inseguro de qué debería decir primero.

—Te… Tenemos que hablar.

/ —…— /

Bokuto salió de su clase, luego de un día pesado entre el trabajo y la universidad. Tratar de concentrarse en la lección era difícil cuando en su mente todo lo que tenía era que Akaashi esa noche saldría con alguien más. De forma más específica, sería la forma en que no pudo impedir que este fuera a esa cita.

No se reconocía a él mismo, sintiéndose derrotado ante una pelea que ni siquiera se había confirmado con alguien más. Es decir, él ni conocía a la persona con quien el chico de hermosos ojos saldría. Tampoco sabía de la forma en que ambos se habrían conocido y más aún, cómo llegaron a tanta confianza como para que esa persona pensara en iniciar algo con él.

El trayecto se le estaba haciendo eterno, mientras lo único que oía era el sonido del motor. Su radio, la cual habitualmente mantenía encendida con los últimos éxitos del rock, permanecía en silencio. Era suficiente el bullicio de sus pensamientos, mientras las carreteras de ese día parecían más frías que antes.

Eso no estaba bien. Akaashi siempre era su copiloto. Luego de clases, pasaba por él y lo dejaba en su casa. O, dado el caso, lo llevaba a su departamento. Aquello que comenzó como un gesto amable, cuando recién se volvieron amigos, fue cambiando. Koutaro se quejaba del frío del invierno y Keiji ponía su mano sobre la que él tenía en la palanca, aunque sin mirarlo a los ojos.

Aquello tendría repercusiones meses adelante, donde no solo terminaría en un roce entre sus dos manos. Sus cuerpos terminarían fundándose en caricias cómplices y besos necesitados, en la oscuridad de su habitación.

Pero siempre sin decir ni una palabra más allá de eso.

Y Bokuto ya no entendía por qué.

¿Qué demonios estaba haciendo? ¡Esa no era su actitud! Una corriente de enojo contra sí mismo le recorrió todo el cuerpo y le hizo apretar el timón. Estaba actuando de forma patética, dándose por vencido antes de siquiera iniciar una guerra. No se reconocía. Definitivamente ese no era él.

—Koutaro… qué estás haciendo… —murmuró para sí mismo, mientras que, con mucha más decisión que antes, dio un giro con su camioneta. El nuevo destino estaba lejos de ser su regreso a casa.

No tardó en llegar al centro comercial. Akaashi le había dicho que estaría allí.

No tenía ni la menor idea de la razón por la que estaba ahí, ni lo que pensaba hacer, pero no pensaba irse de ahí sin hacer algo al respecto. Su corazón se lo decía, no podía dejarse vencer por el chico que quería llevarse al hermoso estudiante de cabellos rizados. Finalmente lo entendía, de verdad lo comprendía.

Le diría a Keiji que quería estar con él. Pediría ser su pareja sin temor alguno a que ser rechazado, eso de verdad no le importaba, porque nada podría ser peor a verlo irse con otro sin siquiera haberle dicho lo que sentía.

Estaba decidido.

Sus pasos se dirigieron exactamente hacia ese restaurante. No pensó siquiera que Akaashi quizá estaría con alguien más y él no podía ir e interrumpir de la nada. Sin embargo, ahí estaba. Dispuesto.

Divisó el restaurante entre el resto del patio de comidas. En la entrada, había un ventanal que permitía observar el interior del área de comensales. Estaba con bastantes clientes, como debía suponer en ese momento; la hora de la cena.

No fue difícil encontrar a Akaashi, estaba en una de las mesas junto a esta ventana. El de cabello monocromático recordó que esos eran los lugares favoritos del chico para comer, siempre observando al exterior. La persona que lo acompañaba estaba de espaldas, así que no podía distinguir su rostro.

Y menos mal que no podía hacerlo, porque se lo grabaría en su memoria para alejar a Keiji de él.

Aunque, al ver a ambos ahí, lo hizo dudar por unos segundos. Pensó en si realmente debería hacer eso. Recién en ese momento tomó consciencia de sus acciones ¿Akaashi se enojaría? Porque, de todas formas, él se estaba entrometiendo en un lugar donde él no debía estar. Eso lo hizo retroceder un poco, siendo presa de sus pensamientos una vez más. Se quedó observando a la ventana, fijamente, como si ver a aquel chico que le había atraído desde el primer instante, le fuera a dar la respuesta.

Pero lo que pasó fue algo diferente.

Una cosa que no esperaba.

Aquella persona, esa a la cual no podía verle el rostro, se inclinó hacia Akaashi. Bokuto hirvió en rabia en ese instante. No solo porque querían besarlo, sino porque estaban en un lugar público donde todo el mundo podía verlos. Quería entrar allí y romperle la cara a ese idiota que actuaba de forma tan estúpida. Su sangre estaba en llamas y apretó los puños, sin embargo, se quedó helado cuando notó que Keiji no se movía, es más, no dejaba de ver al otro tipo.

Algo en él se puso a pensar en la pequeña posibilidad de que estuviera aceptando el beso. Ni siquiera a él, cuando estaban en un lugar público, le dejaba mostrar algún gesto que fuera sospechoso entre dos hombres, pero a él no parecía decirle nada. La espalda de la persona que acompañaba a Akaashi terminó cubriendo al hermoso chico por completo y Bokuto no podía distinguir nada más. Sin embargo, esas acciones le estaban diciendo más que lo que las palabras harían.

Pensó en que estaba actuando como un idiota, sin dejar ser feliz a Akaashi. Tal vez, tal vez él no quería nada con él… sino con su nueva cita. Podía ser que así siempre habría sido.

Entonces, él no tenía por qué entrometerse en la felicidad del chico de ojos rasgados y hermosos…

…Si no fuera que justo en ese instante, se dio cuenta que esa persona se movió y terminó haciendo contacto visual con Akaashi.

Él frunció el ceño, mientras que las manos del baterista se ponían heladas.

Oh, mierda.

Había sido descubierto.

Su mente realmente se nubló, estuvo totalmente en blanco y no supo cómo más reaccionar. Terminó huyendo del lugar, corrió lo más rápido que pudo de regreso al estacionamiento y no se quedó a ver si Akaashi se quedaba en el restaurante o si lo seguía. De verdad, esperaba que no fuera tras él.

No sabría qué decirle o cómo justificarse.

Ahora solo quería ser como un ave, pero como el avestruz. Así podría enterrar su cabeza bajo tierra.

Pero ese no era el caso.

Estaba seguro de que había puesto la situación aún peor que antes y lo peor de todo era que no sabía cómo podría ver a los ojos a Keiji luego de eso. Bokuto, el chico tan seguro de sí mismo, era un mar de pensamientos confusos por culpa de ese chico.

Aunque esa habilidad la había tenido desde que lo conoció.

Solo pudo exhalar tranquilo, una vez que aceleró con la camioneta que tenía. Sin embargo, el choque de miradas lo dejaba totalmente expuesto ante Akaashi y denotaba que él quería algo más para ambos.

Seguramente Akaashi se habría dado cuenta ahora de lo importante que era para él.

Pero ahora temía haberse entrometido y haber estropeado su salida; logrando así que se enojara.

Lo que menos quería era que él lo odiara.

/ —…— /

El silencio entre ambos se mantuvo por unos segundos más. Tsukishima había hablado, pero nada salía de la garganta de Tetsurou.

Quizá por la sorpresa que había conseguido la dirección de su departamento o porque realmente fue hasta ese lugar solo para encararlo. Si tenía algo que decir, sospechaba que el rubio no se iría de allí hasta que lo oyera.

Ah, y también podría sospechar que el que le había dado la dirección fue Bokuto. Luego se ocuparía de él.

Por ahora debía centrarse en otra cosa.

—Me dejarás aquí o… ¿Puedo pasar?

Kuroo por fin reaccionó y asintió con la cabeza, de forma algo torpe mientras que le daba espacio para entrar. Finalmente, había decidido dejar que el rubio accediera al lugar. No pudo más contra sí mismo en sus debates mentales y se dejó llevar por el deseo de hablar con el rubio de nuevo. Tal vez para por fin arreglar toda esa situación.

Aunque no sabría si podría pues el recuerdo de la charla de aquella noche seguía fresco.

Kuroo se sentó donde antes había estado; en su sofá. Al no haber otro, al menor no le quedó de otra que sentarse a su lado. El moreno exhaló pesadamente mientras terminaba la lata de cerveza que tenía, Kei notó que había un par de latas más, aparentemente vacías. Apretó sus puños al verlo en ese estado, ahora se sentía más culpable que antes.

—Temía llegar y que estuvieras en clases, pero mi hermano no estaba en casa. Si llegaba, me preguntaría a dónde iba.

—¿Y tus padres? —dijo Kuroo, sin verlo a los ojos, con un tono aparentemente despreocupado.

—De viaje. Vuelven mañana por la noche.

—Ya veo.

De nuevo, se esparció un silencio que le costaba romper al estudiante, el mayor lo notó, así que decidió hacerlo él.

—Bokuto te dio la dirección y te dijo mi horario ¿No?

Tsukishima negó con la cabeza, esto lo sorprendió, pues habría jurado que su amigo era el culpable de que el chico estuviera allí.

—Fue Akaashi-san.

No salía de su sorpresa. Jamás había notado cómo había mejorado la relación entre el rubio y el… ¿amigo? De Bokuto.

No. Eran novios… o amigos con derechos. La cosa era que su amigo se moría por Akaashi.

Sacudió la cabeza, estaba pensando en cosas que no tenían lugar en esa charla.

—No voy a mentirte, me sorprende que hayas venido. No al menos luego de lo de la playa —dijo, cambiando el tema abruptamente.

—Yo…

Ese era el momento. Tsukishima sabía que debía pedir las disculpas del caso en ese instante. De otra forma, dudaba que Kuroo lo fuera a escuchar. Era su culpa y ya lo había entendido.

El moreno lo observó de reojo. Pudo notar que los labios del menor se mantenían entreabiertos, moviéndose apenas. Parecía que trataba de pronunciar alguna palabra, pero nada salía. Es más, parecía que le costaba un poco.

Suspiró.

Si tanto le costaba hablar de la situación, no pensaba forzarlo. Él mismo tampoco quería hablar del tema, si lo pensaba bien. Tenía la idea de que el rubio saldría con otra suposición falsa acerca de su persona. La verdad, con lo que oyó aquella noche, había tenido suficiente.

Pasaron unos segundos más y el chico seguía sin poder hablar. Kuroo perdió las esperanzas con eso.

—Tienes que regresar a tu casa, está mal que estés aquí —Tetsurou se puso de pie, dejando la lata en la mesita de café y dirigiéndose a paso lento hacia la puerta—, tus padres podrían preocuparse si no te encuentran en casa.

—Espera —dijo Kei, poniéndose de pie al instante, igual que un resorte.

El moreno no volteó a verlo, solo tomó la perilla de la puerta.

—Veo que te es difícil llevar toda esta situación —decía, aun dándole la espalda—. Es más, ni siquiera yo sé qué era exactamente lo que teníamos, pero es claro que se nos salió un poco de las manos.

—Kuroo —empezó el menor, con un tono más decidido, esperando que el otro se callara.

—Lamento que hayas tenido que venir hasta aquí solamente para-

De pronto, sintió unos brazos que los estrujaron con fuerza. El pecho de Tsukki se pegaba a su espalda. El abrazo no lo dejaba moverse, pues ni siquiera podía abrir la puerta. Sin embargo, la sorpresa le duró poco. De alguna forma, esperaba que él reaccionara así, impulsivo. Después de todo, era un adolescente.

—Cállate, Kuroo —Kei intentó sonar autoritario, pero su orden terminó sonando como una petición de alguien arrepentido—. Y óyeme a mí ahora.

El corazón del moreno latió un poco más rápido por la cercanía. Luego, lo hizo el doble cuando giró sobre su lugar y vio los hermosos ojos color miel del otro.

Tsukki se mordió el labio, pero no despegaba su mirada de la ajena. Era difícil para él pedir disculpas, siempre lo había sido. No porque no creyera que fuera culpable, sino que eran raras las veces en que él debía disculparse por algo realmente mal que hubiera hecho. Más que por aparentar ser un buen chico, seguía los códigos de conducta para no terminar involucrado en situaciones como esta, donde no sabría si una disculpa bastaría para arreglar las cosas o no. Eso le molestaba.

Pero tenía que hacerlo.

Kuroo no dejaba de mirarlo, no podría describir lo que destilaban sus ojos, pero lo que era cierto era que no le quitaba estos de encima.

—Lo siento —dijo finalmente. Sonó mejor de lo que esperaba, él agradecía eso. No tartamudeó, ni nada por el estilo. Eso le brindó más confianza en sí mismo para seguir hablando—. Actúe como un tonto. Más bien, como un inmaduro. No debí desconfiar de ti, fue un error mío.

Tetsurou solo permanecía en silencio. Juzgaba al menor en su mente, con cada palabra que él decía. El rostro imperturbable al oírlo puso algo nervioso al rubio y lo tomó como una señal de que debía seguir explicándose.

Así lo hizo.

—Si no hubiera querido que nos acercáramos más, no habría seguido en contacto contigo. No debí escribirte ni nada… como eso.

—Tsukki…

Fue interrumpido abruptamente por el blondo.

—Pero me di cuenta que esto no podía ir hacia atrás. Me comporté de la forma en que odio que las personas me traten. No fui totalmente sincero, me convertí en aquellos con los que tanto desprecio relacionarme.

La sinceridad en cada palabra, hizo que Kuroo realmente comenzara a re-organizar sus pensamientos con respecto a la situación. Las emociones vividas con Kei asaltaron su cerebro de nuevo. A pesar del relativo poco tiempo en que se conocían, la atracción había sido innegable por parte de ambos y el incidente de la playa solo demostraba lo mucho que se había comprometido con aquello que comenzaba a formarse entre ambos. Le había dolido porque él se había ilusionado con que eso se tornaría a algo más grande aún. Sin proponérselo, quizá había surgido algo más que simple atracción.

Algo mucho más grande.

Notó que el rubio bajó la mirada y podría jurar que su cara se sonrojó casi por completo. O al menos sus orejas lo estaban, porque las veía rojas.

—Yo… —quiso decir, pero Tsukki sujetó con fuerza la tela de su playera y lo atrajo con fuerza para poder encararlo. No podía creerlo, realmente el rostro de Tsukishima estaba ruborizado, aunque hacía un claro contraste con el ceño fruncido que traía. Como si lo que fuera a decir lo avergonzara mucho o fuera complicado para él pronunciarlo— ¿T-Tsukki…?

—¡Me gustas, Kuroo!

Sería complicado definir lo que pasaba en la mente del moreno en ese momento, pero lo cierto es que su corazón latió el doble de rápido con esa confesión. Sus brazos fueron por inercia a tomar el rostro del otro, acariciando sus mejillas con el pulgar y sin alejarse ni un milímetro de la distancia impuesta por Kei hace un instante. Quería gritar, decir lo feliz que estaba y al mismo tiempo su cerebro le repetía que eso estaría mal, que él era un estudiante que aún ni siquiera se graduaba y él le llevaba siete años de diferencia.

Las consecuencias de lo que pudiera nacer entre ambos podría atraer a otras personas además de ellos dos. Sabía también que la familia de Kei se iba a oponer rotundamente, mientras que su propia madre seguramente tampoco estaría de acuerdo.

Eso no estaba bien…

—Kuroo… —la voz de Kei lo devolvió a la realidad. Sus manos seguían acariciándole el rostro y su boca aún no emitía respuesta alguna.

Sabía que Tsukishima seguro habría reunido mucho valor para decirle eso y, quizá, se lo habría pensado mucho antes de tomar esa decisión. Podía ver en sus ojos la expectativa, algo que esperaba una respuesta de él. Una forma de callar los pensamientos ajenos.

—Estás comprometido… —fue lo único que atinó a decir, la primera oración coherente que logró pronunciar. Tal vez eso era lo que más le preocupaba, además del tema de la edad, pues ese compromiso seguro involucraba temas familiares donde él no tenía que meterse.

Tsukishima negó con la cabeza, no se alejó de él, pero soltó el agarre. Le enseñó el aro plateado que llevaba en su llavero, señal de su compromiso. Él nunca accedió a ponérselo en su dedo puesto que nunca estuvo del todo de acuerdo con ese compromiso.

Kuroo siguió sus acciones con la mirada. Pudo ver cuando el menor sacó este anillo del conjunto de llaves y se lo enseñó. Tenía la fecha del compromiso grabada. Tomó el anillo y lo lanzó lejos, en algún lugar de la sala.

—No me casaré con ella.

—Pero… —intentaba razonar el músico, volviendo a estar sorprendido. Tantas cosas inesperadas en tan poco tiempo terminarían volviéndolo loco.

—Ya lo he decidido. Hablaré primero con Yachi-san y luego con mi familia. Estoy seguro que ellos entenderán cuando sepan que Yachi tampoco es feliz con la decisión.

Tetsurou no estaba convencido con eso, sabía que esos temas usualmente involucraban temas mucho más complicados que solo la aceptación de las partes del compromiso. No sabía si deb-

Ni siquiera pudo pensar más, Tsukishima había tomado esta vez su rostro y estaba a solo milímetros del suyo. Sudó frío y en su cabeza fue difícil volver a tratar de hilar pensamientos coherentes y racionales.

—Sería estúpido intentar obligarte a corresponderme. Así que… si no sientes… lo mismo que yo…—susurró cerca de sus labios. Aún le era raro hablar de sentimientos con alguien más, pero ya había decidido ser completamente sincero con Kuroo—. Contaré hasta tres… y me iré.

Eso no era justo.

—Uno.

Tsukishima se alejó de él y, entonces, sintió frías las partes de su cuerpo donde él había estado. Necesitaba esa calidez de nuevo, de hecho, comenzaba a pensar que no quería dejarla ir.

—Dos.

Apretó los dientes. Kei lo vio un instante ínfimo antes de dar un paso hacia la puerta. Sabía que, si lo dejaba ir, no lo volvería a ver. Que eso significaría el fin definitivo de toda esa especie de aventura en la que ambos se habían involucrado sin siquiera imaginar en lo fuerte que se tornaría más adelante.

Al rubio le costaba demasiado caminar hacia afuera, pues dentro de sí de verdad esperaba que el moreno le pidiera detenerse. Si veía que el interés era tan poco como para ni siquiera darle una respuesta y solo permitir que se marchase, estaba seguro que haría hasta lo imposible para tratar de sacárselo de su cabeza.

Aunque desde ya veía esa batalla casi perdida, no podía siquiera hacerse la idea en ese momento.

Para cuando lo notó, ya estaba frente a la puerta del departamento.

—Tres.

Una mano sujetó su muñeca justo en el segundo que él tomó la perilla de la puerta para irse. El agarre era fuerte, realmente intentado retenerlo.

Rechinó sus dientes ¿Por qué Kuroo se lo hacía tan difícil?

—El tiempo se ha terminado —dijo él, sin darse la vuelta. Pensaba que Kuroo no lo había perdonado y por eso lo dejaba irse. Si era así ¿Por qué le hacía tan dificultoso el solo marcharse y dejar ese asunto terminado?

—Tsukki —lo llamó, tirando un poco de él hasta que pudo verlo a la cara de nuevo—. No te vayas.

El rubio no sabía que decir, solo se mantuvo en silencio, observándolo.

—No me puedes decidir eso en solo tres segundos. Es muy complicado. Dejar ir a la persona que me ha traído loco durante todo este tiempo.

Los ojos del menor se abrieron en total sorpresa.

—Al chico amargado que conocí en un principio, pero que cuando sonríe, parece un ángel —su mano se dirigió a la nuca del estudiante, pudo sentir cómo se erizaba la piel del lugar que rozaba con sus dedos—. A un estudiante que pone en aprietos a un universitario con su propia mente. Alguien que, en teoría, ya debería ser totalmente maduro —susurró entonces, chocando sus frentes para poner tener más cercanía.

Tsukishima entreabrió los labios de la anticipación, podía sentir el vaho del mayor mezclarse con su propio. Era una combinación de cigarrillo con alcohol, pero poco le importó al rubio en ese instante. Mientras, sus manos le hacían ponerse toda su piel de gallina y sus propias manos volvieron a aferrarse a la camiseta del moreno.

—Quiero estar contigo, Kei. No voy a dejarte ir.

Sonrió, al tiempo que entrecerró los ojos, dejando apenas lo necesario para ver cómo Tsukki hacía lo mismo con los suyos. El ambiente que los envolvía de pronto parecía no existir. Ni las preocupaciones de un futuro. Tampoco los riesgos que aceptaban al cometer un acto como ese.

Solo estaba la presencia de cada uno y la calidez que tenían en el pecho con su compañía.

—Es por eso me dolió cuando me dijiste aquello… porque…

Cerró los ojos por completo, solo dejándose llevar.

—También me gustas.

Cuando besó a Tsukishima, sintió que su pecho explotaría de emoción. Cuántas veces había pensado en ese instante y ahora lo tenía ahí. Sus labios, delgados y suaves, eran como un néctar dulce y prohibido. Movió lentamente su boca, sin querer separarse de él. El beso era lento pero necesitado, pudo sentir a Kei colgarse de su cuello y él ladeó el rostro para poder acomodarse mejor.

Era evidente cuánto habían esperado para hacer eso, pues apenas se separaban un segundo para tomar algo de aire y prolongaron durante bastante tiempo aquel beso.

Finalmente, ambos habían caído, sin pensar en las consecuencias.

Y cruzaron una peligrosa línea.


¡Hola de nuevo! Hasta aquí el capi de hoy, como expliqué arriba, las actualizaciones volverán a la normalidad debido a que ya estoy de vacaciones. De esta forma reitero en que no dejaré el fic, me he encariñado mucho con este y las lectoras que he conocido por él.

También quiero agradecerles a ellas, pues sin duda los reviews son una motivación enorme para seguir con la historia. Los leo siempre y, aunque sé que no los he respondido todos por cuestiones de tiempo, desde ahora lo haré con todos y los que me faltan. Gracias por seguir mi fic, nuevamente, espero no haberlas defraudado.

Y yeeeey, finalmente se besaron jaja :'D llevaba tanto tiempo como ustedes esperando este momento, solo que no hallaba el momento ¡Pero ya llegó!

Pero… como saben, una relación así, traerá consecuencias… No siempre buenas, por desgracia *sighs*

El BokuAka también hizo aparición, ya verán que en el siguiente capi se dará un giro importante con ellos también. Recuerden que Bokuto es un búho atolondrado que todas amamos y no es de los que se dan por vencidos x3

Nos vemos el siguiente domingo.

Un besote.

Annlu Namikaze.