El trofeo

Capítulo 10: Sin piedad

Flash back

"Te amo"

Milo contuvo un suspiro al escucharlo, no la estaba tomando por sorpresa, se lo veía venir desde hacía meses, solo era cuestión de tiempo antes de que Kanon lo dijera, y se sentía tan mal como imaginó que sería.

"Te amo Milo" Insistió el gemelo. Estaban solos a los alrededores del santuario, habían salido, junto con otros soldados, a evaluar el daño ocasionado por el último ataque, y entre cadáveres, sangre y lamentos… Kanon pensó que era un buen momento para soltar esa confesión que lo estaba ahogando, ahí, en medio de tanta muerte, impulsado por el pensamiento de que no sabía cuánto tiempo tendría para hacerlo, sofocado por tanta tragedia, caos.

Milo le dada la espalda, su armadura dorada estaba sucia por los dos jóvenes que había ayudado a trasladar a la fuente y en esos momentos se dedicaba a mirar los cuerpos mutilados con desasosiego, los demás caballeros tardarían en regresar, los enfermos y heridos eran prioridad sobre los muertos… y eran menor cantidad, esperaba que hubiera tiempo de darles una apropiada sepultura antes de que la carroña llegara, Shura había sugerido solo quemarlos… pero en el santuario hacía demasiado años que no se practicaban esos métodos antiguos, Milo creía que merecían una tumba… aún que no les quedara nadie que los honrara siquiera.

Fue ese momento, verla de perfil, abatida, con sus ojos llenos de tantos sentimientos y desesperación, lo que impulsó a Kanon, lo que lo hizo dar un paso al frente y abrirle su corazón, había más que una confesión ahí, existía una necesidad, la necesidad de cuidarla, de tener el derecho de hacerlo, no contener los tremendo deseos que sentía de abrazarla.

"Kanon…" La manera en que Milo arrastró su nombre lo dijo todo, pero él ya esperaba ese tipo de respuesta, él sabía muy bien a quien pertenecía el corazón de la amazona, que ella no quería ni pensar en una relación, pero no necesitaba tanto…

"Sé que no sientes lo mismo" La ayudó, acortando el espacio entre ambos, Por la marcada diferencia de estatura Milo tuvo que levantar la mirada para seguir viéndolo a los ojos "Pero si solo me dejarás…."

"Kanon, por favor…"

"Déjame estar contigo"

La joven no hacia ningún movimiento, pero cuando el mayor intentó besarla retrocedió un paso, no estaba dispuesta a dejar que nadie la tocara con ese tipo de intenciones, no tenían lugar en su vida, ni siquiera con Kanon.

El gemelo se mostró apesadumbrado por el claro rechazo, y aguardó en silencio a que Milo dijera alguna palabra, saber si estaba incómoda, o enojada, solo se mantenía mirando a otro lado, con sus brazos cruzados, como queriendo mantener sus cuerpos aún más alejados.

Y por unos instantes el silencio los invadió otra vez, Kanon no sabía qué hacer, y Milo no parecía estar por dar el primer paso, el mayor sabía que no tendrían mucho más tiempo a solas, en instantes alguien se acercaría a la escena para recibir órdenes.

"Di algo al menos…" Le imploró, en su mente no había imagino un escenario en el que Milo se arrojara a sus brazos… pero nunca imaginó que podría ni siquiera hablarle.

La escuchó suspirar, y cuando esas turquesas se regresaron a verlo pudo notar toda la angustia que le estaba provocando, el caos que había dentro de la joven que amaba, y que cuando ella habló batallaba para que su voz no se quebrara.

"¿También te iras?"

La pregunta, dicha con un tono de reclamo, lo dejó a él sin palabras, y Milo tuvo que ser más específica.

"Si te digo que no, te iras ¿Verdad? También vas a dejarme"

El corazón de Kanon experimentó una nueva opresión, y sin dudarlo volvió a acercarse para tomarla por los hombros con fuerza, obligándola a enfrentarlo.

"Yo jamás voy a dejarte, ¿Me escuchas? Yo, Kanon de Géminis" Citó intencionalmente el rango que ella le profiriera al extenderle su perdón durante la guerra contra Hades "Jamás voy a abandonarte, mi vida está en tus manos Milo… una vez más"

La amazona liberó un suspiro y dirigió su mirada a un punto alejado en el suelo, incapaz de soportar la intensidad de esos ojos esmeralda. Un asentimiento fue todo lo que pudo ofrecerle, aún que su mente no dejó de profesar el mismo reclamo silencioso a los dioses "¿Por qué no pudo ser él? ¿Por qué le enviaron a Saga?

End Flash Back

Saga regresaba intranquilo, había muchas cosas que tenía que hablar con Milo y tenía todo el día por delante, pero los recientes acontecimientos lo llevaban a pensar que no sería buena idea esperar a la noche, en el santuario era difícil mantener un secreto, si Milo no estaba al tanto de todo lo que estaba pasando era porque no había salido de su cuarto en mucho tiempo… lamentablemente esa realidad acababa de cambiar, y era mejor que supiera todo de él y no de algún guardia suelto de lengua.

Pero todo plan que preparara se desbarató cuando escuchó el escándalo proveniente de uno de los edificios… el mismo comedor de los soldados.

Apresuró el paso para llegar, viendo que no era el único atraído por el ruido, ya varios curiosos se estaban agolpando en las puertas y por un momento pensó que se encontraría con una pelea de índole personal salida de control, no sería la primera de la semana, las personas tenían poca paciencia desde el apocalipsis.

No tuvo reparos en abrirse el paso empujando a los intrusos y antes de que pudiera ver algo reconoció la voz alterada de Milo, seguida por un rugido de Aristo.

"¡Le he dicho que se retire!"

Saga quedó verdaderamente confundido, frente a él estaban los sirvientes del santuario, todos amontonados en un rincón, algunas de las doncellas temblaban y lloraban, Aristo y Milo discutían, mientras Orfeo de Lyra hacía varios intentos de tomarla del brazo, parado detrás de ellas.

"¡Tócame y te mueres!" Esa amenaza había sido para el músico que no dejaba de insistir con cautela, y al voltearse a ver hacia atrás su expresión iracunda cambió a una de ansiedad por dar con la presencia del guardián del rayo.

"¡Saga!"

"¿Qué está pasando?" Inquirió observando con detalle todo, buscándole algún sentido, hacia un rato los dos estaban desayunando pacíficamente y ahora parecían a punto de matarse frente a la servidumbre que los veía horrorizados.

"¡Aristo se volvió loco!" Lo señaló como si estuviera acusando a uno de sus compañeros de entrenamiento con su maestro.

Saga observó al rubio y éste se agitó el cabello con gesto exasperado.

"¿Por qué….?"

"¡No es verdad, excelencia, no es verdad!" Lloró desconsolada una de las mujeres, la más anciana, abrazada a un muchacho que parecía ser su hijo.

"Señorita Milo, por última vez, necesito que se retire" Pronunció con el poco autocontrol que le quedaba "Saga y yo podemos encargarnos de esto"

"¡No me voy a ir a ninguna parte!"

"¡¿Podría alguien aquí explicarme lo que pasa?! ¿Acaso se terminó la leche o qué?"

Saga eligió las peores palabras, la mueca en cara de Aristo lo dijo todo al igual que la repentina incomodidad de Milo.

"Sí, se les terminó la sin veneno quizás"

El ex geminiano tardó en procesar esas palabras, pero los otros dos no tuvieron problemas en seguir sin él.

"¡No fueron ellos! No puedes hacer esas acusaciones a la ligera"

"¡Señorita! ¡Aún si no envenenaron su comida son los responsables! ¡Es su responsabilidad que llegue en condiciones a su mesa! No tienen cómo eludirlo"

Saga quedó verdaderamente en shock al escuchar las últimas declaraciones que dejaban bien el claro cuál era el problema.

"¡¿Trataron de envenenar a Milo?!"

Ese reclamo ya no fue hacia su compañero de misión, lo gritó directo a los acusados que no hacían más que retorcerse en un rincón como animalitos asustados, y tras oírlo varios volvieron a llorar y asegurar que no sabían de lo que les estaban hablando.

"¡De no haber sido por el estúpido gato ella sería la que estaría retorciéndose en el suelo como contorsionista!"

Milo avanzó para colocarse en frente del grupo de sirvientes, ella no podía creer aquello, pese a que lo vio, ninguna de esas personas tenía motivos para tratar de matarla, quería pensar que ni siquiera las nuevas… ellas no la conocían siquiera, nada de eso parecía tener sentido, le era más sencillo pensar que el animal murió de alguna causa previa… que alguien lo envenenó antes de que ella pudiera verlo… todo eso tenía que ser un error.

"Esto es una locura"

"Por última vez señorita… retírese, no me obligue…"

"¿A qué?" Milo dio un paso al frente encarándolo, Saga pudo notar la contrariedad en los ojos de su colega y sintió empatía, no era fácil lidiar con ella cuando se ponía en ese plan "¿Vas a obligarme? Tendrían que juntarte en pala si te atrevieras a tocarme"

"¡Suficiente!"

Ambos voltearon a verlo.

"Milo, Aristo tiene razón, no tienes nada que hacer aquí"

"¡Sí tengo! Si no lo hubiera seguido éste lunático los habría matado a todos ¡Para eso los reunió aquí! ¡Quiere colgarlos en el coliseo como advertencia a los demás!"

Saga no quiso romperle el corazón afirmando que él mismo estaba considerando esa posibilidad, pero Milo supo interpretar su silencio y quedó atónica.

"¡No puedo creerlo! ¿Tú también?"

No debió expresarlo en voz alta, eso solo ocasionó otro coro de ruegos y lamentos.

"¡A callar!" Fue el turno de gritar para el patriarca, observó al grupo, luego tanto a Milo como Aristo, las miradas estaban sobre él, todo el peso de la situación sobre sus hombros y no era agradable… tenía deseos de despedazarlos, no podía asimilar que Milo hubiera corrido peligro aún dentro de su propio templo, que el ataque fuera de alguien de adentro, pero sabía que ella no se lo perdonaría, no si no ofrecía alguna alternativa.

Tomando un poco de aire se concentró exclusivamente en los sirvientes, paseando sus ojos sobre todos y cada uno de ellos, los veintiuno, solo veía rostros asustados, personas que se sabían prontas a morir, no sintió pena, aborrecía a los cobardes, pero supo que sería difícil conseguir una confesión.

"Solo me interesa una persona, la que lo hizo, si la entregan los dejaré vivir"

Aristo se movió hacía él preparándose para protestar, pero cayó cuando Saga levantó su mano deteniéndolo, dudó pero acabó regresando a su sitio con la mandíbula tensa de la ira, Milo solo observaba todo en silencio.

"Si callan piensen que todos morirán hoy, quien lo haya hecho no se salvará, solo condenará a más"

Saga sabía que no habría confesión, si alguien estaba tan demente para llegar tan lejos como tratar de matar a su líder no lo confesaría para salvar a otros, callaría con la ridícula esperanza de poder salvarse a último momento, peor si alguno de ellos, provenientes del exterior, tenía algún vínculo con sus enemigos… si logró infiltrarse con el plan de lastimar a Milo seguiría siendo leal a su causa.

Por eso todos quedaron anonadados cuando una jovencita dio un paso al frente llorando, escondía su rostro tras una mano, la otra estaba ocupada abrazándose a su cintura, Constanza… una de las pocas que era originaria del santurio ateniense.

"¡Fui yo!" Confesó sin ser capaz de mirar a ninguno a la cara, tan ahogada en llanto que fue difícil entender sus palabras.

Milo y Saga se miraron, si bien no la trataban de manera personal… la conocían y era difícil de asimilar.

"¿Por qué?" Fue Milo la que habló, y su voz solo consiguió que la joven llorara con más fuerza, su llanto era desagradable y la estaba dejando sin aire.

"Constanza ¿Por qué?" Insistió.

"¡Perdóneme!" Cayó de rodillas llena de vergüenza "¡Por favor!" gritaba angustiada.

"¡Trataste de matar a tu señora!" Rugió furioso Aristo acercándose a ella, pero Milo lo tomó del brazo para que conservara la distancia, ella necesitaba saberlo, necesitaba saber el porqué.

"¡Yo no quería que muriera! ¡Lo juro! No sé por qué lo hice…estaba… estaba limpiando el depósito y lo vi… veneno para ratas" Otro gemido de dolor salió de su boca "¡Lo traje para la cocina, por las plagas! ¡No sé por qué lo puse en su leche! ¡No lo sé! ¡Perdóneme por favor!"

Milo se sintió palidecer, y el estómago de Saga se contrajo ante esa confesión 'Veneno para ratas' había tratado de matar a Milo… como si fuera una sucia y asquerosa rata, hacía demasiado tiempo que no sentía tanta ira.

"Orfeo… llévate mi mujer de regreso al templo principal"

"¿Qué vas a hacer?" Quiso saber ella, con algo de temor, el estado de Saga no la dejaba tranquila, lucía aún más perturbado que Aristo cuando entro a ese lugar.

"Vete Milo"

La joven observó el cuadro completo impresionada aún, incapaz de comprender nada, pero aceptó obedecer en esa ocasión, lo que fuera a pasar ya no quería estar presente y no tenía palabras para defender a esa mujer.

Se evitó la vergüenza de ser arrastrada por Orfeo y salió por su cuenta, necesitaba aire con urgencia, el caballero de plata la siguió de cerca, quiso echarlo pero no estaba con ánimos de pelear ya con nadie, necesitaba estar sola, claro que eso último se veía difícil.

Llegó al templo principal y no se sorprendió cuando el caballero de plata la siguió al interior, Saga había dicho que quería que tuviera custodio, y parecía que Orfeo cubriría ese puesto hasta que Aristo se desocupara.

Milo tomó asiento en uno de los sillones de la sala previa a su alcoba y al notar que su compañero no hacía lo mismo se lo indicó con la mano, le exasperaba que la mirara así desde arriba.

"Que locura" Murmuró ella. No recibió respuesta, solo permanecieron en silencio un largo rato, pero ella ya sabía que el músico era así, de muy pocas palabras, y no le diría nada a menos que le preguntara, recién cuando se pudo calmar decidió hacerlo. "Orfeo, ¿Qué pasó con el atentado?"

El santo la miró confundido.

"Se lo mismo que usted mi señora… fue una de las criadas…"

A Milo le avergonzó tener que aclararlo.

"Me refiero… al otro atentado"

Su compañero pareció dudar antes de contestar y Milo no necesitó leerle la mente para saber que Saga ya lo había coartado para que se callara.

"Te debes a mí antes que a él" Sabía que era injusta al ponerlo en esa situación pero no soportaba un minuto más de silencios.

"Fueron Shura de Capricornio y Camus de Acuario"

Milo ya sabía eso, pero ahora estaba al tanto de que Saga también, aunque curiosamente había omitido mencionarlo aún o reclamarle al respecto siendo que eran sus aliados.

"¿Y qué pasó con ellos? ¿Están bien?"

Orfeo nuevamente parecía no comprender la situación.

"Excelencia… ellos… trataron de matarla"

La amazona quedó muy descolocada por esa observación, hubiera esperado que él estuviera igual de preocupado.

"No, trataron de matar a Saga" Corrigió.

"Es igual"

Esa respuesta simplemente la escandalizó… ¿Ese era el mismo Orfeo que casi murió durante la toma del santuario? ¿Ahora era también leal a Saga, a Hera? Le costó asimilarlo, pero sacudió la cabeza decidiendo que la lealtad de sus compañeros era lo de menos, ella misma había cambiado de bando, Camus seguía siendo su prioridad.

"Dime de una vez, ¿Qué pasó?"

"Escaparon" La tranquilizó Orfeo "Lucharon contra Aristo, es lo que sé, debieron tener a más hombres con ellos porque alguien los ayudó a desaparecer, para cuando llegamos… ya no estaban"

Milo suspiró, Camus estaba bien, Shura también, eran buenas noticias, el problema en ese momento era Saga, ahora tenía confirmado que él los vio, supo que trataron de atacarlo, eso no se iba a quedar así, lo sabía.

"¿Seguro que es buena idea?"

"Fue tú idea"

"Por eso, es algo que yo haría… no tú"

Saga se permitió sonreír con cierta ironía, aún sentado en las gradas, a dónde lo acababa de encontrar Aristo, ya estaba anocheciendo.

"No me conoces ni un poco"

El rubio descendió un escalón para tomar asiento a su lado.

"No estaría tan seguro de ello"

Saga recargó su mentón en las manos que tenía entrelazadas y lo miró en espera de lo que diría.

"Estás aquí porque sabes que ella no va a dirigirte la palabra"

El guardián del rayo le regaló un asentimiento poco entusiasta.

"Eso significa que la empiezas a conocer a ella, no a mi" Suspiró "Lo cual no es un verdadero reto… Milo es muy transparente"

Aristo sonrió

"Eso no es verdad, esa mujer es todo un misterio, es imposible saber lo que esconde en esas turquesas, solo sé que quiere matarme, osea… lo usual"

Saga no estuvo del todo de acuerdo, decir que Milo era un libro abierto le parecía una exageración, podía reconocerlo, pero de ahí a que fuera imposible de leer… a él le bastaba mirarla fijamente para saber lo que había en sus ojos, todo lo que le quería decir y callaba.

"Te lo facilitaré, está preocupada por sus amiguitos, los que casi la matan, no me extrañaría que ya hubiera interrogado a Lyra"

Aristo arqueo una ceja.

"Y aun así lo mandaste con ella"

"Tenía otras prioridades" Se encogió de hombros.

"Muy bien, supongamos que es así, ¿Y ni un poco asustada por que la trataron de matar hoy?"

"No" Afirmó con seguridad "Se necesita más que eso para asustar a Milo, me sorprende que tenga tiempo de pensar en ella con todo el tiempo que gasta en pensar en los demás"

Si Saga hubiera volteado habría alcanzado a ver la sonrisa gatuna que se dibujó en la cara de su obligado compañero.

"En especial en ti, ¿No?" Creyó haberlo acorralado.

"Sí" Contestó sin emoción.

El rubio negó con la cabeza, guardando sus pensamientos unos instantes, pero no pudo callarlos mucho.

"Eso es lo único que se de esa mujer Saga, que por algún motivo que no logro entender… está loca por ti"

"Ya lo sé"

La poca reacción ante sus palabras terminó de descolocar a Aristo.

"¿Es todo lo que dirás?"

"Diles que escriban esas letras más grandes, debe poder leerse bien" Ordenó poniéndose de pie para comenzar a alejarse.

Saga sintió la mirada de Aristo sobre su espalda, pero no tenía tiempo para él y sus interrogatorios, había llevado a cabo muchos esa tarde, y se quedó con mucho para meditar también.

'Ella nos entregó ¡Se vendió a Hera! ¡Merecía morir! Por traidora'

Era una suerte que Milo saliera antes de que Constanza empezara a depurar todo ese veneno, y antes de que él la torturara hasta hacerla hablar.

Igual había algo en todo eso que le inquietaba, Constanza le recordó a la niña en el santuario de Hera, no podía unir ambos casos, pero no dejaba de ver similitudes, algo estaba pasando debajo de sus narices y no lograba verlo… debía ser más meticuloso, no era buen momento para pensar en nada más.

Un ruido lo alertó y volteó sobre sus talones, solo para encontrarse con que el pavo de Milo lo estaba siguiendo otra vez, ese maldito animal conseguía incomodarlo, pocas veces volteaba y él no estaba cerca, si no fuera por Hera ya lo habría invitado a visitar las cacerolas, había un perro en el santuario, empezaba a pensar en llevárselo a Milo para que se olvidara de esa cosa.

Decidió ignorarlo como siempre y seguir el ascenso a las doce casas, por mucho que quisiera postergarlo… dudaba que Milo no hubiera visto ya el cadáver de Constanza colgando de un largo poste del coliseo con el letrero 'Sin piedad para los traidores'

Finalmente Milo había accedido a permitir que Orfeo tocara para ella, el hombre prácticamente no hablaba y ella empezaba a aburrirse de esperar a Saga, ni siquiera estaba segura de que el muy cobarde diera la cara, hasta Aristo se había llegado a verla y tolerado la catarata de insultos que le dedicó por su conducta de la mañana, para su gran frustración no pareció muy afectado, solo le deseo las buenas noches y recordó a Orfeo que debía probar la comida de ella antes de dársela.

Milo no entendía a ese tipo, aunque empezaba a sentir respeto por su paciencia, en el fondo sabía que se había excedido con él y desquitado de todo lo que tenía ganas de decirle a Saga desde hacía días, de toda la frustración que le producía ser una prisionera en su hogar, haber perdido todas sus libertades de la noche a la mañana, no acababa de asimilar todo lo que había pasado… y todo lo que pasaría.

Cuando fue de noche supuso que Saga ya no se presentaría, por lo que salió a uno de los balcones a tomar aire y alejarse un poco de Orfeo… se arrepintió de inmediato al ver el nuevo estandarte del santuario.

'Esos estúpidos' Pensó indignada, aún a la distancia podía divisar eso que colgaba, no podía ser otra que Constanza… habían seguido con el plan de Aristo, de repente pensaba que se quedó corta con lo que le gritó momentos atrás.

Se cubrió el rostro tratando de calmarse y pensar razonablemente, todo eso le chocaba porque ella era un civil, no una guerrera… y por que aún no podía aceptarlo, era la primera vez que escuchaba que trataban de envenenar a un santo dorado… ¡O al patriarca! Lo que fuera ella para los demás, parecía absurdo, pero pasó.

No, no podía culparlos a ellos, Aristo y Saga estaban haciendo lo correcto, por macabro que pareciera… al menos le habían perdonado la vida a los demás criados. No dejaba de agradecer que Adara no perteneciera a la cocina del santuario, no hubiera querido verla ahí dentro esa mañana, por suerte ella estaba en otro cuarto jugando con el pequeño Calvin, al que con toda esa conmoción no había podido ver aún.

Ese último pensamiento la perturbó, él era su responsabilidad, su prioridad… y lo tenía muy descuidado a causa de su accidente. Tras considerarlo un poco se convenció de que no haría ningún mal si lo buscaba, al fin y al cabo estaba dentro del mismo recinto.

Al verla en la sala de nuevo Orfeo se puso de pie.

"¿Santidad?"

"Tranquilo, solo voy a otra habitación"

"Pero el patriarca…"

Milo sacudió una mano despidiendo sus palabras, las que no le interesaban, mañana comenzaría de nuevo con el plan de ser obediente a Saga, esa noche no estaba de humor para ser complaciente, solo quería ver a Calvin, quizás acostarlo con ella, si su querido esposo no iba a dar la cara no podría reclamarle eso.

Llegó a las habitaciones que estaban mas apartadas, y el llanto de Calvin la alertó, él no era un bebé ruidoso, no cuando se le estaba atendiendo.

"¿Adala?" Milo empujó la puerta, entrando a un cuarto pequeño, pobremente iluminado, y dio un respingo cuando vio a la joven en el suelo, pero esa distracción permitió que alguien la tomara por atrás, cubriéndole la boca.

Habría tratado de soltarse de no ser porque ella conocía demasiado bien esas manos heladas… esa acento.

"Milo"

"Camus…" Todo su cuerpo se aflojó, y cuando él la soltó volteo a verlo desesperada "¡Camus!"

Él le regaló una mueca que simulaba ser una sonrisa a antes de que lo abrazara con fuerza, siendo ella la que acabara gimiendo al recordar sus propias heridas.

El gesto de dolor que hizo incomodó a su amigo, que le puso una mano en el hombro.

"¿Milo?" En sus ojos podía ver la culpa que esta sintiendo, la que abatió a la joven.

"Estoy bien, tranquilo"

"Yo… no quería…"

"Lo sé" Le tomó del rostro y le sonrió, ella no estaba buscando una disculpa ni la quería "Que bueno que estés bien"

"Me preocupas mas tú" Acarició la mano que la chica puso en su mejilla, antes de apretarla "¿Qué te han hecho? Los vi juntos… ¿Acaso él…?"

"Nada, te lo juro, no me han hecho nada, estoy bien"

El llantón insistente del infante distrajo a ambos que miraron hacia su cuna, y tras otro intercambio de miradas Milo se adelantó, seguida muy cerca de Camus, para ir a ver al niño.

"¿Qué le hiciste a Adala?" Lo interrogó mientras estiraba los brazos para alzar al pequeño.

"Solo esta inconsciente" Respondió despreocupado, con sus ojos fijos en el niño que Milo comenzaba a acunar.

"Eso era innecesario" Lo miró con reproche.

"Aquí dentro ya no se sabe en quién confiar"

Milo hizo una mueca pero no supo que decir, Camus no esperó mucho, de inmediato observó a su alrededor.

"¿Quieres cargarlo…?" Se lo ofreció.

El francés negó de inmediato.

"Camus, es tu hijo"

"No tenemos tiempo ahora Milo, Shura espera afuera" La tomó por los hombros.

"Pero… Camus…"

"Tranquila, vamos a sacarte de aquí, pronto estarás libre"

Milo quedó en shock, por tercera vez ese día, sin palabras, no sabía qué responder, pero tampoco tuvo tiempo de hacerlo, la puerta por la que había entrado fue forzada en ese instante dejando ver a Saga y Aristo.

"Qué grosería, ¿Te vas sin saludar, Camus?"

Hasta aquí

Y otra mega disculpa, pero bueno, poquito a poquito vamos avanzando con esto XD y sigo pie en mi promesa, de que lo voy a terminar.

Preguntas esta vez las dejo a los review, porque me imagino que habrá algunas.

Review anónimos:

Aye: Gracias XD y sí, tenían que interrumpir porque la autora (lease yo) quería retardar la charla de Milo y Saga un poco más XD ya que es el meollo del asunto muajajaja.

Y solo resta decir ¡Feliz fin de semana! Y buen comienzo de semana!

Háganme saber si siguen leyendo así no me deprimo (Inserte chantaje emocional aquí)