El trofeo
Pareja: Saga x Milo
Advertencias: De momento ninguna
Renuncia: Saint Seiya no me pertenece, si lo hiciera se llamaría Saint Milo XD
Aclaraciones: Mundo post apocalíptico. En éste fic Milo también es versión mujer, pero no la pelirroja, simplemente es versión mujer del original.
Sinopsis: Athena ha muerto. La tierra se encuentra en ruinas, los pocos santos sobrevivientes dispersos, Camus de Acuario dirigiendo el último escuadrón ateniense y Saga ha cambiado de bando, Milo de Escorpio ha quedado para resguardar el santuario de las fuerzas enemigas, cargándose los suficientes para que otros dioses consideren su posesión un trofeo de guerra.
Capítulo 1: Cambio de mando
Athena había prohibido el uso de armas, a menos que el santo de Libra lo autorizara, pero tanto ella como el anciano Dohko estaban muertos, no tenía sentido respetar esa regla.
Eso pensaba Milo mientras repartía Arcos y flechas, lanzas, cadenas y demás artefactos que quedaran resguardados, como viejas reliquias, en los templos dorados.
Con solo diez santos de Bronce a su cargo, tres amazonas, un santo de plata, y unos cientos de aprendices y soldados, Milo, única de rango dorado ahí, veía la toma del santuario inminente.
Más si quien guiaba a la horda de invasores no era otro que el mismo Saga, ex caballero de Géminis.
Habían peleado duro, perdido a muchos, resistido con valentía diez invasiones externas cuando no estaban en condiciones de soportar una sola, pero todo estaba llegando a su final, ellos tenían esperanza, pero eran realistas, ya ni contaban con las oraciones de su diosa.
Milo de Escorpio, que observaba el ejercito que se aproximaba por las montañas, sintió aprensión, odiaba enviar a sus hombres a una misión suicida, no tenían una diosa que proteger, solo estaban cuidando un templo vació, sus convicciones, por lo que habían jurado, y todo lo que conocían como hogar.
La tierra no era más que un basurero, por el que revivir les hizo desear a todos volver a la muerte, el último gran conflicto se libró en ella, Apolo y Artemisa se enfrentaron a Athena y los tres perecieron, el cielo mismo era recordatorio de esa guerra, que se había teñido de luto, la oscuridad los cubría todo el día, una tenue luz alumbraba, regalándoles días grises, producida por algún dios que buscaba mayor visibilidad para sus hombres que se movían en combate.
La ciudades estaban desiertas, despobladas, pequeñas comunidades nómade viajaban en busca de recursos, otras se estaban estableciendo en lugares nunca antes habitados, nada quedaba de los asombrosos edificios de antaño, las calles asfaltadas, modernos vehículos, la humanidad había dado un salto en el tiempo, pero hacia atrás, contaba con los mismos recursos de hace siglos con las enfermedades de la actualidad, lo que la estaba orillando a una posible extinción.
Milo giró sobre sus talones, y ahí estaban ellos, a sus espaldas, mirándola con expectativa, entendía en esos momentos la dura carga que había llevado Athena en el pasado, siendo el faro de esperanza para tantos, así se sentía en esos momentos, cuando todo recaía sobre su espalda, todos se apoyaban en ella como único pilar, y ella… no tenía de quien sostenerse.
Shaina de Ofiuco, Marin de Aquila, June de Camaleón, Orfeo de Lyra, Jabu de Unicornio, Shun de Andrómeda, eran solo algunos de los nombres de quienes la seguían, quienes le habían jurado lealtad cuando en medio de la peor crisis del santuario, y de la humanidad, ella tomara las riendas del ejército, la única de rango dorado que permaneció en el santuario en vez de dispersarse por el mundo, combatiendo con soldados de otros dioses que buscaban ganar terreno.
Los santos dorados nunca fueron buenos poniéndose de acuerdo, pero en esa ocasión se habían lucido, con Athena muerta todos se separaron, a su mayoría ya se los daba por muertos, mientras que otros se desconocía su paradero, Shura de Capricornio y Camus de Acuario estaban combatiendo lejos de Grecia mientras buscaban reunir a jóvenes con gran presencia de cosmos, esperanzados de formar una nueva generación, de que Athena volvería a ellos de alguna manera y tendrían un santuario funcionando para recibirla.
Ninguno de ellos entendía que para cuando lograran su cometido ya no quedaría nada que salvar, lo que quedaba de la orden estaba a punto de caer frente a la última invasión, lo último que esperaban tener que enfrentar, el más poderoso de la orden, quien fue el modelo a seguir de muchos y lideró el santuario durante trece años, estaba de regreso, pero para acabar de destruirlo.
Milo solo le pedía una cosa a su diosa, si es que no podía retornar, que le concediera ser quien tomara la cabeza de Saga de Géminis.
La primer línea de defensa ya había caído, no se trataba de los soldados rasos o aprendices, Milo no manejaba al ejército que quedaba como piezas de ajedrez, no enviaría a luchar a quienes no tenían oportunidad contra la superioridad de los invasores, ellos serían el último grupo de oposición. Marin de Aquila estaba muerta, y por lo que acontecía a la distancia, Orfeo de Lyra sería el próximo en caer.
Milo tomó el arco y flecha de Aioros de Sagitario, lo único que quedaba de ese guardián era la armadura, y se preparó para atacar, ya tenía a su blanco, Saga de Géminis, así se había deshecho de varios intrusos más, como patriarca no podía ni debía abandonar su puesto, si caía lo que quedaba de la orden lo haría con ella, sus propios hombres se lo rogaban, que no saliera al campo de batalla, la necesitaban con vida, habían puesto en palabras ese asunto cuando tras la primer invasión, en un descuido, alguien la atacó por la espalda, provocándole una herida que pudo ser mortal, el terror se apoderó de lso atenienses, que vengaron con gran valor a su líder, velaron por su recuperación, y luego le impusieron esa orden, 'No vuelvas a combatir, no sea que contigo se apague la luz de esperanza del santuario'
Sensible a sus temores, ella había obedecido, nuevamente entendiendo todas las dificultades y frustraciones de las que fue presa Athena en el pasado, pero encontró otras maneras de intervenir.
Como buen atalaya, desde la cima, podía proteger, gracias a la herencia de sagitario, el santuario con sus flechas doradas. Dueña de una puntería prodigiosa, de la manera que antes sus agujas daban en el blanco, así lo hacían las flechas, que tomaban por sorpresa a los que arremetían contra el santuario.
No era del todo justo, pero los que los atacaban no tenían ningún parámetro moral, estaban limpiándolos cual maleza, tratando de desaparecerlos para sembrar algo nuevo, ya no se trataba de su orgullo como santos, sino de sobrevivir, del derecho que tenían a existir, en un enfrentamiento de ese tipo ya no había reglas.
Por eso cuando Saga de Géminis apareció en escena no lo dudó y apuntó directo a su cabeza, buscando su punto ciego, matarlo no detendría esa guerra, pero les regalaría una victoria momentánea… hasta la próxima invasión.
Tensó la cuerda, recargándola en uno de sus labios, tratando de ni siquiera respirar, apuntó y espero el momento apropiado, cuando él estuvo quieto y sin casco, y soltó la flecha dorada… Pero falló.
Nunca antes había fallado, pero lo vio en esos momentos, la flecha solo sacudió el cabello de Saga y llamó su atención, ahora él la estaba mirando a la distancia, esos ojos esmeralda que marcaron su infancia y en esos instantes sacudieron todo su ser.
Alterada regresó al interior del templo principal, consciente de que descubierta esa artimaña Saga no se dejaría atrapar por ella, no podía usarse el mismo truco dos veces contra un Santo de Athena, menos si éste era Saga.
Miró a quienes la esperaban ansiosos y tuvo la certeza que era hora de dar la orden que más temía, la que no sería bien recibida, pero no estando Athena en ese recinto ella no consentiría que se derramara más sangre en vano, Camus y Shura la odiarían por tomar una decisión así, pero ellos no estaban ahí, si lo estuvieran tendrían una oportunidad de sobrevivir al menos, pero no, estaban obsesionados con la generación futura mientras lo que quedaba de la propia se caía a pedazos, pero ellos no pelearían por sobras.
"¿Milo?" Shun de Andrómeda se aproximó a ella, con expresión interrogante.
"Debemos rendirnos"
Las exclamaciones no tardaron en escucharse en el gran salón, no eran de ira, más bien dolor, ella estaba poniendo en palabras lo que todos ya sabían únicamente.
"No vienen por ustedes, vienen por mí, si me entrego quizás les dejen vivir"
Nuevamente las voces se superpusieron entre ellas, y varios trataron de hacerse oír, entre ellos Jabu de unicornio, también de Escorpio.
"En ese caso haremos tiempo, puede huir y reunirse con el Señor Camus"
Lo decían como si fuera algo sencillo, Milo no tenía a menor idea de donde empezar siquiera a buscar a su mejor amigo, si así fuera habría enviado por él cuando todo se salió de control.
"¡No voy a dejarlos!" La voz de la patriarca se escuchó por sobre los demás, fuerte y autoritaria "¡Y no los he guiado para llevarlos conmigo al Hades! Sí mi vida sirve para que puedan seguir adelante me daré por satisfecha, ustedes son el futuro de éste santuario"
Ante ella estaba el grupo de jóvenes que había estado preparando el último tiempo, ninguno superaba los doce años, valientes y decididos, pero no eran más que niños, completamente carentes de experiencia, al menos intentaría preservar sus vidas.
Los reclamos no cesaron, incluso rodaron varias lágrimas, pero Milo impuso su autoridad, la misma que ellos le habían dado, más que liderarlos ella prometió protegerlos y eso iba a hacer.
Las doce casas fueron invadidas por completo, atravesadas como si solo una ruta de viaje se tratara, no había guardianes que las resguardaran, Orfeo de Lyra estaba fuera de combate, aunque seguía con vida, Shaina y June habían sido capturadas, el resto no era amenaza para los guerreros acorazados que los atacaban.
En cuestión de minutos las grandes puertas del templo principal fueron abiertas, y todos voltearon a ver como Saga ingresaba, envestido en su armadura negra, más ceñida que la de Géminis, pero también con grandes hombreras, en el pecho tenía un cristal redondo, que sobresalía, y en el interior del mismo resplandecía una luz, como si relámpagos estallaran dentro del mismo. También tenía un cinturón, de él pendía una espada en su funda, pero lo más curioso era su espalda, había unas alas, oscuras también, pero cuando la luz las tocaba se veían cientos de colores en ellas
Un gran silencio se generó en el salón y un duelo de miradas fue establecido entre ambos líderes, Milo tenía muchas cosas que escupirle en la cara a quien consideraba un traidor del peor tipo, pero sabía que no estaba en condiciones de hablar libremente, necesitaba la buena voluntad de Saga, era un hombre calculador y práctico, sabía que podía llegar a negociar con él, por eso se arriesgaba a dar un alto al fuego, no vería morir a los niños que llevaba cinco años formando para caballeros, si el precio era su honor lo pagaría.
"Saga de Géminis" Le saludó avanzando entre la multitud hacia él, pese a ocupar el puesto como patriarca vestía su armadura de Escorpio.
"Solo Saga, por favor" Aclaró él, acercándose también, mientras la observaba detenidamente. No se habían visto desde que él dejara el santuario al ver morir a Athena, pero tampoco se habían tratado de manera directa desde que ella era una niña. "Se acabó el juego Milo, es hora de que te rindas"
Por mucho que le enfureciera escucharlo, ella ya sabía eso, había ganado varias batallas, pero la guerra estaba perdida.
"Soy consciente de la situación" Se detuvo a solo un metro de distancia, sosteniéndole aún la mirada, desafiante "Pero tengo una petición"
"No estas en condición de hacer peticiones, pero te escucho" Él también estaba molesto, hubiera preferido no tener que llegar a esos extremos, hacía ya un año que se le había exigido entregar el santuario, no solo se negó con necedad, sino que llevó a los santos restantes a incontables enfrentamientos contra las nuevas fuerzas que buscaban restablecer el orden, se hubieran ahorrado muchas vidas si tanto Milo como los demás dorados hubieran dejado su orgullo ateniense a un lado, él mismo no se habría tenido que manchar las manos con sangre hermana de ser así.
"Haré lo que me pidas, pero preserva la vida de mis hombres, si aún recuerdas algo de lo que juraste de antaño, si te queda algo de respeto por Athena y éste santuario, hazlo"
Aún que podía esperar una petición de ese tipo viniendo de ella, le pareció un insulto, que pensara que estaba ahí para masacrarlos, pero solo frunció el ceño y se guardó sus opiniones, si quería que bajaran las armas no era buena idea discutir con su 'matriarca' esos jóvenes estaban dispuestos a morir por ella, así que le convenía apaciguar las aguas.
"Tengo ordenes de llevarte conmigo con vida, Milo, no es necesario que nadie aquí muera en vano" Observó a todos los presentes antes de seguir hablando "Athena ha muerto, y no va a retornar a la tierra ¡Acéptenlo! Tanto el santuario como Milo de Escorpio quedan bajo mi custodia hasta que se decida su futuro, cooperen y no verán morir a nadie más"
Se escucharon muchos improperios y quejas, pero la líder elevó su mano e impuso su voz nuevamente.
"¡Silencio! ¡Solo obedezcan!"
"Lleven a los menores al sector de campamentos, Ofiuco, Camaleón, Andrómeda y Lyra irán a las mazmorras por ahora, Milo de Escorpio se irá conmigo"
En cuestión de segundo Saga puso a trabajar a todos sus hombres y los habitantes del santuario fueron arreados cual ganado, entre protestas y algunos forcejeos, pero la resistencia fue mínima.
Milo apretó fuerte sus puños mientras temblaba por la ira contenida, cuanto deseaba abrir fuego en ese momento, luchar hasta la muerte para no tener que presenciar lo que estaba pasando, pero se había prometido no volver a dejar que sus emociones nublaran su juicio, también juró proteger a esas personas por lo que sabía que su decisión fue la correcta.
"¿Dónde están los demás, Milo?" La interrogó Saga en cuanto estuvieron solos.
"Búscalos por tu cuenta" Atacó, no tenía en realidad información útil que darle, pero le irritaba que él pensara que de tenerla se la daría.
"Cómo les gusta complicar todo innecesariamente, son como críos"
Ese insulto fue un golpe directo a su ego y la manera en que su rostro se transformó fue la mayor evidencia.
"¡Vendes a tu diosa y hermanos y te atreves a burlarte de nosotros! ¡Me repugnas Saga!"
El nombrado se cruzó de brazos, viéndola aún con superioridad.
"Por si no lo has notado, ya no tenemos diosa"
"¡Cómo te atreves!"
"Y no sería necesario tanto conflicto si lo asimilaran y siguieran adelante, por el bien de la humanidad, pero prefieren quedarse con su caro orgullo y ver a su raza perecer, te equivocas Milo, ustedes están vendiendo a sus hermanos, negándoles la oportunidad de sobrevivir y servir a un nuevo dios"
"¡Nuestra única diosa es Athena! Un traidor como tú nunca podría entenderlo"
"Suficiente" La interrumpió, cansado "Despójate de tu armadura, nos iremos de aquí"
La orden la tomó por sorpresa y la hizo olvidar de su rencor.
"Tengo una petición"
"Ya hiciste tu petición" Le recordó exasperado.
"Tengo otra petición"
"¿Y cuál es?"
Milo dudó que tanto rebelar y escogió lo mejor que pudo sus palabras.
"Quiero ir a la fuente de Athena primero"
El ex caballero de Géminis alzo una ceja desconfiado por esa declaración.
"¿Se trata de un truco?"
"No, ahí están los heridos, quiero verlos por última vez antes de irme"
Saga meditó en esas dramáticas palabras, seguía desconfiando de lo que se le pedía, pero de igual manera sintió mucha incomodidad por lo que significaba esa declaración.
"Milo, no te estoy llevando a tu ejecución, tienes mi palabra"
La joven se contuvo de reír ante eso, quiso recordarle lo que podía hacer con su palabra, pero nuevamente se recordó que si quería conseguir algo de él no debía provocarlo, quisiera o no estaba a su merced.
"¿Me concederás mi petición?"
El mayor se cruzó de brazos y la examinó queriendo entender lo que pasaba por esa mente, tendría muchos problemas si llegaba a escapársele, pero dudaba que lo hiciera, sabía que ponía en riesgo la vida de todos los que estaban cautivos ahí, ¿Suicidarse? No, ella no era de las que se daban por vencida, lo había demostrado todo ese tiempo, ¿Un truco? Eso era posible ahora, la había visto tratar de clavarle una flecha en la cabeza a traición, aunque… también la vio fallar un tiro seguro, Milo jamás le erraba a un blanco, pudo matarlo y decidió no hacerlo, era una mujer muy extraña.
"Iré contigo, serás breve, y no intentes nada"
Milo se despojó de su armadura, la que se ensambló en el suelo a poca distancia, y quedó vestida únicamente por ropas de entrenamiento normales, camino fuera del recinto, por delante de Saga y éste la siguió de cerca, sin perderla de vista.
La fuente de Athena quedaba alejada del santuario y en esas cabañas se albergaba a los caballeros heridos y enfermos, que no eran pocos en tiempos de guerra.
La líder de la orden se movió por el campamento con determinación, sin prestar demasiada atención a su alrededor, evidentemente buscaba algo, Saga por su parte hacia todo lo contario, no podía dejar de observar cada camilla o lecho improvisado en el suelo, la cantidad de jóvenes en estado lamentable que se quejaban mientras eran atendidos por personas que poco sabían de salud, nunca hubo demasiados médicos en el santuario, nunca se apostó por la recuperación de los heridos, por lo visto Milo había tratado de cambiar esa política, aunque sin los recursos necesarios.
Entraron a una cabaña en particular, en ella si los esperaba un doctor, su solo porte lo delataba, tenía un cuaderno en mano en el que hacía algunos apuntes, no se sorprendió de ver ingresar a la joven, pero si se mostró inquieto por la presencia de Saga.
"Su excelencia, no la esperaba"
Al ex Géminis aún le costaba asimilar que se refirieran a Milo como patriarca, no existía un precedente de ese tipo, como tampoco lo había habido de una mujer como Santo dorado antes de ella, al parecer pensaba seguir rompiendo estereotipos y costumbres.
"¿Cómo sigue?"
Ante esa pregunta Saga buscó al paciente del que evidentemente hablaban, en la habitación había un total de cuatro camas y… una cuna, junto a ésta estaba sentada una doncella con su bebé en brazos, Milo avanzó hasta ella y tomó al niño ella misma, debía tener apenas un año.
"¿Y ese bebé?"
La interrogada lo miró por sobre el hombro con fastidio, luego regresó su atención al infante.
"Alguien bajo mi cuidado"
Esa era una respuesta muy ambigua. Saga se preguntó brevemente si podría ser de ella, pero le parecía muy poco probable, no tuvo tiempo de gestar una vida mientras entrenaba nuevos soldados. Pero decidió no volver a preguntar, al fin y al cabo si ella no quería hablar al respecto no tenía por qué insistir, un niño no era un problema, más bien se había vuelto algo difícil de ver.
Un gemido captó la atención de los presentes, y recién entonces Saga reconoció a uno de los pacientes, al que Milo se aproximó de inmediato, devolviendo el bebé a los brazos de su cuidadora.
Ahí estaba Hyoga Cignus, lo había dado por muerto hacía tiempo, y por lo que pudo apreciar, no estuvo muy lejos de ese estado. Tenía heridas vendadas por todo su cuerpo, en especial en el pecho, pero lo más lamentable era a su derecha, donde algo primordial para todo caballero faltaba…el caballero de Bronce había perdido un brazo.
Los gemidos fueron solo eso, el joven continuó inconsciente, generando una expresión de angustia en la joven Escorpio, que sentándose a su lado acarició sus cabellos.
Incómodo por ese triste cuadro, saga desvió la atención hacia el médico que estaba ahí y se acercó a hablar con él.
"¿Qué tan mal está?" Su voz fue apenas un susurro, pero de todas formas fue oído por la joven.
"Esta mejor que cuando llegó, pero aún le falta recuperarse, el problema es que no tiene deseos de hacerlo" Le explicó el profesional.
Saga podía entender eso, más que perder uno de los sentidos, perder parte del cuerpo era una verdadera amargura para cualquier caballero, podía llegar a inutilizarte para el resto de tu vida, y si a eso se le sumaban todos los combates, guerras, el estado en el que estaba el mundo por el que habían dado tanto, la muerte de su diosa, y en el caso de Hyoga, de sus mejores amigos, podía entender que el joven no tuviera deseos de salir adelante, aunque esos si eran los deseos de Milo por lo que estaba viendo. Los dos con cabelleras rubias, en esos momentos parecían hermanos, y en cierta manera lo eran, Hyoga era alumno del mejor amigo de Milo, por ende, era su responsabilidad como si de un hermanito se tratara.
Saga aguardó pacientemente a que esa despedida acabara, guardándose su ansiedad por irse, al menos le debía eso, no estaba seguro de si Milo volvería algún día al santuario, si bien sabía que su vida no corría peligro aún desconocía el futuro que tenía por delante, pero no podía ser mucho peor que quedarse a esperar su muerte ahí y vivir en guerra como lo había hecho hasta ese momento.
Cuando por fin ella se puso de pie, hizo la tercera petición, la que sabía que acabaría haciendo desde que entró ahí.
"¿Puedo llevar al niño conmigo?"
Otra vez el mayor se sintió tentado de preguntar por esa criatura, pero supo que no valía la pena.
"No Milo"
Ella comprendió, debió esperar esa respuesta también, pero eso no borró la preocupación de su rostro, por más que tratara de actuar con naturalidad, no olvidaba que estaba en carácter de prisionera, algo nuevo y horrible en su vida.
"Pero no correrá riesgo su vida aquí, te lo aseguro"
No supo si ella le creyó, pero al menos la vió asentir y eso fue suficiente.
"Ven" Le indicó extendiendo su mano, ella dudó pero acabó acercándose, Saga la envolvió en sus brazos, consiguiendo que perdiera de golpe el aliento, luego su técnica fue activada, y se vio entrando en uno de esos agujeros que eran propios de Géminis, viajando por un espacio desconocido y casi vació, desprovisto hasta de sonidos, para volver al mundo que conocía, solo que en un lugar completamente diferente.
Delante de ellos se levantaban varias edificaciones, pero una sobresalía entre todas ellas, un templo de proporciones descomunales, blanco y con forma de cúpula, era lo que se alcanzaba a ver desde donde estaban, pero a medida que comenzaron a caminar se fue revelando más del mismo.
Cientos de soldados, trabajadores y doncellas se fueron atravesando en el camino, parecían estar en medio de una comunidad en pleno crecimiento, limpia, organizada, progresistas, todo se veía nuevo y bien cuidado.
Cuando llegaron al templo principal Milo notó que tenía una extensa y ancha escalera en la entrada y que dos estatuas de pavo real con sus colas abiertas como abanicos custodiaban las dos puertas de ingreso, de hecho habían visto varias de esas aves dando vueltas sueltas por el lugar.
"Así que éste es el templo de la diosa Hera"
Por mucho que le molestara admitirlo, sentía gran curiosidad al estar ahí, dentro se encontraba la reina del olimpo, reina de todos los dioses, inclusive de Athena, la diosa del matrimonio, una diosa cuyo culto se extendía a épocas anteriores a los helenos mismos y había inspirado a sociedades matriarcales.
La última que esperaba ver algún día sobre la tierra.
Con una mano en su espalda, Saga la obligó a avanzar, pues se había quedado estupefacta, y pronto se vieron caminando por un interminable pasillo alfombrado, y adornado a ambos lados por cuadros, estatuas y bustos, que los llevaron hasta el recinto donde la diosa los aguardaba.
Esa parte no le pareció muy diferente al santuario a Milo, el trono elevado, las muchas columnas, salvo por las flores decorativas y los jarrones con plumas de pavo real.
Tras la gruesa cortina del trono apareció ella, una hermosa mujer de gran estatura, cabellos muy largos y castaños, completamente ondulados, ataviada con una elegante toga, joyas y la conocida corona con la que había sido retratada tantas veces, con diferentes apariencias, pero la misma elegancia.
"Saga, has vuelto antes de lo que esperaba" Le dijo ella sonriente, mientras descendía por las escaleras, no había nadie más dentro del recinto. Milo pudo notar algo más, que empeoró su malestar, ella tenía a Nike en su mano derecha.
"Mi señora, le he traído a Milo de Escorpio, como me lo pidió"
La diosa fijó sus ojos dorados en la joven al escucharlo, como si recién notara su presencia, la examinó minuciosamente, de pies a cabeza, consiguiendo apenarla en gran manera.
"Ya veo porqué el escándalo, mis hombres estarán eufóricos"
Esas palabras preocuparon a Milo y se lo transmitió sin darse cuenta a Saga al voltear a verlo.
"¿Mi señora?" Interrogó él, pero la diosa solo sonrió con un toque de travesura, sin agregar nada más, solo se paseó alrededor de ellos examinándolos.
"Me has dado muchos dolores de cabeza jovencita, si fueras un hombre tu cabeza estaría en éste momento en una bandeja"
"No entiendo la diferencia" Expresó confundida, porque el ser mujer la volvía menos aberrante para sus enemigos.
"Hablas ante una diosa sin su permiso, también eres atrevida"
La sangre subió al rostro de Milo, consciente de su falta, no servía a Hera, pero conociendo su estatus divino le debía respeto y lo sabía, por eso se llamó a silencio.
Hera seguía sin lucir molesta, todo el asunto parecía divertirle demasiado.
"Mis soldados han perdido tiempo valioso y energía tratando de conquistar el santuario ateniense, o lo que queda de él, pero fueron frustrados todas las veces por una mujer, por la representante de Atenea en la tierra, dime niña ¿No sabes que tu diosa esta muerta?"
No importaba cuantas veces lo escuchara, todas las veces la desmoralizaba.
"Athena ha muerto antes, siempre regresa a nosotros"
"Esta vez es diferente, su alma fue destruida, ¿Por qué otro motivo crees que estoy aquí? ¿Crees que Zeus permitiría esto si su adorada hija fuera a revivir?"
Milo no supo que responder y se llamó a silencio, Hera solo la analizó antes de acercarse a ella y tomarla por la barbilla.
"Te han llamado patriarca, pero no lo eres, en todo caso una matriarca, el santuario de Athena será otro templo bajo mi dominio, al igual que todos los santuarios en ruinas que han quedado en la tierra, los reuniré a todos bajo mi mando, por lo que colocaré un nuevo patriarca allá para empezar, uno de mis leales hombres se hará cargo y como compensación por todos éstos contratiempos te entregaré a él"
De repente Milo deseo ser hombre para recibir la decapitación de la que habían hablado. Ella, que jamás había conocido varón alguno… No podían inducirle mayor humillación que esa ¿Sabía Hera lo que significaba para una guerrera lo que estaba proponiendo?
"Mi señora" Insistió una vez más Saga, también perplejo por lo que estaba escuchando "Prometió que no le harían daño"
"Y Cumpliré esa promesa" Aseguró, aun sonriendo "No estoy hablando de prostitución si eso es a lo que te refieres, sino de matrimonio, será beneficioso también para ella, creo que lo que más anhela es regresar a su santuario, le estoy otorgando esa posibilidad"
Así que ese era su plan, utilizar a Milo para ganar la buena voluntad de los atenienses que seguían con vida y poder encausarlos a su favor, Saga y Milo entendían la necesidad de todo eso, pero a ninguno de los dos le agradaba, en especial a la joven, que estaba en shock con esas novedades.
"También es una posibilidad buena para ti Saga, su posesión será para quien gane los enfrentamientos que organizaremos en mi honor, si participas y ganas puedes tener de regreso el mando del santuario como en el pasado y a la mujer que deseas"
Hasta aquí.
Estaba aburrida y tuve ganas de intentar algo diferente, a ver si pegaba XD espero sus opiniones, positivas y negativas para saber si a alguien le interesa que siga publicando esta historia, mientras sigo escribiendo para actualizar mi otro fic que ya casi acabo pero necesitaba sacarme primero esto de la cabeza.