Sonrisas (con garras)

IX

Intención

Kyoya mantiene el silencio después de la historia, los ojos fijos sobre la expresión tranquila del animalito. Preguntas resuenan en su mente, montones y montones, más de sus labios solo sale una declaración.

— Es cierto.

Tsuna sonríe muy suavemente, destellos de naranja en el cálido marrón— Lo es—confirma, y tiende sus manos hacia él, una chispa de travesura— ¿te gustaría comprobarlo?

Estrechando los ojos, el niño mayor estira una sola mano hacia él sin decir nada. Cualquier sensación de desconfianza, de algo, se esfuma en el preciso precioso instante en el que llamas naranjas brillantes brotan de la piel melocotón y tocan la suya.

Es embriagador.

Kyoya jamás ha encontrado un uso razonable para la frase "sentir que estás en el cielo", no cuando cualquier criatura razonable sin alas no encontraría poco más que la muerte a una altura considerable –o una enfermedad del estómago, como él, que detesta los aviones por esa razón. Sin embargo, ese momento él sabe exactamente a lo que se refieren coloquialmente.

Está en el cielo, y es cálido y acogedor de una manera que jamás ha podido sentir en su vida –y duda que lo hará. Es libertad, es poder volar alto y sin cadenas, más arriba que todos los herbívoros, de su familia, del Carnívoro. Más arriba de lo que alguna vez podría… solo.

Entonces, tan rápido como llegan a la vida las llamas se apagan.

Sonriendo a la expresión de mal humor de su amigo, Tsuna lleva sus manos a su regazo y mira sus dedos con atención— No siempre fue así, ¿sabes?—comparte, lentamente y con ojos oscuros— hubo un tiempo donde no podía sentirlas, no podía…—aprieta sus manos, soltando un suspiro— yo no podía hacer nada.

Recuerda el frío. No se acuerda mucho del dolor, ni las risas, la mirada de su madre cuando sonreía y lo llamaba "Dama-Tsuna" como una más, ni siquiera el calor en los ojos de su padre antes de permitir que lo sellasen. Él… solamente recuerda la frialdad en sus extremidades, la opresión en su pecho con cada paso que da. Ser un recluso en su propio cuerpo.

—… Por eso no voy a perdonar a nadie—continúa, una finalidad en su voz que pondría a la vergüenza a los comandantes más experimentados—. Aquellos que antepongan sus razones egoístas a la seguridad de los niños van a ser desgarrados—. O quemados. Tsuna no es muy exigente.

Kyoya parpadea antes de sonreír. Mortales menores podrían haber huido a Sudáfrica a vivir entre las hienas pero para Tsuna fue uno de los aspectos más bonitos de su amigo.

— Puedes comenzar con la mafia, querido Tsunayoshi—una tercera voz aporta, saliendo de una pared como un espectro.

— Herbívoro—con un ligero siseo, Hibari toma nota del chico de pelo púrpura y heterocromía inusual. Algo de él le pone de los nervios, y no es simplemente por la forma en que está viendo a su animalito.

— Deberías estar en la cama—Tsuna reprocha, dando un par de pasos hacia delante para interponerse entre ambos chicos. Él no quiere ninguna pelea—. Estás demasiado agotado… Mukuro-kun.

Chasqueando la lengua, él sonríe de forma un poco –solo un poco- inquietante— No te preocupes por mí, Tsuna-kun. Prefería que nos ocupáramos de algo más importante…—se acerca lentamente hasta Tsuna e inclina su cabeza hacia él, los ojos brillantes misteriosamente—como la forma en vas a destruir la mafia. O cómo voy a pagarte—sus labios se extienden hacia arriba en lo último y se inclina un poco más.

Hibari está a punto de golpearlo con su tonfa, arrastrar el cuerpo hasta su casa y enterrarlo en una fosa llena de agua de dos kilómetros de profundidad, minada de pirañas feroces y cocodrilos hambrientos, cuando Tsuna sonríe tiernamente y toca la mejilla del –perturbado- muchacho.

Mukuro cae inconsciente una milésima de segundo después, embotado en llamas cielo, y salvando así su vida. (Kyoya no es el único ser posesivo en esa habitación, solo el que es mortal.) Tsuna lo atrapa y lo lleva hasta el sillón, tirando casualmente una manta sobre el chico antes de hacer un gesto a la alondra para salir de allí.

— Él tiene razón—el cielo murmura en voz baja mientras caminan hacia la cocina, cerrando la puerta tras de sí en silencio—, la mafia es la razón número uno para que los niños estén en riesgo—sus boca se reduce a una línea apretada— pero no podemos destruirla. No todavía.

Kyoya ladea la cabeza, empujando el fastidio contra el herbívoro atrevido y la falta de molestia del Tsuna a favor del tema más importante— ¿Qué planeas, animalito?

La bombilla de luz encima de su cabeza no falla, más la sombra del niño más pequeño se extiende a su alrededor cada vez más. En medio de la oscuridad repentina, Tsuna esboza una sonrisa de dientes agudos y ojos brillantes— Los castillos no se construyen ni destruyen en un día. Comenzaremos ladrillo a ladrillo… ¿y qué mejor que un arquitecto que creció en uno?

— Ese herbívoro no me agrada—no puede dejar de decir.

— Lo sé, pero él es importante—asegura, pensando en sus sueños, antes de acercarse al otro niño y poner su mano suavemente sobre su pecho, una mirada naranja llena de promesa—. Además, eso no cambia nada.

Más palabras resuenan en la habitación como el Dios del Fuego sonríe afectuosamente.

Eres mío, Hibari Kyoya.


Lo estás haciendo bien.

Me haces orgulloso, Tsuna.

Cada día más.


Uff. Después de tanto volví para dejarles un pequeño capítulo más. Gracias por el apoyo, niñas y niños! (Aunque creo que son todas mujeres (?) Ojalá les guste :D

Con muchos besos de helado artesanal –porque es más rico que el común- ¡me despido!

Setsuka-sama3