Descargo de responsabilidad: Esta historia NO me pertenece. Su autora es Krazy Ky-Sta Hatter, yo me he limitado a hacer una traducción de su trabajo. Los personajes y el argumento principal le pertenecen a Thomas Astruc y a todas sus productoras.


Y bueno, para que no os quejéis, aquí está el capítulo final antes de que hayan pasado 24 horas desde que subí el segundo cap!


III

~100% COMPLETADO~


Observó a sus compañeros con pánico.

No había forma alguna de salir.

Estaba atrapado.

Lo que significaba que tampoco había manera de entrar.

Si Ladybug había recibido el mensaje de Alya, no había forma de que entrara. Bueno, en realidad, sí. Adrien no guardaba dudas de que tan pronto como llegara a la escuela, Bio-Hazard la dejaría entrar o saldría a su encuentro. Esto era una trampa, al fin y al cabo.

Y esa sería su oportunidad de salir de allí.

Con un poco de suerte, y si se portaba bien, Adrien debería ser capaz de escabullirse al exterior. Y se iba a portar bien, o de lo contrario se quedaría atrapado. Varios alumnos, entre ellos Chloé, Nino y Kim. Estaban atrapados en sus asientos. Después de que Nino se quedara así por solo rebotar nerviosamente en su asiento, los demás se estaban comportando paciente y correctamente.

Bio-Hazard se había pasado la mayor parte del tiempo fulminándolos con la mirada, y de vez en cuando les enseñaba alguna que otra reacción química que en cualquier otro momento les habría encantado, pero que entonces simplemente los horrorizaba, como sus amenazas.

En algún momento le había permitido —ordenado— a Alya que sacase el móvil y actualizara su Ladyblog. Oh, sí, esto se suponía que era una trampa… por si lo de «cebo» no había sido una pista lo suficientemente clara. Al menos Ladybug lo sabría. No cabía duda de que Alya la habría avisado con el último mensaje. Y seguramente alguien había accionado el Código Akuma y ya se había evacuado el resto del instituto.

Adrien todavía percibía el sonido de los móviles vibrando por toda la clase. Incluso sin transformarse, su oído era bastante agudo. Le resultaba más fácil escuchar los teléfonos de Alya y de Marinette detrás de él; lanzó una mirada hacia atrás para descubrir que Alya observaba a Marinette con determinación y que Marinette arecía que había entrado en pánico y que cada vez estaba más molesta.

Unos segundos después, Adrien recibió un mensaje. Sus ojos se desviaron hacia Bio-Hazard para asegurarse de que no lo estaba mirando antes de sacar el teléfono de su bolsillo y leer el mensaje.

Era de Alya.

«Mari cree que el akuma se encuentra en su bata», decía.

Adrien miró de reojo a la profesora demonizada, estudiándola. Su bata era la única prenda que no había cambiado drásticamente. Incluso sus gafas, antes negras, se habían vuelto moradas y tenía los bordes más afilados, junto a una veta verde brillante a lo largo de las patillas. El único cambio que presentaba la bata era que parecía un poco más larga. Y Adrien sabía que la profesora se la ponía a menudo, incluso fuera de las horas de trabajo. Miró a Alya y asintió disimuladamente.

Alya volvió a concentrarse en su teléfono. Un momento después escuchó que un móvil vibraba al otro lado de la habitación. Giró la cabeza hacia Chloé; viendo que su amiga tenía los brazos inmovilizados por lo que fuera que Bio-Hazard había utilizado para pegarlos a las sillas, Sabrina le cogió el móvil del bolsillo y se lo enseñó. Adrien arqueó una ceja, preguntándose qué le podía haber dicho a Chloé, cuando la rubia rompió repentinamente el silencio que había caído sobre la habitación.

—¡Eh, desastre de la moda flotante! —le gritó a Bio-Hazard. La profesora demonizada sacudió la cabeza ante la interrupción—. ¡Te exijo que me liberes ahora mismo! —Bio-Hazard se inclinó hacia donde se encontraba Chloé con el ceño fruncido—. ¿Tienes idea de quién soy? ¡Soy Chloé Bourgeois, la hija del alcalde André Bourgeois!

Mientras la chica continuaba despotricando, Alya se había deslizado cuidadosamente de su silla. Marinette intentó cogerla, pero falló. Encogió las manos en puños; parecía que la pobre chica estaba aterrorizada por su amiga a la vez que sentía ganas de ahorcarla con sus propias manos.

Alya se escabulló por detrás de la mesa y se dirigió al frente de la clase, con cuidado de no ser vista. Entonces, una vez estuvo detrás de Bio-Hazard, empezó a inclinarse hacia adelante.

Adrien abrió mucho los ojos cuando comprendió lo que estaba ocurriendo. Alya le había pedido a Chloé que creara una distracción. Intentaba hacerse con la bata. Y todos se estaban uniendo para mantener la atención de Bio-Hazard en cualquier otra parte de la clase que no fuera esa. Como resultado, la mitad de ellos estaban pegados a sus sillas. Pero continuaban gritando, creando otras distracciones. Cuando parecía que Bio-Hazard iba a lanzarles algo más peligroso, alguien lo evitaba llamando su atención.

Lentamente, Alya alcanzó la bata. Estaba lo suficientemente cerca. Solo tenía que cogerla por un borde y rasgarla. Su mano sostenía la tela. Pero en ese momento, Bio-Hazard percibió el movimiento y se giró, cogiendo a Alya por el cuello y sosteniéndola en el aire con un movimiento fluido.

—¡Alya! —chilló Marinette.

—¿Qué crees que estás haciendo fuera de tu sitio? —gruñó Bio-Hazard amenazadoramente. Alya trató de decir algo, pero apenas podía hacer el amago de coger aire. Bio-Hazard apretó el agarre alrededor de su garganta cuando no contestó—. Muy bien, clase, ¿quién me puede decir cuál es el efecto del ácido clorhídrico en el cuerpo humano? ¿Nadie? ¿Y si os pongo un ejemplo?

Ácido clorhídrico… ese era un químico altamente peligroso. Era un veneno de contacto instantáneo y hasta empezaría a correr el hueso…

Joder.

Joder, joder, joder, joder, ¡joder!

Tenía que hacer algo. ¡Tenía que hacer algo ya!

Se puso de pie, sin saber muy bien qué iba hacer. Lo único que sabía era que tenía que hacer algo —cualquier cosa— para proteger a su amiga. Estaba a punto de lanzarse contra ellas cuando un borrón rojo pasó junto a él a toda velocidad. Contempló con sorpresa cómo un yoyo rojo envolvía a Alya y la apartaba del akuma. Una familiar figura vestida de rojo se interpuso entre ella y Bio-Hazard con una expresión furiosa en el rostro.

Hubo un jadeo colectivo por parte de la clase, especialmente de los que se sentaban en la parte trasera. Algunos hasta gritaron de la impresión.

—¡No te atrevas a tocarla! —siseó Ladybug.

Adrien parpadeó, buscando el lugar por el que había aparecido. Pero todo seguía sellado, no había manera de que hubiese entrado. Entonces se dio cuenta de que alguien ya no estaba detrás de él. Marinette…

¡Ostia puta! ¡Tenía razón! Marinette era…

—Ladybug —gruñó Bio-Hazard.

—Alya, ¿estás bien? —preguntó Ladybug sin mirar hacia atrás, con los ojos fijamente clavados en la villana.

—S-sí —balbuceó Alya con la voz pequeña y ronca.

—Bien.

De repente, se giró para encararla. La miraba con una exasperación a la que él estaba acostumbrado.

—Entonces ¡¿en qué narices estabas pensando?! ¡Te dije que no hicieras nada! `Te dije que te quedaras en tu silla y me lo dejaras a mí y a Chat, pero ¡noooo! Tenías que ir y ponerte en peligro, ¡otra vez! De verdad, ¡Alya! ¡Todo lo que tenías que hacer era esperar a Chat Noir y yo podría haber hecho algo sin tener que transformarme delante de toda la clase!

—Um… —dijo Alya, todavía mirando con los ojos muy abiertos a su amiga.

Adrien conocía lo suficiente a Ladybug como para saber cuándo estaba realmente enfadada. Estaba furiosa con su amiga. Pero a la vez estaba aterrorizada. Tenía tanto miedo de que Alya saliese herida… estaba tan asustada que se había expuesto frente a la clase entera y probablemente frente a Lepidóptero. Y eso solo la enfurecía más. No quería que nadie supiera quién era.

Estaba tan enfadada que había dejado de prestarle atención a Bio-Hazard, y el akuma estaba creando algún tipo de producto químico en silencio, lista para lanzárselo. El instinto lo llevó a correr hacia ella, empujar a Ladybug y hacerlos rodar por el suelo. Aterrizó sobre ella y sus ojos se abrieron con sorpresa cuando vio que dos bolas de productos químicos alcanzaban las mesas donde habían estado, prendiéndoles fuego.

—¡Adrien! —chilló. Rápidamente se apartó de ella y le ofreció una mano. Viendo que Bio-Hazard comenzaba a producir más químicos, dio un paso frente a él, protegiéndolo—. ¡Rápido, vete de aquí! —le dijo.

Él se rio por la nariz.

—No estés tan segura —con un guiño, se transformó.

Hubo más jadeos por toda la clase, pero ella estaba tan concentrada en Bio-Hazard que ni siquiera se giró para mirarlo.

—Adrien, ¡vuelve a tu sitio que es donde estarás más seguro! Puedo cuidar de mí misma.

—No tengo ninguna duda de ello, pero insisto, milady —ante el particular mote, ella se giró con los ojos abiertos por la impresión.

Cuando lo vio, se le desencajó la mandíbula. Un jadeo se escapó de entre sus labios. Él le lanzó una de sus sonrisas más amplias antes de asentir hacia Bio-Hazard.

—¿Qué vamos a hacer con ese deshecho tóxico? —ella no dijo nada, se limitó a mirarlo, completamente en shock. Él puso los ojos en blanco—. ¿Sabes, Princesa? Ahora sería un buen momento para algo de buena suerte. Antes de que nos desintegre y eso. O peor, empiece a ponernos problemas de matemáticas.

La broma pareció sacarla de su estupor. Una pequeña sonrisa le curvó los labios mientras se giraba con un suave «mmm».

—¡Ahhh! —Alya soltó un gritito detrás de ellos—. ¡Ladynoir ahora es completamente canon!

—¡Alya! —se quejó Ladybug.

—¡¿Os queréis callar?! —explotó Bio-Hazard—. ¡Todo el mundo a su sitio! Y vosotros dos… voy a confiscaros vuestros Prodigios.

—Sí, bueno, pues que tengas serte—dijo Chat—. Y viniendo de mí, eso no significa mucho.

—Sí, tiene todo tipo de mala suerte —dijo Ladybug con cierto sarcasmo, lanzándole un guiño—. ¡Lucky Charm! —sin previo aviso, lanzó su yoyo al aire. Apenas un segundo después volvió a colgar su arma en su cinturón y algo cayó en sus manos—. Un… ¿flotador?

—¿Sabes? Algún día te llevaré a la playa —bromeó Chat, pensando en todas esas veces en las que el Lucky Charm les había proporcionado algo relacionado con la playa.

—Quizás otro día, gatito —dijo ella, echándole una ojeada a la habitación, buscando algo que pudiera hacer con el flotador. Adrien supo a simple vista el instante en el que se le ocurrió una idea. La miró, esperando a que saber qué necesitaba—. Allí —le dijo, señalándole un punto con los ojos—. Necesito llegar hasta allí ahora.

—¡Como desees! —le dijo, dando un brinco.

Rápidamente, Ladybug ató su yoyo al flotador y se lo lanzó a Bio-Hazard. La mujer se apartó con una mueca, dando un salto tan alto que sobrepasó la viga del techo antes de caer de nuevo al suelo sobre sus dos pies. Se burló de Ladybug por haber fallado, cuando en realidad eso era exactamente lo que quería.

—¿Es esto todo lo que tienes? —la urgió Bio-Hazard—. Lepidóptero te hizo sonar tan talentosa… pero solo eres patética. ¡Necesitas una profesora mejor!

Marinette le hizo a Adrien una pequeña señal y él empezó a reírse.

—¿Qué? ¿Alguien como tú? —se burló—. No sé. En realidad no eres muy buena profesora. Menos mal que la Física me parece fácil, ¡que si no estaría perdido!

Bio-Hazard gruñó, fabricando nuevos productos químicos entre sus manos y empezó a andar hacia él. Caminó sobre el flotador y Marinette dio un brusco tirón a su yoyo. El flotador atrapó los pies de Bio-Hazard, deslizándose hasta su cintura y atrapándola allí.

—Chat, ¡ahora!

Asintiendo, Chat se lanzó hacia adelante, cogiendo el borde de la bata y clavándole las zarpas. Se hizo jirones entre sus manos y una mariposa negra y morada salió de ella. Rápidamente, Ladybug desenredó su yoyo y lo lanzó para atrapar el akuma. Una vez lo purificó, lo dejó escapar con su despedida tradicional.

—¡Prodigiosa Ladybug! —gritó, lanzando el flotador al aire.

Su luz curativa empezó a esparcirse por la habitación, arreglando las mesas quemadas y eliminando los productos químicos que habían atrapado a los alumnos y sellado las puertas. Hubo un burbujeo negro alrededor de Bio-Hazard mientras se convertía de nuevo en su profesora, que parecía horrorosamente desorientada.

Automáticamente, chocaron los puños.

—Misión cumplida —dijo él con un guiño.

Marinette le sonrió, con un fino sonrojo cubriéndole las mejillas. Él parpadeó con sorpresa, nunca la había visto reaccionar de aquella manera. Al menos, no como Ladybug.

De repente, un montón de gritos de júbilos provenientes de sus compañeros los tomaron por sorpresa. Sus sonrisas se esfumaron al recordar lo que acaban de hacer y comprender lo que probablemente tendrían que hacer. La clase entera los había visto transformarse. Sabían quiénes eran y lo más probable era que tendrían que responder a un montón de preguntas… sobre todo de Alya.

Adrien le puso una mano tranquilizadora en el hombro. Y, como siempre, una mirada dijo más que las palabras. Los dos tomaron una profunda respiración y dejaron que su transformación los abandonara. Era la primera vez que veían al otro hacerlo, y los dejó un poco sin respiración. Pero incluso sin las máscaras, los dos tenían la misma sonrisa alentadora.

Un poco exhaustos, sus Kwamis aterrizaron en sus hombros ofreciéndoles a los demás una sonrisa y un pequeño salido. Tikky le acarició con el hocico la mejilla a Marinette, dándole su apoyo y su afecto, antes de volar hacia su bolso, donde la esperaba una galleta. Plagg se limitó a esconderse de mala gana en el bolsillo de Adrien mientras gruñía «Me debes un montón de queso». Aquello hizo sonreír a Marinette y Adrien simplemente se encogió de hombros y sacudió la cabeza. Ella entendió que quería decir «y ese es Plagg».

Finalmente, se giraron para encarar al resto de la clase. Estaban callados, todavía parecían un poco sorprendidos. Muchos estaban contentos, otros impresionados o confundidos… o en el caso de Chloé, molestos.

Alya se cuadró de hombros, dando un paso hacia adelante, y se prepararon para una retahíla de preguntas y miradas traicionadas. En cambio, Alya caminó hacia Chloé, extendiendo una mano.

—Creo que me debes 150 euros.

Chloé gruñó durante unos instantes antes de esculcar en su bolso y sacar una pequeña cantidad de billetes para Alya con una expresión amarga en la cara. Alya no dijo nada, se guardó el dinero antes de girarse hacia Sabrina con aire petulante. La chica suspiró antes de hacer lo mismo que su amiga.

Observaron con desconcierto cómo sus compañeros empezaban a rebuscar en sus mochilas algo de dinero suelto. Nino ya lo estaba entregando, con una sonrisa enorme en la cara. Max había sacado su tablet y recitaba las cantidades que debía cada uno.

—¿Q-qué está pasando? —dijo Marinette, completamente perpleja.

Alya se giró hacia ella llena de alegría.

—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —gritó, todavía recogiendo su dinero—. Verás, mientras estos idiotas intentaban adivinar cuándo os convertiríais en akumas, yo sospechaba desde hace meses que erais Ladybug y Chat Noir. Así que cuando empezaron a apostar, me enfadé y aposté que no os convertiríais porque sois los héroes de París. ¡Y tenía razón! ¡Ja!

Adrien abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar cuando se encontró sin nada que decir. Lo hizo varias veces mientras veían a Alya recorrer la habitación con descaro para recoger su premio. Al final, cogió a Marinette de una mano y empezó a arrastrarla fuera de la habitación.

—Tenemos que hablar —dijo simple y llanamente.

Nino los observó marcharse con una sonrisa divertida en el rostro. Se giró hacia el resto de la clase.

—¿Quién apostó que terminarían juntos más o menos por esta época?

.oOo.

Adrien y Marinette no volvieron a clase aquel día. En primer lugar, porque se encontraron con una clase vacía, pero cuando sonó la sirena que marcaba el comienzo de otra, decidieron marcharse. Puesto que Adrien dudaba de que alguien fuese a molestarlos, le había enviado un mensaje al Gorila y habían ido a su casa.

Permanecieron durante horas hablando y haciendo el tonto. En la libertad que les proporcionaba su habitación, sus Kwamis podían salir y hablar con ellos también. Les tomó un tiempo hacerse a la idea de que el otro era su compañero en la lucha contra el crimen, pero lentamente la conversación se desvió de las cosas serias e incómodas hacia os asuntos sobre los que solían bromear y discutir en la guisa de sus alter egos. Solo que ahora, cuando Adrien flirteaba, ella flirteaba de vuelta, lo que fue sorprendente al principio, pero que Adrien aprendió a disfrutar bastante rápido. En algún punto empezaron a lanzarse retos, como escalar su rocódromo sin transformarse y cosas así.

Nino y Alya no pararon de enviarles mensajes durante todo el tiempo. Adrien y Marinette ignoraron todo lo que pudieron sus móviles puesto que sus amigos les hacían demasiadas preguntas. Alya decía que entendía que estuvieran hablando entre ellos en ese momento, pero que esperaba tener una conversación muy seria más tarde esa noche. Además, adjuntaba una lista de razones por las que había sospechado que ellos dos eran los famosos héroes de París.

Pero Nino y Alya también les aseguraron que aunque estaban un poco molestos porque no les habían dicho nada, entendían perfectamente por qué lo habían hecho.

Lo que realmente captó su atención, sin embargo, fue que habían recibido un total de diecisiete menajes por parte Nino y Alya preguntándoles si ya estaban saliendo, junto a comentarios como «Sentís algo el uno por el otro, ¡daos prisa y empezar a salir juntos!» y «Nos duele veros, ¡haceos pareja!». Y por vergonzoso que fuera, ambos llegaron a la conclusión de que sus amigos tenían razón.

Les tomó una buena cantidad de titubeos, algunos sonrojos y muchos aspavientos, pero al final Adrien consiguió pedirle salir. Ella había gritado un «¡Sí!» tan rápido que Adrien se quedó de piedra y le costó su buen minuto comprender que, de verdad, le había dicho que sí.

Después de eso, se comportó como un idiota emocionado y Marinette no tardó en superar su timidez para empezar a burlarse de él otra vez. Él le devolvía las bromas y, pronto, ambos estaban tan cerca que todo lo que Adrien tuvo que hacer fue inclinarse un poco para deshacerse del pequeño espacio que los separaba. Estaba tan cerca de presionar sus labios contra los de ella cuando un pitido agudo salió de su móvil; Adrien soltó un gruñido de frustración.

El mensaje decía «¿Así que ya le has pedido que sea tu novia?».

Adrien casi lanzó su móvil al otro lado de la habitación, pero en su lugar escribió «¡Sí! ¡Ya lo he hecho! ¡Por el amor de Dios, tío!» con la esperanza de no recibir ni un solo mensaje más.

Solo habían transcurrido unas cuantas horas después de aquello cuando Marinette suspiró y admitió que debería volver a casa. Adrien no quería separarse de ella todavía, y en verdad tampoco quería quedarse solo en esa casa tan grande suya. Por esta razón en ese momento se encontraban paseando hacia casa de Marinette, cogidos de la mano y sonriendo ampliamente.

—¡Mamá, papá! ¡Estoy encasa! —saludó mientras abría la puerta de la panadería.

La puerta se cerró detrás de ellos y Adrien y Marinette dejaron de caminar cuando vieron a Nino y a su padre detrás del mostrador. Nino estaba en medio de pasarle a Tom un gran bulto de dinero. Demasiado para lo que llevaría encima como norma general. Ambos parecían culpables, como un niño al que han pillado robando galletas.

—Eh… ¿qué está pasando? —preguntó Marinette con cautela.

Tom la observó fijamente con sorpresa antes de que una sonrisa tímida le curvara los labios. Miró alternadamente a Marinette y a Adrien.

—Ah… ¿Enhorabuena?

—Papá, ¿por qué…?

—¿Qué está pasando aquí? —dijo Sabine, saliendo de la parte trasera de la tienda, confundida a causa del ruido y los silencios incómodos.

Se detuvo cuando vio el fajo de billetes que sostenía Tom y después se fijó en Marinette y Adrien y en sus manos entrelazadas. Volvió a mirar el dinero. Y después a Marinette y a Adrien. Y otra vez al dinero.

Una sonrisa dichosa se formó en su rostro.

—¡Has ganado la apuesta! —miró a su hija—. ¡Felicidades, cariño!

Marinette se quedó boquiabierta cuando comprendió lo que sucedía. Habían apostado sobre cuándo empezaría a salir con Adrien. ¡Sus padres habían apostado sobre cuándo empezaría a salir con Adrien! Se le puso la cara roja de vergüenza e ira. Un gruñido de frustración se escapó de entre sus labios y su agarre alrededor de la mano de Adrien se apretó.

—¡Sígueme! —ordenó.

Y así, corrió hacia su habitación, arrastrando a su novio detrás de ella. Estaba tan harta de todo el mundo aquel día… ¡Tan, tan harta!