¡Hola! Recientemente me ha estado rondando esta idea para un fic. Ahora me animo a plasmarla... ¡Espero les guste! Me he apoyado en ciertos puntos con la película "El príncipe de Persia: Las arenas del tiempo", espero haberlo hecho bien.

Disclaimer: Los personajes de The Legend of Zelda no me pertenecen, son propiedad de Nintendo. Escribo esta historia con el único fin de entretener.


Capítulo 1: "Prisionera"

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Su paso era firme, su postura se mantenía erguida y con el rostro en alto a pesar de las circunstancias. Las cadenas en sus muñecas no eran necesarias, sus enemigos lo sabían; sin embargo, estaban dispuestos a mantener los papeles en claro. Les importaba poco su estatus social.

Los hombres a su alrededor la veían extasiados, jamás habían visto tremenda belleza en sus cruentas vidas; ella mantenía la vista al frente, no posaría nunca su mirada en los bárbaros sanguinarios, se limitaba a ver con arrogancia a las personas frente a ella, claramente los líderes de aquel reino mientras la llevaban hasta ellos.

Una gran bestia de aproximadamente 2.5 metros de color dorado y con músculos bastantes pronunciados la veía imponente con sus brazos cruzados, llevaba escasa ropa y por ende no portaba armadura alguna, no creyó que la necesitase, según recordaba los Goron poseían protuberancias duras en sus espaldas semejantes a las rocas que les protegían de casi cualquier arma. Más a su izquierda se hallaba una elegante mujer que portaba un vestido blanco y rojo, llevaba joyería de oro, y tenía lo que parecían ser aletas saliendo de sus antebrazos y una colapez en la parte occipital de su cabeza. En medio de ambos personajes, un joven rubio la miraba fijamente, de cabellera rubia y lacia, portaba una armadura con detalles olivos, tenía facciones bastantes finas y piel bronceada, pero lo que más le había llamado la atención eran sus largas orejas puntiagudas, las cuales adornaba con aretes en argollas de color azul.

Sus captores detuvieron su caminata una vez llegaron hasta los líderes, abriéndose espacio para dejarlos contemplar a la prisionera.

- Es una lástima que nos conozcamos así, Alteza.- habló la enorme bestia dorada.- Todo hubiese sido más fácil si hubiesen aceptado la rendición.

La joven princesa se abstuvo de mencionar palabra alguna, no pensaba que mereciesen su atención, cosa que pareció no gustarle al contrario, frunció drásticamente su ceño.

- Creo que no está en posición como para mostrarse altanera.- esta vez elevó un poco más el tono.

- Tranquilízate, Darunia.- la mujer frente a ella tomó la palabra.- Nuestra intención no es discutir nada; ya hemos ganado. – En ningún momento quitó la vista de ella.- Sea bienvenida a Dekufield, después de todo, creo que es la primera vez que pisa nuestras tierras; sin embargo, nuestras caras ya deben ser conocidas para usted.

La princesa pasó de ambos hombres y se dirigió directamente a la fémina.

- Señora Rutela, no es mi intención ser grosera aún ante tanta insolencia. Resulta un poco incómoda la situación en la que me encuentro en este momento ¿sería molestia ordenar a sus hombres retiren las cadenas? – habló con seguridad la joven monarca.

El joven rubio esbozó una sonrisa ladina al escuchar aquellas palabras, resultaba interesante la actitud de la mujer aún en aquel estado; Darunia intensificó el gesto de su rostro, mientras Rutela hacía un gesto con su cabeza a sus hombres, los cuales no tardaron en retirar las pesadas cadenas de las muñecas de la princesa, las cuales habían quedado con una intensa marca roja en su piel nívea, la monarca comenzó a masajear la zona.

- Mis disculpas, Alteza.- pronunció nuevamente la Zora.- Estamos acostumbrados a tratar con prisioneros violentos y con poco respeto.

La princesa no reparó en mirar con frialdad a la mujer ¿osaba en tratarla como a un criminal?

- Es claro que las diferencias entre nuestros pueblos nos ha declarado enemigos desde hace 15 años y en la presente me atrevo a decir que Hyrule ha perdido la guerra.- sentenció de una vez.- Me temo que esto sólo puede acabar en muerte para usted, y claro, un sometimiento completo para Hyrule, la guerra por fin ha acabado.

Sabía que aquello pasaría desde el momento en que vio a los enemigos romper la puerta de acero de la habitación en la que esperaba encontrarse a salvo, lo sabía y lo había afrontado, o eso creía. Su corazón ahora palpitaba desenfrenado y sus muñecas dejaban notar un leve temblor; sin embargo, jamás dejó que su rostro denotara el temor frente a la sentencia de muerte que acababan de darle, aún más que eso, dejar a su pueblo completamente desamparado.

El joven rubio miró sus ojos, podía ver el miedo en ellos al igual que el temblor de sus manos casi imperceptible. Por más que intentase ocultar su estado, resultaba obvio para él. Le pareció ver un pequeño conejo blanco asustadizo, hermoso e indefenso ante un depredador.

- No creo que debamos ser tan estrictos.- habló por primera vez el joven, llamando la atención de todos a su alrededor.

- ¿De qué hablas? – preguntó el Goron a su derecha mirándole como si tuviese tres narices.- Sabes que esto no se puede evitar.

- Con la captura de la princesa me parece suficiente para obtener el sometimiento de Hyrule, no necesitamos crear más odio entre sus habitantes.

Para Darunia aquello sería ilógico y en contra de las tradiciones, dejar con vida a un potencial enemigo. Sin embargo, sabía que el chico no estaba errado; observó ahora a Rutela esperando su respuesta ante las palabras del joven.

- Link tiene razón, creo que no necesitamos más muertes.- el Goron suspiró negando con la cabeza, ahora la Zora se contradecía.- Pero necesitamos garantizar la cooperación Hyrule y evitar una rebelión.

Ambos hombres a su derecha, la princesa de Hyrule y los caballeros de Dekufield la miraron expectantes con el silencio actual.

- Link… la princesa Zelda ahora es tu responsabilidad.- declaró.

- ¿Mía? – los tres restantes le miraron con sorpresa.

- Ha sido tú el que ha pedido una segunda opción para su Alteza. Es justo que decidas cuál será su destino.

- Estoy de acuerdo.- mencionó el líder Goron.- Tendrás una musa prácticamente a tu merced.- soltó aquello con una sonrisa poco usual, ahora notando la gran belleza y el cuerpo de ensueño que poseía la princesa para cualquier humanoide.

La líder Zora aseveró la mirada, odiaba el trato que a veces los humanos y Goron brindaban a las mujeres de su raza, odiaba ese machismo. Por algo con los Zora resultaba ser completamente diferente, las mujeres lograban mantener el control en casi todo. Sin embargo, en este caso no pensaba meterse en aquello. La manera fácil se había descartado, suponía que la primera opción resultaba demasiado cruel.

- Está bien.- aceptó el líder de los humanos con semblante serio.

- Preferiría morir.- comentó la princesa, se rehusaba a ser la esclava sexual de nadie, mucho menos de un bárbaro sádico.

- Lo sentimos princesa, pero esta no es su elección.- añadió Rutela.- En estos momentos preferimos su odio que el de su pueblo.

Zelda los miró ahora con espanto, no concebía que le hicieran aquello. Estaba decidida a no mostrar debilidad ante nadie; sin embargo, le estaba costando demasiado, el nudo en su garganta se hacía cada vez más grande. Buscó de entre las miradas de alguno de los tres algo que le diera un poco de esperanzas, pero parecía que los tres había aceptado aquella decisión.

- Bien, supongo que ya nada queda por añadir.- Darunia tomó la palabra.- Enviaré algunos Goron a Hyrule a notificar su sometimiento.

Link se acercó a la princesa, notó de nuevo su estado, sus ojos rojos estaban a punto de estallar en lágrimas, miró a los caballeros Zora junto a ella.

- Llévenla a Castillo Verde.- ordenó, a lo que ellos se inclinaron para luego tomarla de los brazos y llevarla por la fuerza innecesaria.

La princesa no pensaba mencionar ninguna palabra más, no iba a suplicarles, antes se arrancaba la lengua con los dientes. Únicamente podía rezarle a las diosas un poco de piedad, ya que al parecer no la obtendría de sus captores.

La hicieron esperar unos momentos, mientras uno de los caballeros hablaba con una mujer de edad avanzada, lo que suponía era el ama de llaves. El caballero regresó, y con un movimiento de cabeza, los otros le siguieron saliendo del castillo.

La mujer la veía con recelo, luego de unos segundos decidió acercarse a la monarca.

- Por favor, sígame.- dijo con frialdad.

Zelda entendió que no sería recibida con los brazos abiertos en aquel lugar, era obvio que odiaban a su enemigo, la guerra que recién había estallado entre ambos reinos se había llevado muchas vidas. Siguió a la mujer siempre caminando con la cabeza en alto. Estaba perturbada pero insistía en no demostrarlo.

Se detuvieron frente a dos enormes puertas de madera barnizadas, el ama de llaves abrió una de ellas y la hizo pasar, tal parecía que era la alcoba de su señor. Había una enorme cama en el centro de la habitación entre dos grandes cómodas, un armario de unos 6x3 metros, una chimenea apagada adoraba una de las pared con leños nuevos, una alfombra de piel de oso pardo sobre el suelo de piedra y un par de cortinas oscuras que tapaban el enorme ventanal que abarcaba casi toda la pared lateral, dando vista a la ciudad con el frondoso bosque que se posaba bajo el castillo.

Escuchó el ruido de la puerta cerrándose tras ella, rápidamente se acercó a ésta para notar que aquella mujer la había encerrado dentro. Caminó hasta la ventana colocando su mano en su pecho, ahora notaba que su corazón en ningún momento había dejado el ritmo anormal ¿qué se suponía que debía hacer? La ventana frente a ella no parecía querer darle una salida, tal parecía no había forma de abrirla e igualmente la altura en la que se encontraba aseguraba que su cuerpo quedaría, como mínimo, desmembrado con el impacto.

Buscó entre las gavetas de la cómoda algo con lo que pudiera al menos defenderse. No había más que papeles, plumas y objetos cotidianos ninguno con filo. Igualmente buscó en el armario, sin embargo en éste únicamente había ropa elegante, zapatos y botas de buena calidad. Se sentó en la cama rendida, no quería ni pensar en lo que pasaría con ella cuando el dueño de la habitación apareciese, las lágrimas comenzaron a salir sin remedio, ya no podía contenerlo más, siquiera los sollozos que incluso ella misma llevaba años sin escuchar.

Llevaba varios minutos con la mirada perdida en la chimenea sin reparar en lo obvio, sus lágrimas no dejaban de salir a pesar de que se había rendido, sabía que no podría con aquel hombre mucho peor estando desarmada. Enfocó por fin su vista en los leños, y una idea se le cruzó por la mente.

Se limpió las lágrimas con rapidez y se acercó a la chimenea, tomó uno de los troncos y comenzó a rasgarlo con las uñas, se estaba haciendo daño; sin embargo, insistía en no darle importancia. Pudo arrancar una astilla lo suficientemente grande como su mano y con una punta bastante filosa, devolvió el tronco a su lugar.

Escuchó ruidos en la puerta, alguien estaba intentando abrirla, rápidamente escondió la astilla bajo la manga de su vestido. La figura del líder de los humanos apareció, mientras la princesa le vio fijamente, esperando cualquier movimiento de parte del rubio.

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Continuará...


Bueno... Espero les haya gustado la idea. Por favor, háganmelo saber en sus reviews; igualmente acepto críticas respetuosas, así mejoro los detalles.

Gracias por su tiempo. Sin más, me despido. Besos.

Shizu-Jyo.