Disclaimer: Todos los personajes le pertenecen a Rumiko Takahashi y esta historia no tiene fines de lucro.
Advertencias: Lemon (Sexo Gráfico), Lenguaje vulgar, Violencia, Muerte.
Aclaraciones: Esta ubicado en un Universo Alterno. Notas al pie.
.
Miko
巫女
.
Prólogo
.
.
.
Había sido un día agotador.
Por la mañana había tenido que despertarse muy temprano para ayudar a los aldeanos a recolectar el arroz. Era tiempo de cosechas, así que todo el mundo estaba preocupado de guardar la suficiente cantidad de comida para el invierno. Después, a media mañana, había tenido que acompañar a Sota para realizar un pequeño exorcismo en una mansión de la aldea contigua. Había almorzado con el adolescente y el resto de su día había sido trabajar en la reconstrucción de algunas cabañas en su aldea.
Menos mal que el día había acabado.
El medio demonio abrió sus ojos ámbar con pereza. Le agradaba mucho el aroma que desprendía el bosque. Húmedo. Definitivamente, este era su lugar favorito para tomar un muy merecido descanso. Estiró sus fuertes brazos, aún somnoliento. Sus músculos le estaban exigiendo unas horas más de sueños. Hasta sus párpados le estaban pesando más de lo común. Ya más despierto, se irguió en la gruesa rama del Árbol Sagrado y salto hacia el suelo.
La suave textura del pasto en sus pies amortiguó muy bien la caída. Aseguró muy bien la espada sujeta en su cintura y comenzó a caminar en dirección al pequeño templo de la aldea. La luz de la luna era lo único que iluminaba el profundo bosque en aquel momento. Por la posición de la luna en el cielo, estaba seguro que había dormido un montón. Aceleró su paso un poco, preocupado por los aldeanos y por Sota. No le gustaba dejar por mucho tiempo la aldea, después de todo, ésta era su hogar.
Sus pies lo llevaron rápidamente a la entrada de la aldea. El sepulcral silencio se hacía presente en todas las cabañas, excepto en la que compartía con Sota. Ese muchacho seguía despierto, seguramente, esperando su llegada. Suspiró y camino tranquilamente en su dirección. Sería mejor ir a cerciorarse de que Sota durmiera. No le gustaba para nada que durmiera tan poco. Era su protegido y su deber era cuidarlo como lo hubiese hecho ella.
Finalmente, llegó a la pequeña cabaña y entró sin reticencias. Sota se encontraba leyendo con tranquilidad unos pergaminos que le habían regalado los hombres de la mansión en la mañana.
Los ojos chocolate del adolescente se posaron con alegría en el medio demonio.
—Al fin llegas, Inuyasha — mencionó el humano a modo de saludo.
—Keh — el medio demonio se cruzó de brazos y elevó una de sus plateadas cejas —. Te he dicho que no tienes que esperarme.
El adolescente de cabello azabache sonrió y comenzó a cerrar los pergaminos. La verdad es que si era muy tarde y mañana debía madrugar, pero… prefería estar agotado que estar solo. Ya en su más tierna infancia, había perdido a todas las personas que amaba. No quería volver a experimentar la misma soledad. Nunca más. La única persona que seguía a su lado era el medio demonio, y era por eso que se preocupaba tanto por él.
Además, Inuyasha le recordaba mucho a ella.
Sota ahogó un bostezo e Inuyasha suspiró con hastío. El adolescente sonrió a modo de disculpa y se metió rápidamente al futon. El humano miró con curiosidad al de ojos ámbar, pues no tenía la más mínima intención de acompañarlo.
—¿No dormirás? — preguntó el menor.
El medio demonio desvió su mirada para que el adolescente no pudiera ver su rostro.
—Iré a verla.
Sota se irguió del futon y trató de buscar los ojos de Inuyasha.
—Es tarde — mencionó el chico de cabello azabache con la mirada cristalina —. Puedes ir mañana.
Inuyasha lo encaró y sus ojos denotaron una tristeza casi palpable.
—Hoy se cumplen siete años, Sota.
De los ojos chocolate del adolescente cayeron dos pequeñas lágrimas. Es cierto que ya habían pasado varios años desde lo sucedido, pero el corazón le seguía doliendo igual. No era un secreto para él el que Inuyasha lo estuviese pasando aún peor. Después de todo, el medio demonio había perdido a la única mujer que no lo juzgo como una bestia malvada y asquerosa.
—Dale mis saludos.
Inuyasha le sonrió tristemente al adolescente.
—Volveré pronto.
Y así, el medio demonio dejó la cabaña para dirigirse al templo de la aldea. Subió uno a uno los peldaños de la escalera. Siempre era igual: los ojos le escocían y se le hacía un nudo en la garganta. Nada tenía que ver con que ese lugar fuese sagrado, pues su esencia o su poder espiritual jamás le sofocaron. Al contrario, el estar cerca de ella, le hacía sentir una extraña calidez que relajaba todo su cuerpo.
Cuando los peldaños se acabaron, la imagen de un pequeño templo le fue revelada. Caminó hacia el lugar y abrió las puertas con mucho cuidado.
El olor a inciensos y cenizas, llenaron sus fosas nasales. Dos pequeñas velas estaban encendidas en el fondo del lugar, iluminando un pequeño banco de madera en el que reposaban las impecables ropas de la que alguna vez fue la sacerdotisa de la aldea. El medio demonio se acercó con respeto al pequeño banco y se sentó a los pies de éste.
Inuyasha suspiró y llevó su mano derecha hasta su cuello, despojándose así de la joya que le había traído miseria, dolor, pero por sobre todo, amor.
Observó la preciosa perla unos momentos y finalmente, la colocó encima de las ropas de la sacerdotisa.
—Kagome.
Una fina lágrima se escapó de uno de sus ojos. Con tan solo mencionar su nombre, las sensaciones y los sentimientos lo inundaban como a un niño indefenso. Su precioso rostro aparecía en su mente y su dulce sonrisa lo hizo comenzar a sollozar.
¿Alguna vez la herida sanaría?
Perder a su madre no fue fácil. Ella era la única que cuidó de él y perderla fue como atravesar su alma sin piedad… pero perder a Kagome fue como destruir todo en un instante. Sus sonrisas, sus besos, su aroma, esos preciosos ojos chocolates que se lo miraban como si fuese el ser más maravilloso que había pisado el mundo… todo se lo llevo ella. Hasta su felicidad. Ella se había llevado su alma, su corazón y el único sentimiento que jamás creyó sentir alguna vez.
Amor.
Los sollozos se intensificaron un poco más. El medio demonio se abrazó a sí mismo, clavando sus afiladas garras en la piel de sus brazos cansados. Y siguió llorando, pues sabía que el dolor no desaparecería jamás.
Una invisible mano cálida tocó su rostro y sus lágrimas cesaron. Donde quiera que ella estuviese, su alma seguía con él.
Inuyasha tomó las ropas con agresividad y las abrazó como si ella estuviese aun entre sus brazos.
Como si Kagome siguiese allí.
.
.
.
Nota: ¿Qué les ha parecido? Es tan solo un prólogo de lo que será una historia muy larga, pero me ha costado mucho escribirlo pues es mi primera historia de Inuyasha.
Como se dieron cuenta, he intercambiado los papeles entre Kikyo y Kagome: Kikyo será la muchacha que atravesará el pozo, mientras que Kagome será el trágico amor de Inuyasha. Quiero destacar que trataré de conservar sus personalidades, pues no me apetece escribir sobre una Kagome fría y calculadora. La idea es, como les dije, ponerlas en sus papeles contrarios.
Las diferencias de la historia se irán dando a medida que avance, pero como notarán, Kagome no selló a Inuyasha, sino que le encomendó cuidar de su hermano, de la aldea y de la preciada Perla Shikon. Los detalles de la muerte de Kagome aún serán un misterio, pero más adelante tendrán los detalles.
Espero que les haya gustado aunque esto sea solo un prólogo.
Dejen comentarios si tiene alguna duda o sugerencia, que en verdad me vendrían muy bien.
Muchos saludos y si les gusta como escribo, pásense por mi perfil o por mi página de Facebook.
Un beso y nos vemos en el siguiente capítulo.