Disclaimer: Naruto y sus personajes correspondientes pertenecen a Masashi Kishimoto, sólo esta historia es mía.

N/A: La canción de este capítulo, se llama Love Hurts – Hwanhee. El coro de esta canción es desgarrador, me encanta.


Advertencia: este capítulo contiene escenas algo sangrientas, que pueden resultar desagradables para algunas personas. Si es así, recomiendo saltárselas.


La brecha en el olvido.

Capítulo V


«Por ti, he sacrificado todo, incluso me he marchado, pero te extraño mucho, duele demasiado»

—Love Hurts


Tenía el estómago hecho nudo, mientras que ante ella, se extendían el cuerpo de una chica y un pequeño cachorro.

Se llevó una mano a la boca, para evitar gritar. Todo el lugar estaba impregnado de un sofocante olor a sangre.

Sintió cómo el estómago se le hacía nudo, y empezó a temblar descontroladamente.

Aquello era horrible, ¿cómo? ¿Cómo pudo hacer tal cosa?

Intentó caminar, pero las rodillas le temblaron.

El cadáver de la chica presentaba múltiple puñaladas en el pecho, y la cabeza del perro había sido desprendida de su cuerpo.

Incapaz de avanzar, se sostuvo de la pared, mientras sentía unas horribles ganas de vomitar.

¿Por qué? ¿Qué había hecho mal?

Sintió cómo los ojos se le cubrían de lágrimas, y se dejó caer de rodillas. Esa niña muerta, tenía una familia, unos padres que la esperaban, hermanos.

Pero jamás iba a poder regresar.

—Te lo dije —escuchó esa voz que tanto la atormentaba—, nunca podrás irte.

Incapaz de girarse, sollozó.

—E-ella, ¿p-por qué? —la voz se le entrecortaba—, ¿p-por qué?

La persona puso una mano en su hombro.

—Planeaba decirle a sus padres, quería llevarte con ella —sonrió—, y eso no se podía. Siempre estaremos juntos, ¿recuerdas?

Claro que lo recordaba, era la promesa que le había destrozado a la vida.

Con apenas trece años, ya tenía las manos manchadas de sangre.

Era su culpa, de nadie más.

—Te pedí que no lo hicieras.

—Ya te lo dije, quería separarnos —se encogió de hombros—, pero ya no más —susurró, mientras observaba con indiferencia el cadáver de la chica.

Se alejó, dejándola sola con el cuerpo sin vida.

Tomó la fría mano del cadáver, y la apretó con fuerza.

—Lo siento tanto, Yuri, lo siento tanto, ¡perdóname por favor! Espero que realmente puedas perdonarme. No quería que pasara esto, nunca fue mi intención, no quería que te lastimara, perdóname… ¡perdóname! —gritó con desesperación, pero en cambio, lo único que recibió, fue la mirada vacía y sin vida de la chica de catorce años que durante los últimos meses, había sido su única compañía.

La luz que la iluminaba, había sido cruelmente apagada.

Ya no tenía esperanza.


Despertó agitada, cubierta de sudor, y con los ojos llenos de lágrimas. Lo primero que observó, fue el rostro preocupado de Sanda.

—¿Saki? ¿Estás bien?

—¿Sanda-san? ¿Q-qué? —no pudo continuar, al darse cuenta que temblaba de pies a cabeza.

—Gritabas, intenté despertarte, pero no reaccionabas, ¿qué ha pasado?

Quería explicarle, pero sentía la boca entumecida, y las palabras no salían.

¿Qué había sido eso? ¿Un sueño? Pero parecía tan real… aún percibía el olor a sangre.

Se abrazó a sí misma.

—T-tuve un sueño —susurró—, fue muy vívido —miró de un lado a otro, algo histérica—. H-había un cuerpo, de una chica, apuñalado —aún la tenía grabada en la retina.

Sanda se acercó a ella, y la abrazó, consolándose, tal y como había hecho en los últimos días.

—Probablemente sólo fue el estrés, no te preocupes.

Pero Saki no podía controlarse.

—Yuri —susurró.

—¿Qué?

—Yuri, la chica de mi sueño se llamaba Yuri. ¿Qué me ha pasado, Sanda-san? ¿Quién soy?

La anciana suspiró.

—No lo sé, mi niña, pero puedes estar segura que lo vamos a averiguar.

La pelinegra dejó que Sanda la abrazaba, mientras sollozaba.

¿Realmente se trataba de una simple pesadilla?


Cuando sonó la alarma de su celular, ni siquiera se dignó a apagarla, simplemente lazó el aparato al suelo, haciendo que del golpe se apagara.

No quería despertar, ni ir a trabajar.

¿Cuántos días llevaba así? ¿Cuatro, o cinco? Ya ni sabía.

Se hizo bolita dentro de los cobertores, y volvió a cerrar los ojos, dormiría hasta tarde.

Sin embargo, su deseo se vio interrumpido, cuando escuchó que alguien tocaba la puerta de su departamento fuertemente.

—¡Miho, vamos, ábreme, sé que estás ahí!

La aludida se puso la almohada sobre la cabeza.

—¡Miho! —sin embargo, Ino siguió insistiendo.

—¡Vete! ¡Quiero estar sola! —le gritó.

La Yamaka mayor, al darse cuenta que no le iba a contestar, empezó a patear la puerta.

—Te juro que si no me abres, tumbaré esta cosa a patadas.

Fastidiada, la rubia salió de la cama, y abrió la puerta. Cuando Ino la vio, casi suelta un grito.

Se encontraba en pésimas condiciones.

Su cabello rubio estaba grasiento, y los ojos cubiertos de ojeras, incluso parecía que no se había quitado la pijama en días.

—¿Qué diablos te sucede, Miho? —Ino inspeccionó al departamento—¸¿y por qué huele a cigarro?

La aludida se encogió de hombros.

—Ya lo sabes, ¿no? —sonrió con ironía—, fui dejada.

—¿De qué hablas? Naruto me dijo que fuiste tú quien quiso terminar la relación primero.

Miho soltó una sonrisa irónica.

—Se suponía que iba a ser así, pero no, él siempre encuentra la manera de hacerme sentir como una basura —no pudo continuar, porque la voz se le entrecortó gracias al llanto reprimido.

Sí, estaba bastante deprimida. Normalmente le tomaba dos o tres días reponerse de una ruptura, pero siendo sinceros, sus sentimientos hacia Naruto no habían sido tan superficiales. Tenía todo el derecho de llorar lo que quisiera.

Ino, al verla tan devastada, se acercó, y le pasó un brazo por los hombros.

—Tranquila, no se te acabará el mundo.

—Lo sé, p-pero, ¡me duele! —sollozó, como una niña pequeña—, realmente, realmente lo amaba, Ino-chan. Mucho.

—Lo sé, y él también.

—¡Pero no fue suficiente! ¡Nunca fue suficiente! —gritó.

—Ya me cansé de todo esto, de escuchar cómo te lamentas. Reacciona, ysigue adelante, llevas una semana desaparecida, la tía está preocupada. —Miho abrió los ojos, sorprendida, ¿una semana? Aquello era mucho tiempo.

Caminó hacia su recámara, mientras Ino la seguía, se detuvo frente al tocador, y se observó en el espejo, su apariencia era pésima.

—Luzco bastante mal, ¿verdad?

—Sí.

—Yo…

—Miho, no se te va a acabar el mundo —Ino tomó las manos de su prima—. Ya eres lo suficientemente mayor para entender que la vida sigue, te lo digo yo, que después de un largo divorcio, sigo aquí.

La otra rubia sonrió con tristeza.

—Pero tú eres una mujer espectacular, podrías tener a quien quisieras a tus pies, Ino-chan, en cambio yo… —suspiró—, bueno, mírame.

—Santo cielo, esto es el colmo, ¿dónde quedó la chica segura de sí misma?

—Naruto se la llevó.

—¡Eso no es cierto! Tonterías —la mayor bufó—, en serio, deja de sentir lástima por ti misma, y vamos a sacar tu trasero de aquí.

Al escucharla, Miho negó rápidamente, y se tiró sobre la cama.

—Quiero quedarme aquí, por siempre, además —apretó los labios—¸no quiero ver a Naruto.

Ino sintió que su corazón se rompía un poco al ver a su prima favorita tan decepcionada de la vida. Aquello no era normal.

Miho solía ser alegre y dulce, ahora lucía como todo un caso perdido.

—Te tengo un ofrecimiento.

—¿Cuál es?

—Los dos años que llevas trabajando en la empresa Uzumaki, son más que suficientes para que busques otro empleo.

—¿Q-qué estás tratando de decir, Ino-chan? —preguntó, sin entender.

—Bueno, tu carrera en Mercadotecnia puede encajar en cualquier parte. Estuve pensando, y creo que deberías renunciar, Sakura está dispuesta a contratarte.

—Yo…

—Piénsalo, Miho, ¿te consideras lo suficientemente fuerte como para seguir trabajando al lado de Naruto?

No fue necesario que la rubia lo pensara mucho, la respuesta estaba más que clara.

—No, pero, dejar la empresa es un poco drástico.

—Naruto lo sugirió.

—¿QUÉ? —aquello le cayó como agua fría.

—Él fue quien habló con Sakura, para asegurarse que tendrías un lugar de acuerdo a tus habilidades en su compañía. Hablamos largo rato por teléfono, y sonaba… vacío. Ha cambiado tanto, no queda casi nada del chico que conocí en la Universidad, es tan triste —suspiró—. Creo que de alguna manera está preocupado por ti, y quiere alejarte, para no arrastrarte en ese círculo vicioso, y yo estoy de acuerdo, no mereces lidiar con los problemas de los demás.

Miho no respondió, se quedó congelada.

¿Qué debía decirle?

¿Qué su corazón estaba tan roto que sería difícil recomponerse?

Decir adiós era tan difícil, a pesar de estar consciente que no podía volver el tiempo atrás, sus sentimientos por Naruto seguían ahí, latentes.

No se suponía que el amor fuera tan doloroso, no se suponía que tuviera que sufrir de esa manera.

¿Cómo reaccionar al saber que el hombre que amaba quería sacarla finalmente de su vida?

«Estoy bien, estoy bien», quería decir, pero en cambio, los ojos se le llenaron de lágrimas

—É-Él… ya no quiere verme más, ¿verdad? —susurró—, nunca más.

—Miho, es lo mejor —Ino se sentó a su lado, en el colchón.

—Duele, duele muchísimo.

No obtuvo respuesta, y no era necesaria, su prima simplemente la abrazó, mientras ella rompía en llanto.

«¿No me extrañarás? ¿No llorarás por mí, como yo lo hago?», eran las preguntas que tenía atoradas en lo profundo de su pecho, que quiso hacerle a Naruto el día que terminaron, pero no pudo.

Ahora sabía que la respuesta era no.

Porque, tenía la estúpida creencia de que él sí la había querido, que lograron conectar de alguna manera.

Pero no fue así, en cambio, la estaba alejando más y más de su vida.

—Renunciaré —sollozó.

E Ino simplemente asintió.

—Es lo mejor, ya lo verás.

Miho esperaba que aquello fuera lo correcto.


Naruto leía rápidamente las hojas que contenía los últimos reportes de la empresa, al ver que todo lucía en orden, se relajó. Ese día podría regresar temprano a su casa.

La verdad era que en los últimos días todo parecía ir muy bien, sus padres estaban siendo de mucha ayuda con el cuidado de los niños, sobre todo Kushina, quien no les quitaba los ojos de encima.

De alguna manera sus hombros se sentían menos tensos, y la presión en su pecho disminuía.

Poco a poco, paso a paso.

Antes, cada que llegaba a su casa, no tenía tiempo ni siquiera de estar con sus hijos, estaba tan cansado, que siempre se iba a dormir, la niñera era quien se encargaba de todas las tareas.

Pero ahora, todo era diferente, llegaba del trabajo, y su madre lo recibía con una taza de café, mientras su padre leía el periódico, Boruto hacía su tarea en el comedor, y Himawari jugaba con sus muñecas en la sala de estar.

Era como si todo tuviera sentido otra vez.

Se recargó sobre la silla, y cerró los ojos un rato, recordando la escena en su vieja casa, cuando se embriagó.

Fue difícil despertar, y ver todo el desorden que había hecho; las portarretratos rotos, las cosas tiradas. Ahí se dio cuenta que no estaba nada bien.

Por eso, había tomado la decisión de vender aquel que fue su hogar durante casi ocho años.

Aquella casa significaba cada uno de los momentos importantes que había vivido con Hinata, aún estaba decorada con las cortinas y tapices que ella había elegido. Pero aquello era dañino, ya no podía entrar más en ese lugar, si es que quería recuperarse.

La venta estaba a punto de cerrarse, y ya no había marcha atrás.

A veces, cuando estaba en sus momentos más depresivos, se preguntaba constantemente si ella se molestaría por lo que estaba haciendo, pero luego se consolaba al saber que no habría respuesta.

Hinata jamás podría contestarle ninguna de sus preguntas, aunque quisiera.

Sus pensamientos fueron interrumpidos, al escuchar a alguien llamar a su puerta.

—Adelante.

Su secretaria, Naomi, entró en silencio.

—Señor, disculpe que lo interrumpa, Inuzuka-san está esperándolo, ¿lo hago pasar?

Naruto abrió los ojos con sorpresa. ¿Qué haría Kiba en ese lugar? Tanto Tenten y él no le dirigían la palabra, se habían ofendido mucho al enterarse que había iniciado una relación Miho.

—Hazlo pasar.

—De acuerdo —dijo la mujer, para después salir.

Se reacomodó en su silla, mientras observaba la puerta con el ceño fruncido. El que el hombre estuviera ahí, lo hacía sentir extraño.

Hinata siempre había sido amiga cercana a Kiba, incluso muchísimo antes de que ellos se conocieran.

Esos días aún estaban claros en su mente. Su relación amorosa con la Hyūga había empezado como una bonita amistad, con encuentros casuales gracias a amigos en común (Kiba y Sakura), después, con el tiempo, se despertó el interés, y luego de unas cuantas citas, terminaron saliendo.

Para Naruto, recordar esos momentos lo hacían sonreír, ambos eran ingenuos y despistados. Aprendieron juntos, y aunque a veces fallaban, siguieron adelante, hasta que finalmente, después de graduarse, se casaron, y ella resultó embarazada de Boruto.

Todo en menos de cinco años.

A veces, en lo más oscuro de su corazón, sentía que su tiempo con Hinata había sido muy corto. Que los cuatro años de noviazgo fueron insuficientes, que el hecho de que se embarazó recién casada entorpeció todo, y que no esperaron lo suficiente para tener otro hijo.

Al final, sólo la tuvo a su lado por diez años, los cuales le parecían tan poco.

¿Y si sus caminos se hubieran topado mucho antes?

Probablemente eso era lo que más le envidiaba a Kiba, que estuvo con Hinata desde el bachillerato, que la disfrutó muchísimo más.

—Tanto tiempo, Naruto —murmuró su viejo amigo, y compañero de carrera, quien entraba con las manos en los bolsillos.

—Kiba —dijo él, mientras le extendía la mano.

La verdad, es que siempre se sorprendía del Inuzuka, quien tenía ese aspecto bastante juvenil y salvaje, a pesar de los rasgos fuertes en su rostro.

Así que fue normal verlo ahí con bermudas negras, y sandalias azules.

Kiba ignoró su saludo, simplemente se sentó, y dejando al hombre con la mano tirante

—Supongo que estás sorprendido por mi visita, ¿no?

Naruto asintió.

—Algo.

—Nos acabamos de enterar.

—¿Sobre…?

El castaño bufó.

—Tu rompimiento con esa chiquilla, y también sobre la venta de la casa.

—Los chismes corren rápido.

—No se por qué te sorprendes, pero, en todo caso, Ino fue quien le comentó a Tenten —dijo Kiba—, sin embargo, mi duda es, ¿qué te llevó a tomar esa decisión?

El rubio se quedó en silencio. ¿Por qué tendría que contarle esas cosas a Kiba? ¿Por qué debía pedirle su opinión?

Sin embargo, sabía la respuesta, lo hacía sólo por la memoria de su esposa. Sabía que ella siempre lo apreció, fue su mejor amigo. Tenían un lazo tan especial que nunca pudo comprender

Aunque le doliera un poco aceptarlo.

—No me gusta hablar de estas cosas, sólo dejémoslo en que la relación no funcionó, ¿sí? —frunció el ceño—, y lo de la casa, creo que es lo mejor.

—¿Para quién? ¿Para ti? —lo interrogó.

—Kiba…

El Inuzuka estaba molesto, lo podía notar en la forma en que apretaba los puños, y fruncía el ceño.

—No vine aquí para aplaudirte, Naruto. Sólo quiero saber, quiero que me digas la razón por la que estás intentando olvidar tan fuertemente a Hinata, ella no merece esto, no después de todo lo que hizo por ti, no después de que moría por ti.

Al escuchar aquello, Naruto sintió cómo su estómago se contraía, y su propia furia estallaba en su interior.

—¡Estás reclamándome algo que no te corresponde! Incluso cuando decidiste darme la espalda por lo de Mio, lo entendí, sé que lo hacías por el respeto a Hinata, pero ni tú ni nadie saben por el infierno que estoy pasando. Ya me cansé de estar dándoles explicaciones a todos sobre lo que hago, y para que lo sepas —tomó una bocanada de aire—, sí, vendí la casa porque ya no puedo estar ahí ni cinco minutos sin sentir que se me rompe el alma. Sí, quiero dejar el pasado atrás. Pero eso no significa que pueda olvidar al amor de mi vida, nunca va a pasar, ni arrancándome el corazón, ¿comprendes?

Kiba se sorprendió ante las palabras de su viejo amigo.

Por un momento estuvo a punto de decirle que si supiera la verdad, entendería su posición. Que si realmente hubiera conocido a Hinata, comprendería el por qué defendía su recuerdo a capa y espada.

Pero era imposible, él jamás diría nada, ella se había llevado sus secretos a la tumba.

Tomó una bocanada de aire.

—Naruto, no entiendes. Ella te amaba, como no lo puedes imaginar, daba su vida por ti —sonrió con tristeza—, fuiste quien la sacó de la oscuridad. Por eso… es difícil ver cómo tratas de dejarla atrás, cuando Hinata jamás lo hubiera hecho, probablemente te hubiera seguido al infierno.

—Yo también la amaba —susurró—, con todo mi corazón. ¿Pero qué más puedo hacer, Kiba? Ya no está. Incluso tú te niegas a superarlo, si no, no estarías aquí reclamándome algo sin sentido.

—Eso…

—Así como te dolió a ti, Hana-san, el viejo, mis hijos, todos sufrieron con su muerte. ¿Pero qué más podemos hacer? ¿Debo seguir revolcándome en la miseria? ¿Debo dejar que mis hijos me vean en estas condiciones? —sus ojos azules estaban llenos de dolor—. Si por mí fuera, hubiera muerto en su lugar, pero eso no se puede cambiar. Necesito avanzar, y si para hacerlo debo alejarme de las cosas que me atan a ella, lo haré. Ya no puedo vivir con esta pena. Necesito que lo comprendas, Kiba —lo miró—, necesito que lo comprendan. Porque si ustedes lo hacen, si tú y Tenten lo entienden, me sentiré mejor. Siempre fueron valiosos para Hinata, y eso me importa.

Al escucharlo, Kiba sintió cómo se le apretujaba el corazón, Naruto buscaba su aprobación.

Recordó a la Hinata asustadiza y antisocial de quince años. La que temía que la tocaran. En ese entonces no era más que una chiquilla llena de cicatrices emocionales.

Pero Naruto no lo sabía, él conoció a la Hinata Hyūga de dieciocho años recuperada, la que sonreía, y no hablaba de su pasado.

Conoció la versión de ella que sus padres, Tenten y él habían luchado para recuperar.

Se convirtió en una mujer envidiable, quien trataba a toda costa de no hablar de su niñez, y aparentar que todo estaba bien.

Se convirtió en una madre ejemplar, en una esposa amorosa.

El hombre sabía todo lo que Hinata luchó para que todos creyeran que era una mujer más del montón, con una vida cotidiana, que su única preocupación al levantarse era tener la comida lista de su marido y sus pequeños.

Muy pocos sabían que atrás de eso había mucho más.

Sin embargo, ¿qué más daba? ¿Cuál era el sentido de recordar eso una y otra vez? Su amiga le pidió miles de veces que olvidaran eso, que pensaran en el nuevo camino que a ambos se les abría por delante.

Y lo había hecho, fiel a su palabra. Vivió diez años de tranquilidad, en los que vio cómo Hinata parecía convertirse en una persona normal, casada, donde parecía que el pasado jamás regresaría.

Incluso él había iniciado una relación con Tamaki.

Todo parecía ir viento en popa.

Creyó en las palabras de la Hyūga. Y al final, terminó muriendo en un incendio bastante dudoso en su casa vacacional. Los que conocían la verdad, sabían que su muerte era sospechosa, probablemente un asesinato.

Incluso Naruto, quien era bastante ajeno a la realidad, llegó a sospecharlo.

Pero al final, gracias a la insistencia de Hana de que dejaran las cosas así, nadie inició una investigación, ni se realizó alguna autopsia. Simplemente se cremaron los restos, para que el sepelio fuera lo más rápido posible.

Quería decirle todo eso al Uzumaki, pero no pudo. Sus propios monstruos, y fidelidad a su amiga fallecida, no se lo permitieron

—Nunca podremos llegar a un acuerdo —suspiró—, pero en cierta manera comprendo.

Los ojos de Naruto se iluminaron.

—¿De verdad? —su respiración se agitó—, Kiba, esto es muy importante para mí.

—Espera, viejo, eso no quiere decir que aún apruebe lo que pasó con la prima de Ino, supongo que tú también te diste cuenta que estuvo mal —frunció el ceño—, sin embargo, entiendo el camino que quieres tomar, y creo que es lo correcto. Por lo menos para los pequeños monstruillos.

—Gracias —le sonrió, y volvió a extenderle la mano—, ¿estamos bien?

Kiba lo observó, y sonrió de vuelta.

«Hinata, si supieras el desastre que dejaste aquí».

Le dio un fuerte apretón.

—Como si nada hubiera pasado.

Naruto, sintió que el peso de su corazón se hacía más ligero.

Tal vez, tal vez iba por el buen camino, ¿verdad?


Saki caminaba por las calles de Tokio, aún sorprendida por los grandes edificios, y la cantidad de tráfico.

Pero, aunque estaba asombrada, no dejaba de sentir algo familiar. Era como una sensación de haber estado en ese lugar antes.

De la semana que llevaban en la capital japonesa, no habían hecho mucho, sólo instalarse en el mini departamento que Sanda había conseguido. Pero ella no se quejaba, en los tres años se había acostumbrado a los lugares simples, era lo único que conocía, después de todo.

Sin lujos, ni comodidades, sólo necesario.

Aún no habían ido con la policía, puesto que primero quería acostumbrarse al ambiente en la ciudad, y planear bien sus movimientos, antes de buscar a su familia.

Lo que pasó en los días siguientes, fue muy rápido.

Primero, su vestimenta había cambiado, ya no traía sus vestidos largos. Sanda había insistido en que usara jeans, y camisetas de manga larga, para esconder las cicatrices.

Y tenía razón, la gente de Tokio no parecía ser tan comprensiva como los de la villa.

Sin embargo, lo que más le incomodaba, era la peluca. La anciana primero le planteó la situación; no sabían si sus quemaduras fueron resultado de un accidente, o intento de asesinato, aunque Sanda insistía en que lo más lógico era la segunda opción, si no, ¿por qué la dejarían tirada al lado de un río, en una villa lejana? Así que necesitaba ser precavida, y cuidar su identidad.

Y ahí estaba ella, en jeans, con un bonito cabello rizado rojizo, luciendo como una completa desconocida.

Cada vez sentía que estaba más lejana de su verdadero yo. Probablemente era una tontería, pero esa ropa, y la peluca, la hacían sentir mal, como si estuviera viviendo en un cuerpo que no era el suyo.

Pero a pesar de todo, Sanda tenía razón, no podía ir por ahí, exhibiéndose, sin saber exactamente qué le había pasado y en qué circunstancias.

Suspiró, mientras se paraba a un lado de la calle, esperando al semáforo en verde.

Lo que sucedió después, fue muy rápido.

Al otro lado de la vía, entre todas las personas que habían ahí, le llamó la atención una señora pelirroja, que sostenía a un niño de la mano.

Tenía unos siete u ocho años. Con el cabello puntiagudo, de color rubio. Hablaba con la mujer animadamente, traía una mochila de color azul, colgada a los hombros.

Sin embargo, de repente, el pequeño soltó la mano de la mujer, y salió corriendo directo hacia la calle, justo en el momento en que un coche daba vuelta, directo hacia él.

En esos momentos no entendió que le pasó, tal vez la adrenalina del momento, pero no lo pensó dos veces, antes de salir corriendo, hacia donde estaba el chiquillo paralizado.

Fue cuestión de segundos.

Se lanzó con todas sus fuerzas, abrazándolo, y por suerte, esquivando el coche. Ambos rodaron sobre la vía, mientras el auto frenaba.

Se salvaron por puro milagro.

A lo lejos, escuchó cómo la mujer llamaba al niño, pero no podía distinguir qué decía. Sentía que le dolía las rodillas, probablemente del impacto con el frío cemento.

Parpadeó confundida.

—¿Estás bien? —susurró, con la mirada algo borrosa.

El chiquillo se removía entre sus brazos. Cuando su vista se estabilizó un poco, y lo enfocó bien, algo pasó.

Su corazón se estrujó, e inmediatamente sintió cómo los ojos se le llenaban de lágrimas. Las manos le temblaban.

Conocía a ese niño, lo conocía. Cuando éste abrió sus párpados, y la observó, Saki sintió que se congelaba.

Tenía unos grandes ojos azules, brillantes y transparentes. Sólo conocía una mirada así, y esa era la de su hija, Himawari.

Empezó a temblar, y el pequeño, quien lucía igual de sorprendido que ella, puso su pequeña mano en su mejilla.

—¿Ma… mamá? —le susurró, con la voz quebrada.

Sintió un fuerte dolor en la parte de atrás de la cabeza, y antes de que se diera cuenta, un recuerdo la sacudió.

Se removió incómoda sobre el sofá, su gran estómago no le permitía acomodarse bien.

Cariño, ¿podrías ayudarme? —dijo.

Un hombre, al que no lograba verle la cara, se le acercó.

Por supuesto.

El desconocido le dio una mano, y ella se impulsó, quedando sentada.

Así está mejor —entonces, miró hacia los lados—. Por cierto, ¿dónde está mi niño?

Debajo de la mesa, comiéndose las galletas de chocolate, cree que no lo he visto.

Vamos, no seas así, es un bebé —sonrió con ternura—, ¿crees que Himawari sea así?

Espero y no, con ese niño del diablo tenemos suficiente —murmuró él.

Ella río. Entonces, escuchó unos suaves pasitos acercándose, y el niño apareció frente a ella, con la boca toda embarrada de chocolate.

Mami, mami —le extendió sus manitas, dándole a entender que lo cargara.

La mujer estaba consciente de que no podía con él, no con nueve meses de embarazo. Sin embargo, no podía negarle nada, su hijo bajaba todas sus defensas.

Mami no te puede cargar, cariño, pero sí te puedo abrazar, ven, siéntate aquí —palmeó sobre el sofá.

El chiquillo de tres años, como pudo, se subió, y se sentó a su lado.

Buen niño —ella lo abrazó, acomodándolo sobre su pecho.

No es un buen niño, es un consentido —masculló el hombre.

Eso no es cierto, ¿verdad? —él la miraba intensamente, con esos grandes ojos azules suyos que la derretían completamente—. Boruto, cuando seas grande, no seas tan infantil como papá, ¿sí?

¡Papá, papá! —canturreó el niño.

¡Oye! Yo no soy infantil.

Ella sintió que se moría de ternura, y abrazó aún más fuerte a su hijo, ante la mirada de amor que le daba su esposo.

Amaba a sus dos hombrecitos.

Las lágrimas se desbordaron, empapando la mano que el niño tenía sobre su mejilla. Él lucía bastante confundido.

—¡Boruto! ¡Boruto! —finalmente alcanzó a distinguir los gritos de la señora pelirroja que acompañaba al niño.

Boruto.

Boruto.

Boruto…

Su hijo.

Lo sabía. Su corazón se lo decía.

Ese niño era suyo.

Aquello fue lo último que supo, antes de caer inconsciente.


¡Hola!

¿Qué tal?

No tengo perdón, tres meses sin actualizar, lo sé. Pero dios, tengo un gran bloqueo con este fanfic, en serio, sin embargo, me niego a dejarlo en hiatus, aunque eso signifique actualizar cada mil años.

Les juro que la inspiración me llegó de golpe, gracias a la canción que puse al principio, la estaba escuchando y fue cuando las ideas empezaron a fluir, por eso, mi fiel acompañante durante este fic, específicamente, es la música, sobre todo esas canciones que te llegan al alma y te rompen el corazón.

Bueno, sobre el capítulo, creo que al inicio fue bastante intenso, no se lo esperaba, ¿cierto?, pero la verdad es que la historia se va a tornar más oscura con el paso de los capítulos, así estuvo planeado desde el principio.

Sólo les diré esto, hay muchos secretos escondidos por ahí, y aunque algunos personajes lo saben (como Kiba), no pueden decir nada, por respeto a Hinata, ya que creen que está muerta. Al final, la única víctima aquí va a ser Naruto *inserte sonrisa triste*.

Oh, sobre Kiba, perdón si me quedó algo OoC, pero espero y su actitud sea comprensible, él sabe muchas cosas sobre Hinata, cosas fuertes, y por eso le parece increíble que Naruto trate de "superarla", siendo que ella dio todo por él. Absolutamente todo. Por eso no lo entiende, pero llegó a la conclusión de que no le sirve de nada estar ahí, resentido cuando su amiga está supuestamente muerta.

¡RECORDÓ A BORUTO! Omg, tengo esa escena en la cabeza desde hace meses, probablemente desde que escribí su recuerdo de Himawari. Era necesario que supiera que tiene dos hijos, más drama a su crisis existencial. Por cierto, ¿una Hinata pelirroja? Bastante loco, ¿no? Imagínensela, porque usará esa peluca bastante seguido, jijiji.

Oh, también, si alguien quiere escuchar la lista de reproducción de este fanfic, dejaré el link en mi perfil de FF, también la pueden encontrar en mi página de Facebook (búsquenme como Dalie Rueth, hay información que por allá no encontrarás aquí).

Ok, ya ni me disculparé por la nota larga, acostúmbrense, jajaja.

Cambiando de tema, muchísimas gracias por sus reviews, linduras. En serio, hacen que me emocione como no tienen idea, espero y este capítulo haya valido la pena, me costó muchísimo, y eso que no es tan largo para mi gusto.

Creo que es todo, si te gustó el capítulo, déjame un review contándome qué te pareció, es gratis, y me haces feliz. Recuerda que los favoritos y follows no hablan c:

Un abrazo muy fuerte.

Dalie.

20.08.16