Ignite

Capítulo 2 Distraído

Aun usando su ojo de halcón, Takao supo más adelante esa tarde durante la práctica, que su visión buscaba apartarse de la maravillosa figura, que le quitaba el aliento, del muchacho de cabello verde quién usaba tu tamaño a su favor, haciendo tiros demasiado altos para que cualquiera fuera capaz de bloquearlos.

La postura de Midorima cuando lanzaba era erótica, como arqueaba su espalda, sus largos brazos balanceándose en el aire, Takao tuvo que hacer uso de todo su poder para no babear ahí mismo. Finalmente aceptó, después de todos esos meses viendo a Midorima ejecutar sus lanzamientos, que inconscientemente siempre había sido ese tipo de adoración la que desbordaba desde su interior. No era sólo simple admiración por el talento de Midorima en baloncesto.

No. Era pura lujuria, caliente y líquida.

Siempre había estado ahí, lo sabía. Solamente no quiso reconocerlo hasta que ésta gritara justo en su rostro.

¡Rayos!

No sería capaz de concentrarse en el jodido juego si seguía devorando a Midorima con la mirada.

Ahora mismo, los muchachos estaban divididos en dos equipos de cinco, jugando el rutinario partido. Midorima y Takao estaban en diferentes equipos. Midorima en el equipo A mientras Takao en el B.

Un jugador le pasó el balón a Takao, quien pasó a través de la defensa del otro equipo. Dos jugadores lo marcaban, pero él no era sólo un armador cualquiera, tenía habilidad también. Maniobró alrededor de la defensa y pudo llegar a media cancha. Cuando repentinamente Midorima se acercó hasta él con los brazos extendidos a ambos lados, intentando bloquear sus movimientos.

De golpe Takao se retractó, mientras botaba el balón. Maldición. ¿Por qué no era otro el que lo marcaba? ¿Por qué Midorima tenía que estar en todas partes?

Argh.

Se dijo a sí mismo que no podía ayudar al equipo si se distraía, así que se concentró en rodear a Midorima, su trabajo de pies era ágil y rápido. Se dirigió a la derecha del peliverde, con la esperanza de escapar, pero Midorima se acercó más, bloqueándolo con su brazo.

Takao jadeó cuando el rostro del peliverde estuvo más cerca de él, sus narices casi se tocaban. ¡Estaba muy cerca! ¡Muy cerca!

Podía escuchar la pesada respiración de su compañero, incluso podía ver el sudor caer desde su sien hasta su mejilla.

Takao contuvo el aliento al tiempo que sentía el sólido pecho de Midorima estrellarse contra él, evitando que hiciera algún movimiento. No había salida, la mente de Takao se nubló. No sabía si moverse o quedarse quieto, podía sentir aún más la cálida piel de su compañero. Midorima casi lo abrazaba con sus largos brazos, cuando, en efecto era natural para un jugador usar su cuerpo para bloquear a su oponente y evitar que pase.

Mordió su labio. Esa proximidad estaba enviando hormigueos a su espina dorsal y a ése lugar prohibido en su cuerpo, que no se atrevía a pensar.

¿Midorima sabía lo que estaba pensando?

Takao buscó su rostro.

Esos ojos. Esos fascinantes ojos verdes que, aún bajo esos lentes de montura negra, eran demasiado intensos. Lo miraban fijamente, buscando intimidarlo.

Y funcionó. Segundos después de dar un vistazo a esos verdes ojos, Takao trastabilló y calló sobre su trasero, perdiendo el balón.

Su entrenador hizo sonar el silbato. Eso detuvo el juego.

—¡Takao! ¿Qué te pasa? Es la tercera vez que pierdes el balón.

Takao podía sentir el calor cubriendo su rostro. No era usual en él ser tan torpe. Después de todo era el maldito armador. Él hacia las jugadas. Él lideraba las estrategias. Pero hoy su mente estaba hecha papilla.

—Lo siento entrenador —dijo frotando la parte de atrás de su cabeza.

No se atrevió a mirar al escolta peliverde, quien era la causa de todos sus confusos pensamientos. Conociendo al mayor, debería tener el ceño fruncido ahora mismo, y probablemente le gritaría peor de lo que su entrenador podría.

Era algo que ahora no necesitaba. Flexionó las piernas para levantarse y una mano apareció justo frente a él.

Miró al dueño de esa mano: Midorima.

Aceptó su ayuda. Su corazón bramó en su interior. Ya había tocado las manos de Midorima en el pasado —al golpear los puños, chocar las palmas, en un formal apretón de manos— pero ninguno de esos momentos enviaron deliciosas corrientes al sur de su cuerpo, como lo hicieron ahora.

Takao se encogió, e incluso Midorima lo sintió.

Soltó las manos tan pronto estuvo de pie, como si el tacto le quemara.

Sabía que no sería capaz de jugar así, necesitaba despejar su mente. —Hey, ¿entrenador? ¿Puedo… puedo sentarme por un momento? Mi juego está bastante apagado hoy.

El entrenador suspiró y llamó un reemplazo. Mientas Takao se acercaba a la banca, pudo sentir las miradas de sus compañeros de equipo perforando su nuca. Mierda. Estas distracciones no era lo que el equipo ahora necesitaba.

Se sentó en la banca, hundiendo los hombros.

El juego continuó.

Takao agarró su toalla, limpió rudamente su sudoroso rostro y escondió su cabeza en sus palmas. ¿Por qué? ¿Por qué se tenía que sentir así?

Esto arruinaría todo: su amistad con Midorima, su imagen, su carrera de basquetbolista.

¡Era conocido en Shutoku por ser un maldito playboy! ¡Las chicas no podían tener suficiente de él! Entonces ¿Por qué se dio cuenta después de todo este tiempo que lo que realmente quería no era una chica bonita, sino un estoico, excéntrico gigante obsesionado con los objetos de la suerte como Midorima?

¡Estaba condenado!

Su rostro aún estaba escondido en sus palmas, por lo que no vio la fulminante mirada del ya mencionado gigante en él. Midorima continuó mirando a Takao, pensando que había pasado con su, usualmente alegre compañero de equipo y por qué estaba actuado tan esquivo con él.

Takao Idiota.