¡Holaaaaaa mis queridas personitas! Les debo una explicación, he andado muy ausente e incluso subiré una nueva historia en lugar de continuar con la de Ambivalencia (que probablemente es lo que debería hacer) pero es que esta idea me gusta tanto que no pude evitarlo, y ya que parece ser que mi bloqueo de escritor se ha ido, tendrán capitulo cada fin de semana.

Gracias por seguir aquí conmigo, y a los que esperaban otra historia mía dejenme les digo que los quiero y les mando mucho amor.

Ahora, esta historia se las dedico completamente a dos personitas que me habían pedido que escribiera bubbline, Natasha Peri y Ariel Luna además de que han estado tanto ahí que esta historia es una manera de darles las gracias.

Si les gusta no olviden dejar un review, o dar follow y fav que eso ayuda a su salud emocional (Y a la mía).

Los quiero, se cuidan y muchos abrazos. Si pueden pasen a leer la otra que acabo de subir, es Gumsall pero estoy segura que les gustara porque, también habrá bubbline y la historia es buena. Se llama Mi tormento personal. Vayan, vayan, vayan.

Disclaimer.Cartoon Network es el dueño total de los personajes, yo sólo los uso para mi historia.


Llovía a cantaros esa noche, era la primera lluvia después de varias semanas, un día perfecto para quedarse en casa bebiendo leche caliente o un café; realmente desearía estar en estos momentos entre las sabanas en su cálida y reconfortante habitación, pero en lugar de eso se encontraba caminando por la acera tratando de taparse con un paraguas mientras rogaba porque no comenzara a soplar fuerte el viento y su sombrilla lograra resistir hasta la casa. El agua parecía caer con más fuerza a cada minuto disminuyendo su rango de visión por lo que apenas lograba distinguir lo que había un par de calles más adelante.

De no haber sido por los caprichos de su amiga en estos momentos no estaría pasando por esto, pero no podía negarse a traerle un paquete de cigarrillos cuando hace tanto tiempo que no la veía; por otro lado, seguro ella si sabía que llovería pues se había negado rotundamente a acompañarla y había insistido por que llevara un paraguas, quizás esa era la única cosa que le agradecía por el contrario estaría en estos momentos completamente empapada.

Venia inmersa quejándose de su amiga y del terrible clima, dándose cuenta que solo un loco saldría de su casa en condiciones como estas, tal vez por eso cuando la vio creyó que estaba chiflada. Nadie en su sano juicio estaría parado en un parque en medio de una tormenta como aquella, y aunque podía tratar de explicar su conducta con un razonamiento lógico, ella estaba tan calmada mientras la lluvia caía sobre sí que era imposible que estuviera ahí por accidente. Considero cubrirla con su paraguas, pero dado que la chica ya se encontraba mojada de pies a cabeza no consideró que fuera hacer mucha diferencia.

Llevaba puesta una camiseta de tirantes que dejaba ver gran parte de su cuerpo, un short apenas por debajo del muslo y zapatillas deportivas; se recogía el cabello con las manos mientras lo amarraba con la liga que llevaba en la muñeca. Unos mechones quedaron pegados a su rostro dándole un aspecto bastante desaliñado. Posiblemente esta chica fuera la persona más extraña que había visto nunca.

Pareció percatarse de su presencia porque se giró y le dedicó una sonrisa mientras comenzaba a trotar hacia donde ella estaba, no sabía si se detendría o iba a pasar de largo, pero no pudo evitar ponerse nerviosa; al final la joven de cabello rosa terminó deteniéndose frente a ella. Marceline tragó saliva, era mucho más bonita de cerca, y ni siquiera sabía porque se había fijado en algo como eso.

―Se te está mojando la chaqueta. ―le avisó.

No pudo evitar pensar lo irónico que era el que fuera justamente ella quien se lo dijera, soltó una pequeña risa y asintió.

―Tú estás un poco mojada.

―A mí no me molesta la lluvia, pero tú no estás buscando mojarte. ―hizo notar y sonrió.

―Supongo que tienes razón, ¿Por qué alguien tan bonita se encuentra aquí a esta hora?

Se dio cuenta de lo que había dicho cuando las palabras habían salido ya de su boca, no había querido llamarla bonita, casi sonó como si quisiera ligar con ella. Aparentó calma mientras su mente debatía entre disculparse o fingir que no había dicho nada raro.

― ¿Por qué no? ―respondió encogiéndose de hombros.

Si le incomodó de alguna manera el apelativo desde luego no lo demostró, cosa que la pelinegra agradeció.

―No sé, quizá porque está lloviendo, es de noche y tú vas vestida como si estuviéramos en verano.

El sarcasmo en su voz era evidente, pero ambas sonreían cada vez más entretenidas.

―Un poco de lluvia no va a matarme. Y tampoco es tan tarde. ―se defendió quitándole importancia con un gesto de la mano.

―Pero si hará que te enfermes.

Miró por encima del hombro de la chica al notar que alguien se acercaba, y esa silueta le parecía bastante familiar. Keila se acercaba a paso rápido y solo se detuvo cuando estuvo junto a ellas, se veía molesta pero aun así lo oculto bien y le presto mayor atención a la compañía de su amiga a quien no parecía importarle la lluvia en lo absoluto ni tampoco el hecho de que su ropa interior quedara a la vista por culpa de su ropa mojada.

―Me tenías preocupada, Marce. Creí que te había pasado algo malo. ―le dijo molesta.

―Lo siento, es que me quedé platicando con… ―volteo a verla al ser consciente de que ni siquiera sabía su nombre.

―Bonnibel Glum. Un placer.

La chica le extendió la mano a Keila quien se la tomó enseguida sonriendo para sí misma, acababa de notar que Marceline no solía quedarse platicando con extraños y que si lo había hecho en esta ocasión seguramente era porque había visto algo especial en esta chica que parecía no importarle su salud en lo absoluto. La observo de arriba abajo descaradamente poniendo incomoda a la pelinegra mientras Bonnibel parecía no darle importancia.

―El gusto es mío, Bonnibel. Me llamo Keila, y soy la amiga de la infancia de Marce.

―Tiene una gran amiga si viniste bajo la lluvia sólo para encontrarla.

―Oh vamos, tampoco me estoy mojando, además ella tiene mis cigarrillos.

Marceline empezaba a sentirse bastante fuera de lugar, su amiga parecía llevarse bien con la pelirrosa y casi podía ver como estaban ignorándola; podía sentir en la bolsa de su chaqueta la cajetilla, apenas podía resistir la necesidad de estrujarla, pero eso significaría que terminaría que ir a comprar unos de nuevo y no le apetecía en lo absoluto, sólo quería poder irse a su casa a descansar, quizá ignorar a Keila por el resto del día y meterse en la cama el resto de la tarde. Estuvo a punto de interrumpir la conversación para irse simplemente, y ojalá lo hubiera hecho antes de escucharla decir tremenda tontería.

―La casa queda aquí cerca, ¿Por qué no vienes? Estamos por hacer la comida.

Y una respuesta que no se esperaba.

―Claro, me encantaría.

¿Quién acepta una solicitud de un extraño para ir a su casa? Nadie en su sano juicio lo haría, podrían querer prostituirla o sacarle los órganos para venderlos, incluso ser traficante de drogas, cosa que no eran, pero, ¿Y si lo fueran? Uno no puede ir por la vida aceptando ir a casa de extraños a la primera oportunidad. O quizá no tuviera miedo porque ella era la que buscaba personas ingenuas para robarles… No, era poco probable, esa chica ni siquiera tenía un lugar en donde pudiera guardar las cosas, era imposible que fuera una ladrona. Tal vez lo raro de la situación la hacía ponerse un poco paranoica.

―Vamos, Marce, no dejemos que esta chica siga mojándose. ―dijo interrumpiendo sus pensamientos.

Ella todavía estaba algo aturdida por lo que no respondió enseguida.

―Quizá tu amiga no está muy de acuerdo en que vaya. No quiero dar problemas de todas maneras ya… ―le hizo una seña con la mano para que dejara de hablar.

―No es eso. Siempre hay lugar para una persona más en la mesa. Acompáñanos. ―le sonrió.

Las tres se dieron prisa para llegar al apartamento mientras el agua comenzaba a ceder, ya no era tan fuerte y seguro en un par de horas más el sol ya estaría en su posición brillando y dándoles calor a pesar de estar en pleno mes de frio, pero que podían hacer, el clima era así, siempre hacia calor en la fecha equivocada.

En frente del edificio de apartamentos en el que vivía se encontraban unos niños jugando en la lluvia y saltando en los charcos; no pudo evitar pensar en que seguro su invitada era capaz de ponerse a jugar con los niños de la manera en que lo hacían sin preocuparse por las personas que la verían con esa expresión reprobatoria en el rostro.

No perdió mucho tiempo contemplándolos, estaba demasiado ansiosa por entrar a su hogar, tanto que por poco les cierra la puerta en la cara, por suerte recordó a tiempo que venía acompañada y ninguna de ellas pareció notar lo que había estado a punto de hacer.

―Te traeré una toalla. ―ofreció Keila.

―Déjalo, ya lo hago yo. ―después se dirigió a la pelirrosa ―. Te mostraré donde está el baño y te llevare algo de ropa para que puedas quitarte esa. La pondré en la secadora y estará lista en minutos.

Ella sólo asintió y la siguió por el pasillo hasta la última puerta. Para ser un apartamento estaba muy bien decorado, y el baño no era la excepción; parecía que la dueña del lugar tenia estilo, y también era una persona ordenada, daba la impresión de que disfrutaba tener todas las cosas en su lugar, tal como habría hecho ella antes.

Marceline le dejó algo de ropa y una toalla y enseguida se retiró para darle intimidad mientras se cambiaba, no sin antes decirles donde quedaba la cocina y donde dejara su ropa para poder lavarla.

Al principio se había imaginado que era una de esas personas que gustaban de escuchar rock y por lo general suelen ser muy destructivos sin darle importancia al daño que causan, pero tal parece que se había equivocado, en todo excepto en su gusto por el rock ya que la camiseta que le había dejado ahí llevaba estampado el logotipo de una.

Quizá se había dejado llevar demasiado por los estereotipos, ahora sentía un poco de pena de no haber usado la cabeza desde el principio y haber juzgado sin conocer. Mientras se cambiaba varios estornudos le hicieron ver que era muy probable que fuera a pescar un resfriado pronto si no hacía algo para evitarlo.

Encontró a las chicas en la cocina bebiendo un poco de chocolate en unas bonitas tazas de porcelana y charlando, al parecer sobre algo importante porque casi se estaban gritando en susurros y se callaron en cuanto la vieron entrar. Keila había recuperado su sonrisa, pero era obvio que Marceline seguía disgustada y seguramente seguirían discutiendo de ello en cuanto se fuera, de hecho, de no ser porque su ropa estaba aún mojada se habría ido en ese mismo momento pues daba la impresión de que no era un excelente momento para tener visitas.

―Siéntate, Bonnibel, aquí hay chocolate. ―dijo señalando una taza humeante sobre la mesa.

Le sonrió e hizo lo que le dijo. Bebió un poco y un gritillo de placer escapó de sus labios sin poder evitarlo, era el mejor chocolate caliente que hubiera podido probar en toda su vida. Cuando volvió a fijar la vista en ellas se dio cuenta de que ambas sonreían divertidas por su reacción. Trató de no avergonzarse, pero no funcionó muy bien porque sus mejillas cambiaron de color.

―Parece que te gustó. ―comentó Marceline.

―Está delicioso. ―admitió.

―Marce es buena en lo que hace.

Keila terminó de un trago el chocolate que aún le quedaba y se paró de la mesa.

―Yo me iré a dormir ya, estoy agotada. Marce, se buena ¿Quieres?

―No sé a qué te refieres. Sólo ve a dormir.

En cuanto se quedaron solas Marceline aprovechó para preguntar algo que rondaba en su cabeza desde hacía un buen rato, y aunque al principio no pensaba decir nada para no ser entrometida, la curiosidad era más fuerte.

― ¿Cuál es tu nombre completo? ―le preguntó la pelirrosa cuando estaba por abrir la boca.

―Claro, nunca me presenté, lo siento. Soy Marceline Abadeer.

―Es un placer, Marceline. ―hizo una pequeña pausa y agregó ― ¿Es tu casa?

―Sí, Keila está sólo de visita aquí.

―Por la manera en la que me ofreció venir hubiera jurado que era al revés.

―Ella siempre se toma muchas libertades. ―sonrió. ―Pero es una buena amiga. Además, supongo que yo soy igual con sus cosas.

Bebió otro sorbo del chocolate tratando de que esta vez no saliera ningún sonido extraño de su boca.

― ¿Por qué te dijo que fueras buena? ―preguntó con curiosidad.

―Ella a veces dice cosas que no tienen mucho sentido, yo tampoco estoy muy segura de porque lo dijo.

―Disculpa si es mucha indiscreción, pero, noté que discutían hace un rato, y bueno, si soy una molestia será mejor que me vaya.

― ¡No! ―se dio cuenta que eso había sido una respuesta demasiado enérgica. ―Quiero decir, no era por ti, son cosas entre ella y yo en las que no estamos de acuerdo. Perdona si eso te hizo sentir incomoda.

―Ya veo.

―Oye, me he estado preguntando ¿Por qué estabas bajo la lluvia? ¿Acaso tu novio rompió contigo?

Eso la hizo reír, no sabía cómo era que se le había ocurrido algo así.

―Nada de eso, ni siquiera tengo novio. Sólo tenía ganas de salir a correr y lo hice.

Lo decía de una manera tan simple que hacía ver como si no fuera gran cosa.

―Vaya, empiezo a creer que te falta un tornillo.

Parecía que iba a replicar, pero un estornudo no la dejó.

―Salud. ―le pasó una servilleta ―. ¿Lo ves? Estás enfermándote.

―No es verdad, fue sólo una vez.

―Termina tu chocolate, te hará sentir mejor. Iré a poner tu ropa en la lavadora.

Marceline quizá no era la chica desordenada y destructiva que había pensado que era, pero daba la impresión de que estar en contacto con ella iba a resultar más que divertido, sólo tenía una duda que no dejaba de rondar por su cabeza, ¿Por qué estaba discutiendo con Keila? Parecía algo serio, y no quería ser entrometida, pero a veces la curiosidad es más grande.