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Capítulo 5

—Llegó a su casa cerca de las cinco de la mañana.

— ¿Sabe qué estaba haciendo antes de ir a casa?

—No. No sé nada acerca de eso.

—Prosigue.

—Se contactó conmigo a las nueve. Me pidió que vaya a su casa —Gilbert hizo una pausa —… Cuando llegué él estaba en un estado de shock o paranoia. Llamé a Marcos, porque no sabía qué hacer con Francis.

— ¿Marcos es a quien apuñalaron? —Vincent preguntó y el albino asintió.

—Marcos Hernández —Gilbert mintió—. Es extranjero.

—Bien —Vincent anotó en su libreta—, continúa.

—Mientras estuvo en ese estado, atacó a Marcos y luego se suicidó.

Esta vez tenía suerte, Antonio había ido sin su billetera a la casa de Francis, por ende, fue sin sus documentos personales. Eso le facilitaba el mentirle a la policía.

— ¿Considera eso un suicidio normal?

—No.

— ¿En qué trabajaba…? Francis, si no me equivoco —Vincent se tocó la sien, su cabeza estaba comenzando a doler.

— ¿Él?... Pues… Estaba desempleado.

— ¿Desde hace cuánto tiempo?

—Aproximadamente seis meses.

—Ok —Anotó nuevamente—. ¿Tenía algún familiar vivo?

—No —Respondió Gilbert rápido—. Es… Era, digo, hijo único y sus padres fallecieron hace tiempo.

El albino desvió la mirada y la dejó fija en el pavimento de la calle. Estaba sentado en una de las bancas que había en la acera. En su rosto se reflejó angustia y disgusto al recordar la desagradable escena que se repetía una y otra vez en su mente. Aun así, se consideraba una persona con suerte en ese momento: Se habían desecho del cuerpo de Cloé hace media hora atrás. Habían limpiado, y ocultado, todas las armas que Francis había utilizado. Antonio no llevaba documentos que lo identificaran. Y Gilbert era bueno mintiendo.

Vincent no tardó en terminar de hacer las preguntas. Pidió el número de celular del albino, quien, por su puesto, dio un número falso.

—Entonces —Dijo Vincent—, te contactaremos en un par de días.

—Entiendo… —Gilbert Asintió.

— ¿Quiere que lo llevemos al hospital? —Se ofreció amable un policía.

—No, gracias… Tomaré un taxi.

Gilbert se alejó lo más rápido que pudo, y pidió un taxi que lo llevase al hospital. Estaba preocupado, a pesar de que ya no podía hacer nada por Francis, pues la morgue se había llevado su cuerpo, aún tenía que ver a Antonio. Debía advertirle que la policía podía descubrirlos en cualquier momento, y ese momento no estaba muy lejos, por lo que parecía.

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— ¿Hermana? —Luke entró a la cocina, frotándose los ojos, somnoliento—. ¿Dónde está mi hermano?

—Vincent salió hace un par de horas. Fue a trabajar.

— ¿Alguna vez va a estar en casa?

— ¡Claro que sí! Estoy segura de que va a pedir uno o dos días libres para pasarlos con nosotros —Emma rio.

—Espero que lo haga

El menor hizo un puchero mientras se sentaba y apoyaba sus codos sobre la mesa. Estiró el brazo y cogió una de las galletas que estaban en el centro. Se moría de hambre.

Emma escuchó los pitidos que anunciaban que la lavadora había terminado. Salió de la habitación para colgar la ropa, hacía un buen día y no se podía desaprovechar.

Ya era la tercera galleta que Luke comía cuando comenzó a sentirse extraño, una incesante comezón apareció en su garganta y pronto se esparció por todo su cuerpo. La desesperación lo llevó al punto de las lágrimas y los gritos, sin dejar de rascar con fuerza las zonas en las que más le picaba. Su hermana, desde el baño, escuchó el ajetreo en la cocina y corrió con rapidez hacia el lugar.

— ¡Ay Dios santo, Luke!

Tapó su boca con ambas manos al ver a su hermano menor con el rostro hinchado y marcas rojas por todo el cuerpo. El niño tosía con fuerza y rascaba sus manos y cuello con brutalidad. Emma, alarmada, sacó su celular y marcó el número de emergencias. Para su suerte, y la de su hermano, ella actuó de manera rápida; apenas llegó la ambulancia, ella corrió y subió a su hermano con ayuda de los paramédicos, quienes lo sedaron e hicieron que la picazón se calmara un poco. Una vez en el hospital, Luke entró a un salón, acompañado de uno de los doctores. Emma tuvo que esperar paciente, en la entrada del lugar. Caminaba de un lado a otro, mirando la hora, leyendo los posters y avisos que había en los paneles y jugando nerviosa con sus manos.

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Un taxi se detuvo frente al edificio. Gilbert bajó y entró apresurado, con la respiración agitada, buscó a alguien que le pudiese ayudar, parecía que el hospital estaba bastante ocupado ese día. Caminó enfocado en la cabina de consultas, había una persona delante de él en la fila, otra persona se sumó, una chica, el albino no se detuvo a mirarla, simplemente esperó a que quien se encontraba adelante saliera para poder él preguntar por Antonio.

—Disculpe —Le dijo al joven que se encontraba tras el vidrio— ¿Han internado a algún paciente apuñalado?

—Sí… Marcos, ¿No? Cabello castaño, piel morena —El enfermero leyó en los registros.

—Sí, él mismo, ¿Puede decirme la habitación en la que se encuentra?

—Lo lamento mucho, ahora mismo se encuentra en operaciones y está inconsciente, no despertará dentro de, aproximadamente, cinco horas. Necesitaba una transfusión de sangre urgente y que le sellaran la herida.

—Demonios —Gilbert apretó sus puños y se dio la vuelta.

Notó cómo la chica que se encontraba atrás suyo lo quedaba mirando. Cuando se sentó en una de las sillas de espera, ella se le acercó, reflejando una mirada un poco angustiada. Su rostro se le hacía conocido, ¿Pero de dónde?

—Perdón… ¿Tú eres Gilbert? —Preguntó ella.

—Si… —Respondió él, mirándola de pies a cabeza, ¿Cómo es que sabía su nombre?

—Mi nombre es Emma, quería preguntarte algo.

—Ah, claro, Emma, la novia de Antonio ¿No? —Ahora lograba asimilar el rostro de la chica.

— ¿Qué? No, no soy su novia, somos… Conocidos, amigos.

—Sí, lo que sea, ¿Qué ocurre? —Le preguntó Gilbert, moviendo nerviosamente su pierna.

—Hace un momento te acercaste a la cabina. Ese tal "Marcos" —Dibujó las comillas en el aire— No existe, ¿Verdad? Estaban hablando de Antonio.

Rayos, era astuta, se había dado cuenta con tanta facilidad que algo realmente andaba mal y que, claramente, Antonio estaba involucrado en ello.

— ¿Cómo lo supiste? —La miró entrecerrando los ojos, sospechoso.

—… Instinto femenino —Alzó los hombros.

Gilbert la miró extrañado, obviamente no le creía esas cosas. Por lo que parecía, Antonio le había contado acerca de ambos a la chica, ahora sólo esperaba que no le haya hablado sobre su trabajo, y esas cosas, si lo había hecho, Gilbert lo mataría de inmediato.

— ¿Y bien? —Dijo ella, con tono preocupado— ¿Me vas a decir qué es lo que ocurrió?

—No creo que sea adecuado decírtelo… —Se rascó la nuca, evitando la mirada de la chica.

—He escuchado una parte, quiero saber la historia completa.

El albino tenía dos opciones, o se lo decía, o corría el riesgo de que, por algún motivo, ella le contase a su hermano lo poco que había escuchado. Escogió la primera, sólo por seguridad.

—Está bien, pero no soy nada delicado con estas cosas.

—No importa —Respondió ella, decidida.

—Tuvimos un grave incidente. Francis, ¿Lo recuerdas? —La chica asintió—, bueno, pues Francis enloqueció de un momento a otro. Yo estaba con él cuando eso ocurrió, necesitaba ayuda por lo que llamé a Antonio. Cuando él llegó, las cosas se salieron de control y… —Se detuvo, no podía controlar las náuseas que sentía.

— ¿Entonces? —Emma lo presionó para que terminase la historia.

—Entonces, Francis apuñaló a Antonio y luego se suicidó, de una forma que no necesitas saber.

Terminó diciendo las últimas palabras de forma rápida y atropellada.

— ¿Y qué te dijeron de la condición de Antonio?

—Está en urgencias. Gran pérdida de sangre —Hizo una mueca.

Emma cubrió su boca con una mano. El pensar en el chico en ese estado, de alguna forma, la destrozaba por dentro. Un nudo en su garganta no tardó en aparecer y las involuntarias lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, ella las detuvo con su mano, enjuagándolas a medida que caían. El chico que se encontraba a su lado, desviaba la mirada, nervioso, sin saber qué hacer ante esa situación, simplemente la miraba de reojo mientras ella lloraba silenciosamente.

"Emma Peeters, se le solicita en el pasillo tres" Dijo una voz a través del parlante.

La mencionada se puso en pie y Gilbert logró soltar un suspiro, aliviado.

Caminó por los pasillos hasta encontrar el número tres. Un doctor de cabello rubio y lentes la esperaba fuera de una de las habitaciones.

—Usted debe ser la hermana de Luke Peteer. Soy el doctor Oxenstierna.

—Sí, soy yo. Un gusto en conocerlo, doctor.

—Hablemos sobre su hermano.

Ambos tomaron asiento en las sillas que se encontraban fuera de la habitación.

— Le hemos hecho unos exámenes y los resultados demostraron que los frutos secos le causan reacciones alérgicas, como la que presenció anteriormente —Explicó con palabras simples.

—No tenía ni idea… Estoy segura que él menos lo sabía, debe ser la primera vez que tiene una reacción alérgica en su vida.

—Según el examen de sangre realizado, Luke es alérgico a otros frutos secos, tales como el maní y las nueces. En caso de una nueva intoxicación le recetaremos unas píldoras que harán que la hinchazón interior disminuya, si la intoxicación es muy fuerte, será mejor que recurra al hospital más cercano.

—Comprendo. ¿Cuál es la situación actual de Luke?

—Uno de nuestros enfermeros le ha dado pastillas para disminuir el daño —Explicó—. El niño deberá descansar adecuadamente esta noche, y asegúrese de que se mantenga bien hidratado.

—Mantendré eso en cuenta. Muchas gracias.

—Su hermano ya se puede retirar. Posiblemente tenga el ánimo bajo o se encuentre cansado, pero no se alarme, son los efectos secundarios de los medicamentos, nada preocupante.

Emma asintió y entró, tocando la puerta, para buscar al pequeño. Lo tomó de la mano y se retiró a paso rápido del hospital.

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Llevaba cerca de dos horas sentado en espera. Antonio continuaba inconsciente, ya había acabado su operación, por suerte todo había salido bien, ahora estaba conectado a un respirador mecánico ya que su cuerpo continuaba débil.

Desgraciadamente, Gilbert tenía cosas más importantes que sentarse en una silla incómoda, y rodeado de enfermos y heridos. Se levantó y miró la hora en su celular, eran recién las dos de la tarde.

Caminó, pues no tenía prisa y necesitaba ganar algo de tiempo, mientras se le ocurría cómo explicarle a Lovino lo que había ocurrido esta mañana. Hacía sus pasos lentos, manteniendo la mirada perdida entre miles de pensamientos que cruzaban su mente en esos momentos. ¿Cómo enfrentaría a su jefe? Sus ojos se enrojecieron al recordar a Francis enloquecido y abatido por sus propios actos, al pensar en Antonio recostado en una camilla, con una máscara que le proporcionaba el aire necesario para sus pulmones, al recordar que la policía podría encontrarlos en cualquier momento. Demonios, se sentía tan débil, era débil. Cerró los ojos, impidiendo que las lágrimas asomaran por ellos, y apretó los puños con la misma fuerza con la que apretaba su mandíbula. Se quedó de pie, inmóvil, esperando e intentando calmarse para poder continuar su camino. El sonido del freno y la bocina de un auto le hicieron alzar la cabeza, mirando desconcertado hacia todas las direcciones. Estaba detenido en medio de la calle, y un vehículo con un furioso conductor que gritaba insultos hacia el albino estaba en frente suyo, a dos metros de atropellarlo. Mierda, debía ser más cuidadoso, no podían tener más pérdidas el día de hoy. Reaccionó acelerando el paso hasta llegar a la acera. Sacudió la cabeza y emprendió nuevamente su camino hasta el oscuro edificio, donde lo esperaba Lovino.

Ahora tenía su mente un poco más clara, pero el miedo lo dominaba en ese momento.

—Jefe… —Llamó Gilbert, titubeando un poco.

— ¿Por qué has venido solo? —Preguntó repentinamente Lovino—, Antonio me dijo que estaría contigo y Francis.

El albino desvió la mirada y tragó saliva, todos los pensamientos ordenados que tenía en su mente se dispersaban con cada palabra que el castaño decía.

—Dijo, también, que estarían en casa de Francis, que era urgente —Lovino tenía un mal presentimiento.

—Verá, justamente venía a hablar sobre ellos —Su mirada estaba nerviosa, algo de lo que el otro se percató rápidamente.

— ¿Qué ocurrió? —Preguntó Lovino, poniendo toda su atención sobre Gilbert.

—Hubo un accidente.

— ¿Qué tan grave?

—Muy grave —Dijo, preocupado por la expresión que Lovino comenzaba a mostrar—. E involucra a Antonio, y a Francis.

—Cuéntame lo que ocurrió.

—Yo tenía la misión de encargarme de Cloé… —Se detuvo un momento, recordando que había hecho algo en contra de Lovino— No pude hacerlo, se lo dije a Francis y-

— ¿Ella sigue viva? —Lovino fulminó con su mirada a Gilbert.

—No, no… Francis la mató —El jefe enarcó una ceja—. Fue un accidente —Explicó Gilbert—. Lo llevé a tomar unas copas, para que podamos solucionar eso sin tener que matar a Cloé, yo no podría haberlo hecho, le tenía un gran aprecio a ella. Bueno… Nos emborrachamos, eso es normal, yo me fui primero que Francis, tenía que estar con Ludwig, usted sabe. Todo estaba normal, hasta el día siguiente, o sea, hoy. Recibí una llamada de Francis, se oía muy desesperado, y me pidió que vaya con él. Eran cerca de las nueve de la mañana. Da igual, fui lo más rápido que pude con él. Cuando llegué a su casa Francis había matado a Cloé, y la había abierto. Ugh. Fue horrible, estaba completamente fuera de sí, estaba loco. Llamé a Antonio para que me ayudase con ese desastre. Limpiamos todo y nos deshicimos del cadáver a tiempo. Para cuando terminamos con todo eso Francis ya se veía mejor, pero no lo estaba, estaba en ese estado de shock en el que comienzas a sentirte culpable y… Fue algo como esquizofrenia.

—Puedo imaginarme lo que continúa —Interrumpió Lovino.

Gilbert agachó la cabeza, exhausto y un poco aliviado. No quería seguir explicando lo ocurrido.

— ¿Dónde está Antonio? —Preguntó frunciendo aún más el ceño.

—En el hospital.

El aura de molestia que rodeó a Lovino en ese momento hizo que a Gilbert se le erizaran los pelos.

— ¿Por qué…? —Preguntó irónico, el castaño.

—Pues… Estaba herido.

—Por qué llamaste a la ambulancia. —Acusó Lovino.

Gilbert logró notar nuevamente su error.

— ¡Imbécil! —Lo retó con furia.

—Lo lamento muchísimo. Estaba en pánico, no supe qué hacer.

—Nos has expuesto.

—Lo lamento, de veras, lo siento.

—Gilbert. Esto es lo más grave que nos ha ocurrido hasta el momento. Antonio debe salir de ese lugar, ahora.

—Lo sé, pero no puede. Está demasiado grave para salir. Está inconsciente, aún no se sabe cuándo despertará.

—Está bien. —Dijo Lovino, intentando calmar su furia—. Retírate.

Gilbert asintió y se retiró con pasos rápidos y silenciosos. Su respiración estaba tan acelerada como los latidos de su corazón. Realmente no había sido tan malo como él se lo esperaba, creía que lo iban a expulsar, o algo peor.

Lovino, por su parte, se levantó de su asiento y salió por la puerta trasera de la habitación. Debía visitar a Antonio, no lo podía dejar así. Tenía que hacer algo, y tenía que hacerlo rápido, no se podía arriesgar a que la policía lo encuentre y lo arreste, no, eso sería demasiado estúpido y precipitado de su parte.

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Ya caía la tarde. Luke descansaba en su habitación y Emma estaba sentada en el sillón, viendo la televisión con una taza de café entre las manos. Su mirada estaba perdida, sólo tenía los ojos fijos en la brillante pantalla, pero en ellos se reflejaban otras cosas. Su rostro estaba serio y el café se enfriaba intacto. El sonido de la puerta abriéndose le hizo dar un pequeño salto y volver a la realidad.

—He llegado —Se escuchó la cansada voz de Vincent.

Emma no respondió, simplemente lo ignoró y volvió a su inerte actividad, tomó un sorbo de la bebida y cambió el canal.

— ¿Emma? —Preguntó el rubio entrando a la habitación.

—Bienvenido —Le respondió ella en un tono aburrido.

— ¿Qué ocurre?

—Nada, ¿Por qué preguntas? —Esta vez ella le dirigió una sonrisa algo forzada— ¿Cómo estuvo tu día?

—Bastante ajetreado —Respondió con un suspiro pesado, mientras se sentaba al lado de su hermana.

— ¿Si? ¿Qué ocurrió?

—Hubo un gran disturbio… Un tipo se suicidó. Ugh, no quieres saber más.

—Se oye intenso. —Vincent asintió.

— ¿Y cómo estuvo tu día? —El rubio se acomodó en el sillón.

—Tuve que ir al hospital. Luke se intoxicó con una galleta… tiene alergias.

— ¿Cómo está ahora?

—Está descansando.

—Hey… —Vincent la miró fijamente— ¿Está todo bien? Te noto algo extraña.

—Si. —Respondió cortante.

—Vamos, te conozco lo suficiente, ¿Qué ocurrió? —Posó una de sus manos sobre la cabeza de la chica y acarició su cabello con delicadeza.

Emma abrió la boca para decir algo, pero se arrepintió en el instante y frunció los labios. Se mordió su tembloroso labio inferior para evitar romper en llanto. No lo logró. Las lágrimas rodaban nuevamente por sus mejillas, cálidas e imparables. Vincent reaccionó a darle un abrazo; la apretó fuerte contra su pecho.

—N-no es nada —Emma intentó reír.

—Cuéntamelo cuando te sientas mejor —Vincent le sonrió comprensivo.

La chica se soltó de su agarre y se puso en pie, se limpió las lágrimas y se retiró a su habitación. Se recostó sobre su cama y se arropó con las sábanas, mirando fijo al techo y sollozando en silencio.

Vincent miró con lástima a la puerta de la habitación de Emma. Apagó el televisor y fue a su habitación.

«Emma está extraña, no me lo quiere decir. ¿Qué mierda le ocurre? No creo que sea por lo de Luke…» Pensaba serio, sentado sobre su cama «Debe ser por algo que se enteró en el hospital. No tiene muchos amigos por aquí, pero últimamente ha estado saliendo con una persona, quizás algo le ocurrió a esa persona» Por su mente pasaron las imágenes del incidente que había ocurrido ese día. «Debe ser una broma» Rio cubriendo su rostro con ambas manos.

— ¡Emma! —Golpeó con fuerza la puerta de la habitación de su hermana.

— ¿Qué ocurre? —La chica abrió la puerta, acelerada.

— ¿Cómo te enteraste? —Preguntó Vincent.

— ¿De qué?

—De que el tipo, Marcos, está en el hospital.

—Antonio —Corrigió ella.

— ¿Qué?

—Se llama Antonio, no Marcos. Gilbert me dijo que lo habían apuñalado.

Vincent tragó saliva.

—No… Olvida todo lo que te acabo de decir —Le susurró desconcertado.

Se dio la vuelta y salió a la calle. Encendió un cigarrillo para aclarar sus pensamientos. Sacó su celular y marcó el número de su jefe, sin duda lo que acaba de escuchar de su hermana era algo que debía comunicarle. Puso el celular sobre su oreja e inhaló el humo del cigarrillo, esperó el tono y pronto Alfred contestó la llamada:

— ¿Vincent? —Dijo con una voz un poco cansada.

—Hay algo importante que deberías saber, es sobre el incidente de esta mañana —Habló Vincent mientras contenía el humo en sus pulmones.

—Creo que esto me da mala espina…

—He hablado con mi hermana, dijo que conocía a uno de los chicos, el que fue hospitalizado.

—Ah, Marcos —Escuchó un quejido del otro lado del celular—, nunca le vi el rostro.

—Tú no estabas, idiota.

—Es cierto, pero no tienes por qué ser tan violento, me dieron el reporte-

—Su nombre no es Marcos, supongo que apellido tampoco es Hernández —Vincent interrumpió.

— ¿Qué? —Alfred alzó la voz.

—El imbécil se llama Antonio, aún desconozco su apellido.

Hubo un silencio por parte de ambos. A penas se escuchaba la respiración entrecortada de Alfred.

— ¿Alfred? —Preguntó Vincent ante el silencio.

—Eh, sí, sí… Es sólo que… —Pasó saliva— ¿Cuál es tu teoría? —Preguntó incrédulo.

—Supongo que el de cabello plateado lo está cubriendo. No puedo creer que hayamos caído en esa puta mentira barata. ¿No crees que es obvio que fue un asesinato? Aunque parecían ser muy amigos —Alzó una ceja—. De todas formas, nos dio un nombre falso para Antonio, aprovechando que no llevaba identificación ¿Cómo mierda sales sin identificación, o billetera? Esté claro que fue planeado, aunque no les funcionó muy bien, uno de ellos no se veía muy listo. Y el número también era falso, intenté llamar hace un par de horas. Dios, me siento tan inútil.

—Ok, Vincent… El tipo sigue en el hospital, podemos mantenerlo vigilado.

—Está inconsciente y no podemos permanecer junto a él, a menos que seamos familia. Tampoco podemos esposarlo a la camilla para que no huya —Mencionó prediciendo los planes de Alfred.

—Sólo nos queda estar atentos.

Vincent asintió y cerró su celular. De alguna forma sabía que no funcionaría, ese policía era una mierda.

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Alfred quedó en completo silencio. Su habitación era iluminada por una única lámpara, que no dejaba ver mucho. Mañana haría una visita al hospital, eso era seguro.

Miles de recuerdos surcaron su mente en ese momento. Dejó su celular sobre la mesa de noche y apoyó su espalda contra la pared. Sólo conocía a un Antonio, y esperaba que no fuese quien estaba en el hospital. Cerró sus ojos y apretó su mandíbula, la última persona que quería ver en el mundo era a ese imbécil de mierda. Tener que revivir ese momento, tener que recordar su gran odio hacia la puta mafia. Atraparía a ese idiota de una forma u otra, y se vengaría; sólo los quería muertos, a él y a ese enano a quien acompañaba.

Se deslizó hasta quedar completamente cubierto por las sábanas. Sentía el odio y la impotencia echas un nudo en su garganta. La imagen de Davie desangrándose sobre sus manos apareció repentinamente en su cabeza. Gritó con fuerza, dejando escapar ambos sentimientos a los que tanto aborrecía.

Gracias por la espera. Sé que no es un capítulo largo, ni nada, pero no sé por qué me tardé tanto en escribirlo. De todas formas, aquí está, y espero que lo hayan disfrutado.

Dejen sus opiniones sobre cómo va la historia. Responderé cualquiér duda.

Me alegra que mi historia haya sido leída y estoy verdaderamente agradecida con las personas que se dieron el tiempo de leerla. 3