Disclamer: Ninguno de los personajes aquí presentes son de mi propiedad. Saint Seiya Lost Canvas es propiedad exclusiva de Shiori Teshigori, en tanto Sailor Moon es propiedad exclusiva de Naoko Takeuchi.
N/A: Seguro muchos se preguntan que es esto.
Pues es justo como dice el summary. Es un fanfic, mini secuela a modo de bonus tras el final del universo de "Supernovas". La historia en sí no será larga, a lo sumo, creo que tendrá diez capítulos o doce como la anterior mencionada. En ella se incluirá sobre todo romance y humor, así que de entrada advierto que no se ilusionen por algo de acción. Pese a que la misma se ubique en el universo canon de los mangas de SS y SM.
Tal vez haga alguna que otra mención del manga de LC. O con respecto al universo de SS a lo largo del desarrollo del fanfic, pero será muy leve.
¡Ah! Antes de que se me olvide, por cuestiones de lógica, en esta historia no estarán presentes ni Dohko, ni Shion. ¡Una pena, pero así decidí hacer las cosas!
Eso sí, pretendo dar a cada uno su ligero espacio. Claro que me centrare más en la pareja principal de esta historia. Sin embargo, eso no significa que no joda con Hotaru y Regis aquí tampoco.
Y bueno, disfruten la lectura.
Advertencias: Errores ortográficos. Post-Manga. Post-Supernovas.
Como una aguja en un pajar
Miró por tercera vez la foto, ya arrugada de tanto ser extraída y vuelta a poner del bolsillo de su camisa. Una y otra vez, Albafica trataba de grabar a fuego en su memoria las facciones juveniles del muchacho en la misma. Suspirando por el predicamento en que él se habría metido.
¿Desde cuándo él ejercía de detective privado?
No es como si le estuvieran pagando tampoco por esto. Solo era un favor que decidió conceder, por la sencilla razón de que la desaparición de un muchacho de dieciséis años, sobrino de un antiguo compañero de clase; que a su vez cuyo hermano-y padre del desaparecido-era amigo cercano del propio. Le rogo hacer, en vistas de estar de pasada. En sus vacaciones, remarco su conciencia con fastidio, pero de pasada a fin de cuentas. Siendo el más cercano a ocho localizaciones posibles, que el joven Regulus Leónidas tomará en consideración, según los datos de una libreta que hacía las veces de diario personal, y que el muchacho olvido llevar consigo.
Albafica trato de indagar en sus recuerdos, pertenecientes a sus días como estudiante en Grecia. No era muy conversador, sino diligente, cooperativo. Un buen alumno a fin de cuentas, que compartía en muy contadas ocasiones una que otra conversación con sus compañeros de clase.
Uno de dichos compañeros era Sísifo Leónidas. Era el más recto, honesto y agradable de todos. A Albafica le agradaba en sobremanera por el sencillo hecho de que le daba su espacio, respetando sus decisiones y opiniones. Buscando integrarle sin lograrlo realmente, pero que sonreía como si hubiera ganado algún tipo de guerra con éxito, con solo conseguir de él un mero acto de presencia en la misma mesa durante la hora del almuerzo, o asistencia a alguna que otra fiesta de cumpleaños.
Por supuesto, el rasgo que más se reproducía en su memoria cuando pensaba en Sísifo, era en el amor y cariño que este le profesaba a su sobrino Regulus.
Albafica fue uno de los pocos que tuvo la posibilidad de conocerlo personalmente. Cuando ellos aún estaban en el colegio, y el maestro de historia decidió la repartición de grupos por medio de un sorteo improvisado, quedando Albafica con Sísifo como compañeros. Regulus en ese entonces un niño que no pasaría los cinco o seis años. Demasiado curioso, lleno de energía, saltando de aquí para allá, interrumpiendo cada cinco minutos, ya fuera tirando del pantalón de su tío, o tocando el cabello de Albafica-demasiado corto en aquel entonces-comentando que debería dejárselo crecer, y de paso confundiéndolo con una muchacha.
Sísifo se disculpo, en aquellos días, por aquel comentario. Especialmente porque Regulus también era conocido por Kardia, quien le dijo a Manigoldo, el que a su vez lo comentó al resto del alumnado, comenzando así una temporada de burlas poco inteligentes que a Albafica se le antojaban molestas, por la falta de originalidad y la evidente cantidad de tiempo libre del resto.
Pero más allá de aquel breve encuentro, y los que hubieron de venir en consecuencia de vivir en un pueblo muy pequeño, y de que Sísifo viviera con su hermano Ilias, la mujer de este, sin mencionar obviamente al infante. Albafica tenía más oportunidad que el resto de encontrarle.
Y si, con decir el resto, Albafica tenía muy presente que Sísifo con esa madera de líder que tenia, pero no solía sobreexplotar demasiado, convoco al resto de sus antiguos compañeros y amigos en común, para buscar al fugitivo de su sobrino.
Sísifo no quiso dar detalles por supuesto. Lo único que Albafica tenía por seguro en todo este asunto, es que días antes él y Regulus pelearon, la razón de la pelea permanecía en las sombras. Ni Aspros tan mañoso y manipulador como él solo fue capaz de sacar ni una pista sobre las razones del choque entre tío y sobrino. Hasgard por otra parte, si bien comprendía-como todos-la evidente preocupación del hombre por el mocoso, admitió secretamente que a lo mejor, la faceta rebelde de Regulus tenía sus motivos.
Sea como fuera, los motivos no le valían a Sísifo. Regulus habia huido de casa, con solo una mochila, sus documentos de identidad, una buena cantidad de dinero, y su celular. Mismo que el muchacho no atendía. Sin olvidar mencionar que planeo su huida y llevo a cabo la misma durante la primera semana en que sus padres optaron por darse un tiempo para ellos, tomando un crucero por Europa.
Sisifo, para mejor definición, estaba jodido.
Exhalando un suspiro, el hombre se adentró más y más en las calles del distrito comercial de Tokio. Apurando el paso, con la vista atenta a cada transeúnte que pasaba cerca suyo. Prestando atención-con debido disimulo-a los más jóvenes. Un muchacho con facciones extranjeras como Regulus resaltaría sin duda alguna. No es que él pensará que los japoneses o los asiáticos en general fueran una copia a carbón, cada persona tenía sus rasgos físicos propios. Pero el muchacho era destacable con ese pelo castaño, que a veces tiraba al rubio, ondulado con algún que otro rizo, ojos azules, sin dejar de lado que si se le miraba con atención de perfil, Albafica podria reconocer a una versión más joven de Sísifo- y más risueño que este, de cierta forma-siendo su tarea un tanto más fácil.
Bueno, un tanto. Albafica lamentablemente no hablaba japonés. Si era capaz de hablar en un inglés fluido gracias a los esfuerzos e insistencia de su padre Lugonis de inscribirle en cursos de idioma cuando era apenas un niño. Algo de italiano, por parte de Manigoldo, y francés gracias a Dégel. Lamentablemente ninguno de esos conocimientos le servían, ya durante sus primeros días su búsqueda de información resulto infructuosa, en vista que la mayoria de la población no era capaz de hablar o sostener una conversación en inglés. Los oficiales de policía de turno a los que pidió ayuda, apenas y consiguieron entenderle. Prometiéndole hacer rodar un boletín, dándoles así el número de su cuarto de hotel, para que entregaran cualquier tipo de noticia sobre el chico.
Sintió los labios resecos. Era verano, y si bien el sol no tenía nada que envidiarle a cuando la estrella ardiente se situaba en cielo griego. Albafica no estaba muriendo de insolación, pero si de sed. Sacando del bolsillo de su pantalón un reloj de bolsillo, del cual se desprendía una delgada cadena de plata. Albafica consultó la hora: 16: 00 PM.
—"Podria pasar a tomar un refresco"—medito, acariciando la superficie de cristal del reloj. El hotel no preparaba la cena hasta las diez de la noche. Hasta entonces, estaba libre—"Y son mis vacaciones"—agregó, con una vehemencia, él creía, destinada a mermar la culpabilidad que comenzó a nacerle en el pecho por el breve descanso que iba a darse.
Camino por un rato, admirando las tiendas, y los curiosos edificios. Lo cierto es que Tokio parecía una ciudad bastante ajetreada, como cualquiera, pero existía en ella una especie de aire especial. Albafica se sentía especialmente atraído a los parques de la zona. Eran verdes estaban bien cuidados, tanto por la comunidad, como por los jardineros. Albafica no pudo evitar sonreir ante aquello. Su padre habia sido jardinero hace años, cuando niño sus ojos se asombraban con la facilidad –con su respectivo esfuerzo y trabajo, por supuesto-con que Lugonis era capaz de convertir tierra agreste, seca, sin vida. En maravillosos jardines de ensueño, solo posibles en pinturas, libros, o ilustraciones fantásticas.
Ahora, su padre vivía retirado en el campo, en compañía de su hermano gemelo, su tío Luco y su primo Pekfo. Ya que lo pensaba, Pefko tendría la edad de Regulus, unos quince o catorce. Hacía tiempo, tras graduarse de la universidad, que no lo veía. Tal vez le llevaría un recuerdo, probablemente uno de esos bonsái en miniatura que encontró a venta en una florería el otro día…
Súbitamente, se detuvo. Una tienda le habia llamado su atención. Encaminándose a la misma, se percato que se trataba de una especie de cafetería. Mesas dispuestas en el exterior, daba a entender que era el tipo de establecimientos que, ya fuera porque solía recibir gran cantidad de clientes, o sencillamente invitara a los mismos a disfrutar del aire libre, precisaba de mayor número de muebles que el interior del local podía permitirse. No obstante, aquello no habia sido lo que llamo la atención de Albafica.
Fueron los arboles.
Pequeños brotes de robles en macetas. Plantas en la ventana, rosales en la entrada, notó, de colores suaves: blanco, rosa pálido. El local era una especie de paraíso ameno, con candor y esmero puestos en el verde de las hojas y los tallos. Vivaz, por los colores de las plantas.
—Es amor —pensó, conteniendo el aliento. Acercándose a un costado de la puerta, tocando con sus dedos una de las rosas blancas — Es amor, dedicación, y esfuerzo —sin poder evitarlo, sus labios se estiraron, formando una sonrisa como no lo habia hecho en mucho tiempo. Aspiro el perfume de las flores, su fragancia.
Sin duda aquellas rosas—
Un golpe de un dedo insistente en su hombro, rompió la ilusión. Retrayéndose de su ensimismamiento, Albafica vio a su costado. Justo al lado, una mujer alta- a diferencia del estándar de las otras japonesas que fue capaz de ver en las calles-mostraba una sonrisa nerviosa, con las mejillas suavemente arreboladas. Dijo algo en japonés, que, lamentablemente él no fue capaz de comprender.
— What can i do for you?—la única esperanza de establecer comunicación que tenia, era hablar en inglés. La mujer parpadeo, acomodándose la liga que permitía a su abundante cabello chocolate, mantenerse erguido en una bonita cola alta, con suaves ondas al final de la misma—I do not speak Japanese—agregó. Los ojos verde de la chica se abrieron, a lo mejor eso si lo habia entendido, era algo muy básico hasta para los niños de escuela primaria.
La chica hizo una seña con las manos, como indicándole que esperara. Pasándolo de largo, abrió la puerta del local, dejándola abierta. Albafica tomo aquello como una invitación a entrar el local. Mostrándose complacido momentos después, al contemplar el ambiente tranquilo y amigable del lugar.
Sus ojos se centraron en la mujer que habría tratado de formar dialogo con él. Noto que tenía un uniforme de mesera: falda de color blanco, con un mandil crema con margaritas bordadas con una gracia tal, que se antojaban reales, recién cortadas de algún punto del campo. Hablaba con entusiasmo con otra muchacha, sentada en una de las mesas. Albafica no pudo evitar superponer la imagen de un Degel más joven, sobre la otra chica. En ella podía asegurarse que poseía un aire intelectual, y no era simplemente por el libro que leía o los lentes. Albafica, desde el umbral de la puerta, contemplo como los ojos azules de la muchacha parecían asimilar cada palabra de la de ojos verdes, como si fueran un importante pedazo de información. Dio un respingo, al verse señalado por la más alta. La joven, antes sentada, se levanto. Dirigiéndose ambas a su persona.
—Hola, mucho gusto. Mi nombre es Amy Mizuno—se presento la más baja, con un inglés excelente, pero no desprovisto de acento—Este es un café, mi amiga y dueña de este local, Lita—al decir el nombre, la muchacha hondeo la mano en dirección a la mujer de cola de caballo—estaba preguntándole si le gustaría pasar a tomar algo.
—Soy Albafica—sonrió, agradecido de que finalmente, pudiera entablar dialogo con alguien aquí—Soy turista, y lo cierto es que hace poco me entro sed.
—Comprendo—Amy rompió contacto visual, levanto un poco la barbilla. Lita pareció entender aquello como una señal, acercándose al mostrador del café, del cual tomo un menú, que se apresuro a extender en dirección suya. Albafica lo tomo entre manos, dándole un ligero asentimiento de cabeza—Si le parece, pudo ayudarle en lo que necesite. No todos los días Lita tiene turistas en su negocio.
Albafica pensó en Regulus, en sus infructíferos resultados de días anteriores. Tal vez podria preguntarle a las señoritas.
—Si no es molestia.
—Por supuesto que no, venga.
Tras ese pequeño intercambio de palabras. Amy le pregunto donde le gustaría sentarse, Albafica estaría bien donde fuera, pero no pudo evitar posar sus ojos en una mesa, cerca al mostrador, en una pequeña esquina del local. Habia sombra, y un florero con tulipanes rojos en un fino florero de vidrio le llamo la atención. La señorita Mizuno reparo en aquello, sentándose en la silla de la derecha, dejándole a él tomar el lado izquierdo.
Pasados unos minutos, Lita se apareció para tomar sus órdenes. Mientras la joven Amy pedía un té. Albafica pidió una soda de limón. No es que estuviera muy acostumbrado a tomar ese tipo de bebidas, pero el clima le dio el antojo. Lita sonrió, con una mirada satisfecha que a Albafica le pareció luminosa.
—Es muy alegre—comentó.
—Es que usted es su primer cliente.
— ¿Lo soy?—Albafica arqueo una ceja, dudoso—Este local es muy bonito a decir verdad—maldijo en su mente la selección de palabras. Aunque su familia fuera de hombres con cierto grado de sensibilidad, si un hombre decía bonito, por experiencia, Albafica sabía que era sarcasmo—Me refiero, es agradable.
—Lo sé—concordó Amy, con una sonrisa calma. Dirigiendo una mirada a la barra, donde Lita preparaba sus bebidas—Lita se ha esmerado mucho en abrir el local. En decorarlo y que todos se sientan bienvenidos. No obstante es nueva—añadió, con la severidad de quien pone algo en evidencia—La competencia no es fácil, y la mayoria de los cafés o bares de la zona se han ganado su buen recaudo de clientela regular. Pero no todo es malo—aclaró ella, pasando la página de su libro, mismo que Albafica noto, estaba en alemán—Tiene clientes, pero, digamos que usted, señor Albafica es el primer cliente adulto.
Aquel comentario le intereso.
— ¿Vienen muchos jóvenes?
—Oh si—Amy rio, una risa burbujeante, noto él—No se imagina la cantidad de estudiantes que vienen—al decir aquello. Sus ojos azules se suavizaron, con una especie de simpatía dirigida a la imagen de adolescentes con sus amigos, afuera del local, que lo pasaban de largo, riendo—Grupos de alumnos de diferentes escuelas o incluso universitarios de primer año vienen a su café. También están sus meseros. Buenos chicos—concluyó.
—No ha visto de casualidad, usted sabe ¿a un joven que destaque?
Amy perdió la calidez de su rostro, mostrándose ahora, ligeramente recelosa, pero no inaccesible.
—Creí que era turista.
—Lo soy, pero sucede que ha surgido un problema—admitió él. No era cómodo compartir secretos ajenos, y no quería que la imagen de Sísifo se viera afectada por el accidente de Regulus. Miró directamente a Amy, ella no cedió, manteniéndose firme en esa petición tacita de honestidad a cambio de respuestas. Albafica no podía pelear contra eso, además, si era franco consigo mismo tarde o temprano debería contar el embrollo a alguien que no fuera la policía si quería respuestas más contundentes o cooperación real—El sobrino de un viejo compañero de clase se fugo de casa.
Los labios de la mujer se abrieron suavemente, al tiempo en que asentía con la cabeza, dando a entender que comprendía la naturaleza de sus interrogaciones previas.
— ¿Se fugo aquí?
—Eso cree mi viejo compañero, que es su tío.
— ¿Eso cree? ¿Es que no está seguro de eso?
—Según el diario del muchacho. Y no me vea así señorita, a mí tampoco me agrado saber que estaban leyendo algo tan personal, pero el muchacho desapareció y nada se sabía de él. Como le decía, el chico tenia a Japón como una de sus opciones. Tengo otros compañeros que lo están buscando en Milán, Irlanda, Florida, Londres, Italia—enumero, recordando cinco de los ocho destinos, distintos al suyo—Trate de pedirle ayuda a la policía, pero no creo que lograran entenderme.
—Ya veo, en ese caso, si quiere después de tomar nuestras bebidas. Le acompaño a la estación—se ofreció la joven de cabellera azulada—Mejor tener a una traductora que a nadie ¿no le parece?
—Le estaré muy agradecido. E incluso, le pagare.
—Oh, no es necesario—Amy no fue capaz de terminar de hablar, pues en el instante siguiente Lita corto el ambiente, colocando enfrente de ellos, una bandeja de plata. Una muy hermosa, elegante taza de cerámica blanca, despedía una esencia a menta muy atrayente. En tanto, un largo vaso de cristal se mostraba orgulloso, con el líquido gaseoso, burbujeando, junto a la compañía de pequeños cubos de hielo, y frutas que decoraba el borde del mismo—Arigatou, Lita—viendo por el rabillo del ojo a su persona, Albafica adivino que esa palabra era una forma de agradecer.
—Arigatou, Lita—la mujer se sonrojo, acomodándose un mechón de cabello detrás de la oreja. Alejándose rápidamente. Aquello le incomodo— ¿Dije algo malo?—inquirió a Amy.
Esta negó con la cabeza, con una mueca de ligera incomodidad en los labios.
—No, lo pronunciaste bien. Pero, Albafica-san, le recomiendo que cuando se dirija a la gente a menos que esta le permita llamarles por su nombre o apellido, adhiera "san" al finalizar—al ver la duda en sus ojos, Amy decidió corregirse—Es algo así como la cortesía básica estándar.
Albafica asintió, así que si habia sido maleducado. Rayos, tal vez debería haber elegido otro destino vacacional, cuyas costumbres no aumentaran sus probabilidades de meter la pata.
Una campanilla resonó, Albafica vio por sobre su hombro al notar como Amy dejaba la mesa tras un sorbo de su té para dirigirse a la persona que habia entrado. El nuevo cliente era una muchacha de quince años. Piel blanca, ligeramente pálida, con un cabello corto, recto y liso que acaricia el inicio de sus hombros. Delgada, y con unos inusuales ojos de color violeta. Por alguna razón que desconocía, aquellos rasgos le eran familiares.
—"Pero, yo no la conozco"— se dijo tomando un sorbo de su soda. Estaba fría, justo lo que necesitaba para una tarde calurosa como aquella.
Cerró los ojos, cerca del mostrador las señoritas parecían compartir una amena conversación. La más joven se oía más alegre que Lita y Amy, pese a que no pudiera entenderlas.
Sorpresivamente, la campanilla volvió a sonar, y esta vez a los oídos de Albafica llego una voz masculina, con un japonés al parecer básico. Pues Amy dejo escapar nuevamente su risa, pasando del japonés al inglés.
—Te he dicho que practiques, Regulus-san.
¿Espera que…?
—Lo sé, lo sé, Amy-san, pero es que es muy difícil—se quejo en inglés una voz que Albafica conocía bien, y lo llevo a casi escupir su soda—El otro día Rei-san me enseño a escribir en hiragana, dijo que a menos que no sepa como escribir bien, no podre inscribirme en una escuela.
Oh, dios mío. No era posible—
—Ciertamente—Amy dejaba destilar admiración en su voz—Rei ha pensado con pragmatismo respecto a esa situación. Si tienes un mejor nivel de escritura y lectura, tu nivel académico no se verá afectado—haciendo una pausa, soltó un suspiro—Solo te recuerdo que es importante que practiques tu japonés al hablar también.
—Ayer practique los sufijos con Hotaru—Albafica no pudo soportarlo, girándose. Su respiración se detuvo entonces—Tenma y Yato han estado especialmente molestándome con eso. No les gusta cuando hablo con tanta familiaridad con los clientes—mismos ojos azules, mismo cabello castaño tirando al rubio—No quiero poner en problemas a Lita-san—Lita no era capaz de saber a que se referían, pensó Albafica, pero al escuchar su nombre, revolvió los cabellos rizados del chico— ¡Lita-san, pare!—pidió, y la mujer alejo su mano, riéndose con ligereza. No obstante, eso no distrajo a Albafica de darse cuenta que aquel muchacho, vestido con pantalones cortos, y una camisa sin mangas, en zapatillas deportivas, no era otro que Regulus—¡Oh, tiene clientes!—finalmente el muchacho pareció reparar en su presencia.
Congelándose al instante.
Albafica supo que lo reconoció en el instante en que sus miradas se cruzaron, y no solo él. La chica, aparentemente también, pues su boca se abrió y cerró como la de un pez, para que luego, su rostro adoptara una expresión de ligera aflicción y tristeza.
El ambiente, repentinamente tenso. Las miradas dirigidas entre el adulto y el joven no pasaron desapercibidas para las otras tres mujeres. En especial para Amy, quien examinado las posibilidades sumo dos más dos.
— ¿Es Regulus al que buscabas, Albafica-san?—preguntó, nuevamente en inglés.
Albafica no supo que decir, inicialmente. Recuperando la compostura de inmediato.
—Sí, es él.
N/A: ¡Bueno, este fue el primer capítulo! Naturalmente demasiado corto para ustedes me imagino. Ocho páginas no es mucho. Pero decidí que los capítulos de esta historia serian cortos, como en Supernovas. No que se termine en 1500 palabras, pero tampoco que se exceda de ocho o diez páginas.
A todo esto, me invente el apellido de Regulus, sin saber si es o no griego. Lo escuche en una pelicula parodia en la tele, lo admito. Pero el Leonidas, le iba como anillo al dedo, de forma ironica.
Glosario
Arigatou: Gracias en japonés.
Hiragana: Uno de los dos silabarios empleados en la escritura japonesa. Siendo usualmente el primero que aprenden los niños en Japón.
What can i do for you?: Traducido literalmente "¿Qué puedo hacer yo por ti?"
I do not speak Japanese: Traducido literalmente "Yo no habló japonés" o "No hablo japonés"
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