Regalo a Bellk del "Intercambio Navideño 2015-16" del foro de InuYasha Hazme el amor.

Gracias a: Bellk, muse3841, Raquel Taishō, redlight04, twilight-love1694, BellsSparrow, Ayame, SheilaStv, Sabella-chan, CharitoLove.


6.

Los días pasaron y Ayame no se comunicaba con él, tampoco lo iba a buscar al trabajo, no más comidas o visitas sorpresas en su condominio. Nunca había pasado tanto tiempo sin recibir una sola noticia de su sobrina, de verdad era algo que no podía soportar. Nunca pensó que la corta ausencia de esa niña le fuera a afectar tanto. ¿Cuánto había pasado? ¿Una semana? ¿Dos, tal vez? Si, tal vez casi tres, Ayame no había enviado ni siquiera un mensaje. Y él sabía que esa niña había estado teniendo pasarelas porque había muchos alumnos que se graduarían ese año, ella se lo había platicado. Ella no lo estaba invitado, sabía que tenía hasta dos pasarelas cada día en fin de semana y ella… maldita sea, ella estaba evitándolo.

¿Por qué? ¿Había sido por el incidente en su departamento? ¿Cuándo él la había besado ebria? ¿O…? ¿Acaso sería por esa vez que él le había dicho que estaba con Kagome? Le había hablado para invitarlo pero él le había dicho que se encontraba con Kagome… bueno, él lo sabía, ella hasta se había cortado la mano por estar llorando. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Dejar la relación que tenía con Kagome? Kagome era su novia, las cosas iban muy bien con ella, cada día se enamoraba más de ella, o eso quería hacerse creer, porque siempre que estaba con ella, pensaba solamente en Ayame. Era ridículo comparar a ambas mujeres siempre que ellos dos salían. Las cosas más pequeñas y los detalles más minúsculos.

Kōga estaba harto de tener a Ayame en su cabeza todos los días, su risa, el olor de su cabello, sus maneras extrañas de comer que el aún no terminaba de entender… todo en ella era fantástico y ahora se sentía como un pedófilo o una persona a la que Ren quisiera golpear hasta el cansancio. Tal vez hasta el mismo golpearía a alguien que quisiera hacer lo mismo con su futura hija. Las cosas que él le quería hacer a Ayame… maldita sea, era un depravado. Ren lo mataría si se enterara de eso.

Cada día pensaba en él también… su hermano preferido, el padre de la mujer con la que tenía pensamientos impuros: su sobrina. Ren… Ren había sido el único hermano en no juzgarlo por ser hijo de otra mujer, el único que le sonrió y lo trató como a su propio hermano. Después vinieron los demás hermanos y hermanas, pero Ren fue el primero. Kōga se sentía como un cabrón al traicionar a su hermano de esa manera. Se había sentido como un traidor la primera vez que ella lo había besado, esa noche de Yule cuando la planta baja se encontraba llena de gente y ellos dos estaban solos en la habitación de ella.

Ni siquiera quería pensar en nada más, no quería pensar en Ayame o en Kagome, tampoco en las reacciones de Ren y su familia. Quería, por una vez en varios meses, tener paz mental y disfrutar un poco más de su trabajo. Ya ni siquiera podía enterrarse tanto en el trabajo como antes solía hacer. Ayame había puesto su mundo de cabeza.

El intercomunicador que conectaba a Yuna sonó y después su voz se escuchó.

Señor, su sobrina Ayame está aquí.

Kōga se quedó unos segundos sin saber qué hacer y después indicó que la dejara pasar. Ayame entró por la puerta con una bolsa que presuntuosamente llevaba comida dentro y con un aspecto diferente. Estaba cambiada, solo que no sabía que era lo que había cambiado en ella.

―Hola, tío ―saludó como siempre lo hacía.

Esta vez hablaba diferente al igual. Tenía un tono menos feliz y mucho más apacible; una leve sonrisa calmada se instalaba en su rostro.

―Traje comida ―continuó cuando no recibió respuesta―. Ya sabes, lo usual, arroz, vegetales y una pequeña carne de soya ―dijo yendo a su escritorio y dejando todo en un lugarcito vacío―. ¿Quieres comer ahora? ¿Puedo comer contigo? ―preguntó sentándose frente a él.

Kōga siguió viéndola sin poder decir nada. Al final, carraspeó y echó una mirada al atuendo que esa niña se cargaba: una falda negra y pegada que le llegaba arriba de la mitad del muslo, unas botas negras altas que llegaban hasta arriba de las rodillas y unas medias negras al igual que le cubrían la piel entre las botas y la falda. De top traía un pequeño abrigo en rojo que se terminó de quitar para quedar en una blusa bonita de manga larga.

―Sabes que odio el frio ―dijo quedándose con la bufanda negra.

Kōga asintió.

― ¿Cómo sigue tu mano? ―preguntó.

Ayame levantó su mano en alto en donde se alcanzaba a apreciar una cicatriz que estaba sanando.

―Yo creo que en una semana más dejará de dolerme. No me he puesto las cremas pero ha estado cicatrizando bien, tengo un buen sistema regenerativo ―dijo guiñando un ojo.

Kōga sonrió.

―Me alegro, pequeña. ¿Por qué… no me has llamado? Quería saber cómo seguías de tu mano ―dijo tratando de no mostrarse herido―. Tampoco has contestado mis llamadas y me has cortado justo cuando he querido comenzar a hablar contigo, ¿está todo bien?

Ayame bajó la mirada para después subirla y dedicarle una sonrisita.

―Todo está bien, no pienses las cosas de más, vamos a comer.

Kōga asintió y ambos empezaron a comer con una plática ligera de fondo.

― ¿Tienes mucho trabajo? ¿Necesitas que te ayude?

Preguntas como esa habían llenado el ambiente y lo habían hecho sonreír.

―Ayame ―ella volteó a verlo―, quiero asegurarme que todo está bien entre nosotros.

Ayame asintió al instante, casi mecánicamente, haciéndolo saber que no todo estaba bien.

―Claro.

―Desde ese día en que te cortaste la mano… has estado diferente.

― ¿Yo? No ―negó.

El asintió.

―Estás molesta.

Ayame rio un poco con una nota de cansancio.

―No lo estoy, tío. Estoy completamente bien, de hecho, he venido a decirte que he… hecho caso a lo que has dicho y…

― ¿Caso? ¿De qué hablas? ―dijo dejando a un lado los palillos y viéndola seriamente.

―Ya sabes… de todo eso de olvidarme ―dijo como si todo aquello le pesara―. Hoy tengo una cita con un chico… y solo quería decírtelo.

La oficina de Kōga quedó en completo silencio y Ayame siguió comiendo.

― ¿Una cita? ¿Un chico? ―preguntó empezando a sentir algo horrible en su pecho.

―No es un chico… es un hombre, es… bueno, no importa, si, una cita. Creo que todo esto ha ido muy lejos y bueno… lo siento, me he pasado de la raya.

El corazón de Kōga comenzó a latir tan fuerte que pensó ella lo escucharía. Ayame seguía comiendo de poco en poco mientras que él la veía con una mirada cargada de ira.

― ¿Un hombre? ¿Cuántos años tiene, Ayame? ―siseó entre dientes.

Ayame no lo vio a la cara.

―Tío, es un buen hom-… chico, es un buen chico.

―Has dicho que es un hombre. ¿Quién es?

―Obviamente no lo conoces ―dijo rodando los ojos―. Solo te lo digo para que sepas que ya no te molestaré con mis sentimientos, es algo bueno, ¿no?

Kōga no podía ni siquiera llegar a imaginar el grado de ira que su cuerpo y mente estaban albergando en ese momento. Sentía una ráfaga de lumbre pasar por todo su sistema y en su mente solo habían imágenes de Ayame con otro hombre. El horrible sentimiento de los celos salió a flote y se sintió como el peor de los hombres en todo el planeta. Jamás había sentido ese sentimiento y era lo peor que existía, sentía como si algo dentro de él fuese a explotar.

― ¿Tío? ¿Estás bien? ―Dijo ella viéndolo con cautela―. Te lo juro que es un buen tipo, ha querido salir conmigo desde hace mucho pero siempre le había dicho que no, pero ahora he decidido darle una oportunidad porque no quiero seguir importunándote y tampoco quiero… seguir sintiéndome así ―dijo con la mirada baja―. Seguro lo entiendes, ¿no es así? ―preguntó con una nota lastimera.

Kōga vio rojo, amarillo, naranja, morado… hasta que pegó un manotazo a su escritorio y varias cosas salieron volando. Ayame soltó un gritillo lleno de sorpresa.

― ¡Tío! ―gritó asustada―. ¿Qué te pasa? ―preguntó yendo a recoger todo.

―Déjalo, maldita sea ―dijo levantándola con una mano, tomándola del brazo bruscamente.

―Tío ―se quejó ella―. Me lastimas ―dijo entre dientes.

Kōga la soltó de inmediato y empezó a pasearse como maniaco por el espacio de su oficina.

― ¿Otro tipo? ―Preguntó viéndola con enojo―. Pensé que me amabas ―se atrevió a decir.

Ayame tragó en seco y bajó su mirada.

―No quiero hablar de eso, solo quiero decírtelo… ya sabes, como te he dicho muchas otras cosas más. Eres importante para mí.

― ¿Tan importante como para salir con otro tipo mientras me amas a mí? ―preguntó con la quijada dura.

Ayame hizo puño las manos y lo vio a la cara con esos ojos verdes y grandes.

―No me hagas esto. Me has dicho que nada de esto está bien, que lo que siento se me va a pasar y que no sé lo que digo. Me has echado en cara tus deseos de casarte con tu novia… lo he entendido, ¿de acuerdo? Ahora tienes una vida a la cual no pertenezco. Tienes una vida a lado de una buena mujer que será tu esposa, no hay lugar para mí en esto y siento mucho que mis intentos tontos te hayan hecho sentir incómodo. ¿Cómo te atreves a humillarme de esta forma? ―preguntó empezando a soltar lágrimas.

―Ayame...

―No ―lo cortó―. Sabes que te amo y aun así, y después de decirme tantas veces que todo lo que siento no está bien, ¿me dices estas cosas? Ugh, no sabes cuánto te odio, tío ―le dijo llorando―. Solo estoy tratando de dejarte en paz, tal vez me pueda enamorar de Bankotsu y así podría de―

― ¡Bankotsu Shichinintai! ―Gritó con cólera―. ¡Te lleva diez años! ―dijo viéndola como si quisiera matarla.

Ayame se encogió en su lugar.

― ¡Ocho! ¡Y Es un buen tipo!

―Ese tipo ¡es mi amigo! ―atacó lleno de cólera.

Ayame tuvo el descaro de rodar los ojos.

―No es cierto, no te cae bien solamente porque coqueteó conmigo en esa fiesta de año nuevo. Pues adivina que, ¡me gusta! Es guapo, considerado y ¡no tiene una prometida estúpida atada a su lado!

Kōga se quiso arrancar el cabello de la cabeza.

―Tiene mi edad, maldita sea, no puedes hacer eso.

―No tiene tu edad, tú tienes treinta y dos y él ni siquiera treinta. Supéralo, saldré con él y punto.

―No sabes en lo que te estás metiendo, ese hombre siempre tiene una mujer diferente a su lado ―le dijo con desesperación.

Ayame se encogió de hombros, su cabello haciendo un movimiento grácil.

―No me voy a casar con él ―argumentó con fastidio.

Kōga observó su cabello, entrecerrando los ojos para después abrirlos con mucha exageración.

―Eso es, por eso te ves diferente ―la apuntó con un dedo acusador―. ¡Te cortaste el cabello para él!

Ayame boqueó indignada.

― ¿Disculpa? Yo no hago nada por nadie y mucho menos por un hombre. Es mi cabello y lo he cortado solo para mí misma, me amo más que a cualquier macho estúpido. Lo corté hace una semana y Bankotsu me ha hablado hace tres días. Ha coincidido, es todo.

―Ayame, por favor no hagas esto. Te vas a arrepentir ―le rogó con un rostro afligido.

Ayame volvió a sentarse en su silla y siguió comiendo.

―Siéntate, por favor, y no hagas de esto un drama, ¿recuerdas? Eso fue lo que tú me dijiste en tu departamento ―lo vio con seriedad.

Kōga se dejó caer en su asiento por igual, maldiciendo a los Dioses por su mala fortuna, pidiendo al mismo tiempo que alejaran esas ideas tontas de la cabeza de su sobrina. No se podía olvidar tampoco de la buena memoria de las mujeres. Era cierto, él le había dicho esas cosas a Ayame cuando ella había reclamado acerca del beso que él había respondido. Sabía que no había estado bien pero su boca de hombre―no―pensante no había sabido que más decir y había dicho eso. Se arrepentía.

―No quiero que salgas con él ―masculló, aun lleno de enojo pero también preocupación―. No es un buen hombre, Ayame. Entiéndelo.

Ayame rodó sus ojos de nuevo.

―No me casaré con él, te he dicho. Es una cita inocente ―dijo encogiéndose y metiéndose vegetales a la boca.

―Inocente, si como no… ―murmuró comenzando a comer de nuevo―. ¿Qué tengo que hacer para que no salgas con él?

Ayame entrecerró los ojos.

―Nada, lo siento, Bankotsu ha preparado una cita para mi hoy y no puedo ser tan grosera y cancelarle.

Kōga ya no sabía qué hacer, como reaccionar, que decirle para convencerla.

― ¿Hoy? ―Dijo con pesar―. Maldita sea, Ayame, no puedo creer que estés haciendo esto.

Ayame rodó los ojos.

―Dramático ―susurró comiendo aun.

―Por favor no vayas ―dijo después de unos minutos de no haber dicho nada por comer. Ella lo vio con seriedad―. Por favor ―pidió de nuevo.

Ella negó, sus cabellos rojos se menearon de un lado para otro y su nariz pequeña se arrugó en desaprobación.

― ¿Sería mejor si saliera con alguien de mi edad?

Él gruñó de repente.

―No sé para que necesitas salir con alguien ―dijo como si no hubiese querido hablar ese pensamiento.

―Sabes muy bien para qué.

―No lo sé, explícame ―le dijo enfadado―. Antes no eras así, no te comportabas de esta forma.

Ella ignoró ese último comentario y respondió al primero.

―Todo lo que he hecho, las cosas que te he dicho… los aprietos e incomodidades por las que te he hecho pasar… ―dijo mirando su plato―… me siento mal. No quiero que las cosas sean así entre nosotros… cuando te he llamado y me has dicho que estabas en una cita con Kagome… yo… ―Ayame lo vio a los ojos después de mucho batallar por hacerlo―. Me he dado cuenta ―dijo simple.

Kōga no dijo nada, de repente sintiéndose muy seguro de que Ayame lo dejaría en paz. ¿Qué no era lo que él quería? Había deseado por ello varias veces, sobre todo cuando ella se lo había confesado y después cuando había insistido. Estaba mal y no había podido aceptarlo, pero esa niña se había esforzado y lo había intentado seducir tantas veces que… creía empezar a sentir algo por ella y se sentía el peor hombre de todo el planeta.

―Me he dado cuenta que tienes una vida amorosa y que eres feliz, vas a citas con ella, la besas, te quieres casar con ella ―siguió, intentando no llorar―. Todo este tiempo he insistido porque pensé que tal vez pudiera cambiar tus sentimientos, pero no es así. Eres mi tío y te amo como eso y como más pero no quiero ser un problema en tu vida, no como eso. Estoy feliz por ti, muy feliz ―le dijo con sinceridad―. He insistido y ahora me rindo. Pensé que te pondría feliz… no pensé que fueras a decirme todas estas cosas.

Kōga sintió una parte de su mundo derrumbarse dentro de él, fuera, a sus lados, frente a él, sobre todo. Ayame estaba por fin dejándolo en paz y estaba admitiendo haber sido una molestia. No, no era eso lo que quería, se sentía muy confundido.

―No sé qué pensar, necesito unos días para darte una respuesta.

Ayame rio.

―Tío, no todo se trata acerca de ti ―le dijo secamente y se paró―. No debes darme una respuesta porque no te estoy pidiendo permiso para dejar de tratar de seducirte, es mi decisión y está tomada. Cuando dejes de ser tan ególatra y cabrón, puedes llamarme. Por el momento, ni te molestes ―soltó con enojo.

Recogió todo y salió de ahí dando un portazo que hizo saltar un poco al hombre en su lugar. ¿Qué carajos había sido todo eso?

Rendición

¿Quién demonios se creía? ¿Cómo podía ser tan… ugh, tan estúpido? ¡Era un reverendo cabrón! Un macho sin vergüenza. ¿Por qué carajos se tuvo que haber enamorado de alguien como él?

Su celular sonó y ella respondió al instante.

―Que

Rin rio al otro lado.

― ¿Llamé en un mal momento?

Ayame se sacudió la cabeza con vehemencia, tratando de quitarse todos esos malos pensamientos de su mente.

―Si… es decir, no, lo siento Rin.

― ¿Cómo lo ha tomado?

Ayame gruñó mientras se subía a su auto.

―Horrible, no tienes idea de todo lo que me ha dicho.

―Ayame, te dijo que tu plan no funcionaría… pero como siempre, no quisiste escuchar.

Ayame resopló y comenzó a manejar con el manos libres.

―No pensé que fuera a ser tan… exagerado, pensé que él quería alejarme. ¿No lo ves Rin? Está cayendo ―suspiró, no sabía si se sentía bien o mal al respecto.

―Tsk, tsk, tsk. Estás jugando con fuego, Yame… te lo he dicho. Te vas a quemar ―la advirtió.

―Lo que sea, no puedo creer que le haya pedido una cita a Bankotsu, debo estar loca.

―Lo estás, ¿Qué te pondrás?

―No importa. Ambos nos estamos ayudando, él quiere seducir a otra mujer, y yo a mi tío, el plan funcionará, lo sé Rin ―dijo con la vista fija en el tráfico y la mente en el plan que Bankotsu y ella habían pensado.

Rin deseó que su mejor amiga no se esforzara tanto por algo que estaba segura no tenía ningún futuro, o al menos no uno bueno.

Ambas amigas terminaron la llamada y se dedicaron a pensar en los problemas de Ayame.

― ¿Estás seguro que ella vendrá? ―preguntó Ayame a Bankotsu.

El hombre era un conocido hombre de negocios que la había conocido hacía varios años en una fiesta de las pasarelas.

―Si… frecuenta este lugar los fines de semana. Estoy seguro ―suspiró.

Ayame sintió pena por él. Bankotsu Shichinintai era un hombre alto y de espalda ancha, se parecía mucho a su tío en ese aspecto. Pero estaba ahí, sentado en esa silla con los nervios de punta, todo por una chiquilla. Ayame la había visto varias veces ya que era una estudiante en su universidad, tenía un carácter raro y poco hablaba, no la recordaba mucho pero no podía creer que un hombretón como Bankotsu hubiese caído por una chica así.

―Gracias por ayudarme, Ayame. Sé que a tu tío no le caigo bien.

Ella bufó.

―Mi tío no es mi papá, cálmate. Soy tu amiga, está bien. Nos haremos cargo de hacer que Kanna voltee a verte, estará bien ―le apretó el brazo.

Bankotsu sonrió apenas.

Ayame había aceptado ayudarle diciéndole que con unos tragos gratis estaría bien, ella no le había dicho que ella también había planeado hacer que su tío fuera ahí. Había, sutilmente, dejado algunas pistas en su página de internet social. Si tu tío se había mostrado tan interesado y enojado cuando le había informado ese mismo día que Bankotsu la había invitado a comer, estaba segura que iría esa noche.

― ¿Dónde está el chico al que querías molestar? ―preguntó Bankotsu sin dejar de ver la entrada.

Bueno, tal vez Ayame le había dicho que si había un chico del cual ella quería llamar la atención. No se lo comentó mucho, fue algo más como: haces esto por mí y yo lo hago por ti.

―Supongo que vendrá en unos minutos, creo ―se encogió.

Bankotsu le sonrió pero dejó de sonreír a la vez que Kanna entró al lugar; una mujer bajita, de piel blanca y expresión seria.

―Vaya, no recordaba que pareciera una niña ―susurró Ayame, mientras tomaba de su agua.

Bankotsu chasqueó la lengua.

―Nos vio ―anunció Bankotsu nervioso.

―Cálmate. Ahora, acércate más a mí y pon tu brazo alrededor de mis hombros ―le ordenó.

El restaurante/bar en el que se encontraban era uno elegante en donde había una clientela regular de alto status social. Ayame prefería no concurrir esos lugares aunque su tío muchas veces la llevara a establecimientos de ese tipo. Ella prefería lugares al aire libre, tiendas y restaurantes naturistas y comprar ropa en internet. Todo ese rollo que hombres como su tío y Bankotsu se cargaban, no le gustaba demasiado. Las cosas ostentosas no eran su estilo.

Ahora mismo se encontraban en el bar, en donde había mesas altas, una barra larga y sofás cómodos en donde había grupos de amigos y parejas por igual. Bankotsu hizo lo que ella le pidió y ella terminó por tomar su gran mano con la suya propia y recargar su cabeza en su hombro.

―Bien, nos está viendo, trata de no verla ¿de acuerdo? ―dijo ella mientras que dejaba su vaso con agua en la mesa de enfrente.

―Si… espero que esto funcione.

Ayame se rio bajito. Que patético, pensó en una forma tierna. Que un hombretón como Bankotsu se encogiera ante la mirada de una niña era tierno en una forma patética.

―Deja de mover la pierna, Bankotsu ―se quejó ella―. Te dije que estará bien. Nos está viendo y eso es lo que cuenta, ahora… actúa como si estuvieras seduciéndome, ya sabes eso que hiciste cuando me conociste ―rodó los ojos ante la confusión de Bankotsu.

Bankotsu carraspeó y asintió apenas, era un hombre de tez morena y cabello negro como el carbón. Tal vez por eso le había atraído a un principio, porque tenía ciertas similitudes con su tío.

Bankotsu acercó sus labios al hueco de su cuello y ella saltó en su lugar, sorprendida por la intrusión.

―No sé qué hacer, nunca había hecho esto, me siento como un crío ―lloriqueó él a su oído.

Ayame quiso rodar los ojos pero sabía que arruinaría el acto así que comenzó a reír y a hacer caras de una mujer siendo seducida.

―Sigue el acto ―dijo entre dientes―, parece que por fin ha aparecido una expresión en su rostro.

― ¿En serio? De acuerdo, seguiré.

Bankotsu la tomó de la cintura y la acercó a él mientras que Ayame intentaba no reír.

― ¿De qué te ríes? ―preguntó él―. ¿Está haciendo algo?

Ella carraspeó, ahogando una risa.

―No, me haces cosquillas es todo.

Él se separó de su cuello y rio un poco.

―Lo siento, todo esto se me da mal. Naturalmente soy bueno en ello pero esto de fingir… ―suspiró.

―Sí, sí, lo sé. Pero si quieres que esa niñita empiece a respetarte, entonces sigue el juego.

―De acuerdo, de acuerdo.

Siguieron un poco más de ese coqueteo que en realidad eran palabras de lo siento, no debí tocarte ahí. Soy malo haciendo esto. Me haces cosquillas. Me pica el brazo, espera… cuando Ayame vio a Kōga entrar al establecimiento con Kagome de la mano. De inmediato se puso tensa y Bankotsu no tardó en notarlo.

― ¿Qué te pasa? ¿Está ese tipo aquí? ―preguntó queriendo voltear a ver.

Ella lo detuvo de inmediato, poniendo ambas manos en sus mejillas.

―Si… algo así. Sigamos como si nada. Si Kanna viene aquí y te dice algo, entonces te puedes ir ¿vale? Después de unos momentos me iré yo sola, no tiene caso que me quede aquí si él no se acerca.

―No te voy a dejar sola con ese tipo aquí, ¿Qué tal si tiene un ataque de celos y de ira?

―No, está bien, no es ese tipo de chicos, créeme, no frecuento a ese tipo de personas.

En un momento, se encontró con la mirada furiosa de Kōga sobre ella. Kagome a su lado levantó su mano con emoción y la sacudió, saludándola. Kōga de inmediato la tomó de la cintura y la guio hacia una mesa del restaurante en donde él la podía ver perfectamente. Ayame no supo si sentirse insultada porque él hubiese llevado a su novia ahí o porque ni siquiera se hubiese acercado a decir nada. ¿Quién demonios entendía a los hombres?

―Viene para acá ―dijo Kagome quien tenía la mesa de Kanna y sus amigas directa a ella.

― ¿Qué?

―Sí, mantén la calma, aquí viene.

Una mujer de baja estatura con piel del color del papel y con un rostro de niña se plantó frente a ellos. Tenía el cabello decolorado y blanco, una moda que las nuevas modelos parecían haber adoptado, casi parecía un fantasma. Ayame la recordaba levemente; era una modelo que era menor que ella por uno o dos años, aun así, de verdad parecía una niña de quince. ¿Por qué a los hombres les parecía tan excitante la idea de tener a una adolescente como pareja?

―Hola, Bankotsu, Ayame Kakazu ―la saludó brevemente.

Ayame asintió levemente, no pensando que esa niña supiera su nombre.

―Eh… hola.

―Hola, Kanna ―saludó él con seriedad―. ¿Qué haces aquí?

Kanna lo vio con más seriedad y Ayame se encontró viendo un duelo de miradas de muerte.

―Sabes que siempre vengo aquí. ¿Qué haces tú aquí? ¿Ahora sales con ella? ―Preguntó viendo a Ayame―. No te ofendas, no te conozco y no tengo nada en contra tuya, todo es con él ―le aclaró Kanna a Ayame.

―Si… está bien… iré un momento al bar a-

―No, quédate aquí, Ayame. Eres mi cita ―le ordenó Bankotsu.

Eso pareció molestar a Kanna quien apretó las manos en puños.

― ¿Tu cita? Pero si ayer tu… me llamaste y…

―Sí, y cuando no me respondiste por la doceava vez, me di cuenta que no podía seguir perdiendo mi tiempo. Es claro que lo que sea que hayas formado en tu cabeza acerca de mí no va a salir pronto. Cuando crezcas y decidas tener una plática seria conmigo, sabes en donde encontrarme ―le respondió.

Kanna pareció calmarse con eso.

―De acuerdo ―aceptó de mala gana―. No interrumpiré tu cita más.

―No… por favor, sea lo que sea que tengan que arreglar, deberían hacerlo… yo… un amigo está aquí e iré a saludarlo, por favor ―pidió comenzando a pararse, su atuendo blanco y chic llamando la atención de varias chicas ahí que reconocieron a Ayame como la modelo estrella de la Universidad Shikon.

― ¿Estás segura, Ayame? ―preguntó Bankotsu viéndola con preocupación.

Ayame aventó una mano al aire.

―Sí, sigan.

Ayame caminó hasta el baño, evitando la mirada de su tío quien parecía querer perforarla. Suspiró y se quedó un momento viéndose al espejo. ¿Qué le faltaba? ¿Por qué? ¿Qué tenía de malo? ¿Su actitud? ¿Apariencia? ¿Qué era lo que hacía que él se fijara en Kagome y no en ella?

― ¿Kōga? ¿Qué pasa? ―preguntó Kagome viendo a su novio ver hacia otra parte.

―Nada… es Ayame, está con ese tipo Bankotsu Shichinintai ―masculló de mala gana.

― ¿Era él? Vaya no sabía que Bankotsu saliera con chicas tan jóvenes.

― ¿Lo conoces? ―preguntó levantando una ceja.

Kagome aventó una mano al aire.

―Solía coquetear con todas en la preparatoria, también conmigo ―rio un poco.

―Fueron a la escuela preparatoria juntos… ―asintió, no le interesaba mucho, tampoco el hecho de que ese hombre que odiaba hubiese coqueteado con su novia.

―Es buen tipo, ¿sabes? No tienes por qué preocuparte. Ayame está en buenas manos ―dijo, acariciando el torso de su mano.

Kōga asintió, nada convencido con eso y siguió comiendo, escuchando a Kagome hablar algo de fondo y viendo a Ayame platicar con ese hombre que tenía su brazo alrededor de su cuerpo. No podía creer el descaro de Ayame de profanarle su amor y después salir con otro. ¿En realidad estaba tratando de olvidarse de él?

― ¿Kōga? ¿Qué pasa? Deja de verla, necesita su privacidad, pareces su hermano mayor ―se rio.

―No… es solo que ese hombre se quedó con otra chica y Ayame se paró y se fue. ¿Qué carajos? ―preguntó viendo a Ayame caminar hasta el baño.

Kagome también la vio.

― ¿Te haría más tranquilo si voy y hablo con ella?

Kōga asintió de inmediato.

Kagome negó levemente, sonriendo y encontrando todo eso divertido de verdad.

―De acuerdo, no me tardo.

Kagome caminó hasta el baño y Kōga se quedó solo esperando saber que era lo que había pasado.

Ayame suspiró y se arregló su cabello rojo, se puso un poco de labial y se arregló las ropas.

―Hola, Ayame ―habló esa voz amable tras ella.

Ayame se tensó en su lugar. ¿Qué quiere?

―Hola… Kagome ―volteó y le sonrió.

No quería odiar a Kagome, no la quería aborrecer, no quería pensar en ella como una amenaza o algo por el estilo. Kagome no tenía nada que ver con los sentimientos de amor que ella misma se cargaba. No podía culparla de nada.

― ¿Cómo estás? Vi que tenías una cita con Bankotsu ―le guiñó un ojo.

―Ah… sí. Pero se ha encontrado con una vieja amiga y yo he decidido irme a casa, estoy un poco cansada ―mintió.

―Ya veo… ¿quieres venir a cenar con nosotros? ―preguntó alegremente.

Ayame suspiró, derrotada y terminó por asentir. Que irónico, ahora terminaría su noche cenando con su tío y la prometida de su tío… ugh.

― ¿Conoces a Bankotsu? ―preguntó Ayame cuando salían del baño.

―Sí, fuimos a la preparatoria juntos.

―Ya veo… no quiero interrumpir tu cita con mi tío… de verdad, yo me puedo ir a casa.

Kagome aventó una mano al aire.

―Que va, por favor, he buscado una excusa para invitarte a comer ―dijo casi con pena.

― ¿De verdad? Ah… no lo sabía.

―Sí, sé que tú y tu tío son como hermanos y como él es el más pequeño de sus hermanos, no hay nadie a quien pueda invitar a comer o a una salida casual. Y para ser sinceros, tu tía Kagura me da miedo.

Ayame se carcajeó sin pensar en hacerlo.

―A mí también, créelo.

Ayame y Kagome llegaron riendo a la mesa en donde Kōga las veía fijamente.

― ¿Adivina qué? Tu sobrina ha aceptado cenar con nosotros.

Ayame sonrió y se sentó a lado de Kagome, no queriendo tener que estar cerca de su tío.

―Hola, tío.

―Hola, Ayame. ¿Qué pasó con ese tipo? ¿Por qué se quedó con esa mujer y tú te paraste y te fuiste?

Ayame se encogió.

―Es una vieja amiga y yo he estado cansada… le he dicho que vendría aquí y cenaría con ustedes.

― ¿Y te ha dejado ir?

―No quería pero yo insistí.

―Aun así…

―Aun así soy dueña de mis acciones, ¿no es así? ―preguntó con una sonrisa falsa en el rostro.

Kagome carraspeó un poco.

―Bien, ordena algo, Ayame ―pidió la pelinegra.

Mientras Ayame ordenaba una ensalada y papas fritas, Kōga hacía hoyos en la cabeza de Bankotsu.

― ¿Y por qué decidiste dejar de comer carne?...

Eran preguntas que Kōga escuchaba de fondo mientras que él solo pensaba en ir y matar a Shichinintai. ¿Qué esa mujer era más importante que Ayame? ¿Por qué invitaba a una mujer a salir y después terminaba la noche con otra? ¿Qué clase de tipo era?

―Bueno… ya sabes, por la compasión hacia los animales y cuestiones saludables…

¿Y porque Ayame lo permitía? ¿Qué es que no tenía respeto hacia sí misma? ¿Por qué carajo…

― ¿Kōga? Tu sobrina te habla ―dijo Kagome.

― ¿Qué?

―Dije que tú fuiste uno de los primeros que me apoyó en ser vegetariana, ¿lo recuerdas?

―Ah sí… si, lo sé.

Ayame y Kagome se vieron con ojos entrecerrados y ambas vieron a donde él estaba viendo; Bankotsu Shichinintai.

― ¿Podrías dejar de verlo? Te he dicho que está bien ―suspiró Ayame.

―Aun así no me parece correcto que se haya quedado con otra mujer.

―Está bien, cariño, Ayame sabe lo que hace. ¿No es así, Yame?

Ayame se mordió el interior de sus mejillas.

Cariño.

―Si… está bien, tío ―contestó viendo la mesa.

Kagome comenzó a contarle algo acerca de su trabajo, Ayame fingió interés mientras comía. Kōga se mantenía en silencio, hablando de vez en cuando. Ayame no estaba segura si era porque se sentía incómodo con la situación o porque seguía enojado con lo que Bankotsu había hecho. Al final, su parte del plan se había venido abajo. El plan de Bankotsu no, ya que seguía hablando con Kanna aunque pareciera que estuvieran discutiendo algo muy serio. No le importaba mucho, aunque siguiera considerando conquistar a su tío, verlo con Kagome le hacía sentirse como una arpía. Kagome, muy a su pesar, era una buena mujer. Veía a Kōga con buenos ojos y le hablaba a ella como si ya fuera parte de la familia. De repente se estaba sintiendo como una intrusa, como si de verdad no debiera estar ahí.

Kōga no podía dejar de pensar en la imagen de su sobrina con ese hombre. ¿Así sería por el resto de su vida cuando Ayame tuviera relacione serias o se casara? ¿Tendría que verla con otro hombre? No le gustaba para nada, y el hecho de sentir celos por eso, hacía que se detestara de mil maneras.

― ¿Kōga? ¿Estás bien? ―preguntó Kagome, poniendo una mano sobre la mano de él.

Observó a Ayame bajar la mirada de inmediato concentrándose en los últimos bocados de su comida.

―Sí, las llevaré a casa.

Ayame negó de inmediato.

―Traje mi auto, está bien, pueden irse.

Ayame y Kōga negaron al instante.

―Esperaremos a que termines –dijo Kagome.

―De verdad, hay unos amigos ahí y terminaré e iré con ellos a terminar la noche, por favor, insistió ―dijo con una sonrisa.

―No te voy a dejar sola aquí… ―comenzó Kōga.

Kagome le volvió a tocar el brazo y Ayame volvió a bajar la mirada, algo que Kōga estaba detestando con cada fibra de su ser.

―Estoy bien, Kagome… ¿por favor? ―le pidió a la novia de su tío.

Kagome sonrió.

―Vamos, vamos, quiere ir con sus amigos. Es joven y quiere divertirse.

Kōga tensó la mandíbula.

―No te acerques a ese hombre.

Ayame rodó los ojos.

―Sí, papá.

Kagome rio y se despidió de Ayame.

―Te esperaré afuera ―anunció Kagome a Kōga.

Kōga y Ayame se quedaron solos.

―Gracias por la comida ―murmuró Ayame limpiándose la orilla de los labios.

― ¿Por qué sales con un hombre así? Te dije que siempre tiene una mujer nueva.

Ayame suspiró, no sintiéndose de ánimos para tener esa conversación.

―Es solo un hombre, tío. Te lo he dicho antes, no me casaré con él.

Kōga no dijo nada y se paró de ahí, viendo a Ayame revisar algo en su celular. No sabía que hablar o que decir. Desde que Ayame le había confesado sus sentimientos, no sabía de qué hablar con su sobrina. Ahora mucho menos que comenzaba a sentirse de esa forma, que comenzaba a tener pensamientos y sueños indebidos.

―Háblame cuando llegues a tu casa, no tomes y manejes ―advirtió antes de tomarle la cabeza y plantarle un beso en la coronilla.

Sintió a Ayame tensarse.

―Sí, está bien. Gracias.

Kōga partió de ahí con una última vista a su sobrina y se reunió con Kagome en la entrada.

― ¿Más tranquilo? ―preguntó Kagome colgándose de su brazo mientras comenzaban a caminar hacia el auto estacionado de Kōga.

―No ―masculló haciendo reír a Kagome.

―Tu cuñada tenía razón, pareces el padre de Ayame.

Él chasqueó la lengua.

―No soy su padre, solo soy su tío y estoy preocupado.

―Es una chica grande, debes dejarla hacer cosas tontas para que aprenda de sus errores. Así es como todos hemos aprendido.

Kōga no dijo nada, pensando en Ayame mientras que manejaba a casa de Kagome.


Bien, ¿Qué les pareció? Ahora Kōga parece pensar que él tiene algo que decir en la decisión de Ayame de olvidarse de él. Ayame está jugando con fuego y Rin se lo ha dicho, al final de todo, se le ha venido el plan abajo y Kōga la ha regañado. ¿Qué pensaron del capítulo? Bellk, te amo, gracias por la espera.

Nos leemos en el capítulo siguiente.