Inalcanzable

Capítulo 25: Empatía

Flash back

"Aún no regresa" Murmuró Isaack mientras empezaba a poner la mesa que compartiría con su maestro, afuera el temporal de nieve era cada vez peor, y el silencio de la sala era roto por el fuerte silbido que ocasionaba el viento y el crujido de la madera que reforzaba las ventanas.

"De seguro se quedará con Arthur, ya es muy tarde" Comentó con tranquilidad Camus quien terminaba de sacar la carne asada del horno, al igual que su joven alumno vestía unos cómodos pantalones de algodón y una playera sin mangas, pese al frío en el exterior el fuego del hogar mantenía el ambiente demasiado cálido y agradable.

"No debió dejarlo ir" Se atrevió a expresar en voz alta su descontento.

Camus contuvo el sonido de una risa al ver el ceño fruncido de Isaack.

"Estará bien"

En parte sabía que el mayor de sus alumnos no estaba verdaderamente preocupado, con catorce años Hyoga ya sabía cuidarse lo bastante bien, una pequeña tormenta no lograría lastimarlo, era otro el asunto que tenía con ese humor al finlandés, el haber sido abandonado así en pos de una chica, porque para ninguno de los dos era una novedad que Hyoga andaba al pendiente de la sobrina de Helena, quien llevaba varios días de visita. La agraciada joven era bastante mayor que el ruso, pero a esa edad él no parecía darse cuenta, solo era un muchachito hormonal que caía en el error de buscar agradar a una chica de manera obvia, como lo fue el pasarse toda la tarde ayudándola a reforzar el techo de su nueva habitación.

Camus en el fondo sabía que la chica solo andaba filtreando por ahí porque estaba tanteando el terreno con él, pero sus alumnos eran demasiado ingenuos para darse cuenta de ello y no tenía la menor intención de mencionar su triste debut sexual con Nahir, de no ser por la indiscreción de ésta frente a Milo se hubiera llevado el secreto a la tumba.

Esperando poder animarlo, cuando se sentaron a la mesa Camus le extendió un paquete de papel madera al más joven.

"¿Y esto?" Preguntó sorprendido Isaack.

"Es tu cumpleaños, ¿No?"

Notó de inmediato la incomodidad en su alumno, él no sabía reaccionar a cualquier gesto de simpatía, pero el mayor sabía que lo agradecía internamente.

Del interior del paquete el chico extrajo varios frasquitos pinturas de los colores primarios.

"Gracias"

"Vi que se te estaban terminando"

Hacía unos años Isaack había descubierto su pasión por el arte y junto a ello el talento oculto que tenía para el dibujo, su nuevo pasatiempo en horarios de descanso. Camus también disfrutaba de verlo dibujar, el chico tenía la capacidad de transmitir cientos de emociones con solo una imagen, todo lo que sus manos crean parecía cobrar vida, tener una chispa especial difícil de definir como de ignorar.

"Hace días que intento terminar un lienzo, pero me faltaba color amarillo y azul" Comentó suavemente mientras analizaba el presente.

"¿Pintabas el cielo?"

Isaack lo miró titubeando y luego negó con la cabeza.

"No, se lo ensañaré cuando lo acabe"

"Esperaré entonces, ¿Comemos?" Sugirió colocando la bandeja de carne sobre un repasador en la mesa.

"¡Sí!"

La mayor parte de la cena transcurrió en silencio, generalmente el que hacía conversación era Hyoga, pero su ausencia no traía incomodidad, ambos sabían disfrutar de la paz y quietud, del simple sonido de los cubiertos rozándose, el agua llenando los vasos de vidrio.

Por eso Camus se sorprendió cuando Isaack rompió un poco con la rutina.

"Maestro" Le llamó suavemente, observando su plato como si se tratara de una escena triste "Últimamente he estado pensando mucho en la prueba final"

A Camus se sorprendió la confesión, sabía que así era, cualquiera en su lugar no podría pensar en otra cosa, pero le llamaba la atención que se atreviera a expresarlo en voz alta.

"¿Estás preocupado?" Pregunto el mayor corriendo un poco su plato para prestarle más atención.

"Sí, pero por Hyoga"

Camus quiso decirle que a él le preocupaba lo mismo pero recordó a tiempo que no podía hablar de igual a igual con su alumno, Isaack necesitaba en quién apoyarse, como alguna vez él lo hizo en su propio maestro, sus dudas y temores era mejor reservárselas para sí mismo.

"Pelearon ayer, ¿No es así?"

El adolescente no tardó en asentir.

"Es que no lo entiendo…"

"Pues no trates de hacerlo"

"Pero…" Frotó su flequillo como queriendo mejorar su visión aún que no cubría sus ojos "Tiene tanto poder…"

"Isaack… No se trata de poder, se necesita mucho más para ser un santo de Athena"

"Y Hyoga no lo tiene"

"No he dicho eso" Aclaró con firmeza, viéndolo a los ojos para trasmitirle seguridad "Eso lo sabremos cuando llegue el momento"

"¿Y si no pasa la prueba? O… ¿Si ni siquiera lo intenta?"

Camus creyó entender la inquietud de Isaack, él se había planteado todo eso desde el día que recibió al niño ruso en su hogar, desde la primera vez que éste le hablo del pobre anhelo de reencontrarse con su madre muerta.

"Será su decisión" Resolvió, observó al jovencito del otro lado de la mesa, no tuvo problemas para imaginarlo como un santo, solo que no veía a Cygnus a su alrededor, podía verlo con el investimento dorado de Acuario, nunca tuvo dudas al respecto, pese al tremendo potencial que Hyoga demostrara en el último tiempo, Isaack era todo un caballero, había nacido para servir a Athena, pero eran ideas que no le parecía justo expresa en voz alta. No se trataba de favoritismo, con el paso del tiempo había llegado a sentir afecto por ambos niños, pero creía conocerlos lo suficiente, por eso sabía que Hyoga no era una opción viable, el joven nunca superó la muerte de su madre, era débil emocionalmente y carecía de la capacidad de entender la magnitud de lo que estaba en juego. Se le estaba poniendo en la misma balanza proteger a la humanidad con el recuerdo de su madre… y el joven prefería a su madre, aunque ya no podía tenerla.

Isaack por su parte respiraba justicia y el deseo de hacer el bien, de contribuir, era alguien con la mente clara, como él, que seguía más a la razón que a las emociones.

Sí, no había dudas para Camus, el Finlandés pasaría la prueba final, y Hyoga… siempre sería Hyoga, con suerte conocería a alguna joven que le hiciera feliz y se quedaría a vivir cerca de Arthur y Helena, quizás reconstruyera su vida… tal vez… Cuando Milo y él se retirasen podrían visitarlo.

El mayor sacudió la cabeza, inconscientemente había mirado la sortija en su mano. Faltaba poco para poder estar con ella, era el consuelo que tenía en esos momentos decisivos, que pasara lo que pasara… Él volviera al santuario, volvería con Milo… Esos pensamientos lo convencían de ya no retrasar lo inevitable, debía escoger al nuevo santo de Cygnus pronto.

"Quisiera que Hyoga lo intentara al menos…"

Esa declaración del otro joven volvió a captar la atención de Camus.

"Quiero la armadura, pero… no quiero que él se quede atrás"

"Isaack…" No podía argumentar mucho al respecto, no había una verdadera solución al problema que planteaba su alumno "Preocúpate por dar lo mejor de ti… con suerte Hyoga hará lo mismo"

El chico no pareció muy convencido, sus ojos lo decían todo.

"¿Quieres una copa?" Preguntó de repente Camus, mientras se ponía de pie para buscar una botella en el otro cuarto. Isaack creyó haber escuchado mal hasta que lo vio volver con un vino tinto.

"¿Es en serio?" Se sorprendió, su maestro le regaló una sonrisa divertida en lo que descorchaba la botella y vertía el líquido en dos copas.

"¿Por qué no?" Le restó importancia "Solo por esta noche" Aclaró mientras le extendía uno de los cristales. "Muévelo" Le indicó girando su copa, el muchacho lo imitó con cierta torpeza.

Isaack dio el primer sorbo cauteloso, y como era de esperarse el sabor no le resultó agradable, demasiado amargo, aunque no lo expresó con palabras, Camus negó con un movimiento de cabeza, la primera vez siempre era así, solo esperaba que su alumno no se volviera tan buen besador de copas como él y Milo, aunque esa sería su decisión, que un santo gustara de beber era la menor de las preocupaciones, al fin y al cabo… una buena bebida era de los pocos gustos que podían darse, destinados a una vida corta pero llena de sacrificios.

Él mejor que nadie sabía que a veces se necesitaba un buen trago para quitarse el amargo sabor de boca de muchas decisiones.

"Gracias" Le dijo Isaack cuando terminó la bebida.

Camus se cruzó de brazos y piernas en la silla que estaba, adoptando una posición más cómoda.

"No le digas nada de esto a Hyoga aún, no quiero un borracho melancólico"

Entendiendo el comentario el joven también sonrió.

"No maestro"

"Por cierto, no me has dicho nada de mi carne"

Fue el turno de Isaack de sonreír.

"Sé que hizo su mejor esfuerzo maestro"

Camus arqueó una ceja.

"Solo por eso mañana comenzaremos a entrenar una hora antes"

"¿Y Hyoga? Ni siquiera estará"

"A él si le gusta mi comida"

"No, él le miente"

"Dos horas antes Isaack" Sentenció mientras le ponía el corcho a la botella, con una copa a esa edad el chico tenía suficiente, quizás cuando se durmiera él se levantara a beber una más, últimamente le estaba costando conciliar el sueño, no solo a Isaack le preocupaba lo que iba a pasar.

End Flash back

POV Milo

En todo el día no tuve una sola noticia de Camus, era como si nunca hubiera regresado y me costó horrores no subir a buscarlo, imaginé que en algún momento sería él quien bajara, claro que no estaba lista para que no hiciera una escala en mi templo. Algo definitivamente estaba mal, ese pensamiento me quitó las ganas de desayunar esa mañana.

Tratando de despejar mi mente fue que decidí dar un paseo por la zona de las amazonas, no solía frecuentarlas, la relación nunca fue buena, pero tenía la necesidad de comprobar algunas cosas por mi cuenta.

Quienes vigilaban el campamento me permitieron el paso con cierto recelo, se escuchaban sonidos de lucha por lo que el resto estaba entrenando, como era de esperarse.

Con cautela me aproximé para poder observarlas antes de ser descubierta. Shaina las estaba retando a combate de manera salvaje, sin importar el tamaño ella las doblegaba y hacía comer el polvo, en ese sentido no podía sentirme más orgullosa.

Las peleas se detuvieron cuando una a una fueron notando mi presencia, aunque no lo quisiera con todas generaba una especie de conmoción, la amazona que no cubría su rostro, la amazona que era un igual con los santos dorados y no habitaba con las demás mujeres, todas me odiaban, temían o admiraban, asunto que no podía importarme menos, años atrás se los había dejado bien en claro.

Shaina fue la última en descubrirme, no necesitaba ver su rostro, la tensión en su espalda lo volvió evidente.

"¡No hemos terminado aquí!" Rugió "¡Ataquen niñitas y dejen de llorar!"

Sentí compasión por ellas en esos momentos, la ex alumna quería lucirse en mi presencia, lo que significaba que se llevarían la peor de las palizas.

Cuando el entrenamiento hubo terminado se reunió conmigo a la sombra de un árbol, alejada de los demás, secaba su sudor con una toalla de mano y sacudía los cabellos que acababa de remojar en agua para escapar de la insolación.

"¿Tienes sed?" Me preguntó tratando de ser cortés.

Yo negué con un movimiento de cabeza, aún recargada en la corteza de la planta, Shaina tomó asiento en el suelo.

"Me sorprende verte aquí, hacía meses que no venías Milo" Siempre le había permitido tratarme de esa manera, en especial ahora que ella era otro santo más, no me sentía del todo cómoda con el nombre de 'maestra' ni los 'señora' que se le solían escapar antes a Isaack… simplemente 'Milo' estaba bien, quizás cambiaría de opinión el día que entrenara a mi sucesor.

"He estado ocupada, y por lo que vi tú también"

"Pierdo mi tiempo, ninguna de esas mujeres llegará a portar una armadura"

Hubiera querido decirle que estaba elevando un juicio demasiado duro pero en el fondo pensaba lo mismo, de por sí eran muy pocas las mujeres que alcanzaban ese honor, yo era una fiel evidencia de eso, la primera en toda la historia del saltuario en alcanzar una armadura dorada… la hermana del maestro de Camus estuvo a punto de lograrlo, pero tampoco lo alcanzó.

"Ellas no son como nosotras" Agregó Shaina, llamando mi atención.

"¿Nosotras?"

"Sí, nosotras, tú, yo… June…"

"¿Y Marín?"

Nuevamente no necesitaba ver su rostro para saber que la había tomado por sorpresa y hasta disgustado

"¿Qué pasa con Marín, Shaina?"

"¿Viste el entrenamiento del otro día?"

Al menos ella tenía bien presente su falta.

"¿Entrenamiento? No, lo que vi fue como golpeabas a alguien que ya estaba prácticamente en el piso, y déjame decirte que si todo ese circo es porque su alumno derrotó al tuyo estás perdiendo el eje"

"Tengo mis razones"

"Esa no es una respuesta, si te diera una golpiza en éste preciso momento por tu falta, el patriarca me preguntaría y debería decirle que te estaba dando un escarmiento por llevar tan lejos una pelea personal y esa sería una respuesta"

"Es más que eso"

"Eso espero, porque quiero pensar que hice bien al prepararte para servir a Athena, porque es a ella a quien sirves, no a tus propios deseos"

"¿A eso has venido? ¿A reclamarme?"

Negué de inmediato observando todo a nuestro alrededor, todo el santuario en actividad y a la vez esa agradable brisa que me estaba refrescando bajo el cobijo del árbol.

"No, tenía pensado verte ayer, pero con lo que pasó no me pareció el mejor momento"

"Entonces… ¿Puedo considerarlo una visita amistosa?" El tono en que lo dijo me hizo pensar que estaba sonriendo.

"Algo así"

"Me sorprende que tenga tiempo para mí, estando él de regreso"

Su comentario me descolocó por completo y mi mirada debió decírselo.

"Vi a Saga de Géminis ayer"

Ahí entendí que no se refería a Camus, porque por supuesto… ella no sabía sobre Camus, prácticamente nadie en el santuario sabía de mi relación con él, hasta mi alumna pensaba que yo era la amante de Saga, después de todo… ¿No nos había visto en el pasado compartir algún beso de bienvenida? Me odiaba por haberme importado tan poco el ser muy evidente en ese entonces.

"Creo que ya se fue, estaba de pasada" Intenté sonar lo suficientemente indiferente para que ella pudiera captar, sin necesidad de decírselo, que ese asunto no me generaba ninguna expectativa.

"Sería bueno que se quedara a proteger el santuario, se necesitan más hombres como él aquí"

"Camus también está de regreso" La interrumpí "Particularmente creo que estamos bien así"

"Estuve hablando con Gigas, me ofrecí a colaborar para controlar las revueltas"

"¿Buscas salir del santuario?"

Mi pregunta de nuevo la tomó por sorpresa.

"¿Es por el japonés? ¿El que se llevó la armadura de Pegaso?"

"Ya basta con eso, no todo lo que hago tiene que ver con los japoneses"

"¿Entonces?"

Shaina soltó un largo suspiro y se estiró para alcanzar un poco de hierba con sus manos, como un gesto de distención.

"Todos tenemos nuestros secretos, nuestras razones ocultas, ¿No es así Milo?"

Quise negar sus palabras, tomar un rol más responsable, pero fue el turno de mi alumna de tomarme por sorpresa.

"Tú tampoco estabas entrenando a nadie en Siberia, ¿Verdad?"

Semejante declaración, viniendo de alguien más, hubiera sido fatal para el que lo dijera, pero no lo esperaba de Shaina.

La escuché reír un momento, aún entretenida en su tarea de arrancar un poco del césped entre sus dedos.

"¿Lo ves? Todos tenemos nuestros asuntos pendientes, tú ya resolviste el tuyo, yo voy a resolver el mío pronto"

"Shaina" Mi tono fue de advertencia, no me sentía cómoda con el rumbo de la conversación, sabía que ella era alguien de temer en todo momento, sádica y explosiva como pocas, su promesa no me auguraba nada bueno.

"Tranquila Milo, no pienso matar a Marín, no es ella quien me interesa"

"Entonces es su alumno" No lograba recordar el nombre de ese muchacho bajito y poco prometedor, pero había sido noticia la manera en que redujo a polvo a Casius en el Coliseo, no presencié su enfrentamiento por lo que me costaba imaginar una situación tan ridícula. "Shaina…" Quise preguntar porque, pero entendí que no tenía derecho, era verdad después de todo, yo también tenía mis secretos, dudaba que el suyo fuera tan terrible como el mío.

"Tengo mis razones" Respondió ella a la pregunta que nunca llegué a formular y no tuve más remedio que asentir a sus palabras, aunque no estaba de acuerdo.

"Ten cuidado"

El silencio nos invadió unos momentos luego de eso, ambas necesitábamos despejar la mente para seguir hablando, encontrar un tema que de conversación que fuera menos tenso e incómodo, al menos trabajaba en ello cuando Shaina decidió insistir con el mismo asunto.

"Seiya no pertenece aquí, vino de una fundación japonesa, fue como un donativo, él y varios más, nadie esperaba que llegaran tan lejos"

Recordaba algo al respecto, Arles me lo mencionó años atrás, y Camus también.

"Bueno, Pegaso por algún motivo lo escogió"

"No tiene sentido, y con el alumno de Camus ya van ocho"

Ese comentario me hizo tener un sobresalto.

"¿Disculpa?"

"Perdón, Camus de Acuario" Se corrigió aunque yo no había notado su falta.

"¿Qué alumno?"

"Tengo entendido que entrenó a dos, uno de los campamentos del santuario y otro de la fundación Kido, al menos eso dijo Gigas"

Me quedé en silencio unos segundos, esa frase carecía de sentido, al menos al principio, Isaack y Hyoga no eran japoneces, aunque luego recordé que en realidad Hyoga era de doble nacionalidad… ¿Él venía de esa fundación? Eso explicaría por qué era tan diferente a Isaack, tal vez, quién sabe que ideas le habrían metido.

"Entonces estas diciéndome que… el que vino de afuera es el nuevo santo de Cygnus?"

"Sí, escuché la información esta mañana, uno de los escribanos estaba tomando nota para el patriarca"

No podía creerlo, estaba llena de emociones muy contradictorias, me alegraba que lo hubiera logrado, pero a la vez me angustiaba, ¿Quería decir que él había cambiado? Estuvimos muchos años sin vernos, quizás logró dejar atrás la nostalgia, quizás entró en razón.

Moría de ganas de correr a Acuario y llenar a Camus de preguntas, pero me había prometido darle su espacio, ser paciente, él llevaba demasiado tiempo fuera, no quería presionarlo.

Permanecimos con Shaina un rato más, comenzando una conversación más agradable y menos tensa, respecto a sus propias aprendices y alguna que otra frivolidad.

Para la hora del almuerzo me despedí, tenía por costumbre acudir al templo principal junto a los demás santos dorados presentes en los templos, y no iba a faltar ese día sabiendo que Camus estaría.

Aunque al llegar ahí la realidad fue otra, para variar éramos Death Mask, Afrodita, Shaka y yo. Aldebarán casi nunca subía, Aioria jamás se reunía con nosotros para prácticamente nada, Shura evitaba a todo el mundo, últimamente no salía de su templo, y con él se acababan las opciones.

Traté de disimular mi decepción lo mejor que pude, comí algo ligero y me retiré.

Pasé por Escorpio y encontré a las mellizas sacando la ropa para lavar, aproveché para indagarles, pero no, Camus no había regresado a mi templo, no hubo otra visita aún, por lo que salí de nuevo de las doce casas, no podía quedarme quieta, me sentía aún más ansiosa.

Di una vuelta por el coliseo, captando como siempre la atención de la mayoría de los aprendices y soldados, sobre que éramos pocos santos dorados aún menos se acercaban a la zona de entrenamiento, entendía el sentimiento, alguna vez fui novata, y ver a mis superiores aparecer con el ropaje dorada me llenaba de tanto miedo como admiración, en ese entonces Saga lucía como un Dios a los ojos de una niña debilucha y asustada, me pregunté vagamente si alguno de esos muchachos pensaría respecto a mí de esa manera, pero me pareció demasiado extraño.

En un momento noté que muchas miradas se centraban en el otro extremo de las gradas, mucho más arriba, siguiéndolas me topé con algo que casi me cegó, hablando de dioses… tenía que reconocer que Camus lucía como uno, mucho más resplandeciente que Saga, hermoso y altivo representando a Acuario, me sentí orgullosa de saberlo mío.

Por un momento olvidé mis preocupaciones y me permití sonreír, lo peor había pasado, él estaba de regreso. Tenía ganar de acercarme, pero no estaba segura de sí era buena idea, si quisiera verme me hubiera buscado.

Mi incertidumbre terminó cuando nuestras miradas se cruzaron, echarme para atrás luego de eso sería grosero, parecería que era yo quien lo evitaba, o al menos me obligué a pensar eso para no odiarme por ir a verlo.

Al menos no se alejó, era buena señal, aunque ya no me estaba mirando a mí, parecía concentrado en las peleas que se llevaban a cabo en el coliseo.

"Buenas tardes" Le dije al estar parada a su lado, no muy segura de cómo comenzar, su seriedad me ponía algo incómoda, estaba acostumbrada a las sonrisas que me regalaba y que buscara mi compañía, esa nueva faceta suya tan… indiferente me cohibía. Tampoco podía besarlo en un lugar así, si es que podía hacerlo.

"¿Desde cuándo las peleas entre aprendices son tan salvajes?"

No me sorprendió tanto el que no me saludara como el tema que había sacado de la nada.

Arquee una ceja viendo su perfil, él seguía sin mirarme, observaba la zona de lucha como si le hubieran encargado vigilarla cuidadosamente.

"Pues… desde siempre" Respondí tratando de ver el lugar con sus ojos, los de alguien que rara vez está presente "No has pasado el suficiente tiempo aquí para notarlo nada más.

"Diez aprendices murieron ayer"

"¿Quién te lo dijo?"

"Aioria"

No supe cómo sentirme al respecto, molesta porque no alcanzaba a llegar y Leo ya le había hecho los mismos reproches que a mí de seguro, pero a la vez confundida.

"¿Estuviste con Aioria?" Nada de todo esto me estaba gustando. Mucho menos el largo silencio que le siguió a mi pregunta, la poca paciencia que tenía se agotó en ese instante.

"¿Tienes tiempo de conversar con Aioria… y no conmigo?"

Recién en ese entonces conseguí que volviera a mirarme.

"Te estoy hablando del santuario" Me corrigió con la misma frialdad.

"Siempre han muerto aprendices Camus, no todos tienen la suerte de tener un maestro como tú que vele por ellos"

"Es verdad" Si acaso era posible, su semblante se endureció aún más y al verlo echar su capa hacia atrás supe que se preparaba para alejarse, y dejé que lo hiciera, sintiendo una horrible opresión en el estómago, quizás porque esos reclamos dolían menos cuando venían de alguien más, y en gran parte porque no soportaba su indiferencia, llevábamos tres años separados… solo quería saltar a sus brazos y recuperar el tiempo perdido… pero ese que estaba caminando fuera del coliseo en ese momento no parecía el dulce Camus al que estaba acostumbrada.

Incapaz de esperar un día más lo seguí, alcanzándolo rumbo a las doce casas, aún no había llegado a Aries.

"Camus" Me atreví a tomarlo del brazo, por suerte no deshizo el agarre, solo me miró.

"¿Qué pasa, Milo?" Se había robado mi línea, yo quería saber eso.

"¿Hice o dije algo que te molestó?" Necesitaba saberlo, la duda me estaba consumiendo.

Él me miró muy sorprendido por unos instantes, la primer emoción que veía en su rostro desde ayer, luego terminó de virar para estar de frente conmigo, sus manos acariciaron mi rostro, empujando un poco los cabellos que me cubrían las mejillas y me besó, de manera breve y suave. Yo cerré los ojos y contuve el aliento, cuanto necesitaba eso. Cuando volví a mirar él todavía me sostenía y sus ojos estaban muy cerca de los míos, fue ahí que pude ver aquello que desde lejos me costaba comprender, toda esa frialdad que provenía en realidad de una tormenta, todo el tormento encasillado en sus bellos ojos.

"No" Fue la respuesta que me dio.

Y no pude sentirme aliviada, Camus no estaba enojado conmigo… pero tampoco estaba bien.

"¿Entonces?"

"No quiero hablar de ello, sólo… dame tiempo"

Desvíe la mirada, incapaz de seguir sosteniéndosela, pero le regalé un asentimiento, para que supiera que comprendía y luego lo vi alejarse una vez más.

Yo más que nadie sabía lo que se sentía no querer hablar sobre lo que te estaba pasando, no podía juzgarlo por ello, pero me estaba inundando una horrible tristeza, mi conciencia me torturó pensando si así se habría sentido Camus cuando no sabía por qué yo le huía ni lo que le estaba ocultando, cuando estaba embarazada de Yaretzi y no podía decírselo.

El desánimo me invadió toda la tarde, no pude concentrarme en nada más.

Cuando la noche llegó y me disponía a cenar los recuerdos siguieron atormentándome, hacía mucho que no pensaba en el primer viaje a París, toda la conmoción, las noches sin dormir, las peleas sin sentido… las camas gemelas… que exigí en vano porque terminé entrando a la cama de Camus, porque lo necesitaba por mucho que buscara alejarlo.

De pronto fui llena de una nueva convicción. Dejé de lado lo que estaba haciendo y abandoné mi templo, ascendí rumbo al de acuario, nadie se atravesó en mi camino y aunque lo hubieran hecho no les habría dado ninguna explicación.

Me infiltré sin pedir permiso, pero dejé sentir mi cosmos, no me importaba si alguien más en las doce casas descubría mi paradero por eso.

Para mi fortuna Camus seguía despierto, no tardó en salir a mi encuentro, aún vestía su armadura, al igual que yo, y lucía algo cansado más que sorprendido, debió esperar que no lo dejaría en paz.

"Milo, por favor, de verdad no quiero hablar"

Apenas le dejé terminar su frase, puse un dedo sobre sus labios para callarlo.

"Tranquilo" Le sonreí con confianza "No vamos a hablar"

Rodee su cuello con mis brazos y lo besé con ansias, con verdadero apetito por todo el tiempo que solo pude hacerlo en sueños, noté un poco de resistencia, pero sus manos no tardaron en tomarme de la cadera haciéndome reír en medio del beso.

Camus me había cuidado tantas veces… ahora sería yo quien lo cuidara, quién lo hiciera olvidar de todos sus problemas, entre besos y caricias lo fui empujando a su alcoba, esa noche sería la primera que pasara en el templo de acuario, le pesara a quien le pesara.

Flash back

Camus ya se estaba preocupando, ninguno de sus dos alumnos había regresado aún.

Hyoga nunca regresó de la casa de Helena, lo aguardaron toda la mañana, llegado el medio día Camus decidió enviar a Isaack por él, no tenía motivos para angustiarse, si bien tanta demora e irresponsabilidad no era normal en el rubio… tampoco existían muchas cosas que pudieran pasarle en esa aldea, sus dos alumnos eran mucho más peligrosos que cualquier arma o animal salvaje, sin embargo Camus estaba inquieto.

Llevaba días así, razón por la que venía tomando alguna copa de vino para dormir, lo relacionaba con la llegada de la prueba final, todo eso lo estaba estresando tanto que afectaba sus hábitos de sueño.

Ese día mientras esperaba recorrió la cabaña, trató de poner un poco de orden, aunque sospechaba que le convendría más bien desordenar para castigar a Hyoga con la limpieza, por haber desobedecido de esa manera, pero necesitaba ocuparse en algo y estaba demasiado distraído para leer.

Cuando buscaba si había calzados debajo de su cama tocó algo suave que antes no estaba ahí.

Jaló para sacar un lienzo, uno de los lienzos de Isaack, el muchacho tenía la costumbre de esconderlos por todos lados, nunca le enseñaba uno de sus trabajos hasta que lo acababa.

Camus no pudo respetar su privacidad porque al reconocer lo que era fue demasiado tarde. Quedó impactado con lo que vio, y entendió cómo se le había terminado tan rápido el amarillo a su alumno.

Era un retrato de Milo, no, era un retrato de Milo amamantando a Yaretzi.

Casi lo soltó de la impresión y todas sus emociones se sacudieron, ¿Cómo podía hacerle algo así? Los ojos de Milo… los había dibujado tan hermosos como eran, llenos de vida y energía… y su hija… su pequeña pelirroja… Camus tuvo que tomar y soltar aire varias veces para calmarse.

'Maldición'

Agradecía el gesto… pero no estaba seguro de ser capaz de soportar ese dibujo colgado en algún lugar de la casa, sería una tortura.

Se sentó en la cama al quedarse sin fuerzas y se pasó las manos por el cabello, justo cuando creía que empezaba a superarlo los dioses volvían a ponerlo a prueba, le recordaban todo el tiempo su pérdida, eso había sido su vida, perder a Milo, perder a su hija, ahora había recuperado a la primera… ¿Qué seguía?

"¡Camus!"

La voz de Arthur desde afuera lo sacó de su auto conmiseración. SE escuchaba alterado.

Se apresuró en ir a su encuentro, el gigante llegaba agitado y su cara anunciaba malas noticias.

"¿Arthur? ¿Qué pasa?" Por un instante imaginó que la aldea estaba bajo algún ataque.

"Camus… es Isaack"

Toda su vida se resumía en eso… pérdidas.


Hasta aquí.

Salió un poco mas corto que el anterior, pero creo que expresé exactamente lo que quería expresar, lo que sigue es un POV de Camus y… nunca me gusta combinar dos diferentes por capítulo, queda desprolijo, éste debía ser sobre Milo.

Si piensa alguien que me olvidé que Camus en el capítulo 23 está investigando el paradero de su hija no se preocupen, no me olvidé, ya llegaremos a eso XD.

Desde ya muchas gracias por los review, en verdad me animaron y creo que por eso pude actualizar tan pronto, ojalá éste capítulo también les guste!

Review anónimos:

Seseyita: Lo de las personalidades de Saga me hizo reir, y no odio a Milo, lo amo en ambas versiones, y siempre tiene ese algo que da ganas que le hagan alguna maldad XD se ve como tierna cuando no se puede defender XD.

Afrodita me pasa lo mismo, en el anime no me gustó, muchas incongruencias, fue un malo sin escrúpulos, cobarde luego en Hades, y en la saga de los campos elíseos lo volvieron noble… siempre pensé que el cambio fue como forzoso, para que fueron los 12 buenos dorados, nada convincente, él y Death Mask se nota que fueron pensados para ser los malos, pero bueno, esas irregularidades en la trama dejan muchos huecos para que imaginemos.

Respecto a los cabos sueltos creo que se van a atar todos al mismo tiempo muy pronto, y la imagen que esperas… tranquila, si bien no puedo prometer mucho porque voy a respetar lo que más pueda el canon de la serie, prometo que valdrá la pena la espera, he tenido el final en mente desde que comencé el fanfic, solo espero no decepcionar a nadie XD

Aye: La verdad es que esa parte quedó un poco diferente a la idea original XD como ya dije iba a narrar un rape, pero no se dio así, creo que me influenció un poco lo que venía viendo, justo me prendí con TWD, vi la escena en que a Maggie la hacen desnudar para someterla y… me quedé con ese sentimiento adentro, lo que proyecté en Milo, no sé si me entiendo XD. Gracias por comentar!

Bueno, a todos les deseo un buen comienzo de semana, si toda sale bien actualizo de nuevo Miércoles así que no se me pierdan XD

Saludos!