Demasiado Tarde.

-Quiero el divorcio.- fue lo primero que le dijo Toshiro a Karin una vez regresó a su casa y la vio sentada en uno de los sofás frente al televisor apagado.

Ella había estado sonriendo por algo que leía en su celular, pero de inmediato su sonrisa se borró y volteó a verlo completamente aturdida e incrédula.

-¿Qué?- su voz estaba llena de pánico y dolor, pero él se prohibió a sí mismo sentir culpa, pesé a los pinchazos dolorosos punzando contra su pecho.

-Quiero el divorcio, Karin.- repitió. –Ya no te amo.- decidió agregar.

Ella abrió la boca, luego la cerró, luego pareció a punto de llorar, pero finalmente se las arregló para poner un gesto cuidadosamente en blanco, a pesar de que sus ojos estaban llenos de lágrimas.

-Ok.- accedió con un hilillo de voz. –Lo entiendo.-

Por supuesto que lo entendía, pensó con amargura, por supuesto que sí.

Karin ya no era la misma mujer con la que se había casado. Desde que su padre murió ella se convirtió en una persona completamente distinta, cayó en depresión y dejó de sonreír. La sonrisa que había tenido cuando entró, la que él borró, fue la primera que le veía desde que su suegro falleció, ¡hace todo un año ya!

Sabía que ella se había sentido culpable por la muerte de su padre, porque fue la doctora a cargo de su operación pero no logró salvarlo. La había comprendido y consolado por varios meses, pero pareció no importarle en lo absoluto.

Su esposa dejó de corresponder a sus besos, no volvió a dejar que la tocara y casi ni le hablaba, a veces incluso lo ignoraba. Había sido comprensible los primeros meses, pero cuando ya se cumplió medio año y ella no había mejorado en lo absoluto, su abandono comenzó a hacer mella en él. Habían empezado a pelear y más de una vez las cosas terminaban en ella llorando y en él al borde de hacerlo. Pero aun así ingenuamente continuó albergando esperanzas de que ella pudiera volver a ser la misma.

La idea del divorcio nunca se le pasó por la cabeza sino hasta que otra mujer comenzó a abrirse camino en su corazón…

Hinamori Momo era una compañera de trabajo y una ex vecina. Tenía un novio, pero ella si le prestaba atención y lo había consolado impidiendo que se ahogara en alcohol ante la pena de que su esposa ya no se interesara por él. Hace tan solo unas semanas que se habían besado, pero Hinamori se negó a tener una relación con él hasta que se divorciara, y había prometido terminar con su novio.

Por lo que ahí estaba, finalmente había juntado valor y había pedido el divorcio.

Estaba seguro de lo que hacía, pero seguía siendo doloroso.

-Tengo a otra mujer.- le dijo a Karin, solo para morderse la lengua al segundo que acabó de decirle. ¡¿Por qué dijo eso?! ¡Él no era tan malnacido como para querer lastimarla apropósito ni mucho menos buscarle pelea! Pero es solo que… en cierta forma le molestaba que lo aceptara tan fácil.

Su rostro se contrajo por un segundo, nuevamente luchando por no llorar, pero volvió a la normalidad pronto.

-Lo supuse.- asintió, su voz apenas audible. –Esperó que seas feliz con ella.- ahora sí que apenas alcanzó a oír lo que decía.

Un silencio incómodo llenó el lugar en lo que el albino verdaderamente no supo qué más decir. Pensó que el divorcio la tomaría por sorpresa y ella tendría más cosas que reclamar, como explicaciones y eso. Pero se notaba tan infelizmente resignada…

Se tragó el nudo en su garganta. Él realmente la había amado.

La conoció en su época de universidad, cuando ella trabajaba de camarera en el Café que frecuentaba.

Siempre iba a la misma hora y ordenaba lo mismo, café y tarta de sandía, y siempre lo atendía la misma camarera, ella.

Primero se habían hecho amigos, y empezaron a verse fuera de aquel Café para asistir a partidos de futbol o simplemente pasear y conversar. Fue cuando accidentalmente sus labios se rozaron entre uno de los tantos empujes que se daban en las multitudes de fanáticos del futbol que él se dio cuenta de que estaba enamorado.

Pasó todo un año antes de que se animara a confesar sus sentimientos, y otro año para que le propusiera matrimonio. Y llevaban tres años de casados, faltaban solo dos meses para que se cumplieran los cuatro.

Nunca llegarían a esos cuatro años.

-¿P-por qué… por qué habías estado sonriendo antes?...- preguntó sin aguantar la curiosidad. Era su primera sonrisa en un año.

Sus ojos se iluminaron un poco.

-Es que nuestros…- se interrumpió, el brilló en sus ojos desapareció completamente. –Mis sobrinos ya nacieron.- se corrigió.

Toshiro sintió un hundimiento en su estómago. Los gemelos de Jinta y Yuzu ya habían nacido, y él no tendría derecho a conocerlos. Ya no pertenecería a esa familia.

No había pensado en eso… pero sí que la idea era bastante… desalentadora.

Pensó en su pobre cuñada Yuzu, seguro que ella si lloraría cuando se enterará de que se habían divorciado.

Ahora sí que la culpa lo aplastó.

Le había pedido el divorcio el mismo día que nacieron sus sobrinos… lo hacía sentirse una persona horrible.

-Felicita a Yuzu-san y Hanakari de mi parte…- solo pudo decir.

Ella asintió distraídamente, guardando su celular en su bolsillo y levantándose del sofá en dirección a la cocina. Él la siguió.

-Mi abogado se encargara de todo.- dijo, su voz en un volumen normal pero aún bastante temblorosa. –Me iré ahora. Puedes considerarte un hombre libre.- llegaron a la cocina y Hitsugaya notó como en la mesa estaba lista una bandeja con un café preparado que olía exquisitamente.

Se extrañó, a Karin no le gustaba el café.

Como respaldando sus palabras pero en una acción bastante ilógica, su pronto-a-ser-ex-esposa tomó la taza y vertió el café en el lavabo para luego lavar la taza bastante furiosamente.

Él tomó asiento mientras la observaba. Recién lo notaba, pero ella estaba vestida de un modo en el que no se vestía hace tiempo, como si quisiera impresionarlo o algo… Sacudió la cabeza, solo eran ideas suyas. A ella ya no le importaba impresionarlo.

Terminó con la taza y se pasó el dorso de la mano por los ojos como si hubiera estado llorando mientras estaba de espaldas a él.

El nudo en su garganta regresó.

Ella volteó a verlo y notó sus ojos levemente enrojecidos.

-Yo preferiría que tú conservaras la casa.- comentó en respuesta a sus palabras de antes. –La pagamos entre ambos, puedes quedártela. Yo me mudare al centro.- ahí es por donde vivía Hinamori.

Karin no contestó y en cambio siguió mirándolo un buen rato antes de finalmente hablar con algo que no tenía nada que ver con sus palabras ni su ofrecimiento de que se quedará la casa.

-¿Por qué sigues aquí?- inquirió como si le sorprendiera. –Te dije que ya eras un hombre libre, déjame sola por favor.-

Él torció la boca. Claro que querría estar sola, pero…

-Solo quiero pulir los detalles del divorcio.-

-Mi abogado se encargara de todo. Veté.- se abrazó a sí misma, lanzando miradas nerviosas al refrigerador.

-Bien, pero primero quiero comer algo.- solo era una excusa para ver que tenía en el refrigerador, su apetito había desaparecido.

Ella se mostró muy nerviosa, y se le adelantó a abrir el refrigerador antes de que llegara, sacando algo de ahí y dejándolo en la mesa.

El aliento se le atoró en la garganta al ver que era tarta de sandía preparada como en el restaurante en el que se conocieron. Hace un año que ella no hacía algo así…

-Es para mí.- comentó algo a la defensiva al ver su mirada, que era una completa mezcla de emociones.

-A ti no te gusta.- señaló secamente.

-No me gusta tanto como a ti pero sí me gusta. Cierra la puta boca si no sabes.- finalmente algo de su temperamento se escapó.

Notó una nota al lado de la tarta y estiró la mano para alcanzarla, pero ella la agarró primero y comenzó a romperla en pedazos. Por suerte llegó a quitársela antes de que pudiera partirla en tres pedazos.

En la mesa junto las dos mitades de la nota con una mano mientras con la otra mantenía alejada a la mujer, que parecía desesperada porque no la leyera.

Pero leyó.

Toshiro:

Sé que he sido una terrible esposa el último año, y lo lamentó. Realmente lo lamentó.

No podía dejar de culparme por la muerte de mi padre y sentí que no merecía ser feliz, por eso te alejaba de mí, porque nadie me hacía más feliz que tú. No me di cuenta de la infelicidad que tú también sufrías por mi culpa. Solo empecé a darme cuenta cuando tú empezaste a pelear conmigo, y en esa época estaba tan molesta contigo por esas peleas que no quería reconocer que tenías razón, fui muy estúpida y lo siento.

Ahora empecé a notar que tú te alejabas de mí por tu propia cuenta, y sé que probablemente te estás enamorando de otra mujer.

Ahora que te estoy perdiendo me doy cuenta de lo mucho que me equivoque y de lo mucho que aún te quiero a mi lado, pero no sabía cómo reparar el error, ni siquiera sé si aún puedo repararlo.

Esperó que no sea tarde.

Aún te amo, Toshiro. Estoy arrepentida de todo lo que te hice pasar.

Deseó que puedas perdonarme y que me des otra oportunidad.

Prometo ser una mejor esposa. Prometo ya nunca volver a lastimarte así de nuevo. Prometo dar mi mejor esfuerzo por hacerte feliz.

Esperó que no sea tarde, esperó aún poder luchar por ti.

Dime que aún hay una posibilidad.

Me encantaría tener otra oportunidad, pero entenderé que no quieras dármela. Si esa otra mujer llegó a hacer que la amaras más de lo que me amas a mí, lo entenderé. Si me odias demasiado como para darme otra oportunidad, lo entenderé también. Si no me das esa otra oportunidad, entonces solo quiero que sepas que te amo, y que me has hecho muy feliz, y pasé lo que pasé siempre te amaré y te agradeceré todos estos años en los que estuvimos juntos.

Gracias.

Te amo.

-Karin.

Para cuando terminó de leer la carta, sus ojos estaban inundados de lágrimas, y su esposa se había acurrucado en un montón desconsolado de lágrimas en el suelo, sollozando desgarradoramente.

Tardó un poco en convencerse de que podría hablar sin que ninguna lágrima se escapara.

-Karin…-

-Es demasiado tarde.- habló entre sollozos, su rostro escondido entre sus brazos mientras no se levantaba del suelo. –Lo sé.-

Su gesto se contrajo en dolor.

-¿Por qué hiciste esto ahora?...- susurró con voz rota. -¿Por qué no lo hiciste antes?...-

Karin arañó con sus manos temblorosas su cuero cabelludo, su cara pegada al suelo mientras podía ver el pequeño charco que estaban dejando sus lágrimas.

-N-no sabía q-que hacer para que… m-me perdones y… c-como hoy estabas tardando tanto en llegar a casa y-yo… yo junte el valor y… y lo hi-hice.- habló hipando levemente. –L-lo siento… Yo no sabía… yo sospechaba que me ibas a pedir el d-divorcio pero… no imagine que hoy… Lo siento. Lo siento.- tomó grandes bocanadas de aire, pero sus sollozos empeoraban.

Él luchó duro para detener su propio llanto.

Se había tardado en llegar porque estaba juntando el valor para pedirle el divorcio.

-Karin… Si hubieras hecho esto solo unas semanas antes…- no fue capaz de completar la oración.

Él ya le había prometido a Hinamori que le pediría el divorcio a su esposa, ella aún no se había separado de su novio pero estaba dispuesta a romper la relación una vez él se divorciará, lo que le había parecido un trato justo.

Pero eso fue antes de que supiera que Karin aún lo amaba. ¡Él había pensado que ella ya no lo amaba por todos los cielos!

¡Por supuesto que amaba a su esposa infinitamente más de lo amaba a Hinamori o a cualquier otra persona! ¡Pero él creyó que a ella él ya no le importaba! ¡Y ella lo había lastimado y le había rotó el corazón tantas veces que casi estuvo a punto de colapsar!

Y fue Hinamori Momo la que lo salvó. Fue Hinamori la que estuvo cuando lo necesitaba. Fue ella y no podía perdonar tan fácil a su esposa por más de que la amaba y por más que lo amara.

Apretó los ojos tratando de contener su dolor e inevitablemente una lágrima se escapó.

La borró de inmediato.

-Lo siento, lo siento…- siguió sollozando ella en el piso. –Lo siento…-

Toshiro no supo qué hacer, así que solo se fue y la dejó ahí llorando.

Maldita sea.

¿Por qué tenía que pasar todo esto? ¿Por qué el amor era tan complicado?

Corrió por mucho tiempo hasta el parque y ahí empezó a caminar y caminar, pensando y pensando, limpiándose furiosamente las pequeñas lágrimas que se atrevían a escaparse. Caminó hasta que empezó a amanecer y aun así no había tomado una decisión respecto a lo qué iba a hacer.

Suspiró y emprendió camino de nuevo a su casa, tallándose los ojos mientras trataba de decidir qué hacer.

Solo una cosa tenía clara.

No iba a estar con Hinamori. No podía hacerla dejar a su novio solo por él, que ni siquiera la amaba como debía ser. No podía perdonar a Karin, no ahora, no pronto, pero no podía dejar de amarla, y Hinamori no se merecía eso.

Ahora que había estado pensando, él no era completamente inocente en el asunto de que las cosas se pusieran tan mal con su esposa. Tal vez no había dicho las palabras correctas al tratar de consolarla, tal vez incluso había dicho las palabras incorrectas… y sospechaba que estuvo infinitamente mal empezar a pelearla solo porque estaba necesitado de sus besos y extrañaba su alegría. Y tampoco creía que estuviera muy bien haber besado a Hinamori aun estando casado.

No, no era inocente. Pero definitivamente no había lastimado tanto a Karin tanto como ella lo había lastimado a él… O al menos antes de hoy no lo había hecho.

Pensándolo a largo plazo, tal vez pudiera perdonar a su esposa… con mucho tiempo y trabajo de su parte… tal vez pudieran perdonarse el uno al otro, tal vez esto era solo una crisis… tal vez podrían superarla… algún día.

Llegó a su casa y sonrió levemente ante la vista de la tarta, aunque su sonrisa se borró al recuerdo de que ella había tirado el café al lavabo. Lo había hecho para él como en la época en la que se conocieron y si tan solo no hubiera decidido pedirle el divorcio hoy… las cosas esa noche pudieron haber terminado muy diferente.

Tal vez con él pudiendo disfrutar de una rebanada de esta tarta junto con su café, que aunque ella no bebía sí que lo preparaba muy bien. Tal vez perdonándola más fácilmente… Tal vez con ellos una vez más en la cama… haciendo lo que hace mucho no hacían…

Sacudió la cabeza y guardó la tarta en el refrigerador. No podría comerla sin tener un sentimiento de culpa.

La imagen de ella llorando desconsoladamente tirada en el suelo pegada a él como si quisiera hundirse y desaparecer lo atormentaba.

Oh, Karin…

Quería tanto perdonarla, olvidar todo y perderse en sus dulces besos y caricias otra vez… pero no podía. ¡Maldición, no podía!

Subió a su habitación que siempre habían compartido, a pesar de que últimamente él o ella solían relegarse al sillón.

Esperó encontrarla dormida allí, pero no estaba.

Estaba a punto de tirarse a la cama a dormir cuando notó la clara falta de cosas en la habitación.

El pánico lo invadió mientras revisaba su armario, que estaba completamente vacío. Fue al baño, allí también faltaban sus cosas.

Bajó corriendo las escaleras hacia el garaje, donde solían estar sus autos, encontrando solo el suyo propio.

Maldijo mientras marcaba a su celular.

Ella no contestó, por lo que estuvo insistiéndole hasta que finalmente, en su vigésima llamada, atendió.

-¿Karin?- por un momento la línea se mantuvo en silencio, y él pudo escuchar claramente los bocinazos y demás ruidos típicos de estar en las calles. -¿Karin, estás conduciendo mientras hablas por teléfono?- dijo con desaprobación. De pronto, oyó un balazo. -¡Karin!-

-E-estoy bien…- habló ella con la voz ronca.

-¿Dónde demonios estás? ¿Qué es ese ruido de balas?-

-Estoy atrapada en el tráfico. Unos dementes se están baleando con la policía a tres autos de distancia y… creo que mi hermano está entre ellos…- murmuró muy preocupada.

-¿Puedes salir de ahí?- inquirió con su propio tono de absoluta preocupación.

-No, están muy cerca. Y si no me matan los locos mi hermano lo hará.-

-De acuerdo, de acuerdo.- se frotó las sienes. –Dime dónde estás, iré por ti.-

-Estoy camino al hospital donde nacieron n… mis sobrinos, a solo dos cuadras, y no creo que sea prudente que vengas…-

-Soy policía y tengo un rango más alto que tu hermano, así que no digas tonterías, estaré ahí en media hora…-

-Solo no hagas nada estúpido, ¿de acuerdo? Creo que ya casi controlan la situación aquí…-

-No te preocupes, yo…- calló ante más sonidos de balazos. De pronto escuchó sonido de cristales rompiéndose y gente gritando. Uno de los cristales se rompió inquietantemente cerca y solo escuchó un pequeño "ah" departe de Karin antes de que oyera golpes sordos… como si el celular cayera o algo… y luego los sonidos de griterío y balas empeoraron. -¿Karin?- susurró con miedo. -¡¿Karin?!- la llamó en serio comenzando a asustarse. -¡KARIN! ¡KARIN!- gritó completamente desesperado.

Pero ella no contestó.

Guardo su celular en el bolsillo y salió disparado a su auto, conduciendo sin molestarse en abrir la puerta del garaje destruyéndola en el proceso mientras trataba de llegar lo más rápidamente posible al hospital. Pronto se vio atorado en el tráfico, por lo que simplemente abandonó el auto y decidió correr el resto del camino.

No pasó mucho hasta que su celular sonó y él contestó de inmediato con la esperanza de que fuera Karin.

-Hitsugaya-san…- no era Karin, sino la voz desconsolada de Kurosaki Rukia la que le contestó. Ella también era policía.

-¿Kuchiki?- ni se molestó en reparar en el hecho de que ella ya no se llamaba así. -¿Qué pasa? Ahora no tengo tiempo para…-

-Oh, Hitsugaya-san.- ella sollozó y su corazón se detuvo.

-Kuchiki…- los ojos empezaron a llenársele de lágrimas. -¿Karin…?...-

-Lo siento, Hitsugaya-san. Lo siento.- sollozó aún más. –Karin-chan… Karin-chan… Ella e-estaba cerca y…- apenas podía hablar a través de su llanto. –Le dispararon…- solo pudo susurrar antes de estallar en más sollozos. –Le dispararon en la cabeza.- eso fue todo lo que necesito decir, eso fue lo último que él escuchó.

Apretó el celular en su puño antes de lanzarlo con todas sus fuerzas lo más lejos posible mientras soltaba un gritó que casi le desgarró la garganta.

Cayó al suelo de rodillas y no le importó que las lágrimas se deslizaran frenéticas por su rostro, no le importó que los sollozos lo sacudieran violentamente, y mucho menos le importó estar rompiéndose y ensangrentándose las manos de tanto que golpeaba el pavimento.

La gente hizo un circulo a su alrededor, murmurando, pero tampoco le importaba.

Lo único que le importaba ya no existía.

Su esposa, su mujer, su amor… su Karin…

Estaba muerta.

Y era su culpa.

Él había llegado demasiado tarde a casa, él había tardado demasiado en tomar una decisión, ¡él había sido demasiado estúpido en no dejar su maldito orgullo de lado y haberla besado en el momento exacto que terminó de leer esa carta! Así ahora ella podría estar entre sus brazos... en vez de muerta y sola, sin él...

Jamás podría volver a besarla, jamás podría volver a decirle todo lo que la amaba.

Ella murió pensando que iba a dejarla por otra. Ella murió pensando que ya no quería estar a su lado. Pensando que ya no la amaba.

Nunca se lo perdonaría. Nunca.

No podía soportar todo ese dolor, no podía vivir sin ella, ¿por qué no lo notó antes?

¿Por qué solo se dio cuenta cuando ya era demasiado tarde?

Fin.

Hola! :)

Espero que esto me haya quedado bien y que les haya gustado n.n

Los personajes de Tite Kubo!

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CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaa!