Disclaimer: Nada de lo que conozcan es de mi propiedad.

NA: Drama, romance, y un poco de humor en algunos párrafos. Universo Alterno. Un poco de OoC. Perspectiva de Kotoko.


Hasta donde el corazón quiera

por MissKaro


Uno: Un corazón que late


Cuando entró en la enorme residencia a la que su padre los había llevado esa tarde de sábado, sentía su corazón latiendo tan rápido como un caballo de carreras, habiendo reconocido el apellido que vio en el correo, así como la descripción detallada que su padre dio de su buen amigo del instituto, con el que acaba de reencontrarse tras dos años de no verse y del que no sabía nada hasta entonces.

Estaba, además, profundamente extrañada por la insistencia de su papá para presentarse en el hogar de su amigo, y que se arreglaran de la mejor forma posible, aunque eso último lo entendía presenciando la magnificencia de hogar que tenían los Irie, opulencia solo vista antes por sus ojos a través de la pantalla de la televisión, en el programa de ricos que mostraban antes del noticiero de la noche.

Sí, era la sensación del momento y ella no podía quedarse atrás, fantaseando con el guapo protagonista que hacía suspirar a más de una fémina en toda la isla. Rico, caballeroso y de buen parecido, nada más podían pedir en un hombre… excepto que estuviera enamorado de la hermosa protagonista, que había tenido un accidente en el que perdió la memoria y no conseguía recordar a su antes tan amado esposo.

Qué no daría ella por una historia de amor como las que pasaban en televisión.

Pero, volviendo a su nerviosismo, este tenía nombre y apellido: Naoki Irie, el hijo de los dueños de la casa cuyas puertas estaba cruzando después de un saludo demasiado afectuoso de una mujer que recién conocía.

Ay, con él se imaginaba una hermosa historia de amor que la hacía desfallecer todas las noches.

Excepto que el chico ni siquiera sabía de su existencia.

Suspiró, llegando a un amplio salón de paredes amarillas, sillones de color oscuro y mobiliario de la más fina madera tallada. Todo estaba muy lejos de sus posibilidades, se sentía fuera de lugar… si hasta las plantas lucían elegantes.

Era definitivo, Irie-kun nunca se fijaría en ella.

Su padre carraspeó obligándola a saltar en su lugar, parpadeando al darse cuenta que todos estaban mirándole con atención, en la espera de que respondiera a lo que fuera que estuvieran hablando antes.

Abochornada, se sonrojó, y seguramente su rostro adquirió una tonalidad rojiza capaz de rivalizar con el vestido rojo que llevaba puesto.

Miró a su padre y pronunció un leve "lo siento", en voz baja.

Irie-kun, y el que suponía era su pequeño hermanito, si mal no recordaba, llamado Yuuki, rieron burlones, aunque rápidamente fueron reprendidos por su indignada madre, con la promesa de quedarse sin su ración de postre.

—Como les decía —habló su padre mirándole con una ceja enarcada, comprobando que no tuviera nuevamente la cabeza entre las nubes (cosa habitual)—, ella es mi querida hija, Kotoko.

¿Solo la estaba presentando? ¿No que ya lo había hecho frente a los señores Irie?

Respiró hondo, supuso que necesitaba presentarse frente a los hijos, e hizo una inclinación respetuosa, antes de sonreír a los Irie con amplitud.

—Realmente eres una jovencita muy bella, Kotoko-chan —alabó la señora Irie, abalanzándose sobre ella de nueva cuenta, como si la ocasión anterior no hubiese sido suficiente.

Abrió sus ojos asombrada y le dio unas ligeras palmadas en la espalda a la mujer, para no hacerle el feo frente a su familia; aunque por sus miradas desentendidas, ya estaban habituados a esas muestras exageradas de cariño.

Bueno, ese no era su caso, en sus dieciséis años de vida, a las únicas personas que abrazaba eran su padre, sus —empalagosas— tías y sus amigas, Jinko y Satomi, aunque no lo acostumbraba de diario. Mira que los japoneses no eran muy efusivos. Esa señora era una rareza.

No obstante, todavía no sabía a qué iba todo eso, y por las expresiones interrogantes de los Irie menores, ellos también estaban extrañados con su presencia ahí, interesados en los motivos ocultos detrás de su presencia.

Suponía una maravilla que Irie-kun, el genio de su generación, tampoco pareciera tener una idea de lo que había obligado a hacer esa reunión.

Todos tomaron asiento y durante el tiempo en que estuvieron degustando del té verde que la señora Irie preparó, seguramente su padre y los señores Irie pudieron respirar la misma tensión que ella estaba sintiendo, proveniente de los tres jóvenes, que no evitaban mirarlos sin un ápice de discreción. Ella estaba siendo lo suficientemente educada como para mantenerse callada, pero sus ojos no ocultaban la inquietud que sentía, y la dirigía a su padre, que se removía incómodo cada dos que tres, sin poder disfrutar de las sabrosas galletitas de vainilla que había al centro de la mesa.

Incluso su curiosidad era mucho más grande que el interés que sentía por Irie-kun. O sea, estaba en su casa, frente a él, ¡y prefería saber qué estaba pasando a quedársele mirando ensimismada!

Así que lo hizo.

¡Oh! Dichosas fueran las galletas que eran capaces de llegar a sus labios.

¡Pero qué piensas, Kotoko!, se reprendió enojada, y justo volvió a notar que todos la miraban buscando su atención.

Genial, pensó, ahora todos pensarán que soy una tonta.

Aunque eso era lo más probable que Irie-kun creyera, pues su madre había preguntado en qué clase se hallaba, y su padre había informado que en la F; lo que en otras palabras significaba, la peor de todas en la discriminante clasificación que hacían en Tonan, donde los más listos y aplicados estaban en las ligas mayores (o el aula A), y los más flojos y no tan listos, eran refundidos a la basura (o el aula F); pese a ello, no era muy malo, ya que había hecho amistad allí con personas muy valiosas, eso si no contabas que el nivel de exigencia académica era nulo.

Lo lamento, disfrutaba mirando a Irie-kun, explicó como si nada para sí, atrayendo la mirada asombrada de todos al tiempo que lo pensaba, como si le leyeran la mente.

¡Un momento!

Estuvo a punto de sufrir un colapso, sintiendo que el aire abandonaba sus pulmones y que su corazón paraba de latir, presintiendo que se venía su sepelio. Deseó que en ese momento la tierra se abriera y la tragara. ¿Acababa de decir eso en voz alta?

Por las risas del pequeño niño y el desagrado en el siempre imperturbable rostro de Irie-kun, así había sido.

Kami, mátame, suplicó, haciendo planes para modificarse la apariencia y que nadie la reconociera, preguntándose si cambiarse de sexo sería demasiado alocado. ¡Acababa de confesársele frente a sus padres! Aunque…

Rió antes de hacer un gran intento de esbozar una sonrisa divertida; si a Satomi le funcionaba, ¿por qué a ella no?

—Por lo menos les he hecho reír —dijo de manera despreocupada, dándole una mirada inocente a todos los presentes, incluso a Irie-kun, que la hizo sujeto de su duro escrutinio—. La tensión me estaba matando —bromeó al final, y el pequeño calló sus risas repentinamente.

¡Gracias Satomi!, gritó en sus adentros. Ya lo pondría en práctica más seguido, por las muchas veces que la encontraban en la luna.

La señora Irie, que antes no la había notado con un aspecto brillante, fue bajando los hombros de poco en poco, ¿como decepcionada?

Se encogió internamente, lamentando romper las esperanzas de la dama, pero primero estaba su supervivencia. Su hijo mayor, sin embargo, pareció suspirar de alivio.

—Grosero, ni que fuera tan fea —masculló entre dientes y cubrió su boca al percatarse esa vez que sí volvió a hablar en voz alta.

Su padre tenía una cara como si quisiera desaparecer de ahí… o rebobinar hasta el momento en que su madre la colocó en sus brazos.

—Oh, por supuesto que no eres fea —intervino Noriko Irie, nada afectada por sus palabras—. Por el contrario, eres una jovencita muy hermosa, tan divertida y llena de vida y fulgor. Justo lo que estábamos esperando cuando Shigeo nos habló de ti —manifestó sonriente la mujer, y ella no pudo más que devolverle el gesto en agradecimiento.

Con mucho aplomo, sin hacer de sus palabras un insulto, la señora evitaba mencionar su pobre desempeño escolar.

Reprimió un bufido, no se podía tener todo en la vida.

—Aunque yo tuve la vaga esperanza que al verse… se gustaran —continuó la mujer, para su asombro y el de Irie-kun.

¿En serio?, le preguntó a la mujer en silencio. No supo interpretar la mirada de él, aunque parecía que tenía un brillo de temer. Sí daba miedo. Hasta su corazón enamorado era capaz de sentirlo.

—Así es… pero todavía hay tiempo. —Las palabras de la mujer encendieron alarmas en su cabeza.

—¿Tiempo para qué? —inquirió Irie-kun, dándole voz a sus propios pensamientos.

El señor Irie carraspeó para atraer la atención de todos, haciendo a un lado la pregunta de su hijo, que por su expresión irritada no fue de su agrado y estuvo a punto de replicar, lo que habría hecho si las palabras de su padre no se lo hubieran impedido.

—Nosotros tres estuvimos hablando —inició el señor Irie y se quitó los lentes durante un segundo para limpiar una gota de sudor que descendía por su sien, a pesar de que eran principios de marzo. Parecía que aumentaba la tensión intencionalmente, sentía su pierna derecha temblar de la ansiedad que tenía, que se obligó a disimular colocando su mano en su muslo.

Cuando su pierna dejó de moverse y alzó la mirada, creyó apreciar una vena creciendo en la sien de Irie-kun, pero tendía a fantasear tanto que lo dudaba.

—Shigeo y yo seguimos siendo tan buenos amigos a pesar de los años que han pasado desde que estudiamos juntos, somos como dos hermanos. Tan unidos. Hablamos sobre nuestras vidas actuales —parloteó el hombre gordito tratando de infundir calma con una sonrisa bonachona. Ella se sintió sonreír a pesar de todo, le agradaba el hombre… aunque su padre no lo hubiera mencionado hasta últimamente—, las dificultades de la paternidad… platicamos tanto sobre nuestros hijos, especialmente de Kotoko y Naoki… que hemos tenido una maravillosa idea.

La sonrisa de su boca se desvaneció al terminar de escucharlo… —Hay que unir a nuestras familias mediante un matrimonio.

Su padre solía contar que una vez mientras jugaba de pequeña, creyéndose mariposa, trató de imitar el aleteó de ésta y su vuelo tranquilo en el aire, y estando en un tobogán, se lanzó de pie con las manos extendidas, alcanzando un salto tan alto que terminó golpeándose duramente la cabeza contra el suelo, lo cual le ocasionó un chichón enorme, que creía era la causa de sus tonterías.

Hasta entonces no lo había creía posible, pero tal vez así lo era por lo que imaginó acababa de escuchar. Ese rápido ascenso y descenso de las estrellas debió ser la razón por la que continuamente pensara estupideces.

Se echó a reír histéricamente durante unos segundos, imaginándose cabalgar en unicornios rosa antes de ser la esposa de Irie-kun; sólo que la mirada seria de su padre y los dos adultos Irie, le hizo callar de golpe.

No pudo más que quedarse en shock.

¿Qué!

—¿Matrimonio arreglado! —preguntó Irie-kun poniéndose en pie, con voz colérica. —¡Estamos en pleno siglo XXI! —exclamó. Imaginó que había perdido los estribos, o no habría reaccionado así.

No era para tanto… bueno, sí; pero podían hablarlo con calma, ¿no?

—¡Yo me niego! —proclamó Irie-kun antes de mirarla tan venenosamente, que tuvo que encogerse en el sofá. Hasta el pequeño niño, Yuuki, parecía asustado.

Era de asombrarse, si en la escuela el castaño siempre estaba contenido, probablemente lo era así en casa. Su exabrupto debía de ser una reacción, si bien fuera de lugar, alucinante, por no decir más.

—Sabíamos que dirías eso —replicó la señora Irie sin parecer afectada por la actitud de su hijo. Valiente… y rara.

—¿Entonces por qué osan en sugerirlo? —Irie-kun tenía la respiración agitada y los puños apretados tan fuertemente, que temió fuera a hacer algo de lo que se arrepentiría. Se dijo que debía intervenir antes de que la situación se hiciera más grave. Él era tan noble que cuando el enfado se le pasara le agradecería con creces… —¿Cómo pretenden que yo me case con esta idiota! —Mejor no.

—¡Ey! —gritó levantándose también, en su propia defensa. No iba a permitir que él la insultara en su propia cara.

Se irguió lo más que pudo, pero para lo que servía, si él le rebasaba por casi dos cabezas. Era una vergonzosa pulga a su lado. —¡Eres un…

Él la cortó con sus ojos violáceos que dejaban a la vista su estado fúrico.

Asintió bajando la cabeza y se sentó castigada, haciendo una señal de cierre con sus labios. Frunció el ceño al darse cuenta de lo que había hecho, pero se mantuvo callada con temor a ganárselo como enemigo.

Discúlpate con Kotoko-chan —ordenó la señora Irie firmemente, sin derecho a réplica.

Irie-kun la observó durante unos instantes con una mirada fría, sin hablar, lo que supuso era su forma de pedir disculpas, casi sintió como si la culpable fuera ella, en vez de él. Fueran disculpas o no, asintió, su expresión era de temer.

Entonces su cabeza registró finalmente la inmensidad de las palabras del señor Irie.

¡Iba a casarse con Irie-kun!

Deseo saltar en los cojines, salir a las calles y gritar a los cuatro vientos que el chico que amaba iba a ser su esposo, que su sueño iba a cumplirse. ¡Su historia de amor iba a volverse realidad! ¡Él iba a amarla y juntos vivirían felices!

…hasta que se le pasara el enojo.

Su pecho se desinfló, no le parecía que él estuviera muy dispuesto a casarse con ella en ningún tiempo próximo o lejano. Había tardado más tiempo en darse por enterada, que él disolviendo cualquier promesa que sus padres hubieran hecho.

Tenía que prepararse para llorar en silencio, pero podría consolarse con que Irie-kun había sido su prometido en el lapso de cinco minutos. Ya podía morir contenta.

—Onii-chan —dijo entonces la señora Irie—, tu... intervención —pronunció la palabra con una sonrisa ladina—, no nos ha dado la oportunidad de profundizar en el asunto. Es una decisión que hemos discutido y que optamos por manejar de la mejor forma posible.

—¿Ah, sí? —replicó Irie-kun con sarcasmo.

—Como te conocemos… será Kotoko-chan quien decida si quiere dar por término o no el compromiso —siguió la señora Irie decidiendo ignorar a su hijo, peinando los cabellos castaños dorados que caían en la base de su cuello, con una sonrisa triunfal.

¿Yo!, se preguntó buscando confirmación, notando las implicaciones que tenía por la mirada amenazante que Irie-kun le dedicó.

Tenía que ser una broma.

¿Esperaban que se negara a casarse con el chico del que estaba enamorada! ¿Dónde estaban las cámaras ocultas! ¿Era de esa clase de juegos en que la respuesta equivocada la hacía infeliz de por vida! ¿O sea, cómo!

Abrió la boca con intención de hablar, pero su padre colocó su mano sobre la suya, que descansaba en su regazo, una indicación para guardar silencio. Lo agradeció, porque no tenía ni la más mínima idea de qué se suponía que debía decir. Si hablaba, diría disparates.

—Primero queremos que se conozcan bien —comunicó su padre mirándolos a los dos, aunque se enfocó en ella porque no soportó el peso de la fría mirada de Irie-kun—. Y cuando terminen el instituto, tú, hija, nos darás una respuesta.

—Después de ello, se concertará una fecha de enlace, con la que ustedes estén conformes —dijo el señor Irie, observando a su esposa intensamente, no entendió por qué. La señora asintió, como resignada.

Eso le daba, ¿qué? ¿Dos años para disfrutar el título de prometida de Irie-kun?

¿Qué ocurría si él se enamoraba de alguien? Porque estaba segura que no ocurriría en su caso… Si decidía que iba a casarse con él, ¿qué le esperaba?

En primer lugar, ¿cómo esperaban que se conocieran si no tenían nada en común?

—Sé que tendrán muchas preguntas, pero esa las podrán hacer a su debido tiempo. —Ese fue su padre, comprensivo.

Le sonrió, asintiendo.

—Por eso es que hemos llegado a la mejor solución que puede haber —aseveró la señora Irie, con tanto entusiasmo como un niño en un parque de juegos. Frunció el ceño, ¿ahora, qué? —A partir de mañana, estaremos viviendo juntos —concluyó aplaudiendo.

—¿Quéeeeeee! —exclamaron Yuuki, Irie-kun y ella al mismo tiempo.


NA: ¡Saludos!

¡Feliz 2016!

Aprovecho para subir esto mientras sigo en casa; díganme, ¿qué les pareció?

Mi intención era hacer algo mucho más sencillo que mi fic largo, así que aquí está un fic de cinco partes, como dice el resumen, de (pequeños) momentos entre Kotoko e Irie-kun. La idea es muy típica, así que no la quise extender mucho, pero espero que les guste.

Ya saben... si les apetece dejar algún comentario (aunque ahora los reviews como que están fallando).

Bueno, cuídense.

Hasta el próximo, Karo.