Tan sólo a ti

12. Enojos

"Me callo porque es más cómodo engañarse. Me callo porque ha ganado la razón al corazón." (La oreja de Van Gogh y Abel Pintos)


Sentía una mano entumecida. Mis párpados pesaban una tonelada cada uno y mi cabeza me daba vueltas aún sin abrir los ojos. No había tomado tanto, pero ni modo, parecía que me hubiese bajado unos cuantos barriles. Ni siquiera sabía qué hora era. La habitación estaba en penumbras. Apenas si se dibujaban los muebles y el aire acondicionado aún estaba encendido. Recordé de pronto que había estado con Robin escuchando música hasta muy tarde, quizá hasta la mañana. Robin. Robin. Robin. ¿Dónde estaba Robin? Intenté moverme un poco pero las náuseas me obligaron a cerrar los ojos de nuevo. La mano que sentía entumecida y el brazo, estaban aprisionados debajo de algo. No lo podía mover, eso sin contar que me dolía bastante, ese dolor que uno siente cuando deja el brazo estirado toda la noche.

Debía recordar lo que había sucedido. Tenía que recapitular un poco. Robin me había contado el motivo por el que estaba relacionada con Cocodrilo y Doffi, y por qué no podía dejarlos. Monté en rabia. ¿Cómo podía haberse dejado engañar por Cocodrilo? ¡Qué estúpida! Mis pensamientos estaban borrosos, pero podía recordar algunas palabras de lo que le había preguntado sin sentido alguno de la razón y lo que ella me había contestado. Y luego, algunas cervezas y música, sin conversaciones sobre nada en particular. Y después de eso, la nada misma. Supuse que nos habríamos quedado dormidos.

Algo se removió sobre mi brazo y abrí los ojos lentamente. Vi cabello negro desparramado sobre la almohada. Yo estaba de lado, y junto a mi estaba ella. Muy junto a mí. ¿Era acaso insensible o qué carajo? Robin estaba casi encima de mí y yo muy relajado. ¡Si hasta tenía mi mano libre sobre su cintura! ¿Habría pasado algo más anoche? ¡No! ¡Ni pensarlo! Sólo habríamos terminado en esa posición tan embarazosa porque nos dormimos alcoholizados. Y nada más. Retiré mi mano libre y luego forcejeé un poco para quitar el brazo de debajo de su cabeza. Lo logré pero la desperté en el proceso, porque se sentó en la cama, desperezándose.

– Si quieres puedes usar el baño – dije, sin dar siquiera los buenos días. Era la segunda vez que dormíamos juntos en menos de dos semanas. Ella sólo se puso de pie, y fue directo a la puerta de mi baño. Levanté las cejas sin poder recordar en qué momento le había prestado una camiseta para que se pusiera para dormir, pero ella definitivamente tenía una puesta y era muy mía. Cerré los ojos con fuerza, me estaba costando demasiado despertarme y no necesitaba eso en ese momento. Me senté en la cama y busqué con los ojos mi móvil. – Puta madre – solté al recordar que aún lo tenía Sanji.

Me puse de pie y salí de la habitación para dejarle privacidad a Robin para que se vistiera. No tenía ganas de tener una conversación matinal con ella ni de volver a tener una conversación tampoco. ¿Quién me mandaba a meterme en semejante asunto? Tenía que pensar una excusa para las preguntas de mis amigos y en cómo salir del entuerto con Doffi, después de todo me había dejado en evidencia a mi mismo cuando me la llevé del bar a la fuerza. Chasqueé la lengua, esto se iba a poner muy pero muy feo.


Cerca del mediodía Robin ya estaba quién sabe dónde y yo en camino a la escuela. Era domingo y cada uno estaría con su resaca. O eso era lo que yo pensaba. Al llegar, Sanji parecía esperarme desde hacía horas porque me vio y lo primero que hizo fue venirse sobre mí, furioso.

– No me digas nada – solté y le extendí mi mano frente a mí. – Dame mi móvil – exigí. Pero muy lejos de hacer lo que dije, tomó la cajetilla de cigarrillos, encendió uno. Aspiró el humo y lo largó lentamente por la boca y la nariz.

– No – dijo y me miró nuevamente directo a los ojos. Me iba a costar escaparme de esta. ¿Y si le decía todo? No, de ninguna forma podía inmiscuir en ese entuerto a Sanji que nada tenía que ver con nada.

– Está bien – dije resignado. – El hijo de puta de Doffi la estaba toqueteando – el rubio se sorprendió un poco. – Pero cuando me la llevé afuera ella me dijo de todo y volvió a entrar – pensaba que diciéndole eso, que después de todo era verdad, se quedaría tranquilo. Pero no.

– ¿Me estás queriendo decir que Doffi intentó abusar de ella y tu – hizo una pausa aguantándose las ganas de golpearme. Lo supe por la forma en que estrujó el cigarro que tenía en la derecha. – no le hiciste nada?

– ¿Y qué hubieras hecho tu? – retruqué. – ¿Romperle la cabeza para que todo mundo malinterprete todo y que sus matones me rompan todos los huesos? ¡Si de cualquier forma ella ya está cagada! – ya estaba encolerizado nuevamente. Y para colmo de males se me había escapado esa frase. Por suerte para mi, Sanji estaba tan ofuscado que no se percató.

– ¡SI! – gritó y arrojó el cigarrillo al suelo con bronca. – Pero tú no comprendes nada – chistó. – Será mejor que no me hables por ahora, si no quieres que te mate a palos, marimo

– Mejor – exhalé cansado. – Dame el puto teléfono

Para el jueves ya nadie me preguntaba nada. Robin me había evitado al máximo y Sanji me hablaba lo justo y necesario y siempre con un tono de remordimiento total. Pero, les agradecía profundamente. No tenía ganas de hablar con nadie de lo que había sucedido.

El día anterior Luffy me había platicado sobre su hermano Sabo. Se iba a casar con su amiga de la infancia, Koala el mes entrante y haría una visita este fin de semana a su padre y a su abuelo. Me alegré por él, ya que es un buen tipo, pero al mismo tiempo pensé que no era buena idea que apareciera por acá justo en medio de este embrollo con Cocodrilo y Doffi.

Sabo siempre fue un excelente hermano y amigo. Cuando estábamos en la secundaria, salía a defendernos siempre, intentando que no peleáramos ni corriera sangre. Quizá por eso se había decidido por la carrera de abogacía. Luffy también me había dicho que el sábado a la noche Sabo y Koala irían a ver a Ace y la banda tocar. Eso me puso aún más incómodo, pero en el fondo deseaba volver a ver a Sabo y poder conversar con él como hace tiempo no lo hacía.

Por un instante se me pasó por la cabeza contarle a él lo que estaba ocurriendo con Robin y toda esa mierda, pero luego me arrepentí de haber pensado eso. ¿Y si Sabo quería meterse en medio? ¿Eso no empeoraría las cosas? Bah, ¿por qué volvía a preocuparme por ella? ¡Si hasta me había retirado el saludo! ¡Joder!

Cuando quise acordarme, estábamos sobre la segunda presentación de la banda Barbablanca en la competencia y yo, inocentemente, no había hecho absolutamente nada para no tocar y ellos intencionalmente, no habían buscado otro guitarrista. Tocaba la guitarra ensimismado mientras observaba a los otros en el mismo ensimismamiento, pero faltaba algo en mí, faltaba aquello que sentí el sábado anterior al ver a Robin escuchándome cantar. Y eso me fastidiaba.

– ¿Qué vamos a tocar a lo último? – soltó Marco mirándome. Y supe que él me estaba pidiendo que volviera a cantar en español ya que antes había salido tan bien que el público enloqueció. Me quería negar pero sabía que no podía decir que no.

– ¿Qué tal algo de la Bersuit? – sugirió Vista. Suspiré e hice sonar la guitarra.

Jijiji – dije. Me miraron atónitos. – Si la voy a cantar yo, la elijo yo – sentencié. Y todos asintieron.

Luego me lo agradecieron, porque nos salía de mil maravillas.

Y el sábado era más cercano de lo que esperamos porque ya estábamos en el camarín sudando y nerviosos como nunca. Ese sería nuestro salto afuera de la ciudad si ganábamos ya que pasaríamos a una ronda regional que se transmitiría en la televisión. Y yo, que pocas ganas tenía de continuar, me había contagiado de su entusiasmo.

Mi móvil vibró en el bolsillo y cuando vi el número desconocido no supe qué pensar. Leí el mensaje de Whatsapp rápidamente, para continuar concentrándome en los temas que íbamos a interpretar esa noche. Hacía algo de frío pero había decidido no llevar camiseta y sólo mi camisa negra con varios botones desabrochados. Ese toque de mostrar mis abdominales estaba seguro que gustaría, y no desentonaba ya que Ace estaba prácticamente desnudo.

"Estaré en la primera fila. Perdón, pero no podía dejar de alentarte"

¿Y eso? ¿Robin? ¡¿Para qué me mandaba ese mensaje?! ¡Mierda! Cuando se cargó la foto de perfil ya no tenía dudas de que era ella. Maldita zorra. ¿Por qué tenía que jugar de esta forma? ¿Qué ganaba ella con todo esto? Borré la conversación y apagué el teléfono, de cualquier forma era lo más indicado en ese momento. Quizá si lo hubiera hecho antes me ahorraba el asco y la molestia.

Sabo había llegado por la mañana y todavía no lo había saludado. Todo ese día estaba fuera de lugar por la presentación. Me había levantado demasiado temprano y ni siquiera había podido ir a correr a la pista de atletismo porque me arrastraron a un último ensayo en el garaje de Ace. Y luego, entre una cosa y otra, el tiempo pasó tan a prisa que cuando miré el Rolex eran casi medianoche.

Estaba seguro que ahí afuera no estaría Sanji y eso me molestaba. Incluso me molestaba más que el mensaje de Robin. ¿Tanto escándalo hacía el rubio con todo lo que pasó? ¡Si yo no tenía la culpa de que ella se metiera con Cocodrilo y Doffi! Y menos que menos de que ellos fueran unos malditos desgraciados, que la golpearan o que la amenazaran. Y ahí estaba de nuevo mi culpa… ¿Era correcto que me mantenga al margen sabiendo lo que esos tipos le estaban haciendo vivir? Después de todo ella me había confesado que la amenazaban y que le hacían hacer cosas bastante turbias. Definitivamente si ella estaba allí esa noche viéndome, si se había atrevido a mandarme aquel mensaje, yo no podría continuar haciendo oídos sordos de todo lo que estaba sucediendo. Quizá si era buena idea consultarle a Sabo qué hacer o como actuar, incluso a sabiendas de que ella no quería que me siguienra inmiscuyendo en sus asuntos o si podría perjudicarla en lugar de ayudarla.

Salí de mis pensamientos cuando Ace puso su mano en mi hombro. Lo miré y me soltó un "vamos" que me hizo comenzar a temblar. Estaba listo pero me dolía la barriga.