And as the world comes to an endI'll be here to hold your hand
'Cause you're my king and I'm your lionheart.

King And Lionheart-OF MONSTERS AND MEN


Cuatro años y todo el mundo conoce a Viktor, el orgullo de papá, el tesoro de su madre.

Cuatro años y Viktor pasa horas sentado frente a la chimenea, observando, le gusta el fuego, la forma en la que las llamas bailan, acarician las paredes y se acercan peligrosamente el borde de la caja que las mantiene encerradas, parece que quieren escapar.

Un día Viktor decide ayudarlas.

Acerca su manita a la palanca del gas, antes de alcanzarla su madre lo alza en brazos y le ríe la gracia, cuando se entera, su padre se altera un poco más, le explica que aquello podría acabar matándolos a los tres.

Viktor no ve el problema.

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Siete años y Viktor no comprende el alboroto. No sabe que tiene de especial ir a ver una película, festejar un cumpleaños o que su abuela se muera, no entiende porque los otros se ríen, lloran o hacen ambas cosas a la vez. Siete años y su madre se sienta con él en el enorme sofá de su habitación, le explica que es diferente a los demás, que aquello lo hace especial, pero que va a tener que pretender que no es así porque los otros, los que no pertenecen a su familia, no son más que idiotas que temen a lo que no pueden comprender.

Viktor no sabe como aquello es nueva información.

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Diez años y Viktor sigue sin comprender el alboroto de los demás por algo como el odio, amor, celos, vergüenza, nostalgia, sentimientos inútiles que no se pueden ver ni tocar. Sin embargo, sí que comprende la afición a la belleza, a él también le fascina la estética, puede pasar horas solo mirando, apreciando algo que él considere precioso, a veces coge flores, rocas e insectos y los guarda en su habitación.

La belleza tampoco sirve para nada, no, pero está ahí, puedes verla y tocarla y Viktor comprende. Para él, lo mejor de algo precioso es ver que no es eterno, se deteriora con el paso del tiempo.

Diez años y Viktor comienza a encontrar belleza en las personas. Abre a su gata en canal, la pone en la ventana de su única amiga, la niña sufre un colapso nervioso y su madre tiene que reunirse con la familia para comprar su silencio, por primera y última vez encuentra a alguien que no tiene un precio, la propuesta provoca la furia del padre y la desaprobación de la madre, salen de ahí hechos un huracán para nunca saber de ellos otra vez. No importa, piensa la mujer, incluso si hablan, nadie les creerá, y si les creen, entonces justificaran a mi hijo, los niños son niños.

Cuando se entera, su padre lo llama a su despacho y por un largo rato le mira fijo, con una expresión seria en su ya burdo rostro.

— Dejaremos de educarte en casa, irás a la escuela, necesitas aprender a comportarte frente a otros.

Su madre llora y se niega, no quiere que su hijo salga de casa y acaben enviándolo al Programa, su marido la tranquiliza, es imposible que lo hagan, le dice, no a alguien con nuestro apellido.

Y Viktor comienza a ir a la escuela.

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Catorce años y Viktor ya ha tenido más parejas de las que se ha molestado en contar, acepta a quien sea que cumpla con sus cánones de belleza y los deja en cuanto termina con ellos, a veces es un mes, a veces una semana.

Nadie dice nada después de terminar una relación con él, no comentarios positivos ni negativos. Aquello le parece extraño a ella, la gente siempre tiene algo que decir, piensa, pero Viktor es atractivo, adinerado, la trata bien y ella es la chica más guapa de la clase, así que deja de tomarle importancia y cuando Viktor la empuja hacia su cama, se lo permite.

Cierra los ojos, deja que Viktor la bese y le meta la mano bajo la falda del uniforme, los abre abruptamente cuando siente una presión extraña alrededor de su garganta.

Viktor está sentado a horcajadas sobre ella, tiene las manos en su cuello y una expresión en blanco, la mira fijamente, sus ojos, los únicos que trasmiten algo, brillan con interés. La chica abre la boca, buscando aire, desesperación ganándole a su juicio con cada segundo que pasa, cuando entiende que él no va a dejarla comienza a retorcerse, intenta escapar y la boca de Viktor forma una sonrisa pequeñita. Voy a morir, piensa, voy a morir, voyamorirVOYA—

— Viktor, por favor—una voz suplicante interrumpe, la presión alrededor de su garganta disminuye y ella puede tomar una gran bocanada de aire.

— Madre—dice Viktor— ¿Necesitas algo?

En su desesperación por salir de ahí, la chica salta de la cama y cae de bruces contra el suelo, eso no la detiene, rápidamente se calza los zapatos de charol y sale corriendo. La mujer alcanza a detenerla y la lleva hasta la cocina, le pone una taza humeante en las manos y se sienta frente a ella, cara a cara, mirándola con pena. La chica está tan asustada, el shock es tan grande, que no alcanza a negarse, solo puede temblar.

—Tómalo, es bueno para los nervios—explica, toma la mano de la chica entre las suyas y le dedica una sonrisa compasiva— ¿Cómo te encuentras?

La chica niega con la cabeza, la mirada ausente y los labios entreabiertos, parece que quiere echarse a gritar.

— Su hijo tiene un problema—dice. La presión en su mano aumenta, ella alza la mirada, encontrándose con los ojos de la mujer, quien forma una sonrisa de medio lado que quizá pretende tranquilizarla, consigue el efecto contrario, se parecen demasiado, esa mujer y su hijo.

La mujer cierra los ojos y asiente.

— Así es—dice, echa la cabeza a un lado y suspira suavemente, una sonrisa pequeñita trepa por sus labios— Pero como tú has dicho, se trata de mi hijo, así que querida ¿Cuál es tu precio?

— ¡¿Eh?!—y todo cae en su lugar, las piezas encajan con tanta facilidad que parece increíble que nadie haya caído en cuenta, ¿a cuantas personas ha sobornado hasta el momento? ¿Qué tiene a todos tan asustados como para quedarse callados?

— El precio de tu silencio, niña, ¿Cuál es? Dilo y es tuyo.

La chica aprieta los dientes y aparta sus manos rápidamente, de forma brusca.

— No hay nada, los demás tienen que enterarse, Viktor es un peligro para todos nosotros, si lo dejo pasar la próxima vez que esto ocurra yo…

— Te equivocas—alza una mano para silenciarla— Todos tienen un precio y algo que ofrecer, no tiene que ser dinero, tú, por ejemplo, te conozco, hace dos meses tu padre fue arrestado por traición a la nación, espionaje, si no me equivoco, tu familia ha aguantado, es verdad, pero no pasará mucho antes de que caigan en desgracia—estira los brazos y toma las manos de la chica entre las suyas, esta vez no la deja escapar— Así que dime querida, ¿Cuál es tu precio? ¿Quieres ver a tu padre otra vez?

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Ella, como el resto, acaba aceptando. Todos tienen un precio.

La próxima chica que cruza las puertas de esa casa no tiene tanta suerte como la anterior.

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— ¿Acaso te ofendió de alguna manera, dijo o hizo algo para enfurecerte?

Una vez más Viktor se encuentra sentado frente a la impasible figura de su padre, tiene las manos entrelazadas y lo mira con el ceño ligeramente fruncido.

— No particularmente—dice, en realidad, se puede decir que la chica era una de sus favoritas, cara de porcelana y carácter de hierro, del tipo que pelea por su vida hasta su último aliento, Viktor tiene un arañazo que le surca la mitad de la cara que lo comprueba.

Una pena su muerte, enserio.

— Tu madre se ha hecho cargo de la familia, nosotros cubriremos todos los gastos funerarios, por supuesto— su padre se inclina hacia adelante y le dedica una mirada llena de significado, la misma del día que decidió enviarlo a la escuela— Viktor, creo que necesitas ayuda, ayuda profesional. Desgraciadamente no puedo proporcionártela ahora mismo, sabes que este es un momento crucial para mi carrera política, este tipo de escándalos se filtran fácilmente, pero tienes mi palabra, al final de año, cuando tenga un sitio en el tribunal, buscaremos lo que necesitas. Solo mantente controlado hasta entonces.

— Por supuesto, padre. — ¿Pero controlar qué?

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Catorce años y a Viktor le sigue gustando el fuego, la forma en la que las llamas bailan, acarician las paredes y se acercan peligrosamente el borde de la caja que las mantiene encerradas, parece que quieren escapar.

Esa noche Viktor decide ayudarlas.

Cuando la casa duerme, se mueve de forma silenciosa, atraca las puertas de los dormitorios y abre las llaves del gas, después sale del edificio y deja que el fuego haga lo demás.

Observa su antigua casa arder hasta el amanecer, hasta que los bomberos acuden al lugar e intentan disminuir el desastre, encontrar algún sobreviviente. No tienen éxito.

Más tarde, cuando es interrogado al respecto, no niega nada, no ve la necesidad, ahora, sin un apellido o familia que lo proteja es enviado a juicio. El sistema lo encuentra culpable.

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— ¿Qué es lo que quieres?

Está sentado en una habitación mugrosa en algún lugar perdido de la correccional, Viktor lleva encima un overol caqui al igual n lugar perdido en la correccional, especto, no niega nada, no ve la necesidad, ahora, sin un apellido o famlia lo mira con el que el resto de los prisioneros, tiene dieciséis años y la misma expresión indiferente.

Frente a él, al otro lado de la mesa de plástico, un hombre viejo con la cara rechoncha y arrugada le sonríe como si fuera el mejor día de su vida, es falso, Viktor puede reconocerlo, después de todo él se la ha pasado fingiendo desde que tiene la capacidad de razonar, pudo librarse de ello dentro de la cárcel, se puede decir que es lo más cerca que ha estado de ser feliz.

— Vamos, vamos, quizá solo tenía ganas de conocerte, incluso tú debes saber que eres un espécimen bastante interesante—Otra vez miente, Louis, como se hace llamar, tiene algún asunto con él, Viktor lo supo desde el momento en el que le informaron que tenía una visita, primero, porque las visitas estaban prohibidas, segundo, no quedaba nadie que quisiera ver su cara otra vez.

— ¿Qué es lo que quieres?—repite.

— Anda, un hombre que va directo a los negocios, ¿lo sacaste de papá?, esta bien, esta bien, seré directo pero primero respóndeme esto ¿Qué te motivó a cargarte a tus padres? ¿Te maltrataban, quizá mamá estaba chiflada o papá era un abusivo? ¿Qué fue? Vamos, dime, los fans se mueren por saber.

Viktor alza una ceja y se cruza de brazos.

—No hubo nada en particular, ninguno era especialmente molesto.

Por un segundo Louis se muestra sorprendido, rápidamente cambia su expresión y una sonrisa de medio lado ocupa su rostro.

— Ya veo, fue por placer ¿eh? Porque te dio la gana, muy bien—se muestra complacido— Voy a ser directo, tenemos demasiados reos, desgraciadamente no podemos matar a todos, aún, así que tenemos que buscar otra forma de deshacernos de algunos, ya sabes que este lugar está infestado de revolucionarios y traidores a la patria ¿no? Cada vez llegan más jóvenes, para esos no tenemos ningún uso, pero tú no eres como ellos, no, no, no, tú estás aquí simplemente porque te cargaste a tus padres, ¿Quién no ha tenido ganas de hacerlo al menos una vez?

Viktor alza una ceja, comienza a cansarse de andar por las ramas.

— Te tengo un trato. Estoy seguro de que no tienes ganas de pudrirte en esta cárcel el resto de tu vida, te hemos estado observando, sé que disfrutas matar, ¿Quién no? ¿Has escuchado del Programa? Por supuesto que sí, aquí está mi oferta, yo te saco de aquí, tú participas en el próximo Battle Royale, si ganas, eres libre.

Viktor alza las cejas, echa la cabeza a un lado, una sonrisa pequeñita, casi imperceptible trepa por sus labios. ¿Por qué no?

Todos tienen un precio y algo que ofrecer, incluso él.


18:30

"Número trece, Kentin"

Kentin siempre ha sido un poco idiota. Un poco impulsivo. Con Kentin solo hay dos opciones, confía ciegamente en su fuerza y actúa sin pensar en nada más, o no actúa del todo, da media vuelta e intenta no mirar atrás.

Alexy no puede evitar preguntarse cuál de las dos acabó matándolo.

Quién.

"Número trece, Kentin"

— Vas a necesitar esa mano—Armin coge su brazo y se encarga de estirar sus dedos, solo entonces Alexy cae en cuenta, ha estado enterrando las uñas en la palma de su mano con tal fuerza que acabo dañándose la piel. Mira sus heridas con una expresión ausente, después hace un esfuerzo por asentir lentamente, aunque intente no demostrarlo, su hermano está preocupado por él.

"Número trece, Kentin"

— Supongo que sí—ellos aún tienen que salir de ahí, los que quedan.

Nathaniel, sentado en el suelo con la computadora sobre sus piernas tiene los ojos cerrados y una expresión concentrada, respira hondo y vuelve a mirar la habitación, esa donde empezó todo, donde lo terminarían.

Tal vez cree que ya les ha dado suficiente tiempo para estar de luto porque después de media hora en silencio se dispone a hablar.

— Solo quedamos nosotros y los que están jugando enserio—dice, nadie responde, Alexy está muy ocupado clavando la vista en el suelo y Armin no puede evitar mirar a otro lado. Tampoco es que haya mucho que decir.

— Mas les vale seguir contándonos en el primer grupo—Castiel asoma la cabeza primero, para comprobar la situación, después se atreve a entrar a la estación de bomberos, Sucrette le sigue unos pasos atrás, los dos tienen pistolas en la mano y una pose casi defensiva.

Armin o no lo ve o no le importa.

— ¡Su!—se levanta de un salto y da largas zancadas hasta llegar a ella, le palmea los hombros e incluso de atrever a sonreír— ¡Vaya! Te ves terrible.

— Vivo por esta clase de cumplidos, me preguntaba cuando alguien iba a mencionarlo—Sucrette aprieta su brazo y le dedica un fantasma de sonrisa, lo mejor que puede ofrecerle en ese momento. Después cruza miradas con Alexy y ninguno necesita palabras.

'Lo hemos perdido', es lo único que tienen que decirse, 'Lo hemos perdido', es lo único que ha estado en su mente.

Nathaniel también se mueve de su sitio y camina rápidamente hasta Sucrette, la envuelve en un abrazo, pasando las manos debajo de la chamarra de cuero que la chica tiene encima—esa que obviamente pertenece a Castiel—el gesto es repentino y ambos se tensan por un momento, pero el movimiento es tan rápido que se queda entre ellos, y los dos agradecen que nadie, ni si quiera Castiel, les preste atención. Cuando se separan Sucrette le dedica una mirada a Nathaniel, una que le pide el silencio que él no está seguro de poder darle, así que en lugar de responderle corre a ponerse el abrigo que guarda en su maleta, espera que aquello no resulte extraño, es verdad que la temperatura va bajando conforme cae la noche.

— ¿Ahora qué delegado?—suelta Castiel cuando todos se reúnen en un círculo, su tono es seco y agrio, a Nathaniel no le sorprende, cuando recorre los rostros en la habitación cae en cuenta de una cosa, todos ahí han perdido algo, algo precioso e importante que él no puede acabar de entender.

Es verdad que Melody y Kim le importaban, que su muerte le escocía un poco más que la del resto, pero él siempre ha pretendido, ya sea una sonrisa, amabilidad, camaradería, porque ese era su trabajo, porque no tenía garantía alguna de que los demás lo aceptarían si era de otra forma, si podía considerar a alguien un amigo, bueno, ese era Armin o Sucrette y ellos estaban ahí, vivos, su hermana también.

Él nunca podría llegar a comprender lo que significaba la muerte de Kentin, Rosalya o Lysandro para las personas a su alrededor. Pero podía hacer algo por ellos, sacarlos de ahí, salvarlos. Nathaniel respira hondo una vez, coge su libreta y comienza a garabatear, cuidando que sus manos estén bien ocultas bajo las mangas del abrigo, después pasa el cuaderno a los demás.

"Seguimos con el plan pero nos iremos más temprano. Armin y Alexy se acercan a la escuela, a las 20:00 cruzan la zona y colocan la bomba, no se preocupen por collares, no dejaré que los descubran, me encargaré de cambiar su ubicación para que nadie sospeche y puedan moverse sin restricciones, en cuanto la bomba tenga efecto desactivaré los collares. En cuanto a Castiel y Sucrette, sé que es mucho pedir, pero necesito que encuentren a Amber y la traigan consigo a nuestro punto de encuentro. Si todo sale bien estaremos en un barco bastante lejos de aquí cuando el reloj toque las diez"

Sucrette tuerce el gesto y le mira con rabia, el corazón de Nathaniel da un vuelco, ella sabe, piensa, Amber le ha arrebatado algo, alguien. Se inclina hacia adelante, codos en las rodillas y una expresión muy seria.

— Déjame sacarlos a todos de aquí—susurra, mirándola fijamente— Cuando estemos a salvo… allá afuera, lo que sea que quieras hacer, no interferiré, solo déjame sacarlos a todos de aquí.

— Mientes—sisea, después, con el ceño fruncido y los labios presionados en una línea recta mira sus manos, debajo de las uñas hay mugre y sangre seca que no le pertenece, no están limpias— Por esta vez lo haré a tu manera.

— Bien—Nathaniel suelta una bocanada de aire— Bien, hagámoslo.

— ¿Qué hay de Viktor? ¿Deberíamos intentar que venga con nosotros?—Alexy interviene por primera vez.

— No—Castiel y Sucrette hablan al mismo tiempo, la chica continua— Lo queremos muerto, confíen en mí, mientras siga vivo solo va a continuar cazándonos.

— Yo lo haré—Castiel estira la mano y acaricia su daga— Me debe una—le debe a Lysandro.

— Bien, primero encuentren a Amber, después encárguense de Viktor.

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— ¿Qué tan grave es?—Nathaniel lleva a Sucrette a un lugar apartado de la habitación, le muestra su mano cubierta de rastros de sangre, lo notó en cuanto tocó la espalda de la chica. Ella echa su cabeza a un lado y cierra los ojos, una sonrisa pequeñita ocupa sus labios, parece que su propia desgracia le parece hilarante.

— Solo es un rasguño—dice. Nathaniel no se lo traga, no con su aspecto actual, no cuando ninguno de los presentes ha conseguido salir de cualquier situación con 'solo un rasguño'.

— Quédate aquí, Castiel puede arreglárselas solo, de cualquier forma nos reuniremos al anochecer—ella niega lentamente con la cabeza.

— Ya se ha librado de mi suficiente tiempo.

Nathaniel la mira fijo por unos segundos, ella no rehúye su mirada, tampoco parece que le esté dejando ver nada, una idea lo golpea con fuerza.

— No crees que puedas lograrlo—susurra entre enfadado y atónito— Piensas que no vas a sobrevivir hasta el anochecer.

— Bueno, sí—se encoge de hombros— Hay muchas cosas que estaba segura de no poder conseguir y mírame, aquí estoy.

Nathaniel no sabe qué hacer con esa información. A sus espaldas los otros tres hacen ruido, no conversan pero se mueven de un lado a otro, preparan su equipaje, pronto tendrán que dejar ese lugar.

— En cuanto salgamos de aquí voy a conseguirte un médico—Nathaniel se relame los labios, sabe que es una promesa difícil, casi imposible, pero decirla en voz alta le da la impresión de que es capaz de cumplirla— Tienes mi palabra, solo aguanta un poco más—finaliza, Sucrette alza las cejas, no le cree y él no puede culparla, serán fugitivos, probablemente pasarán semanas en el mar ¿en dónde va a conseguirle la atención que necesita?

— Te veré al anochecer—Sucrette hace un esfuerzo por sonreír y le da un apretón en el brazo. La voz enfadada de Castiel les interrumpe.

— Ya estamos listos—hace un gesto con la cabeza, después les dedica una mirada irritada— Vamos.

Tanto Castiel como los gemelos están en la puerta esperando con mochilas en sus hombros, Armin se asegura de que el pedazo de tela que Alexy tiene en la cabeza y en el hombro esté relativamente limpio. Cada uno irá por su lado, Nathaniel es el único que se quedará en la estación de bomberos, después de todo tiene que encargarse de la computadora.

Se reúnen en un semicírculo, Nathaniel recorre cada rostro en la habitación, desvía la mirada cuando llega a Castiel.

— Tengan cuidado…todos ustedes.

Armin le palmea el hombro y le promete verlo al anochecer, Alexy y Sucrette se limitan a sonreírle y despedirse con la mano, después ojean el exterior y con arma en mano uno a uno salen del edificio, Castiel es el último en partir, lo observa con el ceño fruncido durante unos segundos, solo le habla cuando le da la espalda.

— No te mueras—se escucha como un gruñido, Nathaniel traga duro.

— Lo mismo para ti—tarda más de lo necesario en responder, su garganta se siente seca, ronca.

Segundos después Nathaniel se encuentra solo.

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Si hay algo divertido en todo esto es que no se ha roto. Tal vez es gracias a todas esas horas que pasó bajo presión jugando videojuegos, forjando nervios de acero, tal vez es porque no se encuentra solo.

Cruzando el bosque y el pueblo abandonado en dirección a la escuela, Armin se contenta con imaginar que es uno de esos personajes duros en LoL y en caso de peligro solo tendrá que ir en modo ratatatata sobre sus enemigos (que no es que queden muchos) , pan comido, piensa, y sigue andando. Alexy está callado a su lado, tanto que le pone de los nervios, ni siquiera reacciona cuando le dice que se ve muy chulo con ese pedazo de tela amarrado en la cabeza, plan Rambo, muy duro, muy capaz.

A decir verdad, Armin lo entiende, a él también le duele, tanto que le cuesta respirar, así que es más fácil no pensar en ello del todo. No hasta que salgan de ahí, al menos.

Sus pensamientos se ven interrumpidos cuando Alexy lo coge bruscamente de la camisa y lo empuja detrás de un edificio. La sangre se le enfría, mira a su hermano con los ojos como platos, Alexy no lo tranquiliza.

Hace un gesto que pide silencio, después señala un punto a la distancia. Es Viktor.

— Joder—murmura—tenías un solo trabajo, Castiel.

— Nos ha visto—dice Alexy, una expresión indescifrable en su rostro— Creo que nos ha estado siguiendo desde hace un rato.

Armin asiente lentamente, trata de asimilar la información. Fueron descuidados, o quizá no, puede que al final el destino de todos sea ser encontrados por Viktor, su game over.

— ¿Deberíamos correr?

— No—Alexy ojea a Viktor una vez más, después mira directamente a su hermano— Es obvio lo que debemos hacer, Armin, uno de los dos tiene que llegar a la escuela. Déjame ir a hablar con él, puedo distraerlo para darte tiempo.

— Tiempo. —su boca se siente pastosa, las palabras lentas. Alexy quiere darle tiempo— No eres tan estúpido como te escuchas ¿verdad?

Alexy se limita a sonreír, pone una mano en su hombro y Armin se pregunta si su hermano finalmente se ha rendido.

— Al menos uno de los dos tiene que llegar a la escuela—repite como si fuese algo obvio— Así que debes ir.

Armin conoce a su hermano, probablemente mejor que nadie, sabe que es terco como una mula y no hay forma de convencerlo de lo contrario cuando está empeñado en algo, así que asiente, traga duro y se dan un abrazo, después se ve obligado a darle la espalda y dejarlo ir.

Por un minuto realmente cree que va a conseguirlo.

— Mierda—dice mientras pesa la bomba en sus manos— Lo siento, Nath.

Y es que la decisión es obvia. Salvar a los que quedan es importante, sí, pero para Armin no tendría significado alguno si Alex no se encuentra en el afortunado grupo. No es estúpido, Viktor no va a dejarlo ir, Armin sabe al menos eso, así que aprieta los dientes y corre en la misma dirección que su hermano.

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— Joder—alcanza a murmurar, se aprieta la herida del estómago y toma una gran bocanada de aire, absorbe todo lo que puede.

La idea de usar la bomba como arma le parecía magnifica unos minutos atrás, en especial porque la cosa siempre se ve genial en GTA. Y lo acepta, tal vez no era lo mejor de su repertorio, pero cualquier cosa sirve cuando uno está intentando salvar a su hermano de un maniaco.

Casi no lo logra, en realidad, si se atreve a ser honesto, puede que no lo haya conseguido. Sabe que vio a Viktor apuntándole a su hermano y tirando del gatillo, sabe que escuchó disparos antes de encontrarlos. Cierra los ojos con fuerza, después los abre y finalmente se atreve a mirarlo.

Sabe que tacleó a su hermano fuera del camino, pero no hay forma de que él sea más rápido que una bala, tampoco consideró todos los factores cuando decidió activar la bomba, como que ellos también acabarían volando.

Pero ahí está, un milagro.

— Hey—le dice. Alexy tiene la mitad de la cara empapada en sangre y le falta una oreja, una mano descansa laxa sobre su estómago tratando de cubrir las heridas de bala, y eso es sin contar el daño de la explosión. Pero está vivo, ambos lo están, incluso si le cuesta respirar y no puede sentir sus extremidades— Parece que las cosas se pusieron un poco…explosivas.

Oh no—se queja, su voz es tan débil que es apenas audible, presiona la espalda contra el tráiler que Armin trató de usar como una triste excusa de refugio— No vas a torturarme en mi lecho de muerte.

Si tuviera la fuerza quizá reiría. Pero lo cierto es que no lo hace y la frase lo pone a pensar, realmente está pasando, piensa, parece que realmente se van a morir.

— Él lo hizo ¿sabes?—dice Alexy muy quedito— No estaba seguro, pero él lo hizo.

— ¿Si?—no hace falta que especifique de qué habla. Kentin, piensa, tiene sentido, no cree que haya nadie más que fuese capaz, Amber, quizá— Okay.

Hace un esfuerzo y mete la mano al bolsillo de su chaqueta. Espera. El bastardo sigue vivo, claro que sí, es como el moho que se rehúsa a desaparecer de su baño, camina hasta ellos, pistola en mano. Pero cojea y sangre seca le mancha la sien, ni siquiera él ha salido bien parado.

— ¿Hey, Alex?—no hay respuesta y esta vez no se atreve a mirar. Solo un poco más, aprieta la mandíbula y contiene las ganas de llorar— Okay.

Espera el momento adecuado, los dedos bailando sobre el gatillo de su pistola, Viktor camina dolorosamente lento hasta llegar a él y por fin llega. Tan rápido como puede saca la pistola y apunta a la cabeza, directo entre las cejas. Dispara. Dispara y su mano cae laxa sobre su costado.

Y Viktor evade la bala, aun cuando se encuentran tan cerca. Solo hace falta un rápido movimiento de cabeza, los ojos abiertos un poco más de lo normal.

Mierda, piensa, lo siento, Nath.

Después llega el turno de Viktor, alza la mano y tira del gatillo, pero no es necesario, Armin ya no está.

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Un ligero parpadeo en la pantalla, imperceptible para ojos no expertos. Nathaniel ha conseguido hacerse con el control del sistema.

El problema es, existen ojos expertos en el Programa.

— Espera—dice Louis mientras pone una mano sobre el hombro de uno los chicos encargados de los monitores— ¿Qué ha sido eso?

Fija la vista en la pantalla y entrecierra los ojos, sucedió en un segundo, fue un golpe de suerte que lo notara, pero ahí estaba, una anomalía técnica, cosa que definitivamente no debe existir en el Programa. El soldado lo ojea confundido y Louis tiene que reprimir un suspiro, la desventaja de trabajar con inútiles, acabas haciéndolo todo tú mismo.

— Revisa todas las entradas, encuentra cualquier cosa sospechosa, no importa que tan pequeña sea—dice en tono severo, un gran contraste con su usual modo juguetón. El chico comienza a teclear rápidamente, temeroso, cuando Louis adopta esa actitud nadie sabe realmente en que podría resultar, no será bonito, eso lo puede asegurar.

— Uh, hay algo extraño—Louis alza una ceja, expectante, el soldado traga duro, siente pena por el pobre diablo que ha decidido retarlo— Estamos cruzando con una señal ajena… está ubicada en la misma isla.

Louis abre los ojos con sorpresa, ha pasado un tiempo desde que puede decir que ha experimentado tal emoción, su mente comienza a trabajar rápidamente, si proviene de la isla tiene que ser un estudiante, es imposible que se trate de un infiltrado, y eso reduce enormemente el rango, de los que quedan, existe realmente solo una persona que tiene el cerebro para el trabajo.

— El número diez, quiero verlo—el soldado asiente y lo busca frenéticamente, después le mira desesperanzado, no puede encontrarlo, Louis chasquea la lengua y frunce el ceño— Entonces muéstrame su historial, tenemos que tenerlo grabado.

— La última vez fue durante el incidente con la número 6 y 15, Li y Charlotte…

¿Cómo es posible que se les haya escapado? Louis siente el impulso de lanzar algo, al mismo tiempo hay un hormigueo en sus manos que lo emociona, lo hace sentir vivo.

— Las grabaciones de audio entonces—ordena, el soldado niega con la cabeza, visiblemente aterrorizado.

— Pequeña rata traidora—dice con los dientes apretados— Conéctame con su collar, quiero hablarle personalmente.

Esto es divertido, piensa, lástima que tenga que acabarlo tan pronto.

— ¿Cómo te encuentras, delegado?

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Nathaniel podría jurar que su corazón se detuvo un segundo al escuchar esa voz, tan odiosa, tan cerca, se acaricia el cuello, dedos fríos sobre duro metal, tiene sentido, si son capaces de escucharlos con ellos, lo obvio es que también puedan comunicarse a través de estos.

Decide quedarse callado, incluso baja el volumen de su respiración, sacude la cabeza e intenta concentrarse en su trabajo, tiene que encontrar un plan b, c si es necesario.

"Sé que puedes escucharme, delegado" dice Louis a través del collar, la voz suave, venenosa, "Y te tengo malas noticias, olvidaste con quien estás tratando, lo cierto es que estás muerto desde el momento en que pusiste un pie en esta isla, papá se ha asegurado de ello, claro que sí" Nathaniel tiembla ante la mención de su padre, pero no deja que las emociones lo sobrecojan, si lo han descubierto, eso solo significa que tiene que trabajar más rápido.

"Estás ideando algo ¿a qué sí? Claro que lo estas, eres de los que no pueden quedarse un jodido segundo quieto. También tenías minions trabajando, no es una pregunta. Me pareció extraño ¿les dimos armas con un nivel tan potente de explosión? ¿Seríamos tan estúpidos? ¿Por qué les dejaríamos acercarse tanto? Fuiste tú, joder, claro que sí".

Respira profundo y se limpia el sudor de la frente, si no lo han sacado del sistema es porque Louis quiere jugar con él, lo subestima y ese acabaría siendo su mayor error, Nathaniel se aseguraría de ello.

"La cosa es, me has hecho la experiencia un poco interesante así que te contaré un secreto: papá te quería muerto, pero parece que mamá no estaba de acuerdo con él, hoy nuestro magnánimo secretario de las fuerzas armadas de la nación ha amanecido muerto, ah, si está muerto no ha amanecido ¿no es así? Como sea, un infarto, dicen los informes, una esposa muy cabreada, digo yo. Pero ya basta de charla, como dije, me he divertido, pero todas las cosas buenas tienen que acabar. Olvidaste con quien te estas metiendo, Nath, lo cierto es que podría volarte ahora mismo, pero eso no es divertido ¿para que tengo tu ubicación exacta si no es para usarla, eh?"

Solo entonces Nathaniel alza la cara de la pantalla y corre a una ventana, una figura alta se acerca con seguridad, Viktor.

"Da la casualidad que nuestro chico tiene en su poder el mismo juguete que tu amigo Alexy no supo aprovechar y si un punto comienza a brillar de forma extraña lo lógico es que tenga curiosidad ¿no? Como yo lo veo, tienes tres opciones, abandonar y correr, luchar o morir" Nathaniel entreabre los labios, su mente trabajando para llegar a una conclusión, ha llegado muy lejos como para rendirse, eso es lo que cree.

— No vas a ganar—dice con seguridad. Son las únicas palabras que le va a dar el gusto de escuchar.

"Verdad, en esto los únicos que se llevan algo son los de arriba. La cosa es, yo estoy aquí y tú allá, así que una ventaja sí que tengo ¿no es así? Disfruta tu tiempo, ten por seguro que yo lo haré".

Nathaniel respira profundo un par de veces, toma una decisión, quiere llegar hasta el final, para ello tiene que proteger la computadora, no importa el costo, incluso si tiene que recurrir al plan c, el último de su repertorio, el más inseguro.

Mentalmente repite la serie de números que Rafael le hizo memorizar, teclea con rapidez, la metralleta descansando en su regazo, espera que llegue el mensaje, quien sea que deba recibirlo, espera que sirva de algo cuando aquella persona lo haga. No se mueve cuando derriban la puerta ni cuando pasos pesados se mueven en su dirección, se concentra en cumplir su tarea. Finalmente, cuando presiona enter y siente la fría presión de una pistola en su cabeza es cuando alza la cara, su cerebro moviéndose hacia su siguiente tarea.

— No has escapado—dice Viktor.

— No—responde Nathaniel— No, no lo he hecho—y hay cierto sentimiento de orgullo en las palabras.

Usa su brazo para golpear las piernas de Viktor y hacerle perder el equilibrio, corre a buscar refugio y se apresura a dispararle con la metralleta. No hace ninguna de estas cosas lo suficientemente rápido, el tiro no es lo suficientemente bueno y Viktor consigue darle de lleno en el estómago.

Nathaniel espera que una ola de dolor o inconsciencia lo ataque de un momento a otro, pero no llega, se lo atribuye a pura fuerza de voluntad. Cae sobre su costado y dispara otra vez, esperando al menos llegar a dañarlo.

No llega a ver el resultado, su vista se nubla, la última imagen que procesa su cerebro la de Viktor apuntándole a la cabeza. Sin embargo, dicen que el oído es lo último que se pierde.

— Papá estaría decepcionado de ti—dice la voz de Amber, susurrándole— Si me lo preguntas eso ya es un logro suficientemente bueno.

, piensa Nathaniel. Porque al final, independientemente de lo que su padre esperara que se convirtiera, Nathaniel está bastante satisfecho de la persona que ha conseguido ser. A lo mejor hasta se siente orgulloso de sí mismo.

Nathaniel muere con los ojos abiertos. Amber se encarga de cerrarlos.

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"! Saludos mis queridos guerreros ¡¿Recuerdan lo que les dije en un principio? Comer o ser comidos, felicidades, los que viven tienen lo que se necesita, pero no hagamos menos a los que dejaron la fiesta temprano, cada uno me dio un espectáculo maravilloso. En fin, me complace anunciar que con cuatro jugadores en el campo, la final del Programa de este año queda oficialmente inaugurada".

— Sucrette ¿Qué mierda estás haciendo?—dice Castiel con voz enfadada, negándose a retroceder.

"Piénselo de esta manera: solo tres obstáculos más para ir a casa, solo tres más para conseguir la gloria. Nuevo juego, nuevas reglas. Alguien tienen que morir cada hora, de lo contrario…bueno, ustedes conocen sus circunstancias ¡Que gane el mejor!".

— Ya lo escuchaste—Sucrette apunta la pistola justo al corazón, su maleta colgando al hombro y la chaqueta de Castiel en el suelo— Es la final, jugar para ganar, me largo de aquí así que aparta—alza la barbilla a un lado, indicándole que se mueva.

Pero Castiel es terco, se queda en su lugar.

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Amber tiene prioridades. Ella misma, por ejemplo, Castiel, cuando no se encontraba en el Programa o quedar bien con su padre, antes de descubrir que el hombre no es nada más que mierda.

Algo que ha sido cierto todo el camino es que Nathaniel siempre ha tenido un lugar en la lista. Siempre lo tendrá, incluso si su hermano no tiene la misma cortesía. Se muerde la uña y entrecierra los ojos, "no te dejes llevar por tus emociones", le dijo su madre un vez, y aunque Amber es una chica lista, lo cierto es que cuando se trata de ira, rabia, no conoce nada mejor.

Y ya le ha permitido a Viktor quitarle demasiado. Podría esperar a que Castiel o Sucrette se encarguen de él—porque está segura de que ninguno va a dar su brazo a torcer—pero se prometió a sí misma que Viktor caería por su mano y ella misma es básicamente la única persona que queda a quien no quiere fallarle. Tampoco ve la diversión en dejarle el trabajo a alguien más.

Seguirle en secreto y cogerlo por sorpresa le parece un buen plan, claro que se trata de Viktor, que es fuerte porque no parece importarle nada, ni siquiera él mismo, y aunque parece haber sido reducido a una masa sanguinolenta sigue teniendo buenos reflejos.

Cuando Amber menos lo espera, Viktor se gira y le dispara con su metralleta.

Apenas tiene tiempo de esquivarlo y ni siquiera está segura de haber salido bien parada. Oh bueno, piensa, tenía que pasar en algún momento. Aprieta la mandíbula, una mano en su paralizador, es hora.

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Fácil, piensa, casi aburrido. Camina hasta el cuerpo porque bien podría tener algo bueno, munición, una nueva arma. Pone la punta de la metralleta en la mejilla de la chica, por precaución, después se inclina para esculcar entre la ropa.

Es cuando un grito le desgarra los tímpanos y siente una descarga de dolor en su costado. La chica no pierde tiempo, grita otra vez y le salta encima, cuchillo en mano. Alza el brazo una y otra vez, tratando de apuñalarlo, lo consigue una vez en el hombro y Viktor se encuentra aturdido, adolorido, busca su metralleta solo para darse cuenta de que la ha soltado por la sorpresa. Como puede se la saca de encima y consigue levantarse. No dura mucho, segundos después la chica se le monta en la espalda y le araña la cara, no está seguro de sus intenciones hasta que siente como encaja un dedo en su ojo izquierdo, hace lo mismo con el índice y aplica fuerza, busca causar el mayor daño posible.

Viktor echa la cabeza hacia atrás y suelta un alarido de dolor. Se deja caer sobre su espalda, aplastándola en el camino.

Se reincorpora tan rápido como puede, se encuentra ciego de un ojo y lágrimas involuntarias nublan la vista del otro, pero puede verla, es la primera vez que se digna a mirarla a la cara pero la reconoce, es preciosa, tiene la cara retorcida por la ira y sus ojos tienen un brillo asesino que nunca antes ha visto.

Entonces hace algo que antes ni siquiera había pensado. Retrocede. Retrocede como un perro asustado hasta que su espalda se topa con un carro. Podría morir, piensa, esta vez realmente podría morir. Y siente miedo, abre mucho los ojos y toma una gran bocanada de aire, su sangre le empapa la cara y siente miedo. Se siente excitado y feliz, un poquito fuera de control, siente, siente, siente y es algo que no ha experimentado antes, como despertar de un largo letargo.

De repente tiene ganas de vivir. Amber lo embiste con fuerza, está determinada a matarlo. De cierta forma se parece a su hermano.

Pero Viktor ahora está despierto y quiere vivir. La coge de la muñeca cuando intenta apuñalarlo, hace lo mismo con la otra mano, usa su pierna buena y le planta una patada en pleno estómago que la manda volando, busca en el bolsillo de su chaqueta y cojea hasta ella, pistola en mano.

Tira del gatillo justo cuando Amber se levanta, dispuesta a acabar con él, y la chica cae al suelo, una herida fatal en el estómago.

Entonces lo hace otra vez, se pone en pie, aun quiere atacarlo, así que le dispara, y otra vez, y una vez más, Amber se mueve por pura fuerza de voluntad, por puras ganas de venganza y se levanta hasta que ya no puede hacerlo más.

Es fascinante.

— Levántate—le dice cuando la chica deja de moverse— Vamos.

Pero no lo hace. Se acuclilla junto a ella y le acaricia la mejilla, tiene los ojos abiertos, todavía transmiten ira y decisión. Viktor se siente decepcionado, gran chica, su mejor oponente, de cierta forma le debe algo, gracias a ella ha despertado.

Se levanta y respira profundo, el dolor agudo sigue ahí como recordatorio. Quedan dos horas del Programa y Sucrette lo espera.

Ya tiene ganas de salir de ahí.

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— Déjate de tonterías—toma su mano y le quita la pistola— Apenas puedes mantenerte en pie.

Es cierto. Sucrette tiene la cara empapada en sudor, gracias a la fiebre, y sus heridas se ven lejos de estar recuperándose. Hace un rato, desde que anunciaron la muerte de los gemelos, que Castiel tiene la impresión de que la chica intenta deshacerse de él.

Dejarlo antes de convertirse en una carga, tal vez. Porque se está muriendo, eso está claro.

— ¿Qué pasó contigo?—pone las manos en sus hombros y empuja hacia abajo, consigue que se siente en el suelo e inmediatamente su cabeza se inclina hacia atrás, la recarga contra la pared y sonríe. La fiebre la tiene confundida, débil.

— Lo que nos pasó a todos. El Programa. —Castiel frunce el ceño, molesto, lo que él necesita es una explicación, una forma de ayudarla— Viktor viene por mi ¿sabes? Por eso no debes estar aquí cuando eso pase.

Castiel asiente lentamente, ojos concentrados. Él solo entiende dos cosas, uno, Sucrette se está muriendo, dos, no le queda mucho tiempo.

Nunca ha escuchado que dejen a un ganador del Programa morir, por muy herido que se encuentre. Así que solo tiene que sacar a Viktor, después a él mismo. Pan comido.

— Espera aquí—coge su chaqueta y la pone sobre sus hombros, después deja la pistola junto a ella, solo por si acaso.

— Castiel—le dice en un tono desesperado, intenta levantarse pero no lo consigue— Castiel, escucha, no hagas esto.

— Volveré pronto—le dice y ella lo observa furibunda. Al igual que él, Sucrette odia las mentiras.

Pero no les queda nada mejor.

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Encuentra a Nathaniel dentro del granero y solo puede observarlo, lo odiaba, supone, solo unos días atrás, pero ahora no puede recordar porqué, en realidad, si es honesto consigo mismo, el delegado le gustaba, solo un poco, solo a veces. Unos metros más adelante encuentra a Amber y eso no lo esperaba, tiene el pelo despeinado y las uñas cubiertas en sangre, lleva una expresión que le da la impresión de que en cualquier momento va a levantarse y echársele encima.

Pero no lo hace. Al final decide cargarla sobre su espalda y llevarla con su hermano. No está seguro de que esto sea lo que querrían, pero es mejor que yacer ahí completamente solo.

Finalmente encuentra a Viktor cerca de un área rocosa, se ve aturdido, dentro de lo que cabe. A veces gira la cabeza de un lado a otro más de lo necesario, a veces simplemente se detiene y escucha.

Se ve bastante herido, aun así altivo y seguro. Diferente a la primera vez que lo vio.

Al final decide ser directo, porque el factor sorpresa no le ha servido de nada a nadie.

— Ey—lo llama y Viktor gira la cabeza en su dirección.

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Para estar tan herido, Viktor tiene bastante fuerza. Consiguió deshacerse de cualquier arma de fuego que pudiera cargar, pero el otro ha hecho lo mismo con Castiel, dejándolos en condiciones iguales.

Castiel se relame los labios, el sabor de sangre en su garganta, después embiste una vez más, alza los puños y trata de atinarle a las heridas del otro. Pero Viktor tiene algo mejor, consigue darle vuelta a la situación, sentándose a horcajadas sobre él. De repente Castiel siente una descarga eléctrica en su costado, seguida por la esperada parálisis. Viktor alza el brazo y le pega un puñetazo, después usa el aparato otra vez y le pega un golpe con el mismo.

Castiel siente como comienza a llevárselo la inconsciencia. Joder, piensa, no quiere que acabe así.

— Yo gano—dice Viktor mientras alza el puño para darle el golpe final. Castiel lucha contra el impulso de cerrar los ojos.

Un silbido cruza el espacio, el sonido de un disparo. Viktor abre mucho el ojo que le queda, atónito, después cae de golpe sobre su costado, muerto por un disparo limpio en la cabeza, uno que provenía de su flanco ciego, una sorpresa.

— No—dice Sucrette mientras cae de rodillas—Yo gano.

Por unos segundos Castiel no puede moverse, su ojos se pasean atónitos de Viktor a Sucrette, los dos en el suelo, rendidos, sin vida.

Sucrette gira sobre su costado y con la fuerza que le queda tira de la pistola hasta que se queda sin balas, apunta al cielo, a la dirección equivocada, después su brazo cae laxo sobre su costado, lentamente gira la cabeza hacia él, pálida, débil. Se miran en silencio por un rato, Sucrette le dice un montón de cosas con esos ojos tan expresivos que tiene, como 'lo siento' y 'vaya mierda', en ese momento lo que Castiel quiere es despertar y que aquello quede como un sueño revelador que le dice que debería dejar de ser tan cabrón.

Pero no es un sueño y esto le está pasando de verdad.

— Castiel—lo llama, ya no tiene voz, pero él la escucha— Ven…

Casi de forma ausente, Castiel se levanta poco a poco, después cojea hasta donde ella se encuentra y cae de rodillas junto a su cuerpo desecho, la expresión en blanco, el pánico acumulándose en un hueco entre su estómago y su corazón.

— Castiel—alza una mano y la posa sobre su mejilla, Castiel coge su mano sin moverla de lugar, finalmente consciente de lo débil que se encuentra.

Y es ese gesto el que parece abrir la llave, de un momento a otro el flujo de emociones lo sobrecoge.

— No, no, aguanta un poco, vamos—dice mientras busca de forma frenética a su alrededor, coge la pistola y trata de dispararse, pero ya no hay balas, tiene que apresurarse, tiene que lograrlo, si consigue quitarse la vida a tiempo puede que consigan salvarla, hace el amago de levantarse, pero Sucrette lo detiene cogiéndolo de la manga de la camiseta.

— Cas, Cas, no pasa nada—Castiel sacude la cabeza, palpa a ciegas sobre su estómago y trata de detener la hemorragia, es en vano, ambos lo saben bien.

— Su, no puedes hacer esto, no puedes ¿entiendes? Maldita sea ¡No puedes hacerme esto!

— Shh, Castiel, no pasa nada, escúchame…

Pero Castiel no lo hace, un coro de "no, no, no, no" ocupa su cabeza, presiona las heridas, las manos empapándose de sangre, continua buscando frenéticamente por un arma, lo que sea. Entonces hace lo que no se ha permitido hasta el momento, llora, por Lysandro y los demás, por sus padres, el plan fallido, demasiado bueno para funcionar, llora su impotencia y a Sucrette, rendido entierra la cara en el cuello de la chica y llora, ella le acaricia la cabeza, "no pasa nada", le canturrea, aunque pase de todo.

— Escúchame, no puedes hacer nada por mí—le dice, obligándolo a mirarla, Castiel limpia un hilillo de sangre de la comisura de su boca y mueve la cabeza negándose a aceptarlo— Pero tú tienes que vivir—y el peso de las palabras son como una maldición para él— Puedes echarnos de menos, pero tienes que vivir, prométemelo, por favor, Castiel…

¿Para qué? Quiere preguntarle, por quien o como va a conseguirlo, quiere gritarle maldiciones y todo lo que nunca pudo contarle, que la quería, que la quería, joder, que la quería más de lo que ella jamás imagino. Pero Sucrette se va con su nombre entre sus labios, su mano cae laxa sobre tierra, muerta.

El collar que antes lo aprisionaba suelta un pitido y cae pesado sobre el suelo, finalmente es libre.

Y de repente ya no hay lágrimas, no tienen sentido cuando no queda nadie a quien llorar. En su lugar la llama a gritos, dice su nombre hasta que se queda sin voz. Su cuerpo, ahora un contenedor vacío, se llena de rabia.

Así que cuando llegan por él, Castiel pelea, patalea y suelta puñetazos, les grita maldiciones y lo que su existencia significó para él.

"Castiel, estudiante número cuatro, muertes confirmadas: cero. Felicidades hijo, contra todo pronóstico, oficialmente eres el campeón del Programa de este año ¡disfruta tu premio!"

Un soldado le pega un puñetazo y Castiel le escupe en la cara, todo es un remolino de manos y rostros cubiertos y él pelea, busca librarse, de repente un dolor agudo le surca la nuca.

Después todo es negro.

— Cassy, despierta.

Para Castiel todo era negro, turbio y ruidoso. Quería mandar a callar a esos que parloteaban como si no hubiera un mañana, a ese que le acariciaba la frente, que lo llamaba.

— Cassy, cariño, despierta.

Se sacude despacio, confundido, después la realidad lo golpea y todo parece acelerarse, se levanta de golpe y un dolor agudo le atraviesa el pecho, abre la boca, quiere llamarla a gritos, a ella que ya no puede escucharlo más.

— Sucrette…—sin embargo, su voz no es más que un susurro, y grita y grita pero nada sale, todo se acumula en su pecho, no tiene voz.

— Shh tranquilo, todo está bien, Cassy—es entonces cuando cae en cuenta de que no se encuentra solo, recorre la habitación con una mirada recelosa, el corazón acelerándose con cada segundo que pasa, se mira las muñecas, tiene una intravenosa en un brazo y esposas rotas en el otro, entonces recuerda, en algún momento intentó atacar a la enfermera, no es que no se lo mereciera.

Y frente a él, tan cerca como puede mientras le da su espacio, se encuentra su madre. Su madre.

— Valeria—suelta y parece un sueño. Ella sonríe y da un paso, parece dudar.

— ¿Te mataría llamarme mamá?—dice en tono bromista, Castiel siente el fantasma de una sonrisa formarse en su boca. Su madre tiene un rifle colgándole en los hombros, su padre observa unos pasos atrás con silencioso alivio. Se quedan en silencio unos segundos, después Valeria parece no soportarlo más, le salta encima y lo envuelve en un abrazo, una punzada de dolor amenaza su brazo herido, pero no le importa, no cuando ese olor tan conocido lo rodea y su padre le revuelve la cabellera. Se siente en casa. Se encuentra en casa.

Y ese hecho le recuerda que los demás no, que no son los únicos en la habitación. En un rincón hace guardia el padre de Violeta, observa la escena con una sonrisa triste, los padres de los gemelos se concentran en una gran pantalla, aparentemente ajenos, sin embargo, la mujer le dedica una mirada llena de significado que dura solo unos segundos y que Castiel no consigue descifrar, allá afuera le parece escuchar la voz de Leigh.

Y a los pies de su cama se encuentra Lucía, la madre de Sucrette. Tiene los brazos cruzados y una expresión neutra en su rostro, le mira directo a los ojos por un rato, en silencio, como si buscase algo.

Después sonríe. O a Castiel le parece que en otra situación, lo habría hecho.

— Recibimos una señal—comienza a explicar— No conseguíamos encontrarlos, pero poco antes de que comenzara la etapa final, de alguna forma recibimos una señal con su ubicación.

— El delegado lo consiguió—dice Castiel inmediatamente— Nathaniel.

Su voz tiembla al pronunciar su nombre. Lo consiguió, no importa que, siempre tendrá eso, a Castiel le gustaría que lo supiera. Lucia asiente, lo entiende.

— Entonces conseguimos interceptar el audio de sus collares—inconscientemente Castiel se acaricia el cuello, no hay nada— Estamos enterados de todo lo que ocurrió en el último momento.

Su cuerpo se endurece, lo saben, escucharon a su hija morir. El estómago se le revuelve, pero se obliga a no apartar la vista, parece que la mujer se lo agradece, da un paso adelante y suavemente coloca una mano sobre su pantorrilla, el toque es suave, bien podría no estar ahí.

— No creo que nadie merezca el sacrificio de la vida de mi hija—dice y Castiel recuerda, no puede más que estar de acuerdo, se maldice, se maldice, una y otra vez— Pero si ella piensa diferente solo puedo respetar su decisión. Tienes que vivir, Castiel ¿vale? —gira la cabeza, mira más allá, donde la silueta de su marido cuida la puerta— Felipe también lo entenderá algún día.

Finalmente le da un apretón en la pierna y sale de la habitación, una pistola colgando de su pantalón. Castiel no se siente más ligero, tampoco quiere hacerlo, pero con suerte, algún día, al igual que Felipe, consiga entender, aceptar.

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— ¿Cómo?—pregunta Castiel, su madre le ha obligado a ponerse una manta sobre los hombros, pero al menos le permitió usar ropa más cómoda que un camisón y salir de la cama. Aunque no elabora más su pregunta, ella parece comprenderlo.

— Giles envió a sus soldados con quien consideró se uniría a su causa, ya sabes, los que tenemos reputación de problemáticos, nos ofreció una oportunidad para salvarlos, los soldados fingieron nuestra muerte y nos ayudaron a llegar al puerto, la madre de Nathaniel y Amber, Adelaida, proporcionó barcos y armas con la condición de que trajéramos a sus hijos de vuelta… Me temo que no fui capaz de cumplir esa promesa—dice mientras baja la mirada.

Castiel no dice nada. Deja que la brisa le golpee la cara, hace bastante que han dejado aquella isla infernal atrás. Louis es prisionero en algún camarote lejano, el resto de los soldados están muertos, su madre y los demás atracaron el barco en cuanto tuvieron la oportunidad.

Se ha acabado. También parece que acaba de comenzar. Siente como su madre lo toma de la mano y le da un apretón, intenta traerlo de vuelta.

— Quizá te interese conocer a ese par, insistieron en acompañarnos. Son parte de la resistencia—señala con la cabeza a un par de figuras al otro lado de la borda, después le deja solo con sus pensamientos, tomará tiempo antes de que pueda librarse de ellos.

Finalmente la curiosidad lo lleva a caminar hasta ellos. A ella la conoce, es la chica guapa que acabó ganando el Programa unos años atrás, esa a la que le apostó diez billetes grandes durante el esplendor de sus trece años. El chico tiene la cara llena de cicatrices y lleva una gorra de béisbol que le queda demasiado grande, una parte de él todavía parece encontrarse en otro lugar, sin embargo, es quien habla primero. Lo observa de arriba abajo, los ojos llenos de comprensión.

— Se pone mejor—dice y Castiel cae en cuenta, lo rotos que se ven, todo lo que parecen haber perdido también le falta a él, después de todo también es un ganador del Programa, un sobreviviente. Un asesino.

— ¿Cuándo?—pregunta con voz rasposa.

— Cuando pateemos el trasero de los que nos pusieron ahí en primer lugar, por supuesto—dice la chica con una expresión severa, apasionada.

— Eres dura—dice Castiel.

— Todos lo somos. Después de todo los tres llevamos a al menos cincuenta adolescentes furiosos con nosotros ¿no es así?

Castiel dirige la vista a la costa, allá donde se puede ver una ciudad en llamas. La ciudad es otra, la revolución ha comenzado.

Quizá ahí está el secreto. Tiene que dejar de pelear con ellos, de olvidarlos, en su lugar debe llevarlos con él, así también tendrán la oportunidad de luchar.

Más allá la ciudad es rodeada por un rojo amanecer y Castiel despierta.

Es un nuevo día.


Nota: Sé que me he tardado un montón y lo lamento, es solo que todos los aspectos de mi vida decidieron darme una paliza al mismo tiempo y me he quedado sin inspiración. Pero aquí está el final y es gracias a ustedes, gracias por tomarse el tiempo de leer y dejar un comentario, su apoyo fue lo que siempre me impulsó a escribir nuevos capítulos, son lo mejor! Sé que no es un final feliz pero espero que no sea terrible tampoco. ¿Qué les ha parecido?