45. Sin marcha atrás

La cuchilla de afeitar se remojó por última vez en la pequeña balsa de agua jabonosa que inundaba el lavabo antes de recuperar su lugar en el pequeño armario del baño. Kanon se había esmerado tanto en su afeitado que al pasarse las manos por el rostro en busca de algún olvido halló tímidos restos de sangre manchando sus dedos.

- Joder...mierda...me he cortado...- Farfulló para sí, tomando la toalla para limpiar el vaho que cubría el espejo y poder ver dónde se había apurado de más. El pequeño corte se hallaba bajo el mentón, y recuperando una vieja costumbre en él, agarró un pedacito de papel higiénico y se lo pegó en la herida, esperando la rápida cicatrización.

Aún con una escueta toalla amarrada bajo la cintura salió del baño y se internó en la habitación. Era hora de vestirse. Y era hora de hacerlo con las ropas que Saga le dejó. Unas ropas acostumbradas a triunfar, y que pese al exhaustivo y pulcro lavado de tintorería parecían seguir desprendiendo el aroma a éxito que siempre acompaña a su gemelo, al temido e impecable fiscal...al hombre más poderoso del panorama judicial y ahora, su rival.

Rhadamanthys estaba en la cocina, preparando un desayuno que dudaba saborear con calma. Porqué esa mañana, lo único que se extrañaba entre esas paredes era precisamente éso, la calma.

Kanon tomó su tiempo para vestirse, y con cuidado se enfundó la camisa negra que Marin le había planchado con esmero apenas unas pocas horas atrás. Una de las pocas prendas que eran suyas, pero que afortunadamente combinaba bien con el traje gris oscuro elegido para el primer día de juicio. El otro lo reservaba en caso de alargarse el proceso, pero Kanon ya no quería pensar más en éso. No se había probado los trajes desde que los tenía en casa, pero al enfundarse los pantalones confirmó lo que ya sabía: la talla y el corte le favorecían a la perfección. Los zapatos no eran nuevos, pero habían sido enlustrados a consciencia, e incluso parecía que relucían como recién salidos de la caja.

Con dudas, Kanon agarró una de las pocas corbatas que tenía, y que ya no recordaba si alguna vez había usado, y cuando se dispuso a armarse el nudo recordó porqué nunca las vestía.

- Rada...- Sus manos lo intentaban, pero el nudo no aparecía por ningún lado, y el temblor que comandada sus dedos tampoco ayudaba a obtener un resultado mejor.- Rada...¡Rada!

-¡¿Qué?! - Espetó Rhadamanthys entrando en la habitación.- Joder, Kanon...estás...pareces...

- ¿Qué parezco, Rada? - Le replicó Kanon, incomodándose por la inspección a la que le sometía el Wyvern.

- Vestido así...pareces Saga...

- El traje es de Saga, Wyvern...- Aclaró Kanon, intentando de nuevo hacer el nudo de la corbata sin éxito.- ¡Mierda! No sé hacerlo...- Se rindió, deslizando rápidamente la tela alrededor de su cuello para tendérsela a Rhadamanthys. - Hazlo, por favor...Tú sabes, Rada...

El Wyvern tomó la corbata y se la pasó alrededor de su propio cuello para demostrar su inglesa habilidad con los nudos Windsor, ejecutándolo mientras se miraba a Kanon y reparaba en el trozo de papel higiénico y rosáceo pegado en su mentón.- Te has cortado...

- ¡Ya lo sé! - Exclamó Kanon de malas maneras al tiempo que retiraba el papel y comprobaba que la herida había dejado de sangrar.

- Cálmate, Kanon...- Sugirió el inglés, acabando de realizar el nudo.- Tranquilízate, por favor... estos nervios no te ayudarán en nada...

- Necesito un cigarrillo...y no tengo...- Kanon estaba siendo literalmente devorado por los nervios, y de sopetón se dirigió hacia la puerta, dejando al Wyvern con la corbata en el cuello y la palabra en la boca.- Ahora vuelvo...voy a comprar tabaco...y chicles...y caramelos...y...

- Y calma...compra calma también.

Kanon intentó sonreír, pero no pudo. Los nervios y el miedo al fracaso y al ridículo estaban pudiendo con él, y cuando regresó el olor que le acompañaba demostraba que el primer pitillo del día ya había sido engullido con ansiedad.

Ninguno de los dos pudo probar nada del desayuno. Sólo dieron cuenta de sus respectivos cafés en silencio, pensando aún en todo lo hablado la madrugada anterior.

Era evidente que Saga iba a jugar sucio...y el hecho de saber que Shaka había sido utilizado por él, y con los fines y exigencias demandadas, no pudo enfadar a Rhadamanthys. Kanon le había dicho que no había pasado nada, que en ningún momento había estado dispuesto a entrar en ese juego, y el Wyvern le creyó, sintiendo una profunda pena hacia alguien que hasta el momento había mantenido bajo cuarentena de observación.

- Shaka debe amar mucho a tu hermano...- Dijo Rhadamanthys, apurando el último sorbo de café.- Por prestarse a hacer éso por él...

- Shaka es un idiota.- Replicó Kanon sin ocultar cierta tristeza.- Y Saga es un condenado hijo de...bueno...mejor me callo. Nuestra madre no tiene la culpa que sus hijos sean un par de gilipollas...Ella hizo todo lo que pudo por nosotros, y los tres la apartamos de nuestras vidas...

Kanon no sabía por qué justamente en ese momento estaba pensando en su madre, la cuál hacía años que no veía. Y tampoco sabía por qué desde la noche anterior, cada vez que pensaba en Saga veía a su padre tras él.

- ¿A qué viene ésto ahora, Kanon? - Preguntó Rhadamanthys profundamente extrañado.- Nunca hablas de ellos...

- No lo sé, Rada...no lo sé...

El Wyvern le observó con dedicación, pero Kanon ni se percató de ello, ya que estaba completamente abducido en otra dimensión, desconocida y peligrosa...demasiado peligrosa. Rhadamanthys se alzó y se acercó a él, arrancándole de su estupor con un sentido beso y unas palabras cargadas de buena intención.- Saldrá bien, Kanon...decidas lo que decidas, harás lo correcto.

Ahora fue Kanon el que buscó otro beso, cortándolo con pesar para alzarse también y reclamar la corbata que aún colgaba del cuello de Rhadamanthys.- Sí me la devuelves, me iré. No quiero hacer esperar a Marin.

El Wyvern aflojó el nudo lo justo para pasársela por la cabeza y ofrecerla a Kanon, el cuál la tomó el hizo el mismo gesto a la inversa, ajustándola escasamente, y sin abrochar el último botón de la camisa. Con pasos nerviosos entró de nuevo al baño y se miró al espejo. Los cabellos aún lucían húmedos y alborotados, pero no iba a hacer nada más con su imagen. Al fin y al cabo, él era él, y ya le molestaba tener que usar las ropas de su hermano para encima convertirse en su perfecta réplica ante un tribunal. El perfume de Rhadamanthys le esperaba en el mármol del lavabo, pero sus manos no le apresaron. Sus manos buscaron el perfume que siempre había sido suyo, y que hacía lustros que tenía olvidado en un rincón. Quizás no era tan caro...ni tan sugerente, pero era el suyo. Y hoy Kanon debía ser y sentirse simplemente él.

- ¿Nos vemos allí, Rada? - Dijo, saliendo del baño y buscando las pertenencias que debía llevar consigo.

- Allí estaré.

Otro urgente beso precedió la marcha de Kanon, que se colgó la americana de un hombro y del otro la eterna mochila que siempre le acompaña, y a la que tampoco pensaba renunciar.

...

Al cabo de unos minutos, el coche se estacionó frente al portal del edificio de Marin, y una llamada perdida fue la señal para alertar de su llegada.

Aún pasaron unos minutos hasta que la puerta de acceso al bloque se abrió, y desde el otro lado de la calle Kanon vio que Marin bajaba muy bien vestida, y muy bien acompañada. Un asentimiento de su rostro le dio a entender que le había ubicado, y antes de cruzar la calle para unirse a él se agachó para amañagar al dormido Regulus, que no soltaba la mano de su padre y que parecía no poder con la mochila escolar que colgaba de su espalda. Después de Regulus vino la despedida de Aioria, la cuál se alargó en un beso que comenzó casto y acabó peligrosamente pasional.

- ¿Ese hombre es Kanon? - Preguntó Aioria cuando la necesidad de respirar acabó con la unión de sus labios. Marin asintió sin poder dejar de mirarle a él, a su amor, a su añorado Aioria.- Ayer, cuando llegué, topó conmigo saliendo del edificio.

- Estuvo aquí para acabar de perfilar el caso...- Respondió Marin, completamente embelesada.

- Es guapo...

- Sí, lo es...

- A ver si me tendré que preocupar...- Añadió Aioria a tono de broma.

- Nah...no soy su tipo...

- ¿Y cómo lo sabes? Los hombres podemos tener muchos tipos...

- Pues porqué con él, tú tendrías más posibilidades que yo, Aioria...- Aclaró Marin, sonriendo sin fin.

- Ah, vale...comprendo.

- Papá...¿vamos al cole? - Regulus ya estaba impacientándose de estar parado en la calle sin moverse, y que su padre le llevara al colegio para él era un motivo de orgullo y exhibición de papá ante los compañeros que siempre le decían que no tenía, sólo por el hecho de no verle nunca.

Marin volvió a besarle, y aún se permitió amañagar al pequeño otra vez antes de despedirse y cruzar, llegando con paso decidido al coche y tomando asiento al lado de Kanon, luciendo su joven rostro visiblemente feliz.

- Hola Kanon...- Dijo sin poder reprimir una eterna y tonta sonrisa, y un intenso y natutral rubor tiñendo sus mejillas.

- Vaya, vaya, Marin...has dormido poco esta noche ¿verdad? - Dijo Kanon a modo de saludo, forzándose a olvidar el nerviosismo que estaba acabando con él.

Marin le miró aún con la mirada embobada, evitando hablar de la noche, fijándose en su aspecto y en su inaudito aroma, y con aplastante naturalidad le alabó.- Kanon, estás...estás irreconocible...y este perfume, no es el de Rhadamanthys, pero huele genial...

- Y tú tienes cara de habértelo pasado bien ¿eh? - Insistió él, divirtiéndose con la tontería que embargaba a Marin. - Un buen revolcón dado con ganas siempre sienta estupendamente.

Marin volvió su vista hacia Aioria y Regulus, que desde la distancia le decían adiós con la mano, ocasionando que Marin imitara sus gestos antes de lanzarles un beso al aire y de volver su mirada hacia Kanon y afirmar - Y dos también...

Esta íntima e inocente confesión fue capaz de arrancar una ligera carcajada a Kanon, que sin demorar más puso el motor en marcha y emprendió el camino hacia el juzgado.

- Marin...hay algo que debes saber...algo que yo supe ayer, después de salir de tu casa...

- ¿Ah sí? ¿Y de que se trata? - Preguntó Marin, recuperando su seriedad.

- Se trata de algo que quizás nos echa al traste todo nuestro trabajo...algo que quizás me obligará a hundir a Saga...y exponer mi crimen de diez años atrás...

- Kanon, me estás asustando...¿qué es lo que sabes ahora que no supiéramos ayer?

...

El edificio del juzgado estrujó su pecho con sólo ser avistado de lejos, pero ni esa sensación ni todo el temor que estaba generando su creciente inseguridad iban a impedir que Kanon volviera a entrar allí.

La sobriedad había recuperado a Marin, y pensar en todo lo que Kanon le acababa de compartir le ocasionaba una repugnancia imposible de soportar. En breve le verían... En breve se enfrentarían a él, y ahora Marin simplemente estaba aterrorizada con la pequeña certeza de verle de frente, temiendo no poder ser testigo de nada más que de una profunda falta de respeto y dignidad.

No hizo falta acceder al edificio para avistarle. Saga estaba a las puertas de él, junto con Shura, quién le acompañaría en el banco de la acusación. La imagen que presentaba se percibía impecable, como siempre. El traje elegido era negro, contrastando con la blancura de la camisa y el tono verdoso de la corbata. El cabello lucía ordenado y domado, y sus gestos al hablar tenían una corrección que chocaba estrepitosamente con la tosquedad inherente en Kanon.

Kanon se había congelado en la mitad de la escalinata de acceso. El peso de su inseparable pasado tenía parte de culpa en ello, y la presencia de Saga a lo alto de las escaleras el motivo principal que ahora le frenaba y le llenaba el pecho de dudas y frustración. Marin se detuvo al saberse sola en su ascenso, y cuando se volteó, el gesto que Kanon le dedicó con su cabeza le instó a seguir adelante sin él, esperando su reunión una vez dentro del edificio.

Saga estaba de espaldas a él, y fue Shura el que le vio e inmediatamente acabó con la conversación que mantenía con el fiscal y desapareció.

Ya no había escapatoria. Ya no había salvación ni marcha atrás. Saga estaba allí, y en ese momento se respiraba el hedor del primer asalto de un combate que se auguraba sangriento y de incierto final.

Kanon sentía todo su cuerpo temblar y la necesidad de un último cigarrillo antes de toparse con la prohibición de fumar pudo más que su voluntad. Con extrema torpeza y nerviosismo intentó accionar el mechero, viéndose solidariamente ayudado por un alma anónima que le ofreció llama y algo de sosiego cuando la primera bocanada de humo llenó su ansiedad.

El olor a tabaco fue suficiente para conseguir que Saga se girara hacia él y lo hallara a un par de peldaños aún por debajo. La mirada de desprecio que adornaba su rostro reflejaba el cultivo de un odio sin fin, y el silencio que acompañaba su desagradable inspección mientras Kanon alcanzaba el mismo nivel, simplemente encogía el corazón.

Apenas un metro les separaba físicamente, pero un acantilado de infinito final lo hacía moralmente. El silencio era insoportable, y la mirada de odio que le dedicaba Saga laceraba. Cierto era que el fiscal lucía impecable. Como siempre. El traje del éxito nunca le abandonaba y su orgullo así deseaba mostrárselo a Kanon. Él era éxito...Kanon fracaso...y así seguiría siendo.

Todo ésto es lo que Saga le decía a través de su afilada mirada, y Kanon no se sentía con fuerzas de rebatirla, decidiendo, sin saber por qué, hablar. Justificándose...Justificándole...Hundiéndose aún más antes de empezar a batallar.

- Shaka no tuvo la culpa, Saga...- Fue lo primero que dijo, y la mirada de desprecio que caía sobre él se intensificó, siendo acompañada por un desagradable y momentáneo ladeo de los labios de su igual.- Yo le busqué...no paré hasta que lo conseguí...

- Me das asco, Kanon...os burlásteis de mí...¡Los dos! - Masculló Saga por lo bajo, dejando sonar al fin su voz.

- Te repito que yo le busqué...

- ¡Y Shaka aceptó! Si no hubiera sido así, estaríamos hablando de violación...y no es el caso.

- Deberías perdonarle...él te ama.

- No me lo ha demostrado aún.

- ¡Es execrable lo que le hiciste! - Se enfadó Kanon.- ¡No te lo ha demostrado porqué no se lo permití! ¡¿Pero cómo pudiste someterle a semejante humillación?! ¡¿Y tú le amas haciéndole ésto?!

- ¿Y tú desde cuándo te has vuelto tan moral? - Replicó Saga.- ¿Y qué te crees? ¿Que vas a ganar? Ni vistiéndote con mis ropas llegarás nunca a ser como yo, Kanon...el éxito no está pensado para ti, hermanito...- Añadió, atreviéndose a rozar con desprecio las ropas que cubrían a Kanon, el cuál le apartó la mano de sopetón.

- Ésto está por ver, Saga...Sé que estás dispuesto a jugar fuerte...ya lo hiciste una vez, y yo me beneficié de ello, es cierto...pero hoy yo también juego...Hoy también juego...

Una sonora y falsa carcajada sacudió a Saga, que prosiguió dando muestras de su irrefrenable odio y exagerada soberbia.- ¿Y qué armas va a tener un desgraciado e incompetente como tú?

Saga se regocijaba en su ataque hacia Kanon, que se tuvo que morder los labios y apretar los puños para evitar empezar un combate real antes de siquiera entrar.

Y Kanon ya no dijo nada más. No merecía la pena seguir hablando con alguien tan ciego y despreciable como quién se reía con mofa frente a él. Con quién le recordaba cada vez más a otro hombre no muy distinto a ellos dos.

Dentro, Marin le esperaba.

Saga, como nunca antes lo había hecho, ahora le asqueaba...

Y la verdad aguardaba. A él...a Saga...a ambos.

La verdad del caso...y quizás, la otra verdad.

FIN...

...de la primera temporada.

Ésto es un fin que dará comienzo a una nueva entrega que publicaré en breve, bajo el mismo título y con un añadido. "Duelo Legal: Juicio"