En un sencillo hotel del centro de Tokyo, se encontraba una pareja, sobre el sofá de una de las habitaciones besándose apasionadamente.

-Vamos a perder el vuelo, Yura – dijo un atractivo joven de intensos ojos azules, mirando su reloj de mano.

-A quien le importa, tomaremos otro – respondió una pelinegra de cabello corto, que sentada sobre él, besaba seductoramente su cuello.

El chico se removió inquieto bajo la joven y rodo sus ojos, para posarlos en unas revistas que sobresalían del bolso de ella.

-¿Pero qué demonios es esto? – preguntó fastidiado.

Leyó los títulos y todos eran referentes a… ¿bodas?

-Son solo para leerlas en el avión – contestó nerviosa.

-El maldito vuelo no dura tanto, solo es Fukuoka – alejó de golpe a la pelinegra -, además ¿Por qué el interés en este tema?

-Bueno, vamos a una boda – dijo sentándose y acomodando su cabello.

El rodo sus ojos – Es la maldita boda de la mejor amiga de mi madre, ¿a ti que te importa?

-Bueno, tus padres estarás, y como nuestra relación está avanzando, yo solo…- la interrumpió.

-Mph, ¿por eso crees que te llevo? – cuestionó con una sonrisa sarcástica.

-Si, para conocer a tus padres – reconoció sonrojándose.

El chico de larga trenza masajeó el puente de su nariz, tomó sus maletas y se dirigió a la puerta.

-Espera, Bankotsu – pidió la pelinegra, tomando apresuradamente sus maletas.

Bankotsu detuvo de golpe su caminar – Tu no vas – dijo fríamente -, esto se acabo.

La joven lo vio con ojos cristalinos - ¿Por qué?, yo creí que…

-Tu nada, esto era sexo, si invite a la estúpida boda fue para tener sexo – le aclaró -, no me malinterpretes no me interesas para nada mas – tomó la manija de la puerta, la abrió y se fue.

Cuando salió del hotel, se puso unas gafas negras y tomó un taxi en dirección al aeropuerto.

.o.

En otra parte de Tokyo, se encontraban tres amigas, esperando ansiosas a una atractiva pelinegra.

-¡Esto es horrible! – gritó la chica desde el baño, usaba un vestido color ciruela hasta la rodilla semi ajustado, con volados dos tomos más claros en las puntas y una gran cinta del mismo color que empezaba en el vientre rodeando su cintura y terminando en la espalda baja en un tosco moño.

-Vamos Kag, no puede ser tan malo, ¿verdad Eri? – preguntó una chica, recargada en la puerta.

-Es verdad Kagome, Yuka tiene razón – apoyó otra chica.

-Solo sal de una vez – dijo la última fastidiada.

-¡Ayumi! – regañaron Yuka y Eri juntas.

-Bien, ya voy – dijo Kagome, abriendo la puerta.

Las tres amigas se sentaron correctamente en el largo sillón de la sala, sorprendidas.

-Muy bien, sean sinceras – tomó las puntas del feo vestido y dio una vuelta.

-Bueno, es… ¿tradicional? – trató de animar Yuka.

-Es tan feo – reconoció la pelinegra.

-Diviértete en el baile – bromeó Ayumi, logrando que las cuatro rompieron en carcajadas.

-Ok, me cambiare – dijo Kagome, volviendo al baño.

-¿Qué se pondrá Inuyasha? – preguntó curiosa Eri.

-No lo sé, no es como si la boda fuera nuestra – respondió encogiéndose de hombros y mientras se quitaba el feo vestido, se escucho una bocina de auto.

-¡Kagome, rápido, tenemos que irnos! – gritó molesto un chico de largo y plateado cabello.

-Maldición, ya llego – se lamentó Kagome.

Ayumi se levantó del sillón y abrió furiosa la puerta - ¡Te puedes esperar! – gritó y la cerró de golpe -. No soporto al idiota de Inuyasha. El novio de su amiga no era del agrado de ninguna de ellas.

-Kag, ¿ya le contaste a tu madre sobre el idiota? – preguntó Ayumi, volviendo a sentarse junto a sus amigas.

-No, solo les dije que iría con un hombre – respondió saliendo apresurada del baño -. Nos veremos en una semana, ¡las quiero chicas! – gritó al correr al auto del peliplata.

Luego de subir al auto, Inuyasha partió rápidamente - ¿Por qué demoraste tanto?, llegaremos tarde al aeropuerto – cuestionó furioso.

-Lo siento, estaba ocupada – dijo Kagome besando la mejilla del chico.

El peliplata solo negó con la cabeza y condujo en silencio.

Cuando llegaron, sonó el móvil de la chica.

-Diga – contestó.

-Hola Kag – saludó un hombre, desde la línea.

-Hola Miroku, ¿cómo estás? – preguntó animada.

-Bien, Kag no has visto a Bank, debería estar en el aeropuerto – informó con tono preocupado.

La azabache rodó fastidiada los ojos – No lo he visto, llámalo al móvil – pidió, mientras veía como Inuyasha batallaba para sacar la maleta del auto -, Miroku estoy un poco ocupada hablamos luego – comentó y colgó la llamada.

-Maldicion – se quejó Miroku, marcando rápidamente en el teléfono.

-¿Qué quieres? – se escuchó la fría voz del moreno.

-Hola Bank, ¿ya estás en el aeropuerto? – preguntó.

-Que molesto eres, si ya estoy aquí – respondió, tomando un sorbo de su whisky.

-Bien, Bank, ¿has visto a Kag?, dijo que vendría con un hombre y Sango quiere saber como es.

-¿Qué crees que soy?, su maldita niñera, Kagome ya es grande como para saber con quien anda – soltó fastidiado.

-Lo se, pero… - trató de continuar pero fue interrumpido.

-Miroku, te llamo luego – dijo Bankotsu, cuando vio entrar a una atractiva mujer de pelo largo y rubio acercarse a la barra.

-No, no Bank, debes subir a ese avión, por favor la boda de mis suegros será en la casa de tus padres, no puedes llegar tarde – suplicó Miroku.

El chico de ojos azules rodó sus ojos – Cálmate, el vuelo se retraso tres horas – sonrió internamente.

-¿Tan atractiva es? – cuestionó.

Bankotsu amplió su sonrisa y solo colgó la llamada.

.o.

Fuera del aeropuerto, Kagome se encontraba con Inuyasha.

-Te dije que llegaríamos tarde – regañó Inuyasha.

-Todavía queda tiempo, no seas tan dramático – dijo divertida.

Cuando se dirigían al embarque, escucharon un grito.

-¡Hola Inuyasha! – se acercó un hombre de pelo largo, negro y ondulado.

El peliplata pareció palidecer – Ho-hola Naraku – tartamudeó - ¿Qué haces aquí?

-Solo despedíamos a los padres de Kagura – respondió con una sonrisa maliciosas en los labios mientras miraba a la azabache.

-¡Naraku! – se escucho una voz femenina.

El peliplata solo cerró sus ojos.

-Inuyasha, pero ¿qué haces aquí? – preguntó confundida.

-Hola Kagura – respondió pálido como la nieve.

-Oh, ustedes son Naraku y Kagura – habló Kagome, tratando de incluirse en la presentación -, que gusto conocerlos.

-¿Tu eres amiga de Kikyo? – frunció el seño Kagura.

-¿Quién es Kikyo? – preguntó confundida la azabache.

-La esposa de Inuyasha – escupió molesta.

Kagome sintió como si fuera bañada en agua fría, volteó hacia Inuyasha y continuo caminando.

-Kagome, espera, puedo explicarlo – pidió el peliplata.

-¿Para que?, para que me digas otra mentira – soltó con ojos cristalinos.

-Estamos casi separados – se justificó.

-Ja, no soy tan idiota, ¿porque no me dijiste la verdad? – cuestionó, ahora furiosa.

-No te hubieras acostado conmigo si lo hubiera hecho – reconoció.

Kagome abrió su boca sin poder creer lo que escuchaba, la rabia se apoderó de ella y soltó una fuerte cachetada en la mejilla del chico.

-¡Idiota! – le gritó y se marchó.

Corrió hasta la sala de embarque de su vuelo y descubrió que se había retrasado.

"Perfecto" pensó llena de tristeza, camino hasta el baño, entro en un sanitario y lloró desconsoladamente.

Estuvo varios minutos sumida en su pena hasta que escucho que golpeaban su puerta.

-¿Estás bien? – preguntó una amable voz femenina.

La azabache limpió sus mejillas y tomó aire – Estoy bien – respondió lo más tranquila que pudo y salió del sanitario.

Se acercó a los lavamanos y comenzó a sollozar – Lo siento mucho, no he tenido un buen día – reconoció mirando a la chica de pelo castaño oscuro y ojos verdes que la miraba curiosa.

-Te entiendo, no sabes lo que es tener uno de estos días y estar catorce horas en un vuelo – le comentó regalándole una cálida sonrisa.

Kagome la miró un poco más tranquila - ¿Eres azafata?

-Sí, mira, porque no pruebas una de estas – le dio una pequeña pastilla blanca.

La azabache, que había comenzado a llorar nuevamente, miró con dificultad la pastilla - ¿Qué es? – preguntó limpiando sus ojos.

-Eso cariño, es el mejor amigo de las azafatas – lo dijo con una gran sonrisa y salió del baño.

.o.

Mientras en el bar del aeropuerto.

Bankotsu bebía otro whisky con la melosa rubia.

-Podríamos ir a otro lugar – dijo con voz sugerente.

-No tengo mucho tiempo – reconoció dándole una sonrisa de lado.

-Hay un hotel a cinco minutos de aquí – afirmó la rubia.

Bankotsu se levantó de su silla y tomó su maleta, cuando comenzó a caminar vio a la azabache.

-¡Bankotsu! –gritó Kagome.

-Kagome – se sorprendió al ver el estado de la chica.

La azabache se acercó y se colgó del cuello del chico. Bankotsu correspondió el abrazo – Kagome, ella es Risa – soltó a la joven – Risa, ella es Kagome, una amiga, va a la misma boda.

La azabache miró a la espectacular rubia y la abrazó.

Risa miro confundida a Bankotsu y se removió inquieta ante el contacto.

-Kag – la sujetó el chico de los hombros -, ven un momento, necesitamos hablar.

La tomó de la mano y la llevó a una mesa - ¿Qué pasa?, ¿interrumpo algo? – preguntó divertida.

-¿Qué te paso? – ignoró las preguntas de la chica-, mira como estas.

-Solo estoy muy feliz – respondió con una amplia sonrisa.

Bankotsu suspiro derrotado – Espera aquí – dejó a la azabache, para dirigirse de vuelta donde estaba la rubia -, creo que no podre ir contigo, cariño – le dijo tomando su maleta.

-¿De qué hablas?, ella puede cuidarse sola – aseguró rodeando su cuello.

El chico levantó una ceja – No, no puede – respondió con tono frio sin dejar de mirar a la azabache.

La rubia lo miró molesta y se marchó.

-Lo siento mucho Bank, no es necesario que te quedes, estoy muy bien – dijo desorientada.

-Sí, claro – comentó sarcástico sentándose junto a ella - ¿Qué paso?

Luego de varios minutos Kagome le contó lo que pasó con Inuyasha y también lo de la azafata en el baño. Bankotsu escuchó atentamente.

-Maldito imbécil – soltó al final.

-Sí, lo es – concordó la azabache, ya más tranquila luego de varias tazas de café -. Yo creí en él – reconoció soltando lagrimas.

Bankotsu conocía desde pequeño a la chica, sus madres eran amigas por lo que prácticamente se criaron juntos.

Se acercó a ella y la abrazó – No llores por un idiota – sonrió sarcásticamente -, no lo valemos.

-Lo se, pero – lo miró a los ojos -, y si imbéciles como él, ¿es lo único que puedo conseguir? – preguntó con lagrimas en los ojos.

Bankostu rodó sus ojos - ¿Cuál es la prisa?

-No sabes la presión que tengo de mi madre, es su segundo boda y yo ni siquiera tengo novio estable – reconoció frustrada.

-Mph, ¿presión?, presión que tus padres estén constantemente preguntando cuando será el día en el que elija a mi esposa – respondió fastidiado –. Kag, eres una mujer atractiva, divertida y malditamente honesta – abrazo nuevamente a la azabache -, ya encontraras al maldito que te haga feliz.

Espero su respuesta pero la chica no se movió, preocupado comenzó a moverla y notó que estaba dormida, sonrió al recordar que siempre ocurría igual. Cuando eran niños y jugaban hasta muy tarde, siempre era él quien llevaba cargando a la chica hasta su casa, removió un mechón de cabello que caía sobre su cara y sintió sonar su móvil.

Identificó la llamada y contestó – Hola mamá.

-Por fin respondes, ¡Esta vivo! – gritó.

-¿Por qué no habría de estarlo? – sonrió divertido, por cosas de trabajo se había alejado un poco de su familia y amigos y descubrió que los extrañaba un poco.

-Porque ya deberías estar aquí – respondió molesta su madre.

-Mi vuelo se retraso.

-¿Por qué no llamaste?

-Estaba ocupado – soltó mirando a la azabache que dormía en sus brazos.

-Cinco segundo demorabas en marcar el numero – dijo molesta.

-Mamá, ¿qué pasa? – el moreno no era estúpido, su madre siempre estaba preocupada por él, pero esa actitud no era normal en ella.

-Nada so-solo, creí que llegarías esta noche – habló con la voz ligeramente quebrada.

-No sabes mentir.

La madre de Bankotsu cerró sus ojos – No te miento, todo está bien.

El moreno rodó sus ojos – Estoy perdiendo la paciencia, o me dices que pasa o llamare a papá – amenazó.

-Lo siento cariño – se disculpó llorando.

-¿Mamá?, ¡mamá!, ¿Qué pasa? – alzó la voz preocupada.

-Hola hijo – se escuchó la ronca voz masculina.

-Papá, me podrías decir ¿qué paso? – preguntó lo más calmado que pudo.

El hombre suspiró profundamente – Hijo, esto no debería decírtelo por teléfono.

-¡Solo dilo de una vez! – gritó fastidiado y preocupado, odiaba ese sentimiento.

-Tengo cáncer.

Bankotsu palideció.

-Tengo cáncer hijo – repitió el hombre -, y es terminar, tengo seis meses como máximo.

-Encontraremos una solución – soltó el moreno.

-No, hijo, para esto no hay soluciones mágicas – sonrió nostálgicamente el hombre.

-No hables así – dijo con voz fría.

-No me arrepiento de nada, solo lamento no haber conocido a la madre de mis nietos, eres mi único hijo y mi mayor orgullo – carraspeó para estabilizar su voz -. Me hubiera gustado verte feliz.

Bankotsu bajó su vista y vio a la chica que aun dormía plácidamente – Papá – titubeó si continuar con la locura que estaba por cometer -, de hecho, quería hablar sobre eso contigo.

-Claro, ¿Qué ocurre?

-Y… ¿y si te dijera que ya la conoces? – soltó el moreno.

-¿A quién? – preguntó el hombre incrédulo.

CONTINUARA…