Razón VII: No sabe cómo iniciar una conversación.

—¿Ya escucharon el rumor? —Comentó Amy Wilson mientras se echaba rubor en las mejillas.

—¿Cuál rumor? —Contestó Jessica Smith mientras intentaba acomodar un mechón rebelde de cabello con sus manos.

Alisse, quien estaba mandándose mensajes de chat con Rhonda, alzó una ceja y se aclaró la garganta: —Espero que no sea nada sobre Arnold y yo…

Amy Wilson soltó una carcajada burlona antes de hablar.

—¡No, querida!, ¡esas son noticias MUY viejas!

Ofendida, Alisse dejó su teléfono a un lado y preguntó en voz alta.

—¿Y se puede saber de qué estás hablando?

—¡Arnold tiene una cita con una de las chicas de nuestra escuela!

—¡¿Quién?! —dijeron Jessica y Alisse al mismo tiempo.


Como Helga nunca había tenido una cita, decidió que iba a improvisar todo el asunto. Después de todo, Arnold no había sido claro en los términos de la salida. Solo le había dicho que quería salir con ella, no se le había declarado ni le había hecho altares con gomas de mascar. Esto era una muy buena señal para que Helga se lo tomara con calma y no esperara demasiado de su cita con Arnold.

El problema estaba, por supuesto, en que cada vez que pensaba en eso: en su cita con Arnold, sentía una pequeña aceleración inconveniente en las palmas de las manos. Como si la sangre le comenzara a bombear con fuerza y como si el latido de su corazón retumbara en sus orejas. Una cita con Arnold, como si esas cosas pasaran en la vida de Helga, tan fácil.

Su primer impulso, después de pronunciarlo con todas las letras (cita con Arnold), había sido cambiar de nacionalidad. Quizá podía volverse francesa y enamorarse de un francés. Eso pasaba en casi todas las películas y en la mitad de sus libros, sonaba bastante realista y menos escalofriante que tener una cita con el amor de su infancia.

Además, Helga tenía un problema muy grueso, porque esa parte de su cerebro que celebraba sus pequeñas victorias también estaba llenándola de un montón de preguntas que no podía responder por el momento. Quizá era que Arnold estaba gastándole una broma, como esa vez en el día de los inocentes. Quizá era que después de todo el desbalance hormonal por el baile todavía todos anduvieran locos y Arnold fuese el rey de todos ellos. Había un montón de rumores acerca de su popularidad y las chicas no lo decían, pero existía esta secreta apuesta en la que tenían que ganarse a Arnold o perder la dignidad de las chicas. A Helga no le importaba tres rábanos la dignidad de las chicas, pero sí le importaba lo suficiente como para cometer la estupidez de guiñarle el ojo a Arnold.

¡¿En qué estabas pensando, Helga?! ¡Lo volviste tarado!

Entonces, frente al gran espejo de su habitación, Helga decidió improvisar. Decidió que mientras Arnold no le dijera de qué trataba esta cita, ella no tenía por qué angustiarse para simularla. Se vistió más o menos como todos los días: con sus zapatillas rojas, sus jeans azules, su camiseta blanca y una chaqueta rosa que le quedaba varias tallas más grandes porque la heredó de Olga. Decidió omitir la gorra de beisbol y optó por una cola alta que le permitía respirar mejor y no sofocarse. Solo por la vanidad que le ganó en el nerviosismo, decidió usar unos aretes rojos que Miriam le había regalado en un día en el que Bob no estuvo en casa.

¿Y si es una broma?


—Buenas noches, mi nombre es Arnold. Venía a ver a Helga.

Arnold no recordaba el hogar de los Pataki con ningún tipo de emoción. Las pocas veces que se había encontrado con sus ocupantes, había tenido problemas. Bob Pataki no sabía ser empático y Helga, aunque sabía, no parecía querer ponerlo en práctica. No se sentía especialmente inclinado a visitar el lugar, pero una cita era una cita, y Helga siempre había sido bastante explícita respecto de sus preferencias por las formalidades. Por suerte, quien le abrió la puerta no fue Bob Pataki, sino su hija mayor.

—¡Arnold, querido, por supuesto que sé quién eres! —Se rio con ese encanto que tenían las mujeres como ella y como Lila, así que Arnold le sonrió antes de darse cuenta—. Pasa, por favor. No sabía que venías a ver a mi hermanita. Dime, ¿tienen una cita?

Aunque Arnold sabía que Helga seguramente se enojaría con él por contarle sobre sus planes, no pudo evitar el impulso que le llevó a contestar de inmediato.

—Sí, vamos a ir a cenar en un rato. ¿Sabes si está lista? – dijo mientras cruzaba el umbral y acompañaba a Olga al recibidor de la sala.

—La escuché dando vueltas en su habitación, ya debería bajar.

Arnold la miró un momento, pues esperaba que Olga subiera; sin embargo, ella no hizo el menor además de querer retirarse. En cambio, se sentó en el sillón más grande y le indicó que hiciera lo mismo con la mano. Extrañado por su actitud, obedeció de inmediato y se sentó con incomodidad cuando notó que estaba siendo sometido a un escrutinio.

—No te molesta que te haga algunas preguntas, ¿verdad, Arnold? —Sonrió Olga con amabilidad y Arnold asintió.

—No, está bien, ¿qué quieres saber?

—¿Desde hace cuánto están saliendo?

—Eh… bueno, —Arnold no esperaba una pregunta tan directa—. No estamos saliendo… Yo estuve algún tiempo en la selva viviendo con mis padres y regresamos hace un par de meses.

—Oh, entonces, ¿esta es su primera cita?

—Sí, la verdad no pensé que aceptaría.

—Sí, yo tampoco.

—¿Perdón?

—Así que estuviste viviendo con tus padres, me alegro por ti. No me entero de muchas cosas, ya que siempre estoy viajando, disculpa, —Olga se tapó la boca para soltar una risita pretenciosa que Arnold pasó por alto—. Pero sabes qué es muy curioso, en todas las ocasiones en las que he regresado a casa, Helga nunca ha tenido citas.

—Oh… uh… Helga es bastante reservada.

—Sí, por supuesto, o quizá simplemente no ha tenido suerte con los chicos de la escuela. No sabría decirte, yo siempre recibía invitaciones, aunque rechazaba a la mayoría.

Arnold arrugó el ceño.

—No creo que se trate de suerte, Helga solo no sale con personas que no le gustan.

—Oh, ya veo, entonces, ¿tú le gustas bastante? —Olga estaba ligeramente inclinada, así que era difícil decir si su expresión era tan maliciosa como el tono que había empleado.

—No lo sé, —respondió con irritación—, ¿lo suficiente?

—¿No lo sabes?, ¿y le pediste salir? —Olga abrió los ojos con sorpresa—. No me digas, como le gustas bastante, ella te pidió salir a ti y solo aceptaste. ¿Es una cita por conveniencia?

Arnold quería que Olga le agradara porque si estaba yendo a una cita con una chica, era una cortesía que también te agradara su familia. No le agradaba Bob y no conocía lo suficiente a Miriam para tener información y tomar una decisión. Solo conocía a Helga y lo que Helga compartía con él. Sabía que la mayoría de veces Helga exageraba su irritación con el mundo, pero en ese momento, en esa sala, frente a Olga, no pudo más que concederle razón a su irritación.

Se sentía lo suficientemente molesto para olvidar su incomodidad inicial y lo suficientemente exasperado para arruinar sus relaciones con la familia de Helga en su primera cita. Se sentía indignado y todo lo que uno no debía sentirse antes de una cita.

—No, Olga. No entiendo por qué estás insinuando lo contrario, pero salir con Helga no es una obligación ni una broma. Ella me gusta. La invité a salir porque quiero que tengamos la oportunidad de conocernos mejor y la única conveniencia que tendría sería la de pasar tiempo con ella. ¿Podrías llamarla, por favor?

Arnold estaba preparado para enfrentarse a Olga, pero ella no estaba dispuesta a lo mismo. Le volvió a sonreír, pero su expresión se veía más genuina, y habló despacio, sin el retintín petulante que había usado antes.

—Mi papá está de viaje, Arnold. Helga debe llegar antes de las once y tú deberás acompañarla hasta la puerta. Pareces un buen chico y eso será lo que le diré a mi mamá. —Se levantó y lo observó con cierta indiferencia—. Tenías razón sobre Helga, no sale con personas que no le gustan. Iré por ella, espera un momento.

Oh.

Arnold se quedó tan absorto en el silencio de su epifanía que no escuchó el ruido sordo que se expandió desde el segundo piso.


—Oh, Helga, qué pena, debí haber subido antes, —Olga miró con cuidado la chapa redonda de la puerta de la habitación—. Pero mira el lado bueno, lograste repararla a tiempo.

Helga la miró de mal humor.

—¿Qué quieres decir?

—Tu cita ha llegado hace un momento, ¿no escuchaste la puerta?

—Oh, ¿ya llegó?, ¡quiero decir… no tengo una cita!, es… ¿es Arnold? —Tosió— No que Arnold sea mi cita.

—¿Un muchacho rubio que te va a llevar a cenar?

—Eh… bueno, pues…

—Eso es una cita, querida.

—¡Cállate, Olga! —Se enfadó—. No es una cita porque yo voy a pagar por mi comida y en realidad somos compañeros de trabajo y vamos a trabajar en… en… el proyecto en el que somos compañeros… y… —Cuando Helga vio la expresión confundida de Olga, decidió rendirse—. No es tu asunto.

—Sí, por supuesto, pero como no están ni mamá ni papá, tengo que recordarte que debes llegar antes de las once y que debes llevarte uno de los beeper para poder contactarte.

—Estás bromeando.

—Me temo que no.

—¡Olga!

—Lo siento, hermanita, son las reglas.

—¡Tú tienes un celular!

—Sí, pero tú no.

—¿Me lo estás echando en cara?

—Creo que tu cita debe estar cansado de esperar.

—¿Y a mi qué me importa?

Olga alzó una ceja.

—Es la costumbre. —Helga tomó uno de los beeper que tenían mosqueándose en el pasillo y se abrió paso. Esta probablemente iba a ser la peor cita de todas, pero se estaba muriendo por que comenzara.


Me estaba probando, pensó Arnold, ¿por qué son tan complicados todos los Pataki?

—¿Arnold… o?

Arnold dio un respingo, la voz de Helga le había llegado de improviso, así que cuando volteó no se lo esperaba en lo absoluto.

A Helga no podía importarte demasiado, pero casi nunca se quitaba la gorra y sus aretes de piedras azules jugaban con el reflejo de sus ojos. Se veía más alta que en la escuela y quizá más desliñada, con esa chaqueta rosa que se la comía entera, pero Arnold lo notaba. Lo notó en esa sensación inquieta que le hormigueaba en la palma de las manos y que se parecía muchísimo a los nervios antes de un partido de béisbol.

—Buenas noches, Helga, me gusta tu chaqueta.


Continuará...


¡Hola, retoños! Mi misión es terminar TODOS mis fanfics este año, por eso, me han visto actualizando bastante este último mes. Voy a procurar subir un nuevo capítulo de manea interdiaria (quizá sean más pequeños, pero con la frecuencia creo que se compensa). ¡Les contestaré los reviews el fin de semana, lo prometo! ¡Los amo a todos!

¿Clic al botoncito? :) (si me sobornan, les subo la siguiente de esta el viernes jajaja)