Capitulo 2

A Kagome le estaba doliendo la espalda de tanto agacharse. Resulta que vivir en la época feudal involucra cultivar y recolectar tu propia comida, cosa a la que ella no estaba acostumbrada habiéndose criado en una ciudad. Por lo general no le molestaba el esfuerzo porque significaba poder estar bajo el sol, a veces con la compañía de Sango o Shippo, pero aquel claramente no era su día.

Sango estaba ocupada bañando a sus hijos en el lago, y Shippo aún seguía escondido por ahí porque temía la ira de Inuyasha por sus bromitas de la noche anterior. Las demás mujeres de la aldea la acompañaban, pero con el humor depresivo que Kagome estaba emanando de su cuerpo, ninguna realmente se acercaba para darle charla. Y no las culpaba. La verdad es que era una compañía bastante mala en aquel momento, y estar sola le permitía pensar… mas que nada en el hecho de que era una mujer muy estúpida.

La conversación de la noche anterior se filtró de nuevo en su cerebro, y recordó todas las crueldades que habían salido de su boca.

Insistes demasiado.

Me estas presionando.

¡No quiero hacerlo contigo!

Inuyasha no se había merecido aquellas palabras. Si, él quería sexo, pero ¿Qué chico no lo quería? Y su intento de conversación no había sido con el objetivo de ponerla incomoda, sino para entender de donde venía su nerviosismo, quizás hasta para reconfortarla. Y ella no podía hacerse la estúpida ahora, había entendido a la perfección sus intenciones, pero se había dejado llevar por el miedo a arruinar su relación.

No es que no lo quisiera, todo lo contrario, quería demasiado a Inuyasha como para decepcionarlo. ¿Qué pasaba si hacían el amor una noche y luego él se daba cuenta que no cumplía sus expectativas? Era lo suficientemente respetuoso con ella como para guardarse el sentimiento, pero ella vería la decepción en sus ojos, estaba segura.

Tal como la vi anoche, se recordó, y una sensación abrumadora de cansancio se le vino encima al pensar en ello nuevamente. Parecía que todo lo que hacía a fin de cuentas estaba mal: intentaba ahorrarle a Inuyasha una mal experiencia, solo para terminar hiriéndole con mentiras. Había intentado buscarlo unas horas después para disculparse, y hasta que salió el sol, Kagome no desistió en su intento por encontrar a su pareja. Pero no lo vio por ninguna parte.

Cuando no hubo signos de él por la mañana, la chica comenzó a asustarse, creyendo que se habría ido lejos para tomarse un descanso de sus histeriqueos, o lo peor de todo, quizás le habría pasado algo que le impidiera volver a su lado. Con una sensación de pánico en la boca del estomago, Kagome preguntó por todas partes si alguien había visto a un inconfundible demonio de cabello blanco y hakama roja.

- Entendí algo así como que tenía algo que hacer – comentó Miroku de pasada, claramente no tenía idea de la pelea que había tenido la pareja la noche anterior – creo que dijo que volvería esta noche.

Con un suspiro de alivio, Kagome intentó recuperar horas de sueño. Quería estar descansada cuando él volviera a la noche y poder tener una conversación de forma tranquila y madura, sin miedos ni mentiras, nada mas que la pura verdad. Pero por más que intentó descansar, detrás de sus parpados, solo podía ver el rostro traicionado de Inuyasha mientras se daba vuelta y alejaba de ella.

No quiero presionarte, había dicho él. ¡Que desastre había creado ella con tal de proteger sus inseguridades! Tenía tanto que explicarle, que empezó a hacerse monólogos en la cabeza, repitiendo discursos una y otra vez sobre como encararía el tema. Solo esperaba que pudiera perdonarla.

El resto del día transcurrió de forma lenta, y Kagome intentó llenarse de trabajo al darse cuenta que no podría dormir hasta hablar con Inuyasha. Acompañó a Sango con sus hijos, lavó ropa, y ayudó a algunas personas de la aldea, y a pesar de la distracción en su cabeza, hizo lo posible por concentrarse.

Para cuando llegó la noche, Kagome estaba exhausta, pero no aceptaría perder de vista a Inuyasha una noche más, por lo que se sentó sobre el viejo pozo de agua que había usado incontables veces para ir de un mundo al otro, y se dispuso a esperar. No tardó mucho rato en divisar una figura etérea, con el cabello blanco enredado y un par de ojos amarillos que le quitaban el sueño.

Kagome se puso de pie, pero no encontró dentro de si misma el valor para correr hacia él. Estaba tan avergonzada de si misma, que solo mirarlo ya se estaba haciendo difícil. Mordiéndose el labio esperó hasta que él llegara hasta ella, y abrió la boca para disculparse, pero él habló primero:

- Lo siento.

¿Se esta disculpando?, se preguntó la chica con incredulidad, pero, ¿Por qué? En su cabeza los diferentes discursos que había preparado se vinieron abajo por lo sorpresivo de la situación, y no atinó a responder nada por unos instantes, cosa que él tomó como señal para continuar hablando.

- Quiero disculparme contigo, porque a veces puedo ser impulsivo – dijo él pasándose una mano por la nuca y mirando el suelo – me dejo llevar muy rápido por algo que quiero y no tengo en consideración lo que piensa la otra persona.

Sorpresivamente él parecía nervioso, moviendo su pie descalzo sobre el pasto de un lado a otro como un niño pequeño, aplastando pequeñas hojas como si esa acción lo obligara a concentrarse. Nunca lo había visto tan fuera de su zona de comodidad en todos los años que lo conocía. Con consternación, la chica comprendió que él se sentía culpable por la pelea de la noche anterior, y se estaba achacando toda la responsabilidad a si mismo.

No, esto no esta bien, pensó ella, y abrió la boca de nuevo para corregir su error, pero él no quiso saber nada de ello:

- No se como hacen las cosas en tu época, pero en esta los hombres podemos ser un poco bruscos. Nunca me habría forzado sobre ti ni nada, tienes que creer eso, pero sin darme cuenta te insistí demasiado y eso hizo que te sintieras incomoda, y yo nunca quise…

- Inuyasha ya para…

No pudo terminar la frase, porque de repente la chica se vio apretada contra el pecho del demonio, mientras sus brazos la rodeaban firmemente. Una sensación de calma la embargó entera al sentirlo tan cerca, y por un instante, fue capaz de olvidar toda la pelea como si nunca hubiera sucedido, y perderse en sus brazos. Solo por un instante.

- Te amo, Kagome – susurró él en su oído, lo que causó que el pulso de la chica se disparara – y se que estoy siendo egoísta pero voy a pedirte que me perdones porque se que también me amas. Estoy lleno de defectos y muchas veces no tengo la menor idea que te hace querer permanecer conmigo, pero lo cierto es que lo haces y yo estoy demasiado malditamente feliz para cuestionarlo. Así que voy a pedirte que en los momentos que me esté comportando como un idiota y presionándote sin darme cuenta, me lo digas y yo te daré el espacio que quieras, porque lo último que quiero es que te alejes de mí.

Él le tomó las mejillas en sus manos entonces, y la miró a los ojos con una desesperación que por poco la hizo llorar. Ella se estiró para besarlo, queriendo borrar de sus ojos aquella expresión tan triste, pero se detuvo de repente al ver que él jadeaba y revolvía su hakama en una enérgica búsqueda.

- Tengo algo para ti – dijo él al encontrar lo que buscaba, y de entre los pliegues de su ropa, extrajo una pequeña caja.

Era sencilla, de madera un tanto gastada, pero con bellos diseños a su alrededor que atrajeron la atención de la chica. Inuyasha estaba visiblemente nervioso, moviendo el peso de su cuerpo de un pie al otro, porque no sabía como reaccionaría ella cuando viera el contenido del interior. Solo esperaba que el regalo que le había traído fuera suficiente para mitigar el pánico que había oído en la voz de Kagome la noche anterior.

- Es bellísimo – dijo ella con una exhalación ahogada apenas Inuyasha abrió la tapa, y una parte de él exhaló un suspiro de alivio al ver que le gustaba.

Dentro se encontraba un delicado collar de hilo plateado, y un dije con una rosa en el centro.

- Era de mi madre – respondió él, tomándolo y rodeando el cuello de su pareja con él – lo recuperé hace un tiempo, pero no sabía lo que hacer con él.

Era un gesto increíble de su parte, algo que ella nunca había pedido ni esperado. Le estaba regalando una parte importante de si mismo, y confiando que estaría a salvo con ella. Kagome quería ser digna de tan significativo regalo, pero, ¿como podía serlo después de todo lo que le había dicho? Ahora mismo se sentía pequeña, y muy poco valerosa de aquel hombre.

- ¿Pasa algo? - preguntó Inuyasha, preocupado de que su regalo fuera devuelto. Con miedo consideró que ella quizas estaba demasiado enfadada como para aceptar algo suyo en aquel momento.

- ¿Estas seguro de que quieres que yo lo tenga? – preguntó ella.

Inuyasha volvió a tomarle el rostro entre las manos, y se acercó lo suficiente como para besarla delicadamente en los labios. No había urgencia en aquel gesto, solo dulzura, y provocó que casi se derritiera sobre sus pies.

- Estoy seguro. Significas para mi mucho mas que cualquier otra persona, Kagome, y te prometo que nunca mas voy a presionarte de nuevo, si quieres esperar…

Ella levantó la mano y le tapó la boca para que dejara de hablar. Inuyasha nunca había sido un verdadero poeta, mas bien sus palabras romanticas por lo general se asemejaban a las de un camionero. Pero se había esforzado por traerle palabras bonitas que le derretían el corazón. Y aquel collar por mas hermoso que fuera, lo que mas valía era el gesto de querer darle algo de importancia para él. Lo mínimo que podía hacer ella era decirle la verdad, aunque lastimara su relación, lo superarían, siempre lo habían hecho.

- Tengo una confesión que hacer, y quiero que me dejes hablar – explicó ella, liberándole la boca.

Inuyasha asintió y se sentó sobre el pozo de un salto. Ella le habría tomado de la mano, pero su palma estaba sudando tanto que probablemente la sensación sería asquerosa, así que no lo hizo. Se alisó la yukata contra el cuerpo, puso un mechon de pelo rebelde tras su oreja y respiró hondo.

- Anoche no fui del todo sincera – comenzó a decir ella mirando el suelo – si estoy presionada no es por ti, soy yo misma la que me pongo las trabas.

- Esta bien… - respondió él un tanto confundido cuando ella guardó silencio - ¿Qué significa eso exactamente?

Ella tragó saliva y lo miró a los ojos. Aunque le diera miedo conocer lo que pensaba, tenía que saberlo para poder enfrentar la situación, de lo contrario estarían atascados por su culpa.

Anda dilo, se dijo a sí misma.

- No quiero que busques en mí a Kikyo.

El silencio se asentó entre ellos dos, y mientras Kagome esperaba ver alguna reacción por parte de Inuyasha, él arqueó las cejas y la miró fijamente, mirándola como si le hubiera hablado en otro idioma.

- ¿Qué? – preguntó él de forma calma. Si antes estaba confundido, ahora tranquilamente podía decir que no comprendía absolutamente nada.

Kagome se puso de pie de repente, y comenzó a caminar de un lado a otro cerca del pozo, demasiado nerviosa como para estarse quieta.

- No es que crea que no me amas, por supuesto que lo sé, pero una parte de mí no deja de preguntarse si aún tienes en tu corazón a Kikyo. A fin de cuenta, ella fue tu primer amor, y esas cosas no se olvidan tan fácilmente…quizás hasta no se olvidan nunca, no lo sé, porque tú eres mi primer amor, y supongo que si te perdiera y quisiera estar con otra persona…

- Espera un segundo - la interrumpió él poniéndose de pie de un salto - ¿tú quieres estar con otra persona?

Kagome paró de caminar definitivamente y lo miró como si le acabaran de salir alas en la cabeza.

- ¿Qué? Por supuesto que no, es hipotético.

- No se que significa eso, pero me acabas de tirar un largo discurso en el que por alguna razón yo me salgo de la cuestión, vuelve a entrar Kikyo y tu estas con otra persona, ¿pero de que diablos hablas?

La mente de Kagome estaba hecha un lío de cables cruzados. No sabía si empezar a explicarse a si misma o a arreglar el propio embrollo que se había hecho Inuyasha en la cabeza.

- ¿Me estas diciendo que quieres irte con otro después de todo lo que pasamos? – preguntó con el ceño fruncido y el cuerpo en tensión.

- ¡¿Qué?! No, estoy diciendo que no quiero que tú me dejes porque aún amas a Kikyo.

Ambos se callaron entonces, y los sonidos del bosque parecieron acrecentarse de repente, como si todas las criaturas, humanas, animales o demoníacas, de repente quisieran participar de la conversación con ellos.

- ¿Acabamos de volver atrás en el tiempo sin darnos cuenta o algo así? – pregunto Inuyasha mirándola fijamente – Kikyo esta muerta, Kagome, lo ha estado por mucho tiempo.

Se lo explicó con lentitud, como si pensara que ella se había confundido de año de repente y aún creyera que su rival estaba viva. Ella cerró los puños entonces, enojada consigo misma por ser tan tonta, y por él por no comprender mas fácilmente sus problemas.

- Ya lo sé, pero eso no quiere decir que la hayas olvidado.

Él se acercó a ella entonces, y la tomó de la barbilla para hacerla mirarlo a los ojos. La chica se resistió al principio, pero al final se dejó llevar.

- ¿Crees que aún la amo?

- No – respondió ella con ojos llorosos, y se pasó la mano para intentar aclararse la visión – me da miedo que olvides que somos personas diferentes a pesar de estar conectadas, y que te des cuenta que estar conmigo no será igual a estar con ella.

Inuyasha borró un lagrima que se había dejado caer por la mejilla de la chica. Suspiró y la atrajo hacia su cuerpo para abrazarla.

- Me habían dicho que las chicas son celosas pero no tenía idea que hasta este punto podían serlo.

Kagome se intentó liberar de su agarre para fulminarlo con la mirada pero él rió suavemente contra su cabeza y la mantuvo cautiva. En otra situación diferente ella lo habría hecho caer al suelo con la fuerza del collar y su voz combinadas, pero el sonido de su risa había hecho que se tranquilizara un poco, y no tuvo deseos de seguir peleando.

- Escucha, Kagome - dijo él seriamente mientras la miraba a los ojos – Kikyo fue la primera de la que me enamoré, sí, y probablemente no vaya a olvidarme nunca de que existió y fue especial para mí…pero hace mucho tiempo ella dejó de ser la que quiero.

Sus palabras eran tan reconfortantes, que Kagome sintió deseos de dejar el tema por terminado. Pero sabía que así no encontraría alivio, porque la voz continuaría apareciendo, al fin y al cabo las dudas no eran mas que suyas.

- Pero recuerdo cuanto sufriste con su muerte – insistió ella – recuerdo cuando la sostuviste hasta que su cuerpo desapareció y luego no tuviste nada a lo que aferrarte.

Él no mostró ningun cambio de expresión o en su cuerpo. Sabía que odiaba recordar aquello por la tristeza que se vio reflejada en su mirada, pero nada mas.

- Si, sufrí – respondió él con sinceridad – pero no puedo seguir agarrandome al pasado cuando este no puede darme nada. Kikyo no estaba viva cuando su cuerpo fue reconstruido por aquella bruja, su alma ya no era la misma, y yo solo fui un ciego al no darme cuenta. Es a ti a quien aprendí a querer, y no quiero que vuelvas a dudar de ello.

- ¿Y si no es lo mismo conmigo? – preguntó ella con un hilo de voz.

Inuyasha dejo escapar un suspiro y pegó su boca fuertemente a la suya para robarle el beso mas apasionado que le habían dado en su vida. Para cuando se separaron, ambos habían perdido el aliento, y sus cuerpos se habían calentado varios grados.

- Tu eres diferente a lo que era Kikyo, y no deberías compararte porque yo no lo hago – le dijo con una intensidad en los ojos que la dejó callada – hacer el amor contigo no será lo mismo…será mejor porque eres tú, así que deja de darle vueltas a este tema en tu cabeza y dejame besarte otra vez.

Ella sonrió entonces, y le echó los brazos al cuello, mientras Inuyasha la tomaba entre sus brazos y la besaba con energía. Kagome nunca se había sentido mas viva en su vida mientras su pareja le daba a entender cuanto la adoraba con sus besos. Se dio cuenta que había esperado demasiado tiempo por unas inseguridades que él habría echado por tierra de solo habérselas contado antes, y se sentía estúpida por ello.

Había intentado con tanta fuerza ser lo que él deseaba, que se había olvidado por el camino como ser ella misma. Pero eso estaba por terminarse, su cuerpo vibraba de urgencia como para pararse a pensar ahora en lo que es correcto o apropiado, ahora solo quería sentir.

Kagome se dejó caer al suelo y arrastró consigo a Inuyasha. Con una mano comenzó a abrirle desesperadamente la hakama mientras con la otra separaba sus propias prendas de ropa. Al ver esto, Inuyasha le frenó sus movimientos.

- ¿Qué haces? – preguntó el demonio con la respiración entrecortada.

Ella se mordió el labio mientras sentía un rubor emerger en sus mejillas. Le dio una vergüenza terrible pero dijo las palabras que mas quería sacar de su cerebro:

- Quiero que me hagas el amor.

Él abrió mucho los ojos, y se echó hacia atrás, alejándose de su cuerpo. Kagome instantáneamente sintió frío, y le dio miedo que fuera él quien la rechazara ahora. Quizas sus palabras lo habían herido mas de lo que ella pensaba, y ahora no quería ni tocarla.

- ¿No quieres? – preguntó en un susurro.

Él levantó la cabeza tan rápido que sus cabellos volaron por todas partes. La miró como si hubiera preguntado una estupidez.

- Por supuesto que quiero, es mas, te necesito – respondió él de forma sencilla, y ella respiró hondo – pero no quiero que esto sea algo del momento, quiero que en verdad lo quieras. No me gusta…presionarte.

Ella se enderezó y le tomó la mano para ponerla sobre su pecho del lado izquierdo. Él enrojeció entonces, y a ella le pareció el gesto mas tierno que había visto en su vida.

- ¿Sientes el latir de mi corazón? – preguntó Kagome aún sosteniendo su mano – yo también te necesito, y no es algo del momento. Siempre que me besas yo me...enciendo, y quiero descubrir cuanto puedo arder contigo.

El sonrojo en las mejillas de Inuyasha se volvió de un intenso rojo. Estaba avergonzado, pero no desvió la mirada de su pareja.

- ¿Estas segura? – preguntó para cerciorarse, dudaba que pudiera parar una vez que empezaran, su cuerpo hacía mucho que ardía por ella.

Kagome asintió con la cabeza, y para dejar clara su postura, le tomó de la hakama y lo arrastró de nuevo sobre ella.

- Estoy segura.

Él descendió su boca sobre la suya, y ambos se perdieron en el momento. Las ropas fueron quitadas sin apenas darse cuenta de lo que hacían, solo buscaban como sentir más profundamente, más intensamente, al otro.

Yacieron en el pasto piel sobre piel, y se miraron profundamente a los ojos antes de descender la mirada. Kagome supo enseguida que sus mejillas estaban al rojo vivo, pero las de su pareja también lo estaban, así que adivinó que no era la única nerviosa. Con vacilación, Inuyasha levantó la mano y la dejó flotando en el aire frente al cuerpo de ella, la miró a los ojos e hizo una pregunta silenciosa con la mirada.

Ella asintió y se mordió el labio, sin saber que debería esperar. Había sido muy joven para hablar con su madre sobre el tema del sexo cuando vivía en la época moderna, y jamás había encontrado el valor de preguntarle nada a Sango, a pesar de la tremenda confianza que tenían. Apenas si sabía lo básico, y dudaba que eso fuera suficiente para alguien como Inuyasha.

No le debe hacer gracia estar con una virgen…comenzó a susurrar de nuevo la voz de la duda en su cabeza, y habría caído de nuevo en la espiral de la inseguridad, de no haber sido porque en aquel momento, Inuyasha descendió la cabeza y la besó con fiereza.

La cabeza de Kagome comenzó a dar vueltas instantáneamente, y perdió por completo el destino de sus pensamientos.

- Casi puedo ver los pensamientos dando vueltas por esa cabecita tuya – le dijo el demonio cuando separaron sus boca – deja de dudar cuando estoy aquí contigo.

Y sin esperar respuesta, se lanzó hacia su boca nuevamente, mientras sus manos le acariciaban los pechos. La chica se tensó en reacción, particularmente por la extraña sensación de las garras sobre una parte tan sensible de su cuerpo. Temió que la lastimara sin querer, pero al no sentir dolor, solo un cálido placer que se extendía por su cuerpo, lentamente se fue relajando ante sus caricias.

Todo remanente de miedo fue desapareciendo en los instantes siguientes, y de repente Kagome comprendió cual era aquel elemento que le faltaba en su nueva vida. Confianza. Por mucho tiempo había sufrido el triangulo amoroso que Inuyasha tenía con ella y Kikyo, había llorado y enfurecido por él, e incluso después de muerta, Kagome le había dado a su rival, poder sobre si misma.

Pero eso se terminó, se dijo. Le faltaba ser mas confiada de su relación con Inuyasha, creer que él la quería y poder contarle todos sus miedos y sus dudas, pero mas que nada le faltaba confianza en si misma, ser genuina y que ninguna voz le dictara sus acciones. Necesitaba ser segura de la persona en la que se había convertido, y vivir de acuerdo a sus decisiones.

Sintiendose renovada, Kagome estiró la mano y tocó a Inuyasha en su parte mas sensible, haciéndole tensarse ligeramente bajo sus manos. Sin saber bien que hacer, comenzó a acariciarlo de arriba abajo, adivinando sus puntos sensibles por los gemidos que él hacía junto a su oreja.

- Kagome… - jadeó él, y con un movimiento rápido, le tomó la mano y se la puso sobre el pasto al lado de su cabeza – ya no puedo esperar mas.

Sabiendo lo que aquello significaba, Kagome enrojeció, y aguardó a que Inuyasha la tocara. Pero no hizo ningún movimiento, simplemente se la quedó mirando con ojos repletos de pasión. De repente, se dio cuenta que él esperaba una confirmación de su parte.

- Esta bien – respondió ella – quiero hacerlo.

Para enfatizar su punto, la chica abrió las piernas y se presentó a si misma de la forma mas vulnerable en la que se había mostrado nunca. Cuando su mirada se clavó en su parte mas intima, Kagome se sintió tentada de cerrar de golpe las piernas, pero resistió el impulso. Jamas haría esto por alguien mas, solo por Inuyasha.

- Eres hermosa – le dijo él mientras le pasaba la mano por el muslo interior – tu piel es tan suave.

Ella cerró los ojos, y tembló cuando lo sintió mas cerca de la zona de su cuerpo donde mas ardía por su toque. No sabía de donde había salido aquel sentimiento, pero lo necesitaba allí mismo, y lo necesitaba ahora. La espera la estaba matando.

- Relajate – susurró él, y ella hizo lo que él pedía, relajando su cuerpo para él.

No tenía idea de lo que sentiría cuando la tocara, pero nada en el mundo la podría haber preparado para la sensación de su boca lamiéndola…justo allí.

Kagome gritó e intentó alejarse como un acto reflejo ante la sorpresa, pero las manos de él le sostuvieron las caderas, y él rió ligeramente contra su muslo.

- ¿Te sorprendí? – preguntó él mordiendo la delicada piel de su pierna de forma traviesa - ¿quieres mas?

Ella enrojeció por completo y se tapó la cara con las manos. Aquel tenia que ser el momento mas embarazoso de su vida. Nunca se había sentido tan humillada…y sin embargo, no fue capaz de decirle que no. Con un leve asentimiento de cabeza, Kagome se dejó caer contra el pasto, y gimió cuando él volvió a acariciarla con su boca.

- Inuyasha…

Apenas podía hablar. El placer que él le daba era tan exquisito, que no permitía un solo pensamiento coherente en su cabeza. La estaba llevando cada vez mas alto, hasta el punto en que le dio miedo caer de tanta altura. Con sus uñas arañó el suelo y se mordió el labio para no gritar. Cuando le parecía que estaba por perder completamente la cabeza, Inuyasha se detuvo.

Ella lo miró con sorpresa, y él rió mientras se volvía a posicionar encima de ella.

- Por mucho que me agradé complacerte, necesito estar en tu interior o voy a explotar – le dijo mientras le depositaba besos en el cuello.

Ella enrojeció cuando comprendió el significado de sus palabras.

- Yo también te necesito – respondió, y levantó sus piernas para engancharlas en las caderas de su pareja.

Apenas realizó aquella acción, pudo sentir el miembro de Inuyasha rozandola en su parte mas sensible. La chica estaba tan caliente por sus caricias, que cualquier signo de duda, había salido volando por la ventana.

- Avisame si se vuelve incomodo para ti, ¿esta bien? – preguntó él.

Ella asintió, y él suavemente llevó sus caderas hacia adelante. Con suaves vaivenes y besos intercalados, Inuyasha fue abriendo un camino por el cuerpo de su amada, hasta sentir la barrera en su interior. Con un enérgico impulso, se empujo a si mismo hacia adelante hasta quedar completamente en su interior...y solo entonces comprendió el significado del verdadero placer.

Esto es el cielo, pensó él, y se habría dejado llevar por aquella sensación esplendida, de no ser por las uñas de Kagome que aferraban su espalda en un espasmo que solo podía ser de dolor.

Kagome enterró la cara en el hombro de Inuyasha y contuvo un grito al sentirlo completamente en su interior. No quería alarmarlo pero aquello le había dolido de una forma en la que no estaba esperando. No era ninguna ingenua, sabía que el sexo no era todo color de rosa, pero no se había imaginado un dolor tan agudo en aquel instante y no estaba segura como reaccionar.

- Respira – le dijo él, y solo entonces se dio cuenta de que había contenido el aliento y tensado el cuerpo.

Lentamente fue relajándose, acosumbrandose a la sensación de Inuyasha en su interior. Él esperó pacientemente , besándole los parpados, el contorno de su oreja, y un punto en su cuello que la hacía ver estrellas. Rápidamente el chico estaba aprendiéndose los puntos sensibles del cuerpo de su chica, y se dijo que la haría explotar de placer.

- Por favor… - susurró ella entonces.

Con miedo a que le doliera demasiado, Inuyasha se apartó un poco para verla a la cara.

- ¿Estas bien? ¿Quieres que pare? – preguntó él con preocupación.

- ¿Parar? Quiero que sigas – respondió ella, y lo tomó del cuello para besarlo en la boca.

Inuyasha sonrió contra sus labios, y de forma tentativa probó mover sus caderas. La reacción fue instantánea, Kagome gimió y se sostuvo de sus hombros como si temiera que él se alejara un milímetro.

Eso se siente tan bien, pensó ella, mientras una ola de placer la recorría de arriba abajo.

De ahí en adelante, rodaron por el suelo, se ensuciaron de pasto y gravilla hasta quedar de colores, pero a ninguno de los dos les importó demasiado. Estaban perdidos en la sensación de pertenecer a otra persona, de entregar su cuerpo libremente y amarse de una forma profunda y perfecta.

Kagome no se comparó con Kikyo, no imaginó aquella pareja en su mente, ni se dejó amedrantar por estupidas dudas. Estas no desaparecerían de la noche a la mañana porque eran parte de su persona, pero estaba tranquila, porque sabía que un dia dejarían de importar. Le había prometido a Inuyasha permanecer a su lado y amarlo por el resto de su vida, y pensaba aprovechar cada segundo de ello.