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ENCONTRÉ EL AMOR EN EL FIN DEL MUNDO
"Porque el destino puede jugarnos de maneras extrañas cuando se trata de amor"

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CAP1: Encontré el amor en el fin del universo.

— (¡Maldita sea mi suerte!) —tenía que limpiar los baños de tercer año para poder ir a casa. Se encontraba sólo en aquel gran recinto escolar, que para él es una prisión adornada de la que no se puede escapar hasta alcanzar la mayoría de edad. Pero no todo era malo, por lo menos sólo le faltaba aquel año de estudio y podría largarse... o al menos eso es lo que pensaba cuando lo obligaban a hacer cosas a las que no podía negarse.

Desde que inició el instituto, ese chiquillo de cabellera amarilla y ojos zafiro era constantemente molestado por sus compañeros, si es que se les puede decir así. Su motivación era su padre y su pequeño hermano, quienes le alegraban la vida y sólo por ellos se obligaba a guardar su enfado y bajar la cabeza para no tener problemas. Suficiente fue haber sido expulsado por tres meses cuando terminaba la secundaria elemental.

— Mi primer día y ya me toman por sirviente... —suspira ante el hecho de haber sido el único en quedarse después de clases para hacer el aseo. En realidad la tarea le correspondía a un grupo de cinco personas, pero sus "amables compañeros" le dejaron la tarea a él.

Llevaba el último tacho de basura en sus manos. Con eso podría regresar y prepara la merienda, porque su padre no era tan bueno en la cocina. Si algo debía de darle orgullo, era que su sazón en los alimentos era única... aunque hablar de los estudios era un tema a parte. Pero bueno, tanto su padre como su hermano también exclamaban su habilidad culinaria, al fin de cuentas todos enfermarían del estómago si su padre llegaba a tocar algo del santuario privado al que llamaban: almacén.

Recorría el pasillo cuando sintió un extraño movimiento bajos su pies. A cada segundo el temblor era más y más notorio— ¡TERREMO-! —no alcanzó a terminar la frase cuando, frente a él, sintió un estrepitoso ruido que provocó la caída total de la mitad del colegio; literalmente. Sus piernas se hicieron dos fideos y su piel del color del papel, cuando observó con infinito terror que todo lo que faltaba del colegio, ahora era una masa de rocas y tubos de acero justo dos pasos hacia donde se dirigía.

Le tomo un par de segundos recuperarse y empezar a buscar. ¿Buscar qué? Algún herido. Puede que alguien haya tenido la mala fortuna de quedar atrapado bajo los escombros y estaba en su alma altruista y amable, el cerciorarse que nadie estuviera bajo una situación de riesgo.

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— ¡Mier-da! ¡cof! —un gran pedazo de cemento, quizá una pared que voló por el impacto de aquel sabotaje en su viaje, lo obligó a permanecer inmóvil en aquel lugar. No sentía nada fracturado, pero le sería imposible escapar sólo— (Esos malnacidos seguro averiaron la entrada... ¡tsk!) —un gota sobre su mejilla— ¡¿Eh?! —y otra, luego otra y así empezó a diluviar con intensidad. Parecía no tener un buen día, y con el pasar de los segundos empeoraba— ¿Así moriré? —se lo esperaba, desde que fue proclamado heredero al trono.

Luego de haber matado al mayor de sus hermanos en aquella guerra, lo único que esperaba era su final. Se lo imaginó de millón formas, pero nunca le cruzó la idea de perder la vida en aquel planeta distante al que llamaban Tierra. No por ello le era mejor. Morir, de cualquier manera, le era imperioso. No le importaba a nadie... ¿alguien daría su vida por un rey que mató a su hermano para terminar la guerra?

—¡OI! —una voz llegó a sus oídos y creyó empezar a delirar— ¡OI! ¡¿ESTÁS BIEN?! —elevó un poco su cabeza y a su lado llegó un muchacho de cabellos dorados y ojos azules, con unas marcas llamativas en sus mejillas— ¡Tranquilo-dattebayo! —se aproximó a ese gran escombro y empezó a empujar.

— ¿Qué haces?

— ¡¿Estás ciego, idiota?! —vocifera, mientras su rostro enrojecía por la fuerza inútil que gastaba para apartar aquella pared— ¡Intento salvarte!

— Vete. —el chiquillo rubio dejó de empujar— El terreno de este lugar cesará ante el agua y creará una corriente de rocas y lodo. —el estudiante lo miraba asombrado al escuchar con la calma que se expresaba, no demostraba temor ante la posibilidad de morir— Tarde o temprano te irás, los humanos y todo los seres viviente son egoístas... siempre piensan así.

— ¡Te equivocas-ttebayo! —se quitó el chaleco del instituto y cubrió su pecho, que era lo único visible. Se acuclilló junto al sujeto de cabellera negra y empezó a quitar las rocas de abajo del escombro— ¡No me iré de aquí sin ti! —manifiesta con una sonrisa despreocupada, pero cansada de tanto esfuerzo que hacía. Después de todo, había limpiado casi medio instituto él solo y recorrido la zona demolida durante 30 minutos antes de hallarlo.

Las gotas de agua que rodaban por su rostro de piel bronceada brillaban con la luz de aquel único satélite natural de tono blanco que posee ese diminuto planeta. La determinación en su mirada no la había visto nunca.

— ¡¿Pero qué dem-?! —el sitio donde estaba construido el edificio escolar estaba situado en una colina que otorgaba la mejor vista de la ciudad pero, en ese momento, para el rubio y el moreno era sólo un río de barro, rocas afiladas y grandes troncos de la zona boscosa que se acercaba a ellos con una sola intención: matarlos.

— Pronto te irás. —los zafiros lo miran pasmado— Tu instinto de supervivencia y el egoísmo nato en los seres vivos, los obliga a dejar todo con tal de sobrevivir. —las rocas que se arrastraban corriente abajo movían la tierra con rudeza, convirtiéndose en un verdadero terremoto. El estudiante se levanta y aprieta tan fuerte las manos ante la impotencia que una sombra acompañó su rostro— Te lo dije, todos corren tarde o tempra-!

Sin pensarlo ni una fracción de segundo. Se lanza sobre el rostro del azabache y lo cubrió con su propio cuerpo lo mejor que pudo. Sin duda el hombre quedó sin palabras. Lo único que logró hacer fue observar su rostro junto al suyo. Dejando a plena vista que temblaba del temor, respirando muy agitado y aún así permaneció ahí... La avalancha de rocas llegó en segundos, cubriéndolos por completo y arrastrándolos por la ladera entre giros y nulas posibilidades de sobrevivir.

Momento después...

Una mano aparece con dificultad y consigue salir de la aplastante y asfixiante masa de lodo; la lluvia aún no se detenía. Nada en él estaba fracturado, si acaso unos raspones y con ello era decir demasiado. No obstante el cuerpo dolía ante la paliza de chocar y golpear con los objetos en el trayecto, que si acaso, duró unos diez minutos o menos. Camina entre el barro con la ropa sucia, mientras su rostro y demás piel era lavada por el flujo de líquido que descendía del cielo nocturno.

— (Ahí está...) —encontró el cuerpo de aquel chico rubio. Múltiples raspones y un par de heridas abiertas en su piel empezarían a infectarse por la tierra. Una rama atravesaba su estómago por el costado, quizá sobreviva unos cinco minutos y eso era darle demasiado. Se acuclilló junto al joven y colocó una mano sobre su cuello, lo que le indicaba que las palpitaciones eran casi extintas, pero seguía vivo— No soy un experto, pero la mayoría de tus huesos están rotos. —le comunica, aunque se encontraba en un estado de shock; no podía cerrar los párpados y la respiración gradualmente aumentaba. No podía entender nada.

El moreno se levanta y lo observa con detalle.

— (Nadie lo había hecho antes...) —aún no podía comprender por qué esa criatura de un planeta tan pobre y estúpido en conocimientos había realizado tal acto suicida— (Esto es a lo que llaman, ¿pensar en los demás?) —le llamaba la atención sus ojos. Ojos del color del agua y el cielo, tan azules que podrías perderte en su inmensidad— Quizá tú seas...

Sacó de su bolsillo un pequeño frasco de metal, tan pequeño que sólo contenía un sorbo de un líquido amarillo rojizo. Volviendo a agacharse junto al muchacho, levantó su cabeza con cuidado y abrió sus labios con los dedos, vertiendo ese líquido para que descendiera por la garganta con lentitud— El resto depende de ti. —sus párpados se abrieron por completo, como si el dolor de todo ese ajetreo llegara de golpe, sólo para cerrarse lentamente mientras su cuerpo languidecía. El moreno se limita a suspirar.

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El brillo que entraba por la ventana lo obliga a abrir los ojos con molestia— ¡Alguien cierre la cortina! —exclama mientras se cubre la cabeza con aquella colcha. Gira su cuerpo y un par de bultos le incomodan para dormir de barriga— (¿Eh?) —creyendo que son almohadas que sólo entorpecían su ansiado descanso matinal, agarra una con la mano y la tira con algo de molestia... Pero eso sólo le obliga a maldecir a toda voz por el dolor en su pecho; aparta las sábanas y mira hacia abajo...

¿Q-qué? —susurra sin aliento. Pretende no haber notado aquello que sus propios ojos contemplaron y se levanta de ese mullido colchón, baja las piernas para quedar completamente sentado a la orilla de la gigantesca cama. Observa los alrededores luego de tallar sus ojos varias veces y con mucha presión.

El decorado era tan espectacular y fino a donde sea que mirase, la habitación parecía ser de un castillo; y no cualquier castillo. La cama era tan grande como su recámara... ¡su verdadera recámara! Los jarrones y esculturas no cabían en la imaginación de nadie con aquellos colores tan encendidos en completa armonía con el estilo de grabado en ellos. Sus pies tocan el suelo de madera pulida y a su derecha, se hallaba un espejo del tamaño de la pared, que a cálculos rápidos, tenía más de cinco metros de altura. Cada paso que lo acercaba al espejo, abría a milímetros sus párpados. Llegó al punto de doler su órgano visual cuando dejó de pestañear al contemplar su cuerpo de manera completa.

Sus ojos azules como el topacio, su cabellera dorada como los rayos del sol, aquellas marcas de nacimiento en sus mejillas y su tez bronceada era lo único que le indicaba ser él. Un estrepitoso y horrorizado grito escapó de sus rosados labios, retumbando en las paredes con un leve eco. Sus manos recorrieron cada centímetro de lo que parecía ser su nuevo cuerpo: Cabellos dorados, ¡sí!, pero éstos eran completamente lacios y caían de forma grácil por su espalda, llegando hasta sus caderas. Cintura fina y muy bien definida que daba paso a unas caderas despampanantes y perfectamente simétricas a sus hombros delgados, como sus brazos y piernas. Un rostro fino y labios sonrosados, hacían juego con aquellas largas pestañas en sus ojos.

Pero sin lugar a dudas lo más llamativo en todo ello, era el desvanecimiento que realizaron sus amigos a los que alojaba en la entrepierna; que durante 17 años estuvieron con él. Ese trío de compañeros ya no existía y ahora lo acompañaban dos grandes bultos a la altura de su pecho. Las manos pasaban de su pecho a la entrepierna sin poder asimilarlo.

— Ja... ¡Ja...! ¡Jajaja...! —dejó de tocar y empezó a reír cuando se dio cuenta de todo— ¡Es un puto sueño! —convirtió una de sus manos en un puño y lo llevó a su cara con tal velocidad, que se envió a sí mismo hacia el suelo. Lo único que consiguió fue un morado en la barbilla y una pose incómoda frente al espejo por terminar con las piernas abiertas.

No... es... estoy... soñando... —murmuró sin saber dónde mirar. Se arrastra frente al espejo y lo toca, asegurándose que no es una televisión o una imitadora. Inútil. Su cabello vuelto una maraña y la expresión de espanto en su rostro le quitaba sensualidad a su nuevo aspecto.

— Que gusto que ya despertó, señorita. —aquella voz grave provenía de la puerta y al voltear se topa con un hombre de cabellos anaranjados, estatura elevada y amplia espalda. La vestimenta le recordaba las películas de princesas y él sería el mayordomo... si es que fuera una película. Aquel sujeto le da la espalda y aclara su garganta— Una señorita no debe sentarse así. —mirando su cuerpo captó que estaba desnuda y con las piernas abiertas, apoyada sobre sus manos que permitían a su espalda arquearse un poco. Rápidamente se cubrió con una sábana. — (¿Qué mierda?) —ladeó su cabeza— ( ¡Soy un hombre! ¡¿De qué me avergüenzo-dattebayo?!)

— Debe vestirse apropiadamente, señorita. —contempla de nuevo al sujeto y de la entrada aparecen cuatro chicas vestidas de sirvienta— Vístanla rápido.

— ¡Con un dem-! —las muchachas se acercan como ratas a queso y empiezan a colocar sobre su cuerpo distintas prendas— ¡Esperen! ¡N-no! ¡E-eso es de mujer! —pantaletas rosadas con bordes de encaje al estilo 'brief' que hacían juego con el brasier. Medias altas hasta medio muslo de tono negro que se sujetaban con unas bandas a la ropa interior para que no cedieran a la gravedad. Alrededor se la cintura colocaron una jaula de pájaros y sobre ello una tela suave como la seda, que luego fue cubierta por un vestido de tela a tono naranja con vuelos en estilo cascada. En su cintura y parte de los pechos se usó un corset de color negro, lo que hacía definir más su silueta y realzar sus, de por sí, grades amigas. En sus manos unos guantes hasta los codos del mismo estilo de las medias y unos zapatos de taco simples, pero elegantes y a tono con el decorado.

Toda esa vestimenta fue colocada mientras una de las sirvientas maquillaba, un poco, de color rojo sus labios y algo de sombras en sus párpados. La misma joven sujetó su cabellera en una coleta alta que luego trenzó y enroscó, dejando unos mechones a cada extremo de su rostro que llegaban a la altura de su estómago; ondulándose un poco. Un flequillo lacio y femenino.

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Luego de aquellos 15 torturantes minutos, en lo que no logró decir más de cinco palabras, las chicas desaparecieron como si nunca hubiesen entrado a ese lugar. El mayordomo tendió la mano para que la sujetase y caminara junto a él, al ver que no lograba mantener el equilibrio con ese tipo de zapatos— ¡Suéltame! —despreció al hombre— ¡¿Qué pasa aquí?! ¡¿Dónde-?!

— Las preguntas serán para después, señorita. Ahora su Alteza la espera en el Gran Salón. —sin acercarse para ayudarla, le pide que la siga.

— ¡Espera! ¡Yo soy un...! —quedó pasmado, de nuevo, cuando notó que todo ese ropaje no era tan incómodo como parecía. Regresando a la realidad y viendo que se quedaba atrás, decidió seguir sin saber lo que le esperaba.

Una gran puerta de madera tallada y decorada con acero e incrustaciones de lo que parecían ser joyas, las cuales no había visto nunca, fue abierta por el hombre— ¡Ha llegado, su Alteza! —exclama como si quisiera que lo escucharan en todo el palacio. Dentro habían varios sujetos viejos, todos con barbas en distintos tamaños y tonos de café a negro, y blanco; sus vestimentas eran de traje y cintas que parecían indicar su nivel de estatus. El mayordomo continuó caminado y se detuvo frente a un enorme trono de color rojizo y dorado.

— ¡Ante usted, su Majestad! —realiza una reverencia ante el mencionado y éste desciende de las alturas.

— ¡¿TÚ?! —señala al hombre de piel lozana y blanca como la cerámica del suelo. Cabello negro a tono con sus pupilas oscuras y brillantes como dos ónix. El jovencita de cabellera dorada sonríe aliviada— ¡Eres el del terremoto! —levanta le vestido, que molestaba al caminar, creyendo que en cualquier momento se tropezaría y terminaría en el suelo, para acercarse al trono— ¡Qué alivio! ¡¿Sabes lo que me pasó?! —señala su cuerpo con movimientos exagerados de manos y brazos— ¡Mi cuerpo! ¡Desperté así y-!

— Mi nombre es Sasuke y soy el Príncipe del Mundo.

— (¿M-mundo? ¡¿Dijo mundo?! ¿eh? ¡¿PRÍNCIPE?!)

— Debido a ciertas circunstancias, tu cuerpo ha sufrido un cambio. Como estabas a punto de morir, decidí darte a beber una poción que te curaría por completo, pero te cambiaría de sexo.

¿Eh? ¿C-cambiarme de sexo? —el sudor empezó a recorrer su frente.

— Descuida, no hay efectos secundarios, lo único que modificó fue tu anatomía. Ahora eres una mujer por completo. —su habla desapareció, sus pupilas empequeñecieron y apretó los puños. El estado de shock le obligaba a repetir en su mente, una y otra vez:

"una mujer por completo"

— Tu planeta ha sido observado por un tiempo. Aquel día me protegiste conociendo las consecuencias de tu decisión y te he aprobado. —camina hacia la dulce chica— ¿Cómo de llamas?

— Na... Naruto... —le respondió de forma automática. Su voz sonaba madura, pero al mismo tiempo dulce y gentil.

— Alégrate, Naruto. Te convertirás en mi esposa. —levantó el rostro, espantado ante lo que sus oídos llegaron a procesar.

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Da-chan: ¡CHICAAAAAA! :D Gusto de tenerlas en esta nueva serie. ¡Oh sí! Leyeron bien. SE-RI-E :)

Este fic será larguito y según mis cálculos, espero no pasar de los 20 cap. Aunque eso pensé de mi otro fic "Dulce Guardaespaldas" y ya ven! D: Pero siendo seria, mas o menos será esa cantidad (rueguen que sí).

Ahora bien. Este fic se basa en un manga que leí hace poco. ¡Y me mató de risa! xD Yo espero que mi adaptación sea buena. Porque eso es lo que es: Adaptación. Ansío que tenga tan buena acogida como los demás, pero si no se da, pues... tendré que dejarlo varado por un tiempo y centrarme en los otros. no digo que no lo terminaré, pero no será mi prioridad.

No quiero sonar cansona, pero la publicación se moverá por "reviews". A mí me gusta que, mínimo, dejen un review para saber si les gusta o no. Así que, si este capítulo llega a los 10 reviews, subiré el segundo. ¡Espero lo disfruten!


Besos y abrazos en papel... ¡para todos los que lean esta frase! xD