Mi Deseo.

Capítulo uno: ¿Qué demonios?

Ichigo suspiró al abrir los ojos, despertando a un nuevo día, y no solo un nuevo día, sino que el día de su cumpleaños dieciocho.

Pero no podría darle más igual.

No le importaba que fuera el día de su cumpleaños. Solo le importaba que era cinco meses, dos semanas, y tres días desde que ella, Rukia, murió.

Lo recordaba como si hubiese sido ayer.

Finalmente habían derrotado al maldito rey Quincy y habían estado a punto de volver a sellar a Aizen cuando sorpresivamente se liberó y arremetió directo hacia él con la clara intención de matarlo.

Pero…

Justo antes de que pudiera siquiera procesar lo que estaba pasando, Rukia ya se había interpuesto entre Aizen y él, recibiendo de lleno su ataque y muriendo en el acto.

Su sacrificio de algún modo le había dado la fuerza suficiente para acabar con Aizen de una vez por todas a pesar de sus alardes de inmortalidad.

El maniático murió maldiciendo a Urahara.

Había sentido una breve satisfacción luego de matar a Aizen, pero se esfumó rápidamente y ahora vivía con el dolor de haber perdido a Rukia pesando insoportable en su pecho.

No recordaba la última vez que había sonreído verdaderamente.

Las únicas que lograban arrancarle pequeñas sonrisas eran sus hermanas, pero muy escasas veces.

Casi vivía de ellas desde que perdió a Rukia, eran las únicas que podían rescatarlo aunque sea un poco de su miseria continua.

Ichigo había amado a Rukia, pero solo se dio cuenta de eso cuando ella murió en sus brazos.

Se odiaba, odiaba a Aizen.

Desearía haberlo matado cuando tenía quince.

¡Desearía que nunca hubiera existido, siquiera!

Unos tímidos golpes a su puerta lo sacaron de sus pensamientos.

Se secó las lágrimas que no sabía que había estado derramando.

-Adelante…- dijo en un susurro apenas audible, que era su forma de hablar últimamente.

Su hermana Yuzu entró en la habitación con una sonrisa suave, cargando una bandeja con su desayuno.

-Feliz cumpleaños, Onii-chan.- le dio un beso en la mejilla.

Él se permitió una diminuta sonrisa solo por un segundo, tomando la bandeja.

-Gracias, Yuzu.-

Ya había terminado la escuela, se suponía que debía ir a la universidad pero… simplemente no tenía ganas.

Le habían dado la opción de mudarse a la Sociedad de Almas, pero su respuesta fue un rotundo no.

No soportaría estar ahí… donde todo le recordaría a Rukia…

Prefería quedarse en su casa y colgarse de sus hermanas, vivir de su felicidad. Porque la felicidad de él ya no existía.

Terminó su desayuno y bajó a la cocina, donde su hermana más pequeña, Karin, parecía estar buscando algo en el refrigerador.

Abandonó su tarea cuando lo vio.

-Feliz cumpleaños, Ichi-nii, ya estás viejo.- le guiñó un ojo con burla, sonriendo de lado.

De nuevo, no pudo evitar sonreír un poco.

-Gracias, Karin.- jaló una silla y se dejó caer en ella perezosamente. -¿Qué estabas buscando?- preguntó solo por preguntar.

-Umm… Yuzu va a matarme, pero… Olvide recoger tu pastel.- se frotó la nuca.

-Yo dije específicamente que no quería pastel.- se encogió de hombros sin darle importancia.

-No importa lo que tú quieras.- lo miró mal. –Yuzu se esfuerza todos los años en hacerte aunque sea una pequeña fiesta familiar. Y más te vale por tu bien que lo valores.- alzó un puño amenazante.

Karin le recordaba un poco a Rukia con ese carácter violento suyo… Y no sabía si reír o llorar por eso.

-Está bien, está bien… ¿Por qué no vas a recoger el pastel ahora?-

-No puedo.- hizo una mueca. –Yuzu ya salió para ir a la escuela y le prometí que la alcanzaría… ¡Dios, ella va a matarme!- se lamentó.

El de cabellos anaranjados sinceramente dudaba que Yuzu se enojara por el error de Karin, lo máximo que haría sería negar con la cabeza inflando las mejillas o en el peor de los casos llorar.

Suspiró.

-¿Quieres que vaya yo a buscar el pastel?- ofreció.

Su hermanita sonrió profundamente aliviada.

-¡Si, te lo agradecería!-

-¿Dónde es?-

-En la tienda de Kisuke-san.-

-¿De Urahara-san? ¿Estás loca? ¿Le compraste algo a ese charlatán?-

-¡Oye, no me mires a mí! ¡Fue cosa de Yuzu! ¡Ya sabes que le gusta el perdedor de Jinta!-

El mayor hizo una mueca antes de volver a suspirar.

-Muy bien, muy bien. Voy a ir allá por el pastel. Tú ve con Yuzu.-

-¡Gracias, Ichi-nii!- sonrió radiante de nuevo antes de tomar su bolso del colegio y correr fuera de la casa. -¡Te debo una!-

Ella salió de la casa, que quedó tan vacía como su vida sin sus hermanas.

El viejo estaba en la clínica, pero últimamente lo evitaba.

Cuando se quedaba solo sin sus hermanas, el peso de la realidad caía sobre él.

Y de nuevo se sentía como si pudiera dejar a un hollow comérselo.

Perdió a su madre, perdió a Rukia, y si aún seguía levantándose por las mañanas era únicamente por Yuzu y Karin.

Todo lo demás era un montón de mierda.

Su vida era una mierda.

Y todo por culpa de Aizen.

Lo odiaba. Tanto.

Decidido a que ese día no se permitiría deprimirse, para no poner tristes a sus hermanas, se levantó dispuesto a mantener su mente ocupada e ir por el estúpido pastel.

Sinceramente odiaba ir a la tienda de Urahara, ahora, cada vez que lo veía, pensaba en Aizen.

Pero para que vean las cosas que él estaba dispuesto a hacer por sus hermanas.

Llegó y se sorprendió de hallar a Urahara ya en la entrada, una caja con un lazo rojo en sus manos.

-Ah, vaya, vaya. Pero si es Kurosaki-san.- sonrió.

-Solo dame el pastel.- bufó, queriendo terminar con eso de una vez.

-Claro, claro.- su sonrisa casi no le cabía en el rostro mientras le entregaba la caja. –Kurosaki-san.- lo llamó cuando comenzó a irse, haciéndolo voltear con una mueca de fastidio.

-¿Qué quieres?- preguntó bruscamente.

Urahara sonrió misteriosamente por detrás de su abanico.

-No olvides pedir un deseo antes de soplar las velas.-

Ichigo bufó.

-¿Solo para decirme esa estupidez me fastidias?- gruñó.

Pero Urahara ya se había ido.

Rodó los ojos y volvió a su casa, guardando el pastel en la heladera, dedicándose a ver programas de televisión en lo que esperaba a sus hermanas.

Ellas regresaron sobre las cinco de la tarde con, para su profundo disgusto, sus novios.

Jinta el novio de Yuzu, que le recordaba a Urahara, que le recordaba a Aizen.

Toshiro el novio de Karin, que le recordaba al Gotei 13, que le recordaba a Rukia.

Los miró con furia, haciendo al pelirrojo encogerse en su lugar, pero el albino no se inmutó en lo absoluto.

-¡Onii-chan! ¡Te trajimos regalos!- su hermana castaña le tendió siete bolsas de regalo.

La pelinegra, por otro lado, solo le tendió dos.

-De mi parte y de Toshiro.- se señaló a sí misma y luego a su novio de ojos turquesas, que solo se encogió de hombros fríamente.

Les sonrió apenas, como era su costumbre.

Pasaron la siguiente media hora abriendo los regalos mientras recibía los mimos de Yuzu, las burlas de Karin, el miedo de Jinta y la frialdad de Toshiro, hasta que llegó el viejo y armó su escándalo de costumbre, que afortunadamente fue frenado por su hermana de ojos oscuros.

Isshin lloró un poco sobre el poster de Masaki algunas tonterías acerca de cómo ya había crecido antes de que Yuzu sacara el pastel.

-¡Hora de cantar el feliz cumpleaños!- colocó el pastel frente a él y encendió las velas.

Sonrió un poco más de tres segundos mientras todos, a excepción del capitán copo de nieve, empezaban a cantar y aplaudir por él, y creyó que esta vez en serio podría sonreír un poco más.

Pero no pudo.

No pudo porque sentía la ausencia de Rukia más de lo que sentía la presencia de todos.

Él deseaba que ella pudiera estar ahí… Lo deseaba tanto…

Pero ella nunca estaría ahí.

Por culpa de Aizen.

El odio lo llenó amargamente, tanto que casi no notó cuando el canto cesó y todos lo miraban expectantes esperando para que soplara las velas.

Por alguna razón, la voz de Urahara resonó en su mente.

"No olvides pedir un deseo antes de soplar las velas."

Sombrerero loco.

Bufó con amargura y sopló las velas sin ganas, deseando secretamente que Aizen nunca hubiera nacido.

Así Rukia estaría bien.

La fiesta continuó por dos horas más, por insistencia de Yuzu, hasta que finalmente el cansancio lo venció y decidió retirarse a dormir.

Sus hermanas lo abrazaron y le desearon buenas noches, su padre trató de golpearlo, a lo que lo pateó en la cara directo al poster de su madre para que ya se quedara a llorar ahí, Jinta sacudió una mano en su dirección y Toshiro solo asintió con la cabeza, Ichigo dijo un "Buenas noches" en general, y finalmente partió a su habitación.

Se dejó caer en su cama con cansancio.

Otro cumpleaños que su madre se había perdido.

Otro día en el cual Rukia ya no estaba.

Obligó a su mente a callarse y trató de dormir.

Dio vueltas en la cama una buena media hora antes de que finalmente el sueño se apiadara de su alma atormentada y lo meciera en la dulce agonía de la inconsciencia.

Al menos cuando dormía podía soñar con que todo estaba bien con el mundo.

Que su madre estaba ahí.

Que Rukia estaba ahí.

Que él era feliz.


-Ichigo…- sonrió al escuchar la voz de su madre mientras sentía sus manos cálidas acariciar su cabello suavemente. –Despierta.-

Bostezó mientras se sentaba, frotándose los ojos cuando su madre abrió las cortinas y la luz del sol penetró en la oscuridad del cuarto.

Salió de la cama aun frotándose los ojos, sin saber porque estaba tan somnoliento en este sueño.

Se abrazó a su madre apenas la sintió cerca, aferrándose a ella con desesperación, sabiendo que pronto despertaría y su mundo volvería a ser oscuro tal como la habitación antes de que ella dejara entrar la luz del sol.

-Te extraño tanto, mamá…- ahora que perdió a Rukia la necesitaba más que nunca.

-¿Qué dices, Ichigo?- ella rió suavemente. -¿Tuviste un mal sueño, cariño?-

-Mi vida es un maldito mal sueño.- bufó.

-Vaya, vaya. ¿Qué es ese vocabulario, querido?- su tono seguía siendo cariñoso, pero parecía un poco sorprendida.

Negó con la cabeza.

-Nada, mamá. Lo siento.- se abrazó un poco más a ella antes de separarse y finalmente mirarla correctamente. Sus ojos se agrandaron. –Uh… ¿mamá?- pestañeó a la mujer que tenía enfrente.

Se veía mucho más joven de lo que recordaba alguna vez haberla visto.

Su cabello estaba corto hasta los hombros y sus mejillas estaban algo más regordetas de lo que deberían estar.

Más que verse como su madre joven, se veía como una Yuzu crecida… solo que con el cabello rizado, y más oscuro, claro...

Extrañamente vestía con un Kimono floreado y sandalias.

-¿Si, querido, que pasa?- preguntó y él la reconoció por su voz dulce y su mirada amorosa.

Era su madre, pero… ¿Por qué se veía tan joven?

Miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaba en una habitación que definitivamente no era la suya, pero parecía… parecía una habitación tradicional, de esas que habían en la mansión Kuchiki (solo que menos lujosa). En lugar de una cama normal había un Futon, que era el lugar del que se había levantado sin siquiera darse cuenta. Y también parecía… la habitación de un niño pequeño.

Se miró a sí mismo.

Sus manos y pies eran pequeños, también estaba vistiendo un Kimono, y por más que mirara por sus brazos y pies descalzos no podía encontrar ninguna cicatriz de las tantas que había tenido.

Ya sabía que había estado siendo un niño, no era idiota, veía a su madre muy alta y su voz era aguda e infantil, pero ya antes se había soñado a sí mismo como un niño, así que no le dio mucha importancia.

Sin embargo… nunca antes se había soñado en esa situación.

-Mamá…- la llamó sumamente confundido. Era un sueño demasiado extraño. -¿Dónde estamos?- trató de mantener a raya el pánico en su voz.

Su joven madre sonrió dulcemente, acariciando su cabello reconfortantemente.

-En casa, cariño.- por fortuna, sus dulces caricias lo calmaban de modo que no estaba jalándose de los cabellos por la confusión.

-¿Casa, Karakura?- inquirió esperanzado de que pudiera hallar algo familiar en ese sueño.

Su madre se vio confundida, pero siguió sonriendo.

-No, cariño. Nosotros vivimos en el Seireitei, ¿lo olvidas?-

-¡¿EHHHHHHHH?!- ok, ese sueño era demasiado excesivamente extraño.

-Cariño, ¿qué…?...- lo que sea que su madre haya querido decir respecto a su arrebato anterior fue interrumpido por una voz familiar.

-¿Qué pasa aquí?- era su padre entrando.

Ahora sí que la boca del "niño" cayó colgando abierta.

Si no hubiera hablado mientras entraba, probablemente nunca habría asociado a ese hombre con el lunático del viejo.

Pero la voz era indudablemente la suya.

Aun así fue difícil de creer.

Ese hombre también era joven, no tenía barba y hasta había un aire de autoridad rodeándolo con ese uniforme de shinigami y el Haori que llevaba.

-¿Papá?...- no se creía que fuera su padre loco.

Aunque sus dudas se disiparon rápidamente apenas el hombre joven, su padre, sonrió como un idiota y se lanzó sobre él.

-¡Mi pequeño querubín adorable finalmente despertó!- lo alzó en sus brazos y le dio vueltas.

El rostro del de cabellos anaranjados se tornó escarlata antes de que pateara en el rostro a su padre con su pequeño pero fuerte pie.

-¡Suéltame, viejo loco!- chilló, apartándose de él para volver a su amado suelo.

¡Cielos, que su padre no lo cargaba en sus brazos de esa forma desde que tenía cinco años!

Aunque… ahora que lo pensaba… probablemente se viera de unos cinco años ahora…

Aun así no se arrepentía de lo que hizo. Y lo demostró cruzándose de brazos y alzando la barbilla cuando sus jóvenes progenitores voltearon a verlo extrañados.

Finalmente, ambos rieron.

-Vaya, parece que nuestro pequeño está creciendo.- dijo entre risitas su madre.

-¡Ese fue un muy buen golpe, hijo! ¡Estoy tan orgulloso!- lloriqueó su padre.

Era oficial, él no tenía idea de lo que estaba pasando.

Ese sueño era muy extraño.

Porque era un sueño… ¿no?

Solo para cerciorarse, subió la manga de su Kimono y pellizcó fuertemente su brazo.

-¡AUCH!- lloriqueó ante el dolor.

-¡Ichigo!- su madre corrió hasta él y lo alzó en brazos. -¿Por qué hiciste eso, querido?- en su tono no había reproche, simplemente preocupación.

-Mamá… no entiendo.-

-¿Qué no entiendes, querido?- acarició tiernamente su mejilla.

Ichigo no recordaba la última vez que se había sentido como un niño, toda esa atención y cariño le era… tan ajeno…

Y se sentía tan real…

¿Qué estaba pasando?

-¿Por qué estamos en el Seireitei? ¿Por qué se ven tan jóvenes? ¿Por qué soy tan pequeño?- preguntó anhelando respuestas.

Sus padres compartieron una mirada.

-¿De qué hablas, Ichigo? Siempre hemos vivido en el Seireitei, siempre nos hemos visto así, y eres pequeño porque eres un niño.- su madre sonrió divertida al agregar eso último.

Él bufó.

¿Por qué estaba pidiéndoles respuestas? Ellos solo eran proyecciones de su mente adaptadas a esa realidad tan extraña que su inconsciente había creado quién sabe por qué.

Tal vez ya se había vuelto loco o tal vez Urahara o Kurotsuchi le estuvieran jugando una broma con alguna especie de robots de sus padres jóvenes… y lo convirtieron en un niño… de algún modo…

O tal vez…

"No olvides pedir un deseo antes de soplar las velas."

…Él había deseado que Aizen nunca hubiera nacido…

¿Podría ser esa especie de… nuevo mundo… el resultado de su deseo, de que Aizen no existiera?

No, por supuesto que no, se burló de sí mismo.

Eso era ridículo.

Y aun sí fuera cierto, ¿qué tenía que ver la existencia o no existencia de ese demente con que vivieran en la Sociedad de Almas y sus padres fueran tan jóvenes y él tan pequeño?

¡Nada de aquello tenía sentido!

-¿Qué demonios está pasando?- se preguntó en voz alta.

-¡Ichigo, ese no es modo de hablar delante de tu madre!- en una actitud muy normal de su padre, trató de arremeter contra él con una patada voladora.

Lo miró aburrido, preparando su puño para el contraataque, pero se sorprendió enormemente (e incluso decir que se sorprendió era un eufemismo) cuando su padre fue frenado por un puñetazo de su madre directo en su rostro que lo estrelló contra el suelo.

-Isshin, cielo. A golpes no es como se corrige a un niño.- su sonrisa seguía siendo amorosa y su tono dulce como siempre, pero había un aura de miedo rodeándola que a ambos padre e hijo les dio escalofríos. –E Ichigo, por favor, no utilices ese lenguaje, ¿sí?- él tragó, asintiendo obedientemente con la cabeza. -¡Muy bien! ¡Ahora vamos a bañarte!- lo tomó en brazos, dejando a su padre tirado en el piso de la habitación sin remordimientos.

Él solo podía pensar que ya sabía de dónde Karin había sacado ese carácter aterrador suyo.

Aunque luego se reprendió por sus pensamientos.

Esa no era su madre real.

Solo era… una proyección de su mente… o un robot… o… algo…

¡Pero no podía ser verdaderamente su madre!

Que él recordara, nunca la había visto golpear a su padre… aunque, ahora que lo pensaba, su padre nunca había tratado de golpearlo mientras su madre vivía, porque él nunca había mostrado la mínima rebeldía a ellos, era un niño dulce y alegre, por lo que la situación nunca se había dado.

Cuando su madre murió empezó a convertirse en quien era ahora, y su padre y él empezaron a golpearse cuando tenían uno de sus famosos desacuerdos más o menos a sus diez años, ya que fue cuando su rebeldía empezó a florecer en sustitución de su tristeza.

Ahora había mostrado su rebeldía habitual y su padre había reaccionado habitualmente.

Pero ahora se sumaba el factor de su madre, que aparentemente no iba a permitir la violencia… por lo que la frenaría violentamente.

De alguna manera tenía sentido… quizás…

Pero ¿por qué estaba pensando eso? ¿Acaso ya había aceptado que ese mundo era real? ¿Qué no era solo una fantasía o una broma?

¡No podía ser!

¡Era demasiado ridículo, demasiado estúpido!

Sin embargo todo se sentía tan real… y ya casi estaba convencido de que no era un sueño.

"No olvides pedir un deseo antes de soplar las velas."

Él deseo que Aizen nunca hubiera nacido, y luego despertó en esa… situación…

En ese mundo aparentemente libre de Aizen donde sus padres eran jóvenes por alguna razón y él un niño por alguna razón y estaban en la Sociedad de Almas por alguna razón.

¿Pero realmente Aizen no había existido nunca, nunca?

Tendría que averiguarlo…

Por mientras, seguiría el juego de que era un niño pequeño… por más humillante que le pareciera.

Aunque tenía que admitir que no le molestaba mucho recibir los mimos de su joven madre.

Solo tenía un pequeño problema…

-¡Quiero bañarme solo, mamá!- refunfuñó, odiando su voz chillona de niñito.

Ella solo rió.

-Vas a bañarte solo cuando aprendas a lavarte bien el cabello.- sonrió.

Él estaba completamente indignado, pero tuvo que recordarse a sí mismo que se suponía que era un niño ahora.

Y bueno, ella era su madre, no podía ser tan vergonzoso, ¿no?

A regañadientes, permitió que lo bañara, con la cara roja, pero lo permitió.

Jamás se había sentido tan infantil…

Pero al menos ella le permitió vestirse solo, supervisándolo pero bueno.

Una vez estuvo vestido en un Kimono azul oscuro y con sandalias finalmente bajaron a desayunar al primer piso.

Pudo notar que su habitación y su baño estaban en el segundo piso, y había un tercer piso.

Su casa en la Sociedad de Almas era mucho más grande que la del mundo humano…

No sabía cómo sentirse respecto a eso.

¿Siquiera debía sentir algo? Aún estaba en proceso de averiguar si aquello era la fantasía o la realidad. Pero, si realmente todo eso era a causa de su deseo entonces… entonces…

Entonces Rukia debía estar por ahí…

Llegó al comedor de la mano de su madre.

Algo bueno de esta… fantasía-o-tal-vez-realidad era que podía actuar como un niño de mami y no estaba mal porque era pequeño.

Nadie podía burlarse de él.

El pensamiento lo hizo recordar a Tatsuki, preguntándose qué sería de ella en un mundo sin Aizen y aparentemente sin él en el mundo humano…

-Hola, Ichigo.- una voz familiar lo sacó de sus pensamientos, y alzó la vista para hallar, sorpresivamente, a Matsumoto Rangiku. -¿Cómo estás, pequeñín?- lo apartó de su madre y lo alzó entre sus brazos, casi sofocándolo entre sus pechos enormes.

-Ya basta, Matsumoto, vas a matarlo.- Ichigo reprimió un gemido de fastidio al reconocer la voz de Hitsugaya Toshiro, ¿también tendría que soportar a ese niño queriendo meter las manos bajo la falda de su hermana cuando creía que no estaba viendo aquí?

El pensamiento lo congeló al recordarle un detalle.

¡Sus hermanas!

¿Dónde estaban ellas? ¿Si existían ahí, verdad? ¿Verdad?

-Ow, que malo eres, Toshiro.- se quejó la voluptuosa bajándolo.

¿Acababa de llamarlo por su nombre?

No le dio importancia y volteó a ver a su madre.

-Umm…- estaba nervioso de preguntar, por temor a la respuesta. -¿Dónde están Yuzu y Karin?- la miró expectante.

Ella sonrió.

-Tu padre ya debe estarlas trayendo.- contuvo un suspiro de alivio. Si existían. -¡Oh, mira! ¡Ahí vienen!- señaló entusiasta a la entrada del comedor.

Ichigo volteó esperando ver a sus hermanas bajando, pero en lugar de eso, vio a su padre con dos bebés en sus brazos brincando su camino al comedor.

De. Ninguna. Maldita. Manera.

-¡Aquí vienen las princesas de la casa!- canturreó su padre, dándole una de las bebés a su madre mientras seguía agitando en sus brazos a una risueña bebé que reconoció como Yuzu.

Reconoció el chillido insoportable que tanto recordaba como el llanto de Karin mientras su mamá la arrullaba tratando de calmarla.

Él era un niñito… ¿y sus hermanas bebés?

Miró a Toshiro y Rangiku-san.

Ellos se veían normales, como los recordaba de la última vez que los vio, a excepción, tal vez, de que el albino no tenía su Haori de capitán y en cambio usaba el uniforme normal de un shinigami.

¿Qué demonios estaba pasando?

Por más que lo intentaba, no podía hallarle algún sentido a todo eso.

-Masaki-san…- Toshiro pasó por su lado hasta llegar a su madre (Ichigo odio que ahora era mucho más alto que él).

-¿Si, Toshiro-kun?- ella lo miró también cariñosamente, como si lo conociera y quisiera casi tanto como a él.

Eso no le agradó en lo absoluto.

El de ojos turquesas miró añorante a la bebé en sus brazos, extendiendo los brazos suplicante a la mujer castaña.

-¿Puedo cargarla?- prácticamente rogó.

Masaki sonrió dulcemente mientras Ichigo hervía en su interior.

Ahora resultaba que oficial y literalmente Hitsugaya era un robacunas aquí también.

-Claro, tenla.- le tendió a la bebé Karin que aún seguía llorando a todo lo que sus potentes pulmones daban. –Pero cuidado con ella.-

El de cabello naranja recordó amargamente todas esas noches que nadie en su casa podía dormir debido a los ensordecedores gritos que pegaba la más pequeña, bueno, nadie a excepción de Yuzu, que por alguna razón siempre podía dormir pacíficamente a pesar de que Karin estaba al lado suyo chillando como condenada. Como la había envidiado…

Y aparentemente ahora, si es que ese mundo era real, tendría que volver a sufrir con su hermanita pelinegra de nuevo siendo una bebé chillona.

-Lo tendré, Masaki-san.- el albino tomó a la bebita en brazos, que sorprendentemente se calmó al instante de presionarse contra su pecho. –Hola, Karin…- su voz fue sorprendentemente dulce como nunca se la había escuchado mientras iba a sentarse con la niña ahora calmada y hasta contenta en sus brazos, dejando que le jalara el cabello y la bufanda que utilizaba mientras también le mordía el hombro, llenando su uniforme de baba.

Oh, genial, y ahora resulta que oficial y literalmente Karin también babeaba sobre Toshiro aquí.

Quien o lo que sea que le estuviera haciendo aquello definitivamente no lo tenía en muy alta estima.

-Vamos, Ichigo, a desayunar.- su madre lo alzó del suelo y lo sentó en una silla, poniendo un desayuno con la típica cara sonriente delante de él.

Comió con las mejillas rojas.

-¡Muy bien!- exclamó Isshin en cuanto terminó su propio desayuno un rato después. -¡Ya vamos a la división!-

Toshiro, que había estado alimentando a Karin cuando ella se rehusó a separarse de él, hizo una mueca.

-Los alcanzó luego.- masculló con su frialdad de siempre, antes de que su gesto se derritiera como helado al sol cuando la bebita pelinegra le palmeó la mejilla exigiendo que continuara con su tarea.

Mirando el lado bueno de las cosas, pensó él mirando a su madre alimentar a Yuzu, al menos Jinta ya no estaba.

Eso sería simplemente el colmo.

-¡Muy bien, Toshiro! ¡Pero no te tardes!- canturreó Rangiku mientras se levantaba de la mesa.

-Tú solo quieres que él haga tu trabajo para que puedas ir a escabullirte con Gin.- acusó Isshin.

¿Gin? ¿Ichimaru Gin?

-¡Cállate!- sonrojada, la teniente pateó en la cara a su padre. Hmm… ahora le caía un poco mejor…

-Ten un buen día, Isshin.- Masaki besó brevemente a su esposo en los labios, haciendo a su hijo hacer una mueca de asco.

-Volveré para la cena.- prometió, luego cargó a Yuzu besándola en la frente y rió cuando Toshiro no quiso darle a Karin para que se despidiera, por lo que solo se limitó a acariciar la cabecita morena de la más pequeña antes de volverse a Ichigo, que en su mente rezó porque no se le ocurriera besarlo ni darle alguna caricia o no se contendría de golpearlo. -¿Y qué dices, Ichigo? ¿Me acompañaras hoy también al escuadrón?- propuso poniéndose a su pequeña altura.

Él frunció el ceño, meditando su propuesta con toda seriedad.

Si decía que no… podría quedarse en esa casa e interrogar a su madre para que le diera respuestas… pero eso sería muy sospechoso para ella, y quería mantener un perfil bajo hasta que tuviera la suficiente información.

Y si decía que si… tal vez podría hablar con Rangiku-san, que difícilmente sospecharía algo, y hasta incluso ella podría…

Ella podría hablarle sobre Rukia…

Con esa posibilidad, tomó una decisión.

-Sí.- asintió. –Te acompañaré.-

Iba a averiguar qué demonios estaba pasando.

Continuara...