-Eres la mejor. Este pie está delicioso –exclamé entre bocados a la mujer que tenía delante de mí. Ella sonrió complacida y le dio una suave palmada en la rodilla al hombre a su lado.

-Dean, ¡¿Quieres dejar ese pie de una vez?! ¡No hables con la boca llena!

-Ngno –le contesté a mi histérico manager y hermano, sin dejar de masticar esa deliciosa tarta que Jessica, su prometida, me trajo–. No es mi culpa, es de tu novia por preparar este magnífico pie –respondí exagerando el movimiento de mi boca para mostrar todo su contenido.

-Eres un caso perdido –dijo por toda respuesta mientras Jess –la hermosa chica rubia que atrapó a mi hermano– se reía con fuerza. Sam se levantó del bonito sillón donde estaba sentado, se acomodó el saco con dignidad entes de decir–: Me voy. Regreso cuando una tarta no me robe tu atención –sin decir más le dio un beso en la frente a su novia y salió por la puerta dando un portazo, revelando al infante interno.

Sammy era cuatro años menor que yo, aunque por extrañas circunstancias me había rebasado en estatura –el muy desgraciado me sacaba casi cabeza y media–, además, gracias al ejercicio constante que hacía, se veía muchos más enorme; para ser honestos, lo único que teníamos en común era el porte atractivo y los ojos verdes. Ambos nacimos en Lawrence, Kansas, hijos de un matrimonio arreglado entre dos familias económicamente fuertes, los Winchester y los Campbell, quienes obligaron a mi madre, Mary Campbell a desposarse con John Winchester, un sujeto bastante duro debido a su estadía con los marines. Ella era una mujer cariñosa y dulce, pero tenía el pequeño defecto de la perfección, al ser educada en una familia conservadora, tenía arraigada en la cabeza las imposiciones sociales; mi padre, gracias a su entrenamiento, gustaba de hacer obedecer a medio mundo; a causa de estas costumbres, mi infancia y la de Sammy fue todo menos alegre, a los dos no impusieron un rol para cumplir, a mí por ser el mayor me tocaba seguir ciegamente los pasos de mi padre, es decir, debía enlistarme en el ejército, servir durante cinco años, retirarme, dirigir el negocio familiar como nuevo cabeza de las familias Winchester-Campbell –empresa multinacional en farmacéutica–, casarme con una mujer de buena familia con recursos, escogida por ellos, tener al menos dos hijos para continuar con el legado y sobre todo, incrementar el capital. Sam, por su parte, debía estudiar medicina, especializarse en neurología, obtener tres doctorados, casarse con otra chica adinerada y respaldarme en todo, sin objetar nada. Claro está que ninguno de los planes se cumplió. Por mi parte, cuando tenía once años me revelé, pelee con toda la familia, escapé de casa y comencé una nueva vida. Gracias a mi mejor amigo, Benny, terminé por escoger el camino de la música. Años después encontré a mi hermano, quien a los quince decidió seguir mis pasos, tomar su destino en sus manos y estudiar derecho. Si bien, nuestro reencuentro no fue el más emotivo, ambos logramos reconstruir nuestra relación de hermanos.

-¿Dean? ¿Me escuchas? –preguntó Jess mientras agitaba su mano derecha en frente de mí para llamar mi atención. Reaccioné y le sonreí con complicidad.

-¿Cómo va todo? –pregunté rápidamente, aprovechando la salida del ex-enano.

-Hasta el momento todo va bien. No sospecha nada –dijo con una gran sonrisa–, contacté con nuestros amigos de la universidad, la mayoría estará presente.

-Perfecto. Ya planeé todo para mantenerlo ocupado ese día. ¿Tienes el lugar?

-Sí, contraté los servicios de la Señora Tran –explicó mientras extraía un papel de su libreta y me lo pasaba. Sonreí satisfecho. La madre de Kevin, miembro de la banda, era una mujer severa y trabajadora, tenía uno de los mejores servicios para banquetes de todo tipo. Ella era quien se encargaba de la comida en las recepciones, presentaciones y lanzamientos de la banda.

-Me encanta –dije mientras repasaba la lista de la hoja. Vendrían muchas personas que estimaban a Sam, eso me hacía muy feliz–. No lo puedo creer, Sammy cumple veinticinco años –mientras hablaba subí los pies a la mesita de la sala y me repantigué en el sofá.

-No te pongas sentimental o se lo diré –bromeó ella. Como respuesta le saqué la lengua, antes de decirle:

-No te atrevas, Jesica Moore o te las verás con la furia del hermano mayor.

-Vamos, no es malo mostrar tus sentimientos de vez en cuando, sobre todo hacia tu hermano. Sé muy bien que se adoran –comentó mientras se levantaba del sillón, cogió los platos y los llevó a la cocina. Efectivamente, mi hermano menor cumplía años la próxima semana y su adorable novia me había convencido para celebrarlo, entre los dos planeamos una fiesta sorpresa; sin embargo, mantenerla en secreto era un infierno, Sammy era condenadamente inteligente, no se le escapaba nada. Siempre estaba al pendiente de todo, en especial si su novia y yo estábamos de por medio, ella por ser su amada y yo por ser el vocalista de la banda que representaba.

Sam era un excelente abogado, había concluido sus estudios un año antes de lo previsto, obtuvo trabajo en un buffet durante algún tiempo, después se enteró de la estafa llevada a cabo por nuestro antiguo manager, se hizo cargo del caso y refundió al tipo en la cárcel; al final se ofreció para sustituirlo, valiéndose de su cara de cachorro para ganarse la aprobación de los miembros de la banda quienes no pudieron negarse a su petición. Tenerlo como represéntate fue una de las mejores decisiones, a pesar de lo pesado que llegaba a portarse a veces.

-No vamos a hablar de eso, no quiero desarrollar ovarios –le dije cuándo volvió de la cocina, trate de parecer serio pero al final una ancha sonrisa apareció en mi rostro. Sí había alguien con quien podía ser honesto, era ella. Jess no sólo erra bella, también era inteligente pero sobre todo, era una buena persona. Ella y mi ex-enano serían muy felices juntos.

-Ok, como quieras, pero dime, ¿cómo van las cosas con Cassie?

Dos horas después, el bonito departamento que compré junto a la playa, estaba lleno. Los demás miembros de la banda llegaron tras recibir una llamada de Sam. Charlie, Dorothy, Benny y Kevin asaltaron mi refrigerador y se adueñaron del play station. Mientras ellos se divertían, Jess preparaba la comida. Por mi parte me dirigía a mi habitación y me encerré. El lugar era amplio, en el lado izquierdo había un ventanal con vista al mar, del lado opuesto un closet de gran tamaño, en el lado sur una pantalla plana de sesenta y siete pulgadas, en el norte una cama matrimonial, en medio una alfombra redonda y del techo colgaba una lámpara moderna; cerca de mi cama había dos soportes de color negro, dónde reposaban dos de mis chicas, en uno mi guitarra acústica y en el otro la eléctrica. Después de mi nena oficial –un hermoso Chervolet Impala del 66–, ellas eran mis grandes amores. Tomé a la primera de las chicas, un cuaderno que estaba encima de la cama y salí al balcón de la ventana para sentarme en la silla ubicada ahí. Abrí la libreta para revisar su contenido, estaba mitad de una canción, la releí y me puse triste, no era buena, le faltaba vida. Si odiaba algo con ganas, eran las malas canciones, por eso siempre me esforzaba en las letras de la banda, les ponía amor, afecto y entusiasmo, pues al hacerlo, la música lo reflejaba pero tras terminar de grabar el último álbum algo cambio, por más que trataba no podía escribir algo decente. Meditaba sobre el asunto cuando Charlie –una chica peliroja, de piel pálida y algo friki–, la tecladista de la banda asomó la cabeza por la puerta, anunció la llegad de Sam y se fue. Solté un suspiro y coloqué a mi chica con cuidado en la cama antes de ir a la sala. Al entrar en la estancia noté el ambiente callado, todos los chicos de la banda estaban sentados en los sillones sin hacer pío, seguro Samantha los había regañado. Recorrí con la vista el lugar –éste era bastante amplio, de color blanco, amplios ventanales, mullidos sillones de color canela– en busca de nuestro manager. Él se encontraba sentado enfrente de todos, al verme dijo:

-Qué bueno que llegas, toma asiento –dijo Sam–, tengo algo importante para decirles.

Tomé asiento en el brazo del sillón donde se encontraban Charlie y Dorothy.

-Sé que pretendían tomarse un descanso antes de comenzar con la gira oficial, pero –dijo mientras levantaba la mano izquierda para acallar las protestas por parte de Kevin y Benny–, un amigo mío los acaba de invitar a tocar en el Warped Tour. Me parece una gran oportunidad para empezar a promocionar el nuevo disco, sólo serán unos días y aun podrán tomarse un descanso –concluyó con una sonrisa satisfecha en su rostro.

-No es justo, ya tengo planes –se quejó Kevin, quien nos había presumido su gran logró, salir con una modelo. Al parecer pretendía pasar el máximo tiempo posible con ella.

-Deja de llorar, Kev –atajó Dorothy–, durante el tour podrás conocer chicas más interesantes que una rubia hueca –dijo para fastidiarlo. Antes de que Kevin respondiera volvió a intervenir Sam.

-El tour en sí dura dos meses, pero ustedes sólo tocaran dos semanas, no actuarán desde el inicio, sólo al final –argumentó él, tratando de convencer a los demás; tomó su portafolio y sacó una carpeta antes de seguir hablando–, además, podemos negociar.

-Dos semanas no suena mal, si es al final nos serviría para entrar en calor, antes de empezar con lo nuestro –dijo Charlie.

-¿Hay oportunidad de qué sólo toquemos una semana? –inquirió Benny.

-No lo sé, tal vez, pero, no creo que sea conveniente –explicó Sam–.

Mientras ellos seguían discrepando, noté un zumbido en los oídos. Aquello no estaba bien, nada bien. ¿Acaso nadie quería tocar? ¿Desde cuándo pasaba eso? ¿Querían abandonar la banda? ¿Era el resultado de las horribles letras que había escrito? No podía ser, ¡NO!

-¿Por qué? –protesté sin pensarlo. Al hablar, todos los demás se quedaron callados–. ¿Desde cuándo rechazamos una presentación? ¿Por qué sólo nos dieron un par de semanas? ¿Acaso no nos consideran lo suficientemente buenos? ¿Ahora somos una banda de segunda?

-No Dean, cálmate –dijo Sam, su cara era una expresión era de alarma.

-Sí quieren que participemos pueden darnos algo mejor, de lo contrario no le veo sentido. Prefiero irme a Disney Land antes que aceptar migajas –sentencié.

-Dean, ¿qué sucede? –preguntó Benny mirándome con cautela.

-No estarás hablando en serio, ¿verdad? –dijo Sam, sorprendido–, tú nunca rechazas una oportunidad para tocar.

-Cierto –tercio Jess–, tú siempre estás dispuesto a tocar.

-Ya tuve suficiente –sin decir nada más me dirigí a la puerta y salí dando un portazo. Tomé el ascensor para llegar rápido a la planta baja. Casi volé hasta mi nena, una vez dentro puse música a todo volumen y arranqué. Necesitaba despejarme y alejar las malas ideas que anidaban en mi cabeza. Tomé la vía libre y anduve por ella sin tener un rumbo fijo. Odiaba esa sensación en el pecho. Sentía que algo andaba mal, pero no era capaz de definirlo. Necesitaba hablar con alguien al respecto y esos no eran los chicos, ni Sam, ni Jess. Tomé el celular y marque un número.

-¿Bueno? –contestó una voz femenina.

-Cassie, ¿Podemos hablar?

-Amor, ¿qué sucede?, ¿estás bien? –preguntó alarmada.

-Sí, necesito verte, en persona.

-Claro, bebé, ¿te parece bien en la playa?

-Claro, te veo en veinte.

Corté la llamada y maneje de regresó a la playa. Cassie era la mujer de mi vida, era única y gracias a ella podía sentir que mi vida no estaba tan a la deriva.

Ella era todo para mí.