Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

Avisos:

Esta historia es un regalo de cumpleaños de SEENAE, es una historia de yaoi/Slash/mm que espero te guste, por cierto, será más larga de lo que esperaba.

Resumen: Vasara ha construido un imperio forjado con sangre y fuego, los seres místicos que aun viven se han reunido a sus pies para servirle, pero aun falta algo, la joya de su corona, un hermoso Oni Rojo que tendrá el privilegio de ser su consorte. Esta historia contiene Vasara/Zenki. Regalo de cumpleaños de SEENAE.

Imperio Negro.

Capitulo 2.

Regalos.

"Deberíamos cazar un jabalí, o tal vez dos… y un venado también"

Vasara no tardo mucho tiempo en cazar a esos animales, más un tercero para él, los primeros regalos para su hermoso futuro consorte, a quien le daría todo lo que poseía y en cambio, el tendría que agradecérselo.

El demonio de armadura negra cargo tres jabalíes de las patas traseras, arrastrándolos por el suelo sin mucha ceremonia y el venado con el cuello cercenado en su hombro, los que dejaban un fresco rastro de sangre.

No tocaría las ofrendas que tenía para Zenki, pero no por eso debía comer solo, en realidad podría usar la excusa de que había casado demasiado para él, tanto que no podría comerse sus presas por sí solo.

Una excusa estúpida que estaba seguro esa inocente criatura escucharía y sí no lo hacía, tal vez podría decirle que era un regalo para el que sabía era el dueño de aquellos territorios, su dueño por debajo de él por supuesto.

Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki

El joven demonio había entrenado mucho más en aquella cascada, resistiendo casi una hora esas temperaturas heladas a pesar del dolor que esa desagradable temperatura le provocaba, estaba cansado y hambriento, pero apenas podía moverse, su cuerpo estaba entumido.

Necesitaba calentarse antes de salir de cacería por lo que ingreso en las aguas termales en compañía de los simios blancos, quienes le hicieron un espacio, casi como si fueran viejos colegas.

A Zenki no le importaba demasiado lo que hicieran esas simpáticas criaturas, esas aguas termales eran lo suficiente grandes para ambos, por lo que sumergiéndose en el agua, disfrutando de aquella cálida sensación, cerró los ojos quedándose dormido en pocos minutos.

Sus sueños no fueron agradables, plagados por gritos y fuego negro, sombras engullendo un pacifico valle, un demonio de fuego suplicándole que guardara silencio antes de alejarse corriendo, llamando la atención de sombras furiosas que se parecían a esos monos cuando estaban enojados.

Logrando que despertara agitado, respirando hondo, seguro que algo o alguien más estaba con ellos, algo peligroso, un adversario que debía ser destruido mientras aun pudieran hacerlo y por primera vez en todo ese tiempo desearía que Goki no se hubiera marchado, no porque lo extrañaba sino porque repentinamente no deseaba estar solo.

Zenki salió del agua con repentina rapidez, buscando su ropa, su armadura que yacía a pocos metros de distancia porque no quería que se mojara con el agua, nunca le había gustado la sensación de humedad rozando su piel.

El demonio de fuego apenas sostuvo su ropa cuando escucho un sonido proveniente de algunos metros a la distancia, unas pisadas que acompañaban una sombra negra, un gigante con cuernos enormes, dos a los lados de su cabeza y un tercero que tenía la apariencia de una navaja.

Al verlo no supo si debía retroceder o permanecer en aquel sitio, mucho menos con la pesada carga que dejo caer al suelo, Goki nunca le había dicho nada de otras criaturas como ellos, pensaba que eran los únicos, aparentemente estaba equivocado al mirar ese demonio de cabello negro, mirada plateada y armadura con tonalidades moradas.

Vasara al ver que Zenki no se movía, que le observaba sin saber qué hacer, dudando si tenía que huir o pelear, sonrió, relamiéndose los labios como por reflejo, manteniendo su distancia, no quería que su consorte pensara que deseaba hacerle daño ni que lo atacara por instinto, la misma clase de instinto de presa que el poseía, el que en ciertas ocasiones le hacía perder el control.

— Pensé que era el único…

Susurro, esperando que aquella joven criatura creyera sus mentiras, mirándolo de pies a cabeza disfrutando de la imagen que tenía ese demonio de fuego bajo la luz de la luna, quien recuperándose de su sorpresa apretó los dientes, cerrando ligeramente los ojos.

— ¿Qué quieres aquí?

Vasara le dio la espalda, no podía seguir mirándole desnudo sin querer tocarlo, si lo tocaba necesitaría olerlo, si lo hacía, debería probarlo y si lo probaba, terminaría precipitando su deseo en un joven demonio que a leguas era demasiado inexperto para comprender que era lo que deseaba de su persona.

— Sentí tu energía, cace estas criaturas para mí, pero pensé que serviría mucho mejor como un obsequio, como una ofrenda de paz entre nosotros…

Zenki se apresuro a vestirse sin saber que pensar, escuchando las palabras de Vasara, creyéndolas porque nunca en toda su vida había visto a otro ser parecido a ellos, el único era Goki, su maestro y sí este demonio de armadura morada era parecido a él, no tenía porque temerle.

— ¿Cuál es tu nombre?

Vasara al escuchar esa pregunta no pudo estar mucho más complacido, dándose la vuelta para ver algo desilusionado que el demonio de fuego ya estaba cubierto con su armadura blanca, observándolo con una actitud petulante de pies a cabeza, como si lo estuviera comparando con alguien más, tal vez ese debilucho demonio de armadura azul, esperando que lo encontrara mucho más atractivo.

— Vasara.

Zenki repitió su nombre con lentitud, de la misma forma en que él lo había hecho durante los últimos años, notando que aunque había crecido demasiado, que ya no era más aquella criatura perfecta que recordaba, aun era demasiado pequeño en comparación suya, aun lo deseaba demasiado, tanto que poco le falto para nombrarse a sí mismo el señor de todo lo que habitaba en esas tierras, obligándolo a rendirse, jurarle lealtad y entregarse a él en ese preciso momento.

— Soy el señor demonio Vasara.

Lo único que le detuvo de hacerlo fue que comprendía la sutileza de las normas humanas, sabía que si lo seducía con lentitud, le mostraba su reino, aceptaría su protección y en cambio se le entregaría.

— Señor… demonio… Vasara…

Esa belleza de cabello de fuego no sabía lo que le estaba haciendo, pero no importaba realmente, podía controlarse, no actuaria como un salvaje, ese ya no era él, sino un Shogun, el líder de su Imperio creado como un paraíso para los suyos, cuyo tesoro más importante sería su consorte.

— ¿Cuál es tu nombre?

Vasara lo sabía, pero no podría explicar que ya lo supiera, si lo hacía, su belleza de fuego sabría que lo había espiado, de esa forma no confiara en él, por lo que espero paciente por la respuesta del joven demonio.

Cuya edad rondaría los dieciséis años de ser un humano, en cambio el tenía más de cincuenta, de poder convertirse su edad de aquella forma, porque en realidad, de ser uno de esos monos sin pelo habría dejado de existir hacía mucho tiempo, convirtiéndose en polvo al ser tan viejo como lo era en realidad.

Después de todo estuvo presente durante la gran guerra entre los clanes demoniacos, fue partícipe de ella y por un momento creyó que los señores demonio de fuego habían sido destruidos, pero aquí estaba este muchacho, sin comprender quien era él o cuáles eran sus deseos.

— Mi nombre es Zenki.

Vasara asintió, avanzando un par de pasos, escuchando como los monos blancos empezaban a gritar histéricos, furiosos por sentir su energía, oler la sangre en su piel, tal vez, al poder leer sus intenciones mucho mejor que esa belleza de fuego, que lo miraba expectante, pero no asustado.

— Así que…

El demonio de sombras cargo uno de los animales por las patas traseras, mostrándoselo al demonio de fuego, quien recordó lo que había dicho acerca de los tributos, le gustaba la carne, pero no fresca, Goki nunca le dejaba probarla de esa forma y suponía que tenía una buena razón para ello.

— ¿Tienes hambre Zenki?

La tenía, porque mentirle a Vasara, quien también se estaba muriendo de hambre, pero no le apetecía la carne de jabalí o de venado, sino lo que deseaba eran placeres mucho más carnales, aquellos que sólo un señor demonio de su poder sentía por el momento y que su consorte con el tiempo compartiría.

— No como carne cruda…

Eso podía arreglarse, aunque a su parecer se perdía su sabor al cocinarlo, pero tenía razón su joven futuro consorte, si querían edificar un imperio como el suyo, si deseaban arrebatarle a los humanos aquello que poseían, tenían que comportarse como esas criaturas inferiores y cocinar esa carne le daría una excusa perfecta para pasar más tiempo en la gloriosa compañía de ese inocente demonio.

— No lo querría de otra forma.

Vasara espero por unos instantes que Zenki tratara de buscar otra excusa tratando de alejarse, pero su hambre, la que le relato a ese Oni de color azul pudo más que cualquier clase de sentido común que pudiera tener, porque después de todo ningún demonio confiaría en otro, y sin más le señalo un camino que comenzó a andar cargando el venado y uno de los jabalíes sin ningún esfuerzo, esperando que lo siguiera.

Algo que hizo por supuesto, manteniéndose a las espaldas del demonio de menor tamaño, dejándole realizar todo el trabajo duro, cocinar esos animales con el tipo de energía del que estaba creado fue fácil, solo tuvo que invocar el fuego y en cuestión de horas los jabalíes estaban listos, el venado se tardo un poco más, ya estaba saciados cuando termino de cocinarlo.

— He buscado durante siglos a un demonio que se me pareciera, me alegra saber que en verdad existen y que no soy el último que queda.

Zenki estaba recargado contra uno de los arboles cercanos, sentado en una rama fuera de su alcance, desde la cual podía ver sus territorios sin ninguna clase de problema, sus ojos cerrados, su guardia abajo, confiando en el casi por instinto.

— Existe otro, su nombre es Goki… supongo que vendrá en unos meses.

Vasara partió el hueso del jabalí de una sola mordida para chupar el tuétano y poco después limpiarse los dientes con la punta afilada, escuchando con demasiada diversión como esa belleza le confesaba la torpeza de su posible maestro, una criatura tan absurda que lo dejo solo en ese bosque.

— ¿Cómo dices que te llamas?

Pregunto Zenki saltando del árbol, sentándose enfrente suyo, mirándolo esta vez de pies a cabeza con atención, Vasara no podía mas que sentirse alabado, era sin duda la actitud que esperaba obtener de su futuro consorte, quería llamar su atención, que lo deseara junto a él para que le permitiera seducirlo.

— Vasara.

Y la confianza que mostraba en esos momentos era más de lo que pudo esperar, Zenki sin duda era un demonio inocente, una criatura poderosa pero sin malicia, era justo lo que necesitaba para entrenarlo, sin ninguna molesta actitud aprendida del pasado, su única duda, era, que pasaría cuando Goki comprendiera que lo había perdido en sus brazos.

— Señor Demonio Vasara.

Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki

Goki se tardo demasiado tiempo en llegar a ese valle, tal vez un mes o un poco más, pero al fin había dado con el risco que según decía tenía como habitantes dos gemelos, uno portaba una armadura de color morado, el otro una de color naranja, los dos eran un poco más bajos que Zenki, mucho más corpulentos, con colmillos marcados y rostros casi humanos, sus cuernos eran muy pequeños a comparación de los de su pupilo y sus ojos, eran negros, con una pupila blanca con un aro rojo.

Lo sabía porque los estaba viendo escondiéndose en la punta más alta de aquellas rocas áridas, mirándolo con una promesa de lastimarlo si se acercaba mucho mas a ellos, dispuesto a alejarlo de sus tierras de cualquier forma, logrando que sintiera mucho dolor en el camino.

Uno de ellos, el de color naranja se acerco a el de un salto, colocándose entre el que tenía armadura morada y el, como si quisiera protegerlo, sus ojos fijos en cada uno de sus movimientos, al mismo tiempo que su hermano, mantenía la distancia, buscando algún otro intruso que lo acompañara en ese sintió.

— ¿Vasara te mando?

Goki no oculto su sorpresa negando inmediatamente aquella desafortunada noción, Vasara no lo había enviado, en realidad esperaba pedirles su ayuda para entrenar a Zenki, para crear un frente común que pudiera destruir a ese monstruo cuando pudieran.

Comprendiendo que tanto humanos, como Onis o cualquier otra raza estaban en peligro de continuar el reinado de terror de Vasara, si este seguía extendiéndose como hasta ese momento.

— No nos gusta Vasara.

Pronuncio el que se mantenía a una distancia prudente, recargándose en una roca, con una actitud ligeramente salvaje, el Oni de armadura naranja, levanto su mano para que su gemelo no se moviera, primero debían escuchar su respuesta, después podrían atacarlo, si se daba el caso.

— Yo estuve durante la caída del reinado de fuego, yo sé de lo que son capaces y sé que Vasara no se detendrá hasta que sea el único Oni, ese demente se llama a sí mismo un Señor Demonio, pero, aun existe uno, está bajo mi cuidado y necesito su ayuda para protegerlo.

El Oni morado al escuchar esas palabras se estremeció, pero no dijo nada al respecto, sin embargo, el naranja al ver que su gemelo parecía afectado por aquellas palabras, recordando una época oscura, cuando ellos fueron capturados por el supuesto señor demonio Vasara, tomo una decisión.

— No importa lo que hayas visto en ese momento.

Goki frunció el seño, aun tenía pesadillas de lo que vio en ese templo, de lo que dejaron del Imperio de Fuego, de su emperador y emperatriz, seguramente los gemelos no recordaban con claridad la brutalidad de aquella raza que ese monstruo quería imitar en su Imperio Negro.

— Vasara es por mucho peor que el Señor Demonio Aravas.

Tal vez no comprendían que pasaría si no intentaban detenerlo cuando aún quedaban algunos Onis, elementales y criaturas místicas libres de su dominio, o no recordaban del don que su discípulo poseía, la razón por la cual ostentaba ese titulo, que le hacia un señor demonio con todo el derecho de la palabra.

— No nos gusta Vasara.

Repitió el Oni naranja como perdido en su propia mente, su gemelo al ver que comenzaba a recordar la tortura que sufrió en las manos de esa criatura supo que ya era demasiado, su pobre hermano menor no soportaría otra recaída, ni siquiera estaba seguro de lo que pasaría cuando volviera a ver a su verdugo.

— Mi hermano ya ha sufrido demasiado en sus manos, no lo arriesgare de nuevo, así que lo mejor es que tu y ese supuesto señor demonio tomen sus cosas e intenten pasar desapercibidos, porque si Vasara los encuentra, ya no podrán escapar.

Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki- Zenki-Zenki

Habían pasado algunos días desde que su visitante se había marchado, Zenki no estaba seguro de cuál era la razón de aquello, pero en realidad no le importaba demasiado, ese supuesto Señor Demonio Vasara no le agradaba del todo.

Continuo con su entrenamiento como si no le diera importancia a su vista, esforzándose por enorgullecer a Goki, mostrarle cuanto tiempo podía soportar las bajas temperaturas sin sentir dolor ni alejarse.

Estaba tan distraído en su entrenamiento que no escucho los pasos del Oni de armadura negra, ni como dejaba caer otros animales a los que le había dado caza, los que había destruido para que pudieran alimentarse, pero eso era solo un efecto secundario, él seguía siendo un demonio y amaba la emoción de la cacería.

Como admirar la tenacidad del demonio de fuego, que salió del agua congelada con una apariencia cansada, arrastrándose por el piso, respirando hondo, con la misma actitud que cualquiera de sus enemigos tenía una vez que se enfrento a él.

— Te ves cansado.

Vasara pronuncio recargándose en su rodilla, estaba sentado sobre los cadáveres de su reciente cacería, como si no fueran más que unas rocas, algo completamente insignificante.

— Has regresado.

Pronuncio Zenki, tratando de levantarse, pero Vasara estaba seguro que le costaba demasiado trabajo moverse con facilidad, sin siquiera proponérselo, esa hermosa criatura le había mostrado uno de sus puntos débiles.

— Te traje comida y un regalo, supuse que como a mí, te gustara el oro.

Vasara tenía un compulsivo gusto por el oro y las cosas bonitas, las joyas, aun las telas preciosas que había tomado de los humanos, admiraba la belleza en todo su esplendor, para eso no necesitaba de un humano que le ayudara a comprender su valor como tuvieron que mostrarle la necesidad de un castillo, de una armada, de animales que pudieran llevarlos en sus lomos.

No, el no necesitaba de ningún maestro para saber que algo era hermoso, él podía reconocerla de tan solo mirarla, el oro, ese metal inservible era parte de sus mejores posesiones, muchas de ellas piezas de ornato que su consorte podría vestir, que sabía le gustarían una vez que pudiera verlas.

Oro, como el material del cual estaban hechos los cuernos de Zenki, el tocado de su cabeza, esa corona que demostraba su poderío, su linaje y sólo resaltaba su belleza masculina, su cuerpo esbelto pero musculoso, su rostro, aun su cabello, el cual era del color de las llamas, del color de su elemento.

El era sin duda perfecto en cada sentido y como él, comprendería la belleza de ese metal, querría tenerlo en sus manos, en su cama, a su lado por todo lo que le quedaba de vida, por lo que abriendo el costal en donde guardo su regalo, el cual desafortunadamente se cubrió con la sangre de los animales con los que se darían un banquete, le mostro una pieza de joyería, un brazalete de oro engarzado con piedras preciosas.

— ¿Qué es eso?

La curiosidad del joven demonio era refrescante, así como su confianza y su falta de temor, aunque suponía que eso era de esperarse de su consorte, no quería que su pequeño demonio le mirara con miedo, ni que tratara de alejarse de su persona, eso lo único que le causaría serian más problemas.

— Déjame mostrártelo.

Zenki asintió, aceptando la mano que se le era ofrecida, sus ojos fijos en sus movimientos, admirando el metal del que estaban hechos sus cuernos, permitiendo que le colocara el brazalete sin decir una sola palabra.

— Es un regalo, un brazalete que yo mismo he forjado para ti, para que siempre me tengas presente en tus pensamientos, de eso se trata la amistad.

Zenki noto con cierta sorpresa que antes de permitirle admirar su regalo por unos segundos acaricio su palma con su dedo índice, relamiéndose los labios al sentir su calor, la suavidad de su piel, aumentando su deseo.

Ni siquiera sabía que eran amigos pensó Zenki, o que deseara su amistad, pero algo en ese metal brillante le gustaba, era parecido al material del que estaban hechos sus cuernos y al tocarlo un extraño estremecimiento se apodero de su cuerpo, cada una de sus células sintieron placer al tocarle con las yemas de sus dedos.

Vasara noto la forma en que reaccionaba con el oro, había sido igual a la suya y eso le hacía ver que no estaba tan equivocado, ese Oni rojo era igual a él, no podía ser de otra forma se dijo en silencio, recordando que además de su regalo le trajo comida, la que esperaba disfrutar en su compañía.

— Además, te traje comida, jabalíes y un venado, se que te gusta comerlos.

El demonio de fuego asintió, alejándose de su cuerpo para llevarse los animales al mismo sitio en donde los cocino aquella vez, sin prestarle atención siquiera, ignorando que llevaba sus manos a su rostro, admirando su aroma natural, controlando sus instintos que le decían que debía tomarlo para el antes de que ese Goki se le adelantara.

Zenki comenzaba a sentirse nervioso en compañía de ese demonio de armadura negra, no sabía precisar la razón, pero algo en el no le gustaba de su comportamiento, le hacía sentir en peligro, era como sí mintiera y estuviera a punto de atacarlo, suponiendo que nadie podía ser tan gentil, ni tan amable sin una buena razón.

Pero Goki ya lo había reprendido por pensar de aquella forma, diciéndole que no todos eran sus enemigos y que si creía que cualquier otra criatura trataría de lastimarlo, terminaría convirtiéndose en un monstruo, utilizando su poder en contra de los demás, como lo hacia ese demonio negro que poco a poco edificaba un Imperio Negro, tan oscuro como su armadura o su corazón, cuyo nombre nunca le había mencionado.

— ¿Por qué me visitas?

Pregunto de pronto Zenki arrancando un gran trozo de carne a la pata de uno de los jabalíes, mirándolo con algo de extrañeza y un poco de desconfianza, su consorte era como un niño, demasiado confiado e ingenuo, tan abierto que ni siquiera tenía que esforzarse para comprender sus deseos.

— Porque tú y yo somos iguales, Zenki, porque no podemos estar separados, nosotros, los señores demonios debemos unirnos.

Vasara esperaba que Zenki comprendiera esa verdad, tal vez no en ese momento pero si con el tiempo, al recibir sus regalos, al despertar la avaricia en su corazón demasiado puro para ser un demonio, el hambre insaciable por la caza y la comida, después por el sexo.

Moldearía a esa belleza pelirroja de tal forma que cuando terminara con ella sería un amante perfecto y cuando comprendiera su sitio a su lado, empezaría a enseñarle como peleaba un verdadero señor demonio, a escribir y a leer, todo lo que su consorte necesitaba saber para el futuro que estaba edificando.

No hablaron mucho después de eso, Zenki se limitaba a devorar su parte de su caza, mientras que él, apenas había probado un bocado, generalmente prefería la carne cruda, cuando su vida se iba escapando de su cuerpo, ese momento en el que aun estaba caliente, aun se movía, ese era el momento justo para alimentarse de su presa, cuando poco a poco iba dándose cuenta que ya no tenía una sola oportunidad, que era suya, para siempre.

— Dicen que hay un Castillo Negro al norte de este volcán, que hay vive un monstruo…

Vasara sonrió al saber que había escuchado hablar de él, que su poder y su Imperio era tan grandioso como para que aun este inocente demonio rojo hubiera escuchado nombrarle, sin embargo, él no creía que la palabra monstruo pudiera quedarle, él no lo era, sino que se trataba de un visionario que sólo quería un poco más.

— ¿Tu estas huyendo de ese lugar?

Zenki deposito el hueso a un lado lamiendo las puntas de sus dedos para limpiarlas, una imagen sensual, que Vasara trataría de recordar hasta que su consorte quisiera acompañarle a su nuevo hogar, al castillo negro del que había escuchado hablar, probablemente ese Goki, tratando de alejarlo de su destino.

— ¿Por eso estas aquí?

Vasara comenzó a reírse, negando aquella noción con la cabeza, era ridículo que un señor demonio como él huyera de algo más, no sólo porque ese castillo le pertenecía, sino porque no estaba en su naturaleza retroceder durante un combate, ni abandonar un tesoro como lo eran esas tierras o su consorte.

— Quien te haya dicho que debes alejarte de ese castillo y que su emperador es un monstruo, lo único que desea es mantenerte encerrado en este bosque, aislado del mundo que tanto deseas conocer.

La sorpresa de Zenki fue mayúscula, porque era cierto lo que ese señor demonio decía, él quería ver que había fuera de ese valle, quería viajar y acompañar a Goki, pero su maestro nunca se lo permitía, por alguna razón decía que corría peligro fuera de ese valle, que en ese castillo habitaba una amenaza y que lo mejor era pasar desapercibido de momento, haciéndolo sentir como un cobarde.

— Yo fui como tú, atrapado en mi ignorancia hasta que ese ser, el monstruo del que te han advertido me mostro la verdad, la diferencia entre los animales y los señores demonio.

Vasara se levanto en ese momento, caminando algunos pasos en dirección de Zenki, sentándose enfrente de él, dejando pocos centímetros de distancia entre ambos, mirándolo fijamente, admirando la sorpresa de aquel rostro hermoso que poblaba sus sueños húmedos.

— Fue él quien me mando a buscarte, sabía que estabas perdido en este bosque, que necesitabas de su ayuda para comprender tu verdadera naturaleza y es por eso que he venido, para enseñarte un lugar como el que puebla tus sueños.

Vasara llevo entonces su mano a su mejilla, acariciándola con delicadeza, con demasiado afecto que no supo cómo interpretar Zenki, porque lo que decía para él no tenía sentido alguno, no porque le interesara ver aquel castillo del que se enorgullecía o conocer a la criatura que lo habitaba, a la que Goki le tenía tanto miedo.

— Para llevarte con él, cuando tu esté listo para eso…