Hola a todos, supongo que pensabais que este fic estaba muerto pero más bien era yo la que se quedó sin vida (o más bien he tenido demasiada). Apenas tengo horas libres y esas las paso en su mayoría con gente que no sabe, ni sabrá (espero) que escribo por lo que no puedo hacerlo delante de ellos. También he de reconocer que así como iba pasando el tiempo me costaba más y más retomar la historia porque me daba algo de vergüenza haber tardado tantos meses, supongo que la espera decepciono a más de un lector. Por eso os pido disculpas a todos vosotros pero en especial a Spiritpandora, no he abierto Tumblr en todo este tiempo y siento haber dejado de lado nuestras conversaciones. Espero que aun sigas por aquí y puedas leer esto.

Los eventos de este capitulo suceden unos meses antes de que Nozomi y Nico se conozcan.

No es un capítulo romántico pero es mi regalo de San Valentín para todos vosotros.


La pequeña Rin se revolvía en la cama en mitad de la noche. Su cama era cómoda y estaba a gusto pero había algo que estaba llamando su atención y le impedía dormir. Su cama estaba bajo la ventana y desde ella llegaba el maullido de un gato. La niña se asomaba una y otra vez para intentar distinguir al animal en la oscuridad tras el cristal. Cada vez que se levantaba lo hacía con cuidado de no despertar a Hanayo quien dormía en la misma habitación. Estuvo mucho tiempo intentando ignorarlo y tratando de dormir pero la naturaleza aventurera y curiosa con la que Rin había nacido la empujó a salir de la cama y atreverse a ir hasta la puerta trasera de la casa. Al abrirla le llegó el aroma silvestre del bosque, la primavera había llegado unas semanas atrás y en ese momento podía encontrarse flores por todas partes.

Fuera había más luz que en el interior de la casa, el suave resplandor de la luna caía sobre las hojas dándoles un aspecto fantasmal. La noche asustaba a la pequeña como era de esperar pero allí estaba su pequeño amigo, podía distinguir su figura gracias a su pelaje color canela que contrastaba con la maleza del bosque que comenzaba a escasos metros de su casa. Rin intentó llamarlo para que se acercara pero el animal hizo todo lo contrario y se adentró entre los árboles. Sin malgastar el tiempo en dudar, siguió al gato. Pronto sus pasos cuidadosos se convirtieron en una carrera despreocupada. El animal parecía estar jugando con ella y Rin estaba encantada con ello. Perdió la noción del tiempo pero aquello era demasiado divertido como para preocuparse por otra cosa. De repente se dio cuenta de que lo había perdido de vista. Miró en todas las direcciones pero el gato había desaparecido. No tuvo tiempo de entristecerse porque enseguida cayó en la cuenta de que estaba perdida en mitad del bosque. Sus ojos empezaron a humedecerse pero su corazón dio un vuelco al oír ruidos muy cerca de ella. Al principio pensó que su amigo peludo había regresado pero pronto entendió que esos ruidos eran demasiado fuertes para que los hiciera un gato. Con algo de miedo buscó el origen de ese sonido, estando perdida no es que tuviera otra opción, sin embargo no vio nada. Rin empezó a pensar que lo había imaginado cuando volvió a oírlo, esta vez claramente sobre su cabeza. Miró hacia arriba y lo que vio la sorprendió. Una niña estaba sentada en una rama y la miraba desde allí fijamente. Sus ojos verdes tenían un brillo salvaje que la intimido.

-Hola –Rin intentó comunicarse ya que necesitaba ayuda pero aquella situación tan rara la desconcertaba bastante.

-Hola –la desconocida repitió la misma palabra e incluso uso el mismo tono que había usado Rin como si la estuviera imitando más que saludando. Después volvió a observarla en silencio.

La pelirroja tragó saliva, por alguna razón aquella chica le daba miedo.

-¿Qué haces ahí arriba?

La otra niña inclinó la cabeza hacia un lado y la miró con extrañeza.

-Estar aquí. ¿Qué haces tú ahí abajo?

-M-me he perdido pero… -Rin no se quedó conforme con la contestación que había recibido. Es más, su interés por aquel comportamiento tan raro estaba creciendo rápidamente. -¿Pero por qué estás ahí? –La niña enfatizo sus palabras mientras señalaba exageradamente hacia la rama en la que estaba la otra con impaciencia. No le veía ningún sentido a que una niña estuviera subida a un árbol en mitad de la noche.

Desde arriba la pequeña soltó un soplido molesto.

-Él está haciendo lo mismo. ¿Por qué no vas a preguntarle?

Rin vio como señalaba a algún punto a su espalda, se giró y descubrió un búho en la rama de un árbol cercano.

-Eso es un pájaro, es normal que esté en un árbol pero las personas no viven en los árboles.

-¿No? Vaya… Me gustaba estar aquí.

Acto seguido la niña bajó de allí con una facilidad pasmosa y caminó hasta quedarse frente a Rin, tan cerca como para incomodarla un poco. La desconocida volvió a quedarse en silencio pero la miraba fijamente, Rin podía ver como sus ojos curiosos repasaban su cara de hito en hito. A esa distancia pudo ver que la niña era muy guapa y que parecía unos años mayor que ella. Aunque estaba muy delgada sus mejillas eran regordetas y daban ganas de pellizcarlas, por un segundo Hanayo pasó por su mente ya que sus mejillas eran parecidas. Sus ojos eran grandes y de un verde intenso. Su melena de un curioso tono morado era larga y despeinada lo que le daba un aspecto descuidado. Con cada segundo Rin se sentía mas incomoda.

-¿T-tu también te has perdido?

La niña de ojos verdes volvió a inclinar la cabeza hacia un lado.

-¿No sabes dónde estás?

-No –por un momento los ojos de Rin se iluminaron con esperanza, por fin parecía que esa chica podía ayudarla. -¿Tu si lo sabes?

-Claro. Estamos en el bosque.

La pelirroja volvió a desesperarse.

-¡Ya sé que estoy en el bosque! –Empezó a llorar sin saber que más hacer. –Yo solo quiero irme a mi casa…

-¿Dónde vives? –Las lágrimas de Rin no parecían afectarla lo más mínimo y siguió mirándola de la misma forma.

-En Salem.

-¿En el pueblo? –Los ojos de la chica se abrieron de par en par mostrando emoción por primera vez.

-S-si… ¿Y tú?

-Yo vivo aquí.

Rin arrugo la nariz con disgusto.

-¿Aquí? ¿Cómo? No hay nada aquí fuera.

La otra chica miró alrededor antes de hablar y colocó la mano sobre la corteza del árbol donde habia estado sentada antes.

-Estos árboles y esta tierra son mi casa.

La pequeña no encontraba ningún sentido a aquellas palabras pero no quiso darle más vueltas al tema, quería regresar a la seguridad de su cama.

-¿Sabes cómo volver al pueblo?

-Puede… es la primera vez que me dejan salir al exterior. –Algo parecido a una sonrisa tímida se formó en sus labios.

Rin no sabía de qué estaba hablando la chica pero se centró únicamente en lo que quería oír.

-¿Por favor puedes ayudarme? –Sin pensar, la tomó de la mano en un intento por llamar su atención y enseguida se dio cuenta de lo incomoda que esto hizo sentir a la otra chica quien se quedó inmóvil y con los ojos como platos mirando sus manos unidas. La soltó preocupada por haber molestado a quien podía llevarla de vuelta a casa. –L-lo siento… -sintió que debía disculparse al ver el desconcierto que le había provocado.

La mayor se tocó la mano y volvió a mirar a los ojos ámbar de Rin. Al segundo sonrió y esta vez fue ella la que tomó la mano de la otra.

-Te llevaré a casa si prometes jugar conmigo un poco.

La propuesta sorprendió a la pequeña pero accedió enseguida.

-Está bien –entrelazó sus dedos con más fuerza y le devolvió la sonrisa. –No pasará nada mientras vuelva antes de que amanezca. Me llamo Rin. ¿Y tú?

-Nozomi.

-¿Entonces a que quieres jugar?

-Mmm… no conozco ningún juego.

-Mi juego favorito es el pilla pilla. ¡Es muy divertido! Siempre juego con Kayochin.

-¿Kayochin?

-Es mi mejor amiga. Siempre estamos juntas y jugamos a un montón de cosas.

Nozomi se quedó pensativa por un momento.

-Amiga… -la mayor solo tenía un concepto vago del término. –Yo no tengo amigas.

-¿Eh? ¿Cómo puede ser? –Rin abrió mucho los ojos por la sorpresa. –Tienes que tener a alguien… estar solo es muy triste. –La niña recordó como no hace mucho la muerte de sus padres la había dejado sola en el mundo, sin embargo gracias a la amabilidad de los Koizumi había encontrado un nuevo hogar. Hanayo la había ayudado a sobrellevar la perdida y estaba segura de que nunca podría devolverle todo el bien que le hizo en esa mala época. De pronto un impulso surgió del interior de la pequeña, era el momento de hacer lo correcto. Con una gran sonrisa, la rodeó con sus brazos. –¡Seamos amigas! Vamos, te enseñare algunos juegos. Estuvieron correteando por el bosque durante horas y entre risas comenzaron a llevarse de maravilla. Era el turno de Rin para buscar a Nozomi, comprobaba cada recoveco que hallaba entre la maleza. Fue entonces cuando oyó un gruñido fuerte a su espalda. La pequeña se giró con el estómago encogido por el miedo y vio un gran lobo gris que le enseñaba los dientes mientras se le acercaba amenazadoramente. Retrocedió con torpeza ya que apenas podía mover las piernas a causa del pánico y acabó por caer tras un par de pasos al tropezar con una rama. Su espalda dio contra el suelo pero apenas fue consciente del golpe ya que no podía apartar la mirada de esos dientes que amenazaban con hacerla pedazos. Las lágrimas estaban empezando a empañarle la visión cuando de repente la actitud del animal cambio radicalmente. Dejó de gruñir y levantó la cabeza moviendo las orejas hacia arriba, como si estuviera buscado algo. Rin oyó unos pasos y vio por el rabillo del ojo que Nozomi pasaba a su lado, colocándose delante de ella. Su expresión era de enfado, miraba con severidad al animal que enseguida agachó las orejas y gimoteó. La chica acercó la mano hacia el lobo y este caminó hasta que esta pudo acariciar su pelaje. Rin no salía de su asombro ante tal escena.

-Rin es mi amiga, así que no puedes hacerle daño –los ojos verdes de la niña miraban fijamente a los del animal quien parecía escucharla como si de verdad la estuviera entendiendo.

Entonces el lobo caminó hasta Rin quien seguía observando sentada en el suelo y volvió a contener la respiración. Su corazón latía con fuerza al sentir el aliento del animal sobre su piel. No obstante, cuando sintió un lametón en la cara no pudo evitar reírse. Acabó por acariciar el pelo gris del animal y se sorprendió de lo suave que era.

-Tan solo tiene hambre pero no te preocupes, no te hará daño. Ahora sabe que no estás aquí para ser su presa.

Tras unos minutos el animal se cansó de la atención de las niñas y desapareció entre los árboles.

-¿Cómo lo has hecho? Parecía cosa de magia.

-Ha sido cosa de magia –Nozomi miró directamente a los ojos ámbar de Rin mientras contestaba dejando claro que no estaba de broma.

-¿Qué?

-Te lo he dicho antes, esta es mi casa. Nada de aquí puede dañarme, solo me hace más fuerte. Y ahora tú tampoco tienes nada que temer en estos bosques. Todo el bosque, desde el animal más fiero hasta la brizna de hierba más pequeña te da la bienvenida y te protegerá de todo peligro.

-¿Tu… haces magia?

-Claro.

Los ojos de la más pequeña se iluminaron llenos de interés.

-Enséñamelo. Quiero ver más.

La actitud de Rin animó a la bruja quien enseguida pensó en algo con lo que pudiera impresionar aún más a su nueva amiga. Juntó las palmas de sus manos y frunció el ceño. Las frotó un poco y luego las volvió a separar con rapidez. De ellas salieron varias luces que flotaron alrededor de ellas como si fueran luciérnagas, solo que estas eran mucho más grandes y su luz mucho más potente. Rin abrió la boca y siguió el movimiento con la mirada claramente sorprendida. La luz iluminó gran parte del espacio que tenían alrededor.

-Así mejor, con tan poca luz es imposible que veas algo de lo que haga.

-¿E-esto no era lo que querías enseñarme? –Rin señaló hacia una de las bolitas de luz aun maravillada.

Nozomi buscó con la mirada entre la vegetación del suelo y no tardó en encontrar una flor de grandes pétalos rojos. Satisfecha con su hallazgo, la arrancó y la acercó a la cara de la pelirroja para que pudiera verla bien.

-Dime un color.

-…mmm… ¿Amarillo?

La pequeña bruja respiró hondo y tocó con la punta del dedo uno de los pétalos de la flor. Entonces poco a poco el rojo fue desapareciendo dejando paso al amarillo hasta que finalmente la flor había cambiado de color. Los ojos de Rin iban y venían de la flor a la cara de Nozomi llenos de asombro. La otra niña no pudo evitar sonreír ante el desconcierto de su nueva amiga.

-¡¿P-pero como lo haces?!

-Ya te lo he dicho. Con magia, soy una bruja.

Rin pensó en lo poco que sabía sobre brujas. Muchas veces le habían dicho lo malas que eran y que si se portaba mal alguna podía llevársela de su cama por la noche. Mirase como mirase a Nozomi no podía creer que aquello fuera cierto en su caso.

-¿Seguro? No das miedo y eres muy guapa… no pareces una bruja.

-Si quisiera puedo dar mucho más miedo, pero no quiero asustarte. Tal vez te lo enseñe en otro momento. –La niña hizo una pequeña pausa y habló algo más animada. -¿Quieres enseñarme algún otro juego? –Nunca se lo había pasado tan bien como aquella noche y quería seguir divirtiéndose.

Rin pensó en algo nuevo pero no tuvo tiempo de dar una respuesta ya que de repente Nozomi se dejó caer de rodillas al suelo mientras se sujetaba la cabeza con las manos. Esta soltó un quejido de dolor mientras se encogía sobre sí misma. La pelirroja no entendía lo que pasaba y la miró con duda sin saber qué hacer.

-…no… n-no…

Los quejidos pasaron a ser gritos de agonía y Rin se agacho junto a ella.

-¡¿Q-que te pasa?!

-¡Esta bien! ¡Lo haré! ¡Lo haré!

Tras un par de segundos el cuerpo de la niña se relajó. Rin observó cómo su respiración agitada fue calmándose.

-¿Estas bien?

Nozomi asintió lentamente y se levantó con esfuerzo ya que su cuerpo seguía temblando.

-Necesito que me acompañes a un sitio.

-Vale… -la pelirroja no dejó de mirarla con preocupación y notó que la bruja le rehuía la mirada.

Tras muchos minutos caminando Rin empezó a pensar en volver a casa pero no se atrevía a sacar el tema. La atmosfera había cambiado radicalmente desde que habían dejado de jugar. Había intentado entablar conversación con Nozomi varias veces pero esta le había respondido con monosílabos en los mejores casos. No sabía a donde la estaba llevando pero dudaba mucho que fuera a la casa de los Koizumi.

-Um… ¿Falta mucho?

-No.

-¿D-después me llevarás a casa? Seguro que no falta mucho para que se haga de día.

Esta vez la bruja se limitó a asentir. Rin no podía ver su expresión porque caminaba tras ella. Algo más tarde se pararon delante de un árbol enorme y viejo. La menor no vio con claridad lo que hizo Nozomi pero al poco se abrió un gran agujero en el tronco y la bruja se adentró en su interior. Rin tragó saliva y la siguió. La niña no podía estar más aterrada, caminaban por un túnel lleno de insectos y que olía a podredumbre. En un intento por hallar algo de seguridad, tomó con timidez la mano de Nozomi. Esta aunque seguía sin mirarle a la cara le devolvió el apretón. El recorrido se hizo eterno para Rin y sentir un ligero temblor en la mano de su amiga solo le hacía temer más por lo que encontraría al final de ese túnel. Cuando este acabó en una gran cavidad casi no pudo verlo. Sus ojos apenas distinguían algo en esa profunda oscuridad. Entonces, un fuego ardió con fuerza iluminando el espacio, junto a él se distinguían unas siluetas que parecían aguardar por ellas dos. El estómago de Rin se encogió de pánico, la imagen no podía ser más tenebrosa y le entraron ganas de salir corriendo en dirección contraria. Sin embargo, Nozomi camino hacia ellos sin soltarla de la mano y no tuvo más remedio que seguirla. La pequeña trato de ver los rostros de aquellos desconocidos pero el contraluz que creaba la hoguera a sus espaldas era demasiado fuerte y sus caras quedaban en penumbra. Lo que si podía ver a la perfección era el miedo en el rostro de Nozomi.

-¿Qué es lo que has hecho? –la voz gangosa que gritó hizo que Rin diera un respingo.

-¿Eres estúpida? –otra voz salió de otra de las siluetas.

-¡Te ordenamos que no fueras más allá del bosque precisamente para que no te encontraras con nadie!

-Y además vas y le muestras tu magia –este señalo a Rin con el dedo mientras hablaba.

-Y-yo no salí del bosque… ella estaba aquí –la voz de Nozomi era un susurro pero basto para hacerse oír. –Me dijisteis que tendría que usar mi magia con la gente de fuera…

-Para eso aun te queda un largo camino por delante y aun así… -uno de ellos se adelantó acercándose a las dos niñas que seguían tomándose de la mano y agarró de la muñeca a Nozomi, tirando de ella y separándolas. La arrastró hasta el fuego y sin ningún tipo de aviso metió la mano de la pequeña en las llamas. Esta gritó desesperadamente mientras trataba de huir del fuego que estaba quemándole la piel. Rin se tapó la boca intentando acallar sus sollozos y se dejó caer hasta quedar sentada en el suelo. No podía apartar la mirada de aquel horror. La voz siseante del sujeto volvió a oírse sobre los gritos de la pequeña bruja tras unos largos segundos. –Esto es lo que pasará si la gente de fuera descubre tu magia. ¡Ellos mismos te quemaran viva hasta que solo quede polvo!

El hombre soltó por fin a la niña que se alejó llorando del fuego mientras intentaba apagar las pequeñas llamas que seguían lamiendo su piel. El brujo las apagó con un gesto de su brazo a la vez que devolvía a su estado original la mano de Nozomi. Entonces volvió junto a Rin y la sujetó del cuello de su vestido levantándola en el aire.

-Mira estas ropas, es una de esos puritanos. Os creéis los únicos buenos y justos sobre la tierra… ¡Menudos necios! Pronto no quedará ni uno de vosotros.

El hombre volvió junto a la hoguera mientras hablaba. Nozomi vio con pánico en la mirada como colocaba a Rin sobre las llamas que amenazaban con rozar sus pequeños pies. Las quejas y lloros de la pelirroja se detuvieron por un instante ya que por fin pudo ver con claridad el rostro de aquel brujo. Su cara estaba cubierta de escamas en algunas partes, donde parecía que la piel se le había desprendido. La punta de su lengua estaba dividida en dos, esa era la razón de ese deje siseante que tenía su voz. El impacto duro poco en Rin, en cuanto sintió el calor intenso a sus pies volvió a llorar sin consuelo.

En ese instante, algo nuevo apareció en el interior de Nozomi. Hasta entonces había aceptado todo tipo de castigos sin rebelarse ni una sola vez. Por supuesto que no le gustaba sufrirlos pero había aprendido desde muy pequeña a aceptarlos como algo inevitable y en la vida se le habría ocurrido llevarle la contraria a uno de aquellos brujos. Sin embargo, un valor desconocido surgió de la nada y la empujó a enfrentarse a aquel hombre. Acababa de descubrir la necesidad de proteger algo querido.

-Detente –la voz de la niña sonó temblorosa pero sus ojos estaban llenos de decisión.

El brujo se sorprendió tanto por el repentino arrebato de Nozomi que en efecto, se detuvo y la miró sin dar crédito a sus oídos.

-¿Qué? –En segundos la cara del hombre fue crispándose por la ira que estaba sintiendo. Seguía manteniendo a Rin sobre el fuego pero ahora tenía su mirada clavada en los ojos de Nozomi.

La pequeña sintió una oleada de pánico pero ya no tenía escapatoria solo le quedaba seguir hacia adelante con la idea que le había hecho hablar en un principio. Dio un paso hacia ellos y respiró hondo antes de atreverse a hablar.

-Me gustaría usarla para algo. P-podrías matarla pero… con ella tengo la oportunidad de practicar mi magia, a estas alturas todo lo que aprendo no sirve de nada si no lo uso sobre alguien.

Las palabras de la niña quedaron flotando en el aire unos segundos en los que no se atrevió a moverse ni un milímetro.

-¿Y qué pretendes hacer con ella? –Una de las figuras que observaban se metió en la conversación, todos parecían intrigados por la proposición de Nozomi.

-Um… Últimamente he estado aprendiendo a manipular los recuerdos. Podría hacerle olvidar esta noche.

Todos reflexionaron sobre esas palabras unos instantes. Entonces el hombre colocó a Rin de nuevo en el suelo y pudo entenderse alivio en los sollozos de la pequeña. No obstante la mano del brujo sujetaba con fuerza su hombro obligándola a permanecer junto a él.

-Por fin muestras algo de iniciativa –la sombra de una sonrisa apareció en los labios del brujo. –Estábamos empezando a pensar que tendríamos que acabar buscando a otro que ocupara tu lugar. El trabajo que tendrás que enfrentar en unos años no lo puede hacer cualquiera y cada vez dudábamos más que tuvieras las cualidades necesarias. Necesitamos un lobo, no una oveja… pero al fin enseñas los dientes.

Nozomi temblaba de arriba abajo, sentía que acababa de librarse de un peligro del que ni siquiera había sido consciente.

-Tu has causado este problema –el brujo movió su mano hasta la cabeza de Rin, el corazón de Nozomi se encogió al ver como enredaba sus dedos entre los mechones pelirrojos de la niña. –Así que debes ser tu quien le ponga solución como creas conveniente. Sin embargo, -la voz del hombre adquirió un tono aún más frio y amenazador- si fallas y ella habla de nosotros tu serás la responsable.

-…n-no diré nada, yo no… -Rin intentó hablar entre lágrimas, estaba dispuesta a hacer lo que fuera por que la dejaran volver a casa, pero no pudo decir nada más ya que el brujo la silencio con un tirón de pelo.

-Si el conjuro sale mal tendrás que matarla.

Nozomi asintió y Rin la miró suplicante. Entonces el brujo empujó a la pequeña hacia adelante y esta cayó a los pies de la otra niña. La mayor se agachó y le comenzó a secar las mejillas con sus dedos.

-…yo solo quiero volver a c-casa…

-Sshh… cálmate, prometí que te llevaría de vuelta. Pronto estarás a casa –juntó sus frentes y comenzó a murmurar palabras que Rin no entendía. Poco a poco los parpados de la niña empezaron a cerrarse pero antes de caer inconsciente llego a oír unas palabras susurradas en su oído. –Gracias por ser mi amiga.

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La sensación del duro suelo contra su cara la despertó. Era de noche y enseguida se dio cuenta de que estaba a la intemperie. Se levantó con cierto esfuerzo ya que sentía que su cabeza iba a explotar. No sabía que hacia allí y al tratar de recordar como había llegado solo logro empeorar su migraña. Enfocó la mirada, aunque estaba oscuro la luna brillaba lo suficiente esa noche como para ver que estaba detrás de su casa, abrió la puerta trasera que daba a la cocina y entro con sigilo. El silencio reinaba en la casa y con cuidado llegó hasta su habitación. Fue directa a su cama pero enseguida se dio cuenta de los pequeños sollozos que llegaban del otro lado del dormitorio. Rin dejó escapar un pequeño suspiro y se acercó a la mesilla para encender una vela. La luz tenue le mostró lo que esperaba, Hanayo estaba en su cama pero se retorcía entre las sábanas y lloraba en sueños. Aquello ocurría muchas noches. Rin se acercó y se sentó en el borde de la cama. Comenzó a apartar lo mechones de pelo que la niña tenía en la cara y luego le acarició los cabellos intentando calmarla.

-Sshh… no pasa nada, es solo un sueño. Estas aquí, conmigo. Mañana jugaremos como siempre, ya verás cómo te olvidas de esta pesadilla –la voz de Rin pareció tranquilizarla ya que pronto dejó de moverse y su respiración volvió a ser pausada. –Podemos ir al bosque y subir a un árbol como si fuéramos pájaros… seguro que es divertido.

La pelirroja se quedó pensativa por un momento, aquella idea que se le acababa de ocurrir quería recordarle algo, sentía que lo tenía en la punta de la lengua pero no pudo dar con ello porque su dolor de cabeza regresó. Dejó el tema porque quería irse a dormir, estaba muy cansada. Secó los restos de lágrimas que Hanayo tenía en la cara y luego le dio un beso en su mejilla rosada. Volvió a su propia cama y se metió en ella con alivio. Pronto el cansancio hizo que quedara profundamente dormida.