Disclaimer: Esta historia es cien por ciento de mi autoría, queda estrictamente prohibido tomarla/robarla. Los personajes e historia original pertenecen a Rejet y al creador/creadores de la obra.

Requiescat In Peace

— Espero que pagues por su muerte, Eva era la salvación de un mundo, y simplemente fue asesinada por ti y tu falta de cordura.

Kanato no habló, no diría ni una sola palabra, no importaba si Mukami Ruki le odiaba, porque él le odiaba más, la opinión de los otros también estaba de más, en cuanto ellos enterrasen el cuerpo de su "preciada Yui", él se marcharía a su habitación, sin escuchar las reclamaciones, ni las consecuencias de haber asesinado a la humana.

— Eva… debió querer… a Shuu-San... para… sacrificarse así… ¿ne, Kanato-Kun?—. Estúpido Azusa, no se daba cuenta de que sólo era una humana intentando hacer lo correcto para ella, no había otro amor para Yui, que no fuese Kanato.

— Al menos tenemos una inútil menos en casa—. Reiji, quien comentaba eso, realmente estaba hecho añicos por dentro, no lo admitiría, nunca, puesto que una humana no vale el aprecio o amor de un vampiro, ella fue una simple idiota que supo ganarse su corazón, y su muerte fue la desaparición de un trozo del Sakamaki.

Con la muerte de la chica, el plan que llevaría a la construcción de un nuevo mundo se convertiría en un fracaso total.

"Quizá el alma de Yui nunca tendría descanso", pensó Ayato, esa pequeña mortal le dejó en herencia sus creencias; le echaría de menos, a su amiga, su humana más preciada.
— Requiem aeternam dona eius—. Susurró dolido.

El trillizo menor, miraba a Kanato, quien fuere la persona que estaba enamorada de Yui, él no tenía expresión alguna, parecía que todo le diese igual, lo que le hizo preguntarse, cuánto dolor estaría conteniendo.

Nada, Kanato no tenía dolor alguno, no estaba ocultando absolutamente nada, respecto a sus emociones, quería que esa falsedad acabara, para huir, sus hermanos y los Mukamis eran unos estúpidos. Su padre, no se había presentado, seguramente estaría en busca de una nueva presa para ellos, y obviamente él no se salvaría del castigo por asesinar a la chica Komori, no tenía ganas de pensar en ello, por ahora, ya vería el modo de librarse.


El trillizo mayor pudo jurar que vio al maldito Shuu con lágrimas en sus mejillas, y su sangre comenzó a hervir, lo odiaba, más de lo que detestaba la comida amarga, y el café, se merecía la muerte por tocar a su mujer e intentar separarles, aunque Yui también tenía merecida su muerte, por dejar que Shuu se le acercarse.

Tomó nota mental, la próxima vez que intentase matar a uno de sus hermanos, lo haría lejos de Yui la santa protectora de vampiros indefensos.

Shuu, miraba el ataúd de Yui, sintiéndose ¿culpable?, Un vampiro que se siente culpable, "Patético", susurró para sí mientras sus llanto intentaba salir a flote. Shuu, había perdido ya a Edgar, y nuevamente la maldición se repetía, ahora con Yui, la mujer, que quisiera o no admitirlo, le gustaba, le fascinaba más que la cama y el bistec, o que el violín y el mp3.

Después del entierro, y lo que restó del día, el Sakamaki mayor no pudo dormir, prefería no cerrar los ojos, porque en cada pestañeo, estaba ella, y cuando creía que podría dormir, una pesadilla, le despertaba. Se volvería loco, ni siquiera tenía ganas de beber sangre, en ese instante le daba asco por completo, se sentía como un mortal, con ese dolor en el pecho, que crecía, y el nudo en la garganta que no le dejaba pasar saliva; deseó morir, una y otra vez, ocupar el lugar de esa mujer, su existencia no tenía sentido, nuevamente, sus ojos ardían, y sus mejillas estaban completamente húmedas, nunca se había sentido de tal manera, ni con la muerte de su mejor amigo, aunque las situaciones se le asemejaban por una sola cosa, el fuego, su eterna debilidad; Shuu, se pensó el saltar del balcón del último piso, aunque sabía que no le haría nada en realidad, quería pagar con dolor el seguir vivo, de ese modo comprendió que no era un masoquista como el menor de los Mukamis, sino un sádico con el corazón roto, si se podía decir que tenía uno.

Todo era silencioso, aún podía escuchar la respiración de Yui, como si estuviese viva, ese sonido le acompañaría por siempre, a donde fuese, incluso si decidía robarle a Reiji algún veneno que fuese tan potente como para matar a un vampiro.


— Dime que fuiste tú en un intento de calmar tu pequeña pizca de humanidad, el que robó mis tranquilizantes del laboratorio…— Reiji cruza los brazos, mientras el rubio, con un ojo medio abierto le mira.

—Hmm, ¿de qué estás hablando?,¿qué tranquilizantes?

— No sabes nada, ¿no?, debí suponerlo, ¿intentas pasarte de listo?

— Yo no tomé nada, no necesito algo como eso, ella no significaba nada para mí, como para sentirme mal.

— Oya, oya, por supuesto, yo jamás he dicho nada.

Reiji miró la habitación, pero no había rastros, ni de los típicos envases de cristal que utilizaba, ni un mísero olor a medicina, ya que no sólo su tranquilizante era tan fuerte que mantendría a un vampiro dormido por dos días enteros, sino que desprendía un olor tan fuerte, que incluso a él le sería difícil de ocultar.


Nota de autor:

Oh dios, no puedo creer que llevase tanto tiempo sin pasar por aquí xDDDD , lo siento mucho, pero escribí esto con todo el amor del mundo, muchas gracias a todos por vuestros comentarios, un abrazo, y en cuanto el semestre me lo permita, volveré con más, espero no morir antes xDDDDD.

Mónica Bárcenas, absolutamete ojerosa y adicta al café escritora de Fanfics