Era una noche como otra cualquiera: la luna sobre el cielo estrellado, sin ninguna nube que lo empañase, esa suave brisa veraniega que aligeraba el bochornoso calor que hacía durante el día, y, cómo no; una joven rubia sentada sobre el alfeizar de su ventana, dibujando aquella escena. Sus ojos iban y venían del cielo al cuaderno, sin perder ningún detalle pues con suaves trazos iba dándole forma a su noche.

¿Sabéis qué día era aquel? El último día de las vacaciones de verano.

Se oyó un suspiro, el instituto no era demasiado para ella, sobre todo cuando la mayoría de cosas que enseñaban los profesores eran repaso de años anteriores. Le dolía la cabeza solo de recordar cuantas veces habían dado la lección de los tiempos verbales en inglés, ¡y los condicionales ni te cuento! Su verdadero problema con el instituto era la gente.

Por una parte, los chicos intentan ligar contigo porque eres nueva y aún no te has enterado de lo subnormales que fueron, son, y serán; y las chicas te tienen envidia porque ahora eres el centro de atención de todo el instituto. Le daban arcadas solo de pensar que tendría que volver a pasar por eso de nuevo. Tal vez estaba siendo demasiado negativa, pero al final siempre tenía razón.

Otro suspiro se escapó por entre sus labios, se había distraído con sus pensamientos y ahora el dibujo no le acababa de convencer. La combinación de colores le había quedado demasiado alegre, y, en esa noche; aquello le daba repelús Arrancó la hoja del cuaderno, hizo una bola con ella y la lanzó al interior de su habitación sin ni si quiera mirar. Un sonido metálico confirmó que había encestado en su papelera.

"Demasiadas noches, demasiada soledad..." pensó la artista un tanto melancólica. Hubo un tiempo en que las cosas no eran así, antes de que tuviera que irse de su ciudad porque a su madre no le quedó otra que aceptar un trabajo fuera de su ciudad natal. Pero, ¿cuánto hacía de eso? Se habían mudado tres o cuatro veces en los últimos tres años, ¿o eran cinco? Lo bueno es que aún se hablaba con sus amigos de antaño. Pero hacía ya años que no se veían y la frecuencia de las cartas había caído tanto que solamente se hablaban en fechas importantes: inicio y final de verano, Navidad y sus cumpleaños. El problema venía que, como se mudaba tanto, a veces se perdía cartas o le llegaban meses después.

Esperaba que aquella vez fuese la definitiva, o por lo menos su madre estaba muy lanzada con ese trabajo, ya que, en vez de alquilar algo como hacían siempre; habían comprado una casa. Y no una casa normal, si no una titánica con la playa justo en la puerta. Aunque, bueno, siendo unas islas como eran, playa había en todos lados.

Sin embargo Naminé nunca antes había visto el mar, su vida daba muchas vueltas, tal vez tantas que se acababa mareando. Otro suspiro se escuchó, había vuelto a embobarse con sus pensamientos y lo que había dibujado no se parecía al cielo. De hecho... ¿Era un chico rubio? Entonces se percató de que un joven se había colado en su paisaje. ¿Qué haría ahí a esas horas de la noche? ¿Y qué iba a hacer ella al respecto?


A ver, esta historia puede no tomar caminos argumentales muy esperables y puede que algunas cosas que se escriban sean estúpidas o incluso totalmente inverosimiles. Las parejas son todas, SoKai, TerrAqua y Namine con alguien, aun por decidir. Puede ser Roxas, Ventus o incluso Vanitas O NINGUNO O TODOS. No os puedo asegurar que os vaya a gustar, pero reiros, de mi o de la historia, seguro que lo haceis. Proximamente.

Dicho eso, esto es una nota de autor o algo.