Epílogo

5 años después.

Era una noche especialmente oscura, con una ventisca que se elevaba y hacía sacudir los arboles de forma ruidosa. No había un alma afuera, posiblemente por el frío del invierno que amenazaba con calar a cualquier ser viviente hasta los huesos, y la única fuente de luz aparte de la luna provenía de una pequeña cabaña sobre la linde de un bosque. Una cabaña que conocía bien, y que había venido a visitar por primera vez en mucho tiempo.

Me resguardé entre las sombras, cerciorándome que no pudieran sorprenderme desde ningún ángulo, y espié hacia al interior.

Con la excepción de dos personas, (una profundamente dormida, y la otra haciendo guardia) el sitio estaba vacío, como había esperado que estuviera después de todo un día de haber presenciado un desfile de personas entrando y saliendo de la cabaña. Algunos habían tenido lágrimas resbalando por sus mejillas, otros representaban a la perfección la mirada desolada propia de quien está a punto de perder algo importante. O más específicamente: a alguien. Después de todo, aquella cabaña siempre había sido conocida por dar entrada a cualquiera con un problema y requiriera una solución, o simplemente un consejo amistoso, y la vieja Kaede nunca había sido el tipo de persona capaz de ignorar un pedido de ayuda. Simplemente no era su naturaleza.

No estaba segura cuantos años había sido la vieja Kaede una figura de tanta importancia en la aldea, pero sabía que los suficientes como para que generaciones y generaciones de aldeanos fueran ahora a prestar sus respetos, y a agradecerle todo su esfuerzo, en su lecho de muerte. Yo misma tenía una misión similar esa noche.

Desde el exterior, moví mi mano en una serie de movimientos que había aprendido el último año, llamando a un poder antiguo para que trabajara a mi favor, y la persona de guardia cayó profundamente dormida en cuestión de segundos. Ser una semi demonio tenía una cantidad inagotable de beneficios que apenas estaba empezando a explorar.

Sigilosamente, hice mi entrada a la cabaña, cuidadosa de no despertar tanto a la vieja Kaede, como a la joven que dormía profundamente a su lado. Miré su rostro con curiosidad, preguntándome si tendría que reconocerla, pero su cara no me era familiar, y asumí que debía ser alguna chiquilla que no había llegado a conocer durante mi tiempo viviendo en la aldea. La ignoré por completo, y me arrodillé a un lado de la persona a quien había venido a ver por última vez.

La vieja Kaede parecía tan…frágil. Bajo pesadas mantas y con su largo pelo blanco desperdigado por doquier, y la piel de su rostro ligeramente consumida por el esfuerzo de seguir manteniéndose viva, parecía tan frágil como si estuviera a punto de irse para siempre, y yo ni siquiera me daría cuenta. Podía oír su respiración trabajosa, sin embargo, sentir el latir de su corazón en el silencio de la cabaña, y eso me daba la tranquilidad de que aún estaba viva, de que todavía había tiempo. Aunque este fuera poco.

Tanto tiempo, pensé con tristeza, ha pasado tanto tiempo…y no sé que decir.

¿Qué decirle a la persona que me había criado? ¿Qué decirle a quien siempre había tenido en cuenta lo que podría ser mejor para mí? ¿Qué decirle a quien no había venido a visitar por años porque aún cargaba con el resentimiento del secreto que había guardado?

Quería desesperamente tener algo bueno que decir. Algo bonito y significativo. Quería que mis últimas palabras hacia ella fueran…acordes. Y sin embargo, todo en lo que podía pensar era en nuestra pelea, en la forma en que ella me había lastimado, en las cosas que yo había dicho para lastimarla a ella. En la forma en que me había alejado para siempre de su lado sin ver ni una vez hacia atrás.

No por primera vez desde que me había enterado de la inminente muerte de la vieja Kaede, me pregunté a mí misma si estaba haciendo lo correcto, si no era completamente injusto de mi parte venir a molestar a quien había abandonado casi sin vacilación años atrás. Ella me había visto como una hija o una nieta, y yo me había alejado para siempre de su vida a raíz de una pelea que ahora mismo ya no importaba. Hacía mucho tiempo que ya no importaba. Nunca me he considerado a mí misma como sabia, pero a estas alturas, pocas cosas me parecían tan infinitamente crueles como darle la espalda a alguien que te quiere. Y yo ya había exactamente eso.

No me arrepentía de mi decisión de alejarme de la vieja aldea, de haber creado una vida para mí misma en la que podía fácilmente considerarme feliz y plena. No me arrepentía de haber elegido a Seshomaru por sobre todo lo demás. No me arrepentía de haberme elegido a mí misma. Pero en aquel momento había estado furiosa, y el dolor de la traición de quien buena parte de mi vida me había cuidado, me costó mucho tiempo de superar. Creo que no lo había conseguido hacer del todo, hasta que no me llegó noticia de que ella estaba a punto de morir, y de repente dejó de tener tanto peso en mi vida.

Tan pronto me llegó la noticia supe que no podía vivir con el remordimiento, con la angustia de saber que ella moriría sin que yo pudiera decirle que le agradecía haberme incluido como parte de su familia, que me había gustado nuestro tiempo juntas. No quería que ella muriera sin saber que a pesar de todo, aún así la quería.

¿Pero me lo podrá perdonar?, me pregunté a mi misma.

¿Podía ella perdonarme por todas esas veces que no estuve ahí? ¿Podía perdonarme la forma insensible y fría en la que me había despedido? ¿Podía perdonarme por no haber vuelto a arreglar antes las cosas?

Ciertamente no tenía porque hacerlo. Casi 6 años habían transcurrido desde nuestra despedida, y 5 de ellos había estado feliz, con mi familia a mi lado. En todo ese tiempo, ¿no había sido capaz de tragarme el orgullo y venir a visitarla?

Sentí un nudo en mi garganta, y la culpabilidad que hacía días me estaba consumiendo comenzó a enrollarse en mi estomago como una serpiente. Quería salir afuera a tomar aire, comenzar a caminar y alejarme otra vez, como una cobarde. Pero había venido hasta su hogar. Me había apresurado para llegar a su lado cuando aún estaba en vida. Si había una mínima posibilidad de que ella pudiera perdonarme, que pudiera alegrarse aunque fuera un poquitito por mí, valía la pena un poco de miedo e incertidumbre, ¿no es verdad?

No quería molestar su sueño, por lo que me contenté con esperar a su lado en silencio, a escuchar su respiración pesarosa, y a sostener su mano en la mía. Cuando lo hice, cuando sujeté su mano, su parpado que no llevaba el parche se abrió con pesadez y clavó su ojo en mí, a pesar de que supe que no podía verme.

- ¿Rin? – susurró con voz ronca.

No estuve segura como ella supo que era yo quien estaba a su lado, pero no me lo pregunté demasiado. Estaba contenta de que me reconociera, de que aún guardara lugar en su cabeza para mí. Solo esperaba que guardara las cosas buenas.

- Soy yo – contesté, y carraspeé al darme cuenta de que mi voz también estaba ronca, aunque por cuestiones distintas – he venido a verte.

- Rin – dijo ella mi nombre de nuevo, y esta vez, iluminó la cabaña con su sonrisa – estas aquí.

Y entonces respiré hondo, aliviada por primera vez en dos días porque esa sonrisa era para quien guardaba un lugar cálido en su corazón. Ella también me había extrañado.

- Estoy aquí – contesté, sonriendo también, a pesar de que no pudiera verme – quería decirte…

Pero no llegué a terminar la frase, porque su mano que había sostenido la mía con tan poca fuerza, de repente me sostuvo como si la vida le fuera en ello, y su mirada se volvió desesperada. Con el aliento entrecortado, la vieja Kaede me comunicó:

- Lo siento tanto…Rin…lo siento…mucho…

- ¿Qué? ¿Por qué? No, no, espera…soy yo la que viene a disculparse – intenté decir, pero ella volvió a interrumpirme.

- Siento tanto… lo que…te…hice…

Escuché en silencio, y no con poco asombro mientras la siempre terca vieja Kaede se disculpó conmigo una y otra vez, y rectificó su error como el peor que había cometido en su vida. Todo el tiempo, su mano me sostuvo como si tuviera miedo de que yo fuera a desaparecer. Con voz baja, ronca y entrecortada, se disculpó conmigo por los errores, por las mentiras, por los secretos, y por intentar controlar mi vida, a pesar de que no había sido suya para manejar. Una y otra vez, me hizo saber cuanto se arrepentía por haberme prácticamente obligado a alejarme, a no querer mirar nunca más hacia atrás, a no querer volver con quien me había herido. Una y otra vez, se disculpó por haber antepuesto su orgullo ante mi felicidad.

Y yo contuve lágrimas que con desesperación querían correr libres, y fui consciente de que aquello, todo lo que estaba oyendo, era lo que siempre había querido oír proviniendo de ella. Había ido esa noche buscando perdón por haber dejado atrás a mi familia, y ahora ella venía a disculparse por haber jugado un papel en mi decisión. Ciertamente esa noche no estaba resultando como había planeado.

- ¿Podrías…perdonarme? – preguntó al fin, temerosa de que yo pudiera negarme.

Como si aquello fuera una posibilidad.

Con cuidado de no lastimarla, me incliné hacia abajo y la abracé muy ligeramente.

- No hay nada que perdonar.

Lo decía en serio. Años había pasado con demasiado rencor en mi corazón, con demasiado enojo como para no querer desprenderme de todo eso ahora. Ya tenía mi final feliz, ya tenía a mi familia, y esa disculpa era todo lo que había necesitado para poder dejar el dolor atrás.

Cuando me alejé, ella sonrió, con más ligereza que antes, con más alivio, y volviendo a tomar mi mano, preguntó:

- ¿Eres…feliz, Rin?

- Lo soy, en verdad lo soy – contesté – tan solo me hubiera gustado tragarme el orgullo y venir a visitarte antes…a decirte tantas cosas.

- Estas aquí ahora… es lo que… importa.

Pero ahora es tarde, me dije.

Ahora no podía contarle lo que había sido de mi vida, no podía averiguar lo que había sido de la suya, no podíamos arreglar las cosas sin que el tiempo se fuera segundo a segundo. ''Ahora'' no era lo ideal, pero era lo que había, y suponía que era mejor que nada. Tener ese momento con la vieja Kaede, esa despedida, esa confesión de su parte, era más de lo que había estado esperando conseguir, y lo guardaría para siempre en mi corazón.

Pero tenía algo más que preguntar, algo sin lo cual no podía seguir adelante con mi vida si no lo sabía. Algo que apuñalaba mi corazón con cada latido.

- ¿Puedes…perdonarme tú a mí, por haberme ido? ¿Por no haber mirado atrás? – pregunté, y esta vez fui yo quien tuvo el tono de desesperación en la voz, la cadencia de angustia y culpa – nunca quise dejar pasar tanto tiempo…

- Rin.

A pesar de su voz baja, en cuanto habló, en seguida me callé, y ella me aseguró con toda la dulzura del mudno:

- Tu lugar…no era conmigo, ni en este sitio…lo entiendo ahora… tu lugar está junto a él…y mientras… seas feliz…yo también lo soy. No tienes nada… por lo que…disculparte.

Mi corazón se alivió como si le hubieran dado alas, y alzó vuelo hacia al cielo con alivio, con felicidad a pesar de la triste situación en la que estábamos. Al fin lo supe, después de tanto tiempo, supe que ella me perdonaba, y de repente todo pareció estar bien.

- No sabes cuanto me alegra escucharte decir eso – admití – siempre fuiste importante para mí, y te quiero.

Su sonrisa fue la más dulce que vi en mi vida.

- Yo también te quiero…mi dulce…Rin.

La mano de la vieja Kaede me sostuvo con menos fuerza con cada segundo que pasaba, y su respiración se hizo más trabajosa, más inestable, pero nunca perdió su sonrisa, y sus ojos nunca se fueron de mi dirección. Cuando habló, fue con la más absoluta calma y aceptación:

- Creo que…me tengo que…ir.

Sin dar una palabra más, y con un último apretón hacia mi mano, la vieja Kaede dio su último aliento, y su pecho se quedó quieto al fin.

Las lágrimas que había estado conteniendo corrieron libres ahora, pero no hice movimiento para limpiarlas, porque de todos modos tenía dos días de lágrimas que dejar salir. Me quedé allí un instante más, sintiendo su mano contra la mía, pero ahora ya no se sentía cálida, ya no tenía vida, y no fue lo mismo. Antes de levantarme, me incliné una vez más y di un beso a su frente.

Me levanté y antes de salir al exterior, envié una leve ventisca por la ventana, que despertaría a la joven suavemente, sacándola del sueño en el cual la había metido antes. Cuando estuve segura entre las sombras de los árboles, vi como la joven salía corriendo por la puerta a avisar a los demás aldeanos que la vieja Kaede había muerto.

Un pequeño tumulto comenzó a formarse, y ahora los aldeanos pasaron de parecer tristes a completamente descorazonados, perdidos incluso, sin la guía y sabiduría de quien acababa de abandonarlos. Yo lo miré todo desde mi escondite, y desde ese momento en adelante supe que ya no tenía ningún lazo con ese lugar. Ya no había a quien querría visitar, ya no había casa para mí, ya no había familia, y fue un pensamiento extrañamente triste, a pesar de lo mucho que me había desagradado vivir allí. Fuera tan poco hogareño como fuera, no había dejado de ser mi hogar.

Una presencia se hizo conocida a mi espalda. Sentí su olor y el latido de su corazón antes de escuchar sus pasos, y sin lugar a dudas supe que era Seshomaru, pero no me di vuelta porque aún no estaba lista para irme. La despedida ya había pasado, pero mis pies parecían no poder moverse todavía.

Lentamente, Seshomaru se acercó y sin decir nada rodeó mi cintura con un brazo, e instintivamente me dejé caer contra él, sabiendo que sostendría todo mi peso. Mi cabeza encontró su pecho, y me distraje escuchando el latido de su corazón directamente en mi oreja como una sinfonía solo para mí. Cerré los ojos y pensé que podría dormirme justo así contra él.

Hasta que un llanto sorpresivo por poco me hizo saltar.

- Lo que tardamos en ponerlo a dormir – reí, y me moví unos centímetros para poder sostenerme sobre mis pies.

Sin palabras Seshomaru me transfirió el peso de su otro brazo hacia los míos, y yo sostuve contra mi pecho al pequeño semi demonio con cabello blanco y ojos marrones que había despertado malhumorado de su siesta.

Canturreé alguna canción que Kagome me había enseñado, y nos balanceamos suavemente al ritmo, hasta que lo sentí por fin volver a dormirse contra mí. Los ronquidos suaves se elevaron en la noche, y su mano pequeña apretaba un mechón de mi pelo hasta dolerme, pero no me importó en absoluto. Junto con Seshomaru, ese niño, mi hermoso niño con sangre demonio pero dulce como un ángel, era la luz de mi vida, y había muy pocas cosas que pudieran hacerme molestar.

- Tienes un don – dijo Seshomaru, mirándonos a ambos con fijeza, y con una muy pequeña dosis de asombro. Cuando se dio cuenta de que lo miraba, inmediatamente volvió a mostrar su expresión usual de desinterés.

Yo sonreí para mí misma y seguí balanceándome. A veces lo pescaba mirándonos a nuestro hijo y a mí así: sorprendido, como si no pudiera creerse que ambos estuviéramos allí con él. Como si le costara darse cuenta de que en verdad eramos su familia. A pesar de lo poco expresivo que podía ser con palabras, sus miradas decían todo, y yo trataba de hacerle saber que sí, ambos estábamos allí con él, y que no nos iríamos a ningún sitio. Más le valía irse acostumbrando.

- Eso es porque lo conozco nueve meses más que tú – le informé.

El tumulto de la aldea se estaba comenzando a hacer más grande, y si bien los tres estábamos bien ocultos en las sombras, estaría amaneciendo dentro de muy poco tiempo, y no nos convenía estar allí si no queríamos ser descubiertos. Mi vieja aldea no había sido muy aceptativa de los demonios, y no era ningún ambiente al cual quería introducir a nuestro nuevo integrante de la familia, por lo cual, estaba claro lo que debíamos hacer.

- Tenemos que irnos – dije, pero aún así no me moví.

Como esperaba, él no contestó nada, pero su brazo volvió a rodearme, y su abrazo fue suficiente para mí. Aún cuando no decía nada, Seshomaru tenía sus maneras personales de hacerme sentir mejor.

Suspiré, y me dije a mí misma que podía irme a casa tranquila, que había hecho exactamente lo que me había propuesto a hacer. Había retornado a mi viejo hogar, había buscado a la vieja Kaede, y había compartido sus últimos momentos con ella. Había dado mis disculpas, y escuchado un perdón de su parte. No había más que pedir, que sacar de esa noche. Así que, ¿Qué me retenía allí, incapaz de dejarme ir?

Estaba de pie, mirando a la muchedumbre, preguntándome cuanto de ellos habían sido especiales para la vieja Kaede al igual que yo lo había sido, cuando de pronto, una luz en el cielo llamó mi atención. Era brillante, más que una estrella, más que el sol, pero discreta de la misma manera. Los demás aldeanos no parecían verla, demasiado ocupados en su propia tristeza, pero yo sí la vi: una ráfaga luminosa que cruzó el cielo de punta a punta.

De repente, sentí con una seguridad sin ninguna evidencia física, que aquella era la vieja Kaede, su alma yendo… al reino de los muertos quizás, o a otro sitio más alegre, más pacífico. ¿Quién sabía? No estaba segura si estaba perdiendo la cabeza, o si mi tristeza era más grande de lo que pensaba y estaba asociando estrellas con personas para hacerme sentir mejor. O quizás estaba recibiendo un mensaje de algún tipo, un mensaje de amor, de paz, de felicidad. Si tenía que elegir una opción, me quedaba con la tercera, y sin ninguna vergüenza miré al cielo, a la ráfaga de luz, y tracé su trayectoria con mi dedo en el aire.

Adonde sea que vayas...espero que encuentres la paz.

El brazo de Seshomaru sobre mi cintura me dio un ligero apretón, y decidí que la despedida había llegado a su fin, que ya había dicho todo lo que había querido decir.

- Vamos – anuncié, y esta vez, pude moverme - Vamos a casa.

Con la mano de Seshomaru en la mía, y nuestro hijo sobre mi cadera siendo sostenido fuertemente contra mí, me di la vuelta y lo dejamos todo atrás. El camino que había recorrido había sido sin lugar a dudas inestable y dificultoso, pero me había llevado a este momento, y el destino hacía que todo valiera la pena.


Tres años después, y hoy puedo decir que oficialmente doy por terminada esta historia. Tengo una mezcla de alivio y angustia, porque ya quería terminarla, pero al mismo la disfruté tanto que no estoy segura que quiero escribir después de esto. Rin y Seshomaru están demasiado arraigados a mi corazón ahora como para ponerme a pensar en otros personajes.

Espero haberle hecho justicia a los personajes, y que la historia les haya interesado. Amo a esta pareja y espero que NO sea la ultima vez que se me ocurra una historia sobre ellos (son demasiado interesantes como para que sea el último fic que escriba con Rin y Seshomaru) pero probablemente cambie de fandom por un rato y pruebe escribir otras cosas, aunque nunca se sabe.

Creo que cambió mucho mi manera de escribir desde que comencé esta historia en el 2015, aprendí muchísimo mientras la escribía y espero haber mejorado. Muchas gracias por leer y nos vemos en la próxima historia!

PD: Quería dejar un mensaje agradeciendo a cada persona que me dejó uno o más de un comentario, pero afortunadamente son muchos y esto se haría muy largo. Así que si les gustó esta historia y me lo hicieron saber en algún momento, siéntanse identificados, sepan que me hicieron muy feliz y me hicieron sentirme un poco más segura de mí misma y de mi habilidad de contar historias. Cada comentario me sirvió muchismo para saber que iba por buen camino, que les hacía disfrutar de lo que escribo, y para aprender, así que gracias por todo!