Este fic empieza unos años después de donde termina el anime, no creo que ponga ningún spoiler pero advierto por las dudas.


Capitulo 1:

Tenía 8 años cuando me di cuenta del peso de mi propia mortalidad. No es que me hubiera creído ser eterna hasta el momento…simplemente no lo había pensado demasiado. Al fin y al cabo, es fácil olvidar que uno es humano estando en compañía de demonios.

Y mira que demonios tenía yo de compañía, pensé.

Jaken era pequeño, de color verde y ojos saltones como un sapo. No tenía un gran poder demoníaco que digamos, pero llevaba siempre consigo un cetro de madera con cabezas talladas que sacaban fuego a su voluntad, por lo cual nunca estaba desprotegido. Por lo general era muy gruñón, y apenas lo conocí debo decir que me dio miedo, pero una vez que aprendí a manejarme con su carácter, no fue difícil encariñarme con él.

A-un era una especie de animal extraño, posiblemente una mezcla de dos razas de demonios diferentes. Tenía dos cabezas, podía volar, y aunque nunca decía nada, se podía depender de él. Era mas como un caballo fiel que otra cosa, siempre comiendo pasto y esperando una orden. La verdad es que nunca supe si era capaz de hablar o no.

Sin embargo, ninguno de estos dos se comparaba con el líder de nuestro pequeño y extraño grupo, un demonio que habría dominado mis pesadillas y me habría dejado llorando…si no me hubiera salvado la vida.

Seshomaru era un demonio imponente, con largo cabello blanco y calculadores ojos amarillos. Tenía la apariencia de un demonio exótico, y con un aire de realeza que hacía algunas personas querer arrodillarse ante él…y otras querer ponerlo en su lugar por su arrogancia. El tema es que Seshomaru ni siquiera podía considerarse como arrogante, ya que no le importaba lo suficiente nada ni nadie como para creerse mejor. No tenía ninguna necesidad de compararse con los demás o de buscar peleas innecesarias, ya que por lo general eran otros demonios los que lo buscaban para retarlo…y salían perdiendo magníficamente.

- ¡Tierra llamando a Rin! – me gritó una voz molesta directamente al oído.

Me cubrí con la mano la oreja, miré con enfado hacia donde había provenido la voz e inmediatamente sentí mi día empeorar, cosa que pasaba cada vez que veía aparecer a Haru, el chico mas molesto de toda la aldea.

- ¿Qué quieres ahora, Haru? – pregunté suspirando.

Me agaché para levantar una cesta a mis pies, que se suponía debía estar llenando con frutos, pero había logrado perderme tan profundamente en mis pensamientos que al final la había dejado a un lado. Estaba casi vacía.

- Vengo a ver qué tonterías estás haciendo – respondió, sacando una manzana de mi cesta.

Intenté tomar de vuelta la manzana pero él simplemente alejó el brazo y lo llevó muy por encima de mi cabeza, asegurándose de que no lo pudiera alcanzar. A pesar de que ya había cumplido los 18 años, aún era muy bajita para mi gusto, y Haru se aprovechaba de que me llevaba no solo dos años más, sino que también más de una cabeza de altura. Siempre me quitaba las cosas y las dejaba fuera de mi alcance, y luego se reía hasta que al fin conseguía recuperarlas.

- ¿La quieres? Anda salta, seguro llegas.

Le hice una mala cara y le pisé el pie con fuerza. En reacción, Haru dejó caer la fruta y se agarró el pie descalzo con cara de dolor.

Que le duela, a mi me da igual, pensé mientras volvía a tirar la manzana en el cesto.

- Esto te pasa por ponerte pesado, la próxima vez métete en tus asuntos.

Lo escuché maldecir, pero no me importó en lo mas mínimo, simplemente empecé a caminar hasta que ya no fui capaz de oírlo. La aldea de Kaede estaba repleta de niños de todas las edades, cuya diversión del día era molestarme y ya me había acostumbrado hacía rato a aquel trato. "Chica demonio" me llamaban, tanto a mis espaldas y directamente en mi cara. Lo cual no tenía sentido, porque bien sabían todos que yo no era más que una humana común y corriente, pero la entrada de Seshomaru a mi vida me había hecho ganar el apodo. Que no me diera miedo el demonio, y que lo tratara como a un igual, ponía nerviosos a los aldeanos y por esa razón me rechazaban.

Si me lo ponía a pensar, supongo que podía entender su terror, ya que Seshomaru siempre había sido uno de los guerreros mas expertos que había conocido en mi vida, y eso que había visto unos cuantos. Pero él era algo de otro mundo: verlo en acción era como presenciar un baile, cada movimiento perfectamente calculado para que surgiera grácil y mortal a la vez. Hermosa coreografía, y aterradoras intenciones al mismo tiempo. De no haber sabido mejor, su imagen se me habría asemejado mas a un dios que a un demonio, y suponía que no estaba tan errada, ya que ambas criaturas eran increíblemente poderosas y capaces de vivir muchísimos siglos, si es que no eternamente.

Y fue este pensamiento el que me hizo darme cuenta (a mi tierna edad de 8 años) que viviera el tiempo que él viviera…yo no llegaría a ver ni una octava parte de sus actos. Yo moriría, él seguiría vivo por siglos y siglos, y en mi joven corazón se sentía como una injusticia.

Para aquel momento, mi miedo infantil a los demonios había menguado considerablemente, y dado paso a un sentimiento de cariño hacia un ser que me podría haber aplastado como un bicho con un ligero movimiento de su mano. Sin embargo, Seshomaru nunca había dado el menor atisbo de tener alguna intención violenta hacia mi parte. Siempre me había protegido y cuidado, rescatado cuando un demonio me secuestraba e incluso regalado una pequeña sonrisa afectuosa de tanto en tanto. Por extraño que suene, él se había convertido en mi protector, mi amigo, todo lo que representaba para mí un hogar, y a pesar de que yo solo tenía 8 años, deseé poder vivir todo el tiempo que él viviera. Separarme de él (incluso sabiendo que no sería en un futuro cercano) tenía un tinte extremadamente doloroso, y deseé con todas mis fuerzas que aquel día no llegara nunca.

Sin embargo, ese día llegó más rápido de lo que esperaba.

Cuando la guerra contra Naraku llegó a su fin, Seshomaru decidió que era necesario para mí vivir en sociedad con otros seres humanos, y por lo tanto me dejaría en la aldea de la vieja Kaede de allí en adelante. Recuerdo haberme quedado helada cuando me lo comunicó, con una súplica en mis labios para que me llevara con él adonde fuera. Pero no dije nada, porque Seshomaru no es de los que piden una opinión, es de los que ordenan, y en aquel momento me estaba ordenando quedarme atrás mientras él iba a una nueva aventura. No era justo, pero no me hubiera servido de nada protestar.

El solo pensamiento de que no estaría junto a él, me dejó con ganas de llorar. Pero Seshomaru no es alguien que aguante sensibilidades, lo aprendí desde niña, por lo que no lloré frente a él. Y con la promesa de que él volvería de tanto en tanto para visitarme, me despedí del poderoso demonio, y lloré sola aquella noche en la aldea de la vieja Kaede.

Al principio cumplió su promesa, y en cada ocasión que lo veía acercarse a la aldea, yo dejaba absolutamente todo lo que estuviera haciendo y corría a su encuentro. Yo lo abrazaba tan fuerte, que de haber sido humano seguramente le habría causado alguna molestia, y Jaken a su lado me gritaba que estaba siendo demasiado "osada" al atreverme a tocar a Seshomaru-sama sin su permiso. Pero yo simplemente lo abrazaba a él también y hacía oídos sordos de sus quejas. Nadie podía sacarme la felicidad de encima en esos momentos.

Las visitas continuaron año a año, y mientras yo crecía y me volvía mas torpe, él se presentaba de la misma manera que lo había hecho siempre, fuerte, joven y hermoso, sin una pista de que el tiempo hubiera transcurrido para los dos, y no solo para mí. Año a año me volví un poco mas consciente de que seguiría envejeciendo. Al fin y al cabo algún día moriría, y Tessaiga ya no podría devolverme a la vida como lo había hecho aquella primera vez. Mi propia fragilidad me entristeció, y no pocas veces deseé haber nacido también dentro de una estirpe de demonios.

Si fuera un demonio, pensé, me alejaría de aquí corriendo, y seguiría su rastro adonde fuera. Lo seguiría hasta el fin del mundo si fuera necesario.

Pero desafortunadamente yo no era mas que una humana, y por mas que lo deseara, no tenía el poder de seguir su rastro. Tuve que conformarme con las visitas cada tantos meses, y eso me habría bastado, pero gradualmente se fueron haciendo mas esporádicas, hasta que al final, al comienzo de mis 14 años me dedicó su última visita y dejó de venir completamente.

Y cuatro años después, aún no sé nada de él, pensé mientras me metía en la cabaña que me había conseguido Kaede hacía un par de años. Dejé la cesta de fruta en el suelo y cuando me enderecé, sentí un golpe en la madera desde el exterior de mi precaria casa. Al abrir la cortina que utilizaba como puerta me encontré con el rostro amable y sabio de la vieja Kaede. Sonreí y le fui a dar la bienvenida, pero enseguida me di cuenta de que había otra mujer a su lado, y fruncí el ceño. Los aldeanos no venían a mi cabaña, nunca, no les gustaba.

- Rin – me llamó la vieja Kaede, obligándome a centrar mi atención en ella – estoy segura de que recuerdas a la señora Sanae.

Hizo un gesto hacia la mujer a su lado, y ella me sonrió de una forma que me pareció un tanto forzada. Tenía unos 30 y algo de años, y unas arrugas ya se le estaban empezando a notar alrededor de los ojos. La miré con desconfianza, pero de todas maneras la dejé pasar, porque sabía que de no hacerlo, la vieja Kaede me regañaría hasta el día siguiente por mi falta de modales.

- Claro, la recuerdo – respondí mientras corría la cortina para que pasaran mis invitadas. Teniendo en cuenta que no había mas de 150 o 200 personas en la aldea, no era muy difícil conocer a todos - ¿Qué la trae por aquí?

La señora Sanae se sentó en el suelo frente a la pequeña mesa en el centro de la cabaña y se alisó la ropa antes de responderme:

- He venido con una propuesta para ti, Rin.

- ¿Una propuesta? – pregunté mientras ayudaba a la vieja Kaede a sentarse en el suelo y luego me sentaba yo también - ¿De que se trata?

Hubo un par de segundos de silencio en el que ambas se miraron, y sin palabras parecían estarse obligando a la otra a hablar. Yo me quedé en un silencio respetuoso, pero debajo de la mesa mis manos se movían nerviosamente una contra otra.

- Sería algo muy bueno para ti, querida – aclaró enseguida la vieja Kaede, sonriéndome de una manera tierna.

Algo bueno para mí, pensé, y no pude evitar sospechar de aquella afirmación. Algo me decía que no iba a gustarme nada.

- Como sabes, ya eres considerada una mujer adulta dentro de la aldea – comenzó a hablar la señora Sanae con una sonrisa amigable – ya no eres una niña pequeña, y es tiempo de que empieces a tomar decisiones importantes, que repercutirían no solo en tu futuro, sino en el de los demás involucrados.

- ¿Qué tipo de decisiones? – pregunté mirándola confundida, estaba haciendo demasiados rodeos y yo quería que fuera al punto.

- Bueno, en primer lugar… el matrimonio.

Abrí los ojos como platos y me eché hacia atrás, casi cayéndome al suelo en el proceso. Me convencí a mi misma de que no había escuchado bien, o que había malinterpretado sus palabras, porque de lo contrario, aquello quería decir que la señora Sanae había venido para buscarme un esposo. La garganta se me cerró pero hice un esfuerzo por tragar para poder hablar:

- Disculpe, creo que no le entendí bien, ¿está pidiéndome que considere…casarme?

- Así es – respondió la vieja Kaede – la señora Sanae tiene un hijo casi de tu edad, lo conoces, ¿no? Haru es su nombre.

Lo conozco muy bien, pensé con rechazo. Haru era mezquino y me molestaba siempre que podía. Si se convertía en mi esposo, ya podía esperar que me obligara a lavarle la ropa, limpiar la casa mientras él iba a divertirse y cocinarle lo que él demandara. Básicamente me trataría como una esclava, o peor que una, porque me tiraría del pelo, me insultaría como siempre hacía y me haría trastabillar en público para poder burlarse frente a sus amigos. No estaba para nada interesada en ese futuro, muchas gracias.

Miré a la vieja Kaede, y no me sorprendí de ver su sonrisa. Desde que me había ido a vivir en la aldea, ella siempre había querido lo mejor para mí. Quería verme casada, con un par de hijos y olvidando mis compañías demoníacas del pasado, pero yo no se la había puesto nada fácil. Me había negado en redondo al matrimonio desde el comienzo. No importaba cuantas veces ella trajera el tema a la mesa, yo me cerraba y decía que no quería casarme, aunque nunca le expliqué mis razones. La vieja Kaede me había mirado con cierta tristeza y negado suavemente con la cabeza, pero no había vuelto a sacar el tema… hasta ahora.

- Haru es joven y fuerte – dijo la señora Sanae alabando a su hijo – puede cuidar de ti mejor que cualquier otro en la aldea. Te aseguro que no pasaras un solo día de peligro a su lado.

Lo dudaba seriamente, pero no dije mis inseguridades en voz alta, porque eso hubiera lastimado a la vieja Kaede. Por mas inteligente y bondadosa que fuera, nunca se había enterado de la forma en que me trataban los demás chicos en la aldea, especialmente Haru, y no había necesidad de hacérselo saber. Sin embargo, no pensaba aceptar su propuesta sin mas.

- Estoy…agradecida por su proposición – respondí, con toda la cortesía que pude dominar – pero no está en mis planes casarme con nadie por el momento.

O nunca.

- Pero, ya va haciendo tiempo, ¿no? – contestó la señora Sanae sin inmutarse, como si yo no la hubiera ya rechazado – para tener hijos es preferible que seas joven, y no es que vas a serlo por mucho tiempo más tampoco.

Arqueé una ceja ante la indirecta de que me estaba haciendo vieja, pero la dejé pasar sin responderle nada. Con mis 18 años, ya me podría haber casado y tenido hijos hacía varios años, lo tenía claro, había chicas de mi edad que ya iban por el primer o segundo hijo, pero yo aún no quería pensar en esas cosas, y menos que menos con alguien como Haru.

- No busco hijos todavía, señora Sanae – dije con un poco mas de firmeza.

La mujer frente a mí parpadeó sin comprender lo que le acababa de decir y respiró hondo, como si estuviera cansada de tener que lidiar conmigo. Yo fruncí el ceño y le fui a contestar, pero la vieja Kaede me cortó antes de que empezara una confrontación:

- Lo que la señora Sanae quiere decir, es que hay un tiempo para todo en la vida, y tú ya estas en el momento perfecto para empezar a pensar en estas cosas.

Me mordí el labio y me refrené de responderle. Si abría la boca iba a decirle que había considerado casarme y tener un montón de chiquillos, pero había rechazado la idea bastante rapido. Hay días que apenas podía cuidar de mi misma, mucho menos estar a cargo de una personita, ni de una bestia como Haru. Pero no podía decir eso frente a mis invitadas porque me las terminaría viendo en un lío.

- Rin – me llamó la señora Sanae, y yo giré la cabeza para verla - creí que ya habíamos dejado algo en claro: eres una mujer ahora, ya no puedes ignorarlo todo como si no vivieras en la aldea como el resto de nosotros. Tienes que tomar decisiones…

- Bueno eso me lo has dejado claro – la corté, ya molesta por su tono de voz condescendiente – y si yo tengo derecho a tomar mis propias decisiones, yo decido rechazar su oferta, señora.

En menos de un segundo, la cara de la señora Sanae cambió completamente y la sonrisa amigable desapareció de su cara. La había ofendido al rechazar su "generosidad", pero no pensaba echarme para atrás. Vi a la vieja Kaede a punto de decir algo, pero la otra mujer no le dio la oportunidad.

- Creo que no estas entendiendo lo que esto significa, Rin – dijo ella con voz firme, como si le estuviera hablando a una niña pequeña - esta es la mejor oferta que te han hecho en años, y si la rechazas probablemente vayas a estar sola el resto de tu vida. Haru, por otro lado, si que tiene mas opciones.

Fruncí el ceño ante su respuesta y crucé los brazos sobre mi pecho. Haru no era ningún buen partido, las chicas apenas podían estar a su lado sin salir despavoridas por sus bromas de mal gusto y comentarios ofensivos. Y si bien yo no huía, también odiaba su compañía, así que eso de que tenía mas opciones no me lo creía para nada. Sabía perfectamente que si las tuviera, la señora Sanae no estaría en aquel momento hablando conmigo, porque yo era la rara de la aldea. Así que, ¿solo porque nadie mas lo había aceptado, tenía que hacerlo yo? ¿Quién se creía que era esta mujer para venir a mi casa y tratarme como una chiquilla tonta?

- Es irónico – respondí – que de ser tan buena oferta, no la haya tomado otra chica hasta el momento.

La vieja Kaede me golpeó la mano con ligereza para que me callara pero ya era tarde. La señora Sanae apretó los dientes y apoyó las manos en la mesa para ponerse de pie.

- Niña insolente, serías afortunada de tener a alguien como mi hijo que te enderezara y llevara por el camino de la corrección.

¿Corrección?, la voz en mi cabeza habló con sarcasmo. Si Haru me llevaría algún sitio era una tumba temprana, porque me terminaría quitando mi propia vida antes de permitirle "enderezarme".

- No, él sería el afortunado de tenerme a mí – repliqué enojada - pero no le concederé tal derecho. Muchas gracias señora, pero no aceptaría a Haru ni aunque fuera el último hombre sobre la tierra.

- ¡Es suficiente! – gritó la vieja Kaede, y yo me callé. Pero la señora Sanae no siguió mi ejemplo.

- Eres una mujer sabia, Kaede, y no suelo ir contra de tus consejos, pero no hay posibilidad de que acepte una nuera tan ofensiva.

Así que ella le pidió que me considere para casarme con su hijo. Miré a la vieja Kaede y me costó no empezar a gritar en aquel momento. Sentía la traición como un cuchillo filoso en mis entrañas, pero no dije nada. Me mordí el labio y dejé que la conversación siguiera sin mí, al fin y al cabo, dudaba que mi opinión importase demasiado.

- Sanae, escucha, no tuve tiempo de discutirlo con Rin antes, si solo me das un par de días…

- No – declaró la otra mujer mientras se ponía de pie y me miraba con expresión orgullosa – mi hijo no es perfecto, pero quería verlo casado, aún si era con una bestia como tú. Pero no aceptaré de buena gana esta ofensa, el día que te arrepientas y quieras casarte con él, yo te lo negaré.

Puse los ojos en blanco y también me puse de pie. Yo no había sido ofensiva y lo sabía, esa mujer estaba exagerando sin razón alguna. Así que aunque mis respuestas hubieran sido cortantes, mi conciencia estaba tranquila.

- Es bueno saberlo, si llega el día en que me vuelvo loca y quiero unirme a Haru en matrimonio, al menos sé que estarás ahí para impedirlo.

- ¡Rin! – me gritó la vieja Kaede, y con una fuerza sobrehumana para una anciana me obligó a echarme hacia atrás mientras ella se disculpaba con la mujer.

Mientras las observaba, me di cuenta de que mi cuerpo estaba tenso, y mis puños cerrados, como si quisiera golpear a alguien. Ya estaba harta de la conversación, quería que se fueran de mi casa.

- Ya escuché suficiente, Kaede – habló la señora Sanae, mientras se dirigía a la puerta – si tu pupila no quiere atender a razones, que así sea. Una amante de demonios no quiero en mi familia de todas formas.


Bueno este es el comienzo de mi fic, si les va gustando las reseñas son mas que bienvenidas. En unos dias voy a subir el segundo capítulo para que vean mas o menos adonde va la historia.