" There's only one way, to say those three words… and that's what I'll do…

I love you"

1, 2, 3, 4― Plain white T's

El tifón

A veces, para Hiroki resultaba vergonzoso e incluso humillante no encontrar palabras que encerraran todo lo que Nowaki le hacía sentir.

Para él, que podía presumir de haber leído miles (por no decir millones) de libros en su vida, quedarse corto en expresiones y mudo en ocasiones, era como perder parte de la cultura vasta de la que podía alardear. No era que le gustara presumirla, era que simplemente se consideraba de esas personas que podía expresarse elocuentemente, que podía poner en palabras sus expresiones e ideas, que tenía una respuesta para las preguntas que le hicieran (así fuese una mentira, como cuando amaba a Akihiko y fingía que no le pasaba nada aunque por dentro muriese de soledad) y que podía explicar clara y lógicamente lo que estaba sucediéndole.

Cuando amaba en silencio a Akihiko; sabía que no se sentía bien y podía poner nombre a esas expresiones. Felicidad cuando le decía que podía contar con él para que leyera sus obras primero que cualquier otro, orgullo cuando recibía esas escuetas, pero sinceras dedicatorias de parte de aquel famoso escritor que en silencio añoraba en soledad, haciéndolo sentirse triste cuando le recordaba que amaba a otro y que Hiroki era un valioso amigo... y nada más.

Incluso a ese sentimiento de recelo que sentía por Takahiro pudo ponerle un nombre: envidia. Era un buen sujeto, daba la vida por su hermano y era gentil y noble, pero Hiroki no podía soportarlo aunque se recriminara a sí mismo que no era su culpa que Akihiko lo amase y al tiempo él estuviera enamorado de él. Todo eso podía ponerlo en palabras: amaba a Akihiko y habría hecho lo que fuese para que le correspondiera y fuese feliz a su lado, pero la tristeza le invadía cuando recordaba que era imposible y la soledad le gritaba que su destino era estar solo con miles de libros y una personalidad obstinada que nadie nunca se iba a arriesgar a querer.

Sin embargo, desde ese día en que lloraba en el parque a raíz de su última desventura en un intento desesperado porque ese sentimiento unilateral dejara de serlo, y un cohete de aire a presión cayó entre sus piernas para sacarlo del estupor; Hiroki comenzó a perder su preciado hábito de ponerle etiqueta a sus emociones para meterlas en una cajita y evadirlas. Desde el mismo momento en que sus ojos azules se cruzaron con los suyos quedó sin aliento, sin ideas claras, sin palabras para siquiera formular un sencillo "¿Qué demonios está pasando aquí?"

Y así, como ese día lo tomó de la mano y lo llevó hasta un montón de viejos que resultaron ser las personas más importantes que había conocido hasta ese día fuera de Akihiko y su familia; Kusama Nowaki se encargó de que todo lo que daba por sentado en la vida se convirtiera en una serie de sinsentidos: de expresiones vagas, de preguntas del estilo "¿Qué está pasándome?" o peor aún "¿Por qué no entiendo qué me pasa?"

De la sorpresa inicial (que sí pudo definir), hasta la admiración por su entereza y disciplina, pasando por su irritación al no entender su persistencia. Hiroki poco a poco se quedó sin palabras para definirlo. Nowaki era... ¿Cómo decirlo? ¿Cómo encontrar una palabra que describiera la sonrisa tonta y la expresión de cachorro al elogiarlo por la cosa más simple? No encontraba la expresión que precisara el brinco en su corazón al escuchar sus pasos cerca de la puerta de su departamento cuando llegaba la hora de otra de esas lecciones impuestas a cambio del favor de "salvarle la vida", cuando al analizarlo en detalle se percataba que él mismo era responsable con esas miradas furtivas de hacer que tumbara los libros en primer lugar.

Y aun después de más de diez años juntos, se quedaba corto en expresiones al ver el hombre en el que se había convertido estando a su lado. Nowaki era impetuoso, impulsivo e incluso iluso y soñador en ocasiones, pero debía admitir que, quizás era el amor lo que le hacía decirlo, pero... si Nowaki se proponía conquistar la luna, Hiroki estaba seguro de que lo haría... pues sabe que siempre consigue salirse con la suya.

De nuevo, volviendo a reflexionar en las palabras que le servirían para definirlo siente que hay algunas que no le hacen justicia. Que simplemente lo desmerecen. Nowaki tenía sus debilidades, como todas las personas, pero a su lado se había vuelto más maduro, más disciplinado, más paciente y más discreto. Todas palabras combinadas porque por sí mismas no expresaban lo que él quería decir: "Nowaki es más cálido, Nowaki es más noble, Nowaki es más pervertido..." todo era más, más y más... incrementándose de manera exponencial, como lo que Hiroki siente por él.

Aunque a veces intente ponerlo en una cajita, siempre resultando en vano porque su amor se expande y se va con el vendaval que su nombre representa.

Y mirando su espalda mientras prepara algo de té, piensa en que palabras podrían servirle para etiquetarlo. Durante una entrevista en la universidad le pidieron que usara tres palabras para definirse. Él las halló rápidamente porque sentía que se conocía lo suficiente para saber que era responsable, capaz y preparado para ejercer su profesión, pero si las trasladaba a su vida privada y peor aún, a la persona con la que había decidido compartirla; todas las palabras se volvían un apiñamiento de letras sin ton ni son que ni siquiera se acercaban a lo que él quería decir sobre sí mismo, o sobre Nowaki... o sobre sí mismo desde que estaba con Nowaki.

Entonces toma aire y se concentra en buscarlas en su aspecto: desde el negro cabello; fuerte, pero sedoso. Ese al que se aferra cuando lo besa con sus labios carnosos y suaves, separándose de los suyos solamente cuando ya no puede respirar.

Sacude la cabeza y se reprende a sí mismo a recuperar la concentración.

Entonces se enfoca en la espalda amplia, la que lo arropa en las noches donde la pasión se hace presente y sin ningún tipo de remordimiento deja que arañe a su antojo, sonriendo como idiota cuando ve las marcas pues "son prueba de que Hiro-san se sintió bien", dice con esa sonrisita de satisfacción y ese destello de triunfo en esos ojos insoportablemente azules que nunca le mienten, sólo le muestran sus sentimientos tal cuales son, que, para su desgracia e ironías de la vida, son un mero reflejo de los suyos.

Sabe que de nuevo se está desviando de lo que realmente le interesa y se va hacia el pecho y los brazos. El resultado es aún peor, porque recuerda cuando ese pecho le sostiene si está cansado y los brazos le rodean para protegerlo, para darle calor. Porque todo en Nowaki es cálido, y va más allá de su temperatura corporal; es su alma de niño en el cuerpo de un hombre que hace poco cumplió ya 30 años, es su voz pausada y tranquila, la forma en que no pierde la paciencia aunque Hiroki esté el doble de irritado con sus alumnos, con el Profesor Miyagi, con Akihiko, con sus padres y con el mundo, sabiendo sólo lanzar libros e improperios.

Es la forma tan gentil y al mismo tiempo tan firme en la que le dice que todo estará bien, y él se lo cree. Es la sonrisa boba cuando en medio de la comida o leyendo sus miradas se encuentran, es la forma en que suspira que lo ama cuando hacen el amor, es la manera en que aprovecha cada segundo a su lado porque para él cada momento sin verlo es terriblemente solitario. Hiroki lo comprende porque él también lo siente, solamente no ha encontrado la forma de decírselo.

Se rinde pues entendió que si se detiene en su aspecto sólo seguirá distrayéndose, entonces se va a su personalidad. Pero no el lado que ha visto cuando ambos están solos sino las veces que ha ido a visitarle al hospital. La forma tan entregada en la que hace su trabajo siendo un hermano mayor para esos niños e incluso un padre para los más pequeños. Sabe que Nowaki sería un padre excepcional y al pensarlo se siente un poco egoísta por negarle esa posibilidad. Entonces recuerda cuando leyendo su mente le dijo que no valían la pena los hijos si no eran de ambos, haciéndolo estúpidamente feliz.

Nowaki es una mezcla de contrastes, eso no lo duda. Es un niño soñador y sin prejuicios y es un hombre cuando se trata de compromisos y asumir responsabilidades. Tiene la fortaleza de un roble por no rendirse ante las dificultades y aun así puede ser tan comprensivo y flexible con las circunstancias ajenas. No guarda rencor a sus padres por abandonarlo o a la vida por negarle una familia que lo amase al adoptarlo, no envidia a quienes lo tuvieron todo, pues conoce el valor de las cosas precisamente porque a él le costó mucho sacrificio tenerlas. Es inteligente pero no tiene malicia, y sin embargo no es tonto o del todo inocente, pues conoce a la perfección todos los puntos donde su placer estalla.

Extiende los brazos sobre la mesa y deja caer la cabeza. De nuevo tres palabras no le bastaron. Simplemente no pudieron abarcar todo.

Suspira y escucha el quedo sonido de una taza apoyarse contra la mesa, justo a su lado. Cuando levanta la mirada, ahí están de nuevo: los ojos azules, la sonrisa franca.

― Todo estará bien, Hiro-san― le dice en tono pausado y sereno. Ese que detesta porque no le da otra opción más que creerle.

Ahora que recuerda, se suponía que debía presentar su formulario para aplicar al cargo de profesor titular. En uno de los campos le piden tres palabras que describan su modelo educativo ideal. Por alguna extraña razón recordó sus días enseñando a Nowaki, esos días que casi sin quererlo, le hicieron descubrir que la enseñanza era su vocación.

― No pasa nada malo― contesta volviendo a incorporarse. Aunque sea en estos momentos debe mantener su lugar de adulto en la relación―. Pero gracias por el té.

Nowaki le mira contrariado por una fracción de segundo, antes de volver a la sonrisa, esta vez de alivio porque no hay nada que perturbe al eje de su universo.

― Me alegro― responde tranquilo y vuelve a su taza. Sabe que se muere por contarle todas las cosas que hizo durante el día, por hablar con él, pero entiende que está haciendo algo importante y necesita concentrarse, así que se mantiene en silencio, sólo admirándole. Hiroki admite para sí que también quiere conversar con él. Escuchar su voz contándole todo lo que hizo durante el día.

― Nowaki...― le llama Hiroki― Si te pidieran definirme en tres palabras... ¿cuáles usarías?

Nowaki le mira sorprendido. Nunca le había hecho una pregunta tan... ¿Romántica?

Es para algo de trabajo― dice al mirarle extrañado―, si no quieres no...

― No, no es eso en lo absoluto― replica de inmediato― Es sólo que me sorprende un poco que me lo preguntes, pero... tres palabras para definir a Hiro-san ¿eh?

Piensa un segundo y luego sonríe ampliamente.

―No necesito tantas, una sola me basta.

Hiroki se ofende ¿Una sola? Él ha pasado horas y ninguna frase le ha servido y a ese idiota solo una le basta ¿Es que acaso Hiroki es tan común? ¿Tan típico?

―Mi Hiro-san es perfecto. Esa palabra lo define todo.

Las ideas y los reclamos se borran de un plumazo cuando escucha eso. Y, de nuevo, se queda sin palabras.

Siente sus mejillas calentarse y sabe que está sonrojado hasta las orejas... .De nuevo, Nowaki ha demostrado tener mejor dominio del lenguaje que él.

Cruza los brazos y oculta su cara entre ellos. Aún después de todo este tiempo, que lo vea tan expuesto le causa escalofríos.

―Este idiota― Piensa― Eso debería decirlo yo de ti.