Título: Cerca del cielo.

Parejas: Cas!angelxDean, Gabriel!arcángelxSam, Lucifer!arcángelxBalthazar!ángel.

Rating: M

Género: Drama, Romance, Angst.

Disclaimer: Los personajes de supernatural pertenecen a Eric Kripke.

Resumen: Los padres de Castiel no le permiten contaminarse con la suciedad del exterior, ya que lo consideran un enviado del cielo debido a las habilidades especiales que posee. Todo en lo que cree y sabe se verá afectado cuando conozca al hijo mayor de sus nuevos vecinos pero sus padres no lo dejarán ir fácilmente y deberá descubrir quién es, antes de que sea demasiado tarde. AU.

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Capítulo 1

Al otro lado de la ventana.

El moreno permanecía de pie junto a la ventana mientras miraba por el pequeño espacio libre que dejaba la cortina celeste. Los tres niños jugueteaban en medio de la calle con un balón de futbol, nunca había practicado ese deporte pero parecía ser divertido, ya que los menores se reían muy seguido.

-¡Castiel!

Reaccionó al oír esa voz grave y se apresuró en sentarse junto al escritorio, en donde había un grueso libro de algebra abierto por la mitad. Escuchó los pasos que se acercaban y tomó el lápiz para continuar resolviendo los ejercicios hasta que la puerta abriéndose lo detuvo.

-¿Por qué no respondes cuando te hablo?- preguntó su padre serio.

-Lo siento… estaba terminando estos ejercicios y no escuché…

-¿Cuántos llevas?

-Veinte- respondió bajito.

-Son casi las doce y te dije que quería los cuarenta resueltos para el medio día, ¿Por qué insistes en perder el tiempo?

-Lo siento…

-No vas a almorzar hasta que termines, así que apresúrate porque a las dos viene tu tutor de química.

-Sí padre…

Se concentró por completo en acabar cuanto antes, ya que solo tenía una hora para almorzar y sabía muy bien que no debía dejar la comida enfriarse, eso molestaba mucho a su madre. Cuando terminó, bajó a reunirse con sus padres y comió en silencio.

-¿Terminaste tus ejercicios?

-Sí padre… los dejó en tu despacho…

-Bien, los revisaré cuanto antes.

-Mamá…- la rubia lo observó- ¿Crees que hoy podría… salir un momento…?

Castiel cerró los ojos con fuerza cuando escuchó el golpe en la mesa y su progenitora comenzó a balbucear cosas inentendibles hasta que tomara un tenedor. El moreno mantuvo la vista en su plato, intentando disimular el miedo que sentía o el castigo sería peor. Por unos segundos creyó que lo golpearía pero solo tomó la cruz del rosario que tenía en el cuello.

-Dios, ¿Por qué tuviste que darnos a este desgraciado como hijo? ¡¿Tanto desear marcharte de aquí?!- gritó molesta- ¡¿Después de todo lo que hemos hecho así nos pagarás?! ¡Pequeño bastardo!

-Querida basta- pidió el mayor tomando su mano- Tranquilízate.

-¡¿Oíste lo que dijo?!

-Ve a tu cuarto, Castiel.

-Pero papá.

-Ahora- ordenó con voz grave.

-Sí… permiso…

Subió rápidamente hasta su habitación y se sentó al borde de la cama mientras frotaba sus manos con nerviosismo. La última vez que le pidió a su madre salir, ésta se alteró mucho y terminó castigándolo severamente. Castiel tenía muy claro las cosas que podía o no hacer pero guardaba la secreta ilusión de que ahora sería diferente y por fin podría conocer a otras personas o simplemente dar un paseo a la manzana. Los pasos acercándose lo alertaron y su temor se cumplió cuando su madre entró muy seria.

-Ven- ordenó con voz grave.

-Yo…

-Ahora.

Esa mano furiosa se cerró sobre su muñeca y lo obligó a salir de la habitación para bajar las escaleras. Su cuerpo se tensó al observar la puerta en la cocina que conducía al sótano y miró con temor la puerta roja frente a ellos.

-Mamá…- susurró bajito- Por favor…

-Es por tu bien, Castiel, es la única forma en que mi niño regrese.

-Mamá…

-Tranquilo, todo va a estar bien.

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El rubio bajó del impala corriendo y tocó la reja antes de que su hermano menor con una gran sonrisa de victoria. Debido a que su padre encontró trabajo en esa ciudad, debieron mudarse los cuatro hasta Lawrence y aunque la idea no le agradaba mucho, terminó aceptándolo mejor después de platicarlo con su madre.

-No corran, chicos- pidió la rubia descendiendo del auto.

-Eres una tortuga, enano.

-Idiota.

-Perra.

-Ya basta- dijo John suspirando- Deja de molestar a tu hermano, Dean.

-Te retaron- se burló el menor.

-Cállate, Samantha.

-Ya basta- intervino Mary riéndose y los abrazó a ambos- Tenemos que desempacar antes del anochecer o ninguno comerá tarta en la cena.

-¡Ahora lo hago!- respondió entusiasta el rubio- ¡Quiero el cuarto más grande!- entró corriendo a la casa.

-¡Es mío, Dean!

Estuvieron hasta bien entrada la tarde desempacando las cajas y ordenando todo en las diferentes habitaciones de su nuevo hogar. Cuando terminó de dejar sus cosas en su nuevo dormitorio, fue hasta el de su hermano menor, quien se mantenía mirando por la ventana.

-Sammy, ¿Ya terminaste?

-Sí.

-¿Qué ocurre, enano?- fue a su lado curioso.

-Nada… es que… ¿Crees que nos quedemos en este lugar? Siempre nos mudamos…

-Sabes cómo es el trabajo de papá y las cosas no han sido fáciles.

-Sí…

-Mamá dijo que esta vez podría ser definitivo.

-Dean.

-Y además, no importa cuántas veces nos mudemos, siempre vas a contar conmigo, tu genial hermano mayor que evitará que te vuelvas un nerd aburrido.

-Idiota- dijo sonriendo.

-Eres mi nerd favorito- lo abrazó antes de hacerle cosquillas- Mi pequeño nerd.

Los dos comenzaron una guerra de cosquillas sobre la cama hasta que Mary los llamó para cenar pero faltaban algunas cosas en la despensa y Dean se ofreció a comprarlas a la tienda que estaba a dos cuadras de ahí. Cuando regresó unos minutos después, iba a abrir la reja pero su mirada se dirigió hacia la casa contigua, en donde vio a un chico de cabello negro junto a la ventana, la cual tenía barrotes. La luz del alumbrado público, le enseñó los intensos orbes azules del desconocido que lo mantuvieron cautivado por varios segundos hasta que el joven lo saludó tímidamente con la mano y el rubio correspondió su gesto.

-¡Dean! ¡¿Qué haces ahí?!- el castaño fue a abrir la reja- Apresúrate, tengo hambre.

-Sí…

-¿Qué ocurre?

-Nada, solo saludaba a nuestro vecino- indicó la ventana pero no había alguien.

-¿Eh?

-Olvídalo, Sammy, vamos a comer, las tartas de mamá son el cielo en la tierra.

El rubio cerró la reja y observó nuevamente hacia la casa vecina pero no había señales del chico, aunque seguramente, mañana lo conocería.

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Castiel cerró con llave la puerta de su habitación y observó las marcas de sus muñecas, que eran las últimas heridas que mostraban su cuerpo después de lidiar con el enfado de su madre. Colocó una mano sobre el moretón y éste desapareció al cabo de unos segundos. Ni siquiera él comprendía muy bien la razón de sus extrañas habilidades pero las detestaba más que nada, ya que debido a eso, sus padres se volvieron muy estrictos y eran contadas las ocasiones en que le permitían salir de la casa, argumentando que no podía contaminarse con la suciedad del exterior. Un presentimiento hizo que se levantara para acercarse a la ventana y observó a un chico de cabello rubio que abría la reja contigua. Sus antiguos vecinos, se habían mudado de ahí después del altercado que tuvieron con su madre y por eso Castiel se prometió, que no volvería a involucrarse con otras persona pero las cosas que percibía de ese chico, le agradaban bastante. Inesperadamente, el rubio se giró hacia él y se dio cuenta de ese par inconfundible de ojos esmeraldas. Movió la mano despacio para saludarlo y fue correspondido de la misma forma.

-¡Dean! ¡¿Qué haces ahí?!

Esa voz lo sacó de sus pensamientos y se apartó de la ventana, ocultándose a un lado mientras frotaba sus manos con nerviosismo. Lo mejor era no involucrarse con ese chico, ni con alguna otra persona, ya que no quería que alguien más resultara herido por su culpa. Lo único que podía hacer, era continuar observando al otro lado de la ventana y esperar que cuando cumpliera la mayoría de edad en un par de meses más, pudiera cumplir su mayor deseo: Conocer el exterior.