Mis divinuras! Mucho tiempo desde mis última publicación. Juro juradito que me he mantenido trabajando en la otra historia, de manera intermitente por la uni, pero sigo en ello. Paciencia, por favor! Ya sé que también han de estar hartas con mi paciencia u.u Pero mientas la otra historia llega, bueno pues les dejo este pequeño One Shot. La historia me agrada (y mucho), espero que también sea de su agrado y la disfruten.

EPOV

EPOV

Ato el nudo de mi corbata azul, como sé que le gusta a ella. Deseo verla nuevamente, dos semanas sin verla ha sido una completa tortura. Ese maldito congreso en Londres me ha mantenido fuera más tiempo del que pensaba y esperaba. Ahora sólo pienso en el deseo que me devora cada minuto. Verla con esas faldas ajustadas a su torneado y respingón trasero; ver ese sonrojo en sus mejillas cada vez que nuestras miradas se cruzan y le retengo la mirada por más tiempo de lo común; ver esos ojos chocolate resplandecer con ese brillo tan particular que solamente ella tiene, esa mirada que atravesó mi alma desde el primer momento en que estuvo frente a mí.

FLASHBACK

—¡No puede ser posible que no encuentre a una asistente personal eficiente!— gruñí colgando el teléfono con más fuerza de la necesaria— ¿Acaso es mucho pedir una asistente capaz de hacerse cargo de todos mis asuntos, de llevar mi agenda al día, que sea rápida, capaz de hablar mínimamente dos idiomas?

—No Edward, el problema es que no sólo quieres una asistente personal, quieres a alguien que arregle tu vida mientras tú te dedicas a los negocios— contestó Emmett.

— ¿Qué no es eso lo que hace una asistente personal?

—Eres un caso perdido— suspiró profundamente.

Estaba por agregar algo cuando el interfono sonó. Hice un gesto a Emmett para que me permitiera contestar.

—Dime Carmen— contesté.

—Otra joven para el puesto de su asistente— contestó.

—¿Vale la pena? No quiero seguir perdiendo mi tiempo en entrevistas estúpidas.

—Yo creo que sí.

—¿Crees?

—Bueno señor, a estas alturas no sé si sus exigencias puedan ser cubiertas.

—¡Por Dios, debe haber alguien en esta bendita ciudad que pueda ser la asistente personal de un presidente corporativo!

—Entonces ¿La hago pasar o no?— dijo Carmen exasperada.

—Hazla pasar, más vale que valga la pena.

—En unos minutos llegará a su despacho. Su nombre es Isabella. Edad de 27 años. Dominio de tres idiomas y cuenta con tres años de experiencia. Cartas de recomendación de las empresas Vulturi.

—Interesante. Gracias— colgué.

Tres golpes suaves en la puerta me anunciaron la llegada de Isabella

—Adelante— usé mi tono de jefe.

—Creo que es momento de retirarme— dijo Emmett al levantarse—. Suerte en tu búsqueda hermano.

—Gracias.

Me levanté de mi silla de piel para recibir a esa joven que hasta el momento prometía muchísimo más que cualquiera de las otras candidatas que habían acudido a las entrevistas. Bajé la vista y comencé a mover mi lapicero esperando a que entrara.

—Señorita Isabella ¿Cierto?— pregunté inmediatamente después de escuchar sus primeros pasos dentro de mi oficia.

—Sí, señor— contestó. Esa voz dulce me hizo levantar la mirada, tenía que ver el rostro de aquella voz sedosa y cálida, que a su vez provocó una tranquilidad inminente en mí.

En cuanto alcé la mirada vi al ángel más hermoso, atractivo y ¡Joder!... caliente, un ángel sumamente caliente. Sus piernas largas enfundadas por una falda de color gris oxford, tan ajustada al contorno de éstas que podría ser una segunda piel. Su chaqueta, del mismo color, marcaba el contorno de sus pechos, su blusa de un blanco impecable con un par de botones desabrochados. Y su rostro ¡Dios, ese rostro!, el rostro más angelical que había visto, hermoso, simplemente hermoso. Sus mejillas ligeramente sonrojadas de manera natural, su piel blanca y cremosa, se veía tan suave que mis dedos quemaron de deseo por tocarla. Sus ojos chocolate con un brillo innato, podía iluminar una sala entera con su brillo. Sus labios, sonrosados y finos; mi mente se inundo de imágenes besándola, delineando esos labios con mi lengua, ella dándome permiso para adentrar mi lengua, la calidez de su boca húmeda. Su cabello castaño y ondulado, cayendo como cascada y enmarcando ese hermoso rostro, preguntándome qué se sentiría enredar mis dedos entre sus mechones. ¡Tenía que parar!

—¿Señor?— preguntó confusa.

—Tomé asiento por favor— señalé una de las sillas que se encontraban frente a mi escritorio.

Y después vi lo que terminó de prendarme por completo, su sonrojo al darse cuenta que no podía dejar de verla.

FIN DEL FLASHBACK

Después de dos años Bella seguía siendo mi asistente personal. Cada mañana llegaba y la encontraba ya lista en su lugar. Al entrar a mi despacho me encontraba con mi café de todas las mañanas justo como me gustaba, sin crema y medio sobre de azúcar. No había sido necesario que le diera instrucciones sobre ello o que le anotara la manera en cómo me gustaba que me sirvieran mi café. Ella sola lo habita advertido. Ese y otros pequeños detalles que tenía más allá de ser mi asistente habían hecho que me enamorara de ella.

Tecleo el código de acceso del elevador para acceder al piso presidencial, donde sé que me estará esperando, con una sonrisa tímida como siempre ¿Me habrá extrañado? No puedo evitar preguntarme. Al final de cuentas fueron dos semanas sin verme. Quiero pensar que así fue, que sus días han tenido aunque sea un poco de vacío, porque los míos definitivamente fueron vanos y solitarios. Las puertas del elevador se abren y tal como esperaba, ahí está ella. En un vestido azul, que resalta sus ojos, tan ajustado a su figura, que mi amigo de abajo comienza a despertar. Debería estar prohibido usar ese tipo de ropa, por lo menos para ella, o por lo menos para ella cuando no fuera exclusivamente para mí.

—Buenos días Bella— la saludo.

—Buenos días Edward— sonrío al recordar su reticencia por tutearme.

—Así me gusta— su sonrojo habitual acude a ella en cuanto pronuncio esas tres palabras—. Necesito los pendientes, especialmente los que sean urgentes.

—Ya se encuentran en tu escritorio— me dedica una sonrisa pero pude percibir una capa de temor en su mirada ¿Por qué?

—¿Todo bien Bella?

—Sí, sí, sí.

Ah, ah, señal de que no era así ¿Por qué me estaba mintiendo?

—De acuerdo.

Al entrar en la oficia, efectivamente, tenía una pila pequeña de documentos por revisar postrada sobre mi escritorio. Manos a la obra pienso para mí mismo. Comienzo revisando un par de contratos nuevos, señalo algunos datos para regresárselos a Eleazar y corregirlos. Un par de ofertas de adquisición, eso lo dejaría para más tarde. Tendría que analizar las situaciones y circunstancias de compra. Reportes financieros y un sobre blanco debajo de toda la pila de documentos, escondido como si no quisiese que lo encontraran. Abro el sobre con la curiosidad. Saco una hoja blanca impresa y en su encabezado leo las palabras "Permiso de matrimonio". Me lleno de pánico al leer esas palabras que se repiten una y otra vez en mi mente. Sigo leyendo ¿Pero qué mierda es esto? ¡Bella se va a casar, y en menos de un mes! Aprieto el puente de mi nariz tratando de calmarme. Necesitaba pensar y actuar. Actuar ya.

—¡Isabella!— la llamo por el interfono.

—¿Sí, Edward?— pregunta tímida. Sabía que ya había visto su permiso.

—A mi oficina ¡Ahora!

—Ya mismo.

Cuelgo sin decirle algo más. En estos momentos solo quiero tirar todo, romper y destruir, soy una bomba a punto de explotar, sólo necesito un detonante. Quiero arrancarme el dolor. Bella no puede casarse, no puedo perderla.

—Dime Edward.

—¿Me puedes explicar qué es esto? ¿Qué clase de chiste es éste Bella?

—No… no es nin… ningún chiste Edward— balbucea.

—¿Ah no? Entonces explícame.

—Durante la primera semana que estuviste fuera Jacob, ya sabes, mi novio— el bastardo y ladrón de mi ángel para mí— me ha pedido matrimonio y pues como ves, he aceptado.

—¿Dónde quedó esa convicción que no era momento para el matrimonio y primero disfrutar y sobresalir en tu carrera?—. ¡Diablos, que no sea lo que estoy pensando!— ¿Estás embarazada?— solté antes de poder detenerme, el sonrojo de Bella acude a ella—. ¿Es eso, cierto?

—¿Qué? ¡No, por supuesto que no es eso Edward!

—Si es por eso que te vas a casar, quiero que sepas que no es necesario que te cases sólo para no cargar sola con el bebé— yo podría hacerme cargo del bebé, podría amarlo como si fuera mío por el simple hecho de crecer en el vientre de Bella— Yo podría ayudarte.

—No es nada de eso Edward— respiro aliviado. Porque el pensar que existe un bebé quiere decir que Bella ha estado en los brazos del bastardo y eso me pone a hervir la sangre. Y aun cuando sé que muy probablemente Bella ya ha hecho el amor con ese bastardo no me era grato tener la certeza de eso, que me invadieran imágenes de Bella desnuda entre sus brazos, del bastardo entre las piernas de ella. El pensar en Bella gimiendo ¡Dios!

—¿Entonces?

—He pensado que en algún momento lo voy a hacer ¿Por qué retrasar algo que estoy segura que voy a hacer?

—Porque no sabes si es él el indicado.

—No creo conocer a alguien más— a mí, pienso. Mírame a mí.

—Entonces me pides una semanas de vacaciones como permiso de vacaciones, que sería dentro de tres semanas ¿Es así?— estoy cabreado, más, mucho más que eso. Casi puedo sentir espuma saliendo por mi boca de la rabia, de los celos.

—Sí, Jacob tiene planeado que nos vayamos de luna de miel una semana, pero si no se puede no hay ningún problema. Lo entiendo, mi puesto es imprescindible y…

—Pero tú no Bella— dije. Ella abre los ojos de par en par, se muerde su labio que empieza a temblar.

—Lo sé.

—Puedo encontrar a otra asistente— no, no puedo encontrar a alguien como ella. La quiero a ella ¡Joder! Aparta la mirada y sé que lagrimas empiezan a reunirse en sus parpados y me odio por eso, pero la rabia me hace hablar y seguir hablando—. Si quieres esa semana, adelante. Necesito que me avises para publicar los anuncios correspondientes en los periódicos y en las bolsas de trabajo. Tu puesto debe ser cubierto de inmediato.

—Señor— susurra tímidamente, con miedo y… ¿Dolor?— No…

—Cierra la puerta cuando salgas— le digo sin mirarla, fingiendo que miro la pantalla del ordenador.

—Sí, señor— soy consciente que ha vuelto a llamarme señor en lugar de Edward.

En cuanto sale de la oficina y escucho la puerta cerrarse. Me levanto como un relámpago y comienzo a dar vueltas por toda la oficina. ¡Bella casada, eso debería pasar siempre y cuando sea conmigo! ¿Por qué Bella, por qué? ¡Ese bastardo, ese maldito bastardo que me la quería robar! Que claro que a uno no le podían rebatar lo que no era suyo, pero ¡Carajo, quería que lo fuera! Quería que Bella fuera mía, que fuera conmigo con quien se casara, con quien pasara cada noche y cada minuto del día. Que fuera mi nombre el que dijera durante sus noches de pasión. Me sentía como el día en que descubrí que Bella tenía novio.

FLASHBACK

—Vamos a comer Bella— le sugerí mientras salía de la oficina—. La comida va por mi cuenta.

Ella se sonrojó y agachó la cabeza.

—¿Qué sucede?

—Señor— en ese entonces todavía me llamaba "Señor"—. Tengo un compromiso, espero no le moleste.

—Por supuesto que no ¿Necesitas algo?— pregunté.

—No, Señor.

—De acuerdo, nos vemos a mi regreso.

Ese día salí a comer con Emmett y su prometida Rosalie. Sería el padrino de bodas y la boda sería veinte días después por lo que andaban a las prisas con los preparativos. Tenía planeado llevar a Isabella como mi acompañante para evitar a las mujeres incómodas. Pero mis planes se fueron por la borda en cuanto bajé del carro.

Bella se encontraba abrazada a un tipo moreno, de cabello oscuro, varios centímetros más bajo que yo, musculoso debo admitir y ojos grandes. Me quedé parado al lado del carro, siendo espectador de la escena; tratando de tranquilizarme y convencerme que podría ser un amigo al que no veía desde hace mucho o algún familiar. Pero mis creencias se fueron por un tubo al ver que el imbécil ese tomaba su rostro y la besaba. La sangre me hirvió, quería arrancársela de los brazos. Tomarla y hacerle ver quién era el dueño de esos labios, de ese cuerpo, de su alma. No pude continuar viendo la escena.

Ese día me retiré temprano a casa, sintiéndome más sólo, sintiendo que el abismo entre nosotros era mayor. Ahora sabía que había alguien y en la misma medida que me di cuenta de la existencia de ese alguien, me propuse no dejarla ir. Nunca.

FIN DEL FLASHBACK

Veo por el inmenso ventanal que se encuentras detrás de mi escritorio. Veo el tráfico y la gente caminar. Veo como pasa el día y el tiempo no se detiene. Cada tic tac del reloj de pared me recuerdan que estoy más cerca de perderla.

—Señor ¿Se le ofrece algo más?— escucho su voz y apuesto porque sólo asoma con temor su pequeña cabeza.

Desde el encontronazo que tuvimos en la mañana con respecto a su permiso de bodas no hemos hablado. He salido a comer sin dirigirle palabra alguna; ella ha entrado a mi oficina un par de veces de la misma manera, sin mencionar una sola silaba.

Hago un gesto con mi mano para indicarle que se puede marchar.

—Hasta mañana— susurra al darse cuenta que no voltearé a verla.

Miles de recuerdos de ella en la oficina acuden a mi cabeza. La vez en que conoció a mi hermana Alice o cuando conoció a mis padres, robándoles el corazón al instante, justo como había hecho conmigo.

—Bella— susurro su nombre. Su nombre es como una caricia capaz de curar cualquier herida, capaz de rescatarme y tranquilizarme.

Siento mi teléfono vibrar en mi bolsillo, contesto sin mirar la pantalla.

—¿Vamos por una copa?— pregunta Emmett del otro lado de la línea.

—Bella se va a casar— suelto las palabras que hacen que duela más. El pronunciarlas lo hace más real.

—¿Qué?— pregunta Emmett confundido.

—Hoy me ha entregado un permiso de matrimonio, se casa dentro de tres semanas ¿Te das cuenta? ¡La perderé, Emmett!

—¡Oh hermano! Aunque no puedes perder algo que no es tuyo.

—Pero yo la siento mía.

—¿Y qué harás?— pregunta.

—No quiero dejarla ir, es todo lo que sé. No sé cómo lo haré pero no se irá, Isabella no se marchará de mi lado.

—No puedes retenerla.

—No se llama retener cuando es por voluntad propia.

—No puedes jugar de esa manera Edward. Sabes que te aprecia, que esa mujer se desvive para complacerte, quizás no como te gustaría pero lo hace, y no puedes aprovecharte de ello.

—En el juego del amor se vale todo.

—¿Sabes cuánto te hubieras ahorrado si hubieras cedido ante el orgullo? Llevas dos años perdidamente enamorado de esa mujer y no le has dicho nada simplemente por no querer ser el primero en dar el paso.

—¡Basta!— no necesitaba de eso ahora.

—De acuerdo, por lo que veo la copa te hace falta en estos momentos pero no irás.

—Nos vemos mañana— me despido y cuelgo.

Tomo el bendito sobre blanco que he tirado en el bote de basura y mi bolígrafo. Saco la hoja y sin pensarlo más, firmo el bendito permiso. No sin antes pensar que Bella no se deshará de mí tan fácilmente.

Las puertas del elevador se abren y nuevamente ahí está ella. Teclea rápidamente unas cosas, no levanta la vista como cada mañana. Arrugo el sobre que llevo en mi mano derecha, me quema. Con sólo pensar en su contenido empiezo a gruñir y mi sangre hierve nuevamente.

—Toma— deposito el sobre en su escritorio. No digo una palabra más y me adentro en mi oficina. Espero escuchar alguna reacción de ella, pero nada.

Tenía dos semanas y unos días para ordenar todo para mi plan. Saco mi sonrisa torcida que es exclusiva de ella y sólo puede pensar en que se prepare el bastardo porque se quedará sin boda.

Perfecto, hoy es el día en que echo a andar mi plan. He conseguido un poco de ayuda con mi hermana Alice quien me dio todos los datos de la dichosa reunión para su despedida de soltera. Tomo las cosas que he metido en el closet desde hace una semana, reviso que todo esté dentro. Una vez comprobado eso, salgo a mi destino.

Era hoy o nunca, lograr que Bella cancelara la boda, no me importaba que fuera al día siguiente a medio día, ni que mis hermanos estuvieran invitados. O yo mismo. Recuerdo la cara de decepción de Bella cuando le dije que no asistiría porque ya había quedado con alguien, y especifique con una chica. Lo que ella no sabe es que esa chica será ella. O por lo menos eso esperaba. Si bien siempre he sido muy seguro de mí mismo, en esta ocasión no podía dar por sentado que fuera a funcionar mi plan, ya no. La seguridad que sentía hasta hace una semana se había evaporado.

Entro al establecimiento por la parte de atrás con ayuda del portero a quien le había dado una buena cantidad de dinero con tal de ayudarme a entrar. Comienzo a prepararme esperando a que llegara el momento en que Bella llegara y empezara el show. Alice me avisaría cuando ya estuvieran ahí.

Tres horas después ya era mi turno de empezar. Varias amigas de Bella ya se habían marchado y las hermanas del bastardo también, prácticamente sólo quedaban mis cómplices y ella.

—Bueno Bella, aunque todas ya se han marchado nos queda una última sorpresa para ti.

—¡Oh no, chicas, no!

—Calla y siéntate— le dice Rosalie.

Observo desde detrás de la cortina que nos separa como Rosalie tomaba la pañoleta que le había dado y tapaba los ojos de Bella.

—¡Oye!— protesta Bella.

—Shh Bella, tranquila ¿Confías en nosotras?— pregunta Rosalie.

—Sí, pero…

—Pero nada— dice Alice— Tú siéntate y disfruta.

La música comienza sonar y sé que es mi señal para mi entrada. Lo hago, entro mientras las chicas salen, dejándonos a Bella y a mí solos. La música es sensual y las velas que han encendido las chicas es el toque perfecto para el momento de seducción.

Tomo las manos de Bella.

—Pero ¿Qué…?

—Shhh— la silencio.

Acaricio sus manos y cuando las siento firmes las hago pasar por mi torso desnudo. Gimo ante su tacto; suave, cálido y tierno, justo como lo imaginaba, no, corrección, es mil veces mejor. Ella intenta retirar sus manos pero yo se lo impido. No escaparas pequeña.

Cuando estoy seguro que no apartara sus manos, dejo que sea ella quien vague por mi torso, que sienta cada centímetro de mi piel, donde la deja ardiendo de pasión y deseo. No quiero que pare, es tan placentero su toque, tan cálido. No existe sensación más satisfactoria que sus manos acariciándome.

No puedo quedarme inactivo. La levanto de su silla mientras ella sigue su recorrido. Bajo mi nariz a la altura de su cuello y lo acarició al mismo tiempo que inhalo profundamente, envolviéndome de su dulce aroma. Lo que sigue ya no son caricias con mi nariz, si no besos pequeños y húmedos en toda la extensión de su cuello.

—Edward— gime.

Me detengo de golpe. Se supone que no puede verme y que no sabe que soy yo. Ella se aparta con rapidez y pide disculpas. Sonrío, mi sonrisa exclusiva para ella. Ahora lo sé, sé que me desea como yo la deseo a ella. Así que continúo con el plan. Tomo sus caderas y la acerco a mí para mover las mías en círculos pegadas a las suyas. Da un respingo cuando siente mi erección.

La siento nuevamente, pero esta vez quitándole la pañoleta. Ella abre sus ojos despacio mientras se acostumbra a la ligera oscuridad, sólo alumbrada por unas cuantas velas. Y lo hago, comienzo a moverme al ritmo de la música, de manera sensual, sólo para ella. Con unos pantalones de traje y un antifaz. Ella me mira profundamente y me pregunto si me ha reconocido. Parece un tanto confundida y espero su reacción, al ver que sólo se queda quieta mientras recorre con su mirada mi torso, continúo. Pienso que esto es sólo para ella y saco lo mejor de mis movimientos; muevo las caderas sensualmente, invitándola, tentándola. Veo como se aferra a la silla con sus manos, evitando que se muevan como si tuvieran vida propia.

Bajo nuevamente pero esta vez atrapo el lóbulo de su oído entre mis dientes y lo chupo. Siento como se estremece y nuevamente gime. Mi amigo de abajo ya se encuentra más que listo para la acción y sus gemidos sólo provocan sacudidas en él. Siento como una de sus manos sube hasta mi hombro y lo aprieta. Eso es pequeña, pienso para mí. Libero su lóbulo y camino hasta colocarme detrás de ella, tomo sus manos y las levanto hasta llevarlas a mi boca, chupo la punta de sus dedos de uno en uno.

—¡Dios!— se mueve impaciente— ¿Quién eres?— pregunta.

Llegó la hora. Retiro el antifaz que cubre la mitad de mi rostro y lo tiro a mi lado. Tomo un gran respiro, hasta sentir mis pulmones completamente llenos. Camino lentamente hasta encontrarme frente a ella.

Ella alza la mirada hasta encontrarse con mi rostro descubierto completamente y en cuanto lo hace sus ojos se abren a tal grado de casi salirse de sus órbitas.

—¡Oh mi Dios, estoy soñando!— se lleva las manos al rostro para cubrirlo y yo rio por su ocurrencia.

—No Bella, no lo estás haciendo.

—Entonces ¿Qué es todo esto, qué clase de broma es ésta?

—No es ninguna broma— bajo mi rostro hasta colocarlo a la misma altura que el suyo—. Quiero seducirte.

—Pero ¿Por qué? Tú sabes que mañana es mi boda con…

—¡Ya lo sé!— le grito y me aparto rápidamente— Desde el día en que me lo dijiste estoy que reviento, el sol no me calienta, los días han sido extenuantes porque únicamente me he dedicado a pensar en la forma de impedirlo porque ese bastardo te apartará de mí.

—Seguiré trabajando contigo.

—No de esa manera Bella.

—¿Entonces? No estoy entendiendo nada.

—Te amo, Bella. Desde el primer día, desde que vi tu rostro en mi oficia caí rendido. Es tu voz, tu rostro, tu sonrojo, tu calidez, tus detalles. Me vuelves loco Bella, completa y absolutamente loco.

—No, no, no— se para repentinamente y me aparta. Mi corazón se detiene por su reacción— ¿Por qué me haces esto, por qué?

—Juro que no miento, Bella. Que me parta un rayo si es que lo estoy haciendo. Te amo.

—¡Eres un idiota!— grita— ¿Sabes cuántos días he pasado soñando con que me dijeras esas palabras? Mismos días que me he pasado tratando de despertarme y llamándome estúpida porque creía que era imposible.

—Pero no lo es— me acerco a ella.

—¡No!— da un paso atrás.

—No huyas— suplico.

—¿Por qué hasta ahora?— solloza, sus ojos comienzas a llenarse de lágrimas— ¿Por qué un día antes de casarme, por qué este plan tan macabro?

—Bella.

—Tuviste todavía dos semanas para decirlo y elijes esta forma ¡Dios, un día antes de la boda!

—Shhh— me acerco a ella—. Es tu despedida de soltera.

—¿Qué…?

—Continuemos donde quedamos.

—No puedo.

—Sólo disfruta como lo estabas haciendo.

—Yo…

—No mientas, podía verlo, notarlo. Gemiste mi nombre sin saber que era yo. Lo deseas. Me deseas.

Y la beso, uno sus delicados labios a los míos ¡Por fin! Mis labios se sienten en casa. Calidez, dulzura, esto era el jodido paraíso. Mi felicidad aumenta cuando veo que ella responde sin poner resistencia por lo que me vuelvo más atrevido. Vuelvo a mover mis caderas, despertando a mi amigo nuevamente. Llevo mis manos a envolverla completamente, no quiero ni un milímetro de espacio entre nosotros.

—Sé que eres mía— susurro sobre sus labios—. Tu cuerpo no me puede mentir, siento como tiemblas, sé que lo deseas.

—Lo deseo— confiesa.

Sólo necesitaba eso. Tomo su trasero con mis manos y la cargo. Ella envuelve sus piernas alrededor de mi cintura, haciendo que su vestido suba, dejando más piel expuesta.

—Te amo— repito.

—Y yo a ti— ¡vaya, creí que nunca lo diría!— lo hago con locura.

—Pequeña— suspiro y vuelvo a atacar sus labios ya hinchados por el beso anterior.

Camino hacia la silla y me siento con ella a horcajadas sobre mí. Ella comienza a moverse sobre mí, restregándose contra mi erección mientras esconde su rostro en mi cuello, gime. Ese sonido, lo amaba, era mi favorito.

—¿Lo quieres?— pregunto.

No contesta, sólo sigue restregándose. Si continúa así, hará que me venga ahora mismo.

—Contéstame— demando.

—Sí— dice antes de empezar a besar mi cuello—. Te quiero aquí y ahora.

—Me tendrás pequeña, me tendrás.

La apartó de mi cuello y vuelvo a besarla. Delineo su labio inferior con mi lengua y ella la abre inmediatamente, dándome acceso a su cavidad. Busco a tientas el cierre de su vestido y lo bajo, descubro que no lleva sostén lo que hace que me ponga más duro de lo que ya estoy. Acaricio la piel de su espalda mientras paso mi boca de su hombro a su cuello, lo mordisqueo cuando ya lo tengo en mi boca. Su piel es suave y delicada. Mientras paso mis dedos por su espalda su piel se pone de gallina.

—Eres tan cálido— dice Bella.

Coloca sus manos sobre mi torso y me acaricia, echo la cabeza hacia tras y me dedico a disfrutar de su tacto. Ahora es ella quien comienza a besar mi cuello y baja por mis pectorales, depositando delicados besos. Vuelve a subir, mordisquea mi mentón y toda la extensión de mi mandíbula.

—Estás tan duro— vuelve a restregarse— te siento mmm, muy grande— cierra los ojos y la veo moverse contra mí.

¡Mierda, es la lujuria en persona, necesito estar dentro de ella!

Vuelvo a tomarla para que deje de moverse, necesito detenerla si quiero que esto dure. Bajo los tirantes de su vestido y sus senos quedan al aire. Me quedo embobado con esos pezones color durazno, tiernos y erguidos, pidiendo mi atención. Tomo su trasero, la levanto un poco y la sostengo para poder tener mayor acceso a sus pezones. Me llevo uno a mi boca y lo ruedo con mi lengua. Delicioso. Su textura, su sabor.

—¡Aghh!— grita cuando siente mi lengua en su pezón.

Mete sus manos entre mis cabellos y me pega más a su pecho.

—Ed… Edward— balbucea llena de placer— Tu lengua… es… Dios.

Rozo su pezón con mis dientes y ella brinca. Comienzo a succionarlo y su respuesta es salvaje, jala de mis cabellos y se arquea, entregándome todo su cuerpo.

—Delicioso— soplo sobre su pezón.

—¡Joder, Edward!

—Me encanta escuchar mi nombre en tu boca, pero escucharlo mientras gimes. Quiero eso todos los días.

Nuestras miradas se conectan y el calor nos invade. Quiero regresar a mi labor anterior pero Bella no me deja. La miro intrigado y sé lo que quiere cuando sus manos bajan y abren mi pantalón. Saca mi polla y me mira.

—Sí que es grande usted señor Cullen.

—Y es todo para ti— ella sonríe.

Aún con mi polla en la mano, es ella quien me besa ahora. Su lengua se adentra en mi boca al mismo tiempo que noto que con su pulgar comienza a acariciar la punta de mi pene.

—Mmmm.

—¿Te gusta?— pregunta mientras envuelve mi pene con su mano.

—¡Joder, sí!

—¿Quién era la chica con la que ibas a salir mañana, con la que estarías tan ocupado como para no asistir a mi boda?— le dedico mi sonrisa torcida.

—¿Celosa?— ella aprieta su agarre.

—Dime.

—Tú, eras tú— ella entrecierra los ojos y comienza a mover su mano de arriba abajo.

—¡Joder Bella, más rápido, tu mano es tan suave!

No podía aguantar más. Adentro mis manos en su vestido hasta encontrar las tiras de su tanga y las rasgo. Ella suelta un grito de sorpresa.

—Haré a un lado todo lo que se interponga entre nosotros— ella sabe que no hablo únicamente de sus ex bragas—. Todo— vuelvo a hacer énfasis.

Paso un dedo a lo largo de todo su sexo. Húmeda y cálida. La deseo, mi sangre canta para ella. Es mi perdición, mi locura, mi paraíso. Y antes de que alguno de los dos haga otra cosa, me adentro en ella, de manera rápida y profunda.

—¡Aghh!— grita.

—¡Bella!

—Tan grande… duro…

—Tan cálida… suave…

Envuelvo mis brazos en torno a su cintura y la pego a mi cuerpo, haciendo que la penetración se vuelva más profunda si es posible. Definitivamente siento sus paredes apretar mi polla, siento cada músculo de su vagina acoplarse a mi largo y ancho. Empiezo a moverme. Adentro y afuera. Me entierro en ella lenta pero firmemente.

—Tu coño es el jodido paraíso— estocada y más estocadas.

Siento como ella comienza a moverse por sí sola, de enfrente hacia atrás. Deslizándose a lo largo de todo mi pene.

—Mmm… te siento tan… ¡Dios!

—Eso es pequeña… tómame.

Recarga su frente sobre mi hombro y comienza a moverse más rápido. Prácticamente salta sobre mí.

—¡Más… por favor… más!

Le doy lo que me pide, tomo sus caderas y comienzo a moverlas de la manera más rápida que puedo. Ella se arquea, buscando el ángulo perfecto y siento como en cada estocada choco contra su pared frontal, al mismo tiempo que ella se estremece con cada golpe.

—Sí… justo… así

Ver sus pechos ofrecidos para mí y expuestos de esa manera era una oferta que no podía rechazar. Tomo uno de sus pezones entre mis dientes y lo mordisqueo suavemente, sin provocarle daño alguno. Escucho sus gemidos entrecortados por palabras sin sentido.

—Estoy a punto— me avisa.

—Los dos al mismo tiempo.

Aumento el ritmo y la profundidad de mis estocadas en medida que siento sus paredes apretar mi miembro.

—Eso es nena… apriétame la polla. Siente como se sacude.

—Dios… es demasiado… delicioso— dice entre jadeos.

—Dámelo pequeña… dame tu placer.

—¡Edward!— grita justo en el momento en que sus paredes aprietan hasta casi impedirme moverme y un par de estocadas después la sigo.

—¡Bella!

Terminamos jadeantes recargados en el hombro del otro. Paso concienzudamente mis manos por toda su espalda mientras siento como su respiración se va tranquilizando. Doy pequeños besos en toda la piel que tengo a mi acceso. Pero percibo como vuelve a agitarse y un sollozo se escapa de su garganta.

—¿Bella, pequeña, qué sucede?— el pánico comienza a apoderarse de mí— ¿Acaso te has arrepentido?

Ella no contesta.

—Bella, por favor, contéstame.

—No puedo Edward.

—¿Qué es lo que no puedes?

—No puedo dejar plantado mañana a Jacob, no puedo hacerle eso— siento sus lágrimas mojar mi hombro.

—¿Qué estás tratando de decirme?— mi voz comenzaba a reflejar pánico. Por primera vez me mostraba frente a ella con miedo e inseguro.

—Que esto ha pasado demasiado tarde. Ya es tarde para nosotros Edward.

—No Bella, huyamos. Sólo nosotros.

—¡No, no me hagas esto!— se levanta de mi regazo, retirándome de su interior— ¡¿Por qué no podías simplemente dejarlo pasar como lo has hecho todo este tiempo, por qué ahora, por qué tardaste tanto?!

Me levanto de la silla de golpe y voy a donde está, la envuelvo entre mis brazos para tratar de calmarla.

—Porque no puedo dejarte ir, no puedo pensar en una vida sin ti. El sólo pensar que le pertenecerás a él, de imaginarte entre sus brazos me hacer enfurecer, me hace sentirme violento, sólo pienso en matarlo por tener la osadía de tocarte.

—Pero él es mi prometido, Edward. Tiene todo el derecho.

—¡No! Un anillo en el dedo no da el derecho; es el corazón Bella, el cariño y el amor.

—Entiéndeme— forcejea entre mis brazos para liberarse, y aunque no quiero la dejo ir— ¿Qué sentirías si fuera al revés, si fuera a ti a quien dejara en el altar?

—Me sentiría morir, como dije no concibo la idea de perderte.

—Ahora entiendes por qué no puedo hacerle eso a Jacob.

Sentí como mi alma se iba y el vacío era llenado por el dolor.

—Sólo esta noche— tome sus manos y deposito un par de besos en cada una—. Sólo danos esta noche Bella, esta noche para los dos.

Ella comienza a temblar nuevamente. No quiero verla de esa forma, quiero calmarla, tranquilizarme y aunque debería arrepentirme por el hecho de no verla así, no puedo. No puedo arrepentirme del momento más mágico, apasionado, erótico y lleno de amor que acabamos de tener. Y ahora que sé que entre los dos no pasará nada más, que el día de mañana a estas horas ella estará en brazos de otro, la estrecho más entre mis brazos como respuesta a ese pensamiento, me llevaré este recuerdo tatuado en mi alma. Me llevaré el recuerdo de su cuerpo cálido pegado al mío, del aroma de su cabello y cuerpo, del sonido de su voz pronunciando mi nombre en el momento de su dulce orgasmo, del sonido de nuestros cuerpos chocando una y otra vez.

—Sí— susurra— sólo esta noche.

El resto de la noche la pasamos envueltos en caricias, besos, abrazos y palabras de amor. Disfrutamos del otro en la medida que el tiempo nos lo permitía. No hubo tiempo para el cansancio, ni espacio para el remordimiento. Únicamente amor.

—¡Necesito irme!— grita Bella alterada mientras busca sus tacones.

—Yo te llevo— le digo mientras termino de abrochar mis pantalones.

—¡No! La madre de Jacob está en mi departamento, no puede verme llegar contigo.

—Te dejaré una cuadra antes de que lleguemos a tu departamento.

—De acuerdo.

Se agacha y toma los restos de su delicado tanga de encaje. Como me hubiera gustado haber tenido el tiempo para mirarla en encaje y quitárselo lentamente.

—Éstas me las quedo yo— arrebato el trozo de encaje de sus manos y ella sólo se ruboriza.

Voy por el bolso de equipaje que tenía escondida y saco una playera limpia. Saco también el casco y se lo doy a Bella.

—Toma.

—¿Para qué es esto?

—Vine en la moto

Veo de inmediato que la duda y temor acuden a sus ojos.

—Tranquila, manejare despacio— trato de tranquilizarme.

Siento su mejilla pegada a mi espalda y sus brazos aprisionándome de una manera deliciosa. Pero al mismo tiempo la felicidad de la noche anterior va desapareciendo para dar paso al dolor desgarrador de decirle adiós, de verla partir a los brazos del bastardo. Sé que no regresará a su trabajo, no después de la noche anterior y me pateo mentalmente por ello. Si no lo hubiera hecho, quizás ella podría seguir asistiendo a su trabajo sin sentir vergüenza o arrepentimiento. Me conformaría a verla aunque fuera de esa manera, pero verla. Tener su sonrisa que me alegre cada mañana, que me tranquilice. La necesito. Me doy cuenta que un nudo en mi garganta amenaza con explotar. El dolor lo siento carcomer mis entrañar ¡Carajo, nada me ha dolido más que esto!

—Hemos llegado— digo secamente.

Siento como la frialdad se apodera de mi cuerpo, como la única defensa y barrera que conozco.

—Ya veo, vivo por allá— señala hacia el norte.

—Lo sé— vuelvo a decir de manera seca.

Se baja de la moto y se coloca a mi lado, no me atrevo a mirarla. Coloco una máscara de indiferencia en mi rostro, no sé cómo hacer frente a este dolor.

—Gracias— susurra al ver que no me giro para mirarla. Se para de puntitas y deposita un beso en mi mejilla.

Ella comienza a caminar y hago el último intento de recuperarla.

—Te estaré esperando fuera de la iglesia quince minutos, si no sales entenderé que no quieres pasar tu vida a mi lado.

Ella voltea a verme y su labio comienza a temblar desenfrenadamente. No puedo seguir ahí. Arranco la moto y me alejo.

Ni la ducha, ni nada logró calmarme el resto de la mañana. Tenía los nervios de punta. Revisaba mi teléfono cada cinco minutos esperando su llamada, pidiéndome que fuera por ella. Pero nada.

Ahora rezo fuera de la iglesia porque aparezca de un momento a otro. La ceremonia llevaba diez minutos, minutos que se me hicieron eternos. Bella no salía y las esperanzas se iban esfumando de a poco y nuevamente el dolor desgarrador se instalaba en cada una de mis células, sentía retorcer mis entrañas. La había perdido. Había actuado demasiado tarde y ahora veía las consecuencias. Me despedía de Bella mientras arrancaba la motocicleta.

—¡Edward!— el dolor me hacía alucinar. Mis alucinaciones se encontraban opacadas por el ruido de la motocicleta— ¡Edward!

Estaba por avanzar cuando vi una figura blanca corriendo hacia mí y entendí que no eran alucinaciones ¡Era Bella, joder, era Bella! Corría hacia mí. Apago el motor, me bajo y corro hacia ella. Cuando nuestros cuerpos chocan, la alzo a volandas mientras rio de felicidad pura.

—¡Me has elegido!— grito— Mi amor, mi amor. Mi pequeña.

—No podía Edward, no podía dejarte. Era como traicionarme a mí misma, era matar mi alma. Desprenderme de una mitad de mí. Te amo— sonrío ante esas palabras. Las mejores que siempre he escuchado en toda mi vida.

—¡Vámonos!— tomo su mano y corro con ella a donde está la moto.

La ayudo a subir a la moto con su hermoso y sencillo vestido de novia. Realmente se ve hermosa, como todo un ángel. En cuanto me subo a la moto siento sus brazos rodearme y sus labios pegados a mi cuello.

—Llévame contigo, al fin del mundo, a donde sea pero que sea contigo

—¿Es tuya esta cabaña?— pregunta Bella mientras entra.

—No, es de mis padres.

—Es hermosa— da media vuelta a donde estoy. Y veo como su mirada se llena de remordimiento.

—¿Qué sucede?

—Es sólo que no me gusta lo que le he hecho a Jacob. Pero era peor traicionarme a mí misma y condenarnos a los tres a la desdicha.

—Dejemos eso a un lado. Disfrutemos de este comienzo— me acerco a ella y la atraigo hacia mí— Luces preciosa vestida de novia.

Ella se sonroja.

—Necesito besarte ¿Puedo?

—No necesitas pedir permiso para tomar lo que es tuyo.

Y sin esperar ni un segundo más me apodero de sus labios. Esos labios dulces que se han vuelto mi perdición. Me pierdo en su sabor, pero necesito profundizar más. Acaricio con mi lengua su labio inferior y a penas un roce basta para que me dé acceso a su boca.

—Te amo con locura— le digo tras despegarme de ella— Te deseo, ahora, aquí.

—Tómame— responde.

La tomo entre mis brazos y la llevo a la habitación que está al fondo. En cuanto entramos empiezo a despojarla del vestido de novia.

—La próxima vez que te quite un vestido de novia, será en nuestra noche de bodas— le digo mientras comienzo a besar toda la piel que queda expuesta mientras bajo su vestido.

Hace a un lado su cabeza, dejándome expuesto su cuello. Inhalo su aroma a lo largo de él. Delicioso. Y me deleito, comienzo a besarlo mientras su respiración se vuelve errática. A penas es audible el frufrú del vestido al caer y la ayudo a salir de él. Descubro a Bella envuelta en encaje blanco.

—La vida me da una nueva oportunidad— digo para mí mismo.

—¿Qué?

—Quería tiempo para poder admirarte envuelta en encaje. Deleitarme la mirada con la criatura más erótica que he conocía en la vida. Eres realmente hermosa, Bella— su sonrojo acude a su rostro, haciéndola todavía más deseable.

Quito su corsé despacio, quiero disfrutar el momento. Dejo sus pechos desnudos y sus pezones son evidencia de su excitación. Pequeños y erizados, pidiendo mi atención. La tomo de las caderas y la cargo para que envuelva sus piernas en mi cintura. Ambos gemimos cuando nuestros sexos quedan chocan. Bajo mi cabeza a su pezón y lo meto en mi boca, lo envuelvo con mi lengua y lo saboreo. Comienzo a succionarlo como si mamara de él. Ella enreda sus dedos en mi cabello y me pega a su pecho. Camino con ella entre mis brazos y llegamos a la cama. La dejo acostada y me quedo maravillado con su figura. Tan seductora y hermosa.

—Mía— me regodeo al decir esas palabras.

—Completamente tuya.

Comienzo a besa su cuello nuevamente y voy bajando dando besos por el camino, paso por el canal entre sus pechos y deposito uno pequeño en la punta de sus pezones, provocando que Bella se arqueé. Continuo bajando por su vientre, ombligo, paso de un lado de su cadera al otro, provocándole cosquillas. Salto su monte Venus y esta vez acaricio sus piernas con mi nariz. La paso por el interior de sus muslos de arriba abajo sin tocar su centro. El olor de su excitación me invade, es el dolor más delicioso.

—Hueles de maravilla— le digo mientras paso mi nariz por su centro sobre sus bragas y después mordisqueo su clítoris de nuevo sobre sus bragas.

—¡Edward!— se revuelve debajo de mí.

—Quitemos esto— tomo los costados de sus bragas y las bajo despacio— Perfecta— digo al quedar su coño expuesto a mí. Rosado y húmedo.

Sin apartar los ojos de su rostro me adentro en el placer de devorar su dulce coño. Paso mi lengua suavemente de arriba abajo, recogiendo todo su néctar. Es delicioso.

—Podría vivir de tu excitación— adentro un par de dedos en su interior y siento como sus paredes se amoldan a ellos— Cálida y suave.

Muevo mis dedos un par de beses mientras continuo degustando su manjar. Succiono su clítoris y su respuesta es completamente salvaje.

—¡Joder, Edward! Tu boca… Dios… más… es tan… Te necesito adentro ¡Ahora!

Sonreí ante su desesperación.

—¿Me quieres enterrado en ti?

—Sí

—¿Cómo?

Grita de frustración

—¡¿Cómo, que cómo?!

—Dímelo— le exijo.

—¡Argh!— gruñe cuando adentro otro dedo más.

—Te quiero enterrado profundamente en mi coño.

—Y yo quiero tu coño apretando mi polla.

Me quito toda mi ropa lo más rápido que puedo, y una vez liberada mi polla, me entierro en ella. En una sola estocada, firme y profundamente.

—¡Tan apretada!

Comienzo a moverme dentro y fuera de su interior. Ella envuelve sus piernas a mi alrededor aprisionándome enterrándome más profundo en ella. Sus paredes comienzan a apretar mi polla, casi estrujándome.

—Es tan delicioso— me dice en el oído— Más rápido… por… favor— jadea.

Cumplo sus órdenes. Muevo mis caderas lo más rápido que puedo, sin perder la profundidad.

—Siento como me aprietas amor. Dámelo, déjate ir pequeña.

—¡Dios!— grita— Sí… así… ¡Edward!

—¡Carajo! Tu coño es el jodido paraíso.

—Me corro Edward.

—Hazlo, córrete.

—¡Edward!— grita mientras su orgasmo la invade.

Sigo moviéndome dentro de ella, sintiendo como sus paredes me aprisionan. Y sin más siento mi éxtasis llegar e inundo el vientre de Bella con mi semen.

—¡Joder, no me he puesto condón!— le digo— ¡Diablos, ni ayer!

Ella acaricia mi cabello y sonríe.

—Tomo la píldora, no te preocupes.

Sonrío y la beso. Si Bella es hermosa, su cara después del orgasmo y follar es la definición de la belleza y erotismo.

Terminamos acostados uno frente al otro. Paso mis dedos por el rostro de Bella mientras sonreía como bobo del sólo saber que me amaba, que estaba aquí conmigo y no la perdería ¡Era un cabrón con suerte! Tenía a la mujer más perfecta del mundo.

—Casémonos ahora mismo— le digo mientras le veo fijamente.

—¿Qué?— pregunta incrédula— ni siquiera sabemos si esto vaya a funcionar.

—Te equivocas— coloco mi dedo índice sobre sus labios— sé y apuesto mi vida en que esto funcionará. Estás hecha para mí— la giro y me coloco sobre ella— ¿Acaso no lo sientes?— comienzo a besar el hueso de su quijada, dando pequeños mordiscos

—Tus labios están hechos para ser poseídos por los míos y para poseer los míos. Tienen el dulce sabor perfecto para mí. Tu corazón— digo colocando mi mano sobre su corazón— late al compás del mío. Tu cuerpo— aprieto mi erección en su vientre— y mi cuerpo embonan a la perfección. Y lo más importante, te amo, más que a nada en el mundo. Eres mía y yo tuyo.

—Completamente mío— ronronea en mi cuello— ¡Hagámoslo!

—Mañana mismo nos vamos a Las Vegas— la beso.

—Pero ¿Y nuestras familias, qué pasa con Alice, Emmett, tus padres, mis padres?

—Después haremos una ceremonia con ellos. Pero ahora deseo más que nada poder llamarte Señora Cullen, futura Señora Cullen— empiezo a hacerle cosquillas.

—¡No, para!— muerdo su cuello.

—¿Nos vamos a Las Vegas?— pregunto esperanzado.

—Nos vamos a Las Vegas.

¿Y bien, merezco un fav, review o algo? ¿Les ha agradado? Ya saben que adoro leer sus comentarios. Las he extrañado horrores y por mientras, en lo que sigo avanzando con la otra historia les dejo esta historia. Las adoro, mis divinuras.

Como siempre MIL GRACIAS POR LEER.

¡Besos!