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oo II oo
—Bienvenidos a Oslo, Scandinavian Airlines les agradece habernos elegido, esperamos verlos pronto —dice la amable voz del capitán una vez que el avión se ha detenido y las azafatas indican que está bien comenzar a descender.
Hiromi le da una mirada confundida, él se da cuenta que ella se siente insegura de cómo proceder, las amables indicaciones de las azafatas la ponen más nerviosa, y —tiene que reconocerlo— también a él. ,
Tras muchas horas de vuelo finalmente han llegado a Noruega, y lejos de ser un alivio sólo agrega más ansiedad a su estado, no sabe qué encontrará más allá de las puertas del aeropuerto. Ya debería estar acostumbrado después de lidiar con Kai por veinte años pero no puede hacerlo.
—¿Y ahora qué? —pregunta Hiromi en voz baja una vez que están en la sala de llegadas esperando sus maletas, aprovechando que Makoto está entretenido mirando la banda por donde llegará su equipaje.
—Supongo que debe haber alguien esperándonos —contesta.
—¿¡Supones!? —exclama su esposa, aunque tiene la precaución de no levantar la voz, ninguno quiere que Makoto sepa que ninguno de sus padres sabe exactamente a dónde van a llegar, o cómo hacerlo.
—Pues sí, Kai no fue muy explicativo.
—Kai no fue nada explicativo —revira ella—, te envió los boletos sin ninguna otra explicación, pudiste al menos pedirle un número de teléfono.
—Ya tengo dos números de teléfono…
—Sí, uno de Japón y uno de Rusia, mismos que casi no contesta y al parecer ahora están muertos —gruñe la morena.
—Eso significa que no puede estar en Rusia o Japón.
—Exacto, pero que puede estar en América o cualquier otro sitio y no aquí.
—Tranquila, ya veremos qué hacer.
—Te recuerdo que no tenemos el dinero suficiente para pagarnos unas vacaciones aquí.
—Ya sé, ya lo arreglaremos.
Por su gesto, Takao sabe que ella no le cree mucho pero decide confiar —no que le quede opción— en sus palabras, después de todo, y a pesar de todas las dificultades, él jamás le ha fallado.
—¡Papá, mamá! llegaron —Makoto grita cuando distingue las coloridas maletas.
Los Kinomiya retoman su equipaje y —exactamente no sabiendo qué más hacer— salen de la terminal aérea, que no varía mucho de otras en las que han estado, pero la incertidumbre de no saber si alguien espera por ellos les hace ponerse más nerviosos, al menos los adultos, Takao sabe que Makoto ni siquiera se da cuenta de eso.
Takao revisa con ansiedad los automóviles estacionados, repasa una y otra vez, en búsqueda de Kai pero no halla nada. Finalmente —y tras varios minutos de sufrimiento emocional— distingue un rostro que se le antoja conocido, sólo que no puede definir por qué.
—¿No es ese Sergei? —pregunta Hiromi confirmando sus sospechas.
Un poderoso alivio le recorre y trata de no correr hacia el ruso. Da una señal a su esposa e hijo y con toda la dignidad que puede manejar se acerca a Petrov con la desesperada esperanza que él sea su contacto con Kai, es demasiada coincidencia que él y ellos están ahí, pero ha aprendido que con los rusos no todo siempre es como se ve.
—¡Sergei, qué sorpresa!, ¿Kai no vendrá? —exclama Takao para traer la atención del hombre que para ese momento le da la espalda.
El ruso se gira para verlo, lo contempla un instante, haciéndole pensar a Takao que trata de recordarlo.
—¿Kai? —pregunta Petrov confundido— no, ¿por qué iba a venir Kai?, ¿quedaron de verse aquí?
Takao palidece y se abstiene de ver a Hiromi, que debe vestir un gesto similar al suyo. Hay un largo silencio que es roto por un grito emocionado de Makoto, y ladridos… muchos ladridos.
—¿Son tuyos? —pregunta su hijo—. ¡mira mamá, papá!
Los dos padres voltean hacia el pequeño que agita una mano hacia tres perros que se encuentran en la parte trasera de la camioneta junto a la que está Sergei. Hiromi corre a detener al chico antes de que toque a alguno de los tres canes que se asoman, son dos pequeños y uno de tamaño mediano.
—¡Makoto! —reprocha Hiromi— ten cuidado, pueden ser peligrosos.
—No más que Boris o ese pelirrojo que muerde a la gente…
—Daichi —señala Takao.
—Ése precisamente —comenta Sergei sin darle mucha importancia—. Y volviendo al tema, ¿qué hacen aquí?
—Ya te lo dijo —espeta Hiromi—, esperamos a Kai.
Takao mira a Hiromi, incrédulo, ya sabe que a ella no le agradan los rusos a pesar de los muchos años que lleva conociéndolos, pero no puede creer que no se de cuenta que no pueden darse el lujo de insultar a su única persona conocida en ese sitio, y que si hace enojar a Petrov, éste no dudará ni un poco en dejarlos ahí varados.
—Así que —comienza con una sonrisa—, ¿él te envío para que nos llevaras?
Está más acostumbrado a las bromas de Boris, Sergei suele ser más parco y los evita casi siempre, no sabe si el gesto sorprendido de éste es burla o es sincero, malditos rusos y su limitada capacidad gesticular.
—No he visto a Kai en casi medio año —declara sin alterar ni un poco la voz—, ¿les dijo que los vería aquí?
—No —responde Takao esforzándose por controlar el temblor en su voz—, nos envío los boletos de avión.
—Y ustedes los ocuparon sin preguntar antes.
—Sí.
La risa socarrona no genera enojo en Takao, genera pánico.
—No serían los primeros a los que les hace eso —se burla el ruso—, ya lo ha hecho con inversionistas, los hijos de sus padres y, en general, gente que desea evitar.
Takao y Hiromi se miran, entre el pánico y la ira ambos voltean a Makoto que hace caso omiso de todo hasta ahora, incluso apenas se dan cuenta que ha trepado a la parte trasera de la camioneta y juega con los perros, vaya padres descuidados.
Hiromi lanza un grito, Takao un gruñido por la exageración de ella, y mira a Sergei.
—Es broma, ¿no?
—Que Kai les haya enviado boletos, seguramente. Que haya hecho eso a otras personas, la verdad no.
Takao tuerce la boca, claro que no, Kai no es muy sutil al momento de expresar desagrado por gente indeseable, pero le cuesta creer que se lo haga a él, bueno, la verdad tampoco es que no imagine a Kai haciéndole eso, pero no si viaja con Makoto.
—Pero puedo llevarlos conmigo, si quieren. No creo que le siente bien al chico estar demasiado tiempo fuera sin la ropa adecuada.
Takao trata de no sonreír, viendo hacia dónde se dirige todo.
—Sí por favor.
—Vamos entonces —Sergei finaliza encogiéndose de hombros.
Malditos rusos y su limitada capacidad gesticular, pero también, por su lealtad a Kai.
—Iremos con él Hiromi, vayamos por las maletas, Makoto, espera aquí.
Takao sabe que no necesita de ninguna indicación, su hijo ni siquiera lo escucha porque sigue arriba de la camioneta jugando con los perros.
Una vez que guardan el equipaje, Takao presenta a Makoto con Sergei, al principio intimidado por la notable altura del ruso, la timidez pasa a segundo plano cuando los Kinomiya descubren un cuarto perro —uno que Takao piensa por un momento es un oso o algo parecido, ¡es enorme!— sentado en el asiento del copiloto.
—¡Quiero ir con el perro! —declara su hijo inmediatamente.
—¿Por qué no? —replica Sergei abriéndole la puerta sin que Hiromi se atreva a protestar.
Takao ve la felicidad con la que su hijo sube y se acomoda al lado del enorme can, eso es suficiente para que no se atreva a decir nada sobre la imprudencia de permitir a su pequeño viajar en la parte de enfrente, con un perro y un posible homicida —aunque ésa es una característica más aplicable a Boris—. Hace mucho que reconoció que perdió la batalla entre el sentido común y darle gusto a su hijo.
Arrancan cuando Takao y Hiromi se acomodan en el asiento trasero.
—Así que eres amigo de Gou, ¿no?
—Sí, sí señor, aunque casi no nos vemos, es uno de mis mejores amigos.
Sergei ríe y asiente.
—Apuesto que sí, pero llámame Sergei, y este amigo es Yerik.
Se da cuenta que Hiromi trata de tomar parte en la plática, pero siempre se ha sentido intimidada por los rusos, él también quiere hacerlo pero le agrada el modo en que su hijo ha comenzado a hablar con más confianza a Sergei, siempre ha querido que Makoto viva experiencias nuevas, y supone que ésta sin duda puede motivar muchas cosas nuevas para él.
Después de unos veinte minutos, Sergei comienza a hablarle de su pequeña jauría, se pregunta qué ha pasado que Hiromi ya no parece ansiosa por intervenir en la conversación, y la descubre prácticamente pegada a la ventana, antes de que pueda decirle algo, Takao presta atención a lo que hay más allá del vidrio y por lo que resta del camino no presta atención a nada de lo que se dice entre su hijo y el ruso, toda su atención vuela al paisaje. Durante casi dos horas se ve rodeado de grandes bosques, amplias llanuras y vistas del mar dignas de postal, poco a poco ve grandes elevaciones de roca fusionarse con el entorno, son como montañas pero todas terminan en escarpadas paredes de piedra. Su camino los lleva a internarse entre los árboles, nota cómo la inclinación del terreno cambia, supone que están subiendo una de esas pequeñas montañas, por un largo rato sólo ve árboles a su alrededor, después distingue casas dispersas, se detienen finalmente delante de una de ellas.
Supone que debe ser la casa de Sergei, pero cuando ve una persona a punto de subir a un auto delante de la propiedad entiende que no es la casa de Petrov, es la de Kai.
—Oye Makoto, ¿por qué no llevas a Yerik con los demás?
Antes de que él o Hiromi puedan protestar, su hijo ha bajado de la camioneta con el gran perro mientras los tres de la parte trasera comienzan a ladrar animados. Sergei voltea a ellos.
—Pretendía entrar a la casa con ustedes, pero ya ven. Baba yaga aún está aquí, y saben que no me acerco a menos de cinco metros de ella.
Hiromi trata de contener la risita al oír el sobrenombre, no tiene éxito, sin embargo la sonrisa desaparece cuando comprende —como él— que ellos tendrán que lidiar con ella.
—Todo era una broma, ¿verdad? —pregunta Takao.
—Kai no es el único con derecho a divertirse. Ésta es la casa de Kai.
Sergei les ayuda a bajar su equipaje, lo deja a un lado de ellos y agita la mano despidiéndose de Makoto.
—Te veremos después chico —dice y sube a la camioneta, los cuatro perros suben a la parte trasera y arranca.
Makoto se había acercado a la casa, no es sino hasta que Sergei se ha ido que se percata de la mujer a un lado del carro delante de la casa. Ella lo contempla con la misma curiosidad que él a ella, y Takao se queda tan perplejo como ellos, Hiromi no está en mejor estado.
—¿Quién eres?—pregunta su hijo.
—Soy la mamá de Gou, y tú debes ser Makoto Kinomiya, ¿no?
Takao da una mirada a Hiromi. Los dos asienten al unísono y se dan valor el uno al otro para confrontar a la bruja con la que Kai decidió casarse. Aunque ésa es una palabra quizá demasiado grande para lo que esos dos tienen, hay un papel que los declara un matrimonio, un chico que nació de dicho matrimonio y ocasionalmente se les ve juntos, pero pareciera que eso es lo único que les hace llamarse una familia. El hecho de que ella siga manteniendo su apellido no habla muy bien, Takao sabe que difícilmente puede compararse a lo que ellos tienen.
Se acercan, quedan frente a frente con la espigada trigueña que en apariencia poco tiene que ver con la imagen de la bruja del folclor eslavo, o Baba yaga que es como la llaman ellos y los rusos, pero que en personalidad, le queda a la perfección.
La mujer los mira, no se molesta en ocultar su irritación, fija la vista en Makoto que ya ha tomado las manos de sus padres. Se inclina delante del chico y con una sonrisa que ninguno puede creersincera, le dice.
—Gou me ha hablado mucho de ti, y me alegra que puedas venir a visitarlo, lamento no poder estar para conocerte mejor pero espero que se diviertan mucho.
—Gracias señora Hiwatari —dice Makoto con una reverencia cortés.
—Oh, no pequeño, no soy Hiwatari, soy Kassovitz, pero llámame Alka. Hasta pronto.
—¡Adiós Alka! —exclama el chico y agita la mano animadamente.
Takao sigue con la mirada a la mujer que aborda el auto y arranca, en ese instante razona que ella no les dirigió una sola palabra, como si ni siquiera estuvieran ahí.
Ya lo decía, una bruja en toda la extensión de la palabra.
Sabe que Kai sabe que ellos la llaman así, pero tampoco es que haya hecho por cambiarlo, Kai simplemente hizo lo más sano, jamás la ha llevado con él a ninguna de sus reuniones. La boda fue la primera y única experiencia que ellos necesitaron para saber que la distancia entre ellos era lo mejor.
—Así que —comienza Takao pero se queda callado.
Ahora que sabe que sí, esa casa sí es la de Kai —aunque sigue diciéndose que no es lo que esperaba—, pero sus únicos dos posibles contactos han desaparecido.
—¿Dónde está Gou?, ¿no está en casa?
Hiromi lanza un bufido y llama a la puerta, no pudiendo contenerse más.
Algunos segundos después ésta se abre y un par de curiosos ojos se asoman, parpadean algunas veces como no creyendo lo que ven y una sonrisa ilumina la mirada y el infantil rostro que les da la bienvenida.
—¡Makoto! —grita Gou—, ¡de verdad papá lo hizo!
Makoto no es menos efusivo que el pequeño Hiwatari, grita aún más fuerte y brinca hasta llegar a su amigo, ríen por un momento mientras se ven como aún no creyendo que el otro está delante de ellos, Takao lo admite, es una escena adorable.
Gou parece reaccionar y los mira con ansiedad, enrojece levemente e inclina la cabeza.
—Lo siento, bienvenidos, papá está hablando por teléfono pero pasen, vendrá en cuanto termine. Señor Takao, señora Hiromi —finaliza el pequeño con una reverencia perfecta.
Takao sonríe, le encanta este niño, no sólo porque es adorable, sino porque tiene esa manía de llamarles 'señor' cuando Lin y Makoto les llaman 'tíos', le hace sentir importante. Aunque a Hiromi no le agrada nada, insiste en que le hace sentir mayor, pero claro que eso no se lo dirá a Gou, el chico ya es de por sí el más tímido de los tres niños como para que ella le cuestione sus modos.
—Gracias Gou —comienza Takao—, ¿aquí vives entonces? Vimos a tu mamá antes de salir.
—Sí, tiene que tomar un vuelo pero regresará en dos días.
Takao suspira tranquilo, ellos se van en dos días. En ese momento se percata del incómodo silencio, y no le extraña, un niño de cuatro años no es precisamente el anfitrión más elocuente.
—Me gusta tu casa —dice con una sonrisa—, es bonita.
—¿Aquí vives siempre?
El chico asiente, y cierra los ojos como si tratara de recordar algo.
—Verano y la mayor parte del otoño —explica—, en invierno vamos a Japón o Rusia. Aunque papá dice que tal vez este año no, si Katinka nace a finales de octubre nos quedaremos.
—¿Katinka? —pregunta Hiromi.
—La hija de Yuriy.
En esas cuatro palabras hay una pléyade de información de la que el chico no parece estar consciente, y Takao quiere hacer preguntas y nota que Hiromi también pero ya sabe que a Gou no le gusta ser objeto de atención, mucho menos ser cuestionado con insistencia y tiene que ahogarse la curiosidad, con un apretón de manos y un asentimiento, le dice a Hiromi que también se contenga.
—¡Quiero conocer tu habitación! —grita Makoto que hasta ese momento se había mantenido en silencio.
—Espera —responde el pequeño Hiwatari y mira a los adultos—, papá no me deja entrar solo a la cocina, pero ustedes sí pueden, sírvanse lo que quieran, con confianza —finaliza con una mano extendida al área que evidentemente es la cocina, después ve a Makoto— ¡Vamos!.
Makoto lo sigue de inmediato,Takao se queda mudo, se pregunta por enésima vez si de verdad Gou es hijo de Kai y Baba yaga, Gou es terriblemente cortés, cosa que sus padres evidentemente no son, lo que lo hace más adorable todavía.
Y bueno, la invitación de Gou no llega a oídos sordos, Takao acude al refrigerador y lo abre de par en par, embobado momentáneamente por la diversidad de alimentos que contiene, y no lo duda, toda la aprensión y nerviosismo acumulados durante el viaje han mutado en un hambre fatal.
—Eres increíble —musita Hiromi que se ha limitado a tomar una lata de refresco.
Aunque a los pocos minutos ha comenzado a robar pequeñas porciones de lo que Takao ha sacado, él no dice nada, es lo habitual, que ella se indigne de sus costumbres y después se aproveche de ellas.
Pasa el tiempo, ni Makoto ni Gou regresan, Kai no aparece, comienzan a mostrarse nerviosos. Pasan más minutos, se han quedado callados, el único sonido es, bueno, no hay sonidos, hasta que distinguen una voz lejana, ansiosos se acercan a lo que puede pasar como un gran ventanal pero resulta ser una puerta que da acceso a la parte trasera de la casa.
Con una mirada ambos acuerdan seguir adelante, aunque Kai lo tome como una violación a la privacidad de su hogar, pero siendo sinceros si el asalto al refrigerador no le ofende, difícilmente traspasar una puerta lo hará.
Una vez fuera la voz es más clara, no hay interlocutor así que Takao supone que es una llamada telefónica, no le toma mucho darse cuenta que se trata de Kai, lo busca con la mirada, y en su revisión visual nota que la casa tiene una forma curiosa, porque hay una parte que se extiende formando una 'L', y justo en el extremo más lejano halla a Kai, caminando de un lado a otro de lo que puede considerarse un pasillo que une ambas partes de la casa, mientras habla con rapidez.
Lo contempla por un momento, no es que no se haya acostumbrado a las distintas facetas de Kai, pero reconoce que casi siempre ve la misma, el Kai cauto, cínico y tranquilo, muy pocas veces al padre, y prácticamente nunca, el empresario, que sin duda es el que ahora está ahí.
Sus miradas se cruzan unos segundos, para que luego Kai fije la vista en la pantalla de la tableta que lleva en las manos sin dejar de hablar. Takao no se ofende, no cuando Kai ha hecho cosas similares —o peores— en las dos décadas de conocerse.
Takao vuelve la vista a la casa, se repite que no era lo que esperaba de la residencia Hiwatari, estaba seguro que no encontraría una mansión como la de Rusia, pero tampoco esperaba esta propiedad que es incluso más pequeña que su propia casa. Es bonita claro, elegante con mobiliario moderno, pero no le hace pensar en la casa familiar de un millonario —o quizá sólo ha visto demasiadas películas y televisión—, ciertamente la vida de Hiwatari dista un poco de cualquier estándar.
Mira alrededor, ni siquiera el entorno es lo que pudiera calificarse como atractivo. Hay muchos árboles en un lado y otro, son enormes y frondosos pero… recuerda el paisaje que recorrieron y de todos los lugares en donde pudo haber construido para tener una gran vista, fue a hacerlo ahí, donde sólo se ven árboles. Pero tampoco es que espere que Kai actúe como otros.
Hiromi se ha quedado detenida unos metros más adelante, en la parte más lejana de la casa, en el extremo del pasillo por el que camina Kai y en el que hay un barandal que no parece tener sentido. Algo debió llamar su atención porque ella no suele quedarse quieta. No la llama, camina hacia ella.
Todos los pensamientos que ha tenido sobre la casa, Kai y el entorno de pronto son hechos a un lado con fuerza cuando la alcanza.
Quizá la casa es pequeña, de forma graciosa y sin nada sobresaliente, hay muchos árboles pero ahora entiende por qué la casa está ahí y no en otro sitio.
Se dio cuenta que la última parte del camino indicó que subían una pendiente, y es obvio que desde la parte más alta hay la posibilidad de contemplar todo el lugar, pero la vista que tiene desde el patio trasero de Kai es… No halla las palabras para describirlo. No es una simple colina, es una gran elevación que termina en un acantilado y desde el cual cae un río —que ni siquiera había notado— formando una pequeña cascada; el acantilado no es una mera pared rocosa, sino que se conforma de varios bloques inmensos de piedra a los que sin duda se puede acceder con el equipo adecuado.
Siente unas ganas inmensas de bajar a una de esas rocas, pero se contiene, ya conoce a Makoto y sabe que no debe hacer cosas peligrosas delante suyo, porque su hijo querrá hacerlas, y cuando Takao le diga que no, y Makoto le pregunte por qué, Takao no tiene verdaderos argumentos, si le dice que porque es peligroso, el niño replicará que entonces por qué él lo hace, si le dice que porque es algo que sólo los mayores hacen, preguntará por qué los pequeños no… y así, y así… no es mera suposición, ya le ha pasado en diversas ocasiones.
Unas risas lo sacan de su ensimismamiento, y no sabe cuánto tiempo ha pasado. Da un codazo a Hiromi que se ha quedado embelesada como él.
—Creo que debemos entrar —murmura y ella reacciona al escuchar de nuevo las risas.
Al entrar confirma su sospecha de que son Makoto y Gou los que ríen. Ambos están en la cocina sobre la mesa echando ingredientes en un gran tazón, y Kai está con ellos —Takao no lo cree—, moviéndose con habilidad entre la estufa, el refrigerador y la mesa donde están los niños.
El matrimonio Kinomiya no se atreve a intervenir, ambos permanecen callados, saben que Kai se ha dado cuenta de ellos pero no los niños, y el cuadro es tan adorable que ningunos se atreve a romperlo.
—¡Listo señor Kai! —exclama Makoto.
—¡Listo papá!
—Ahora sólo hay que esperar, vayan —dice Kai sin verlos, está frente a la estufa atendiendo tres cosas a la vez.
Takao se da cuenta del momento en que su hijo nota su presencia y con una gran sonrisa le dice.
—El señor Kai nos enseña a cocinar papá, sabe cocinar más que tú mamá —ríe y se escurre lejos antes de que Hiromi estalle.
Lo cual pasa, claro, aunque Makoto se ha ido.
—No sabía que te gustara la cocina, Kai —comenta Hiromi en tono burlón.
Pero Kai no lo toma como ofensa, no este Kai, el de hace unos quince años la habría callado con una sola mirada, ahora él sólo habla sin verla.
—No es cuestión de gusto o disgusto, es algo que me distrae y permite compartir tiempo con Gou, no veo la necesidad de darle un calificativo.
Hiromi se queda callada, Takao se contiene la risa, no cabe duda que ella no conoce al otro como él ha llegado a conocerlo, y sí, ya esperaba una respuesta así, innecesariamente compleja que simplificada sería algo así como: es algo que me gusta hacer con mi hijo.
Los chicos regresan después de lavarse las manos y ocupan un lugar en la mesa. Kai sirve una porción generosa a cada uno.
—Está delicioso, Kai —exclama Takao—, ¿qué es?
—Si realmente quieres disfrutarlo, no querrás saberlo.
Abre bastante los ojos y deja de comer, Hiromi le da un pequeño golpe en la espalda.
—Por favor Takao, casi acabas, no quieras hacerte ahora el muy digno.
Takao decide seguir los consejos de Kai y Hiromi, no hace más preguntas y sigue comiendo. Cuando acaban, Kai les dice que irán a la ciudad, tiene que comprar algunas cosas y para que ellos la conozcan. Así. el resto del día lo pasan en la ciudad de Oslo conociendo sus atractivos, cuando regresan, ya entrada la noche, Hiromi duerme con los dos niños en los asientos traseros.
—Me alegra que no haya sido una broma —dice Takao.
Escucha a Kai sonreír.
—¿Creíste que te dejaría varado estando con Makoto?
—No, supongo que no —replica entendiendo el mensaje, que si no fuera por su hijo, había muchas posibilidades de que lo hubiera hecho—. Gou ha crecido mucho desde la última vez que lo vimos.
—Es de esperarse, ha pasado casi medio año, Makoto no se queda atrás.
—Sí, ya empezó sus clases conmigo.
Kai lo mira por un momento, asiente y sonríe, regresa la vista al camino.
—La siguiente generación de los Kinomiya.
—¡Claro! su padre es un campeón —exclama.
Hay un tramo en silencio, Takao se atreve a hacer una preguntar sobre los rusos.
—¿Sergei vive también aquí?, ¿qué hay con eso que yuriy tendrá pronto una hija?
Kai vuelve a separar la vista del camino por unos segundos para verlo con atención.
—Son ciertas ambas cosas, pero ¿por qué no se los preguntas mañana? iremos a verlos por la noche.
Él asiente inseguro de si eso es lo que quiere, la idea de que los rusos tengan una vida muy distinta a la imagen que tiene de ellos es un poco aterrador.
Durante el resto del camino hablan de Rei y Max, de la vida del primero en China y del otro en Canadá y Japón. Hay muchas cosas que Kai no sabía, y a Takao no le molesta ponerlo al tanto.
Cuando llegan a casa, Kai le dice que saldrán temprano para unas clases de orografía noruega, Takao trata de creer que se trata de una broma pero Kai lo dice con tal seriedad que Kinomiya sabe que es cierto. No le agrada.
.
La clase de orografía noruega resulta la experiencia de aprendizaje más espectacular que Takao jamás ha tenido —a excepción del kendo—. Porque sí, aprende lo que es un fiordo y que es una formación característica de la península escandinava, que es en uno de ellos en donde se localiza la casa de Kai, y que es espectacular.
Durante la mañana y casi toda la tarde hacen un recorrido en barco, en auto y a pie de ese lugar. Takao está admirado que a pesar de que Gou vive ahí buena parte del año, disfruta tanto como Makoto el paseo, se pregunta si no es porque esta vez lo está haciendo con un amigo. Es un pensamiento bonito y triste por igual.
Después de la larga excursión regresan a la casa de Kai, envían a los chicos a bañarse y los adultos deciden qué pedir para comer. Está bien que Kai aprecie cocinar pero es claro que no es su pasatiempo favorito. Kai les muestra la casa, y Takao se retracta de su idea sobre que no parecía el hogar de un millonario. Es pequeña pero tiene de todo, hasta un espacioso jacuzzi en el que los dos niños son descubierto nadando y no bañándose como habían sido ordenados.
—Sólo veinte minutos —dice Hiromi antes de seguir a Kai en el recorrido.
La casa tiene cinco habitaciones, de las que se usan sólo dos —aunque parece que una tercera es ocupada constantemente, lo que habla del estado de las cosas entre Alka y Kai, pero claro, no dice nada—, hay un área de juegos, un estudio, biblioteca y, quizá lo mejor, una habitación sin uso especial y que es la última del amplio pasillo, es la que está más cercana al acantilado y desde ahí se tiene una vista perfecta del fiordo.
La comida llega, los chicos están fuera del agua, los adultos también se han dado un baño. La cena es particularmente agradable para Takao, porque es una nueva forma de convivencia con Kai, ahora que no están los demás.
Como Kai dijo, después de cenar hacen una visita al primero de los rusos. Sergei vive a unos diez minutos de la casa de Kai, en la parte baja del fiordo en una casa pequeña en medio de una gran pradera. La casa es pequeña pero está rodeada de otras construcciones que resultan ser establos, el imponente Sergei Petrov ahora es un conocido ganadero que produce unos de los mejores quesos de la región, la mera idea es risible pero es tan real como el hecho de que en ese momento está tomando una taza de espumoso chocolate que Petrov les ha preparado.
Se entera que no está casado, vive con cinco perros y un zorro, que además es quien normalmente cuida de Gou cuando Kai tiene que ausentarse.
Después de ahí van a la casa de los Ivanov, que es vecino de Sergei. Si la actual vida de Petrov sorprende a Takao, la de Yuriy es todavía más extraña, porque Yuriy no sólo está casado, sino que está esperando a su segunda hija y su esposa es agradable —a diferencia de la de Kai—, se llama Yulene. No entiende exactamente a qué se dedica pero al parecer trabaja de cierto modo para Kai y viaja recurrentemente, mientras que Yulene es programadora y trabaja desde casa, la hija se llama Gyda y es la cosa más bonita que ha visto desde Lin. Le sorprende que alguien tan aterrador como Ivanov pueda ser padre de una niña tan linda como ésa.
Pasan ahí parte de la noche, se despiden con la promesa de que al día siguiente los chicos irán a la casa de Sergei para jugar con los animales que tiene.
Como la noche anterior, regresan a la casa Hiwatari directo a dormir.
La mañana llega, Kai lleva a todos con Sergei, y Takao no sabe qué le gusta más, la vista del paisaje desde el patio trasero de Kai o la estampa de la casa de Sergei en medio de la pradera, la noche anterior no pudo apreciarla bien porque era de noche, pero esa mañana puede darse cuenta que es espectacular.
Así pasan su último día de visita, cerca del medio día Yuriy aparece con su familia, en una convivencia que a Takao le recuerda las reuniones que tienen en su casa, con Rei y Max, y reconoce que los años no han sido en balde, y que aunque siguen siendo intimidantes, los rusos pueden llegar a ser personas agradables, Hiromi lo reconoce cuando van de regreso ya por la tarde.
Al llegar, Gou anima a Makoto a ir al gran jacuzzi, Hiromi los acompaña para mantenerlos vigilados, dejándolo a él y Kai.
—Ven —dice Hiwatari y Takao no tiene más opción que seguirlo.
Salen de la casa por la parte trasera, ve a Kai sacar algo de una pequeña bodega a un costado de la casa, nota con curiosidad que son cuerdas. Contempla con atención el cómo Kai las extiende, hace unos nudos y ata un extremo a uno de los enormes árboles.
—Vamos.
Takao no entiende qué ocurre cuando Kai le entrega un arnés y le explica cómo colocárselo, después recibe una de las cuerdas.
—¿Qué?
Ve a Kai acercarse a la orilla del acantilado, mira a Takao y sonríe.
—No te arrepentirás.
No sabe realmente qué está haciendo pero sigue cada una de las instrucciones de Kai, con cuidado y sin distracción, al cabo de quince minutos se halla sobre una de esas piedras sobresaliendo en el acantilado, contemplando una vista aún más impresionante del fiordo.
—El cuarto de la casa lo ocupo para distraerme, vengo aquí cuando realmente quiero estar solo o necesito pensar.
Takao asiente tontamente.
—¿Ya recuerdas por qué te envié esos boletos?
Él parpadea, niega.
—¿Has olvidado lo que me hiciste prometer hace diez años en la mansión de mi abuelo?
—Que nos veríamos de nuevo —exclama al recordar de pronto.
—Y yo que pensaba que ya no eras tan denso.
—Cállate —gruñe—, pensé que eso había ocurrido en la reunión anterior en Japón, en el aniversario de mi abuelo.
—No seas tonto, eso no cuenta.
Admite que está sorprendido que Kai haya tenido esa atención.
—Gracias.
Kai sólo asiente.
—Sabes que sé lo que piensan de Alka, y no los culpo, pero como habrás podido darte cuenta, mi vida es diferente a lo que crees, y aunque ella no cambiará para agradarles, es diferente estando sólo nosotros. Es un poco complicado vivir de este modo, pero es a lo que estoy acostumbrado, y es un gran esfuerzo el que estamos haciendo ambos para que Gou tenga la vida más normal posible. Sergei y Yuriy han ayudado mucho.
Takao lo contempla, ese hombre que ahora se sienta a su lado, con las pierdas colgando al vacío es la persona más complicada que conoce, una que es uno de sus mejores amigos y que sabe ha tenido que pasar por muchas cosas para llegar donde se encuentra. Recuerda la conmemoración luctuosa de diez años atrás, cuando conoció a la familia de cada uno de los padres de Kai, y el modo en que notó que ninguno de ellos lo conocía en verdad.
La vida familiar de los Kinomiya es —notablemente— distinta de la de los Hiwatari, pero desde esa ocasión aprendió que no puede calificar a una familia como mejor que otra, sabe que en todos lados hay problemas, pero también hay cosas agradable, y ahora le es fácil saber que en la Hiwatari las hay, aunque Alka sea Baba yaga y Kai… sea Kai, es claro que Gou es feliz, y que ésa es la prueba más tangible de eso.
Takao se recuesta con las manos entrelazadas y usándolas como almohada.
—Antes te envidiaba —dice serenamente—, después, cuando conocí a tu abuelo, pensé que no había nada qué envidiarte, de hecho me desagradaste bastante —escucha a Kai reír—, pero aunque eres un maldito me agradas más que la mayoría de las personas.
Se incorpora rodea a Kai con un brazo, lo siente tensarse y se dice que es una invasión al espacio —casi sagrado— personal de Kai. Jamás ha hecho algo como esto, pero no se detiene.
—Ahora eres uno de mis mejores amigos, y me alegro de no haberte mandado al diablo desde la primera vez que lo pensé.
Kai se ha girado parcialmente para verlo, no se ha liberado del abrazo, es claro que no sabe qué decir.
Si hubiera hecho eso hace veinte años Kai lo habría lanzado al abismo.
Hace diez —posiblemente también lo habría lanzado— lo habría golpeado.
Ahora sólo sonríe.
Y Takao sabe que en la versión Hiwatari, la ausencia de violencia y la sonrisa es la muestra más efusiva de amistad.
Como aquella noche diez años atrás. Esta vez no sobre un techo sino sobre una saliente rocosa en un fiordo noruego, ellos hablan, de temas que nos suelen tocar, de cosas que posiblemente jamás volverán a hablar pero por ese único instante como aquella vez, Takao sabe que Kai está depositando toda su confianza en él, y Takao no le fallará, por que quién sabe, quizá en diez años más vuelva a haber una oportunidad de repetir este momento.
Muchas gracias por leer!
Por un momento pensé hacer algo más significativo con esta segunda parte, pero terminó siendo algo muy complicado (y hasta cierto punto cansado), por eso opté por dejarme de cosas y enfocarme en la sencillez del relato y los personajes, que fue la razón primaria para escribir esta historia, disfrutar simplemente el hacerlo. Quizá haya quien no piense eso, pero me agradó el resultado.
Muchas, muchas gracias por leer, los comentarios y demás.
Aquí acabamos. :)