Disclaimer: Los personajes de Sakura Card Captor pertenecen a sus debidas creadoras (CLAMP), únicamente fueron tomados prestados para la siguiente historia.


Novio de Alquiler.

Capítulo 9.

Cerrando Ciclos.

Tomoyo expulsó lentamente el aire que había mantenido de su última inhalación y desistió del intento de ocultarse tras los arbustos, dando por el contrario dos firmes pasos hacia el frente.

Si ya la habían descubierto, al menos tenía que mostrarse segura.

—La fiesta terminó hace un rato, Ren —fue su informal saludo y su nada discreta forma de hacerle saber al aludido que ya no era bienvenido allí.

Él solo sonrió.

—Claro, claro. Yo estaba a punto de irme —dijo alzando las manos en un ademan de rendición—. Solo me tomaba la libertad de darle a Hiragizawa unos cuantos tips.

Eriol dio un paso al frente, amenazante.

—Será mejor que cuides tus palabras si no quieres que tu boca termine como tu nariz, Nakamura —bramó el inglés en un tono contenido, casi como si estuviera a punto de atravesar la fina línea entre la decencia y el impulso.

Tomoyo no dudó en colocarse a su lado. No podía permitir que aquellos dos se enzarzaran en una pelea de nuevo. No había nadie más alrededor y ni por asomo ella sería capaz de separarlos.

Además, bien sabía que solo era cuestión de que Ren presionara los botones adecuados para que Eriol se le lanzara encima. De alguna manera, parecía que eso era justo lo que buscaba.

Cuando Ren volvió a hablar, lo hizo ignorando totalmente la explicita amenaza, pues no solo no se dignó a dirigirle una segunda mirada al inglés, si no que sus palabras eran justo la provocación perfecta.

—Ya sabes, Tommy, solo le explicaba a Hiragizawa lo que debe hacer contigo para que aproveche todo tu potencial cuando le pagues por montar este teatrito del novio falso... si sabes a lo que me refiero...

Un gesto vulgarmente sugerente para cerrar sus palabras y Eriol no había necesitado más para abalanzarse contra él, dispuesto a molerse a golpes con el idiota que tenía en frente.

Suerte que Tomoyo había conseguido actuar de manera más rápida, aferrándose al brazo del inglés con toda la fuerza que tenía, restándole impulso y parte de la intención de golpear a su interlocutor.

Eriol la fulminó con la mirada.

—¿¡Qué haces!? ¡Suéltame, Tomoyo!

La amatista negó en un gesto suave, pero firme, dejándole saber al inglés que no cedería a sus mandatos. No esta vez.

—Ya basta —fue la única respuesta de Tomoyo, misma que sumió al ambiente en un tenso estado de nuevo, pero que por fortuna, consiguió alejar la bruma de violencia que estaba latente.

Eriol desistió de sus intentos al ver la determinación en los ojos de la chica, quien aflojó el férreo agarre que tenía sobre su brazo, pero sin llegar a soltarlo del todo.

En esa posición, volvió toda su atención a Ren de nuevo, quien tenía una expresión de disgusto por la obvia cercanía de ambos.

—Ha sido suficiente, Ren —dijo Tomoyo sencillamente y con toda la calma que la caracterizaba —. Te recomiendo que comiences a ocuparte de tus asuntos y dejes de entrometerte en mi vida personal.

Ren alzó una ceja y una sonrisa retadora se cinceló en sus labios.

—O si no, ¿qué?

Tomoyo se encogió de hombros, desinteresada.

—O si no me encargaré de que empresas Daidouji rompa todos sus acuerdos con las empresas Nakamura.

La sonrisa de Ren flaqueó un poco. No era ningún secreto para nadie en el mundo de los negocios que las empresas Nakamura (una mediana institución) dependía única y directamente del gran emporio Daidouji, lo que significaba que de romper relaciones, solo sería cuestión de tiempo antes de que las empresas de su padre y por ende su fortuna y su futuro, se fueran completamente al traste.

Había sido una necedad que siempre le había criticado a su padre, la negativa a diversificar su cartera de socios, pero el viejo hombre siempre había apelado a la buena relación con Sonomi Daidouji. Por dicha razón, la perspectiva de una boda entre ambos herederos, cuatro años atrás, habría sido la guinda que coronara el pastel y permitiera a las empresas Nakamura una fusión con uno de los consorcios más importantes de Japón, dándole acceso directo a los significativos fondos de inversión.

Su padre apenas le había perdonado el haber cancelado la boda con Tomoyo, no quería ni imaginar los problemas que tendría si la empresa se iba a la ruina por haberse mostrado como todo un acosador los últimos días.

Sin embargo, ya había llegado muy lejos, y de todos modos, aun contaba con el pequeño secreto de Tomoyo Daidouji para manipularla a su antojo.

El conocimiento es poder, le diría infinidad de veces su padre cuando aún era un niño.

Creyéndose seguro, la ligera sensación de alarma que dispararon las palabras de Tomoyo pronto se desvaneció, dándole el ímpetu suficiente para arremeter de nuevo.

—Creo que olvidas, Tommy, la decepción que supondría para tu madre el saber sobre este... —hizo un ademan despectivo con la mano, señalándolos a ambos. Eriol frunció el ceño— ...pequeño teatrito.

Tomoyo suspiró cansada, a estas alturas, las amenazas de Ren ya no eran ni remotamente intimidantes. Eran más bien patéticas y fastidiosas.

—Honestamente, Ren... eres la última persona a la que mi madre quisiera ver en estos momentos —ladeó la cabeza, pensativa—. Las madres tienden a odiar a los hombres que engañan a sus hijas.

Un silencio sepulcral se instaló en el ambiente y Tomoyo aprovechó para regocijarse internamente de la manera en que la expresión de autosuficiencia de Ren iba cambiando lentamente a una de preocupación, mientras que su piel adquiría un ligero tono pálido.

Por otro lado, Eriol la observaba con una mueca de incredulidad que resultada igualmente divertida.

—No tienes las agallas para habérselo contado —dijo Ren, pero era evidente que la seguridad de minutos antes se había esfumado.

—Oh, claro que lo hice —afirmó la amatista—. Desde mi trato con Eriol hasta el fiasco de nuestra relación hace cuatro años. Mi madre sabe todo, Ren; por eso, si fuera tú, yo no me aparecería en su radar en un buen tiempo... o tal vez nunca.

Ren Nakamura abrió y cerró la boca varias veces, ya sin una sola palabra que argumentar. Conocía a Tomoyo desde hacía muchos años, pero sin duda alguna, esta era la primera vez que la veía tan decidida sobre algo. Ni siquiera en sus años de noviazgo, cuando no existía una preocupación aparente, ella había mostrado semejante fortaleza.

La mujer que tenía enfrente había madurado y le decía, no solo con sus palabras, sino también con su expresión y con su lenguaje corporal, que aquella había sido la última vez que le permitía entrometerse en su vida.

Ren se dio cuenta que había perdido, que ya nada tenía que hacer ahí.

—Será mejor que te vayas, Ren —continuó Tomoyo—. Y el ultimátum sigue en pie: a menos que desees ir a la quiebra, aléjate de mí y mi vida personal.

El aludido frunció el ceño, pero no se atrevió a refutar nada.

Así, con la cabeza alzada, pero con la mirada angustiada de quien se toma en serio una amenaza, Ren Nakamura se encaminó hacia el trayecto del jardín que dirigía a la mansión, el mismo por el que ella hubiera llegado minutos atrás.

Antes de marcharse por completo, Ren se atrevió a formular unas últimas palabras rencorosas.

—Hubiéramos sido perfectos. Tan solo tenías que olvidar, Tommy.

—Las traiciones se perdonan, pero nunca se olvidan —dijo firme—. Y de ahora en adelante soy Daidouji para ti... Nakamura.

Ren alzó de nuevo el mentón y a paso tranquilo se fue, perdiéndose detrás de aquel gran arbusto. Las pisadas contra el camino empedrado se fueron haciendo cada vez más lejanas hasta que desaparecieron en el ambiente de la noche.

De esa manera, Tomoyo supo que las cosas habían terminado. No solo el drama de los últimos tres días, si no también todas las cuentas pendientes de hacía cuatro años. Así, sin dolor alguno, pero sí con bastante alivio, había cerrado el capítulo con Ren Nakamura.

—Así que tu madre sabe todo.

Tomoyo cerró los ojos un momento antes de soltar por completo el brazo de Eriol y alejarse dos prudenciales pasos.

Aun cuando había terminado con Ren y había arreglado las cosas con su madre, todavía le quedaba un tema por zanjar con el hombre que ahora la observaba tranquilo... tranquilo pero distante.

—Lo sabe —confirmó ella, devolviéndole la mirada.

Eriol le regaló una tenue sonrisa.

—Es bueno terminar con todo. Podrás seguir con tu vida tranquilamente —se cruzó de brazos y alzó una ceja, intrigado—. ¿Era cierto lo de dejarlo en banca rota?

La amatista contuvo una risa, de todo lo que había sucedido, ¿a Eriol solo le había llamado la atención eso?

—No de mi parte, pero sé que solo es cuestión de tiempo para que mi madre rompa la asociación por cuenta propia. Aun cuando trate de impedirlo, ella lo hará de todos modos.

Eriol asintió, comprendiendo la situación.

Tomoyo frunció los labios, impaciente. No era del futuro de Ren de lo que quería hablar, ni de su madre, ni de su aparente tranquilidad a partir de ahora. Ella quería... necesitaba aclarar las cosas con Eriol.

Se aclaró la garganta y se colocó justo frente a él antes de hablar.

—¿Y tú? —cuestionó paciente—. ¿Vas a decirme ya lo que te pasa?

El inglés compuso una expresión de ligera sorpresa, solo para desviar la mirada momentos después mientras un delator sonrojo se apoderaba de sus mejillas.

Resultaba particularmente curioso y encantador ver tal muestra de vulnerabilidad en un hombre como aquel, que Tomoyo estuvo a punto de lanzarse a sus brazos, ansiosa por sentir su calor de nuevo.

Sin embargo, se contuvo lo mejor que pudo. Necesitaba respuestas.

—No es nada —respondió Eriol descaradamente, aun sin atreverse a encararla de nuevo.

La amatista rodó los ojos y con la confianza de haber convivido de una manera sumamente íntima con él los últimos días, se acercó lentamente, atreviéndose a deshacer el nudo que eran sus brazos y tomando por el contrario sus manos entre las de ella, justo como hiciera él en la mañana.

Esto obligó a que Eriol la mirara de nuevo, quedándose ambos un rato así, prendados de los exóticos ojos del otro.

Por primera vez desde que lo conocía, Tomoyo fue capaz de ver dentro de esos inescrutables pozos azules, aunque algo en su interior le decía que era el mismo Eriol quien había permitido que indagara un poco en las inmensidades que representaban su alma.

De esa manera, la amatista fue capaz de descubrir un cumulo de emociones que contaban todas las palabras que el inglés no era capaz de articular. Había confusión, vergüenza, y un miedo en lo más profundo que la consternaba y enternecía a partes iguales. De a poco, iba comprendiendo que Eriol era un hombre sumamente complejo.

—Vas a decirme ya lo que te pasa —repitió, pero esta vez no era una pregunta, era una suave orden que sin embargo, no daba cabida a la réplica.

Eriol suspiró.

—Soy un idiota —dijo sencillamente, soltando las manos de Tomoyo y pasándolas por su cabello, alborotándolo en el proceso.

—Te has comportado como uno las últimas dos horas —estuvo de acuerdo ella, hablando de una cómica manera que pudiera aligerar un poco el ambiente.

Y funcionó, pues Eriol alzó las comisuras de los labios en una sonrisa ligera, muy diferentes a las prefabricadas que había estado lanzando a diestra y siniestra durante y después de la cena.

—Lo sé. Es solo que... cuando te vi bailando con Nakamura, yo... sentí un enojo tan indescriptible... y luego ese beso...

—¡Me encargué de él apenas lo hizo!

—¡Lo sé, lo sé! Yo... lo vi muy bien —se apresuró a responder, con una nueva sonrisa amarga—. Pero verte así con él, Tomoyo, me hizo pensar por un instante que habías vuelto a caer en su juego. Que habías tirado por la borda todo lo que habíamos hecho en estos días. Y venir aquí solo para encontrarme con el imbécil de Nakamura tampoco fue de ayuda.

—¿Él ya estaba aquí cuando llegaste? —preguntó curiosa, genuinamente interesada en saber cómo Eriol y Ren habían terminado solos en una situación como esa.

—Por supuesto que no —el inglés restregó con fuerza una de sus cienes. Parecía cansado—. Yo llegué aquí por mi cuenta poco antes de que la reunión terminará. Necesitaba pensar una manera de disculparme por... ya sabes, ser un completo patán durante la cena. No contaba con que Nakamura me siguiera y comenzara a soltar un montón de idioteces.

Tomoyo se vio tentada a preguntar más acerca de las supuestas idioteces que habría dicho Ren, pero llegados a ese punto realmente ya no importaba.

—Debiste haber hablado conmigo primero —dijo en su lugar, ante la arrepentida mirada de Eriol.

Él estuvo de acuerdo.

—Soy nuevo en esto, ¿sabes? —continuó resignado—. Y sé bien que no es excusa, pero todo este asunto de sentimientos y relaciones... ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve en algo serio y tampoco terminó de la mejor manera. Es por eso que... Tomoyo Daidouji, te ofrezco mis disculpas por el comportamiento de hace rato y te pido que me des otra oportunidad.

Tomoyo se sorprendió ante la profunda reverencia que Eriol le mostraba, muy acorde a las tradiciones japonesas y totalmente alejada de la cultura occidental a la que estaba acostumbrado.

Lo observó un momento, dándose cuenta que aquel hombre estaba siendo totalmente sincero con ella, no había pretendido en ningún momento ser alguien que no era (aun a pesar de los contratiempos que supuso el que fuera reconocido en el mundillo de los negocios), y en todo momento se había mostrado comprometido con sus problemas casi como si fueran propios, ayudándola, aun con maneras poco convencionales y una que otra locura, a sobrellevar todo aquel desastre en que se había convertido su vida.

Por eso sonrió, porque Eriol Hiragizawa era un hombre que valía la pena conocer y ella lo tenía ahí, solicitando un nuevo intento, una nueva oportunidad de empezar las cosas, esta vez sin el peso de una farsa de por medio.

—Tengo solo una condición —dijo suavemente, cosa que consiguió que el inglés se alzara de nuevo en toda su estatura y la observara con atención—. Deberás preguntarme antes de hacer cualquier suposición.

Eriol no dijo nada, pero la expresión en su rostro mostraba una zozobra que apenas podía controlar.

—Oye, no te estoy pidiendo matrimonió —volvió a decir ella, usando las palabras que él mismo pronunciara momentos antes en el salón de baile, cuando le proponía por primera vez intentar una relación verdadera. Eriol sonrió, recordando el chiste—. Solo te estoy pidiendo algo muy sencillo: confianza.

El inglés asintió, sabía que era algo que podía manejar.

Eso fue suficiente para Tomoyo, quien sin borrar la sonrisa, extendió sus manos hacia Eriol, las cuales tomó sin dudar, pero al mismo tiempo aprovechó para jalarla con fuerza hacia él, envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante que ambos tenían que admitir, habían estado deseando desde hacía rato.

Después de aquello, los dos se separaron un poco, solo lo suficiente para ser capaces de ver los ojos del otro.

De esa manera, sin prisas pero sin dudas, fueron acercando sus rostros hasta que sus labios se unieron.

No se trataba del beso arrebatado y apasionado que compartieran durante el picnic de la mañana, este era más bien un beso tierno, de reconocimiento, una suerte de dulce caricia que prometía un sinfín de buenos momentos. Se trataba de un beso que auguraba madurez, compromiso, quizá incluso una larga vida juntos, ¿Quién podría saberlo con exactitud?

Así, cuando se separaron, con sendas sonrisas en sus rostros, Eriol se atrevió a hacer un comentario que había estado rondándole la mente desde que la perspectiva de ser el verdadero novio de Tomoyo se le hubiera instalado en la cabeza.

—¿Tu madre me odiará el doble ahora que sabe la verdad?

Tomoyo soltó una carcajada al aire y negando con la cabeza, admitiendo que aquel hombre era todo un personaje, volvió a unir sus labios con los de él, haciéndose la nota mental de que debía decirle a su madre y a todos los Kinomoto, que esta vez su relación con Eriol Hiragizawa era verdadera.

2.

Había un silencio sepulcral en la habitación, solamente roto por el constante rasgar de la pluma contra el papel cada vez que él firmaba un nuevo documento.

Estaba nerviosa y, si tenía que ser sincera, totalmente curiosa.

Era la mañana de un tranquilo (y aburrido) lunes, cuando Eriol se había aparecido en la puerta de la oficina. Traía consigo una sonrisa bobalicona y un elegante portafolio negro que había colocado con delicadeza sobre el escritorio.

Él había soltado un vago "Te ves bien hoy", antes de comenzar a sacar del portafolio un montón de documentos que le hacía llegar de a poco. Con un gesto de la cabeza, la había incitado a que los leyera.

Así, con sorpresa y un montón de preguntas, se daba cuenta que los papeles no eran otra cosa más que acuerdos de cesión de derechos.

Había abierto la boca para preguntar, más bien exigir una explicación, pero Eriol se le había adelantado.

—Es una decisión tomada. No podrás persuadirme —había dicho en ese tono de negocios que no aceptaba replicas.

Luego de aquello, y de haberse asegurado que los contratos estuvieran debidamente leídos por ambas partes, Eriol comenzó a firmarlos.

Así que ahí estaban, él bastante entretenido plasmando su firma en cada uno de los papeles y ella mordiéndose la uña del pulgar, en un inusual gesto nervioso.

Porque ¡vamos! ¿Cuál era la razón de que de buenas a primeras Eriol se apareciera en su oficina, dispuesto a cederle todas sus acciones en la Agencia? Eso la convertiría a ella en la dueña totalitaria, y aun cuando fuera la prima favorita de Eriol, él ante todo era un empresario, uno que no dejaba un negocio rentable solo porque sí.

Y de todos modos ¿Cuánto tiempo tenía sin verlo? ¿Cuatro? ¿Cinco meses? Él solo no podía aparecerse sin siquiera decir un "hola", o por lo menos preguntar por su salud. ¡Iba contra todo protocolo de buenos modales! Y vaya que Eriol sabía de modales.

Rodó los ojos, fastidiada. Nakuru Akizuki nunca se había caracterizado por su extensa paciencia.

Observándolo frente a ella y tratando de hacer memoria, recordaba que en efecto, habían pasado justo cinco meses desde la última vez que lo había visto, haya cuando le diera los pormenores del que habría sido su último trabajo como acompañante de una chica japonesa bastante carismática (aunque bastante desesperada también, si le preguntaban).

Luego de aquello, Eriol no había regresado a la oficina terminado el trabajo, como era su costumbre, tan solo le había hecho una llamada una semana después, pidiéndole que hiciera el reembolso del pago a la señorita que había contratado sus servicios.

Aun cuando ella preguntó las razones, Eriol había sido bastante claro en el hecho de no querer hablar de aquello.

Nakuru dio por sentado que las cosas habían salido bastante mal.

Pero de nueva cuenta, ahí estaban. Ella consideraba que su primo le debía algunas explicaciones.

—Solo necesito que firmes este —dijo él dirigiéndole por fin la mirada y pasándole un documento. Era el último.

—¿Por qué haces todo esto, Eriol? —preguntó molesta, pero tomando el papel de todos modos. Cuando empezó a leerlo, abrió los ojos como platos. Aquella era la renuncia de Eriol Hiragizawa a ser acompañante en Agencias Soel.

Escuchó la risa de su primo ante su expresión. Apartó la vista del archivo y lo vio encogerse de hombros.

—Tengo mis razones —fue su única respuesta.

Nakuru negó frenéticamente. Aquello no era una contestación apropiada.

—No firmaré esto. Tú y yo teníamos un trato, Eriol Hiragizawa —dijo impaciente, mientras dejaba con fuerza el documento sobre el escritorio —. No podrías dejar la Agencia hasta que tuvieras una novia formal.

El inglés sonrió, sabiondo, y fue hasta entonces que algo hizo clic en la mente de Nakuru.

Abrió la boca y los ojos sumamente sorprendida. No encontró su voz de inmediato, pero cuando lo hizo, ésta sonó un poco más chillona de lo habitual, producto del asombro por lo que aquella sonrisa significaba.

—¿Estás diciendo que tú tienes una...?

—Solo firma la renuncia, Nakuru —interrumpió Eriol en tono apremiante, dejándole saber que tenía prisa por salir de ahí.

Nakuru suspiró resignada, pero sonrió de todas formas y se apresuró a hacer lo que Eriol le pedía. Estaba acostumbrada a sus contestaciones evasivas, pero tarde o temprano él terminaba contándole todo.

Eso, sin embargo, no quitaba el hecho de que un puñado de preguntas bailaran en su mente, ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿En dónde? Y más importante aún: ¿Quién?

Conocía bien a su primo, y sabía que Eriol no era precisamente la persona más propensa a tener relaciones estables, razón principal de que ella lo hubiera obligado a ese ridículo trato tiempo atrás, en un desesperado intento de que el joven encontrara a alguien que pudiera acompañarlo en su camino.

Era interesante darse cuenta que ni siquiera el mismo Eriol hubiera intentado deshacerse del acuerdo tiempo antes con alguna treta o engaño. Al principio Nakuru lo había atribuido a un desinterés propio del inglés, pero con el tiempo había comenzado a desarrollar la teoría de que muy en el fondo, él también estaba buscando a la mujer que le robara el corazón.

Por esa razón, era sumamente intrigante el saber la identidad de aquella chica que había conseguido capturar la atención de su primo. En una relación seria, por lo menos.

Sin embargo, Nakuru sabía que tendría que esperar.

—Sigo sin saber por qué haces todo esto —repitió mientras le entregaba el documento firmado a Eriol y éste lo guardaba de nuevo en el portafolio, solo para después encaminarse a la puerta, dispuesto a marcharse.

—A ella no le agrada mucho la idea de que finja ser el novio de otras mujeres —contestó ante la obviedad de la situación—. Y sobre cederte mis acciones... he comenzado a delegar responsabilidades. Las empresas de papá ya consumen demasiado de mí.

A Nakuru le pareció curioso que aun cuando Eriol era el dueño, seguía refiriéndose al negocio como "Las empresas de papá", pero tenía que estar de acuerdo que ser el jefe podía llegar a ser demasiado demandante. No le sorprendió que ahora con una nueva relación, el inglés buscara algo de tiempo libre.

Él estaba a punto de salir de la oficina, cuando a ella se le ocurrió soltar unas palabras de despedida.

—¡Tendrás que presentármela quieras o no!

Eriol giró apenas, con una sonrisa astuta en los labios.

—Pero si tú ya la conoces —dijo alegre, y con eso se marchó, dejándola a ella con un ceño fruncido y la duda cincelada en el rostro.

Tuvieron que transcurrir algunos minutos para que fuera capaz de reaccionar, y presurosa, se acercó a la ventana de la oficina, esa que daba directo a la avenida.

Siempre se había quejado del hecho de que Agencias Soel se encontrará en el segundo piso de un edificio, pues aquello significaba tener que subir escaleras todos los días, dado que el ascensor siempre estaba descompuesto. Sin embargo, en esos momentos agradeció infinitamente la altura, pues desde la ventana era capaz de fisgonear a sus anchas y ver con atención la figura de Eriol, quien iba saliendo del edificio en esos instantes.

Entonces Nakuru la vio.

Recargada en el auto ella lo esperaba con una sonrisa alegre, llevaba el cabello negro en una alta coleta y ropa casual.

¡Pero si era la carismática (y desesperada) japonesa! ¿Cómo se llamaba? ¿Tomoyo Daidouji?

Los vio abrazarse, los vio besarse, y Nakuru podía decir que no había visto a Eriol tan rebosante de felicidad anteriormente.

Antes de entrar al auto, observó como la chica giraba la mirada hacia arriba y desde ahí le sonreía, en un gesto de reconocimiento. Después de eso, se fueron.

Nakuru sonrió ampliamente y se alejó de la ventana, dirigiéndose de nuevo a su escritorio y directo al computador.

De esa manera, comenzó a borrar todos los registros de Eriol Hiragizawa como acompañante de Agencias Soel.

FIN.


¡Lo prometido es deuda! Aun a pesar de los contratiempos, me llena de mucha alegría darle el final a esta historia, que empezó como un fic de no más de 4 capítulos y se extendió hasta aquí. El final siempre fue este, estaba planeado un cierre sencillo, justo como el núcleo de la historia. Lo que si cambió fue la escena 2, que en un principio iba a ser un Epilogo pero al final quedó más corto de lo planeado como para publicarlo como un capítulo a parte.

Muchas gracias a todos mis lectores, por seguir ahí aun a pesar del tiempo, sus reviews fueron el gran motivante para no dejar esta historia inconclusa.

Aun tengo algunos proyectos largos relegados en mi ordenador, que espero publicar en un futuro cuando pueda desarrollarlos más, pero por el momento retomaré las viñetas que comencé a publicar de este par.

Una vez más, ¡Gracias por todo! Espero encontrarlos pronto en alguna otra historia. ¡Saludos!