La fiesta

La Orquesta filarmónica de Nueva York, Elizabetha Hedervary y Roderich Eldenstein hicieron una reverencia, algo muy común en eventos como este.


El austriaco dio la espalda al público, tomó la batuta, llenó sus pulmones con aire y luego de un largo suspiro ; el flamenco violeta empezó a mover las alas mientras que los músicos obedecían sus órdenes; después de una larga jornada de ensayos, correcciones, cayos en las yemas de los dedos, bolsas debajo de los ojos, como era de esperarse; la calidad de los sonidos era indescriptible... totalmente maravilloso.

Elizabetha no se quedaba atrás, era su momento de brillar y dejar en claro que no solo era "una cara bonita", sino una excelente chellista capaz de sobrevivir a la ola de nuevos talentos más jóvenes que ella. Sostenía su instrumento con fuerza, cerraba los ojos en cortos tiempos, apretaba las cuerdas con fuerza y las rozaba con profesionalismo. La nueva temporada había llegado y junto a ella, el floripondio florecía dispuesto a intoxicar con nuevas melodías.

Cuando terminaron de tocar, todos se pusieron de pie para mostrar su gratitud acompañada de reverencias; entre los aplausos del público un grupo de bellas mujeres entregaron un ramo de flores a cada músico que estaba en el escenario.

El concierto había sido un éxito, la gira de la Orquesta Filarmónica de Nueva York había terminado y era motivo de celebración.


-Es un honor tocar con usted señorita Hedervary-comentaba una joven oboísta que tocaba en la orquesta-es fantástico que nos dieran esta gran oportunidad.

-A mí también me alegra haber tocado junto a ustedes...-la chica tomó una copa de champaña que estaba ofreciendo un mesero-...y por favor, pueden llamarme Elizabetha. Además, ustedes pronto se graduarán, prácticamente ya somos colegas.

-Eso es lo que nos agrada de usted-dijo una violinista argentina-a pesar de ser una de las más grandes cellistas de Nueva York, Munich y Hungría; conserva la humildad, algo muy difícil de encontrar en alguien con tanto talento.

-Hablando de grandes talentos...-una de las chicas del grupo señaló con la mirada-¿es cierto que el director...?

-¿Hum?-la joven húngara intentaba comprender la pregunta-¿Qué sucede con el señor Roderich?

-¿Señor?-preguntó un coro de voces femeninas.

-...-Elizabetha desvió la mirada, a ella no le había incomodado tanto llamar "señor" a Roderich, hasta ahora.

-Disculpe el exceso de confianza...-la violinista hizo una pausa-¿Acaso no se llevan tan solo por un par de años?

-Bueno...-estaba harta de las preguntas con temática amorosa, sobre todo aquellas que la involucraban con el austriaco; deseaba que la tierra la tragara pero obviamente no había escapatoria.

-Buenas noches señoritas-una voz masculina se hizo presente en la conversación-¿Qué tal la están pasando?

Hablando del rey de Roma... Roderich Eldenstein, como un fantasma en pena, apareció sin aviso; asustando al grupo de mujeres, quienes tenían el rostro pálido por la impresión y con la interrogante "¿Nos habrá escuchado?"

Continuará...