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WHITE BUTTERFLY

ESPECIAL 2 "NOCHE DE BODAS"

La vida siempre te traerá recompensas, lo único que debes hacer es creer en ti mismo, para afrontar todas las adversidades con que te pruebe y salir victorioso.

La última por la que yo pasé, lleva alrededor de 6 meses de haber terminado, 6 magníficos meses en los que logré regresar el orden a mi vida, colocando las piezas faltantes… las robadas, en el lugar que corresponden.

Ya sin pensar en el paso del tiempo… dejando el pasado en el pasado… y sin ser atormentado por el futuro solitario.

Lo único que no había logrado conseguir… era una noche entera… a solas con mi amada…

ADVERTENCIA: LEMON

La noche finalmente había caído y tras el bullicio, la soledad que se sentía en el ambiente, les brindaba relajación. Habían decidido pasar su noche de bodas en aquella cabaña construida con especialidad para ese día, por lo que el frío de la zona se filtraba entre las paredes rústicas.

Asuna se miró por última vez en el espejo y suspiró, tratando de no perder la confianza en sí misma, ¿Pero a qué venía esa incertidumbre en ese momento? Era su noche de bodas tan esperada… aquel pensamiento la llevó a sonreír por lo bajo, estaba segura que Kazuto pensaba exactamente lo mismo, de cierta manera, había llegado a conocerlo de tal modo que puede que intuyera sus sentimientos.

No quería defraudarlo… quería con su acercamiento, hacerlo sentir todo el amor que le profesaba, la desesperación que la había estado persiguiendo por permanecer de esa forma especial y anhelada a su lado, sin poder sentir vergüenza al respecto, todo eso que le llevaba a acelerar la respiración al pensar en él, no podía ser más que el inmenso amor que los unía.

Colocó con un movimiento de su mano, los cabellos crecidos hasta poco más debajo de los hombros sobre su hombro derecho y se roció una pisca de perfume sobre el hemicuello izquierdo. Fue entonces cuando lo notó, había vuelto… aquella chica con encantos femeninos agraciados que solía ser, la belleza externa y cautivadora, pero sin duda, lo que más le emocionó fue pensar que dentro de aquella bonita fachada de labios brillantes y uñas finamente decoradas, yacía el corazón guerrero de una mujer valiente. La perfecta combinación para aquel caballero espadachín que la esperaba.

Abrió la puerta del tocador y cerrando la puerta tras de sí, se apoyó sobre la misma, posando la mirada hacia la recámara, donde había dejado a su flamante esposo.

Entonces observó como se había quedado sentado sobre la cama, de espaldas a ella, no podía verlo con claridad. Caminó despacio y entró sin que él lo notara a la recámara. Las luces de las velas iluminaban tenue y ocaso y el aire frío se filtraba cada vez más.

-¿En qué piensas?... –llegó a colocarse tras de él, abrazándolo por la espalda y posando su mentón sobre el hombro de su marido, sentado sobre la cama.

Enseguida el pelinegro sintió el agradable aroma que ella desprendía y su mirada plata que ya estaba baja, observó sus brazos que lo rodeaban, afianzándose con delicadeza pero firmes sobre su abdomen.

-En que… soy tan feliz… -dijo de la nada, -llevándose una mano a cubrir los ojos. –demonios… esto no tendría que pasar…

-Kazuto-kun… llorar… cuando es de felicidad… es hermoso… -le dijo ella con un par de lágrimas a los lados de sus ojos, mientras acarició con las yemas de los dedos la tela sobre la piel de su amado.

No quería seguir así… pensando en lo perdido y recuperado… viviría de ahora en adelante en el presente, cada oportunidad al máximo y sin privarse de nada… porque la vida le había demostrado lo dura y corta que puede ser.

Se dio vuelta y tomándola del cuello la acercó a él, hasta adueñarse de sus labios, para besarla suave e intenso, transmitiéndole todos los sentimientos que se acumulaban y hervían dentro de su pecho, para poco a poco ir recostándola sobre la cama y tras un suspiro mirarla y admirar la belleza de la que era dueña. El vestido de novia había sido suplantado por una pequeña bata de seda, en la cual la liga que lleva en la pierna se hacía visible.

Al notarla, el Kirigaya bajó hasta su pierna y tomándola con los dientes empezó a deslizarla.

Aquel movimiento audaz la llevó a inspirar prolongadamente, tratando de controlarse, no quería abalanzarse sobre él y destruir el momento. Estaba tan tranquilo y sereno en las acciones que llevaba a cabo que convertirse en la espectadora en primera fila, de aquel hermoso rostro, cerrando y abriendo los ojos al paso que le brindaba besos suaves por la pierna hasta sacar de ella la decoración, era imposible de rechazar.

-¿Por qué no quisiste darla en la fiesta? –le preguntó tratando de entablar aún más armonía con una conversación, al verlo reincorporarse y sentarse a su lado, sin dejar de verla.

-Porque no… -la acorraló contra el colchón, al juntar sus manos al mismo sobre ella. –No quería que nadie tuviera algo que es mío.

-Egoísta… -le dedicó una sonrisa en medio del sonrojo que se apoderó de sus mejillas al verlo acercarse de improvisto a sus labios. Eso era… la sensación que le nacía en el interior al besarlo de esa manera… sin restricciones y sin miedo, era lo que más se acercaba al completo equilibrio entre su deseo y su necesidad, juntas en una sola acción. No quería que se detuviera… ella misma no podía hacerlo, la textura de sus labios, el sabor de su saliva, la sensación de hundirse en lo profundo de su ser al acariciar su lengua, sólo acrecentaban su necesidad de él, su sed de poseerlo y nunca dejarlo ir.

Pasó sus manos tras su nuca y en el momento en que él quiso separarse para tomar aire, no pudo hacerlo más que un par de centímetros de ella, por lo que sonrió al ver que no lo soltaría, sorprendiéndola al instante, al ser levantada de la cama, tras tomarla del muslo izquierdo y su espalda baja derecha.

-Permíteme… -una vez de pie, de dio la vuelta y apartándole el cabello justo del lado donde la fragancia del perfume era más intensa, empezó a posar sus labios sobre su piel descubierta, recorriendo entre besos desde la base del cuello hasta el hombro, mismo que desproveyó del tirante de su bata y tras bajar ambos lados, arrolló hacia abajó.

-…Kazuto-kun…

Escucharla pronunciar su nombre era un triunfo único que festejaba en sus adentros y si era esa la forma en lo llamaría… quería escucharla más… mucho más.

Posó ambas manos a cada lado de su cintura y con caricias cambiantes y recurrentes se abrió pasó a los extremos de su cuerpo que quería ser invitado a visitar.

-¿Qué?... –echó la cabeza hacia atrás en un reflejo al sentirlo inspeccionarla con el tacto. Sabía a donde quería llegar con tal acto, terminando de despertarla por completo, de la forma en que solamente él podía y tenía el derecho a hacerlo. Pudo sentir su mano presionando en medio de sus piernas contra su ropa interior, mientras con la otra, que había abandonado la dirección caudal para llegar hasta sus pechos, pasó por los mismos con rapidez, para llegar a su cuello y voltear su rostro hacia él.

-…Te amo… -le dijo en un impulso al encontrarse con los ojos cristalinos que la observaban acerados por el entusiasmo. -…Continúa… -le dijo suplicante en un jadeo, para acto seguido buscar volver a besarlo.

Fue así que el contacto de la piel contra la tela se perdió, reemplazándose por la suavidad de la zona contra la firmeza de aquella que empuñaba las espaldas.

Las diferencias entre los cuerpos se perdían en su relación, pero al mismo tiempo se percibían con claridad, era como sí… se tratara de uno sólo, experimentando las sensaciones que le propiciaban al otro.

Los breteles de aquel sostén que no duró mucho tiempo sobre su figura se deslizaron por el insistente toque que cautivaba los pechos de su esposa.

-Por un momento… me dio la impresión que era más pequeño… -le confesó al haber capturado una de sus pálidas convexidades en su mano.

-Creo… que tu mano es más grande… -le sonrió en medio de la caricia, a la que estaba llegado a su límite. Situación que pudo notar al sentirla empezar a arquearse contra él, al tenerla de espaldas sus glúteos desnudos se pegaron contra su pantalón que ocultaba su entusiasmo encendido.

Había pasado por lo mismo en ocasiones anteriores… tenerla a su merced, pero siempre con la necesidad de preguntar si lo que hacía estaba bien… y debía continuar o si ella lo prefería de ser necesario, se detendría, pero… esta vez… era como si hubiera alcanzado el nivel máximo de comunicación, lo sentía en el agarre de ella a su rostro, en la respiración abrupta pero estable que exhalaba aquel aire delicioso, en su pecho entre su mano que no se zaceaba de ser estrujado y en el movimiento de su cadera que se erguía cual fuera a colisionar sólo con su roce.

Entonces continúo… mostrando diligencia y buscando eficacia, sus dedos exploradores la retorcieron entre sus brazos.

-¡Ki! ¡Kirito-kun! –exclamó con el poco de cordura que pudo durante ese momento. Él la sostuvo y al finalizar, no pudo evitar derrumbarse exhausta sobre la cama, en la que se sentó a la orilla y acostó el resto hacia atrás.

-¿Estás bien?... –se sentó aliviado a su lado, con la inmensidad de la felicidad de haber logrado satisfacerla de ese modo.

-Fue maravilloso… como si… conocieras mi cuerpo muy bien, -le explicó sin sentirse abochornada, a pesar de estar tendida desnuda sobre la cama, hablándole de lo que sintió mientras la tocaba. -¿Pero sabes?... –para el siguiente comentario ladeó la cabeza. –Ahora… quiero que seas tú…

-¿Qué sea yo?... pero… si he sido yo… -la miró sin comprender y tocándole delicado la mejilla con la parte externa de la mano.

-Eso lo sé… me refiero a… todo tú… -se armó de valor para mencionarlo, mientras el rubor regresaba a sus mejillas.

Kazuto sonrió ante su forma de decirle que lo quería pronto… -Estaba por decir lo mismo.

Era… como si no pudiera llegar a su fin… el deseo entre ambos y el anhelo era tan grande que aquel acto cambio de posiciones varias veces, acrecentando el espíritu y la ansiedad sin miramientos a desembocar pronto.

No quería que terminara… no quería que saliera de la unión… no quería perder el vínculo…

Había terminado sentada sobre él, quien yacía recostado contra las almohadas, ni los besos ni los movimientos acompasados se detenían.

Sentía como si su vientre le reclamara la presencia de su miembro firme dentro de ella.

El Kirigaya la había dejado moverse todo lo que requería, tratando de aguardar el momento indicado para participar, ya que aquella posición siempre terminaba por darle conclusión a sus actos, hasta el momento en que su propia cadera tomo el control de sus movimientos y junto a su respiración acelerada echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, mientras pequeños gemidos se escapaban roncos y raspados de su garganta al sentir su liberación inminente.

Dándole final a aquel vínculo que los dejó acalorados y exhaustos en aquella noche fría de bosque.

FIN

Jeje, no pude subirlo el día de ayer que fue el oficial aniversario de bodas de nuestra querida pareja, pero en homenaje a su unión que nos trajo a muchas a este mundo de SAO, dejo esta pequeña colaboración.

ARIGATO MINNA-SAN!

JA NEE!