Porque la trama de la historia, sólo puede empeorar.
El libro había sido terminado.
Después de varios capítulos, Hina y Hiroki habían resultado ser enamorados. O al menos eso había descubierto Yamada en una angustiosa escena en la que Hina le pedía que le dejara explicar, luego de que hubiese visto como compartían un abrazo que habría sido digno de una novela shôjo.
Yamada, dolido y sumido en sus propios temores, se había negado.
Al final de la novela Hina se marchó con Hiroki a estudiar a la ciudad, prometiendo a la pequeña Naru que se esforzaría y la visitaría tanto como sus obligaciones se lo permitieran. Yamada y Hina no arreglaron nada y el abrupto y tortuoso final enloqueció al editor a la par de que lo emocionó porque daba pauta para una siguiente entrega.
Cuando los detalles del drama que le correspondían quedaron finalizados, pese a que su padre le había dicho que no era necesario que se marchara, de alguna extraña manera y pese a que su amorosa madre estaba ahí, no sentía su casa familiar como su hogar, por lo que decidió regresar a la isla. Yoshitake lo acompañó al aeropuerto.
—No creas que te libras de mí. —le dijo, mientras le sonreía y palmeaba su espalda con más fuerza de la necesaria.
—Ni siquiera lo pienso, querido amigo. —le sonrió. Yoshitake conocía muy bien a Handa, sabía que aquella visita más que tranquilizarlo lo había llenado de incertidumbre y el inesperado final de su novela, si bien le había hecho tronarse los dedos anticipando las ganancias, también sabía que aquello había causado la mayor depresión en su amigo desde aquella mentira que le dijo en el instituto sobre las chicas odiándolo sin motivo.
Y aunque estimaba mucho a su mejor amigo, no podía sino odiarlo por ser tan inocente, por dejarse llevar por emociones equivocadas que sólo lo perjudicaban, por jamás poner el suficiente empeño en aquellas que lo harían sentirse mejor.
Handa era casi como un libro abierto para él, verlo agobiado en ocasiones lo divertía, sería quizá porque él era un poco sádico y su querido amigo parecía ser un masoquista de closet, pero eso estaba yendo demasiado lejos.
Cuando se había topado con el muchachito pueblerino, justo donde jamás se lo habría imaginado pensó en hablar con él, pero aún recordaba la forma hosca en la que se había dirigido a él en el aeropuerto, por lo que cualquier intento de ser algún tipo de mediador entre ellos no parecía tener futuro.
Por eso, luego de que se percató de que las visitas del joven a la casa familiar de Handa, decidió que lo mejor era convencer a su atolondrado amigo que era necesaria su presencia en la ciudad.
Había tenido sus puntos buenos, ahora Handa tenía una mejor relación con su padre, pero sólo porque, según lo que había podido escuchar, el padre de Handa tenía sus esperanzas puestas en el chico Kido para manejar el hospital. Lo cual parecía colocarlos en alguna especie de comedia trágica al más puro estilo shakesperiano pues Handa, lo que menos quería, era volver a la ciudad.
Y ahora estaba ahí, sabiendo todo eso y sin poder (o querer) decirle nada a su mejor amigo.
Handa regresaría a la pequeña isla en la cual había descubierto lo que le gustaba hacer, en donde había encontrado el amor y a la que, con toda seguridad, Hiroshi Kido jamás volvería.
Fin de la Primera Parte. Gracias a todos por sus amables comentarios, nos vemos en un mes :)