Y seguimos con…

¡Shu, shu, shulio… shu, shu, shulio! (?) Para quien no lo entienda *creo que nadie, ja,ja* es el mes especial de ShadowLights :) denominado: Shulio.

¡Espero que te guste la segunda parte de este obsequio, Li-chan!


What are you waiting for?


¿La enfermedad del amor?


—¡Ya estoy en casa!

El señor de la casa Ichijouji , había llegado de su trabajo junto con su compañerito verde, Wormmon. Se preocupó al no escuchar una bienvenida de parte de su esposa.

—¿Miyako? ¿ Junko? —Preguntó buscándolas con la mirada.

De repente, arrastrando la capa de polvo del suelo, unos pies cubiertos con unas medias rosadas corrieron hacia la habitación principal. Ken había quedado atrapado entre unas sogas delicadas y fuertes. Los brazos de su hija rodearon su pierna delicadamente uniéndose a su padre con un fraternal abrazo.

—¡Junko, cielo!—dijo al verla.

Se agachó hasta tener unos pocos centímetros más que su niña y le sonrió ampliamente. Tocó sus cabellos con una mano y se los desordenó. Las hebras azabaches quedaron despeinadas por toda la cabellera lisa de la niña provocando que las dos coletas se aflojen haciéndola ver más tierna de lo que ya era. Ella rió del comportamiento de su padre y llevó sus manos hacia las mejillasde él pellizcandolas con sus deditos, produciendo que su padre deje escapar pequeñas carcajadas.

—Ya, ya—rió el pelo azabache.

Ella obedeció y lo miró un rato. Arrugó la nariz al acordarse de algo.

—Papá, mamá está súper enojada contigo—comentó la niña mientras se cruzaba de brazos—y sabes cómo es mamá…

Wormmon, quien estaba escuchando a la niña desde el hombro de su camarada, rodeó los ojos al escuchar el enfado de Miyako. No es que el insecto la odie en sí, pero, desde que Miyako había empezado a salir con su compañero, éste ya no lo observaba tanto hasta que empezaron a trabajar pero, a Wormmon, le gustaría pasar más tiempo con su camarada en la casa.

—¿T-tu madre está enojada conmigo?

Ichijouji estaba un poco confundido y tal vez, tal vez, con un poco de temor a la reacción de Miyako. Si entraba a la cocina, donde, seguramente, ella se encontraba lo estaría esperando lista para matarlo. Vió a su hija asentir con rapidez a la pregunta y, ahí sí, empezó a asustarse con más facilidad.

La niña se acercó al oído de su padre para susurrarle algo.

—Si quieres… pero solo si tú quieres, podemos escapar antes de que mamá venga de la cocina con cuchillos…

—¡Junko!

Bueno, tal vez había susurrado un poco más fuerte para que su madre la escuchara a dos metros de ella.

Ken tragó saliva al verla de brazos cruzados y con el ceño fruncido. La niña huyó de la escena para correr directamente a su habitación. Claro que para ir hacia su habitación tenía que pasar a través de Miyako y ella no dudo en darle una suave palmada en la espalda provocando que la niña libere una risilla de sus labios. El peli azabache quiso sacar también una risilla de sus labios al ver tan hermosa escena de sus dos mujeres pero, al ver el ceño fruncido de su esposa, cambió la risa divertida por una nerviosa.

—Amor…—Dijo Ken acercándose a ella con cuidado.

—¡Nada de amor!—Gritó ella apuntándolo con su dedo índice—¡Ichijouji! ¡Es la décima vez que vienes tarde a la cena!

El nombrado dejo de caminar y tragó saliva pero, no pudo contener una sonrisa tierna al ver a su esposa enojada. Para él, Miyako siempre se veía hermosa; feliz, triste e incluso enojada.

Miyako, confundida al ver que su humor hacia feliz a Ken, arrugó la nariz y se cruzó de brazos para tirarle una mirada llena de ira y, como siempre hacía, empezó a interrogarlo.

—¡¿Por qué sonríes, Ichijouji?! —Le gritó ella.

Su cabello ladeaba de lado a lado por el pequeño movimiento de desesperación que ella hacía de un lado para otro.

El peli-azabache rió. La causa de su felicidad estaba ante antes sus ojos, y también en un pequeño cuarto, se encontraba parte de su felicidad. Aquella niña que le daba la bienvenida con un gran abrazo a su pierna cada vez que llegaba a su casa, era otra causa de su felicidad. Se acercó a ella sin miedo y le acarició suavemente una de sus sonrosadas mejillas.

—Miyako…—susurró suavemente en el fino y delicado oído de la peli-lavanda.

Ella se quedó estática cuando lo vio acercarse. Hace un momento ella estaba al mando de la escena, ella estaba regañándolo y, ahora, él se le acercó para hacerla ruborizar, como si nada hubiera pasado en los últimos minutos.

«Está intentando cautivarte para que no lo regañes, Miyako. Mira su carita de perro arrepentido que hizo hace un momento… es obvio que quieres que olvides lo sucedido»

Nerviosa y asustada, los pensamientos de Miyako le intentaban dar la razón…¿Pensamientos?

Ichijouji empezó a acercarse a los labios de su amada muy lentamente y, cuando la conexión se formoó entre ellos, los mordió un poco para estar seguro de que ella aceptaba el beso pero, no hubo ninguna reacción de parte de ella. Se separó para mirarla a los ojos. Los ojos canela de ella se encontraban mirando fijamente la nada misma. Preocupado, Ken la sacudió un poco.

—Miyako ¿estás bien?—Le pregunta calmado mientras le acomoda un cabello rebelde detrás de su oreja.

Ella, aún asustada, desvía su mirada del vacío para enfocarla en él. Lo miró y tragó saliva, algo estaba a punto de decir.

—Ken… estoy embarazada—soltó de la nada.

El nombrado abrió sus ojos como dos grandes platos. Retrocedió dos pasos hacia atrás y miró fijamente el suelo, buscando algo en aquella alfombra color beige.

Miyako, aturdida por haber asustado a su esposo, tragó duramente saliva, intentando sacar el incomodo nudo que se estaba formando en su garganta. Tuvo miedo, mucho miedo de decirlo. Pero ahora, estaba asustada, aterrorizada al no escuchar una respuesta de él. Empezó a derramar pequeñas lágrimas transparentes, en ellas se reflejaba aquel miedo y dolor que sentía al no estar recibiendo algún cumplido de su marido.

—No-no te quedes callado… por favor…

Desesperada por la reacción de Ken, empezó a recordar aquella vez cuando se enteraron de que Junko estaba dentro de ella a sus 17 años.

—+—

—¿Estás segura, Miyako?

Hikari se encontraba a su lado, habían ido al hospital para ver que le sucedía a la peli-lavanda que tenía algunos inconvenientes de salud… o eso creían.

—No, no estoy segura. Tengo miedo de cómo pueda reaccionar…

Se encontraban en un parque, cerca del hospital que había visitado hace unas horas, esperando a que Ichijouji apareciera luego del mensaje que habían enviado a su teléfono celular.

—Miyako…¿Recuerdas lo que dijiste hace cinco años en el Digimundo? ¿Aquellas palabras cuando describiste tu personalidad?—Le preguntó Hikari sonriente.

—¿Lo que dije?... ¿hace cinco años en el Digimundo?

La castaña asintiólevemente y le sonrió.

—Hikari… pasaron años… no puedo recordarlo.

Riendo, Hikari opta por levantar un dedo y golpear suavemente la frente de su amiga.

—Exacto.

Más confundida, Miyako ladeó la cabeza por un lado ¿A qué se refería su amiga? Tal vez…

—¿Puerta al Digimundo ábrete?—Soltó la peli-morada recordando aquellos tiempos.

La heredera de la luz negó graciosamente con la cabeza. Se puso de pie y miró a Miyako. Afinando su garganta, agarró las manos de su amiga, agachándose a su altura.

—Miyako, ¿qué eres?, ¿qué prometiste hace mucho tiempo?

Ahí fue cuando el click resaltó en su mente provocando volver aquellos recuerdo que estuvieron perdidos por muchos años. Sonrió ampliamente al recordar aquel día

—Se quién soy, Hikari…

Se puso de pie en la banca donde estaba sentada y señaló el cielo con su dedo índice.

Soy torpe, despistada y entro en pánico fácilmente...

La castaña sonrió al escuchar nuevamente aquellas palabras en boca de su amiga.

¡Pero… a partir de ahora haré mi mejor esfuerzo!—Dijo con euforia y sonriente, recordando aquella vez en que prometió esforzarse.

Los aplausos de su amiga provocaron que una carcajada se escapara de sus labios, contagiando a cualquier ser vivo que la escuchara.

—No fue en vano pasar por aquí…

Una voz conocida hizo presencia ante la escena.

—Ken…—murmuró Miyako haciendo que su amiga se dé la vuelta para verlo.

La risa nerviosa de la castaña le dio inseguridad a Ichijouji. Ella se acerco hacia Miyako para ayudarla a bajar de la banca con cuidado. Ken vio extraño aquel comportamiento y creyó que él debería de estar haciendo eso, como un novio normal haría con su novia.

Caminó hacía las chicas y tocó el hombro del amor de su vida.

—Miyako ¿pasa algo?

Nerviosa por la pregunta, soltó todo con un simple respiro, sin comas ni puntos.

—Ken yo-yo no sabía que podía pasar esto no… si sabía pero Ken yo no esperaba que sucediera conmigo y como veras…

Un dedo interrumpió su confusa confesión.

—Miyako, cálmate. Dímelo calmada, no tienes que desesperarte.

Ella, más tranquila, empizó a respirar profundamente. Miró los zafiros de él, disfrutando esa combinación de púrpura con azul. Viendo la fina delineación que las pestañas hacían. Sus párpados, para ella, eran como los aleteos de las mariposas cada vez que las coloridas alas se abrían y cerraban.

—Ken, yo… estoy embarazada.

El chico había abierto los ojos, expandiéndolos hasta que sus párpados ya no existieran. Había retrocedido algunos pasos, hasta chocar con el brazo de Hikari, quien impedía que Ichijouji escapara de la escena…

—Tienes que estar siempre con ella, tienes que animarla a que nunca vuelva a decir que no puede—había susurrado Hikari a Ken en ese momento.

Aquel susurro era otro recuerdo… unas palabras parecidas a las que Miyako había dicho hace cinco años.

—+—

Él también había recordado aquella vez en que Miyako le confesó sobre su primer embarazo… donde, luego de unos ocho meses, ya que se había adelantado el parto, había nacido una niña fuerte y sana.

Dejó de retroceder y de mirar a la nada misma. Cerró sus ojos y se acercó a su esposa, quien aún estaba derramando cataratas saladas. La miró con cariño y besó su mejilla para acabar abrazándola.

—Yo siempre estaré contigo, nunca vuelvas a decir que no puedes—le susurró provocando una sonrisa en ella al recordar un momento del pasado.


Luego de largos besos y caricias bajo la cálida lluvia que producía la ducha, y de que se hayan cambiado con ropa diaria, los enamorados de apellido Yagami, decidieron salir de su dulce hogar pero, antes de cruzar la puerta, Taichi se acordó de algo.

—¡La gata!—gritó fuertemente.

Ameka no dudo en rodear los ojos lanzar una queja y cruzarse de brazos. La peli-turquesa sin duda alguna mataría a esa gata, cueste lo que cueste.

«O a Yamato, ¿por qué una roba esposos de cuatro patas tendría que morir?»

El moreno, sabiendo que su esposa se enojaría con él por haber mencionado al gato, la atrapa de la cintura para que no escape a su habitación a deprimirse.

«Mi dulce caramelito, ¿cómo puedes pensar que amo más a la gata que a ti?»

La toma de la cintura y la atrae a su cuerpo para succionar la piel delicada de su cuello produciendo que ella ría con gracia e intente lanzarle patadas para que la suelte. Cansado de dicha actividad, ya que el señor Yagami es un perezoso, la obliga a mirarlo a los ojos con un rápido movimiento, girándola a 180 grados tomándola de los hombros. Chocolates vs uvas.

—Ta-Taichi…

Lo miró fijamente a los ojos, sabía lo que estaba por venir y no le gustaría. Una bolita de saliva paso por su garganta, produciendo un raro sonido.

El moreno sonrió al verla tan indefensa y sin recursos para escapar. Se acercó a ella y tomó, con una mano, el mentón.

—¿Sabes? Eres un poco tontita al creer que amo más a Akari que a ti, amor ¿dónde quedó tu orgulloso optimismo?—Le preguntó él acercando su aliento a los labios claros de ella.

—¿M-mi op-optimismo?

¿Asustada? Sí. Sabía lo que estaba a punto de venir y, verdaderamente, lo esperaba pero, a veces, Taichi era tan bruto que terminaba lastimándola.

—Así es—sonrió él de costado.

Él negó unas cuantas veces con la cabeza y terminó llevando sus manos suavemente a las caderas de ella pero, paró la actividad al encontrarse en sus costillas.

—A mí no me engañas, Ameka. Sabía que el doctor iba a llegar tarde o temprano—le guiñó un ojo—¿preparada?

La chica, antes de que el ataque empiece, comenzó a reír a carcajadas. Cualquiera pensaría que estaría loca, hasta que se acuerdan de su nuevo apellido ¿no?

—¡Yagami Ameka! Aún no he empezado a torturarte con cosquillas y ya empiezas a reírte ¡no vale!

El niño encerrado en cuerpo de adulto se quejó de las dulces risas de la optimista chica de ojos púrpuras. Ni él pudo aguantar las preciosas risas de su mujer. Rodeó los ojos para al fin acomodar ese mechón rebelde detrás de su oreja. Aquellas hebras marinas eran una obra de arte para el castaño y aquellos ojos, del color de los árboles de Jacarandá, eran los más preciosos del mundo. Miró aquellos ojos que sueltaban pequeñas lágrimas de alegría, provocando que las mejillas de porcelana se hincharan como los porotos al convertirse en palomitas. Admiraba aquel paisaje que le brindaba su esposa; ella era la obra de arte más hermosa, estaba agradecido de que solo él la conociera por completo, muy agradecido.

—Ta-Taichi…

El repentino cambio de estado de la chica llamó la atención al castaño justo para que la atrape antes de que toque el suelo. La sostuvo por un rato, el corazón del moreno latía fuertemente por el susto que aún tenía. Ameka acababa de desvanecerse ante él. La cargó en volandas hacia la habitación que compartían juntos.

—Ameka…—murmuró preocupado.

«Soy un idiota. Yo sé que esto podía pasar, pasa con frecuencia ¿por qué no me di cuenta antes de que caiga inconsciente?...Ameka»

No pudo evitar derramar unas lágrimas al sentirse impotente. Sabía que ahora tenía que cuidarla al ser tan frágil. Las secuelas del próximo Yagami dejaban a Ameka con mareos y desmayos al no poder aguantarlo pero, ¿qué podían hacer?

«Esto es mi culpa… sino hubiera insistido tanto»

No podían deshacerse de ella o él. No querían deshacerse de él o ella. Faltaba aún, ya tenían pensado el nombre y todo.

—Aki…

Aquella semillita iba a florecer alrededor de septiembre, en otoño. Habían pensado en el nombre Aki, aunque sea hombre o mujer ya que el nombre se manifestaba para los dos sexos.

El embarazo estaba agobiando a Ameka. Sufría de muchos mareos y desmayos que a Taichi le preocupaba. Necesitaba verla sana, no quería que le suceda algo malo. Ya le habían advertido que, en el parto, ella podría…

«No pienses en eso ahora, a ella no le pasará nada, ella estará bien»

Dejo que una sonrisa escapara de sus labios — ella estará bien — Tenía que ser fuerte como ella, tenía que sacar aquel coraje que tenía en su corazón como ella sacaba su optimismo. Sí, eso debía hacer él, ser optimista y dejar el pesimismo de lado.

—¿Taichi?

La débil voz de ella hizo que desviara su mirada para, nuevamente, encontrar aquellos jacarandás que iluminan su día. Le sonrió de oreja a oreja.

—¿Te sientes mejor?—Le preguntó mientras acariciaba las hebras marinas.

Ella asintió sonriente, ahuyentando el miedo que perturbaba a su esposo.

—¡Estoy bien! No tienes que preocuparte, sabes que esto pasa seguido—le contestó—cambiando de tema…me debes ese paseo por el parque.

Y hasta esas alturas llegaba el optimismo de ella. Hasta poder cambiar el tema y sonreír para no preocuparlo.

«Definitivamente serás la mejor madre del mundo»

Sonrió al pasar ese pensamiento por su mente.

— ¡Yagami Taichi! Quiero mi paseo, no seas malo, malhumorado—gritó Ameka haciendo que él se sobresalte.

Rió alegre al verla con los ánimos arriba. Con una mano golpeó suavemente la cabeza de ella.

—Nunca cambias, siempre pidiendo cosas, eh

—No es mi culpa, señor Yagami. Yo solo reclamé lo que me prometió. Si usted no devuelve su promesa de llevarme al parque, no cenará nada hoy

— ¡Eh! ¡Eso no es justo, señora Yagami!

— ¡Señorita, mal aprendido!

Las carcajadas inundaron la habitación que compartían juntos. Donde lo que pasaba en ella, se quedaba en ella.

—Bien, tú ganas. Vamos al parque—haciéndose el rendido y disgustado, Taichi la levanta de la cama, cargándola en su hombro.

— ¡Animal! Así no se lleva a una mujer—lo regañó la ex-Hayami.

— ¿Quién dijo que eres un mu…? ...¡Agh! ¡Eso duele!

Obvio que recibió una débil patada de parte de ella al preguntar tal barbaridad. Ella sonrió satisfecha de su trabajo.

La bajó de su hombro para al fin salir de ese departamento de segunda.


—Yo recogeré la mesa.

Terminaron de cenar en un incómodo silencio de parte de los tres. Cada uno pensaba distintas cosas pero todo llevaba al mismo camino: no saber qué hacer.

—No, Hikari. Yo recogeré la mesa.

Intentando aligerar el ambiente, Takeru opta por hablar sin gritar. Ella solo le sonrió ampliamente y se acerco a él para terminar jalándole un mechón rubio.

— ¡Agh! Hikari… eso dolió—Se quejó él.

La castaña negó con la cabeza. No creía que el fuerte heredero de la esperanza, como solían reír de niños, estaría chillando por un jalón en sus hebras doradas.

—Recogeremos la mesa los dos ¡sin chistar, Takaishi!

El nombrado arqueó las cejas confundido. La miró a los ojos y suspiró, no podía negarse a esos rubíes relucientes.

—De acuerdo… —dijo derrotado.

Daisuke, que ya estaba por retirarse de la mesa, se acordó de un acontecimiento pasado, cuando aquellos dos se juntaron para hacer algo.

—Solo quiero advertir algo….—dijo seriamente—por favor… ¡Ni se les ocurra romper algo! Ya suficiente tuve que limpiar y comprar cuando decidieron lavar los platos, ¿recuerdan?

—No…—dijeron los dos al unísono con un tono inocente.

Sí, lo recordaban perfectamente. Habían terminado jugando con la espuma que el detergente y el agua producían y, "sin querer", a Hikari se le cayeron los platos y a Takeru los vasos de cristal… Daisuke terminó pagando por aquello con la condición de que ellos limpiaran el desastre, no, la catástrofe que se originó en la cocina.

El moreno les lanzo una mirada fulminante pero, divertida. Los otros dos rieron nerviosos y levantaron un pulgar hacia Motomiya.

—¿Crees que romperemos algo? —Preguntó Hikari mordiéndose el labio inferior.

—Sí, definitivamente algo se romperá—contestó rascándose la cabeza el rubio.

Las risas inundaron el comedor del pequeño departamento. Daisuke, por su parte, se encontraba del otro lado de la casa, en el pequeño cuarto que compartía con Takeru. Se encontraba tirado en su cama, recordando el primer beso de Hikari…

—+—

— ¿Sabes dónde se fue Takeru?—Le había preguntado un día después de la desaparición de Takeru.

—No, no me lo dijo.

— ¿Crees que se haya ido por mi culpa?

— ¿Por tu culpa?

—Sí, desde que Taichi me gritó que Takeru y yo haríamos linda pareja cambió su estado…

— ¿Taichi dijo eso?

—Si…

— ¿Y tú qué piensas?

La muchacha se había sonrojado por completo a la pregunta de Daisuke. Le miró, en sus ojos reflejaban la travesía y diversión a la pregunta pero, al mismo tiempo, la desesperación por ser contestada.

— ¿Cómo que "que pienso"?

—Sí, eso, ¿qué piensas tú? ¿Piensas que harían una pareja fenomenal o que no?

—Emm… ¿tú qué piensas?

—Que sí ¿por qué no?

La castaña se había quedado muda. No habría podía creer que aquella afirmación había salido de los labios de Daisuke.

—Porque… no sé. No lo veo como un novio ni nada por el estilo, o sea… lo quiero mucho pero no pienso atravesar ese límite—le había dicho.

«Por ahora no. No hasta acomodar bien mi sentimientos»

—De acuerdo… ¿Y qué piensas de mi? —Le había preguntado Motomiya señalándose a sí mismo.

— ¿De ti?—Preguntó aquella vez sonrojada—Eres un gran amigo y mhg…

No la dejó terminar. Los traviesos labios del moreno le robaron un beso a la castaña. Y ese había sido el fin de los labios vírgenes de cada uno…

—+—

—El único y el mejor de todos… nunca olvidaré la paliza que recibí de ella al final—murmuró para sí mismo—valió la pena.

Sonriente, escuchó un vidrio impactando contra el suelo desde la cocina…


¿Qué tal? ¿Te gusto la segunda parte? .

Espero que sí, Li. ¡Te quiero un montón!