¡Buenas noches a todos! Les habla Ann Parthenoapeus. Me excuso por la tardanza en subir un nuevo capítulo, pero debido al comienzo del ciclo académico de mi universidad, tuve que acomodar los horarios para mantener mis dos fics. Las actualizaciones del fic estarán dadas de la siguiente forma: Un lunes sí y un lunes no. ¿Por qué? En la semana que no actualizaré Floreros, estaré trabajando en el capítulo de mi otro fic… De esta forma me aseguro de continuar con ambas historias. De nuevo siento la tardanza y agradezco la comprensión y la espera.

Aclaratoria antes de leer: Esta entre un rating "T" a un futuro rating "M". Estará ubicada en Londres durante la fecha de 1800. Tiene un leve reciclaje de los OC's que se ven en otra historia. Es un Universo Alterno como se podrá notar.

PoT no me pertenece (obviamente), en cambio me gusta usar sus personajes para crear buenas historias… o intentarlo.

PLOT: La vida de una debutante no es fácil, hermosos vestidos, cuidar de tu popularidad, coquetear con hombres guapos y bailar toda la noche... Todo con el brillante fin de encontrar un marido. Lamentablemente no todas las jóvenes debutantes consiguen su meta, o si lo consiguen eso pasa luego de varios años de espera para ser cortejada (ó aceptada, póngalo como quiera) por un hombre decente.

Sakuno Ryuzaki es exactamente así: una "no tan joven" debutante que tras su desastroso primer día en la sociedad londinense se vio relegada a convertirse en una afamada "florero", esas señoritas en las que nadie se interesa y viven de las sombras de los rincones y los canapés con crema.

Pero tras el regreso del famoso Ryoma Echizen, ese joven que se aventuró a huir a América años atrás, su vida se verá completamente de cabeza ante los oscuros y extraños encantos de él… sumados a los intentos casamenteros de la hermana de este

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CAPÍTULO III

Una de las cosas que más adoraba de salir de paseo, era la tranquilidad de los parques en las tempranas horas de la tarde. Su caballo, "motas", una yegua apenas en sus años jóvenes que su padre se había encargado de traer para ella hacía años y la había domado personalmente era cariñosa como ningún otro de los caballos que habían en la residencia Ryuzaki; bellísima de color crema con motas marrones por todo el pelaje, de allí provenía el nombre de la misma.

Mientras Tomoka la ayudaba a vestir, Kaidoh preparó a la yegua para la salida de Sakuno. Ya vestida con un traje para montar color verde menta, guantes con bordados y un delicado sombrero que la protegería del sol —Aunque, en lo personal, Sakuno prefería sentir los deliciosos rayos del sol golpear suavemente su rostro mientras caminaba, preferencias que solo conseguían el horror de su madre—. Cómo se había sentido incomoda y apenada con Tsukiko Echizen ante la idea de aparecerse en el parque sin nada que ofrecer para comer, Sakuno había solicitado a la cocinera que preparara algunos bocadillos.

Hacía mucho que no salía de paseo con sus dos amigas, y la sola idea de poder conversar con ellas sin verse envueltas en el bullicio de los salones de baile, sonaba maravilloso. Podrían hablar de tonterías y banalidades o comentar sobre los vestidos más bonitos que habían visto en las ultimas veladas, como no era del todo debido, jamás hablaban de cosas intimas durante las fiestas… después de todo habían oídos en todas partes y sobre todas las paredes.

—Bueno, Motas, seremos solo tú y yo mientras lleguemos al parque —Susurró con una sonrisa mientras acariciaba tiernamente el cuello de la yegua, quien soltó un bufido amigable antes de comenzar a caminar. Por supuesto, había pedido permiso a su madre, ya que serían tres señoritas y el parque era cercano, la dejó salir sin necesidad de una carabina.

"Una carabina para ir al parque, suena gracioso. Ni que fuera a verme con algún hombre". Por supuesto que no, aun estaba demasiado lejos de algo así… por no decir que desde su perspectiva era algo casi imposible.

Suspiró profundamente aguantando el aire unos momentos en sus pulmones antes de dejarlo escapar, últimamente le daba demasiadas vueltas a su soltería. Agitando la cabeza, se obligó a concentrar la vista en el camino de piedra y los arboles que rodeaban graciosamente las elegantes mansiones de Mayfair. Era el barrio de los "ricos" después de todo, los caminos más bellos y las plazas y parques mejor elaborados y distribuidos se encontraban en esa exquisita zona; sólo las familias más acaudaladas o con los títulos más viejos y fuertes vivían en por allí.

La calle estaba definitivamente solitaria; había oído que la velada de la noche anterior en la mansión de los Fuji había durado hasta altas horas de la madrugada y era muy probable que las personas no salieran durante ese día para descansar para la siguiente fiesta —Vamos, que en cada temporada de Londres había una fiesta tras otra… por supuesto, Sakuno evitaba ir a una que otra por sugerencia de su madre de no parecer desesperada…no era que lo estuviera en la realidad—. Sakuno no pensaba asistir a la fiesta que se llevaría a cabo ese día, de hecho ahorraba energías para la gran soirée en honor al cumpleaños de la madre de Lord Kikumaru. Sería en la mansión de los Kikumaru, y la celebración duraría dos días, con hospedaje y actividades para la mañana y tarde incluidas.

Eso sí que sería divertido. Por lo menos el año pasado lo había sido.

Estaba tan sumida en sus pensamientos, que en el momento en que cruzaba la calle para llegar a la entrada del parque, no notó el coche negro que venía desde uno de los lados. Tuvo que parar de golpe tras el sonido de la corneta, y su yegua alterada se situó en dos patas…

—¡Motas! ¡Calma! —Desesperada sujetándose de las riendas, Sakuno intentaba calmarla. Era la primera vez que la yegua, asustada por el sobresalto, se salía de su control.

En un abrir y cerrar de ojos sentía como el animal comenzaba a correr a gran velocidad, y las riendas ni siquiera servían para detenerla.

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Lo que más adoraba Ryoma de Hyde Park era la cercanía que tenía con la casa de sus padres. Bastaba solo cruzar un par de calles para llegar al centro del parque; así que solo fue cuestión de exactamente cinco minutos desde la salida de la mansión de los Echizen antes de que se encontraran cabalgando en pequeños círculos por el parque.

—No ha cambiado nada —Dijo con nostalgia, entrecerrando un poco los ojos para mirar a su alrededor. Damas en extravagantes vestidos, se paseaban del brazo de hombres que caminaban con el mentón bien en alto; familias o parejas tomando el té sobre una manta en el pasto verde; y por supuesto, las personas que venían exclusivamente a cabalgar. Los arboles seguían siendo igual de verdes, y el agua del estanque donde una familia de patos nadaba, permanecía del mismo color verdoso que recordaba.

Tsukiko se acomodaba sobre la silla de montar con una suave mueca. Aparentemente algo le incomodaba con su vestido, pero si algo había aprendido Ryoma al tener una hermana como ella, era a no preguntar lo que ocurría… Se quejaría de que no necesitaba la ayuda de nadie… Si de verdad algo le molestaba a Tsukiko y era imposible para ella de resolver, entonces se lo haría saber.

—No hables como si llevaras diez años sin venir aquí —Alzando la vista de las riendas, ella pasó a mirar hacia Tezuka, quien maravillado admiraba la belleza de un típico parque inglés —. ¿Es su primera vez en Londres, Señor Tezuka?

Girando un poco la cabeza y subiéndose las gafas por el puente de la nariz, Tezuka clavó su mirada en Tsukiko y guardó silencio por unos instantes. Fue gracioso, Ryoma sabía que Tezuka era de mirada fuerte, y ver a su hermana un poco incomoda al respecto, era digno de observar.

—Así es, es mi primera vez en Inglaterra como tal —Contestó solemnemente.

Tsukiko separó los labios a punto de decir algo, cuando un caballo pasó a toda velocidad frente a ellos. Alarmada, su hermana abrió los ojos de par en par.

—¡¿Motas?! ¡¿Sakuno?!

Ryoma, aturdido pasó a mirarla.

—¿Tsu…?

—¡Creo que no puede controlar al caballo!

—¿..q…?

—¡No te quedes allí! ¡Sé hombre!

Todavía sin salir de su aturdimiento, agitó las riendas del caballo con fuerza y lo sintió correr con velocidad y el viento le golpeó con fuerza el rostro. Fue solo cuestión de segundos antes de que pudiera alcanzarla, la joven en cuestión había perdido su sombrero —y sus horquillas— momentos atrás y una cabellera pelirroja revoloteaba en el viento mientras que con expresión asustada intentaba controlar a la yegua manchada.

—¡Deme la mano! ¡Tiene que saltar o la hará caer! —Gritó contra el viento para llamar la atención. La mujer lo miró de soslayo, y enseguida regresó la vista a las riendas.

—¡P-puedo… hacerlo sola!

¿No lo había oído? El golpe que se llevaría la mujer pelirroja contra el suelo por la posible e inminente caída que le causaría la yegua fuera de control, sería poderosa y dolorosa. Intentando adelantarla para poder interceptar el camino de la yegua, Ryoma comenzó a agitar las riendas con mayor fuerza.

"No hay de otra… tendré que pasarme a su caballo". Así tomaría las riendas y lo detendría.

Lamentablemente había olvidado la presencia del lago a solo algunos metros del camino que recorrían, y mientras estaba calculando el cómo pasarse desde su silla al de la mujer pelirroja quien aun sufría por jalar las riendas, acercó el caballo a la yegua, pero esta frenó de golpe tan fuerte que alzó su trasero y frente a los ojos sorprendidos de Ryoma, la pobre chica salió volando con un pequeño grito…. Para terminar en el lago.

—Dios santo… —Susurró mientras bajaba rápidamente de su caballo y se apresuraba entrar al lago. Los patos habían salido disparados después de que la muchacha pelirroja terminara agitando las aguas, y en ese momento luchaba por ponerse de pie. El agua color verdoso le llegaba cerca de las caderas, y estirando ambas manos, la tomó por los codos y la ayudó a ponerse de pie —. Disculpe, intente advertirle —De hecho, había intentado salvarla.

La chica tenía el cabello pelirrojo ondulado, completamente suelto y pegado al rostro, le castañeaban los dientes por el agua fría y el hecho de que su delicado vestido de montar estuviera no solo arruinado si no también empapado no ayudaba en nada. Ella pasó a mirarlo con enormes ojos castaños… Estaba seguro que jamás había visto unos ojos tan bonitos como esos. Repentinamente se sintió infinitamente apenado por no haber podido ayudarla a tiempo, y que ella pareciera a punto de llorar por la pena de la situación en la que se encontraba.

Apretando la mandíbula al oír la ola de murmullos de probablemente todos los aristócratas que se encontraban en el parque, Ryoma se quitó la chaqueta de su traje y con suavidad la puso sobre los hombros de ella. No había dicho ni una sola palabra, pero estaba seguro por la forma en que lo había mirado, que estaba a punto de echarse a llorar. Sin el más mínimo esfuerzo, la tomó en brazos alejándola por completo del agua y comenzó a caminar para salir del pequeño lago.

—¡…! ¡S-..S-…Se…ñor… y-yo… puedo… caminar! —Con una voz suave y delicada, escuchó el pequeño y tímido tartamudeo… ¿sería por el frío? Bajó la mirada, y los mismos ojos enormes y castaños lo miraron de nuevo, esta vez con un delicado rubor en sus mejillas pálidas. Tsukiko había ido con su propio caballo hasta allí, y furiosa se había bajado a espantar a todos las personas que se habían acercado a mirar lo ocurrido.

—¡Fuera! ¡No hay nada que ver aquí! —Agitaba las manos enguantadas como si estuviera tratando con animales salvajes, y la pareja de aristócratas sumados a los distintos jóvenes que se habían arrimado para observar lo ocurrido, se giraron y esfumaron murmurando comentarios que en lo personal, Ryoma no quería oír ni conocer. Su hermana, caminó a grandes zancadas hacia ellos, ni siquiera se molesto en alzarse un poco el vestido para montar y casi tropieza con el dobladillo del mismo —. ¡Sakuno! ¡Cielos santo! ¿Estás bien?

No lo estaba, podía sentirla tiritar con violencia entre sus brazos. Sin embargo, con esa voz tan dulce y cargada de nerviosismo le respondió a Tsukiko —. E-estoy… bien… de verdad.

"Más bien creo que pescará un resfriado a pesar de que estamos en los días más calurosos de verano". Pensó pero se abstuvo de comentarlo.

Tezuka se había acercado a ellos en el caballo y se había bajado. Para el momento en que Ryoma dejaba a la joven dama pelirroja con suavidad en el suelo, su socio había sacado la silla de montar de sobre el cimarrón de la familia Echizen, y había tomado la tela que protegía el lomo del animal. Era un hombre inteligente, y a falta de una toalla decente, no podía siquiera quejarse.

Incluso su estirada hermana se abstuvo de soltar un comentario con respecto al olor de la tela.

—Esto es mejor que tener un resfriado en pleno verano.

Sin pensarlo, Ryoma tomó con suavidad la tela y la colocó con suma delicadeza sobre los hombros de la muchacha, quién se encogía mientras gotas de agua se deslizaban todavía por sus mejillas y se escurrían de su pelo. Tenía la mirada clavada en el suelo, e inconscientemente él se vio en la necesidad de ladear el rostro para poder tener de nuevo la vista de ese par de ojos castaños, enormes y expresivos…

Pero, ¡Demonios! ¡Estaba a punto de conseguir que ella lo mirara cuando su queridísima hermana menor, la rodeó con un brazo por los hombros y la apartó de él! Simplemente la arrastró con ella, como protegiéndola de la mirada de ambos.

Cruzándose de brazos, Ryoma frunció el ceño profundamente de forma inconsciente. No se dio cuenta del momento en que su socio se situó a su lado, firme y con las manos tras la espalda mirando también hacia las dos jóvenes ya algo más apartadas.

—Supongo que nuestro paseo quedó cancelado.

—Lamentablemente —Fue lo único que supo contestar tras delicados segundos de silencio.

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Sakuno todavía podía sentir la garganta arder tras haber tragado esa horrible agua de color verdoso del estanque de Hyde Park. Si había creído que ya no podía vivir una mayor vergüenza que la que vivió en su primer día en sociedad, pues entonces estaba muy equivocada… al parecer su vida estaba preparada para sobrellevar una humillación tras otra. El tapete con olor a caballo no le molestaba y de hecho, sentir el brazo protector de Tsukiko alrededor de sus hombros la hacía entrar en un episodio de paz donde milagrosamente pensaba que todo lo malo ya había pasado.

…No era así. Le picaban los ojos y su ropa y cabello chorreaba.

—¿Y Motas? —Preguntó con voz nasal y buscando con la mirada a su yegua manchada.

—¿Te acabas de caer a un lago y lo primero que preguntas es donde está tu caballo? —Vio como Tsukiko enarcaba las cejas, mientras que con su mano enguantaba le retiraba un poco del exceso de agua del rostro —. Te llevaré a mi casa, queda cerca, necesitas cambiarte de ropa y darte un baño de agua caliente.

—…Mi casa queda cerca también.

—Pero la mía más… no aceptaré un "No" por respuesta. No después del susto que me he llevado al verte sobre un caballo endemoniado. Recuérdame no volver a sugerir un paseo a caballo por el parque.

A pesar de su desdicha personal, el último comentario de Tsukiko consiguió arrancarle una suave sonrisa.

—Volví a hacer el ridículo —susurró en medio de un suspiro.

—No pienses en eso… cualquiera pudo haberse caído allí adentro… —Tsukiko pasó a cambiar su expresión por una pensativa y entrecerró sus ojos verde esmeralda en el proceso —. ¿Quieres que entre para que ambas pasemos la vergüenza?

Alarmada, agitó las manos negativamente.

—¡Pero qué dices! No hagas algo así.

Riendo con suavidad y encantada de haberle hecho cambiar la expresión de desanimo, Tsukiko la rodeó con un brazo nuevamente y la obligó a caminar hacia los caballos. Dos hombres se encontraban de pie junto a los animales… uno de ellos… el caballero de cabellos negro verdoso que se había metido al lago para sacarla, sostenía las riendas de su querida yegua manchada.

Teniendo agua en los ojos y viendo borroso por las ganas de llorar, no había tenido la oportunidad de verlo bien. Alto y con musculatura delgada que se notaba por encima de la chaqueta negra de su traje para cabalgar; cabello negro con reflejos verdes… se veían suaves y sedosos, tanto como para que la brisa se los moviera delicadamente. El porte que poseía era imponente, y su perfil hermoso y masculino.

Jamás había visto a alguien así… Prácticamente la dejó sin aliento, y su rostro pasó a tornarse de un color rojo profundo —Lo sabía porque sentía el calor agolparse en sus mejillas— al recordar, que de hecho, él la había visto en lo que podía considerarse uno de los momentos más ridículos y vergonzosos de su vida. No es que tuviera la esperanza de captar la atención de un hombre así, pero por dios santo… tenía su orgullo… muy en el fondo lo tenía. Y acababa de ser roto en mil trocitos pequeños.

Cuando ya solo se encontraban a muy poca distancia de los caballos —Tsukiko la arrastraba, técnicamente hablando. Por ella hubiese preferido huir hacia el lado contrario—, el joven caballero giró su cabeza y un par de ojos ámbares le devolvieron la mirada. Ojos felinos y rasgados… ¿alguna vez había visto unos ojos así? Nunca… muy segura de que jamás, se había encontrado con una mirada así.

—Ryoma, nos vamos a casa. Sakuno viene con nosotros —La voz de Tsukiko se oía tan lejos, y Sakuno sólo podía darse cuenta que estaba perdida en ese par de ojos hipnóticos.

¿Ryoma? ¿Había dicho Ryoma?

—Cierto, Sakuno. Déjame hacer una presentación apresurada —Obligándose a desviar la vista y centrar toda su atención en la figura delicada de Tsukiko y en sus palabras, Sakuno pestañeo aturdida —. Él es Ryoma Echizen, mi hermano mayor que llegó de las colonias hoy en la mañana.

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Bueno, esto es todo por el capítulo de esta semana. Espero hayan disfrutado leerlo como yo disfrute de escribirlo.

Agradecimientos a las personas que dejaron sus R&R que recibí durante el capítulo anterior: Hillary, Mumi Evans Elric, Emma3mikan, Sibreka, Andr19, Katte Turner y Michi. Aun no he tenido tiempo de responder personalmente a todos los R&R, pero intentaré encargarme de ello este fin de semana. Muchas gracias por el apoyo, nuevamente.

Si hay alguna duda o comentario o corrección o simplemente quieren saludar y darme su opinión —muchos "O"—, pueden hacerlo mediante un R&R. Las preguntas las respondo por MP así como los comentarios que recibo.

Saludos,

Ann Parthenopaeus.