Esta era una idea loca que tenía hace un tiempo. La escribí y a Misao le encantó, así que aquí la tienen :D
Disclaimer: ¿Debo decirlo? No me pertenecen los dorados... ni los plateados... por los bronceados no lloro tanto. Stöder y Axl le pertenecen a Misao y me los presta, todos los otros personajes han sido creados por mi :D
Lazos
A 9 días del mes de febrero del año de Gracia de 1739
Stöder se quedó mirando a la jovencita que tenía frente a él, mientras suprimía el deseo de llevarse una mano al rostro. Cuando el viejo amigo de su padre le había mandado un mensaje requiriendo su presencia de forma urgente en aquel pequeño pueblito de la muy reciente prefectura de Qinghai, jamás imaginó que sería para esto.
- Señor Tsell, no creo que entienda mi posición…
- No muchacho, tú no entiendes la mía. Hao, el hijo mayor del señor Liang, ha correteado a mi pequeña Aina desde que la vio por primera vez hace dos años, cuando nos asentamos definitivamente en este lugar. Y cuando digo 'correteado' me refiero a eso: cada vez que mi pobre pequeña sale de nuestro hogar ese infame mocoso se convierte en su sombra, hostigándola. Y al ser el hijo del gobernador ya se nos ha hecho saber por muchas de sus amistades que tarde o temprano hará de mi hija su mujer, sin que podamos hacer nada al respecto… excepto esto.
Stöder observó nuevamente a la joven y a su madre, quienes se encontraban a ambos lados del hombre con quien hablaba. Ambas se veían preocupadas e incluso algo asustadas, aunque en la joven podía ver algo de admiración al observar su armadura dorada. Suspiró, mientras trataba de pensar en una respuesta.
- Señor Tsell, me honra al considerarme en esta situación, pero usted bien sabe que como santo de Athena no puedo… - el dorado calló al ver la expresión molesta del hombre frente a él.
- Sé perfectamente que los santos en ejercicios requieren de la autorización de Athena en el caso de contraer matrimonio, pero también sé que tu aprendiz presentará la prueba para obtener la misma armadura que hoy tienes en un par de semanas. A partir de ese momento, serás libre para casarte cuando, donde y con quién quieras.
- Touché – dijó Crisomalón, sacando una risa de ambas lemurianas. Sabía que Stöder lo regañaría por meterse en discusiones ajenas, pero le gustaba aprovechar cualquier oportunidad de hacerse notar cuando se encontraba entre lemurianos.
- Joven Stöder, por favor – el dorado reprimió un estremecimiento al ser llamado así. Vivir entre no-lemurianos lo había mal acostumbrado y no podía evitar sentirse viejo a sus 49 años, edad que para sus congéneres lo ubicaba en la flor de la juventud. – Aina es una buena chica y no merece quedar atrapada con un joven violento y abusador como el hijo del gobernador. Por favor joven Aries, acepte nuestra petición – dijo la madre de la joven, mientras se inclinaba en señal de súplica y respeto.
Volvió a mirar a la muchacha. En realidad era bastante bonita, con sus ojos lavanda y su cabello aguamarina, la juventud de sus 25 años (casi, casi una niña en términos lemurianos) destacaba aún más su sencilla belleza.
Quizás… quizás no era tan mala idea un matrimonio arreglado.
X – x – x
Aína se sentía incapaz de contener tanta emoción que corría por sus venas.
Hacía poco más de una quincena se había casado en secreto con el ex santo de Aries. Conociéndose tan poco, y con toda la caballerosidad propia de un guerrero de Athena, apenas si la había tocado aquella noche (aunque sí habían compartido el lecho, requisito mínimo para considerarse marido y mujer bajo las costumbres lemurianas), para luego dejarla bajo la protección de sus padres para que, por dos semanas, continuara con su vida normal ante los ojos de la comunidad en la que vivía.
Acomodar su nueva vida como guardián de Jamir y zanjar algunos asuntos en Grecia le había tomado un poco más de tiempo del estimado, pero hoy finalmente había llegado a buscarla y reclamarla públicamente como su esposa. Y justo a tiempo, había que señalar: Liang Hao(*), el hijo del gobernador, había aparecido esa mañana y le había exigido a sus padres, ante toda la gente reunida en el mercado, que le entregaran a la joven para hacerla su mujer.
En el preciso momento en que los hombres de Hao la tomaban, dispuestos a arrastrarla rumbo al hogar de la familia Liang (mientras otro grupo le impedía a sus padres el poder socorrerla), Stöder apareció.
Aún cuando su aprendiz recientemente había ganado el derecho a usar el ropaje de Aries, la dorada armadura cubría la robusta fisonomía del lemuriano, su brillo contrastando con su cabello negro. Sus ojos, del mismo oscuro color, observaron con frialdad a los presentes por unos segundos para luego, con un par de simples y muy rápidos movimientos, hacer morder el polvo a los matones que acosaban a la pequeña familia lemuriana.
- ¡¿Qué crees que haces con MI Mujer?! – preguntó con fría pero furiosa calma, elevando sutilmente su cosmo, congelando a los hombres de la patrulla que acudía ante el disturbio. Cruzó miradas con su suegro, comunicándose silenciosamente. Tras un breve gesto del hombre, tomó a la joven de la cintura, atrayéndola a él, y desapareció.
A 29 días del mes de Junio del año de Gracia de 1743
Deslizó con suavidad el pequeño cuerpo de la aprendiza junto a la de su vieja amiga.
Había llegado pocos minutos atrás, tras recibir el mensaje que señalaba la muerte de varios santos y aprendices. Al recibir la noticia no pudo más que aparecer en el Santuario, abandonando momentáneamente su guardia en Jamir.
De la misma forma en que Chiara era la única persona del Santuario (junto a Athena) que conocía su secreto, él era el único que conocía la verdad sobre su pequeña aprendiza. Se sentía en la obligación de asegurarse que ambas fueran sepultadas juntas, como madre e hija, reconociendo públicamente la relación entre ambas, y que habían mantenido en secreto por tanto tiempo.
- Lamento mucho lo de Chiara, Maestro - su antiguo aprendiz puso una mano sobre su hombro en señal de apoyo. – Me aseguraré que, cuando todo esto termine, Alessia quede junto a su madre y no con el resto de los aprendices.
- Ponlas junto a Karl. Ellas deben quedar junto a él – susurró el antiguo dorado, sorprendiendo a Shion con aquella revelación. Se puso de pie y enfrentó a su pupilo. – Asegúrate que nadie… - su voz se quebró en el mismo instante en que una energía conocida se elevaba como una alarma lejana…
- ¡Atacan Jamir! – exclamó el joven santo de Aries, más nadie escuchó sus palabras. Stöder se había transportado a la torre de Jamir en cuanto sintió el ataque, aterrado.
Habían pasado 4 años desde su matrimonio arreglado con Aína, la joven lemuriana que había sacado de China. El sutil e inconsciente coqueteo de aquellos que recién se conocen reinó en sus primeros meses de convivencia. Luego vino la amistad, que les permitió acomodarse en una sencilla y cómoda convivencia en la solitaria torre. Y sin darse cuenta, se había enamorado de la niña de ojos lavanda.
Ahí estaba su secreto, aquel que sólo conocían Athena y su desaparecida amiga Chiara. Secreto que había crecido había poco tiempo: en los últimos días del mes de abril, poco antes de la muerte del santo del Águila, su dulce Aína había dado a luz a Tifa, una pequeña de cabellos grises y ojos lavanda, y junto a ella Relt, su mellizo de cabellos azules y ojos negros.
Su pequeña y apreciada familia, aislada en la soledad de la lejana Jamir.
Apareció en el cuarto que compartía con su esposa, encontrando sólo el silencio. No había señal de cualquier ataque, y fuera de la torre todo parecía tranquilo. Bajó con precaución, buscando en cada piso por si su esposa estuviera oculta con los bebés. Al bajar al primer piso, se encontró de frente con dos espectros.
Atacó rápida y automáticamente, sin darles tiempo a reaccionar. No tardó más que un par de minutos en acabar con ellos, luego de lo cual salió de la torre a buscar a su familia.
Encontró el pañuelo de Aína (regalo de su madre) despezado en la pequeña huerta que mantenía no lejos de la torre. Todo el lugar parecía haber sido tocado por un vendaval, borrando cualquier huella que le indicara hacia donde había escapado su mujer. Pero el conocía muy bien a qué lugares podría haber huido.
Aún siendo lemuriana, la capacidad de teletransportarse de la joven era bastante precaria. Apenas era capaz de aparecer algunas decenas de metros más lejos de su origen, por lo que una escapada por ese medio le era imposible. Sin embargo, habían ideado un plan alternativo en caso de que sufrieran un ataque.
Habían creado varios pequeños e imperceptibles refugios en las montañas, ubicados a varios metros entre sí, sin un patrón u organización distinguible. En los dos primeros encontró objetos que probaban el paso de su esposa, más parecían ser señuelos para los espectros, quienes habían destrozado prácticamente todo al no encontrarla. En el tercero sólo estaba una de las mantas de los bebés, sin ninguna señal de lucha. Pero al no encontrar nada en el cuarto, comenzó a desesperarse.
Hasta que escuchó un quejido, muy suave, en lo más profundo de la cueva.
Relt lo observó con sus oscuros y llorosos ojos y se revolvió, llorando al no poder moverse dentro del apretado capullo en el que estaba envuelto. Con suavidad Stöder lo tomó entre sus brazos, y se transportó a una de las tres aldeas lemurianas de la zona (la más lejana a Jamir) para dejarlo junto a la comadrona que les había ayudado cuando su mujer había dado a luz.
Regresó a los refugios para buscar a su mujer, pero sólo encontró a un grupo enorme de espectros junto a unas rocas. Y aunque tenía toda la fuerza y poder de un santo dorado, la falta de una armadura que lo protegiese pesó en la batalla.
Stöder de Aries murió en las montañas entre Jamir y las secretas aldeas lemurianas, llevándose a 7 espectros con él.
X – x – x
Aína no tenía entrenamiento alguno en combate, pero sus genes lemurianos le permitían percibir aquellos flujos y movimientos en el ambiente que acusaban a los usuarios de cosmoenergía. Fueron esos flujos los que le advirtieron de los intrusos, mientras trabajaba en el pequeño huerto que mantenía cerca de la torre.
Sin perder tiempo tomo la canasta en la que solía llevar a sus bebés, y se alejó lo más posible del lugar. Aún cuando Stöder le había enseñado a usar sus poderes teléquineticos y de teletransportación (habilidades que jamás había usado mientras vivía con sus padres) aún era incapaz de moverse a grandes distancias, y mucho menos viajar con ambos bebés al mismo tiempo.
Su plan era de escape era dejar a uno de los bebés en el refugio más cercano, y teletransportarse al siguiente. Volver luego con el otro bebé y llevarlo a otro refugio algo más cercano. Y repetir el proceso, alejando a los pequeños del peligro, intercalando los refugios en los que los escondería.
Se tomó el tiempo de dejar un par de señuelos en algunas de las cuevas, esperando que eso distrajera a sus perseguidores. Pero los espectros no fueron engañados: habían sido enviados especialmente para lidiar con lemurianos, y fueron capaces de encontrar la forma de seguir el verdadero rastro de la mujer.
Aína se dio cuenta que los tenía encima cuando pretendía dejar a su pequeña Tifa en la más pequeña de las cuevas. Comprendiendo que aquellos que la perseguían podían ya seguir su rastro al transportarse, tomó a la pequeña en sus brazos y corrió en dirección de la aldea lemuriana que sabía más cercana.
Un sorpresivo ataque detuvo su carrera. No fue dirigido a ella, sino a las laderas de las montañas que la rodeaban. Antes de poder darse cuenta, decenas de rocas de todos los tamaños cayeron sobre ella. Se agachó, buscando instintivamente una zona segura, y cubrió a su bebé con su cuerpo.
X – x – x
Caía ya la noche cuando un grupo de hombres desde la aldea cercana llegó al lugar. Habían sentido la batalla, más no se habían acercado, ya que nadie más en la zona era capaz de enfrentar a los intrusos que habían atacado Jamir. Cuando sintieron que los sobrevivientes del combate se habían marchado, salieron en busca del guardián de la torre.
Lo encontraron a la mitad del camino, sobre un charco formado por su propia sangre y la de sus enemigos. Siete espectros yacían cerca de él.
Comenzaban a mover los cuerpos, cuando un suave llanto les llamó la atención. Al darse cuenta que venía del montón de rocas cercano, comenzaron a moverlas rápidamente, hasta encontrar el maltrecho cuerpo de una joven y (para ellos) desconocida mujer. En sus brazos, una pequeña de ojos lavanda lloraba con desesperación. Conmovido, el mayor de los aldeanos la tomó y, dejando el trabajo a sus compañeros, se la llevó a su mujer.
Y así Tifa, luego llamada Elue, creció en la más grande de las aldeas lemurianas de Jamir. Varias décadas después, tuvo una hija, y esa hija tuvo tres hijos. El menor de ellos, un comerciante que gustaba viajar, se casó con la joven amazona Ital de Buril. Juntos, antes de su misteriosa desaparición, tuvieron un único hijo: un pequeño de cabellos de fuego al que llamaron Kiki.
Relt creció en la más pequeña y lejana de las tres aldeas, al cuidado de la comadrona del lugar. Muy joven dejó su hogar, para viajar por Asia y Europa y aplicar nuevas técnicas al viejo arte de la orfebrería lemuriana que había aprendido en su hogar. En uno de sus viajes a Jamir se casó con una amiga de la infancia, con quien tuvo dos hijos. El mayor continuó el trabajo de orfebre de su padre, el que luego enseñó a su hijo: un lemuriano de cabellos azules conocido como Axl Lüntz, padre del santo dorado Mu de Aries.
(*) Está escrito de la forma tradicional china: apellido primero y nombre después