Disclaimer: Candy Candy y sus personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi respectivamente, la trama que leerán a continuación tendrá datos de la serie original y de mi propia autoría. Este proyecto está siendo realizado con el único propósito de entretener sin fines de lucro.


NOTA:

En respeto a todas las lectoras, especialmente a las sensibles, es mi responsabilidad advertirles que si bien esta trama tendrá sucesos lindos, rosas, románticos y tiernos, también plantearé situaciones muy crudas y realistas las cuales serán narradas de forma detallada y explícita.


Objetivo:

Con esta trama, lo que pretendo es llevar una idea más detallada y precisa del origen de los protagonistas (Candy y Terry) y rellenar algunos espacios vacíos que quedaron en la serie basándome en mi imaginación, opinión y criterio personal. OJO: según mi criterio personal, no estoy dando nada por hecho, ni pretendo convencer a nadie de mi punto de vista, este trabajo es mero entretenimiento y creatividad.


Advertencia: Todos mis fics contienen lemmon, cuando la ocasión lo amerite, habrán escenas de carácter sexual explícito, mas no vulgar o con la intención de ofender, aún así, recomiendo amplio criterio.


Tocado por un ángel

Por: Wendy Grandchester

Capítulo 1 El origen de Terry


Nueva York, 1895

A sus dieciocho años, estaba en la flor de su juventud, era la estampa de la belleza, de la lozanía. Era una joven alta, de porte elegante, espesa cabellera rubia, impactantes ojos azúl profundo, labios sensuales de sonrisa cautivante y un lunar cerquita de la boca que inspiraba al pecado, constractando su expresión inocente.

—"Mas aún cuando el tiempo inescrupuloso vista de arrugas mis carnes y mi corazón cese su latir, sabrás amor mío, que yo viví para ti..."

Y tras una lluvia de aplausos se cerró el telón. Él sintió una especie de abandono cuando la enorme cortina y la oscuridad apartó su imagen de sus ojos. Era la tercera función consecutiva a la que asistía y no había tenido la mínima posibilidad de acercarse, de hablarle.

¿Podría enamorarse de una dama que no conocía? Una dama que en el teatro era todas las mujeres juntas y ninguna a la vez, un amalgama que lo había cautivado.

—Damas, caballeros, se les agradece el respaldo y sus majestuosas presencias, en honor a ustedes, ofreceremos unos bocadillos en el salón de baile, además contaremos con la bellísima Eleanor Baker como anfitriona.

Justo cuando se iba, convencido de que no tendría oportunidad, la vio emerger nuevamente, con un vestido rojo, ceñido y su aire de reina, sonriendo para todos, sin mirarlo a él, provocándole los más absurdos celos.

—Señorita Baker...— se atrevió por fin a abordarla.

—¿Sí?— Lo encaró sin el más mínimo atisbo de timidez, sonriéndole con sus labios seductores, como había sido adiestrada para el público.

—Debo decirle que su interpretación fue magistral, mi más grata admiración.— se inclinó y besó su mano en la cual llevaba un elegante guante blanco.

—Muchas gracias, señor...

—Richard. Richard Grandchester.— Se presentó el hombre.

Eleanor se cautivó por sus impecables modales, su acento extranjero que parecía tocarla como la seda, su gallardía, era alto, no debía pasar los veinticinco años. Tenía el cabello oscuro, unas canas prematuras en las sienes y sabios e inquisitivos ojos marrones.

—Señorita Eleanor, ¿me concede el honor de bailar conmigo esta pieza?— Un hombre adinerado, de traje a la medida los interrumpió con prepotencia.

—Eh... por supuesto...—respondió algo nerviosa.

Mientras ella con gracia bailaba con el individuo, desde su prudente distancia, Richard Grandchester la taladraba con su mirada iracunda, lleno de celos.

Esperó pacientemente a que terminara de bailar, sintiéndose burlado, apretó la copa de vino en su mano hasta que la rompió. Tan pronto como ese primer baile culminara, Eleanor se dirigía a sentarse, más un agarre fuerte y firme la encaminó a la pista nuevamente.

—¡Oh!— exclamó sorprendida y desconcertada.

— He venido desde muy lejos sólo para verla a usted, no permitiré que le de su atención a nadie más.— dijo mientras la giraba en sus brazos y la miraba con toda la pasión, furia e intensidad de la que era capaz.

—Usted no puede exigir tales privilegios, yo me debo a mi público, no le daré exclusividad...

—Hable menos, Eleanor y muévase más, no desperdicie esta pieza maestra.— Le dio una vuelta y luego ella cayó de vuelta en sus brazos, agolpándose con su pecho, con su cínica sonrisa de triunfo.

...

—Estuviste espectacular hoy, Ellie, estoy tan orgullosa...— Su madre, Helena Baker, besó la mejilla de su hija mientras esta se desvestía en el camerino tras terminar la recepción.

—Espero que Hathaway esté complacido, me he dejado la piel en ese estrado.

—Me temo que dejaste a todos más que complacidos, en especial aquél caballero inglés...

—¡Caballero inglés mis calcetas! Ese de caballero no tiene ni la primera letra. Me acaparó toda la noche, se portó como un déspota, un cínico, ahuyentó a los invitados y encima...

—Te ha dejado este precioso ramo... con estos chocolates...

A Eleanor se le detuvo el argumento y parpadeó al mirar ese ramo de lirios que sobresalía de todas las rosas que había recibido, el finísimo listón que las sujetaba y la nota que llevaba consigo.

Para una mujer única,

la causante de mis noches de insomnio,

de mis latidos más desbocados,

Richard Grandchester

—Creo que ese hombre tiene verdadero y genuino interés en ti. Además, se ve que viene de buena cuna...

—¡Ja! Seguramente, tanta prepotencia y arrogancia no podría ser por otro motivo.

—Dale una oportunidad, Ellie, no vas a negarme que te gusta...

—Bueno...—dibujó una sonrisa sin quererlo.

...

—Vienes de Inglaterra, tienes muchos negocios, pero... ¿qué más haces? En el fondo, no se nada de ti...

—Amarte, eso hago.— de la mano, caminando por el parque, le dio un suave beso en los labios.

—Richard, en serio... ¿no me estás ocultando nada?

—¿Te he dicho lo hermosos que son tus ojos hoy?

Richard no le quería decir que había un destino del que huía, uno que alejaba precisamente a las mujeres como Eleanor, mujeres de espíritu libre, de fuertes convicciones que no van acorde con los tiempos y la sociedad, mujeres que rehuyen el encarcelamiento de las tradiciones, de la jaula de oro que es la aristocracia.

Llevaban unos meses viéndose, por la bendición de su madre, a falta de un padre que jamás conoció, Richard Grandchester era oficialmente el novio de la bellísima y joven actriz Eleanor Baker.

—¿Quieres hacer algo inolvidable?—le preguntó Richard, recostado de un árbol, sonriendo de lado, con un aire jovial y despreocupado, esa sonrisa totalmente persuasiva.

—¿Estás seguro de que será inolvidable? Te advierto que muy pocas cosas me sorprenden.

—Esta podrás contarla entre ellas.

Si bien Richard hacía a Eleanor volar aún cuando su cuerpo se encontraba en tierra firme, sin duda, estar con él en su avioneta, saludando las nubes era lo más increíble que había experimentado en su vida.

—Esto ha sido maravilloso, Richard... ¿podemos hacerlo otra vez? ¡Quiero hacerlo otra vez!—estaba eufórica, sonriendo, cautivándolo.

—Me temo que hoy no, tenemos que llegar a tiempo para la cena.— la expresión de ella se cayó.

—¡Eres siempre tan correcto!

—Y tú una chica caprichosa, vámonos.

—No hasta que volemos otra vez.— se impuso.

—Ellie...— suspiró impaciente.

—Siempre es lo que tú digas, a veces yo también quiero elegir, ¡te enteras!

—Eleanor, deja tus escenas, sabes muy bien que todo lo hago por ti... ahora, baja y vámonos.

—¡Grrrgg!

Se bajó de la avioneta y se encaminaron hacia la casa de ella, el enojo se le pasó rápido. Eleanor era joven, hija única, siempre con mimos y atenciones por doquier, eso la había hecho crecer algo engreída, aunque no evitaba que Richard la adorara.

—Deseo su bendición para unirme en matrimonio con su bella hija, la amo demasiado y no podría imaginar vivir sin ella...— Richard se arrodilló ante ambas mujeres y sacó una alianza para Eleanor.

—Es una honra que tenga tan legítimas intenciones con mi hija, Richard, sin embargo, antes de entregarla a usted en matrimonio, me gustaría saber más sobre usted, su familia...

—No vengo de una familia extensa, señora Baker. Mi madre murió hace unos años, no tuve hermanos y mi padre... se encuentra en Londres, muy delicado de salud...

—¡Oh! Lo siento... Bueno, si se aman, yo no seré piedra de tropiezo entre ustedes.

Meses después, se realizó una discreta boda, Richard exigió que fuese así, no quería a la prensa acosándolos y mucho menos que la noticia llegara a Londres a oídos de su padre, el Duque de Grandchester. Se llevaba a su flamante esposa a la gran casa de Nueva York, amplia, de inmensos jardines y árboles frondosos.

—Es enorme... es...

—Ideal para una familia...—le susurró Richard.

En brazos, la llevó a la recámara nupcial y bajo la tenue luz de las velas, tuvo la lozanía de su cuerpo hermoso, probó las mieles de su inocencia y la hizo su mujer.

—Te amo, Ellie...

—Yo también, Richard... te amo tanto...

En su vida de recién casada, Eleanor dejó la actuación por un tiempo para dedicarse a su esposo, además de que a los pocos meses se había quedado embarazada.

—¿Cómo te fue en tu día?

—Un día normal. ¿Cómo te sientes tú?— besó su vientre abultado.

—Llena de vida. Es un milagro, sabes...

—¿El qué?

—El poder llevar una vida dentro de mí... sentir como se mueve... a veces me apalea.

—¿Te apalea?—preguntó intrigado.

—Al parecer no le gusta que esté sentada o acostada, cuando camino o estoy haciendo quehaceres, se queda muy quieto, o quieta... en cambio cuando descanso, enloquece y me patea con insistencia.

—Entonces es una pequeña caprichosa como tú...

—Tal vez... o quizás sólo es un pequeño déspota como tú...

—O quizás esté hambriento como yo, ¿cuánto le falta a la comida?

Eleanor vivía una vida tranquila y feliz, llena de sueños, con el amor y el cariño de Richard. En enero de 1897, nació su precioso niño, al que Richard llamó Terruce como su abuelo.

—Eres tan hermoso, tan hermoso, mi niño...— Eleanor no dejaba de admirarlo y llorar de alegría.

Terry, como cariñosamente ella lo llamaba, era un bebé sano, fuerte, de pelito oscuro como su papá y ojazos azules como ella, con el carácter de ambos.

—¿Quién te ha puesto tan elegante, eh?— Eleanor lo sacó de su cuna, estaba vestido de blanco, con un mono gorrito y sus zapatitos a juego, ya tenía seis meses.

—Es su bautizo. Hoy lo presentaremos ante Dios. ¿Verdad, mi amor?

En la iglesia, el pequeño fue presentado a Dios, recibiendo el agua pura caer sobre su cabecita y los deseos de que fuera un niño feliz, encaminado por las sendas rectas, la gracia de Dios y la compasión.

La casa era grande, Eleanor contaba con empleadas para el servicio, pero aún así, había cosas que disfrutaba hacer ella, como las papillas de Terry y la comida de Richard.

—Terry, no llores, mamá no puede tenerte en brazos todo el día, tengo que hacer tu comida y la de tu papi...

El niño se reía, mostrando un encantador hoyuelo en su mejilla derecha, confiada en que ya estaba tranquilo, Eleanor lo volvió a dejar en su cuna, pero tan pronto como tocó su mullido colchón, comenzó a llorar con furia y exigencia.

—Está bien, está bien... odias tu cuna, lo sé, pero... ¿cómo voy a preparar tu comida?

Eleanor tomó una manta y usando su ingenio, colocó a Terry en ella y se la amarró entre un brazo y el vientre, de modo que cargaba a Terry como si fuera el saco de un canguro y santo remedio. Él niño disfrutaba de ser cargado de un lado a otro mientras su madre cocinaba.

Cuando su papilla estuvo lista, Eleanor lo sentó sobre la mesa y comenzó a darle la papilla, pero esa vez no la quería.

—Vamos, es tu favorita...

—Ba... ba... bababa...— jugaba con la cucharita, haciendo un desastre con el puré de calabazas.

—¿Y ahora por qué lloras? Tú has sido quien no ha querido comer.

Resignada, Eleanor lo pegó a su pecho, del cual Terry se alimentaba con tantas ansias que parecía que se ahogaría, mientras tomaba de uno, sujetaba el otro, muy posesivo y glotón.

—¿Y qué pasó aquí?— Preguntó Richard al ver el desastre en la cocina.

—¿Qué crees que pasó? Tu hijo no quiso su comida, tras que me hizo cargarlo como una canguro todo el día...

—¿Como canguro?

—¡Sí! Mira a los extremos que me ha llevado...— se puso de pie para que vea como lo llevaba amarrado a ella.

—Jajajajaja. Estoy seguro que son calumnias, él se porta muy bien, ¿verdad?— lo desajustó del amarre de Eleanor y lo cargó, disfrutando su carcajada infantil, de puro triunfo y descaro.

—¿A dónde vas, Ellie?

—¿Yo? A ver si logro descansar ya que tu hijo cree que soy su columpio personal.

Y sin más, Eleanor se fue a la habitación, dejándolos a ambos solos, Richard se encogió de hombros con el niño en brazos.

—Así son las mujeres de locas, no les hagas caso o terminarás loco tú también.— como si entendiera, Terry sonrió.

...

3 años después

—¡Te atapé!— Terry, en una tarde de picnic, ya con tres añitos, corría detrás de su padre hasta "atraparlo".

—¡Oh! Me atrapaste...

—Peldiste, papá, ahora, ¡atápame!

Salió corriendo, con su pelito castaño y lacio al viento, lo llevaba un poco largo. Llevaba un conjunto de marinerito, era todo una monada, un niño que crecía amado y feliz, seguro.

—Vamos, a merendar, antes de que yo los atrape a los dos.— Anunció Elenaor mientras preparaba los bocadillos.

—Yo llegaré plimero...

El pequeño Terry corrió hacia la manta en que estaba su madre y la rodeó con sus brazos, le dio un húmedo y pegajoso besito.

Ese día sería inolvidable. Sería el último en que Terry disfrutaría de la armonía de sus padres y de ser amado.

—¿Y esta lluvia de donde ha salido?— Expresó Eleanor recogiendo todas las cosas apresurada para volver a casa.

—Ha sido repentina, pero no dejes que Terry se moje, no quiero que se resfríe.

Llegaron a la casa, sin poder evitar ensoparse un poco con la lluvia torrencial que caía. La tarde entera transcurrió lloviendo, oscureció y seguía lloviendo cada vez más fuerte, se escuchaban truenos, relámpagos.

—Mami... ¡mami!

—¡Jam! ¡Terry!— Eleanor saltó de la cama y fue hacia la recámara de Terry que estaba asustando y llorando.

—¿Qué pasa, cielo?

—Quiero contigo...— le alzó los bracitos para que lo cargara y ella lo llevó a su recámara.

En medio de sus dos padres, estaba durmiendo Terry, conciliando un sueño pasivo. Eleanor le acariciaba el cabello, pero la mente de Richard estaba en otra parte.

—¿Qué es lo que te preocupa? Si es porque yo pienso volver al teatro...

—No, no es nada eso, descansa, ¿sí?

—¡Deja de evadirme! No soy tonta, Richard, sé que hay algo atormentándote y no me lo quieres decir...

—¡Ya te dije que no es nada! Son cosas de negocios, cosas que... no son de tu interés.— Molesto, se levantó de la cama y Eleanor luchó con la rabia y el llanto, se quedó quieta, abrazando a su hijo, por alguna razón, necesitaba tenerlo muy cerca de ella.

Así la venció el sueño, acurrucada con su tesoro, su hijo.

...

—Padre... ¿padre, que haces aquí?— Richard estaba preocupado, más bien pálido cuando su padre y sus hombres se aparecieron en su casa.

—Hiciste caso omiso de mis advertencias, me has obligado a actuar por la malas.— El hombre mayor, algo encorvado, pero con un temple envidiable, golpeó el suelo de loza con su bastón.

—Padre, por favor, se lo he suplicado... tengo una familia ahora, no me haga esto...

—¡Una familia! ¿Llamas familia a la unión con una vulgar actriz sin padre y sin cuna y a un pequeño bastardo?

—¡Padre!— Envenenado de ira y humillado, Richard le levantó la mano, mas Thomas Grandchester se la bajó de un bastonazo.

—Te aviso que tu absurdo matrimonio ha sido anulado.

—¡Usted no tiene ningún derecho!

—¡Sí que lo tengo! No permitiré que pongas el prestigio de toda una generación por los suelos por el capricho de esa actriz barata. Tienes un mandato real que cumplir y conoces muy bien cuáles son las consecuencias de no hacerlo.

—Richard... ¿qué pasa aquí? ¿Quién es este hombre?— Apareció Eleanor, aterrada.

—Vamos, Richard, explícale a la dama quién soy, sobre todo, quién eres tú.

Thomas era un hombre muy cruel, Richard lo sabía, pero ilusamente pensó que podría burlarlo y hacer lo que su corazón quería.

—Puedes llevar contigo a tu bastardo, será declarado como tu hijo legítimo, lo arreglé con el Rey, pero en cuanto a esta mujer...

—¡Es mi esposa! Y mi hijo se llama Terruce, me oye, tiene nombre.— Gritó con dolor.

—Bien, Richard, tú y Terruce tienen pocas horas para abordar el barco hacia Londres, de lo contrario, conocerás mi ira.— miró a Eleanor con intención y con sus hombres se marchó.

—Richard, ¿qué es lo que pasa? ¿Richard? ¡Háblame!

—¡Era mi padre! ¡El Duque de Grandchester!

—¿Duque?

—¡Soy el hijo de un Duque! Debo... debo cumplir con mi deber...

—No puedo creerlo... ¿cómo has podido mentirme todo este tiempo? No fuiste honesto...

—¿Dónde está mi hijo?

—Está tomando su siesta... ¿Qué vas hacer?— Entró en pánico cuando Richard iba en grandes zancadas hacia la habitación de Terry.

—Lo siento, Ellie, no sabes de lo que él es capaz...

—¿A qué te refieres?

—Perdóname, por favor...— Dijo con los ojos aguados, levantando a Terry dormido, se lo echó al hombro y se dirigía a la puerta.

—¡No! ¡No dejaré que te lo lleves! Es mi hijo...

Llorando, salió detrás de él, pero Richard la empujó y cerró la puerta en sus narices, se montó en el auto con Terry aún desorientado y se dirigía al puerto.

Eleanor se vistió y recordando el mencionado viaje a Inglaterra, tomó los servicios de un cochero para llegar al puerto. Desesperada, buscaba a Richard y a su hijo en la multitud.

—¡Terry! ¡Terry!— Corría mientras ellos se alejaban.

—¡Mami! Mira, papá, es mami... ¿por qué está corriendo? ¿Por qué la dejamos?

—No la mires, Terry.

—¡Devuélvemelo! Devuélveme a mi hijo...

—¡Mami! ¡Mamiii!— Gritaba el asustado niño con toda la potencia de sus pulmones, llorando, sintiéndose desgarrado del corazón de su madre.

Eleanor seguía corriendo, ya sin ver para donde, mientras el barco zarpaba, fue atropellada por un gentío que corría para despedir a sus familiares. Muy golpeada y maltrecha, fue llevada a una clínica.

—Lo sentimos mucho, señora... perdió a la criatura.

Fueron informadas ella y su madre. No sólo Eleanor había perdido a Terry, la luz de sus ojos, sino al que llevaba en su vientre sin saberlo.

Continuará...


¡Hola! Este es el proyecto del que les había hablado, decidí empezarlo ya porque necesito que las vacaciones me alcancen para terminarlo. No me he olvidado de Cenicienta, no se preocupen. Espero que les haya gustado este primer capítulo, como dije, estoy abarcando los orígenes y la razón de los sucesos más importantes e inexplicados en la serie según mi percepción.

Estaré esperando sus comentarios al respecto,

Besos,

Wendy