Declaración: Rurouni Kenshin y todos sus personajes no me pertenecen. Mios son Fukio, Fujima, Rika y Jubei, y seguramente algún secundario poco importante. Como sea, todo fuera de eso pertenece a Nobuhiro Watsuki, a la Warner, a Sony, etc, menos a mi. Yo hago esto por diversión, inspiración y sin fines de lucro.

Después de Perderte

Acto cinco

El uno al otro

O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o – O

Las nubes en el cielo se veían tan blancas y esponjosas que por un momento Kaoru tuvo el deseo de poder volar para llegar hasta una de ellas y dejarse caer suavemente para reposar y dormir unos instantes. A su lado, Kenshin también miraba las mismas nubes a través de la ventana del vagón, reprimiendo un bostezo. La noche anterior habían dormido apenas un par de horas.

-Próxima detención: Estación de Sagamihara.- Les anunción un auxiliar impecablemente vestido tras hacer sonar un silbato. Kaoru se volvió a mirar a Kenshin y este le devolvió una sonrisa. Se bajaron unos minutos después y caminaron entre las personas que a esa hora llenaban la estación y el comercio aledaño. Luego alcanzaron la calle principal y después la salida del pueblo con rumbo al cementerio.

Kaoru admiraba la forma tranquila y segura en que Kenshin se movía por ese lugar y se sentía respaldada y sobre todo agradecida de tenerlo como guía. Ella había venido sólo una vez, algunos meses antes, para los funerales de Fukio y la verdad no se acordaba de nada, ni del camino ni de los lugares que había pasado. Se lo comentó a Kenshin.

-Es natural, estabas en shock. Yo conozco este lugar desde que empecé mi amistad con Fukio, estoy seguro de que si no fuera por eso también me sentiría perdido.

Kaoru sonrió. Kenshin jamás le diría abiertamente que ella era una inútil o una distraída para orientarse. En vez de eso justificaba sus faltas con mucho tacto.

Caminaron por espacio de veinte minutos antes de llegar a una casa donde compraron algunas flores y les prestaron un par de cubetas para mojar la tumba, pues a pesar de las blancas nubes hacía calor. Kaoru llevaba incienso en su bolsa y tras proseguir llegaron al portón del cementerio. A Kaoru se le hizo un nudo en la garganta pues de pronto vino un recuerdo de ese lugar, cuando lo estaban traspasando. Se detuvo tan silenciosamente que Kenshin alcanzó a dar algunos pasos sin ella antes de darse cuenta y tuvo que volver a buscarla.

-¿Está todo bien?

-S-si.- dijo Kaoru.-Lo siento.

Kenshin hizo ademán de tomar su mano para infundarle ánimo, pero se arrepintió. Si bien no solía ser supersticioso, no quería entrar al camposanto de esa manera con Kaoru.

-Vamos. Ya estamos aquí. Puedes hacerlo.

Asintiendo, Kaoru siguió a Kenshin por el lugar, notando cómo él se internaba por los senderos del lugar. Sabía sin duda hacia dónde se dirigía mientras ella nuevamente se sintió perdida. No tenía ni la más remota idea sobre en qué lugar se encontraba la tumba de Fukio. ¿Más a la izquierda, quizá? Movió la cabeza cuando Kenshin tomó la dirección contraria.

Al llegar allí, la señora Rika se encontraba junto a la hermana menor de Fukio terminando de limpiar. Se puso de pie con una sonrisa cansada al verlos.

-Oh, Kaoru querida, Kenshin... ¡No los esperaba! ¿Por qué no me avisaron que venían? Podría haber preparado algo en casa antes de venir.

Los recién llegados sonrieron.

-Se nos ocurrió anoche hacer este viaje.- Se disculpó Kenshin- Ni siquiera alcanzamos a dejar a alguien en casa.

Rika miró a su hija y enseguida volvió hacia Kenshin.

-Nosotras ya terminamos aquí. Me alegra ver que traen flores. Supongo que necesitan privacidad, asi que los esperaremos afuera.

Despidiéndose de Fukio con una inclinación, Rika y su hija salieron. Kaoru se quedó mirando a la señora pensando en lo amable que era con ella y al volver la atención a Kenshin, este ya estaba hincado recortando los tallos de las flores con su espada. Se agachó a su lado y lo ayudó a hermosear el espacio, prendiendo las varillas de incienso que despidieron unas delgadas y aromáticas columnas de humo azul. Cuando estuvo listo, él se puso a rezar.

Por espacio de cinco minutos Kenshin dirigió una silenciosa plegaria poniendo todo su corazón en cada palabra que murmuraba de un modo apenas entendible pero que para él estaba llena de significado. Al terminar miró a Kaoru que estaba parada un poco más atrás de él y le puso una mano en su hombro al lllegar a su lado.

-Te dejaré un poco de espacio para que te sientas más cómoda. Te esperaré junto a ese árbol para que puedas hablar con él.

A paso lento Kenshin llegó a su nueva ubicación y se dedicó a mirar a su esposa. Kaoru se agachó, juntó sus manos delante de ella y cerró los ojos, moviendo los labios. Si bien había sido de él la idea de viajar, fue Kaoru quien al no poder dormir decidió hacerlo ese mismo día sin esperar más, lo que se vio alentado cuando llegaron a la estación de trenes porque aún quedaban boletos. A decir verdad a Kenshin no le había gustado mucho la idea considerando que esa mañana huiera preferido ir a buscar a Fujima para exigir explicaciones sobre la falta de respeto cometida en contra de su esposa y por qué no, darle un par de golpes, pero cuando se trataba de Kaoru para Kenshin no había nada más importante que sus necesidades y si ella no podía dormir por el motivo que fuere y pensaba que ese viaje era la solución, pues bien, para él también lo era.

Poco a poco la postura de Kaoru fue tensándose y Kenshin notó cómo se secaba con disimulo el contorno de los ojos. Se le encongió el corazón al pensar que ella sufria y que echaba de menos aún a quien fuera su prometido original pero no podía hacer nada más que apoyarla hasta que la pena se fuera un día. De pronto pareció que ella tomaba aire y una sonrisa se dibujaba en su cara.

Para cuando la joven terminó, unos minutos después, se notaba más relajada. Kenshin se preguntó si así habría lucido él cuando se despidió de Tomoe.

-Vamos a casa.- dijo al estirar una mano hacia él.-Ya estoy lista, Kenshin.

El pelirrojo aceptó la invitación y tomó entre sus dedos la delicada mano que le ofreció su esposa.

O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o – O

La comida que Rika les preparó quedó tan deliciosa que por un momento Kaoru tuvo la tentación de preguntarle a Kenshin si se podían quedar otro día, pero se contuvo. Se notaba cansado por el viaje y tal como ella, preferiría volver a su casa. Bebiendo un té de bajativo se dedicó a seguir la conversación entre los mayores.

-Todavía estamos viendo el asunto de los negocios que tengo que liquidar y los traslados, pero dentro de un año podríamos regresar a Kagoshima, de donde somos oriundos y que era un plan que tenemos de hace tiempo.- explicó Jubei.- Mi hijo mayor lleva un par de años allá y tiene un negocio que ha prosperado y en el que pide mi participación, además el clima es más benévolo para nosotros. Por otro lado mi hija Minako está prometida a un joven de la zona y me gustaría que tuvieran tiempo para tratarse. Rika es quien ha estado dando más problemas con estos planes porque Fukio está enterrado en estas tierras.

La aludida no dijo nada. Sólo se mantuvo muy derecha, sentada como estaba.

-Mamá va cada semana sin falta al cementerio y a veces más de una vez a pesar de que mi hermano nos ha pedido que viajemos para conocer a su hija recién nacida.- dijo Minako.- Mi hermano ha insistido mucho en que hagamos la visita aunque no nos mudemos aún. Nos están llegando dos cartas por semana de él insistiendo con eso.

-Y claro que no me iré. Mi lugar es este, honrando la memoria de Fukio.- dijo Rika por lo bajo.

Kaoru, preocupada, encontró eco en la mirada de su esposo. Kenshin sorbió un poco de té.

-Siempre he escuchado aquello sobre la muerte de los hijos. Es algo antinatural, difícil de asimilar y estoy seguro de que le faltarán días a su vida para lamentar lo sucedido pero pienso que siendo generoso como fue, a Fukio le daría un poco de pesar pensar que ese hermano que está pidiendo que vayan a verlo está siendo dejado de lado por él, que de todos modos no volverá. Y ese mismo hermano recibiría mejor los mimos que una lápida mortuoria.

-Como dice Kenshin, Fukio no volverá y en vida, él siempre me habló cosas hermosas de sus hermanos. Yo sé que estaría complacido en ver que su familia se une en vez de aislarse los unos de los otros.- dijo Kaoru.- Y que ustedes estén en un lugar que les sea más benévolo para su salud.

Aquella mujer que había levantado su voz para obligarlos a casarse y que con voluntad de hierro supervisó en pie cada detalle de la boda como si fuera su propia madre, la misma que había convencido a los hermanos de Fukio para asistir evitó mirar a Kaoru y viéndose pequeña y frágil se cubrió la nariz y la boca con la manga de su kimono para ocultar su afectación.

-Fukio siempre pensaba en los demás.- dijo Kenshin.- Unos días fuera le vendrán bien, señora Rika. Estoy seguro.

-Debemos aprovechar el tiempo con nuestros seres queridos cuando están y decirles lo que pensamos.- cerró Kaoru.- Más si se trata de una pequeña nieta.

Jubei miró a su esposa. Esta luchaba contra el escozor de las lágrimas.

-Está bien, Jubei. Iré, lo haremos. Escríbele a nuestro hijo.- dijo con voz nasal, aleteando como un último esfuerzo para recuperar la compostura. Kenshin fue a poner su mano sobre la de Kaoru pero recordó que estaban de visita y se contuvo.

O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o – O

Las blancas nubes del mediodia fueron reemplazadas por un espeso manto gris cuando abordaron el tren de regreso a Tokio. Iban cansados y durante el viaje lucharon a cabezazos con el sueño que sentían, perdiendo en más de una ocasión, apoyados el unos contra el otro. Para cuando llegaron a su destino, caían algunas chispas de agua.

-No creo que llueva.- dijo Kenshin escudriñando el cielo.- Comamos algo antes de volver a casa. Te invito a lo de Tae, así sólo llegaremos a dormir.

A Kaoru le encantó la idea. No tenía por qué desconfiar de las palabras de Kenshin, después de todo había vagado durante una década por los caminos y parte de su superviviencia había dependido de saber interpretar las señales del clima. Tae los atendió personalmente en Akabeko, poniéndoles lo más rico del menú.

Kenshin reparó en el modo en que Kaoru se interesaba por Yahiko y le preguntaba cómo le había ido ese día cuando el niño se acercó a saludarlos. Él sabía que su esposa extrañaba al muchacho y se le ocurrió pensar que en cosa de días hablarían sobre el tema. Se tomó su sopa, se comió su pescado y su guarnición de legumbres y ya satisfecho pagó la cuenta. Al salir, seguía nublado pero al menos ya no caía nada de agua.

-Como siempre, tenías razón.- dijo Kaoru admirada. Kenshin infló su pecho de emoción. Le gustaba que la mujer que amaba pensara que él era un ser excepcional aunque fuera sólo un hombre común y corriente.

Acababan de traspasar el puente que daba al camino que debían seguir para llegar al dojo cuando se puso a chispear nuevamente. El sol ya se había ocultado y una brisa helada comenzó a correr. En cosa de segundos el agua comenzó a caer en forma brutal sobre ellos, de manera tal que tuvieron que buscar refugio bajo un pequeño cobertizo porque la lluvia no les dejaba ver mucho.

Completamente mojada, el peinado desarmado y el cabello pegado a la cara, Kaoru miró con cierto fastidio a su marido.

-Asi que no creiste que llovería...- murmuró por lo bajo amenazadora. Kenshin, en condiciones igual de lamentables que ella, sólo esbozó una sonrisa nerviosa.

-Fiu...

Con cara de tragedia, Kaoru miró al cielo. Fantástico, ahora tendría que llegar a darse un baño antes de poder meterse en su futón, y para darse el baño primero tendrían que calentar el agua para lo cual... tendrían que encender el fuego y antes de eso... juntar los leños...

Suspiró. Para su cansado cuerpo eso era demasiado esfuerzo. Pensar en eso ya la agotaba. Además oscurecía y comenzaba a temblar. Aún faltaban quince minutos para llegar a su casa.

Miró a su lado. Kenshin, con una sonrisa boba estaba en las mismas condiciones que ella, pero lejos de parecer derrotado o molesto, tarareaba algo y tal parecía que miraba mariposas imaginarias en el cielo. Una pareja llegó corriendo junto a ellos, a guarecerse bajo el cobertizo, pero en cuanto se acomodaron comenzaron a discutir. La chica estaba enfadada por haber arruinado su kimono y el muchacho por embarrar su hakama nuevo. Ambos se echaban la culpa mutuamente por haber sido sorprendidos bajo la lluvia. Kenshin desvió la vista hacia ellos, abriendo sus enormes ojos violeta y luego siguió en la contemplación de su cielo.

-¡Pues yo no soporto un momento más aquí contigo!- dijo la muchacha y salió a caminar furiosa bajo la lluvia. El joven que la acompañaba corrió tras ella y así Kenshin y Kaoru quedaron solos, esperando a que amainara el agua un poco más.

Kaoru miró a Kenshin con disimulo, notando como él la miraba de vuelta y le sonreía con dulzura. Ella entendió que debía tener paciencia unos minutos más.

Aún cuando notó que su cuerpo comenzaba a despedir vapor, Kaoru se quedó junto a él si bien tenía muchas ganas de salir de debajo de la protección de su techo. Estaba segura de que no era necesario quedarse detenidos tanto rato y que bien podría llegar a su casa sin perderse o accidentarse pero algo le decía que debía confiar en el criterio de él y por eso se quedaba.

Sonriendo por lo bajo, Kaoru se cruzó las manos tras la espalda. Le resultaba fácil confiar en Kenshin porque siempre, aún en las circunstancias más adversas él le había demostrado que era un hombre digno de eso. Kenshin nunca retrocedía cuando las cosas se ponían difíciles y siempre buscaba la manera de llegar a ella o de rescatarla o de hacerle ver que incluso un momento bajo la lluvia podía tener su encanto, compartiendo el silencio entre ambos, entretenidos como estaban en escuchar el sonido del agua caer. Recordando su paseo del día se le ocurrió que si como hombre era confiable, como compañero de viaje era ameno, preocupado y hasta divertido. Como esposo tenía una sensibilidad muy especial con la que había llegado hasta ella para, en la intimidad, sentirse cómoda con sus caricias.

Lo miró nuevamente. Estaba de pie, a su lado, hombro con hombro. También despedía un poco de vapor a través de su ropa.

Ella estaba segura de que de haber sobrevivido Fukio a lo que le pasó, hubiera roto el compromiso y en cuestión de tiempo se hubiera comprometido con Kenshin. Ahora que se permitía ponerle más atención al pelirrojo sabía que no podía ser de otra manera. Pensó en Fukio. Él, con más tiempo de conocer a su amigo, no dudó ni por un momento en su lecho de muerte asegurarse de que terminaran juntos, conociendo la calidad como persona que Kenshin tenía.

Como siempre, hasta en la sugerencia de ir al cementerio, Kenshin había tenido razón. Kaoru se sentía más ligera después de eso.

Le habia resultado muy sanador tener esa última conversación a solas con Fukio, porque al hablarle se había dado cuenta de algunas cosas. La primera es que ella nunca había engañado a su anterior prometido. Tal como Kaoru le había dicho a Fujima, Fukio la conocía mejor que ella misma. Si se hubiera sentido enfadado o traicionado no la hubiera hecho jurar que se casaría con Kenshin, por el contrario, le hubiera pedido otro tipo de último deseo como alejarse de él o simplemente nada.

La emoción que siguió a esas reflexiones empañó los ojos de Kaoru. Era cierto. Fukio nunca la había juzgado porque ella no había cometido ninguna falta. Ninguna, al menos, adrede. Sólo se había asegurado de que fuera feliz con la persona que él consideró podía lograrlo.

Eso le quitaba la culpa y la dejaba libre... libre para vivir su vida con Kenshin. Se sintió muy contenta con eso.

-Te amo.- dijo de pronto. Rápidamente Kenshin se volvió hacia ella, sorprendido por escuchar esas palabras de ella. La misma Kaoru se encontraba muy sorprendida por esas palabras que le salieron del alma cuando en verdad ella sólo había querido darle las gracias a Kenshin por haberla acompañado ese día,

El rubor acudió a sus mejillas y un poco descolocada bajó la mirada. Su corazón golpeaba muy fuerte y un poco avergonzada miró a Kenshin por entre sus pestañas. No había marcha atrás.

-Te amo.- repitió.

Despacio, Kenshin puso sus manos sobre los hombros de la joven y le sostuvo la mirada unos instantes. Luego la abrazó, rodeando su esbelto talle.

-No sabes... lo feliz que me hace escucharte decir eso.

Kaoru retribuyó el abrazo, sintiendo en cada poro de su cuerpo las palabras dichas. Se aferró con fuerza a Kenshin de igual modo como lo hacía él a ella, dichosa de poder tener esa vida con él.

La lluvia se hizo más suave y tomados de la mano, la pareja inició el regreso a casa saltando con cuidado los charcos. Más allá, bajo un árbol vieron a la pareja de jóvenes ignorarse mutuamente, sus ropas llenas de barro. No les fue difícil imaginar que se habían caído por ahí, aumentando con eso su frustración y su enojo. Cuando los jóvenes se los quedaron mirando algo extrañados fue que Kaoru cayó en cuenta de que iban riendo con Kenshin, felices bajo la lluvia, con rumbo a su hogar.

O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o – O

Kenshin no perdió tiempo al entrar a su casa. Se despojó de los tabi, del hakama y del resto de la ropa, dejando todo eso en el pasillo para no mojar el tatami del interior. Mientras Kaoru comenzaba a desatarse el obi del kimono él alcanzó las toallas del armario y un par de yukatas limpias, regresando junto a ella para ayudarla a desvestirse y secarse. Ya estaba bastante oscuro pero ninguno se molestó en encender las luces.

Arropada en su yukata, Kaoru se apoyó en el cuerpo de Kenshin dando un largo suspiro. Éste la recibió entre sus brazos con gusto y no tardó en buscar la boca de la joven, encontrándola tibia y húmeda abriéndose para él. Presionó sus labios y se deslizó entre ellos cuando estos se entreabrieron, permitiendo a su vez a Kaoru explorar con su lengua la cavidad de él. El sabor de su saliva comenzó a volverlo loco, jugando a atraparla sin lograrlo del todo, siendo ella muy escurridiza. La abrazó más fuerte e imprimió más pasión a su beso, dejando patente su deseo absoluto por ella. Entendiendo el mensaje no verbalizado, Kaoru permitió que él la guiara al dormitorio en tanto sentía las manos de su esposo abrir su bata para metere bajo esta y volar sobre su piel, causándole candentes sensaciones que la orillaban a hacerle lo mismo a él.

La boca de Kenshin se aferró brutal a su delicado cuello, succionado y besando cada rincón de éste, alcanzando su clavícula y siguiendo la marcada línea ósea con la punta de su lengua, sumergiendo a Kaoru en una oleada de temblores que no dejaban en paz su cuerpo. La recostó sobre el futón y reclamó sus senos de puntas erguidas y sonrosadas, coronándolos con su boca, acariciándolos con sus dientes y lamiéndolos como si fueran algún tipo de fruta jugosa de la que no se podía desprender. Su joven esposa se arqueaba hacia atrás buscando escapar por un lado de sus caricias al sentirse, por momentos, incapaz de soportar tanta excitación como la sentía y buscando que él la penetrara de una vez. Pero asi como ella doblaba grácil como un junco, Kenshin la seguía como una extensión de su propia piel.

-Me encantas...- murmuró contra su pecho antes de alternar al otro. Kaoru gimió fuerte cuando una sensación especialmente placentera surgió desde donde él hacía círculos con su lengua.

-Por favor...- suplicó, separando las piernas y enredándolas en torno a la cintura masculina.

Kenshin notó entonces el cambio en su esposa. Normalmente ella se dejaba hacer lo que él quisiera al ritmo que él llevaba, pero ahora le estaba pidiendo algo. Si eso era lo que ella quería, se lo daría sin más dilación. Se colocó sobre ella y se deslizó dentro de su cuerpo, notando como caliente y húmeda ella lo rodeaba. Kaoru se incorporó un poco, arrebatándole un beso, y qué beso de sus labios, tomándole la cabeza para que bajara y así alcanzar su boca con premura, a la par que movía sus caderas de manera decidida para que la penetración se diera con más fuerza.

-¿Esto te gusta?- dijo Kenshin contra su boca, embistiendo con fuerza y arrancando un gemido de Kaoru que más pareció un grito ahogado. Ella se arqueó y chupó los labios de Kenshin. Él se retiró tanto como pudo sin perder el contacto íntimo y volvió a adentrarse en ella. Otro grito.- Dime si te gusta.

-Sólo hazlo.- dijo Kaoru perdiendo el aire antes de recibir otra estocada. Lo quería dentro, tan dentro como pudiera. Quería sentirlo poseyéndola, quería sentirse, más que nunca, su mujer. Quería sentirlo su hombre.

Un nuevo movimiento. Kaoru sentía que desfallecía en medio de los segundos que Kenshin se tomaba para hacerle lo que le hacía. Quería más y aceleró el ritmo. Kenshin no tardó en captarlo.

-Dime si te hago daño, por favor, dime.- suplicó él al intensificar la fuerza y velocidad de sus movimientos. Por toda respuesta Kaoru lo besó como una fiera, hambrienta de sentir ese sabor que él tenía en su boca y que le gustaba tanto. Apretó su trasero al sentir que una sensación repentina y placentera surgía en un pequeño punto en medio de su unión y Kenshin le tomó una mano, llevándola hacia atrás. La situación era muy intensa y el roce se tornaba insoportable para ambos. El calor los envolvía por completo y la humedad que les había puesto la lluvia había sido reemplazada por los sudores mezclados de sus cuerpos.

Y entonces sucedió.

Primero fue un grito de Kaoru, surgido de lo más pronfundo de su garganta y enseguida un gemido largo y ronco de Kenshin cuando ambos alcanzaron a un tiempo sus orgasmos. Kenshin se derramó por completo en ella y Kaoru pudo sentirlo, recibiéndolo sobre su pecho cuando cayó exhausto.

-Soy tuya... siempre tuya.- Murmuró ella cerca del oído de Kenshin.- Te amo.

-Y yo tuyo. Siempre tuyo, Kaoru. - respondió él, encerrándola entre sus brazos.- Te amo.

O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o – O

Fujima salió a la calle listo para emprender el rumbo a la estación de trenes y de allí hasta su pueblo. Tenía previsto visitar a su tía Rika durante algunos días y luego de eso retomar sus estudios en el extranjero.

Salió caminando a paso lento, pensando en Kaoru y lo sucedido. Se había pasado al besarla, sin duda eso no había sido correcto pero ya estaba hecho y confiaba en que a ella pronto se le olvidaría. Por lo mismo él se aseguraría de no volver a verla y así, con un pequeño bolso se adentró en un callejón para salir a la avenida principal. De pronto la luz casi cegadora de la mañana parpadeó frente a sus ojos y su corazón dio un vuelco cuando al mirar al frente vio que una figura le cerraba el paso, cuya sombra se recortaba ante el telón luminoso. Se detuvo en seco al pensar que se trataba de algún ladrón, pero cuando el gesto de la mano izquierda sobre la empuñadura de la espada se le hizo familiar, supo que se trataba de Kenshin y aún sabiendo que no le iría muy bien, al menos era mejor que cualquier otro tipo de delincuente.

¿O no?

Reanudó su marcha y sonrió con cautela pero su sonrisa se quedó congelada al ver la expresión que le dirigía Kenshin. No había ni un ápice de amistad en ella.

Por Fukio había sabido algunas cosas del pasado del hitokiri Battousai. No pudo seguir caminando hacia él y quedó incómodo en medio del callejón. Cuando Kenshin dio un paso hacia él y luego otro, tuvo la alarmante necesidad de darse la vuelta y salir corriendo, pero por el mismo Fukio sabía que tal cosa sería sólo alargar lo inevitable si realmente el pelirrojo venía a ajustar cuentas.

Debió marcharse la noche anterior. Se maldijo mil veces por estúpido, por no haberse puesto a caminar al menos o no haberse quedado a pedir disculpas. Kaoru había hablado, de eso no quedaba duda y a medida que el pelirrojo se acercaba, la capacidad respiratoria de Fujima de veía cada vez más acelerada por la ansiedad que estaba experimentando.

Kenshin llegó finalmente hasta él.

-Te recibí en mi casa ¿y pensabas marcharte sin despedirte?- preguntó el espadachín con una frialdad que hizo tartamudear a Fujima.

-E... ehh... n-no. Es decir... no pensé...

-Haces bien en no volver a aparecerte por allí.

-Y-yo... yo...- trató de decir algo Fujima.

Kenshin siguió mirándolo. No lo pensaba matar ni hacer un daño significativo pero debía reconocer que algo en él se complacía con tener a Fujima al borde de suplicar por su vida. Pensó en Kaoru, tan pequeña en comparación a él había estado sometida a su abrazo, a su fuerza y eso acabó de decidirlo.

Fue muy rápido. Fujima sólo alcanzó a darse cuenta de que Kenshin llevaba su mano derecha hacia la empuñadura y luego el sonido que hizo esta al ser reacomodada para "sacar". El golpe desde abajo al estómago de Fujima le sacó por completo el aire y lo dejó arrodillado en el suelo, apretándose la barriga. Con desprecio brotando de cada poro de su ser Kenshin lo miró levantarse despacio, tembloroso y se colocó justo a su lado para dedicarle algunas palabras.

-No te volverás a acercar a mi esposa. Ni siquiera la vas a pensar. No volverás jamás, con la excusa que sea a mi casa. No te volverás a presentar frente a mí.

-Está bien...- murmuró Fujima.- L-lo... lo siento. No debió pasar.

Kenshin retrocedió un paso para mirarlo a la cara. Estaba congestionado, pero eso no lo hacía sentir satisfecho y claro, debía reconocerse que partirlo en mil doscientos pedacitos era algo más acorde a lo que quería hacer, pero debía pensar en Kaoru, su sonrisa y las promesas que él mismo se hizo de ser un mejor hombre para ella. Cerró el puño derecho y le asestó un golpe certero en la mandíbula al viajero con una fuerza que parecía imposible para alguien de su talla.

-Me alegra que lo entendieras.- dijo a modo de despedida y mudando su cara asesina a la del amable Kenshin que solía ser le deseó un buen viaje. Luego se fue, sobándose mientras su lengua descubría que al menos dos dientes se le habían soltado.

O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o – O

Con una sonrisa inocente Kenshin llegó a su casa, cargando algunas verduras y se asomó al dojo. Sonriente, como hacía mucho tiempo no la veía, Kenshin vio a Kaoru hacer algunas catas para ponerse a tono, aprovechando que ese día no tenía clases. Comieron algo ligero y conversaron sobre su paseo del día anterior y las lecciones que aprendieron de eso. Y así comenzaron a caer las hojas del calendario.

-Yahiko.- dijo Kaoru una tarde tras las clases a su alumno más aventajado.- Me pregunto... ¿Estás bien viviendo allá donde estás?

-Si. Me queda al lado del trabajo, ya sabes...

-Pero... te queda lejos de aquí y debes madrugar para venir a las clases.

-Es cierto.

-Hum... ¿Y no te gustaría regresar aquí? Hay mucho espacio y tu cuarto está intacto.

Kenshin, que estaba junto a Kaoru pudo detectar un brillo muy especial en los ojos cafés del niño.

-Me gustaría, pero... mi trabajo en Akabeko... no deja de ser más conveniente para mí vivir en la ciudad.

-Comprendo que quieras mantener tu independencia, Yahiko.- intervino Kenshin.- No todos los días tienes turno de mañana en Akabeko y tal vez, pensando en tu comodidad, quieras venir a pasar las noches de vez en cuando aquí, cuando tengas entrenamiento temprano por la mañana.

Yahiko miró emocionado a Kaoru.

-Oh!, ¿Puedo? ... ¿En verdad, puedo, Kaoru?

-Desde luego. Ya te lo he dicho, tu cuarto está intacto. Esta casa también es tu casa. Nos sentiremos muy honrados de que nos acompañes de vez en cuando. Además... tengo algo en mente.

-¿Algo en mente, feíta? Algo como qué.

Kaoru estaba tan de buen humor que decidió pasar por alto el ofensivo apelativo.

-He pensado... profundizar tu entrenamiento.

El niño moreno miró a Kaoru y a Kenshin alternamente. Algo en la forma de pronunciar la última frase de Kaoru le puso en alerta de que le estaba tratando de decir algo.

-¿Por qué tendría que profundizar mi entrenamiento?

-Porque me quedan sólo algunos meses por delante para ascenderte a "Ayudante de Maestro"

-¿Qué? Pero si ese es tu título.

-Ya no. Mi título como Maestro ha sido validado en el dojo Maekawa hace un par de semanas. ¡Mocoso distraído!, tú mismo me acompañaste a la ceremonia.

Kenshin no pudo reprimir una sonrisita. A Kaoru no le estaba resultando fácil decirle a Yahiko lo que le quería decir. La joven sopló haca arriba, moviendo su flequillo con su aliento.

-Yahiko, necesito que hagas el entrenamiento especial para tu ascenso.

-Está bien, lo haré. Con mi talento seguro que lo consigo en unos días.

-Eso me gusta, que tengas confianza en ti mismo. Eso es muy importante porque podré dejarte a cargo del grupo cuando yo no pueda entrenarlos.

-¿Que no puedas... qué? ¿Te pasa algo?

Instintivamente, Kaoru se llevó una mano a su pancita. Desde luego Yahiko no tenía por qué entender ese gesto.

-Serás... tío.- dijo la joven con una mirada angelical.

-¿Yo? Pero si apenas soy un niño. ¿De qué hablas, fea?

Esta vez Kaoru si perdió la paciencia.

-¡Estoy embarazada, tarado! Por eso no podré dar clases en unos meses más.

-¿QUÉE? ¡Embarazada! ¿Quieres decir que tendrás un... un... un bebé?

Kaoru sonrió por toda respuesta. En el pecho de Kenshin ya no cabía más aire de lo orgulloso que estaba. Yahiko se sentía muy asombrado porque aunque lo entendía, no lo entendía. Es decir... ¿Cómo sabía Kaoru que esperaba un hijo? ¿Cómo le había hecho para llegar a ese estado? y sobre todo... ¿De dónde rayos sacarían al bebé?

Pero lo más importante de todo.

-¿Por qué me dijiste que sería tío?

-Porque eres como mi hermano, tonto.- dijo Kaoru ya sin ánimos de explicarle nada a Yahiko.

-¡Pues ya lo verás que seré el mejor tío del mundo!- dijo sumamente emocionado el muchacho. Tras comer algo con ellos se fue al trabajo, con la advertencia de no contarle nada a Tae por lo chismosa que podía llegar a ser. Además, el embarazo estaba en sus primeros meses y Kaoru no quería hacerlo más público hasta que se notara y fuera todo más seguro.

Al quedarse solos, Kenshin se puso a descolgar una ropa y Kaoru a doblarla antes de meterla en un canasto. El cartero se apareció con un sobre para ellos. Provenía de Kagoshima y firmaba Rika.

Habían partido hacía un mes a ver a su hijo mayor y conocer a su nieta. Rika había notado el sorprendente parecido de la bebita con su hijo Fukio y se había enamorado enseguida de ella. Extrañaba ir al cementerio pero tal como ellos habían dicho, lo má importante era ocuparse de las personas a quienes podía cuidar y brindarle su afecto.

"Es lo que mi hijo hubiera querido"

Volvería en un tiempo más con Jubei para terminar de liquidar los negocios, porque ya le estaban haciendo una casa para ellos. Sobre su hija, le había gustado mucho su prometido, era un buen muchacho y se llevaban bien.

"No creo que vuelva a Tokio y eso implica que tampoco volveré a verlos. Tal vez sea mejor así, después de todo. Kenshin y tú se tienen el uno al otro para ser felices, no necesitan consejos, ni guía, quizá ni siquiera necesitaron del empujoncito que les dió mi hijo. Me quiero quedar con la forma en que se miran para saber que todo les irá bien. Hasta siempre."

O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o – O

El pequeño de cabellos castaños que bajo el sol daban reflejos cobrizos posó sus ojos azules en una mariposa de alas anaranjadas. La mariposa movió un poco sus alas antes de juntarlas al medio y emprender el vuelo, llevándose su mirada inquieta sobre ella. Antes de que pudiera seguirla, la fuerte mano de su madre lo sostuvo, para evitar que se fuera.

-Quédate tranquilo, hijito. Tenemos que esperar a papá.

El aludido terminó de poner los manteles en una cesta y cogiéndola, se unió con su esposa. Otras personas a su alrededor también levantaban sus cosas. Ese día de primavera, en que admiraban los cerezos en flor había sido muy bonito.

El hijo mayor de los Himura tironeó de la mano de su madre para soltarse, pero esta intensificó su agarre.

-Kenji, compórtate.- dijo Kaoru. En eso, el niño fue alzado en vilo y acomodado sobre los hombros de su tío Yahiko.

-Hey, Kenji, deberías hacerle caso a tu madre. Ya bastante tiene con cuidar de tí y cargar con la regordeta de tu hermana.

-No es regordeta, es una niña hermosa.- dijo Kaoru respecto de su hija de nueve meses, una belleza de cabellos negros como ella y ojos de un violeta más oscuros que el de su padre.- Ya verás como mi pequeña Rika enloquecerá a los muchachos con su belleza.

-De eso ni hablar. Rika será una niñita para siempre.- saltó Kenshin quien ya se adivinaba como un padre celoso. Se acercó a Kaoru e inclinándose sobre su hija le hizo algunas muecas, logrando sacarle una risa a su pequeña.- ¿Cierto que serás una niña siempre, para papá?

Rika sonrió, movíendo sus manitas sonrosadas.

El grupo comenzó a caminar y siguiendo el sendero cerca del río llegaron a un lugar que años atrás había sido muy familiar para Kaoru y Kenshin. Kaoru se rezagó un momento, mirando.

Hacía tiempo que no pensaba en Fukio, aquel que había sido su primer amor. Finalmente le habían puesto el nombre que él había pedido, en su honor, a su primer hijo.

-Ya no lo recuerdo con pesar o culpa como al principio.- dijo Kaoru a Kenshin cuando éste llegó junto a ella.- Sino como un amigo hasta el final. Después de perderlo me di cuenta de su grandeza, de cómo siendo una persona con sus aciertos y errores hizo al final de su vida un gran acto de bondad. Y no sólo él. Su familia apoyó aquello que pareció una locura y a nosotros casi un sacrilegio. Ahora que han pasado los años sólo puedo sentir agradecimiento por todos ellos, por haberlos conocido.

Kenshin pensó en Tomoe, la mujer que una vez salvó su vida, segura de que sería una vida digna de ser vivida y no se equivocó. El también se sentía agradecido con todo aquel o aquella que creyeron en él.

Regresó a casa junto a su esposa y pasaron una velada agradable junto a Yahiko y Tsubame, quienes se retiraron tarde.

Más allá de la gratitud que sentían hacia sus amigos, sabían que gran parte del trabajo de ser felices lo habían hecho ellos. Tal como dijera Rika en alguna carta, se tenían para eso el uno al otro y no necesitaban nada más.

Los niños dormían ya cuando bajo las mantas del futón se encontraron la muchacha que quiso tener una familia y el hombre que por quererla dejó de vagar.

-Te amo.- dijeron a un tiempo, dándose un tierno beso, liberando sus manos para explorar.

O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o - O – o – o – o - O - o – O

Fin acto cinco "El uno al otro"

Fin Después de Perderte

Julio 26, 2016.

Notas de autora.

A veces pasan cosas curiosas durante la creación de un fanfic y esta vez no fue la excepción. Necesitaba darle un nombre al pueblo de Fukio de cuyas señas sólo sabemos que está cerca de Tokio y que se puede llegar en tren. Buscando en el mapa me gustó el nombre de Sagamihara, al oeste de la capital y lo tomé. Al día siguiente conocería este lugar por las noticias, por este asunto del tipo que cometió varios asesinatos en un hospital de ese lugar.

Este mundo está bien loco. Ahora cualquiera que se inventa una enfermedad mental decide tomar venganza yendo contra el prójimo, sintiendo el más nulo respeto por las vidas humanas.

Vamos a las cosas lindas y bellas de la vida como los fanfics que llegan a su final. "Después de Perderte" ha terminado después de cinco capítulos y han sido cinco y no cuatro porque me gusta más ese número. Recordemos que esta era la historia que originalmente se presentaría en el fanfic "Cuando Llegues a Amarme", que por cosas de inexperta se me arrancó un poco de lo que quería contar, por lo que tuve que hacer este para quedar tranquila. Si bien tiene escenas eróticas también, su ritmo es más tranquilo y puede que más creible. Me quedo muy contenta aunque pensando que aún podría desarrollar esta historia de otra manera, pero pensando en un one shot.

Mirando hacia el futuro y siguiendo mis planes, nos quedan entonces "La Protegida" que debe ir por la mitad más o menos. "Para Siempre" quien también está llegando a su mitad. La continuación de "Entre mis Brazos", proyectada para el mes de Agosto. Tengo en carpeta un par de proyectos más, pensando en dos one-shot de cosas que me gustaría contar y una historia corta de tres capítulos. No doy más datos porque no estoy segura de que vean la luz, después de todo estoy terminando con lo que sería mi periodo más productivo como ficker y siempre los puedo dejar para más adelante cuando eche de menos el fandom. De todos modos 61 no es un número que me guste, quizá me sienta más mejor con 72, pero eso ya sería mucho...

Bien, no las entretengo más. Hay mucho trabajo que hacer. Un abrazo y gracias, muchísimas gracias por haber seguido esta obra en particular, considerando que era básicamente la misma idea de otra ya presentada.

Blankaoru.