Hola! Nuevo capítulo en que una vez más les agradezco de todo corazón sus reviews, nunca me cansaré de agradecerles pues son ustedes quienes me motivan a continuarlo :) Este capi se dividirá en dos partes que espero les gusten. Por supuesto, también recomiendo altamente leerlo de noche para tener una experiencia más amena.

Disfrútenlo :D


Infierno de Sangre, Octavo Capítulo.


Bulma terminó despertando por los temblores que habían sacudido Capsule Corporation. A pesar de ello, no se preocupó pues intuyó que Vegeta se había entusiasmado más de la cuenta entrenando. No era primera vez que pasaba y estaba segura que tampoco sería la última. Lo bueno es que de todas formas, a pesar de la interrupción de su sueño, se sentía descansada. Quizás no había dormido la cantidad suficiente, pero si muy profundamente. La calidad del sueño que tuvo fue lo que lo hizo reparador.

Miró el reloj y vio que marcaba las nueve y treinta tres minutos. Dubitó entre levantarse o intentar seguir durmiendo, pero finalmente decidió levantarse de una vez, puesto que no era alguien a quien le gustara dormir hasta tarde.

Frotó sus ojos para librarlos de legañas y echó un vistazo hacia el ventanal para apreciar la belleza de la bruñida mañana. Entonces dio cuenta de algo peculiar: uno de los dos sillones en el cuarto apuntaba hacia ella, como si alguien la hubiera estado observando mientras dormía.

Echó una sonrisa. — Vegeta... — la amplió aún más. Varias veces, cuando despertaba, había sorprendido a su esposo mirándola embelesado mientras dormía. Pero era la primera vez que lo hacía desde el sillón.

Fue hacia el armario empotrado en la pared y buscó su bata favorita para levantarse; aquella con la cual le gustaba servirse el sabroso desayuno. Curiosamente, no la encontró. Frunció el ceño extrañada, pues no recordaba haberla puesto entre la ropa para lavar. Sólo hacía un par de días que la había sacado de la lavadora, de modo que no era necesario hacerlo nuevamente. Rebuscó, trajinando en todos los rincones del armario, pero simplemente no pudo encontrarla.

— Vaya, que raro... — se dijo a la vez que se rascaba la cabeza. Luego, meditabunda, puso el índice derecho en sus labios. Tras unos cuantos segundos decidió no darle más importancia al asunto, quizás la había dejado en su laboratorio o en algún otro lado sin que lo recordase. — Ya aparecerá... — se dijo conforme, mientras tomaba otra bata como reemplazo de su favorita.

Hecho esto, fue hacia la ducha y se dio un delicioso baño.

Fue más tarde, cuando se dirigió a la mesa de desayuno, que vio a Bra con faz alegre tomándose una humeante chocolatada. Estaba muy bien vestida, con una blusa negra con botones dorados y un pantalón marrón oscuro correctamente ceñido; para rematar el juego, en sus pies llevaba unas botitas negras con un tacón moderado. Era evidente que se dispondría a salir pronto.

— Hola mamá, ¿qué tal? — saludó muy contenta, irradiaba entusiasmo por todos los poros de su piel.

— Vaya, debe ser la primera vez en meses que te veo un sábado levantada temprano, hija — comentó ella muy divertida.

— Sí, es que voy a salir hoy — continuó el mismo tono jocoso de su madre.

— ¿A dónde?

— A ver a Trunks. Quizás vayamos al cine, hace tiempo que no salgo con mi hermano — señaló con un dejo de ilusión en su voz.

Bulma formó una sonrisa enorme.

— ¡Ah que bueno! — exclamó al instante — yo justo ayer estuve preocupada por él. De hecho iba a llamarlo dentro de poco, pero si dices que vas a verlo entonces envíale un millón de saludos de mi parte. También dile que se pase un fin de semana por acá. Hace tiempo que no viene a saludarnos. El trabajo pesado no es excusa para ausentarse tanto tiempo de ver a su familia — su voz quisiera o no, salió con tono de reproche, como si él estuviera allí con ella. Estaba quejándose en su estilo, ese del que sólo Bulma Brief podía hacer alarde.

— Claro, mamá. Eso haré — consintió guiñándole un ojo.

La de más edad tomó la tetera, dispuesta a servirse en la taza que Bra ya había preparado para ella. Fue entonces que, por azar, vio las marcas rojizas que su hija lucía en el cuello. Estaban disminuidas gracias a la milagrosa semilla del ermitaño, pero igual seguían notándose.

— ¿Y esas marcas? — preguntó variando su voz tranquila hacia una preocupada.

— ¿Se notan? —dijo algo sorprendida— Es que estuve entrenando con papá y su entusiasmo se le fue de las manos —arguyó tranquilamente.

— ¿Entrenando? — cuestionó asombrada, abriendo más los zafiros que tenía por ojos y que sus hijos tuvieron la fortuna de heredar.

— Sí —confirmó con una sonrisa —, ya era hora que aflorara mi sangre saiyajin después de tanto tiempo.

Su madre la miró fijamente, enorgulleciéndose de su retoño. Pero no podía evitar formular la siguiente pregunta: — ¿Te trató bien tu padre? — tintes de preocupación lanzaron sus ojos.

— Es un entrenamiento, es normal que quede alguna marca — lo excusó ella; luego llevó otro sorbo de chocolatada a su boca. Su faz hizo una mueca de deliciosa satisfacción.

— Bueno, sí — aceptó ella. Vegeta siempre salía con heridas y manchas amoratadas —. Pero si vas a salir deberías ponerte un pañuelo en el cuello para disimularlas. O una bufanda.

— ¿Cómo haces tú con los chupones que te hace papá? — preguntó divertida mientras sacaba la punta de la lengua.

Bulma primero abrió los ojos, luego no pudo evitar sonreír con el comentario.

— Sí — le afirmó, dejando el pudor de lado. Bra ya era grande así que no valía la pena negárselo.

La mini-Bulma dio el último sorbo y llevó la taza al lavabo, en donde la fregó y enjuagó. Luego la puso en el objeto que servía de secador.

— Bueno mamá, ya me voy. Iré por una bufanda a mi cuarto y me voy donde mi hermanito. Qué tengas un lindo día — se despidió con un beso en la mejilla.

— Cuídate hija, y no olvides darle mis saludos a Trunks — le dio un tierno pero efusivo abrazo antes que se fuera.

Poco después que la puerta cerrándose indicase la salida de Bra, Vegeta entró por el pasillo. Sin darle tiempo ni siquiera a notar su presencia, Bulma lo encaró desde lejos, alzando la voz para que la escuchase:

— Vegeta, como se te ocurre apretarle el cuello a nuestra niña de esa forma. Ella no es una bestia como tú — lo recriminó duramente, manos firmes en sus caderas —. Debes tener más cuidado.

Pensó que su esposo le discutiría como era su costumbre y que tendrían una habitual pelea matinal, de hecho la estaba buscando, pero nada de eso aconteció. El saiya poseía un aire ausente, abstraído de lo que lo rodeaba aunque una de esas cosas fuera su propia mujer. Su semblante desprendía preocupación y su cara no dudaba en mostrar abiertamente du desorientación.

Ella acentuó su mirada y lo examinó concienzudamente. No era nada normal verle ese talante al príncipe. — ¿Qué te pasa hombre? — se animó a preguntar, olvidando de plano su rabieta anterior.

El príncipe por fin notó su presencia y la miró de reojo antes de contestar. Su cara desdibujada todavía no huía de su perfil.

— ¿No te has percatado de algo extraño en Bra? — preguntó él con voz que deseaba ser inexpresiva, lográndola a medias.

— ¿Lo dices porque te pidió entrenar? — dedujo la razón de su pregunta.

— Puede ser — dejó la respuesta en el aire, cosa que nunca hacía. Si se trataba de él era un sí o un no, pero nunca algo tan ambiguo como "puede ser". Aquello llamó mucho la atención de Bulma.

— Es normal Vegeta —adjudicó esa expresión poco común a la petición de entrenamiento —, la niña tiene dieciséis años y no es extraño que quiera experimentar cosas nuevas. La adolescencia es una etapa complicada.

— Si es así entonces es más complicada de lo que esperaba... — dijo para sí. Trunks vino a su mente, pues con él no había tenido que vivir nunca algo tan extraño como lo que recién había vivido con su hija.

— ¿Por qué lo dices? — cuestionó pensando que la respuesta iba para ella, como era lógico suponer.

— Por nada, mujer — zanjó el asunto de una vez. Si Bulma no había encontrado nada irregular en Bra, entonces era él quien debía estar equivocándose. Eso quiso pensar para no darle más vueltas al asunto. Así que sin más, comenzó a caminar con dirección al cuarto principal de baño.

— ¿No seguirás entrenando? — no era algo habitual que su esposo dejara su entrenamiento matinal. Aquello la llevó a hacer la pregunta recién formulada.

— No; me daré una pausa — comentó en forma más seca de lo normal —. Aprovecharé de ducharme nuevamente.

Sin mediar más palabras, el príncipe se fue.

Bulma llevó una mano a su mentón en forma pensativa. Vegeta no se detenía hasta la hora de almuerzo. Lo que estaba haciendo ahora se salía de su rutina completamente. ¿Qué le habría pasado? ¿Sería por qué Bra le había pedido entrenar acaso? Sí, era lo más probable. En fin, su esposo era muy reservado cuando lo deseaba, así que sabía bien que no podría sacarle mayor información al respecto. Pero de todas formas lo intentaría más adelante; quizás en la hora del almuerzo estaría un poco más "vulnerable", por así decirlo.

Todavía pensaba en la actitud de Vegeta cuando el sonido del teléfono celular la interrumpió. Fue hacia su cuarto a buscarlo al velador, lo tomó y oprimió la pantalla táctil para responder la llamada. En el auricular sonó la voz de alguien muy conocido por ella. La reconoció enseguida, pues eran amigos desde hacía incontables años. La masculina voz se percibía algo intranquila, con leves tintes de nerviosismo. O esa impresión le dio a ella al escucharlo.

— Krilin, ¡qué sorpresa! — respondió su saludo entusiasmada — hace tiempo que no hablábamos.

— Lo sé y lamentablemente la causa por la que te llamó no es agradable — fue directo al grano.

— ¿Por qué? — preguntó ella, imaginando que debía tratarse de algo relacionado con el trabajo del ahora detective. Incluso pensó que podía tratarse de la cinco chicas asesinadas, pero realmente ansió estar errada.

— Bulma, perdona que te involucre, pero necesito que veas una imagen. No te preocupes — habló rápidamente, adelantándose a alguna queja —, no es algo sangriento ni nada de ese tipo. Es una imagen que me gustaría que contrastaras en tu mente o en los archivos de Capsule Corporation. Sé que tu área es la científica pero también sé que eres muy culta en muchos y diversos temas.

Bulma se llevó una mano al mentón a la vez que mordía levemente su labio inferior.

— ¿Tiene relación con el caso de las asesinadas?

Krilin dio un suspiro antes de responder.

— Sí, y entendería perfectamente si me dieras una negativa respecto a ello. Es normal que tengas reservas, aunque la imagen de la que te hablo no se trata de nada escabroso ni que engendre temor — terminó agregando para convencerla.

Bulma pensó un par de segundos, mirándose fijamente frente al espejo de su cuarto. Si se trataba sólo de una imagen no debería haber problema ni tampoco sobrecargarse psicológicamente con un caso tan espeluznante. Años atrás Krilin le había pedido ayuda en otro caso y ella había sido de ayuda con sus conocimientos científicos. De hecho, hasta tenía la seguridad que gracias a su inteligencia ella podría ser una estupenda detective, pero la empatía que profesaba hacia las víctimas habría dañado su sensibilidad. Simplemente no servía para ver escenas tan sangrientas como las de un homicidio. La carga psicológica no la habría dejado dormir tranquila; imágenes de las víctimas se le aparecerían en sueños que poco tardarían en transformarse en viles pesadillas. No, ella no era lo suficientemente fría para un trabajo así. Pero aún tomando en cuenta todo eso, no dudó en responder lo siguiente:

— Si puedo ayudar, lo haré — dijo con absoluta decisión.

— Esa es la Bulma que yo conozco — exclamó Krilin, orgulloso de su amiga —. Voy enseguida para allá, en unos cuantos minutos llegaré.

— De acuerdo.

"¿Qué clase de imagen querrá mostrarme y qué relación tendrá con el crimen? Si no es una imagen sangrienta... ¿de qué puede tratarse?"

Mientras se masajeaba la frente quiso mirar por el ventanal. Entonces vio algo que corto de raíz el flujo de todos sus pensamientos anteriores: el sillón que apuntaba hacia ella cuando despertó, ahora estaba en su posición habitual.

Frunció el entrecejo. Ni Bra ni Vegeta habían entrado al cuarto, de eso estaba casi segura. Sólo su hija podría haber entrado mientras ella se duchaba, ¿pero para qué iba a ir a su cuarto? Era raro tal suceso, sin duda. ¿O quizás fue ella misma quien imaginó al sillón apuntado hacia su cama en la mañana? Después de todo, estaba adormilada y era un detalle al que no le prestó mayor atención.

Sus pupilas se movieron hacia el rabillo, ensimismándose por un largo momento. Luego dio un suspiro y decidió no darle importancia alguna, pues en realidad no la tenía. Hurgó en el cajón en el velador buscando su maquillaje y se preparó para verse decente ante su amigo de tantos años.

Al cabo de esto, cuando vio a Vegeta asomar por la sala de estar en dirección a su cámara de gravedad, le habló:

— Vegeta, vendrá Krilin — anunció con cierta emoción.

— Y eso a mí que diablos me importa, mujer — fue la "amable" respuesta.

Bulma sonrió muy satisfecha. Vegeta ya no lucía esa cara desorientada y su contestación le hizo ver que volvía ser el mismo de siempre. Ese era su hombre de toda la vida.

— Quiere mostrarme una imagen que tiene relación con el crimen y me gustaría que me acompañaras. Me siento más segura contigo, macho protector — le guiñó un ojo con una sonrisa.

Vegeta sostuvo la mirada que ella le clavaba degustando esa curva en esos labios que tan bien conocía. No necesitó pensarlo más de unos segundos para confirmar que lo haría. Después de todo, ese misterioso crimen comenzaba a llamarle la atención.

Unos minutos después sonó el timbre del hogar de los Brief. La matriarca no tardó en ir a abrir la puerta y a través de ella entró el ahora detective, impecablemente vestido. A diferencia de antaño, ahora lucía un bigote, que por cierto estaba muy bien cuidado. Se sacó la negra gabardina y el sombrero del mismo color; Bulma amablemente colgó ambas cosas en el perchero.

— Hola Vegeta — lo saludo al verlo allí.

— Hola insecto.

— ¿No cambias verdad? — dijo risueño.

Krilin aceptó el café que la científica le ofreció. Se lo tomó rápidamente y tras una conversación trivial hablando acerca de cómo estaban sus familias, finalmente el detective anunció que había llegado el momento esperado.

— ¿Te molesta si Vegeta también ve la imagen? — preguntó ella por educación más que por otra cosa, pues sabía que su amigo no tendría problemas con eso.

— No, claro que no — confirmó la ausencia de problema.

— Bien, ¿de qué se trata la imagen?

— ¿Tienes un proyector por aquí? — preguntó antes de responder.

— Claro, ven a mi laboratorio — lo invitó a la vez que se levantaba del sillón.

Sin dilaciones, los tres se adentraron por el largo pasillo hasta llegar al impecable laboratorio de Bulma. Ella preparó el gran proyector que tenía allí, en el cual solía revisar diseños y datos de nuevos proyectos con los cuales trabajaba.

La fémina solicitó el dispositivo de datos para insertarlo en el ordenador, pero Krilin le advirtió que era mejor que lo hiciese él mismo pues podría ver algo que podría peturbarla. Ella aceptó el consejo sin problemas. A cambio, fue hacia el interruptor de la luz y la apagó para que la imagen se reflejara claramente en el proyector.

El esposo de la rubia androide hizo el clic necesario y en la pantalla apareció un bosquejo, en blanco y negro, de un tipo de símbolo o insignia muy peculiar. Tanto Bulma como Vegeta lanzaron sus miradas hacia la imagen y al mismo tiempo fruncieron el ceño.

— ¿De dónde sacaste esta imagen, Krilin? — preguntó ella mientras se acercaba a la misma para estudiarla mejor. Abrió uno de los cajones de los escritorios contiguos y de allí extrajo un par de anteojos. Sin embargo, no se los puso. Acercó los lentes a la imagen como si se tratara de una lupa.

— ¿En serio quieres saberlo? — preguntó Krilin dudoso.

— Bueno, si ya estás aquí es mejor saber la información completa — afirmó a ella, atreviéndose a escarbar más.

— Bien, te la pondré en contexto entonces —consintió satisfecho —. Ese símbolo fue hecho en la pared de uno de los dormitorios que compartían las víctimas, con la sangre de todas ellas...

El movimiento que hacía la científica con los anteojos se detuvo en seco. De repente, un asfixiante silencio se apoderó del lugar. Bulma tragó saliva antes de volver a hablar: — Ya entiendo porque ese símbolo es tan importante.

El príncipe pareció mucho más interesado en la imagen de lo que se podría haber supuesto en un primer momento. De hecho fue él quién dijo lo siguiente:

— Esa imagen es sólo un bosquejo. No sirve para nada. Pone la imagen real.

Krilin miró a la fémina buscando el consentimiento en sus ojos. Bulma tras un suspiro resignado asintió con la cabeza. A pesar de ello Krilin no dudó en advertir: — Puede ser muy chocante ver la imagen real.

Sin embargo, ella no dudó en decir: — Hácelo, quiero ayudar y lo mejor para lograrlo es ver la imagen verdadera.

El policía no tardó en ubicar la sangrienta imagen. Pero antes de dar el clic definitivo para ponerla en pantalla, preguntó una vez más:

— ¿Preparada?

— Sí — contestó ella, sin percibir que instintivamente se había puesto más cerca de su esposo.

Finalmente, la horrible imagen apareció en el proyector. Al verla, un sudor frío recorrió la nuca de Bulma, erizándole los cabellos que allí descansaban. La abominable imagen latía horror como las palpitaciones de un corazón atacado por un infarto.

La visión resultaba espeluznante. Era un solo símbolo a tamaño grande, de unos cincuenta centímetros, dibujado con sangre en la pared; tal como lo había informado Krilin antes. Era una pintura demoníaca y terrible que el asesino en su insanidad mental había plasmado ahí. Una tétrica obra de arte esbozada gracias a la muerte horible de cinco chicas inocentes. La base del símbolo tenía tres líneas más gruesas que el resto; parecía una A que, aunque hosca en su forma, tenía trazos estilizados, de los cuales salían muchas aristas que se superponían a las líneas de fondo. La verdad era un símbolo muy extraño, pero a la vez hecho con una gran precisión pese a su complejidad.

— Dios... — musitó Bulma sacando su vista de la imagen. No pudo verla por más de un par de segundos. A un costado de la señal, sobre las blancas paredes de concreto, había torrentes de sangre estampada en la pared, como si hubiera saltado a chorros. Daba la impresión de que dinamita había hecho explotar sangre hacia la pared. El espectáculo era realmente dantesco y horrendo a la vez.

Vegeta, entretanto, abrió sus ojos sobremanera cuando vio ese símbolo, al punto de que un frío visceral se apoderó de él. Bulma, cuando sacó su vista del sangriento signo posó sus ojos en su esposo y, sin quererlo, notó el asombro que había poseído al saiya. A juzgar por su sorpresa, fue casi como si hubiera reconocido el símbolo que había visto. Y sino lo reconoció, quizás algo debió traer a su mente. Vegeta, un par de segundos después, entrecerró sus ojos, como si quisiera evitar que éstos evidenciaran su sorpresa.

Bulma dudó en si preguntarle algo o permanecer callada. Realmente le sorprendió su reacción. Él no era alguien que se impresionara por la sangre ni mucho menos. ¿Entonces qué le estaba sucediendo?

— Y ese es sólo el símbolo que el o los asesinos hicieron — interrumpió Krilin los pensamientos de marido y mujer —, ver los cadáveres de esas chicas fue muchísimo peor que esto. A decir verdad, es lo más espantoso que me ha tocado ver en todos mis años con la policía. El asesino se ensañó de una manera atroz con esas pobres muchachas... nunca podré quitarme esa visión horrible de mi mente... — una mueca de severo sufrimiento se formó en su cara.

Silencio. Todo el laboratorio fue invadido por un largo y poderoso silencio. Krilin quiso cortar el denso ambiente que se había creado y prosiguió con su narración de los hechos:

— Ya envié las fotos a las principales policías de cada nación, también a museos e institutos del mundo dedicados a la arqueología y expertos en lenguas antiguas. Tengo la impresión de que puede tratarse de un símbolo de una organización terrorista, una secta, o tal vez una letra antigua usada en algún idioma arcaico, o incluso pueden ser todas las alternativas juntas. Es como descifrar un jeroglífico.

El saiya no podía quitar sus ojos de la foto, estaba completamente sumergido en la imagen, navegando a través de sus inquietantes implicancias. ¿Qué clase de pensamientos había evocado su mente al verla?

— ¿Qué teorías tienes al respecto? — se atrevió a preguntar Bulma, aunque sin ver nuevamente la imagen. Clavó sus ojos en Krilin para evitarlo.

— Las noticias no dieron toda la información. Todavía hay mucho más que contar, pero eso estará guardado bajo siete llaves para no alarmar a la población más de la cuenta.

— ¿Crees que no se alarmaron ya con ese aborrecible crimen? — preguntó la científica, sorprendida de que creyera que la gente no estaba asustada.

— Créeme Bulma —aseveró con su voz más seria —, si supieran esto no estarían sólo asustados, entrarían en completo pánico — se dio unos segundos para masajear sus sienes antes de proseguir —. El caso es mucho más horrible de lo que se cree. Repito: jamás en todos mis años de policía había visto algo tan horrendo. Y ahora debo informarles lo peor de todo...

Bulma sintió como sus nervios se encrespaban al punto de congelarse. Krilin, por otro lado comenzó a caminar por el laboratorio lentamente. Vegeta, entretanto, seguía hundiéndose en aquel símbolo desconcertante hecho con sangre.

— De más está decirles que esto que les diré es absolutamente confidencial — Krilin profirió un profundo suspiro antes de proseguir —. A las cinco víctimas no sólo les quitaron la mejilla y el ojo izquierdos como informaron parcialmente los noticiarios... el asesino, en vida, les extrajo el útero a cada una de ellas — Bulma formó una cara de atroz y terrible espanto —. La extracción fue hecha casi con precisión milimétrica. Quien lo hizo debe tener conocimientos de medicina quirúrgica para haber logrado tal cosa. Incluso reconocer el útero a carne viva es algo difícil para alguien común y corriente.

La mente caprichosa de la científica no pudo evitar imaginarse en esa terrorífica situación: en manos de un asesino sádico que, no contento con desollar la piel del lado izquierdo de la faz, también sacaba el ojo de ese mismo costado y, además, extraía el útero de sus víctimas. Cerró los ojos asustada; imágenes mentales de una cuchilla atravesando su carne le generaron un temblor que recorrió todo su cuerpo. Gritos, lamentos, sollozos, súplicas desgarradoras... ¿cuanto habían sufrido esas pobres chicas asesinadas? ¿Cuanto dolor tuvieron que soportar antes de morir? Como acto reflejo, llevó una mano al bajo abdomen, al lugar en donde estaba ubicado su útero. Y aunque hizo un tremendo esfuerzo por evitarlo, simplemente no pudo escapar de la sensación de que alguien le abría la carne con una navaja para extraerle el órgano destinado a crear vida. ¿Cuanta sangre debieron perder las víctimas con un suceso así? ¿Cuantos gritos debieron lanzar antes de morir? ¿Cómo se sentiría que te arrancaran el útero de tus entrañas a carne viva? Sólo pensarlo hizo crujir su empatía como nunca antes lo había sentido. Se sintió devastada hasta el último rincón de su alma. Una sombra inexorable cayó sobre su semblante.

— Santo Dios... No puede ser... — musitó casi sin voz.

— Para nuestra inmensa desgracia si lo es — confirmó él, haciendo fluir una voz completamente apesadumbrada.

La horrible expectativa del silencio se hizo presente una vez más.

— Que horrible... pobres chicas... — sus ojos a punto de llorar eran la prueba de todo el dolor que estaba sintiendo.

— Las jóvenes murieron por esa causa, la extracción de sus úteros les provocó un desangramiento severo. Murieron por las hemorragias que causó la extirpación. Agonizaron un montón antes de morir...

— Krilin, no sigas por favor, no quiero saber más... — le pidió temblorosa como nervios expuestos al aire libre. Fue una súplica conmovedora.

— Perdón Bulma — se excusó enseguida, dándose cuenta del error que había cometido al dar tanta información perturbadora.

— ¿Para qué cosa el asesino les sacó los úteros? — preguntó Vegeta, quien había permanecido callado todo el tiempo. Su voz salió impersonal y fría, pero Bulma tuvo claro que estaba fingiéndola. Lo conocía demasiado bien.

— Ojalá lo supiera... Lo único que tengo son teorías...

— Dilas entonces — exigió subiendo el tono de su voz unos cuantos decibeles.

El de baja altura llevó una mano a su mentón. Había dejado de caminar por el laboratorio.

— Es probable que el objetivo por el cual el o los asesinos mataron sólo a mujeres fuera desde un principio arrancar de cuajo sus úteros. La pregunta es: ¿por qué? Descarto completamente un caso de tráfico de órganos. Esto no tiene nada que ver en esto. Lo que me inclino a pensar es que el homicida necesita los úteros como ingredientes...

— ¿Ingredientes? — preguntó Bulma anonadada, asombrada hasta la esquina más profunda de su alma.

— Así es Bulma — Krilin se persignó antes de seguir hablando —, como ingredientes para un rito...

Pareció que iba a seguir hablando, pero se detuvo antes de continuar. Dio un profundo suspiro que se oyó por toda la habitación.

— ¿Un rito satánico verdad? — dedujo ella con la perspicacia que el susto no había logrado anular.

— Así es.

Escalofríos se adueñaron de las columnas vertebrales de ambos terrícolas. En cambio, el saiya tenía la mirada perdida como si mirase un cruel abismo en el horizonte. Aún así, seguía escuchando todo con notable concentración, sin perder detalle alguno.

— No puede ser... — murmuró ella, hecha un manojo de nervios. Sus manos se apretaron y se soltaron un par de veces, como una forma subconsciente de liberar tensión.

— ¿Y cuál sería el objetivo de hacer un rito satánico? —preguntó Vegeta.

— Una vez más, no lo sé — suspiró con suma frustración —. Honrar a Lucifer o al demonio en que el asesino cree. Pero eso ya es elucubrar demasiado. Puede que yo esté totalmente equivocado en todas mis presunciones. Lo que si tengo claro es que los asesinos como éste son enfermos que sienten sumo placer al hacer sufrir a la gente. Les gusta saborear el miedo, el sudor provocado por el terror, gozar el poder de tener sometida completamente a otra persona. Pero el tipo con quien estamos tratando se sale de toda escala, es lo peor que haya existido nunca. Si el asesino dejó un símbolo que nadie conoce y extirpó los úteros de sus víctimas es porque desea dejar una señal. Él quiere jugar con nosotros. La emoción malsana de matar parece no serle suficiente. Él quiere probar a la policía. Probar que es mas inteligente y astuto que nosotros... esto es un juego macabro donde él es quien dirige las piezas...

— Entonces... — tambalearon sus zafiros al igual que su semblante — ¿habrán más crímenes así?

— Me temo que sí Bulma..., en los ritos satánicos no hay un sólo ingrediente, sino varios...

— Dios mío...

Nuevamente se provocó un silencio desolador. Uno que, a diferencia de los anteriores, costó más romperlo. Fue Krilin quien finalmente lo hizo:

— Un útero tiene un inmenso significado porque es un órgano capaz de engendrar vida. A la vez también puede significar feminidad porque es algo relativo exclusivamente a las mujeres. Si ese maldito extirpó los úteros es por el significado que tal órgano tiene — aseveró seguro de ello.

— Entonces quizás ahora quiera extirpar algo relacionado con la masculinidad... — predijo Bulma; sus cuerdas vocales vibraron mucho más de lo normal.

— ¿Genitales masculinos acaso? — preguntó Krilin reluciendo temor a través de sus ojos.

— Dios quiera que no...

En un ambiente que se había vuelto sorprendentemente intranquilo, Krilin y Bulma siguieron analizando cosas respecto al caso. Y aunque Vegeta también estaba allí... en realidad no lo estaba...


Un lugar absolutamente lúgubre dominaba toda la escena. Allí, un hombre volvía desde la inconsciencia mientras sintió punzadas en el interior de su cerebro. Su primera impresión fue que la cabeza le pesaba unas cinco veces más de lo normal. Eso era lo que sentía.

¿Pero qué había pasado? ¿Qué había sucedido?

Llevó las manos a su frente, masajeando suavemente, ansiando que aquello pudiera extinguir el dolor que padecía. Dio cuenta de que su cuerpo estaba en posición horizontal, como si estuviera en una incómoda camilla. Exhaló un suspiro de agotamiento y al inspirar sintió en sus pulmones la extraña densidad del aire. Estaba en un lugar que no poseía ventilación, de ello estuvo completamente seguro.

Una pesada lasitud lo estaba abrumando... ¿pero por qué? Buscando respuestas, su mente viajó al pasado para intentar resolver la perturbadora incógnita. Poco a poco sus ideas fluyeron como un grifo mental que va liberando recuerdos en vez de agua. Se vio a sí mismo saliendo del trabajo como todos los días, dispuesto a dirigirse a casa. Pensó en pasar un rato a una discoteca o un bar para tomarse algo, pero en realidad la semana había sido demasiada agotadora como para hacerlo. Lo que realmente necesitaba era descansar en forma urgente. Ya saldría mañana con su amigo de toda la vida a divertirse. O por lo menos eso era lo que tenía en sus planes antes de que todo cambiase de forma abruptamente radical...

Recorrió sin novedades las calles en el último modelo de la corporación de la cual era presidente. Bajó del automóvil, caminó tranquilamente, saludó al conserje del edificio y tomó el ascensor, indicando en el tablero de botones el último piso como destino. Allí yacía su cómodo departamento que ocupaba toda la planta.

Al salir del ascensor y adentrarse por el pasillo tuvo la extraña sensación, por un breve momento, de sentirse observado. Una clase de alerta que le envió su cerebro, a través de sus sensores y nervios motrices, le advirtió que debía detenerse en seco. Dio un ávido vistazo alrededor, muy sorprendido de sentirse en peligro por alguna razón, pero finalmente decidió no darle mayor sustento al asunto. ¿Qué podría pasarle en realidad? Nada. Ser un saiyajin otorgaba ventajas que eclipsaban cualquier tipo de preocupación. Nunca le había pasado nada, ¿entonces por qué preocuparse ahora?

Conforme, dirigió su mirada al frente, obligando a su equivocada intuición a extinguir el fútil aviso que enviaba.

Que grave error había cometido... ahora lo sabía muy bien...

Apenas cruzó la puerta de su lujoso departamento cayó inexorablemente sometido ante el brutal mundo de la inconsciencia.

No vio nada, no oyó nada, no olió nada. Nada. Absolutamente nada.

Ahora estaba sumergido en esta desconcertante situación por no prestarle caso a su intuición. Apretó sus puños lleno de frustración, aunque éstos parecieron tardar en reaccionar.

Si tan sólo hubiera confiado en su instinto no estaría donde estaba ahora...

¿Pero dónde estaba realmente?

Se tocó el cuerpo y vio que seguía portando la misma ropa de aquel día. ¿Cuanto tiempo había pasado inconsciente? Y aún más importante, ¿cómo alguien había sido capaz de noquearlo? No tenía la más mínima idea, pero si tuvo muy claro que su cuerpo estaba adormecido y muy debilitado a la vez. ¿Cómo habían logrado aquello?

Abrió más sus ojos, intentando registrar alguna figura en la profusa oscuridad. Nada consiguió. Levantó la cabeza y se dio un golpe contra una superficie de metal. Aunque llevó una mano para sobarse, ella respondió mucho más lenta de lo que lo hubiera hecho normalmente. A pesar de ello, palpó el extremo superior de aquella superficie metálica para estudiarla; luego tocó los lados y comprobó que estaba encerrado en un frío ataúd de metal. Un sarcófago de momia prácticamente.

La sensación de estar en un ataúd lo perturbó sobremanera. Una corriente de frío y calor pareció mezclarse y desplazarse con malevolencia a través de su columna vertebral. ¿Es que acaso lo habrían enterrado en vida? En algunas reuniones nocturnas con amigos contaban cuentos de horror como entretenimiento. Gracias a ellos había escuchado casos de personas que habían caído en estado de catalepsia y debido a eso los habían dado por muertos. Los latidos del corazón se volvían tan débiles que el afectado no ofrecía ningún pulso y el ritmo cardíaco sólo podía ser notado a través de electrocardiograma. Bastaba que un médico forense fuera mediocre o perezoso para que una persona fuera condenada a morir enterrada viva...

Lo peor era que, una vez extinguida la catalepsia, las víctimas nunca lograban salir de la cripta. Podían gritar en forma desgarradora pidiendo ayuda en el cementerio en el que habían sido sepultados, pero la gente o los guardias del camposanto los confundían con almas en pena. Incluso recordó que una vez leyó la noticia de que abrieron una cripta tras gritos de ayuda durante la noche, para verificar que la persona enterrada efectivamente estuviera muerta. Y aunque la víctima estaba fallecida, al examinar el ataúd por dentro descubrieron una inolvidable señal de horror: en la tapa del féretro lucían arañazos de horrible desesperación que la víctima había provocado al intentar escapar de las garras de la muerte. Incluso por la fuerza de la extrema angustia, las uñas de la difunta habían quedado incrustadas allí.

Que horrible manera de morir era esa.

Un severo escalofrío recorrió su espalda al creer que iba a tener el mismo destino. ¿Le habría dado un ataque de catalepsia? ¿Acaso un inepto médico forense lo había dado por muerto sin estarlo?

Se horrorizó ante la idea, pero no le pareció descabellada; su cuerpo estaba muy adormilado y débil. Quizás un síntoma de que había sufrido catalepsia... De ser así, ¿cuanto habrían sufrido sus familiares y amigos con su muerte?

De improviso, con sumo espanto, agitó su cabeza, al igual que sus pensamientos se removieron dentro de ella. Ni siquiera debía pensar en eso, porque él no estaba muerto. ¡No! Saldría de ahí a como diera lugar. Después de todo, tenía sangre saiyajin y no podía morir de esa forma.

A pesar del severo letargo de sus sentidos, hizo fuerza para empujar la tapa del ataúd de metal. Sin embargo, cuanta fue su sorpresa al ver que ni siquiera era necesario hacer fuerza para destaparlo: estaba abierto.

¿Qué estaba pasando?

Con cuidado gracias al letargo padecido, se incorporó y le dio trabajo a sus ojos, intentando ver entre la abrumadora oscuridad del lugar. Sin embargo, los orbes azules no pudieron completar el trabajo. Tal vez ni siquiera un gato podría ver entre tanta oscuridad.

Cuando decidió salir de dónde lo tenían encerrado, su sentido del olfato pudo notar un desagradable aroma a sangre. El olor era tan fuerte que lo asqueó en cada respiro. Repulsión apareció en todos los detalles de su semblante, si es que la oscuridad hubiera permitido vérselo.

¿Por qué había sangre en el lugar? ¿De dónde venía ese olor tan nauseabundo? Entre las sombras difusas de sus sentidos, tanteó con su mano las superficies cercanas y allí descubrió una mesa de frío metal. Tanteó unos enormes frascos, hechos de un vidrio resistente, que llamaron mucho su atención. Estaban sellados al vacío. Los alzó y por su peso, dedujo que tenían algo dentro. Hubiese querido verlos, pero enseguida pensó que era mejor no hacerlo. Realmente no quería saber qué clase de cosas podían contener esos frascos. De todas maneras, la mesa estaba limpia. ¿Pero entonces de donde venía ese olor a sangre tan potente?

Olfateó varias veces más, arrugando la nariz en el proceso. A pesar del empeño, no logró distinguir o identificar dirección alguna, puesto que el olor parecía venir de todos lados al mismo tiempo. Estaba seguro que hasta un sabueso se habría sentido totalmente confundido.

Era desconcertante de verdad.

Decidió proseguir su camino, avanzando en ascuas como lo haría un ciego sin bastón. Así se sentía, como un ciego. Deslizó sus dedos por las paredes adyacentes y por la rugosidad de las mismas dedujo que estaba en un lugar que probablemente fuera una húmeda cueva. Y por el latente eco que se producía al caminar debía ser una realmente enorme...

¿Por qué lo habían llevado allí? Aunque ansiaba la respuesta, prefería no quedarse a averiguarlo. Debía salir de allí a toda costa. En su estado de adormecimiento actual quizás incluso un simple humano podría someterlo.

¿Pero hacia qué lugar escapar? ¿Hacia dónde estaba la salida?

Se detuvo; estaba asustado por primera vez en muchos años. Asustado como nunca lo había estado en toda su vida.

Intentó sentir algún ki para tomarlo como guía hacia la salida, pero no logró hacerlo. Estaba demasiado mermado en sus facultades como para conseguirlo. Sin más opciones, tuvo que escoger una ruta rogando porque fuera la correcta.

Sin quererlo ni desearlo, se vio obligado a bañarse en la horrible negrura del lugar. Lo que Trunks todavía no sabía es que se estaba embarcando en el viaje más siniestro y perturbador de toda su vida. Uno en que las afiladas zarpas de la muerte lo esperaban acechantes...

Moviéndose al ralentí, caminó y avanzó en la medida que sus disminuidas facultades le posibilitaban. Sin embargo, para su sorpresa, llegó a un lugar donde la cueva se dividía en tres caminos distintos. Parecía un verdadero laberinto del fauno. Pero algo le indicó que iba bien encaminado: el olor nauseabundo se estaba alejando paulatinamente. Seguía presente, pero no al nivel en que lo sintió por primera vez. Eso le infundió una genuina esperanza.

Siguió avanzando, pero de súbito un ruido lo hizo respingar. Maldijo al mundo cuando logró notar entre las sombras que se trataba de una rata que pasaba a su lado.

Más pasos. Se detuvo cuando un desagradable ruido de gotas cayendo podía escucharse más allá, atravesando algún sector de la caverna. Quizás un riachuelo o arroyo le pasaba por encima. Era lo más probable, puesto que un río hubiera provocado mucho más ruido del que había. De todas maneras ese sonido de agua a cuentagotas podía encrespar los nervios en la situación actual que estaba viviendo. Incluso sacar de quicio si se lo escuchaba por demasiado tiempo.

Al cabo de unos minutos algo comenzó a inquietarlo de verdad. Escuchaba susurros y murmullos de los que no podía determinar su procedencia.

Cuanto deseó estar en sus condiciones normales; de haber tenido su natural fuerza saiyajin habría podido salir en cuestión de segundos. Quería volar, destruir la caverna si era necesario. Lo único que deseaba era salir lo más pronto posible.

Dudó entre seguir avanzando o retroceder para tomar uno de los caminos restantes que antes optó por desechar. Pensaba en ello cuando de pronto, a su alrededor, hubo un drástico cambio de temperatura. Un frío mucho más extremo del que antes había sentido. Un frío tenebroso que era capaz de martillar sus huesos y reducirlos a temblorosa gelatina.

De pronto un leve ruido llegó a sus oídos. Parecía lejano, distante, como si estuviera en otro túnel que no coincidía con el suyo. Curioso, decidió seguir avanzando para intentar identificar el sonido. Tras unos cuantos pasos pudo reconocerlo claramente como un amargo llanto...

Una mujer estaba llorando.

Sí, no había dudas de ello. Su lamento era conmovedor. Demostraba un dolor tan extenso como el océano mismo.

Seguramente el desquiciado que lo había capturado a él, también había raptado a esa pobre muchacha. Debía ayudarla a escapar a cualquier precio.

No dudó en perseguir el llanto que resonaba en sus oídos en forma sobrecogedora. Esa mujer estaba pidiendo que alguien la ayudara a gritos. Camino y camino como si siguiera el canto de una sirena. Sí... como un marino seguiría a una sirena...

Llegó a un nuevo laberinto. Nuevamente, habían tres caminos que seguir y no sabía cual tomar. Pegó su oído a la pared para escuchar las vibraciones de la lastimera voz, una técnica que antiguos indígenas usaron a través de generaciones, y ya sin temor a dudas, localizó en dónde estaba el llanto estremecedor. Debía tomar la ruta de la extrema izquierda.

Se adentró hacia el lugar donde el volumen del lamento aumentaba paulatinamente a medida que avanzaba. De pronto, el frío congelante se hacía más intenso a cada paso que daba. Un frío que no sabía de dónde provenía pero que se hacía tan expresivo como un rayo en una tormenta. Sí, era un frío capaz de calar los huesos con precisión espeluznante. Era un cambio tan drástico de temperatura, que su lógica no podía darle una explicación convincente.

Fue entonces que por fin entre las sombras de la intensa oscuridad, pudo notar una figura que estaba sentada; apoyaba su espada en la pared a la vez que hundía su cabeza entre las rodillas.

Era la chica que estaba llorando. Su figura era tan macilenta que estremecía de sólo verla.

Su pelo era largo y ensortijado, y a plena luz del día debía ser radiante porque incluso en lo profundo y opaco de la caverna emitía un débil brillo halógeno. Sin embargo, no pudo juzgar el color de ese cabello por la falta de iluminación. Sólo el negro y un gris muy opaco podía existir en una ambientación así.

Caminó hacia la chica dispuesto a ayudarla, pero ella no se dio por aludida en ningún momento. No sacó su cabeza de entre las rodillas ni detuvo su profundo sollozo.

A medida que el hombre se acercaba sintió como los vellos de su cuerpo se ponían en alerta, como los pelos de un gato reaccionan ante una amenaza. Su instinto, su intuición, sexto sentido, o como se llamara, le estaba advirtiendo que no debía acercarse más a esa mujer por más que quisiera ayudarla. Tragó saliva sin entender el por qué de la reacción de su cuerpo ante una chica que estaba pidiendo consuelo a gritos con ese llanto lastimero y lleno de horrible sufrimiento. Él podía ayudarla, él podía consolarla.

Él podía liberarla de su dolor.

Eso quiso pensar...

Desoyendo el consejo de su intuición, decidió seguir acercándose a la desconocida. Ella por fin pareció darse cuenta del hombre que deseaba ayudarla, pues paró su llanto en seco. Aunque siguió sin hacer movimientos.

— Tranquila, vengo a ayudarte — le dijo al instante en que ella detuvo su sollozo.

Nadie puede ayudarme...

El hombre cesó todos sus movimientos como si hubiera sido petrificado. Sus músculos se congelaron completamente, se convirtieron en hielo. Su corazón pareció saltarse un par de latidos. Aquella voz era muy diferente a todo lo que había escuchado antes. Tenía un matiz hórrido que estremecía la piel de sólo escucharla. No tenía idea por qué, pero así era. Cuando notó que se le había acumulado mucha saliva en su boca, al punto de que debía tragarla o escupirla, eligió la primera opción.

— Yo... yo quiero ayudarte, ¿por qué no te acercas? — le pidió; no quería invadir su espacio personal ni incomodarla. Era evidente que la chica estaba reticente a su presencia.

Mi faz te aterraría...

Un nuevo escalofrío; ¿por qué le hacía esa advertencia tan horrible?

— Vamos, no bromees — tartamudeó inevitablemente, deteniéndose, paralizándose en el acto. Los vellos enervados de su cuerpo y las corrientes frías que recorrían rápidamente sus células le advirtieron que no debía acercarse más a ella. A pesar de ello insistió en su propuesta, era una mujer sola que estaba sufriendo y no la abandonaría aunque ella misma se lo pidiera. Era demasiado noble para hacer algo tan ruin —. Ven y vámonos juntos.

No te conviene...

Esa advertencia hizo que su corazón diera tal brinco que Trunks pensó que se le había subido a la garganta.

— No me asustes por favor, esta situación me tiene los pelos de punta — temblaba mucho, aunque no por causa del frío...

No deseo asustarte... pero mi cara ya no es lo que era...

El presidente de Capsule Corporation notó algo muy singular que lo perturbó completamente: su propia voz producía eco, pero la de ella no provocaba ninguno... a pesar de que estaban usando el mismo volumen, la voz de ella no generaba ni un solo eco...

— ¿Qué...qué le pasó a tu cara...? — Trunks parpadeó asustado — ¿Qué te hicieron? ¿Quién te encerró aquí?

A pesar de las ansias de respuesta, la chica no contestó. Permaneció en absoluto silencio, uno que para él resultó sumamente incómodo, mucho más que cuando sollozaba sin consuelo. Trató de hablar nuevamente para romper el mutismo, pero su lengua pareció sufrir un calambre. Dio un profundo suspiro, invocando a la tranquilidad que se le escapaba, hasta que finalmente sus cuerdas vocales volvieron a funcionar:

— No llores ni te preocupes más... yo te sacaré de aquí — aseguró, obstinado por ayudarla aunque todo su ser le advirtiera que no lo hiciera. Él tenía principios firmes que no quebrantaría. Si lo hiciera se decepcionaría a sí mismo.

La chica una vez más guardó silencio. Sin embargo, de súbito, llevo ambas manos al bajo abdomen como si un horrible e indescriptible dolor sintiese allí. Trunks no podía verle la cara, pero estaba seguro que en ese mismo instante estaba transfigurándose por el sufrimiento.

Mi útero...

La fémina se sujetó esa zona con ambas manos. Era evidente que algo allí la estaba dañando en demasía.

— ¿Te duele mucho? ¿cómo te puedo ayudar? — preguntó preocupado, compadeciéndola totalmente. Sus azulados ojos generaron una mirada llena de angustia.

Ella pareció no escuchar la última pregunta, siguió relatando de forma vaga y ensimismada:

Supliqué que no lo hiciera... le expliqué que estaba embarazada... pero no escuchó... no escuchó...

¿Embarazada? ¿A qué se refería? Trunks quedó completamente desconcertado. No. Mucho más que eso.

— Lo siento mucho... te prometo que ese canalla pagará por lo que ha hecho — intentó consolarla imprimiéndole más seguridad a su voz. Se dio cuenta que con ese miedo que estaba demostrando nunca podría ayudarla. Tenía que ser valiente e infundirle eso también a ella.

Escapa de aquí antes de que llegue.

Fue entonces, sólo entonces, que el hombre sintió una escalofriante señal de peligro. Por un momento, el corazón pareció bombardear filosos trozos de hielo en vez de sangre. Un hormigueo rasposo se cristalizó en sus músculos y tendones. Era el miedo a algo que flotaba en el aire, a algo que lo enrarecía más allá de toda lógica y racionalidad.

A pesar de la claridad con qué podía apreciarla, algo sumamente intenso le advertía que estaba frente alguien, de algún modo, diferente... Sí, así era. A pesar de que esa chica no tenía ningún afán de asustarlo, por alguna inexplicable razón resultaba tétrica, aunque no fuera por decisión propia.

— ¿Antes... antes que llegue el maldito que nos hizo esto? — tartamudeó con renaciente miedo.

Ella no respondió. Pero eso a Trunks no le importó. Mejor dicho, se obligó a que no le importara. Lo más importante era salvar a esa joven a cualquier costo.

— No te abandonaré aquí. Tienes que venir conmigo — le dijo, acercándose más a ella con la intención de extenderle su mano — huyamos juntos de este lugar infernal. Yo te cuidaré.

Yo no puedo escapar...

— ¿Por qué? — preguntó por el rechazo de la oferta de ayuda. Pensó que ya no era posible, pero al acercarse más a ella sus vellos se erizaron hasta la raíz. El lugar incluso pareció ponerse más frío de lo que ya estaba.

La chica se puso de pie sin darle la cara, le dio la espalda y comenzó a caminar a paso cansino. Trunks pudo notar lo endeble que lucía.

— ¿Por qué no quieres escapar conmigo? — insistió nuevamente ante la falta de respuesta.

La chica detuvo su caminar. Tras unos segundos inquietantes que se hicieron eternos, finalmente dio respuesta: — Porque ya estoy muerta...

Si antes la voz era perturbadora, ahora fue completamente sobrenatural. De ultratumba. Espectral hasta la última gota. Tenebrosa a más no poder.

Trunks fue paralizado por los síntomas profundos del miedo. Quedó mudo por un montón de segundos. Lengua, músculos, ojos, todo se había convertido en piedra. El estupor de aquellas palabras había sido demasiado para que su ser lo soportara sin daños.

La chica siguió caminando hasta perderse de la vista de Trunks, casi como si se hubiera desvanecido entre la penumbra que dominaba todo aquel lugar. Al momento en que lo hizo, el inmenso frío capaz de martillar los huesos también desapareció.

Tragó saliva una y otra y otra vez. Las oleadas que trastornaron sus nervios hicieron que produjera mas salivación de la normal.

Dios... ¿qué había pasado? ¿Estaba alucinando? ¿Había imaginado a esa jovencita?

La chica le había hecho una advertencia sobrecogedora que no debía rechazar: "Escapa de aquí antes de que llegue", se repitieron en su mente esas palabras como el eco en una montaña.

No supo cuanto tiempo pasó hasta que pudo reaccionar, pero algo si supo con una claridad asombrosa: debía salir de allí cuanto antes. Nunca borraría esa advertencia de su memoria. Al reflexionarlo con más calma supo que ella nunca quiso infundirle miedo alguno. Nunca hizo algo para que así fuera. Quizás si le hubiera mostrado la cara, Trunks habría perdido los estribos y hubiese salido corriendo para huir del terrorífico lugar. ¿Qué le habría pasado en su cara a esa pobre jovencita? ¿Por qué le dijo que su faz lo aterraría?

De alguna extraña manera, el miedo aceptó la tregua que la compasión le ofreció. Sí, era compasión lo que ahora sentía por esa chica. Si realmente era un espíritu eso quería decir que no había llegado al otro mundo porque su alma no descansaba en paz.

No descansaba en paz... que horribles implicancias tenía aquello.

Si realmente estaba muerta... ¿por qué seguía en este plano existencial? ¿Habría muerto en traumáticas y violentas condiciones? ¿Era eso por lo cual lloraba?

Trunks necesita tranquilizar la dosis excesiva de adrenalina. Cuando finalmente lo logra tras un lapso de tiempo, no duda en hacer caso a sus última palabras: "Escapa antes de que llegue".

Pero ni siquiera pudo dar los primeros pasos, cuando de pronto escuchó un caminar apresurado que lo llenó de tensión inevitablemente. El ruido venía por el lado contrario al de la presencia que poco antes vio.

El tronar de los rápidos pasos le hizo saber que ineludiblemente no podría escapar de quien fuera lo que venía a acecharlo. Aún con la debilidad que lo agobiaba, se preparó para lo inexorable. Tomó posición de combate, dispuesto a caer luchando.

Finalmente entre la negrura, a unos metros de él, una figura que parecía femenina se detuvo.

— ¡Trunks! ¡Hermano! — gritó mezclando varias emociones a la vez.

Sólo entonces el semisaiya dejó la endeble posición de combate y un alivio surgió en su corazón, irrumpiendo como un toro en una jaula de vidrio.

— ¡Bra! — gimoteó emocionado conociendo el significado de la esperanza como nunca antes.

— ¿Qué te pasó? ¡Vine en tu busca siguiendo tu ki! — señaló sumamente preocupada, mientras lo tanteaba y escrutaba si tenía lesiones.

— ¡Gracias a dios Bra! — la abrazó con todas las fuerzas que todavía poseía — Un maldito loco, no sé como, pero logró dejarme inconsciente cuando volvía a casa el viernes. No puedo moverme bien, mi cuerpo está completamente adormecido. Apenas puedo caminar a paso lento.

Bra destilaba sorpresa por cada célula de su ojos. — No puedo creerlo. ¿Quién pudo ser capaz de tal barbaridad?

— No lo sé, pero ahora que estás aquí ayúdame a salir de aquí. Luego nos encargaremos del tipejo que me hizo esto.

— ¡Por supuesto que te ayudaré, hermano! — se colocó por debajo del brazo del ser tan querido para que se apoyara en ella, a la vez que lo sujetaba por la cintura con su mano izquierda — Te sacaré de aquí enseguida — y sin estar conforme, añadió —: subete a mi espalda, así saldremos más rápido.

— Gracias — haciéndole caso, se encaramó en la espalda de su adorada hermana. Una vez allí, soltó un profundo suspiro de alivio que su cuerpo estaba rogando dar.

La adolescente giró dispuesta a retroceder. — Esta cueva parece un laberinto, te sacaré por dónde entré yo, recuerdo bien el camino — señaló muy segura.

— Confio en ti hermana — señaló sin dudas.

Sin mediar más palabras, la valiente joven puso manos a la obra y se adentró en la penumbra, llevando a su hermano como si se tratara de un jinete.

Al cabo de varios segundos, Trunks se animó a comentar el suceso paranormal que recién había vivido.

— No me vas a creer hermana, pero vi un fantasma.

Ella giró su faz para echarle una mirada incrédula, aunque por la incomodidad de la posición no pudo lanzársela del todo bien. — Me estás contando una locura — complementó mientras seguía avanzando.

— Es en serio Bra — insistió muy seguro. No dudaba de lo que todos sus sentidos habían percibido. No podía estar equivocado con una vivencia tan extremadamente real.

— Sí, te creo hermano —asintió— creo que viste algo, pero no fue un fantasma, sino una alucinación provocada por la debilidad y el estrés que estás padeciendo. Quizás te inyectaron un sedante de algún tipo...

— Pero lo que ví era tan real... — insistió convencido de lo que había visto.

— ¿Es primera vez que ves un fantasma? — preguntó enseguida.

— Sí... — de inmediato entendió a qué punto quería llegar ella.

— Es la primera vez por el tóxico que te pueden haber inyectado. Es lo único que explicaría tu debilidad actual, ¿no crees? Probablemente los efectos secundarios te crearon alucinaciones o distorsiones de la realidad.

— Entiendo... — aceptó. Pero de algún modo, sin saber por qué, le dio tristeza aceptar que lo vio fue sólo una falsedad. A pesar del miedo, hubiera hecho hasta lo imposible por ayudar a esa chica errante.

— Lo importante es salir de aquí lo más pronto posible — atizó que había que concentrarse en lo realmente importante.

— Lo sé, pero fue una experiencia tan sobrecogedora que, falsa o no, no la olvidaré nunca. La fantasma en ningún momento quiso darme la cara... me dijo que si veía su faz me aterraría.

Ella por un momento frunció el entrecejo, muy extrañada con lo que Trunks le contaba. Aunque él no pudo ver su expresión.

— También le dolía el útero... — siguió comentando — dijo que estaba embarazada pero no se habían detenido... pero no pude saber a qué se refería... me da miedo pensar que murió estando embarazada... — sus cuerdas vocales tambalearon por la emocionada lastima ante el dolor de esa idea.

Fue entonces que Bra se detuvo completamente. En seco. No se veía preocupada, mas si desplegaba mucha curiosidad a través de todo su semblante. Era evidente que se había interesado en las últimas palabras.

— Ciertamente es muy extraño lo que te dijo — concordó ensimismando su azulada mirada —. ¿Te dijo algo más esa supuesta aparición? — preguntó con una voz que deseaba ser impersonal, una que no quería demostrar emociones, pero ansias a cuentagotas se pudieron percibir en ella.

— No, sólo me dijo algo así: "Escapa antes de que llegue".

Bra guardó un raro y singular silencio unos segundos, luego comentó —: pues sea como sea hay que hacerle caso, salgamos de aquí de una vez por todas.

— ¡Sí! — exclamó Trunks, recuperando el ánimo que antes de la llegada de su hermana había desaparecido. Con ella a su vera todo saldría bien.

Bra siguió avanzando a gran velocidad a pesar de la oscuridad que rodeaba todo. Era casi como si conociera de memoria la extensa caverna. Al girar por uno de los tres caminos anteriores, Trunks comenzó a olfatear nuevamente el aroma a sangre que había dejado atrás. Mientras más se adentraba su hermana, más potente se hacía.

— El maldito loco que me hizo esto tiene toda la caverna con olor a sangre, vuelvo a sentir el mismo olor que sentí cuando escapé del lugar en que me tenía encerrado —comentó arrugando su nariz en señal de inevitable repugnancia.

— Sí — concordó ella — a mi también me llega ese aroma desagradable.

Finalmente llegaron a un lugar en el que Bra se detuvo.

— ¡Mira! — exclamó sorprendida — parece una especie habitación en esta cueva y también tiene algunas cosas. Hay que revisar.

Dicho esto, la fémina se inclinó para que Trunks pudiera bajar de su espalda y él así lo hizo. Como la brumosa oscuridad apenas dejaba ver más allá de un par de metros, dio un par de pasos, pero no pudo avanzar más puesto que sus ojos reconocieron enseguida el deleznable sitio.

— Bra, te equivocaste de camino — dijo a la vez que su ser caía en el barranco de la angustia.

Se produjo un silencio que duró varios segundos. Un mutismo que se hizo abominablemente eterno. Bra, de improviso, se adelantó unos pasos, dándole la espalda.

— No me he equivocado... — anunció mientras su voz adquiría un tono lúgubre, siniestro de verdad.

Él solo pudo mirar buscando respuestas, exigiéndolas con su descentrada mirada.

— Claro que si, hermana. Aquí es donde ese loco me tenía encerrado.

Bra le dio una mirada de soslayo. Sus puños se cerraron con fuerza como si fuera a dar un brutal puñetazo. Luego de unos cuantos segundos, se volteó por completo para darle su faz a quien era su hermano. Atroz fue para Trunks verle una sonrisa tan lóbrega como estremecedora. Escalofríos era una sensación insuficiente para describir lo que esa sonrisa inyectaba en el corazón. Emponzoñaba la atmósfera brindando terror por doquier...

Trunks tuvo un estertor que le impidió hablar. No podía entender que estaba sucediendo. No podía comprenderlo, no podía procesarlo, no podía creerlo. ¿Estaba soñando acaso?

— ¿Todavía no lo entiendes? — pronunció todavía más su demoníaca sonrisa.

— ¿Entender qué cosa? — preguntó sin comprender, confundido totalmente. Parpadeaba vez tras vez, como si eso pudiera despertarlo de la inverosímil situación que vivía. Ni siquiera en mil vidas habría entendido que estaba sucediendo.

— Que ingenuo eres, Trunks. Tan ingenuo que me conmueves... —Su mirada se volvió psicótica. Demente. Digna de una neurosis severa. Una mirada que basta ver sólo un par de segundos para comprender que la dueña es alguien capaz de cualquier cosa.

Trunks dio un paso atrás, retrocediendo por instinto. Se puso blanco como hoja de papel. Sus facciones contraídas por el temor.

— ¿Qué té sucede, Bra?

— Muy pronto lo sabrás...

Un frío malvado poseyó cada rincón. De hecho, cada exhalación producía vaho. Llegó un momento en el que incluso parecía que con cada respiro escarcha se introduciría en los pulmones. Tal era el frío que había.

Tentáculos de terror se dirigieron hacia él; acechantes brazos invisibles capaces de aumentar el significado del miedo a niveles incomprensibles para la limitada mente humana. La palabra terror había fallecido en ese lugar. Lo que Trunks vivía era una nueva dimensión que iba mucho más allá del significado que tal palabra podía expresar.

— ¿Alguna vez te has preguntado qué se siente perder un pedazo importante de tu cuerpo?

Trunks retrocedió y el temor lo hizo trastabillar. Débil como estaba, estaba a merced del horror más grotesco que se haya visto alguna vez en este mundo. Tendido de espalda en el suelo, dijo suplicante:

— Hermana... ¿qué demonios te sucede?... — musitó lleno de conmovedor pavor.

— ¿Sabes algo? El infierno no es un lugar mítico. No. El infierno se vive aquí mismo, en la Tierra... y ahora lo comprobarás en carne propia...

"En carne propia..."

Alguien repitió a sus espaldas. Abrió sus ojos espantado al sentir esa terrible voz estentórea en su nuca. Luego, un grito monstruosamente aterrador se sintió por todo el desolado lugar. Horrible, Hórrido. Después sólo silencio. Uno fúnebre...

... Sepulcral...


Continuará.